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『SIETE』

El tiempo que pasé dentro de la habitación fue... Extrañamente eterno.

Hacía frío.

Me abrazaba a mí mismo para obtener calor.

Me senté en su cama una vez más, mirando el suelo. Levantaba la vista instintivamente cuando escuchaba algún ruido o algo, pensando que sería Bon que volvía. Pero no.

¿Por qué cerraba la puerta? El día anterior la había dejado abierta, cuando se había ido de casa. ¿Qué necesidad tenía de encerrarme? No lo entendía. Yo no huiría a ningún lado. No tenía intención de irme a ninguna parte. Por más vueltas que le diese al asunto, no había respuesta alguna.

En un momento, tras un rato demasiado largo como para haber ido sólo a buscar agua, abrió con cautela la puerta. Me sobresalté al oír el sonido de la llave girando dentro de la cerradura, y no pude evitar sonreír. Y es que me miraba sonriente. Me contagiaba inconscientemente.

Se sentó a mi lado tras cerrar con llave de nuevo con la mayor naturalidad del mundo, y me ofreció el vaso de agua lleno que traía consigo.

-Gracias- agradecí sonriendo débilmente, y tímidamente tomé el vaso.

Tomé un pequeño sorbo, algo incómodo porque me miraba, y no pude evitar toser; estaba demasiado fría, como si recién la sacase del refrigerador.

-¿Estás bien?- preguntó acariciándome la espalda a modo de consuelo.

-Sí, sólo... Está fría- contesto con la voz enrarecida.

Bon rió enternecido, haciéndome sentir avergonzado. Me acarició la mano, y tomándola, le dio un delicado un beso, a la altura de los nudillos.

-Perdón- me dijo mirando aún mi mano, la derecha, que sostenía con ambas suyas.

Por alguna razón, me sonrojé. La forma en que la tomaba y miraba no tenía nada especial, pero... Amaba cómo se le tornaba la expresión cuando prestaba atención a algo. Como cuando leía. Tan hermoso...

-Eres...- se me escapó de los labios, pero me detuve en seco cuando me miró.

-¿Soy...?- dijo de forma interrogativa, como invitándome a terminar la frase.

-N-nada, sólo... Eh... Nada.

-¿Por qué te sonrojas?- rió bajando mi mano, para apoyarla en la cama, acariciándola allí mismo. -Dime qué pasa.

-Quería decir que... Eres... M-muy bello. ¡Nada importante!- me escudé nervioso. Casi tres meses de relación, y me costaba hacerle cumplidos. En cierto punto, me daba envidia su frialdad. A mí me habría gustado ser más frío, poder haberle dicho todo lo que quería sin sentir mariposas en la panza.

-Tú eres hermoso- replicó dándome un beso en la mejilla. -Aunque estés ojeroso.

-¿Se nota mucho?

-Ni tanto. Es que eres muy pálido, más allá de tus pecas.

-Ya veo...

-Te ves muy guapo, igual.

-...

-¿Qué?

-Algo quieres- le dije entornando los ojos divertido. -¿Qué vas a pedirme?- le pregunté, haciéndolo reír.

-¿Tanto se me nota?- rió poniéndose el pelo tras la oreja. -Sólo... Iba a pedirte que... Matemos el tiempo. Ya sabes- propuso dándome una mirada provocativa.

-...

Vamos, una fiebre no es tan grave, ¿No? A lo sumo mi cuerpo está más caliente de lo usual. Ya no me sentía mareado...

Antes de meter la pata malpensando demasiado su proposición, sólo asentí con la cabeza.

-¿Y qué... Quieres hacer?- pregunté, sintiendo que me ponía más rojo que antes.

Me miró unos instantes en silencio, como intentando decírmelo con los ojos, y tras relamerse de forma muy sutil (que no lo hubiese notado si no estuviese mirándole la boca), me dijo en voz baja a sólo unos centímetros de mi oído:

-Quiero que te pruebes la ropa que te traje ayer.

-¿M-más ropa?- pregunté tragando saliva.

-Ajam. Espera aquí.

***

Me pidió que me desnudara en lo que él buscaba la ropa en cuestión. Yo no volaba de fiebre, pero sí tiritaba, y aunque mi cuerpo por fuera ardía, sentía frío. Cualquiera que se haya afiebrado entenderá.

Por suerte, si no hacía movimientos bruscos, no me mareaba. Sólo deseaba que no pasara nada raro con Bon, eso me delataría.

Yo lo esperaba parado desnudo en medio de su cuarto, sin siquiera ropa interior, como me había pedido, y tras escarbar un poco en su armario, volvió con las cosas.

Puso las prendas una junto a la otra en su cama, para enseñármelas entonces con un ademán.

Colocados delicada y cuidadosamente sobre la colcha, había una falda tableada tipo escolar, agresivamente corta, una remera común blanca y un suéter color blanco huevo con las mangas rayadas con rojo, junto a las medias que había usado el día anterior.

-¿Te gusta?- me preguntó parándose junto a mí, mirando mi reacción.

-Es ropa de... Mujer- atenté a decir algo asqueado.

No me hacía mucha gracia vestirme así, definitivamente. Primero zapatos, luego medias, ¿Y ahora esto? Se me hacía demasiado para tan poco tiempo. Aún no lo digería.

-Lo sé, ¿No es genial?- exclamó emocionado. -Te quedará hermoso.

-Siempre dices esas cosas- murmuro avergonzado, abrazándome para calmar el frío que me había recorrido la espina.

-¿Tienes frío?- preguntó haciendo una mueca, rodeándome con un brazo. -Será mejor que te vistas rápido.

-¡No voy a ponerme eso!- exclamé algo enojado, y separándose, me miró alzando las cejas incrédulo.

-Póntelo- inquirió usando un tono más imperativo.

-¿Y si no quiero?- repliqué. Quise sonar rudo, pero me delataban los nervios.

Entonces, cambió de estrategia.

-Sólo una vez- suplicó haciendo ojitos. -Sólo quiero verte con ello, anda.

-Bon...

-¿Por favorcito?

-... Argh, vale, está bien.

-¡Sí!- exclamó alegre dado un salto. -Anda, vístete.

Tras su último pedido, que sabía bien él que no sería rechazado, tomó la silla que tenía frente a su escritorio, del otro lado del cuarto, y la volteó para sentarse en ella y verme. Parecía que estaba a punto de presenciar un espectáculo, a juzgar por su expresión. Estaba entre emocionado y ansioso.

Supe que no tenía más opción que ponerme esa ropa.

Eché un vistazo rápido a las prendas, y me daba curiosidad que entre ellas... No había ropa interior.

-Sin ropa interior hasta que consiga lencería- dijo haciendo un ademán, como restándole importancia.

-Debes estar de coña- susurré para mí mismo, sintiendo un nudo en el estómago a la vez que tomaba la faldita.

La miré con curiosidad un momento, y finalmente, agachándome lo menos posible, metí mis piernas, primero una y luego la otra. Temblando de nervios, la subí hasta la altura de mi cadera, pero cuando busqué la mirada de Bon, éste negó con la cabeza. Al notar mi cara de confusión, me indicó:

-Hasta la cintura, no la cadera.

-¿Qué diferencia hay?- pregunté, y me mostró con sus manos su propia cintura.

-Súbela.

-¡P-pero... Es demasiado corta! ¡Se me va a ver todo!

-Sólo hazlo.

Me empezaban a hormiguear las manos... Seguir así no era buena idea.

Pero de todas formas, obedecí; me acomodé mi falda donde me indicó, y alisando los pliegues, volví a mirarlo con una mueca.

-¿... Así?

-Perfecto- afirmó radiante. -Ahora, las medias.

-Vale...

Me daba escalofríos la forma en que sonreía. Parecía un juez juzgando a alguien en el escenario. Un comprador juzgando su producto. No mentiré, me hacía sentir... Humillado.

Tomé aire, intentando pensar que no me estaba viendo, y procedí a las medias sentándome en el borde de la cama. Lo había visto poniéndomelas antes, así que fue más fácil. Tuve que cuidarme de la forma en que las colocaba para que no me anduviese viendo (era vergonzoso, aún si ya me había visto desnudo), y en cuanto volví a levantarme, casi caigo al suelo.

Me había dado un mareo.

Me sujeté la cabeza adolorido, intentando recomponerme, y le di un sorbo al vaso de agua, que empezaba a entibiarse.

¿Bon? Sólo miraba como si nada.

-Ya está- anuncié en voz baja mirándome las piernas.

-Ponte la remera y el suéter y ya- dijo encogiéndose de hombros.

-S-sí.

Tiritando de frío y sin terminar de poder enfocar bien la vista tras el mareo, me puse la remera. Me dio un escalofrío el hecho de que estuviera fría, pero me recuperé un poco de ello al ponerme el abrigo.

Me quedaba grande, tanto así que sólo podía verme la punta de los dedos y un par de centímetros de falda. Tenía cuello alto y me hacía picar, pero al menos ya no sentía frío.

-Ya estoy- le dije con una sonrisa tímida, sin atrever a mirarle a la cara. Pero yo sabía que seguía mirándome atentamente; su mirada seguía poniéndome incómodo.

Se quedó un rato sentado en su silla, analizándome de arriba abajo, hasta que me dijo con una expresión serena:

-Sólo faltan los zapatos.

-N-no puedo caminar con ellos- le dije en voz baja, sujetándome de forma vergonzosa la parte baja del suéter.

Estaba incómodo ya que tener todo al aire era raro; apretaba las piernas para intentar acostumbrarme pero daba igual.

-Entonces siéntate en el suelo, y póntelos- dijo riendo como si fuera lo más obvio del mundo.

Fui en busca de los zapatos, que estaban junto al clóset, y me senté con cuidado cerca de él antes de calzarme en el suelo. Lo miré desde mi posición apretando los labios; el clima entre ambos se había tornado incómodo y yo no sabía qué decir.

-Eres... Bellísimo- suspiró sonriente, tomándome por el mentón para que le viese la cara. -¿Por qué no te miras?- me propuso apuntando con el dedo el espejo del interior del clóset.

-N-no, gracias. Con que a ti te guste me basta- le dije ruborizándome. No quería verme vestido así. Estaba de esa forma por él, no por mí, no necesitaba verme.

-Como quieras...

Un silencio tenso se generó tras ese comentario, en el que Bon me miraba desde arriba, y yo miraba el suelo, dirigiéndome a él cada algunos momentos.

Pero yo ya no me aguantaba más.

Estaba mareado, con hambre porque no había desayunado. Me rugía la barriga fuertemente, y si no comía nada, terminaría por empeorar. Un desmayo era lo más probable.

-Bon...- lo nombré en voz baja tirándole del pantalón.

-¿Qué pasa?

-Estoy... Mareado.

-Lo sé- me dijo, para acercar la silla hacia mí, y acariciándome la cabeza como un perro. -Por eso prefiero que estés en el piso.

-Es que... Tengo hambre- le pedí en un hilo de voz. No me gustaba pedirle cosas... -¿Puedo comer algo?

-Claro que sí, bello.

-Gracias- agradecí suspirando, sorprendido de que un pedido me hubiese salido bien.

-Pero antes... Has algo por mí.

-Lo que sea.

-Ponte de rodillas.

Sentí que empalidecía ante ese pedido. Sólo hay una cosa que podía conllevar.

Se estiró hasta su escritorio tomando la corbata roja de la escuela que reposaba sobre él, se lo puso sobre los hombros, y volvió a acariciarme la coronilla. Bajaba sus caricias a mi cara, en lo que yo apoyaba mis rodillas en el suelo, y me erguía para tener mi espalda recta.

No sé qué expresión tendría. No quería mirarlo ni de reojo.

Pero me tomaba por la cara. Con ambas manos, me insinuó que me acercara más a él, poniéndome entre sus piernas. El pedido estaba tácito y era más que obvio.

Tragué saliva al reaccionar lo que estaba a punto de hacer. Yo no lo había tocado nunca, sólo me había dejado tocar por él. No estaba muy seguro de qué hacer.

-¿Q-qué hago?- le pregunté, apoyando mis manos sobre su regazo.

-Sólo tócalo- dijo con calma en lo que se bajaba el cierre del pantalón.

-V-vale.

Pero yo estaba con un problema que no lograba sacarme de la cabeza.

El único recuerdo que tenía de su pene no era grato. Yo sólo lo recordaba del momento en que lo había usado para... Cuando hicimos el amor. Me había hecho doler con él.

Me dio un nudo en el estómago pensar que iba a darle placer con eso mismo, no les encontraba punto de relación; sentí el sudor bajar por mi sien.

Bon abrió el botón de su jean, y acomodando el hueco hecho, puso mi mano cerca de allí, pidiéndome indirectamente que lo tocara.

Yo no quería seguir. Temblaba de pies a cabeza.

-No seas miedoso- me dijo entre risas al verme estático. -No muerde.

Asentí prestamente con la cabeza, antes de escarbar en su ropa interior para sacarlo. Se me subió la presión cuando lo vi.

Una mezcla de emociones me recorrió en ese momento.

El recuerdo desagradable de cuando lo había visto por primera vez.

Llegué a una conclusión mental muy simple. Yo no lo quería. Me daba asco.

Pero yo amaba a Bon. Debía amarlo por completo.

Si quería ser masturbado, no... Debería haber problema, pensé.

Sólo sería un rato... Era un pedazo más de piel. Él sería feliz si lo tocaba.

Entonces, con eso en mente, lentamente dirigí mis manos a él. Con ambas manos, lo toqué. Se sentía... Raro. Yo conocía mi propio pene, pero el de él por alguna razón se sentía distinto.

Lo toqué primero con la punta de mis dedos, acariciándolo, y luego, con mi mano derecha, lo sujeté suavemente. Tragué saliva; me había dado una arcada.

No quise detenerme.

Subí y bajé mi mano, primero con lentitud, y poco a poco, al hacerme a su tacto, con más rapidez. Yo sentía que él suspiraba profundo, y se mordía el labio. Le gustaba. Eso me dio satisfacción.

-N-no está mal- dijo con la respiración enrarecida, y una pequeña sonrisa se le dibujó en la cara. -¿Dijiste que tenías hambre?- preguntó. Asentí con la cabeza. -Pues... Cómeme.

-¿Qué?

-Cómelo- me ordenó tomándome por el pelo y llevando mi cara hacia su entrepierna.

Sentía que me revolvía de nervios. Apenas si lo había tocado, ¿Y ya quería que lo chupara? Asco. Asco. Asco.

-No es para tanto- me dijo al ver mi evidente cara de asco. -Sólo una probadita...

-S-sólo una...- pude decir con la voz temblorosa. Yo casi no podía hablar, estaba muerto de asco. De miedo.

Bon bajó una de sus manos a mi boca, y metiendo sus dedos de forma provocativa, me hizo sacar la lengua instintivamente, y así, me hizo lamer sus dedos. Ese tacto sí que me gustaba, no me podía negar a él. Lástima que lo hizo para acortar la tarea penosa.

-Haz lo mismo, pero con él- me dijo, refiriéndose a su miembro. Volvió a tomar mi pelo, y me volvió a acercar. Yo seguía con la boca entreabierta, y tomando su pene con la otra mano, lo posó sobre mis labios. Me dio un escalofrío extraño ese tacto, pero de todas formas no moví un músculo, más que el hecho de que apreté los ojos.

Lentamente, saqué la lengua, para llegar a lamerle la cabeza. Pero no me gustaba. Yo abría poco un ojo para no tener que verlo tanto, pero era inútil. Se me notaría mucho que lo esquivaba. De todos modos, Bon no es idiota, y logró notarlo. Lo que me sorprendió gratamente es que me puso una mano en los ojos.

-No lo veas si no quieres- susurró. En algún modo, me hizo sentir seguro. Buscaba que, a pesar de todo, yo me sintiera bien. Me di cuenta que entendía mi lenguaje corporal.

Entonces, me atreví a darle otra lamida. Seguía siendo feo, pero no tan penoso. Bon tomó la corbata que traía puesta sobre los hombros, y me vendó los ojos con ella, así estábamos ambos cómodos.

Poco a poco, yo me iba soltando. Con lágrimas en los ojos, lo lamía una y otra vez, hasta el momento en que me detuve para tomar una bocanada de aire, y me lo metió de lleno en la boca.

Tomándome con firmeza por la coronilla, movió mi cabeza de adelante hacia atrás, haciéndome chupar su pene en mi boca una y otra vez. El problema es que a las arcadas que su miembro me daba de por sí, había veces que me ahogaba, tocando el fondo de mi garganta.

Pero... Él gemía suavemente. Le gustaba. Yo... Lo estaba haciendo bien...

Un sentimiento ardiente me llenó el pecho. Me sentí, por un momento, pleno.

"Lo amo. Lo amo en su totalidad."

Me estaba dejando tocarlo, debía disfrutarlo.

"Podría saber peor de lo que se ve."

Quise poner voluntad al acto, y empecé a mover mi cabeza por mi propia cuenta. No quería que siguiera obligándome. Quería pensar que lo hacía por mi mismo.

Yo me sujetaba fuertemente a sus piernas, como obligándolo a encerrarme en esa postura, y moví mis manos a su miembro otra vez, como para no perderlo. Lo toqueteé por todas partes, incluso volví a usar mi lengua, pero de una forma más provocativa, con más confianza.

Era delicioso si me lo proponía.

Era asqueroso. Pero era Bon. Bon no podía ser asqueroso.

Gemía deliciosamente. Lo amaba...

-Ah~ F-Foxy...

Amaba cómo decía mi nombre jadeando...

-M-me encanta~ Ngh... Ah~

Yo seguí así un rato más, y en un momento me lo volví a meter en la boca.

Entonces empezó a decir:

-C-creo que me vengo-... Ah~

Pero lo dijo demasiado tarde, antes que yo pudiese salir.

Y... Terminó en el interior de la boca.

La corrida fue tan intensa que me llegó hasta la garganta, y me ahogué. No me la esperaba tan de repente. Me separé de él, intentando toser y escupirlo todo sin que él se diese cuenta.

Estaba teniendo arcadas de nuevo. No las aguantaba.

Me incliné hasta el piso, tapándome la boca, y sin poder aguantarlo... Vomité.

Fue demasiado para mí. Los nervios y el asco me jugaron una mala pasada, y cuando me saqué la corbata de los ojos, me di cuenta que le había vomitado en el pantalón.

-Ah... Dios, Bon, lo siento- me disculpé limpiándome la boca al borde del llanto. -¡Perdóname, por favor...!

Pero me puso más nervioso que él no dijera nada. Sólo se quejó tras el largue, pero no me reclamó nada.

-Qué asco- fue lo único que murmuró sacudiéndose la ropa.

Entonces, me puse a llorar desconsolado. No... Debía suprimir el llanto... No quería que me viese llorar...

-No llores- me dijo molesto. -No es para tanto... Sólo debemos... Darnos un baño.

-S-sí...- contesté entre lágrimas. No me sentía de buen ánimo como para meterme en la ducha, pero no había opción. Yo quería dormir...

-Vamos, ven.

Me ofreció su mano para que me levantase, no sin antes que yo me sacase los zapatos, y cuando ambos estuvimos de pie, me acarició la cabeza ya que yo seguía encorvado del mareo.

-Gracias- susurró, dándome un beso en la mejilla.

-Todo por ti, Bon..- murmuré sonriendo.

-Te adoro- susurró dándome otro besito. -Ven, vamos al baño..

Sentía que se me cerraban los ojos del sueño...

Yo no me había logrado excitar para nada.

Estaba agotado.

Pero intentaba sonreír...

Por fin abrimos la puerta otra vez, ya que el baño estaba abajo. Ver las escaleras no me dio mucho entusiasmo, pero no había opción. Bajamos las escaleras juntos; él me sostenía en caso de que yo me desvaneciera.

Al llegar allí, se paró en la puerta del baño, indicándome las canillas y esas cosas, para luego avisarme que iría por mi ropa a traérmela. Yo no quería que se fuera, si algo me pasara no podría llamar. Pero a la vez, sentí el alivio de que no me estaría encima, y lo dejé marchar.

Me metí rápidamente en la ducha en cuanto estuve desnudo, para así ahogar mis lágrimas o cualquier gimoteo que se me pudiese escapar.

Ya no quería más.

Estaba agotado.

Todavía tenía en la boca ese sabor horrible. En cuanto lo recordé, creí que vomitaría de nuevo.

Quería decírselo a Bon, pero ya se habría dado cuenta.

Por un momento, lo odié.

Lo quería lejos. Quería gritarle en la cara lo mal que me sentía.

Pero en cuanto llamó a la puerta para preguntarme cómo estaba, sentí alivio.

Salí al poco rato de la ducha, y tras decirle que ya podía pasar para darme mi ropa, entró. E hizo algo que no pensé que haría.

Abrió rápidamente sus brazos, y antes que pudiese decir que no, me abrazó.

No le importó que yo estuviera mojado, o lo que sea, me rodeó con sus brazos, y me sujetó con firmeza. Apoyando su frente en mi pecho, me murmuró adolorido'

-Perdón. No quería hacerte sentir mal... Yo no sabía...

Correspondí un poco dudoso, pero sentirlo llorar me hizo llorar a mí también. Me incliné para que estuviéramos cómodos, y susurró:

-Te adoro, sería incapaz de hacerte daño a propósito.

Los sentimientos eran agridulces.

Pero esa mezcla de sabores... Era la que hacía deliciosa nuestra relación.

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