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Capítulo 02: Nuevo comienzo.

Justin.

Domingo, 12 de Agosto de 2012.


- Mamá, ¿ya llegamos?- pregunté mientras bostezaba debido al sueño.

Mamá y yo habíamos escapado de casa hacia un pueblo de la ciudad de Villa Grand, llamado: Woodbury. Un lugar alejado de aquel hombre que se hacía llamar mi padre.

- Falta poco cariño, falta poco.

- Mamá, te ves cansada, deberíamos detenernos- le aconsejé.

Mamá llevaba horas conduciendo sin parar, y ya tenía enormes surcos de ojeras bajo sus ojos. Se veía agotada.

- ¿Mamá?- repetí, ante su silencio en respuesta de mi consejo.

- Tranquilo- contestó dulcemente-. Falta poco- dijo con los parpados caídos-, poco- murmuró.

- ¡Mamá!- grité.

Nuestro auto chocó contra un autobús que venía del otro lado, el auto se volcó con nosotros dentro. Mi cabeza daba vueltas. Traté de ir al asiento del piloto; donde estaba mamá, pero no lo lograba. De pronto, sentí un fuerte dolor en la cabeza y todo se nubló en una gran oscuridad.



Desperté en una cama con unas agujas en los brazos y unas maquinas a mi lado derecho, el color blanco comenzó a repugnarme. Era un color muy puro y todo, pero prefería tenerlo alejado de mi.

Un hombre rubio con bata blanca entró a lo que creía que era mi habitación de hospital, con algo que parecía una libreta, donde anotaba algo.

- ¿Te encuentras mejor?- me preguntó el doctor, dejando de lado el cuaderno.

- Eso creo... ¿y mi mamá?- contesté, sentándome en la cama. Él se acercó sonriendo, y luego comenzó arrancarse la cara con las uñas-. ¡¿Qué mierda está haciendo?!

Mientras se arrancaba la cara de una perturbadora manera, una cascada de sangre cayó por su cuello, luego de haberse arrancado la piel y arrojarla lejos. Entonces, mi sorpresa fue grande al ver la cara de mi padre, en la que anteriormente había sido el rostro del doctor.

El corazón me dio un vuelco. Traté de gritar, pero mi voz no salió, y comencé a desesperarme.

- ¿Le temes a tu propio padre, Justin?- preguntó con ojos enormes, demenciales, y yo negué con la cabeza, estupefacto-. Pues deberías.

De su espalda sacó un cuchillo, y antes de que pudiera asimilar lo que pasaba, sin sentimiento alguno papá enterró la hoja afilada en mi brazo derecho. Un ardor me inmovilizó el brazo, y aunque traté de gritar de dolor mi voz aún no salía.

- Esto te pasa por haber huido con la zorra de tu madre de mi. Ahora te toca pagar por ser un mal hijo- dijo, levantando el cuchillo sobre mi, nuevamente.

Entonces, papá esbozando una enorme sonrisa, lunática, enterró el cuchillo en mi corazón. Ahogué un grito, y me quedé allí, sin reaccionar. Mi corazón dio su último latido de vida, y todo a mi alrededor comenzó a desvanecerse.

- ¡No!- grité alargando un poco la última letra, hundiéndome en la oscuridad-. ¡Basta hijo de puta!

Comencé a retorcerme, desesperado. Percatándome segundos después, que todo simplemente había sido una pesadilla y que seguía en los asientos traseros del auto de mamá, mientras ella seguía conduciendo rumbo al pueblo de Woodbury.

- ¡Cariño, Tranquilo! ¡Todo está bien!- me dijo mamá suavemente, al ver mi reacción, deteniendo el auto en medio de la carretera y la puesta de sol.

Enseguida al verla, y volver a oír su maternal voz, ahogué un llanto y me lancé al asiento del piloto para abrazarla con muchas fuerzas.

- ¡Fue una horrible pesadilla, mamá! ¡Soñé que él me había matado! ¡Que ese hijo de puta me había apartado de ti!- sollocé, sin apartarme de ella-. ¡Fue horrible!- repetí, comenzando a llorar sobre su pecho.

- Pero bebé, solo fue eso, una pesadilla. Nada fue real, estamos bien, Justin- dijo mamá, dulcemente. Besó mi cabeza, y me abrazó con fuerzas, mientras que yo me seguía desahogando en su pecho.


***


Veintitrés horas de viaje fueron las que mi madre y yo tardamos en llegar desde la ciudad hasta el pequeño pueblo que estaba por las afueras de este. Aunque, Woodbury no estaba muy iluminado en pleno anochecer, aún así sentía, que estaba en casa. Que todo sería mejor aquí, lejos del hombre abusador de mi padre.

Me quité los audífonos que tenía por un momento, y me levanté bien del asiento; estaba bastante encorvado. Observé por la ventana un gran lugar lleno de árboles, un enorme lago rodeaba aquel bosque y detrás de todo aquello se escondía un pueblo bastante más grande de lo que imaginaba. Tal vez, no era tan pequeño como creí.

- Bienvenido a Woodbury, Justin- Dijo mi madre con una sonrisa, entrando al pueblo y conduciendo por sus calles. Yo le devolví la sonrisa, y me dejé caer nuevamente en el asiento.

Minutos después, la roja camioneta de mamá se detuvo, y asumí que era hora de comenzar a construir mi nueva vida aquí en Woodbury.

- Ya llegamos- Anunció mamá alegremente, mientras aparcaba frente a la casa de la abuela May.

Me bajé de la camioneta, y admiré la casa de la abuela. Era grande, como las demás casas, y estaba pintada de un naranjo pastel. En la entrada habían plantadas unas rosas blancas y unos girasoles. La abuela salió de la casa a recibirnos, y estaba vestida con un vestido floreado azul y una chaqueta negra, por el frío que hacía. Su cabello gris estaba recogido en una coleta de caballo elegante, y apenas cuando me vio se acercó para pellizcarme las mejillas.

- ¡Pero mira qué grande y guapo estás!- me dijo la abuela, apretándome suavemente-. ¡Vamos, entra, recién horneé unas galletitas de esas que te gustan tanto!

- Ya voy abuela. Pero, primero debo ayudar a mamá con las maletas. ¿Podrías soltarme?- contesté entre torpes sonrisas, y ella asintió.

- ¡Ay claro! Perdón hijito, la emoción me controló.

Le dediqué una sonrisa y luego volví a la camioneta para sacar las maletas, y en eso mi madre también se bajó del auto para abrazar a la abuela May, mientras que comenzaban a charlar sobre todo, como si no hubiera un mañana.

Entré a la casa con las maletas mientras que mamá y la abuela seguían afuera dándose afecto. Cuando entré dejé las maletas de ambos en la entrada, y observé que adentro el lugar era aún más increíble. Tenía su chimenea de piedras, y unos sofás cubiertos de piel de animal, en la sala de estar. Una escalera en forma de caracol yacía enfrente de la entrada. El comedor y las sillas, eran de caoba. El suelo era de una madera lisa, y había una gran alfombra peluda en la entrada. Todo era tan moderno, limpio, y elegante.

Subí a la segunda planta de la casa, admirando los cuadros que yacían en las paredes. De fotos de toda la familia, y de pintores. La habitación que escogí al subir tenía una gran ventana con una hermosa vista a todo el verde patio trasero de la abuela. La cama se veía muy cómoda, tenía una almohada de plumas. Había un closet en una esquina con un bonito diseño. La ventana tenía cortinas azules con rayas grises. Una gran alfombra roja cubría el suelo, y la cómoda junto a la cama tenía una lampara de sapo. También, en otra esquina había un escritorio con un computador.

- ¡Abuela qué casa más linda!- exclamé encantado, bajando las escaleras devuelta a la entrada como un niño entusiasmado en navidad.

- ¿Te ha gustado? La re modeló tu abuelo antes de que se fuera- contestó la abuela con melancolía, mientras sostenía la mano de mi madre.

- ¿Qué? ¿Y el abuelo?- pregunté extrañado, esperando que el abuelo no hubiera muerto, ya que hace tiempo no había escuchado nada sobre ellos.

- Falleció hace ya un tiempo, hijito- respondió la abuela, con la voz en un hilo.

- Lo lamento tanto abuela- susurré, con un nudo en la garganta-. Mamá, ¿por qué no me habías dicho lo del abuelo?

- Porque estábamos teniendo problemas con tu padre, yo vine al pueblo y me enteré, pero no te dije nada cuando regresé a casa porque ya estaba teniendo un tiempo difícil, lo siento- me respondió ella, parada en la entrada con la abuela May.

- Ya no importa, lo importante es que ya no estaremos más con ese hijo de puta. Y ahora debemos estar juntos como familia- abracé a la abuela y a mi madre, y ellas me correspondieron al abrazo.

- Hicieron una buena elección al escapar de ese hombre- admitió la abuela, abrazándonos más fuerte. Un abrazo que duró un largo momento-. ¿Qué tal si vas a subir las maletas a tu habitación, y a tomar un baño, hijito?- mencionó dulcemente, y yo asentí. Tomando mis maletas y subiendo escaleras arriba para hospedarme, dejándolas platicar a solas.

Entré a lo que sería mi nueva habitación desde ahora, y con una sonrisa de felicidad, tiré mis maletas al suelo para acto seguido lanzarme como un jodido niño a la gran y cómoda cama que me esperaba con los brazos abiertos. Aunque, tenía pensado desempacar y tomar un baño, me quedé tendido mirando fijamente al techo mientras que pensaba... que ahora sería feliz.

Sin embargo, aunque ya no tendría que soportar el maltrato de mi padre, extrañaba algo de la ciudad. A una persona. La segunda mujer que más amaba en este mundo, a parte de mi querida madre. La chica que estuvo allí, cuando todo era oscuro.

Entonces, quizás, porque estaba pensando en ella, pasó. Pero, una dulce y suave melodía sonó en mi celular dentro de los bolsillos de mis pantalones. Ese era el tono de llamada que yo le había puesto a ella. Eso significaba que ella me estaba llamando, y yo al percatarme de ello lo tomé al instante.

- ¡Dios, por fin contestas, Wilson!- exclamó ella del otro lado de la linea, preocupada-. ¿Cómo están? ¿Dónde estás? ¿Qué sucedió con tu padre?

- Por Dios, muchas preguntas, señorita- bromeé, con el celular pegado a la oreja.

- Eres un idiota, Wilson. ¿Lo sabes?- comentó riendo. Unas risas que yo acompañé con las mías.

- Tú lo eres más, Brooke. ¿Lo sabes?- la copié sonriendo, para luego agregar-: Estoy bien, estamos bien. Te extraño.

- Mierda. Yo también te extraño, Justin. Aún no supero que hayas huido de casa con tu madre por culpa de... tu padre.

- Yo tampoco supero que este pasando esto- acepté-, pero... era lo mejor. Ese hombre estaba demente. Y yo no quería que siguiera abusando de nosotros. Perdóname por dejarte sola.

- No, está bien. Tú eres más importante que lo nuestro- mencionó, y yo me senté sobre la cama.

- No digas eso, Angelina. No quiero que esta distancia lo arruine todo- la interrumpí.

- No lo hará, Justin. Lo importante ahora para mi era saber que estabas bien, y que tu mami también lo estaba- dijo, y dio una pausa-, quiero que oigas esto. La puta distancia no nos separará. Tú siempre serás mi novio, y nada cambiará eso. Te amo, Justin Wilson.

- Y yo a ti, Angelina Brooke- agregué, con un extraño nudo en la garganta.

- Prometo hacer todo lo posible para volver a verte- confesó, y yo sonreí con tristeza.

- Y yo prometo llamarte cada día, sin falta. ¿Bien?

- Bien- asintió ella, y yo me mordí el labio con nostalgia-. Te amo.

- Y yo te extraño- le recordé, y ella soltó una dulce carcajada.

- Prometo ir a verte- mencionó-. Pero, ahora debo colgar. Dulces sueños, Justin Wilson.

- Espera- dije, antes de que colgara-. ¿Cómo piensas que tendré dulces sueños si tú no estás aquí en mi pecho?

- Shhh- dijo, del otro lado de la linea-, sueña conmigo... desnuda- murmuró, colgando la llamada. Me ruboricé un poco al imaginarme tal hecho, y volví a tenderme sobre la cama, pensando en ella.

Maldita sea. La extrañaba. Ella era lo único que extrañaba de la ciudad, porque todo lo demás para mi podía irse a la mierda. Angelina era mi mundo en la oscuridad, y ahora que estaba bien, quería pasar cada segundo con ella. ¿Pero... cómo?

Tiré mi celular a un lado, y me pasé una mano por la cara. Suspiré, y para dejar de pensar en esa hermosa pelinegra, me levanté de la cama y me asomé por la gran ventana para observar la luna y las estrellas, que eran igual de preciosas... que ella.

- ¡Mierda!- exclamé, notando que no podía sacarla de mi cabeza ahora-. ¡Mierda!- repetí, y frustrado, incliné la cabeza hacia atrás y la sostuve entre mis manos. Notando en ese momento, una posible distracción.

Al inclinar la cabeza me percaté de unos binoculares colgados arriba de la ventana, que llamaron mi atención. Ocasionando que los tomara al instante, y que discretamente y con intensiones de sacar a la pelinegra de mi cabeza, observara a través de ellos por la ventana. El panorama. 

Observé detalladamente el cielo nocturno, la luna llena, y el patio de la casa. Ya que la gran ventana daba vista al gran patio trasero, y no solo a ese. Si no también al de la casa que estaba detrás de esta. Una casa poco colorida, y un poco... tétrica, si podía definirla así. Su patio estaba escaso de luces, algo que llamó mi atención y me hizo forzar a ver.

Percatándome al forzar la vista por el binocular, de una pequeña casita de perro junto a un pequeño árbol de aquel patio. Además, noté que frente aquello, se encontraba un pequeño jardín de flores bien cuidado. Pudiendo notar entre ellas lirios, violetas, rosas y tulipanes. Entonces, forzando la vista aún más y mirando detalladamente todo, me percaté de la figura que se encontraba arrodillada ante las flores en la oscuridad.

Observando fijamente la oscura figura, segundos más tarde, noté que era una mujer. Lo terminé de confirmar cuando se levantó y se pudo visualizar mejor su profundo rostro. Permaneció allí un momento con una mirada vacía, como si solo fuera una estatua tallada en aquel patio. Pero luego... enloqueció. Repentinamente comenzó aplastar y romper varias flores. Podía sentir su inminente odio mientras lo hacía.

Después de unos segundos de destrozar varias flores, abrió la boca y dio un alarido, el sonido más horrible que había escuchado en toda mi vida. Me pareció que era como el ruido que haría un caimán en el pantano.

Daba alaridos de furia, una furia descontrolada; enloquecida. Se puso roja, como el color de un globo rojo. Dirigió sus dos puños al cielo y siguió dando gritos, hasta un punto en el que pensé que sufría un ataque. Su rostro estaba totalmente contraído y parecía una gárgola.

Hasta que de pronto gritó:

- ¡SAAAAMMMM!

Entonces, de las sombras de la penumbra de la casa, apareció la figura de la persona llamada, que no podía diferenciar si era un chico o una chica, ya que era demasiado pequeño y delgado para parecer un hombre. Además, tampoco sabía si era un adolescente, ya que tenía una especie de... ¿bastón? Como si fuera un anciano. Sin embargo, todo eso dejó de importarme al escuchar otro grito de la esbelta mujer.

- ¡Dejaste morir a una flor! ¡Y todo esto es tu culpa!- gritó ella, y antes de que pudiera parpadear, observé como la mujer le asestó un golpe con el puño cerrado a lo que pareció ser la mandíbula de la pequeña y delgada sombra, quien cayó al suelo por el fuerte golpe y comenzó a sollozar de dolor.

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