Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 15: Baño de sangre.

Sam.

Martes, 11 de Septiembre de 2012.


- Señor ten piedad. Señor ten piedad. Señor ten piedad- repetí una y otra vez de rodillas ante el Jesucristo crucificado junto a mi cama, clavado en la pared-. Ten misericordia, Dios mío, por favor. Lavame de mis pecados, y quitame estos extraños sentimientos por Justin Wilson, por favor, señor- rogué con ojos humedecidos, y las manos entrelazadas en tono de sumisión y suplica, como a Dios le gustaba que le rogásemos.

Sentía un nudo en la garganta, y la presión del pecado en el pecho. Dios mío, por favor, ten misericordia sobre tu hijo, y no me dejes caer en los brazos del pecado. ¡Oh Dios! ¡Por favor, te lo imploro misericordiosamente como tu hijo, postrado ante ti como tanto te gusta! ¡Elimina esos extraños sentimientos que tengo por Justin!

- Señor ten piedad, señor ten piedad, señor ten piedad- continué, soltando un sollozo-. Te lo imploro, no me dejes ser un pecador. ¡Oh Dios Santo! ¡Misericordia! ¡Por favor, ten misericordia de mí!

Rompí a llorar, y boqueé para tratar de controlar mi respiración agitada. Yo no podía ser eso. No podía cometer ese pecado.

No podía gustarme un hombre.

No podía ser homosexual.

Entonces, escuché que a mis espaldas abrían la puerta de mi dormitorio, y supuse que era madre. Por eso me sorbí los mocos de la nariz, y me sequé las lágrimas con el dorso de la mano rápidamente. Porque no quería que madre me hiciera preguntas del por qué lloraba.

De pronto, escuché sus duros pasos, se aproximó hacia mí con esa severidad que hasta su caminar tenía. Madre se paró a mi lado, y me acarició dulcemente el pelo con su mano. Y cuando levanté la cabeza me encontré con su dulce mirada maternal.

- ¿Rezabas como siempre te digo?- me habló con dulzura, y me tomó de las muñecas para ayudarme a levantarme del suelo.

- Sí, madre- respondí en voz baja, sumisamente. Y me sostuve de sus brazos para no caerme.

- Bueno chico. Eres un buen corderito de Dios- dijo, y se acercó a mi cara para depositar un beso en mi mejilla-. Te amo tanto, mi niñito.

- Y yo también te amo, mami.

Entonces, luego de hablar rápidamente con madre, y de que me explicaría abajo en el desayuno el por qué de su ausencia anoche. Me dirigí al baño del pasillo para tomar una ducha rápida y arreglarme cuanto antes, ya que madre dijo que no tardase porque teníamos visitas, y yo solo pensé: «Estoy seguro de que es el padre Richard.»

Salí de mi habitación cuando ya había terminado de hacer todas mis necesidades y de arreglarme. Y con la ayuda de mi bastón bajé las escaleras y me dirigí hacia el comedor de la casa, donde me sorprendí al encontrarme no unicamente con el padre Richard, si no a otras tres personas más a parte de madre y él.

¿Quiénes eran? No los conocía.

- Hijo mío, siéntate ya- me habló el reverendo Richard con una sonrisa, aunque sus palabras habían sonado más bien como una orden que otra cosa, y su mirada era tan aterradora como la de madre.

No dije nada, y solo asentí obedientemente como él quería y me senté junto al asiento vacío al lado de madre, quien se encontraba sentada frente al reverendo Richard.

Me encogí todo lo que pude en la silla, para pasar desapercibido en la mesa, pero era imposible, yo era el centro de atención. Me incomodó, y bajé la mirada nervioso a mi plato de comida. Pero entonces, sentí un fuerte y silencioso puntapiés que me había pegado el reverendo debajo de la mesa para que levantase la mirada. Ahogué un quejido, y sentí un doloroso pinchazo en la rodilla, pero contuve una mueca.

Levanté la mirada, y me encontré con los obscuros ojos del reverendo; quien estaba sentado frente a mí. Observándome con frialdad y dureza.

- Él es mi niñito- le dijo madre a las tres personas que también estaban sentadas en la mesa. Y se acercó a mi cara y me besó la frente-. Es mi hijo, el muchacho del que tanto les he hablado.

Los dos adultos; de los tres, asintieron atentamente con una cordial sonrisa. Y la adolescente, que supuse que era la hija de ellos; por los rasgos tan familiares que tenían en sus caras. Estaba con la mirada perdida en su plato, ni siquiera parecía querer conocerme, y eso me agradó.

Parecía ser una chica muy buena, pues su vestimenta lo demostraba, al igual que su apariencia tímida. No usaba maquillaje, como a madre le gustaba, solo cargaba un rosa natural en sus labios. Y tenía el pelo recogido en una coleta con una cinta amarilla, que la hacía ver aún más recatada.

- Es un joven muy apuesto- contestó la mujer, mirándome con cordialidad del otro lado de la mesa-. ¿No crees, hija?- le preguntó a la adolescente sentada a su lado, quien parecía tan incómoda como yo.

La chica dejó de mirar la comida en su plato y me miró. Podía sentir que me miraba por obligación. Entonces, me sonrió de forma forzada.

- Sí... lo es, mamá- dijo por fin.

Podía sentir como ella fingía esa amabilidad, y que parecía querer irse cuanto antes de este desayuno.

- ¡Nuestros hijos formaran una gran pareja!- exclamó el hombre, emocionado. Y el aire se me escapó de los labios en ese momento.

Si no hubiera estado sentado, me hubiese caído de la silla.

- ¿Qué... Qué?- susurré, inconscientemente.

Madre me miró con dulzura, y me dijo:

- Sam, ellos son el Sr. y la Sra. Martínez- los señaló con un elegante ademán que hizo con su mano-. Y esta señorita- entonces señaló a la chica, que casi se estremeció sobre su sitio al sentirse señalada por madre-. Es Liliet, su hermosa hija, y tu futura esposa.

Sentí como sí me hubieran dado un fuerte golpe en el estómago, sorpresivo. No lo podía creer. La sangre se me fue de la cara, y abrí los ojos de par en par. Miré a madre con confusión, y sin palabras.

- Ayer llegué tarde, Sam, por esto- comentó madre-. Porque la familia Martínez, que llegó ayer al pueblo, se comprometió para que su Liliet y tú se casaran- explicó con naturalidad, y a mí me costó respirar-. Como le estaban buscando un prometido a su hija quise hablar con ellos en la cena que tuvimos ayer. Y llegamos al acuerdo de que tú y ella se casarán apenas cumplan los dieciocho años.

Dios mío, ¿por... por qué?

- P-Pero...- susurré, y me quedé mudo por la fría y espeluznante mirada del reverendo Richard.

Madre estaba planeando toda mi vida por mí. ¿A caso no podría ser libre? No quería casarme con Liliet, era una chica muy linda. Rubia, y por su manera poco reveladora de vestir podía decir con los ojos cerrados que era una muchacha recatada. Pero no la amaba..., y no llegaría a hacerlo.

Pero no tenía otra opción.

Miré con ojos suplicantes a Liliet para que dijese algo, ya que ella se veía igual de forzada que yo. El Sr. y la Sra. Martínez se veían igual de religiosos que madre y el reverendo, por eso supuse que obligaban a Liliet a todo esto.

- El señor bendecirá a esta hermosa pareja- comentó el padre Richard con emoción y amabilidad, y todos se regocijaron de felicidad.

Excepto Liliet.

Excepto yo.

Y luego de un corto momento de que ellos hablasen sobre la boda de Liliet y yo, desayunamos finalmente después de haberle dado gracias al señor. La comida me caía en el estómago como un objeto extraño. No tenía ningún problema con rodajas de pan, huevo y tocino. Pero me acababa de enterar de algo que me había quitado el apetito, y por eso la comida me sabía a plástico. Y cada vez que tragaba la comida hecha papilla, tenía que contenerme para no vomitar frente a todos.

Cuando ya acabamos de desayunar, Liliet se levantó de la mesa con su bonito vestido rosa; que era bastante sencillo y le llegaba hasta más abajo de las rodillas. Llamando la atención de todos en la mesa en ese instante.

- Ya terminé, y no quiero que se me haga tarde- dijo Liliet con educación, junto a su silla y con el bolso del colegio en el hombro-. Mamá, papá, Sra. Pride, padre Richard- miró con amabilidad a cada uno mientras que los mencionaba-. Me retiro, nos vemos pronto- añadió, y comenzó a caminar en dirección a la entrada para irse. Pero, yo me levanté enseguida y la detuve al decir:

- ¡Liliet!- la llamé con timidez, y ella se volvió hacia mí atentamente-. Esperame, iré contigo, también debo ir al instituto.

Entonces después de haberme despedido rápidamente de todos y de haber tomado mi bastón y mi bolso, me encaminé junto a esa rubia al instituto. Y aunque, creí que madre no me dejaría ir, ya que desde siempre madre había sido quien me llevaba al colegio, se mostró encantada en esta ocasión al ver que me iría con Liliet. Estaba muy contenta, a mi parecer, y yo por alguna razón... sentí nauseas.

Liliet no me desagradaba, pues se notaba a plena vista que sus padres la estaban forzando a esto, y ella era una muchacha muy bonita. Pero me negaba rotundamente a casarme con ella, y mucho menos llegaría a sentir algo por ella.

De pronto, el rostro bonito, atractivo, masculino, e intimidante de Justin Wilson pasó por mi cabeza y un nudo se me formó en la garganta. Y sentí querer llorar por esos sentimientos que sentía por él.

Dios mío... ayudame.

- No van a controlarme- de repente escuché que dijeron junto a mí, y que me sacaron de mis pensamientos.

Y al mirar a mi lado noté que la presencia de Liliet seguía caminando junto a mí en la acera. Ella se deshizo de su coleta de caballo que la hacía ver como una niña tan buena, y se dejó caer el pelo rubio por los lados de manera rebelde y asombrosa. Se limpió el labial rosa que yacía sobre sus labios con una servilleta; que luego guardó en los bolsillos de una chaqueta negra que sacó de su bolso en el acto. Opacando un poco el rosa del vestido y esa dulzura de niña buena que aparentaba tener a plena vista, para finalizar colocándose en los labios un llamativo labial rojo, que iba con su personalidad osada y rebelde.

Estaba sin palabras.

- Mis padres no van a controlarme- repitió con severidad y coraje-. Y lo siento, Sam, pero no pienso casarme contigo. Eres muy adorable y todo, pero no pasarás por mi historial amoroso- soltó de golpe, bajando la cabeza un poco para poder mirarme, pues ella era mucho más alta que yo.

Me qué mudo, y por alguna razón sentí felicidad.

- Yo... Yo... Tampoco quiero casarme contigo- acepté en un susurro, como sí estuviese diciendo algo malo, y ella me regaló una sonrisa de aprobación.

- Es estúpido, ¿sabes?- rió amargamente, mientras que caminábamos uno junto al otro-, que mis padres quieran buscarme un jodido pretendiente, ¡solo por ser diferente a los ojos del imbécil de Dios y tener mi propia pareja! ¡Joder!

Por los ángeles de Jesucristo... insultó a Dios.

Ni si quiera yo me atrevía a tanto, y eso era pecado.

Oh Santo Dios.

- Pe... Pero sí estás con alguien, ¿por qué tus padres te comprometieron conmigo?- murmuré, estupefacto por todo, y ella volvió a reír sin ganas.

- Porque es una chica- respondió con naturalidad, y yo abrí los ojos y la boca exageradamente-. Soy gay.

Me quedé pálido... No podía ser cierto. Ella... Ella... Ella era les... lesbiana.

- Mis estúpidos y homofobicos padres no aprueban mi relación con mi novia, y por eso nos mudamos de la ciudad Luminica a este pueblucho de mierda- continuó diciendo, y yo me limitaba a escucharla sin palabras-. Y cuando fueron a la misa de ese jodido reverendo se les metió en la cabeza casarme contigo, ¡porque ese jodido imbécil se los sugirió! ¡Joder ¿por qué todos en este pueblo son tan imbéciles?! ¡¿Por qué la religión es tan importante para ellos?! ¡Si Dios no es más que una patraña! ¡Un maldito fiasco!

Oh Dios.

No lo podía creer, ¿cómo tenía el valor de decir todo eso en voz alta sin temor a ser castigada por Dios, o sus padres?

Oh por Jesucristo.

- Pero ¿sabes qué, Sam?- soltó una carcajada-. Mi novia también se mudó a este pueblo por mí. Y nadie nos separará, ni mis padres, ni el inexistente del Dios ese.

Dios mío.

- Y ahora, iré a verla- dijo con emoción, y salió de la acera por donde caminábamos, para cruzar a la otra calle-. ¿Podrías cubrirme sí mis padres van al instituto? Solo diles que volví a casa porque me vino el periodo o alguna de esas excusas baratas, da igual, ellos se creen todo- me pidió guiñándome un ojo antes de cruzar hacia el otro lado, y perderse de mi campo de visión.

¡Dios mío! Qué coraje tenía esa chica insultando así a Dios, diciendo esas groserías, y siendo... Gay. ¿A caso no le importaba pecar? ¿No le importaba siquiera irse al infierno? Yo no quería ser como ella... No quería caer así en ese horrible pecado.

Pero de pronto recordé lo que había pasado ayer en casa de Justin, y una pequeña voz en mi cabeza me susurró:

«O, tal vez sí quieres caer en ese pecado... como ella. Y tal vez... sí quieres ser homosexual, Sam.»



***



Cuando llegué al instituto me encontré con un chico vestido completamente de negro, que me esperaba con una encantadora sonrisa y su respectivo pirsín en la nariz. Sentado en las escaleras de la entrada del edificio con su bolso. Y al ver a Justin ahí, esperandome como siempre lo hacía. El corazón se me detuvo y sentí una horrible necesidad de querer abrazarlo fuerte, como cuando estábamos tomando el baño y él me abrazó y duramos así un largo rato.

Desnudos.

Pero entonces recordé el sueño pecador que había tenido con él anoche y quise romper a llorar.

Dios mío... Justin no podía gustarme.

El corazón se me encogió, y cuando llegué a la entrada y comencé a subir las pequeñas escaleras, Justin se levantó y se acercó a mí con esa bonita sonrisa. Pero, yo no quería verlo.

Ya no, ya no.

Ya no podía.

- ¿Qué tal niño religioso?- me habló con un tono juguetón y dulce, y yo lo ignoré y seguí mi camino, entrando al instituto.

Y como fue de esperarse él me siguió con paso apresurado y desconcertado por mi actitud indiferente. Me tomó de uno de mis pequeños brazos, y me detuvo. Y yo traté de no llorar frente suyo cuando me agarró.

- Dejame- susurré, volviéndome de golpe hacia él, y deshaciéndome de su leve agarre con un entrecejo fruncido.

- Sam, ¿qué sucede?- me habló él, desconcertado.

No llores.

No llores, Sam.

- Aléjate de mí- le dije en voz baja, y aunque intentaba sonar con severidad me había escuchado dolido.

- Sam, no- me respondió rápidamente, y me sujetó otra vez del brazo con una expresión de preocupación.

¿O era dolor lo que mostraba?

¿O lastima por mí?

- Nun... Nunca llegaremos a ser amigos, Justin- le contesté a punto de llorar-. Las personas como tú no andan con personas como yo. No servimos para ser amigos, y además- le dí una rápida mirada a todos a nuestro alrededor-. ¿Qué no ves que todos nos j-juzgan? Todos te juzgan también, por ser amigo de alguien como yo. Soy anormal, raro..., soy la oveja negra de todas las blancas- reí con tristeza-. Y tú eres una oveja blanca, Justin.

Me volví a deshacer de su agarre, tragándome las lágrimas mientras que sentía una presión en el pecho porque no quería que Justin dejase de hablarme. Era el único amigo que había tenido, a parte de mi perro Roy..., y no quería perderlo.

Por primera vez tenía a alguien con quien hablar, y yo no quería perder eso. Hacer que se alejase de mí se sentía incluso más doloroso que pecar.

- No, no- él negó violentamente con su cabeza-. Eres mi amigo, Sam, y no me importa un carajo lo que piensen los demás, por favor, Sami.

Me miró suplicante, y yo estuve a punto de lanzarme a sus brazos. Pero recordé que debía de alejarme de él por los sentimientos pecaminosos que crecían dentro de mi corazón por él, y por eso lo miré con ojos humedecido, y dije con cierta severidad:

- Aléjate de mí, y no vuelvas a hablarme.

Sentí que el corazón se me rompió en mil pedazos, y antes de que Justin pudiera notar las lágrimas que ya descendían por mis mejillas, me encaminé lejos de él por la multitud de estudiantes con un paso acelerado con mi bastón, perdiéndome entre ella. Pude ver que algunas personas que miraban la escena se habían reído de nosotros, y que nos habían señalado con burla. Otros murmuraban, y otras personas miraron la escena sin discreción alguna.

Cuando perdí a Justin de vista al perderme por la gran multitud de estudiantes, me encaminé con mi bastón al otro pasillo para recoger un libro en mi casillero mientras que me secaba las lágrimas para que nadie me viese llorar. Tenía pensado en esconderme en la biblioteca las dos primeras clases de la mañana, porque estaríamos libres ya que el profesor que daba esas dos materias se había enfermado. Y extrañamente me alegró aquello porque no me estaba sintiendo nada bien, y quería estar solo ahora.

Sin embargo, cuando crucé al otro pasillo, observé que en mi taquilla; junto a las otras más, yacían pintadas con aerosol negro las siguientes palabras:

«SAM PRIDE COME MIERDA.»

Todos me observaban con poca discreción para hacerme sentir incómodo, cosa que siempre lograban hacer fácilmente. Y aunque, quise romper a llorar cuando leí lo que había escrito alguien en mi casillero, fingí demencia. Y caminé hacia mi taquilla para sacar cuanto antes el libro e irme a la biblioteca.

Entonces cuando estuve frente a mi taquilla, introduje la pequeña llave en el candado y lo abrí. Y en ese momento miré el contenido que tenía guardado dentro, abriendo la tapa, y ocasionando que un leve pero severo sonido ensordecedor de una explosión sonase en ese instante, y que yo cerrara los ojos.

De pronto, me quedé inmóvil sobre mi sitio, sintiendo como todo mi cuerpo estaba espeso y bañado de esa extraña humedad. Y cuando abrí los ojos me quedé horrorizado porque solo vi rojo, rojo por todos lados; en las paredes, en el suelo, en mi ropa.

Porque todo estaba lleno de sangre.

Me habían tendido una broma.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro