cinco: emetofobia y bulimia.
TW: emetofobia, vómito,
bulimia, comentarios despectivos.
No se incentiva a practicar
nada mencionado.
Emetofobia: La emetofobia, o miedo
desproporcionado a vomitar,
es un proceso crónico e incapacitante
que se caracteriza por una tendencia a
evitar una amplia colección de situaciones
o de actividades en las cuales podría estar
incrementado el riesgo de vómito.
Odiaba tanto estar en esa maldita silla de ruedas.
Lo hacía sentir más inútil de lo que parecía, sus piernas se entumecían y eso sólo provocaba querer pasar más tiempo en cama, lo cual no puede hacer por tener a aquel enfermero sobre su hombre todo el tiempo.
En sus manos giraba el balón naranja que encontró por allí, respiró por unos instantes la brisa gélida que le arrullaba. A sus espaldas, Hoseok lo empujaba para que disfrutara el paseo por el jardín mientras hablaba sobre qué había hecho la noche anterior, escuchaba atentamente cómo disfrutó las horas que no le tocaba guardia en el hospital.
Sintiendo un poco de envidia cuando mencionó que, con un par de amigos, bebieron soju hasta media noche.
Extrañaba las noches que ha fantaseado con sus veintitrés años, reuniones con amigos inexistentes y trabajos que le gustaría tener, podía pasarse horas imaginando una vida fuera de su habitación y, aunque su estadía allí no sobrepasa los tres meses, su día a día no era muy diferente antes.
Min Yoongi, mayor de tres hijos provenientes de unos padres con dinero escurriendo en sus bolsillos, el suficiente como para deshacerse de él cada cierto tiempo en el que tenía sus recaídas, donde lo único que pasaba por su mente era morir y olvidar todos los problemas que le rodeaban.
El ambiente triste y esquivo de su hogar – o lo que sea que haya tenido – existe desde que tiene memoria, los problemas eran dejados de lado, no en el buen sentido, como si fueran una familia feliz que prefería concentrarse en lo bueno. No, ellos simplemente hacían como si no existieran para no tener que lidiar con ellos.
Nunca hubo la costumbre de expresar su sentir, recuerda con melancolía las veces en las que se veía que todos pasaban por momentos difíciles, algunos más que otros, encima de la mesa mientras cenaban, como si ser infelices fuera normal entre los cinco.
Los adultos mantenían una mueca inconforme con todo lo que se les atravesaba, incluso sus hijos, quienes se aguantaban las lágrimas para que no cayesen en sus comidas ante el temor de sus progenitores. A Yoongi no le preocupaba, pero tampoco hacía como si no le interesara, después de todo, eran su familia y él quería que todos estuvieran bien para poder vivir en paz.
¿Amor? No, jamás se mostró. No sabe lo que es y tampoco ve la necesidad de hacerlo.
No era la primera vez que lo internaban en ese hospital, gracias a eso puede decir que construyó una relación amistosa con el enfermero, tras verlo repetidas veces en sus momentos más críticos, quien se preocupaba por su bienestar, lo cual era su trabajo.
Su habitación – la cual ahora compartía, lastimosamente – fue moldeada a sus gustos por una cantidad un poco más elevada de dinero y eso le hizo caer más en cuenta que todo el mundo se mueve por un par de billetes, desde el pestillo de la puerta hasta los libros que ya leyó.
Aunque aún desconoce la razón por la que le tocó compartir habitación con aquel rubio de manera inesperada, tal vez, también era otra víctima de padres irresponsables que no querían a sus desastrosos hijos cerca.
Tiró nuevamente la pelota hacia la canasta, fallando. Hoseok fue a verla con un paso apresurado, trotando un poco mientras estiraba las mangas de su pijama, lo único que podía hacer, nada.
Intentaba cubrir sus brazos con tela, mismos que aborrece con toda su alma. Delgados y pálidos, le dolían cada vez que los usaba, como ahora que volvía a tomar el balón entre sus manos para intentar encestar nuevamente. Ambas extremidades, al igual que todas las demás, estaban cubiertas de vello lo cual, según él, le hacían dar una apariencia sucia.
Vive con malestar en su cuerpo desde hace muchos años, en sus inicios donde las comidas se esfumaban por el aire en la cancha de baloncesto, incluso antes de eso debido a los entrenamientos que se exigía sin mesura.
Aquel deporte logró llenar el vacío que su familia había dejado y realmente sintió cómo la vida se le iba cuando los médicos le obligaron a no poder ejecutarlo más si no quería acabar hecho trizas en el suelo.
Sus prácticas siempre acababan con él desmayado, también, y si tenía muy mala suerte, terminaba por vomitar la bilis que su estómago generaba.
Era asqueroso lo último y siempre lloraba cada que eso pasaba, le diagnosticaron con emetofobia hace algunos años, después de que tuviera una crisis nerviosa a causa de las dolorosas arcadas que le dieron cuando intentó tomar una gran pastilla que le haría dormir. Eso explicaría su miedo irracional a las náuseas, un trastorno de ansiedad realmente poco conocido del que no se tiene muchos estudios.
En su lengua siempre se vio un caramelo de mandarina, algunas veces de naranja, fresa o manzana para cambiar de rutina, aquello le ayudó en demasía cuando su organismo pedía comida que no quería ingerir, se engañaba a sí mismo y evitaba el querer regresar lo que no ha ingerido a cada rato.
También le causaba una gran inseguridad. Es decir, ¿cómo mierda puede tener miedo al vómito? ¡Es estúpido e infantil!
Su olfato sensible le traicionaba en cualquier lugar, los olores desagradables siempre lograron revolver su estómago con fuerza. Por ello, lo único que tuvo como condición para quedarse en ese maldito lugar, era tener un baño propio del cual cuidaba demasiado bien, se encargaba de su limpieza y sólo esperaba que su compañero lo llegase a arruinar.
También había pedido que intentaría almorzar sólo en su habitación, pero se dio cuenta que era demasiado después de que el inspector del hospital se lo negara en la cara.
— Estoy pensando que lo haces a propósito — la voz del enfermero hizo que su mirada se pose en él después de andar perdido en sus pensamientos. Le vio regresar con el balón y una mueca de enojo fingida —. No has podido encestar ni una — mencionó lo obvio.
— Estoy un poco distraído.
— Un poco mucho — Yoongi volvió a tener la pelota entre sus manos y la dejó descansar en sus piernas por un momento —. ¿Cómo te ha ido con tu nuevo compañero? ¿Te agrada?
— Creo que es imposible que alguien te agrade del todo con tan sólo cuatro días de conocerlo y sin comunicación — el mayor le vio de reojo mientras sonreía con insatisfacción —. Pero bien, supongo. No ha sido un estorbo para mí.
— Nadie lo es — Hoseok tocó con delicadeza la frente contraria, empujándola un poco y le incitó con señas que volviera a encestar o a hacer el intento de —. Y pensé que congeniarían mejor, se ve que el chico quiere mejorar.
— Es extraño, siempre parece estar dispuesto a decir todos sus problemas como si los otros no tuvieran los propios. Aunque se ve que no está tan mal, la anorexia no lo abrazó a comparación de mí y supongo que eso es bueno, significa también que podrá irse pronto y tendré la habitación de nuevo para mí solo.
Sus ojos estuvieron puestos en la canasta, movió la silla unos centímetros para una mejor precisión, con algo de dificultada. Ambos brazos se alzaron, listos para tirar, ignoró el cosquilleo en los codos y hombros, eso era lo más cercano que tenía de volver a jugar.
— Oh, Yoongi. Pero Park no tiene anorexia, él padece de un caso un poco severo de bulimia purgativa.
Y lanzó, encestando.
De inmediato, y junto a los gritos de satisfacción de su enfermero, su estómago se vio revuelto. Dejó de escuchar cuando vio la gran sonrisa del contrario y la imagen mental que travesaba por sus ojos sólo logró inquietarlo más.
— ¿Es bulímico? — Hoseok asintió con su cabeza, confundido —. ¿Él se provoca el...?
— Sí, el vómito. ¿No ha pasado nada en la habitación? — no obtuvo una respuesta —. Sinceramente al personal le preocupaba que ocupe una habitación con seguro y baño por temor a que haga algo malo, pero su psicólogo mandó el diagnóstico y progreso que ha tenido, no ha purgado desde hace un par de semanas, así que lo dejamos pasar con la condición que lo mantengan vigilado todo el tiempo.
Pero eso no quitaba el hecho que no podría volver a hacerlo, todos siempre recaen.
— Por cierto, a estas horas alguien ya debió quitar el pestillo de la puerta, por lo que hiciste en la llegada de Jimin.
Ver al rubio postrado a los pies del inodoro, mientras metía los dedos hasta el interior de su garganta, le estaba generando una producción excesiva de saliva, misma que aparece cuando su miedo más grande empezaba a aparecer. Lo más seguro es que ese asqueroso olor se quede impregnado en las paredes y esa imagen, que ni si quiera ha ocurrido aún, no podría salir de su cabeza nunca.
— Debes cambiarlo de habitación.
La extraña petición del pelinegro tomó por sorpresa al mayor —. ¿Puedo saber el por qué?
— N-No... — abrazó su cuerpo, sintiéndose cohibido —. Sólo cámbialo, no quiero estar cerca de él.
— Yoongi, no puedes decidir eso y no podré hacer nada si no me dices la razón de tu pedido. ¿Te molesta, acaso?
— No quiero estar cerca de alguien tan asqueroso como él.
Perdón por tardar tanto en actualizar y gracias por seguir leyendo, sobre todo por estar aquí. Les tqm.
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