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Capitulo 11

ALESSANDRO

Mis manos se enroscaron en su cintura pegándola a mi cuerpo, sentí su boca recibirme igual que la mía, mi deseo por probar de nuevo sus labios había sido saciado, Chiara después de eso alejó de repente su rostro del mío.

—Lo siento señor Marchetti.

Odiaba esa palabra.

—Esto no debería suceder, usted va a casarse —agrego.

En ese momento quise decirle toda la verdad sobre Carina y yo, de cómo había planeado romper nuestro compromiso. Desde que Chiara llegó a mi vida, las cosas nunca volvieron a ser las mismas, y no hablaba de solo el hecho de que ahora me convertiría en padre, era ella. Su presencia en la casa en cierto modo me traía felicidad y compañía.

Esa que no volví a sentir con mi novia Carina.

—Discúlpame a mí, no debí hacerlo.

Si quería hacerlo y no debería haberme disculpado por aquello, sin embargo la condición de Chiara en esos momentos era lo que más me interesaba, no estaba bien de salud y no quería darle más dolores de cabeza. Asumía que lo que había sucedido aquella tarde era en parte mi culpa por no estar al pendiente de ella como debía.

Pero ahora era un alivio que su padre supiera la verdad, estaba harto de fingir y mentirles a todos.

—Voy a dejarte descansar —me alejé de su lado y me despedí luego para dejarla en la habitación.

Bajé los escalones rumbo a la oficina, necesitaba un vaso de whisky para calmar todo lo que había pasado en aquella semana. El encuentro de Chiara con su padre era algo que me tenía dando vueltas la cabeza, no sabía si dejarlo pasar, o hacerle una advertencia tal como lo había hecho antes con otros asuntos.

Me serví un trago y me senté en el mueble.

El asunto con Carina era otro que requería mi atención, ella no era de las mujeres que dejasen pasar todo sin hacer nada al respecto, estaba furiosa por mi decisión de romper el compromiso, y más por lo que paso aquella noche en mi habitación.

Carina había intentado solucionar las cosas con sexo, como siempre lo había hecho. Pero esta vez no había funcionado, no pude si quiera llegar a acostarme con ella. Carina era la primer mujer por la que perdí la cabeza, admito que me encapriche con ella, la quería mucho, ella había estado en las buenas y en las malas, cuando mi madre murió no me dejo solo.

Sin embargo después de nuestro distanciamiento las cosas no volvieron a ser las mismas. Ella era el tipo de mujer a la que ningún hombre se resistiría, una figura de infarto, ojos azules hermosos, y un rostro precioso, a donde fuera era el centro de atención. Pero las cosas cambiaron, ya no se sentía igual, y esa noche en que intentamos tener sexo después de un largo tiempo, sus besos no se sentían igual, sus manos en mi cuerpo no ocasionaban ninguna reacción.

Ya no sentía ninguna atracción por ella, ya no era lo mismo.

Quise intentarlo, ella sabe perfectamente que lo quise. Pero no podría comparar costumbre con amor. Y no quería que sintiera que le daba migajas de amor o aprecio. No quería que ella se sintiera defraudada una vez más de lo que podría ofrecerle.

Sin embargo Carina no protestó, creo que lo hacía porque veía a Chiara como una competencia. Aunque mi inquilina de precioso cabello rizado no mostrara ni el más mínimo interés en mí, a los ojos de Chiara yo no era nadie que viera con ojos de amor.

Chiara era muy distinta, nunca sabía con qué nueva cosa me sorprendería.

Sé perfectamente que compro unos boletos de avión para escaparse de casa lejos con el bebé, ella no me había creído respecto a lo del acuerdo. Y no la culpaba, me había comportado como un idiota con ella. No le iba a reprochar nada, lo dejaría pasar. Ya no merecía mas reclamos de mi parte, su padre la había herido suficiente, aunque quisiera ocultarlo de mí.

No sabía en que estaba pensando en cuanto le pedí renunciar al bebé, creí que ella era lo bastante ingenua para aceptar tal cosa, pero la frágil Chiara resulto más valiente que ni yo mismo.

Ahora mi gratitud hacia ella por cuidar de nuestro bebé y ser el tipo de mujer que lo defendería incluso sin saber a dónde ir, se había trasformado en unas inmensas ganas de protegerla y no dejarla ir.

No quería que se fuera.

**

Sabía que le había dicho que no haría nada al respecto, pero no podía dormir sin hacer algo para que ese hombre entendiera de una vez por todas que ella no merecía más tratos como aquellos.Me había asegurado de pensarlo muy bien y ahora estaba parado en la puerta de la familia de Chiara a punto de dejar en claro algunas cosas con su padre.

Toque el timbre de la casa y a los segundos una mujer abrió la puerta. Su cabello era rizado igual al de ella, inmediatamente supe que era su madre.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? —preguntó mirándome como si me reconociera.

—Buenos días señora, ¿se encuentra en casa el señor Marcello Martini?

Ella se limpió las manos en el delantal que llevaba puesto.

—Sí, mi marido está adentro. Discúlpeme, pero usted ¿es acaso el señor Marchetti? Su cara aparece en todas las revistas de economía.

—Así es, soy el mismo, y es por esa misma razón que he venido en busca del señor Martini, quiero comentar algo que nos involucra a los dos.

—Está bien, lo dejaré pasar.

La madre de Chiara me dejo entrar al interior, la casa no era muy grande ni muy pequeña, era el prototipo de casa normal de cualquier inquilino asalariado de Roma, no contaba con muchas cosas nuevas, de hecho todo allí parecía viejo y restaurado.

Mi vista se fijó de repente en un bonito pero pequeño jardín de flores. Rosas de colores, girasoles, margaritas y otras más.

—¿Le gusta el jardín? Mi hija ha plantado esas flores —sentí la nostalgia en sus palabras.

—Son hermosas —respondí.

La madre de Chiara me indico la sala del comedor, su padre estaba sentado en uno de los muebles con su vista puesta en la televisión hasta que su mujer lo llamo.

—Marcello, el señor Marchetti de las empresas automovilísticas ha venido a hablar contigo —dijo ella y el hombre giró su vista hacia nosotros.

—¿Los Marchetti? —dijo extrañado.

—Buenos días señor Marcello —le dije acercándome a él —. Su esposa ha sido muy amable en dejarme pasar, me gustaría hablar un asunto importante con usted —dije serio.

—¿Es acerca de alguna propuesta de trabajo?

—Es algo mucho más importante que eso.

—Por favor siéntese —me indico la silla de al lado —. Giovanna, prepáranos dos cafés por favor.

—No es necesario, no tardaré mucho.

La madre de Chiara se alejó a la cocina y nos dejó en la sala a ambos para discutir el asunto por el cual yo había venido.

—Dígame señor Marchetti, ¿en que puedo servirle?

—Señor Marcello, en poco unos meses me convertiré en padre —sonreí—. La madre de mi hijo, es una mujer hermosa, inteligente y amorosa. Ella es una mujer que merece demasiado cosas buenas en su vida, y yo me siento afortunado de tenerla.

—Felicitaciones señor Alessandro, pero realmente no se a lo que ha venido el tema de su esposa.

—Usted la conoce muy bien, ha herido a la mujer que he descrito, la ha golpeado como un animal, sin importarle que esté embarazada, la humillo diciéndole cosas horribles y después la dejó a su suerte a punto de que casi pierde al bebé, y aun así dice llamarse padre.

El hombre se levantó furioso esta vez de la silla y fijo su vista en la mía.

—¿Usted es? ¡El padre del hijo bastardo que espera Chiara!

La furia me invadió, sentí la como la sangre me hervía producto del enojo. Nunca había sido un hombre violento o un hombre que recurriera a golpear a otros como solución. Pero ese tipo se lo había ganado.

Sin pensarlo lo golpee, lo golpee en su estúpida nariz hasta que esta sangro y él cayó a un lado.

—¿Qué cree que hace? —lo escuche quejarse en el suelo.

—Le devuelvo lo que ha hecho —me bajé a su altura y lo tome de las solapas de su camisa —. Escúcheme lo que le diré, no se acerque más a ella, o no seré tan condescendiente la próximas vez, aléjese por completo de Chiara. Ella no necesita nada de usted.

—Por mi esa mujer puede hacer su vida como quiera.

—Marcello, por Dios ¿cómo puedes decir eso? es nuestra hija —le reclamó su esposa llegando a nuestro lado

—No vale la pena —lo solté en el suelo —. Ella no debería ni siquiera tener consideración por usted, pero es lo suficiente buena no para ver la clase de padre que tiene.

Me acomodé el traje y giré mi vista lejos de ese tipo.

Antes de cruzar la puerta y dejar la casa sentí un brazo tomarme de las mangas de mi camisa.

—Señor Marchetti, he escuchado lo que dijo, ¿Chiara está bien? —preguntó su madre, los ojos los tenía inundados de lágrimas.

—Ella está ahora mucho mejor señora.

—Dígale que la extraño, y que a diferencia de Marcello, no voy a juzgarla. Ella es lo más importante para mí.

—Si desea verla, llámeme —le extendí mi número telefónico —. Le hará muy feliz verla, ella los quiere mucho a ambos.

La mujer sonrío, y guardo la tarjeta en uno de sus bolsillos.

—A Chiara le gustan mucho los panecillos de mantequilla, si está embarazada es posible que se muera por probar unos. Por favor espere un momento.

Decidí que esperaría a la madre de Chiara afuera de la casa antes de que su marido saliera y colmara mi paciencia, pero ella no me hizo esperar mucho ya que salió al poco tiempo con una bolsa en sus manos.

—Tenga, lléveselos. No le mencione que yo se los he dado. Por favor.

—No le diré nada, descuide.

Me aleje de aquella casa, ahora estaba más tranquilo, con mi advertencia, Marcello Martini no volvería a acercarse a Chiara, y ella no tendría por qué pasar un mal rato por las discusiones y enojos que este le hiciera.

Me aseguraría de que ella estuviera tranquila.

**

Me regresé ese mismo día a la casa más temprano de lo habitual, pero me llevé una sorpresa cuando reconocí el auto de Carina en la entrada. Había sido claro con ella en que no nos veríamos hasta que yo lo decidiera y ahora venía a mi casa sin consultármelo.

Aquello me sacaba de casillas.

Baje del auto y me encaminé a la entrada de la casa para encontrarla sentada en uno de los muebles de la sala bebiendo de una copa de vino y con unas maletas a su lado.

—¿Qué haces aquí Carina? —le cuestione.

—Buenas noches mi amor —respondió un poco pasada de copas.

—¿Desde qué horas estas aquí? ¿Cuánto has bebido?

—Solo un poco, no seas un exagerado —bufo.

—Tú no puedes estar aquí —la tomé de su brazo y ella me hizo a un lado con furia.

—¿No puedo estar aquí? ¿Pero esa mujer si? —soltó una risa—. Te dije que no iba a dejar que te burlaras de mi Alessandro, ni tú, ni menos esa chica.

—Estas borracha Carina. No quiero que armes escándalos, Chiara esta recuperándose.

—Te preocupas mucho por ella, ¿verdad Alessandro? Dime, ¿lo haces por ella o el bebé?

—Vete de la casa Carina.

—No te preocupes por ella amor, no está. Se ha ido. Me ha pedido que me despida de ti.

El mundo se detuvo para mí. No podía ser cierto.

—¿Cómo has dicho?

—Tu hermosa Chiara no está, se ha ido. Fue lo que debió hacer hace mucho tiempo.

—Ella no iba a irse sin consultármelo, se está recuperando. ¿Qué le dijiste Carina?

—Yo no le dije nada, o quizás, ¿sí? Ya no lo recuerdo. Pero no te preocupes Alessandro, ella es bastante bonita, seguro conseguirá un padre para ese bebé, al final tú y yo estamos juntos —intentó rodearme el cuello con sus manos pero la alejé.

No podía creer que ella se hubiera marchado, estaba furioso con Carina por tomarse atribuciones que no le correspondían.

—¡Chiara! —la llame.

Subí las escaleras dejando a Carina atrás para buscarla en la habitación pero ella no estaba. La busque como un loco por toda la casa y no la encontré. Carina decía la verdad, ella se había ido.

—¿Qué le dijiste? Dímelo en este instante —le reclame furioso.

—Ella estaba ocupando el puesto que me corresponde Alessandro, le dije la verdad. Tú y yo nos casaremos. Solo la tenías aquí por el bebé, pero incluso el niño te ha dejado de importar. Le dije que ella sería la culpable de que tu imagen se viniera abajo y que lo mejor que podría hacer era irse, al final ella hizo lo que siempre quiso, huir. No te tiene confianza, ¿quién la tendría de un mentiroso como tú?

Enfurecido tomé mi teléfono móvil y marqué su número pero ella no respondió.

—¡Demonios, demonios! —me lamente.

—Déjala ir Alessandro —Carina intentó tocarme y la furia salió de mí.

—¡No te quiero volver a ver en mi casa, menos en mi vida, quiero que te largues de aquí ahora. No sabes lo que has hecho, no tienes ni puta idea de lo que has hecho. Si le sucede algo, si Chiara pierde al bebé, no creas que me quedaré quieto. Yo juro que te haré pagar de la peor manera!

Carina se quedó helada antes mis palabras y después se soltó en llanto.

—Alessandro, yo lo siento. Mi intención no era que a ella le sucediera algo. Estaba demasiado enojada y borracha, no medí mis palabras. Te pido que me disculpes.

Me giré dándole la espalda, debía buscar a Chiara y encontrarla antes de que le sucediera algo de lo que podría lamentarme.

—Quiero que recojas tus cosas y desaparezcas.

Me aleje de la casa lanzándole aquella advertencia a Carina. Pero ahora lo que más me preocupaba era a donde habría ido Chiara.

¿Dónde estaba?

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