『Veintidos』
A la mañana siguiente a su discusión, James, el padre de Bon, tocó gentilmente la puerta del cuarto de su hijo, especulando que ya estaría despierto. No obtuvo respuesta en un primer momento, por lo que tocó de nuevo y más fuerte. Fue entonces cuando oyó un irritado y bajo:
—Adelante.
Entró con cuidado, pero con el pecho en alto, como para no demostrar debilidad, ni avasallarlo. Sabía que todavía estaba molesto.
Lo encontró sentado al borde de la cama, en medio de un gran desastre, con el celular en la mano y la cara enrojecida de llanto. El chico no se dignó a mirarlo ni saludar.
—¿Todo en orden? —preguntó el mayor de forma algo blanda, tratando de empezar con el pie derecho.
—No lo sé, quizás —le respondió el otro con frialdad, como si la respuesta fuera obvia—. ¿No trabajabas hoy también? Ya sabes, ¿todo el día, como todos los días?
—No es como si fuera algo de tu incumbencia. Pero sí, trabajo. Por la tarde.
—Ah. Genial.
Sin quitar la mirada de desprecio de su teléfono, Bon arqueó una ceja. James resopló.
—¿Siempre estás con eso? ¿Tengo que venir a hablarte, y ni siquiera así logro que me mires a los ojos?
—¿Qué diferencia tiene? Si igual te estoy escuchando.
—Mírame un segundo, Bon, por favor.
El chico, irónicamente, alzó la mirada, y luego volvió a bajarla hasta la pantalla.
—Hijo... —murmuró el mayor.
—Déjame en paz.
—Lamento lo que pasó ayer —le dijo entre dientes. No era un hombre tan orgulloso como le gustaría serlo; en el fondo, no soportaba verlo mal—. Me enoja mucho que sigas haciéndote daño.
—Lo que hago con mi cuerpo es mi problema.
—¡Soy tu padre, y aún tengo responsabilidad sobre tu persona y educación!
—Mi persona... —dijo de forma irónicamente pensativa—. ¿Mi persona?
Solo entonces, cuando el otro intentó replicar, Bon se levantó bruscamente, presa de la frustración. Le dijo a su padre con la voz alta y clara, alzándola palabra a palabra:
—¡Hazte el favor de callar! ¡No te importa en lo absoluto mi persona! ¡No te importo, y nunca te importé! ¡Nunca es un oye, Bon, ¿cómo estás?, ¿cómo te va en la escuela?, ¿y tus amigos?, ¿tienes novio?, oí que te han hecho daño, ¿ya estás mejor?! ¡Jamás! ¡Solo quieres que deje de cortarme y lastimarme porque eso te avergüenza!, ¡que deje de ver chicos porque te da asco el que sea gay...!
—¡¿Qué?! —intentó volver a interrumpir, pero eso no impidió que Bon siguiera vociferando:
—¡No le hablas a tus amigos de mí porque te doy vergüenza! ¡Ni siquiera me dejas verme con el resto de mi familia! ¡Me tienes encerrado en este cubículo desde que nací!
—¡No tienes idea de lo que estás hablando!
—¿Ah, no? ¡Ni siquiera hay una foto de mamá en la casa! ¡O de mis tíos! ¡De mi prima! ¡Nadie! ¡Solo somos tú y yo, y ni siquiera te esfuerzas en llenar el vacío que me dejaste!
El moreno se calló de forma seca, como si se hubiera quedado sin aire de pronto, y su cuerpo se tensó al ver los puños de su padre apretarse, en la espera de un golpe.
Pero no pasó. Quedó jadeando, notando cómo había quedado a pocos centímetros de James, y la manera absorta en que este lo miraba.
—... ¿crees honestamente que no me esfuerzo? —dijo entonces en un hilo de voz, aunque no por eso guardaba menos bronca—, ¿que no me importa que ya no me presentes a nadie, o que hayas dejado de preguntar sobre tu madre? ¡¿Crees que no me preocupo por ti, aunque no pueda estar presente?!
—A tus actos me remito.
James torció la boca, y observó al chico de pies a cabeza, sin saber qué decirle.
—No sé si lo recuerdas... —mencionó entonces, amenazando irse de la habitación—, pero pronto será el aniversario de muerte de Arlette. Tu madre. Piensa que a ella no le gustaría vernos así. Nos amaba mucho, y...
—¡Ella está muerta, papá! —le dijo en una risotada irónica—. ¡Lo que ella quiso o pensó ya no importa!
—Deja de decir estupideces —interrumpió enojado, sin ganas de aguantarse más faltas de respeto—. Sé que casi no la conociste, que se fue muy pronto, y que quizás no te duela tanto como a mí.
—En efecto.
—... Pero el día en que alguien importante para ti se vaya, entenderás que mantener su recuerdo vivo... es la única manera de sanar y reconstruir tu vida, aunque ahora te rías o te parezca una tontería.
—No conozco ni su cara... Vamos, ¿a ti no te hace gracia?
Y sin detenerse a escuchar una palabra más, James cerró la puerta del cuarto de Bon de un portazo.
Este último volvió a sentarse en la cama, dejando caer su peso, y se llevó las manos a la cara.
—¿Cómo puedo extrañar a alguien que ni siquiera sé cómo luce...?, ¿o quién fue?, ¿o...? algo...
Apretó los ojos, tratando de no llorar. Cada año era la misma tortura, el mismo cuento de llorar de forma vacía sobre su tumba, sin saber nada sobre ella más que por los objetos que había heredado, lo único que le hacían sentir que alguna vez había tenido una madre.
Jamás se mencionaba su nombre, más que para esas fechas, donde su padre se ponía melancólico y en todo la veía. No oía su historia, ni las cosas que había hecho, ni porqué ella y no otra...
—A veces pienso... que una simple foto de ella ya me haría feliz...
Y así, ya sin motivo para no hacerlo, se dejó caer ante el llanto.
***
[...]
—Bonnie, por favor, esto es en serio... Aunque sea escucharle la voz, saber cómo está, nada más, no necesito verlo si no quiere...
—Te lo juro, no tengo idea de dónde está.
—¡No me mientas!
—No te estoy mintiendo—respondió con su temple inquebrantable—. Sabes que no lo haría, y que si supiera algo... te lo diría.
Se sujetó la cabeza, tratando de no perder los estribos. Inhaló y exhaló algunas veces, antes de continuar hablando a través del teléfono, sintiendo que su voz y su cordura se quebraban poco a poco:
—¿Cuándo lo viste por última vez? ¿Está bien? ¡No te pido más que eso, Bonnie!
—Sabes que tengo una memoria terrible—rió como qué más da—. Pero creo que cuando me diste la ropa.
—¿No lo llamaste cuando te pedí? ¡Ya han pasado días!
—Creo que... no. Lo siento.
Bon, sin fuerzas, se sujetó a la mesa para no caer, con el rostro totalmente pálido. Estaba ido. Bonnie hablaba y hablaba, pero no le oía, tenía los oídos tapados. No sabía qué hacer. De pronto, los peores escenarios aparecieron en su cabeza.
Tuvo el vacío helado de que le había pasado algo terrible.
—¿Bon, sigues ahí?
—Tengo que irme—le dijo rápidamente—. Te hablo luego.
Colgó la llamada al instante. Guardó su teléfono en el bolsillo del hoodie, y corrió a través de la puerta de entrada como si respirase sus últimos alientos, como si el tiempo se le estuviera acabando.
No importaba nada más. No podía esperar otro día más a ver qué pasaba, dependiendo de otras personas.
Las respuestas las buscaría él mismo. Iba a encontrar a Foxy, vivo o muerto, costase lo que costase.
***
[...]
Necesito saber dónde estás...
El aire helado le quemaba la faringe, pero no podía detenerse. Una enorme ola de adrenalina impulsaba a sus piernas a seguir avanzando, casi como si no hiciera esfuerzo.
Necesito saber si estás bien...
Normalmente se agotaría en cuestión de minutos. Nunca había tenido buena forma física. Pero...
Necesito escucharlo de ti...
La desesperación había llegado a un punto en que lo ahogaba. No podía quedarse quieto y esperar, ya no podía. Quizás era la decisión más tonta de su vida, pero si no lo hacía, se arrepentiría para siempre.
Necesito que me vuelvas a mirar a los ojos, que me devuelvas todo aquello que me has robado...
La lluvia recién cesaba, por lo que las calles estaban empapadas, y sus zapatillas de lona chapoteaban anticipando una caída. ¿Qué importaba caerse? Con las rodillas llenas de sangre, se levantó y siguió adelante, incluso más deprisa.
Devuélveme mi vida... devuélveme el oxígeno... devuélveme aquellos pensamientos que fueron reemplazados por el tuyo...
A medida que iba subiendo por la ciudad, las calles ya no estaban tan llenas de agua, y en su lugar las hojas secas se hacían un espectáculo.
Quiero ese sabor que tienen un labios sin tener que besarlos... Quiero el sonido de tu risa sin tener que provocarla... Quiero el calor de tu cuerpo sin tener que encenderlo... Quiero que dejes de volverme adicto a ti... Cuando estamos juntos es un delirio, pero cuando estamos separados es una tortura...
Empezaba a jadear fuertemente. Correr no había sido su mejor elección, pero, ¿cuándo hacía buenas elecciones?
No puedo dejar de pensar en tu magnífico rostro... En la forma en que sonríes cuando te digo lo que quieres escuchar... Tus gemidos cuando el cuero roza tu piel, unos que no se asemejan a ninguno que haya oído jamás... Porque los sonidos de un alma libre suplicando ser atada, sodomizada, encerrada... ¿a qué se pueden parecer?
Divisó la casa del pelirrojo a unos metros, y a pesar del cansancio, sonrió. Se detuvo frente a la cerca para tomar aire, y cuando su aliento se habría normalizado un poco, cruzó.
La cerca que rodeaba la casa era antigua, blanca y de madera. Al abrir la puerta, rechinó. Miró alrededor, y observó el jardín mientras ingresaba en él. Normalmente, estaría totalmente arreglado, con las flores coloreando el césped recién cortado, pero hoy el barro y la lluvia habían hecho de las suyas. Estaba todo lleno de ramas, los gnomos yacían inertes y todo parecía muy gris, incluso más que el cielo. Como si nadie viviese ya ahí.
No quiso sacar conclusiones precipitadas. Fue hasta la puerta, y miró por la ventana. Las luces estaban apagadas. ¿Acaso los dueños ya no estaban? Frunciendo el ceño, confundido, tocó la puerta. Su preocupación iba aumentando a cada instante; cada segundo que tardaban era una eternidad donde consideraba todas las malas especulaciones que lo abrumaban.
Volvió a tocar, más fuerte que antes. Entonces, escuchó una voz desde dentro, y las luces se encendieron. Poco después, una señora con aspecto andrajoso y agotado abrió la puerta de entrada y le sonrió, enseñando su dentadura dispareja que resguardaba un par de labios finísimos. Parecía que recién despertaba, porque su cabello era una mata blanca desacomodada, y a su cuerpo encorvado lo cubría una bata.
—¿Qué necesita? —preguntó arrugando los ojos porque no veía bien—. No puedo comprarte nada, estoy sin plata.
—No, no quiero venderle nada. Solo venía a buscar a Foxy, ¿está en casa?
—¿Quién eres?
—Soy su amigo. Bon. ¿Puedo verlo? Estoy algo preocupado, él no-...
—¡Ay, nene, estás muerto de frío...! —lo interrumpió agarrándose la cabeza de forma dramática—. ¡Pasa, pasa, que adentro se está calentito!
—Eh, gracias..., pero...
La señora, cojeando y sujetándose la cadera, se metió en la casa, obligando a Bon a entrar detrás de ella. Cerró la puerta tras él con un bufido, y, tras dar con el calor en el interior de la casa, notó que sus piernas temblaban. Comparado a su propia casa, en aquélla hacía muchísimo calor, y no estaba seguro si era placentero. Había un fuerte olor a sahumerio, y las paredes llenas de espejos, grandes y pequeños, impecables y antiquísimos, lo ponían muy nervioso. Sentía que lo observaban de todas partes.
—¿Dónde está Foxy? —preguntó el chico, sobándose los brazos para entrar en calor.
—¿A quién se le ocurre salir tan desnudo? —le dijo mirándolo de forma despectiva, a la vez que se sentaba en su silla mecedora, la cual reposaba junto a una pequeña ventana—. Los jóvenes hablan mucho de morirse rápido, no lo entiendo...
—Señora.
—¿Sí, nene?
—Necesito saber dónde está Foxy.
Se quedó mirándolo fijamente. Parecía confundida.
—¿Quién eres?
—Soy su... amigo. Hace mucho que no sé nada de él, y pensé que estaría aquí.
La mujer chasqueó la lengua, acompañada de un ladeo de la cabeza.
—Ay, no, corazón... Hace rato que el jovencito no aparece...
De pronto, Bon se puso pálido.
—¿... cómo que no aparece?
—No, se fue hace días y no vuelve todavía. Tiene que arreglar el jardín, y comprarme la medicina para Dave, pero no sé, solo me queda esperarlo.
—¡¿Y está tan tranquila?!
—Y sí, nene... ya tan vieja, me altero y me da un infarto. Él siempre se va y a los días regresa...
—¡No puede ser! ¡Quizás le pasó algo!
—Ay, ay, tranquilo. Él se cuida solo, ya no es un niño.
—No me pida que me calme, porque no me voy a calmar hasta que sepa dónde está.
—Madre mía. Si en ese tono le hablas a tus padres, qué desdichados han de ser.
—¡Yo le hablo a quien quiera como quiero! —dijo, alzando la voz a un grito, como si acaso tuviera que probar algo—. ¡Usted tiene una responsabilidad en él, no puede descuidarlo así! ¡Ni a un perro!, ¡mucho menos a un joven que necesita de su familia!
—Pero nosotros no somos su familia... —suspiró la anciana. Bon sintió que le hervía la sangre—. Foxy trabaja para nosotros, y nosotros le damos techo. Nada más. Lo que haga de su vida, no es responsabilidad nuestra...
—¡Ocupan el lugar de familia! ¡Él necesita una familia! ¡Él necesita que se preocupen por él...!
La angustia había subido tan golpe que le cerró la garganta, y terminó por ponerse a llorar, tratando de tragarse las lágrimas. No quería escuchar ni una palabra más de la señora, porque sabía que si decía otra cosa parecida, tendría el impulso de golpearla.
—Foxy vivió toda una vida sin sus padres... —sollozó tapándose la cara—. ¿Usted no tiene ni un poco de empatía...?
La señora lo miró un momento, y cerró los ojos para relajarse.
—La última vez que lo vi fue hace unos días. Dijo que iba a ver a alguien y regresaba.
—¿No le dijo a quién?
—Ya si te digo te miento, pero... —suspiró, meciéndose para concentrarse— debe ser ese chico que siempre ronda por aquí... Que no eres tú, es otro medio bajito...
Los ojos de Bon se abrieron como platos. Todavía tenía su cara roja, pero las lágrimas se secaron en un instante, reemplazándose con una sonrisa entusiasta y nerviosa. Se acercó a la señora rápidamente y la miró con impaciencia:
—¿Cómo es? ¡Dígame, es importante!
—Ay, ay, tengo una nube en la memoria... No sé, estuvo aquí hace unos días... Tiene unos ojos muy bonitos, y aparatos en la boca.
***
[...]
—No entres en pánico, Bon, no entres en pánico... Quizás es solo una especulación, nadie dice que esté con él... Él no me abandonaría, no me traicionaría así... Foxy no...
Al mismo ritmo que había ido hasta la casa, volvía a la suya propia. Hablaba solo, tratando de no enloquecer.
—¿Por qué Bonnie no sabía? ¿Me está ocultando algo...? No, no, la mujer se debe haber confundido... Parecía más muerta que viva... ¿Por qué se iría con él? ¿Por qué seguiría viéndose con Freddy...?
Cayó al suelo estrepitosamente. No consiguió fuerzas para volverse a levantar. Se echó las manos a la cara y la sobó buscando espabilarse. Todo Bon quedó cubierto de barro, pero le valía demasiado poco.
—Esto es mentira, solo es tu imaginación... Todo está en orden, solo debes volver a casa, seguir esperando... y todo estará bien... Volverá. Foxy volverá, y... todo seguirá siendo como siempre...
Se limpió medianamente la mugre y exhaló aire de forma entrecortada, todavía con la angustia a flor de piel.
***
[...]
—¿Estás seguro de esto?
—Ya lo he pensado demasiado...
—No me gusta verte tan angustiado.
—No estoy angustiado, ni triste, ni nada de eso...—respondió bajando la mirada—. Solo un poco... nervioso. Es que... quiero volver a ver a Bon, pero... ¿y si...?
—Fox—dijo de forma suave, logrando que los ojos ambarinos del nombrado voltearan hacia él disimuladamente—. Tranquilo. Cualquier cosa, yo estoy aquí. No me iré a ninguna parte.
—Freddy, yo... ah...
—No necesitas decir nada.
Los dedos del castaño se enredaron con los del pelirrojo de forma pausada y cuidadosa. Con la bufanda como escudo, el rostro de Freddy se puso rojo en cuanto fue correspondido, como si una unión de manos significara todo. Foxy, por su parte, solo sonrió vagamente.
—Solo iba a decir... gracias. De verdad.
—No necesitas... agradecer.
Le apretó la mano en el momento exacto.
Cuando sus ojos se cruzaron, y el más bajo enseñara los dientes plateados formando una sonrisa, una tercera voz derrumbó el ambiente sin ningún esfuerzo.
—¿Qué está pasando aquí? —inquirió la voz. Su tono fue tan repentino que no hubo tiempo de analizar si estaba angustiado, preocupado o profundamente furioso.
Su acto reflejo fue separarse bruscamente. Ambos voltearon, buscando el propietario del diálogo, y el corazón se Foxy se apretó en el fondo de su pecho al encontrarse con un par de oscuros ojos verdes a unos metros, que en otro momento quizás serían bastantes, pero en la situación, era una distancia corta y peligrosa.
—No me miren como idiotas. Pregunté qué mierda está pasando, ¿me van a hacer repetirlo?
Cuándo fue que se acercó tanto para poder olerlo, era incierto. Pero Bon, hecho una furia, de pronto estaba entre los dos jóvenes, marcando su espacio.
—La puta madre, ¡¿qué mierda haces con Freddy en la puerta de mi casa?!
Nunca pensó que un empujón iba a zarandearlo tanto, pero siendo que estaba temblando como hoja, no fue tan descabellado. El moreno lo hizo retroceder unos pasos, mirándolo como si estuviera a punto de asesinarlo.
—¡Bon, puedo explicarlo...!
Apretando los dientes y los puños, la distancia que impuso Bon se volvió mínima y el pelirrojo se llevó las manos a la cabeza. Lo oyó resoplar, y fue tirado de su campera.
—Estoy esperando.
—N-nosotros... solo íbamos a...
—¿Qué tienes en la cabeza? —le preguntó cerca de su oído, cosa que solo él pudiera oírlo, sacudiéndolo al hablar por donde lo tenía sujeto—¿Cómo se te tiene que tratar para que entiendas?
—Perdón, no fue mi intención... juro que no pensé que...
—¿Qué?, ¿que yo llegaría justo para cuando lo mirabas como si te lo fueras a comer?
—No fue lo que pasó, Freddy solo...
—Nadie te toca más que yo, ¿te queda claro?
—Oye, Bon... —interrumpió entonces Freddy, a lo que Fox sintió un frío correrle por la espalda—. No te metas con él, no hizo nada malo.
—No, yo lo tengo claro—dijo Bon. Soltó al vuelo a Foxy, y se acercó agresivamente a Freddy, que lo miraba molesto—. Aquí la culpa es toda tuya, ¿no es verdad?
—Si creer eso te hará dejarlo en paz, entonces sí.
—Claro, el defensor de pobres no puede con su genio. Fox puede defenderse solo, no te necesita.
—Si te tomaras un segundo para verle la expresión, verías que no es tan así.
—¿Y qué vas a hacer al respecto?, ¿seguir tomándole de la mano?
—Solo le tomé la mano, no veo el crimen.
—¡El "crimen" es que es mi novio, y te he dicho miles de veces que te alejes de él, de mí, y de mi vida!
—Que tú me digas algo no va a cambiar nada—dijo Freddy, que empezaba a alzar la voz de forma fría—. Tú ya no me importas. Supéralo de una vez.
—¿Superar?, ¿superar qué? ¿Tú hablas de superar, cuando sigues enamorado del mismo idiota desde hace años, cuando nunca va a mirarte ni como tercera opción?
—Tratar de idiota a tu novio es lo más cortés que he oído de ti.
—Oigan, chicos, esperen...
—¡Al menos no ando fingiendo cosas que no siento!
—No mezcles las cosas.
—¡No las mezclo! ¡Me trataste horrible mientras me decías cosas bonitas en el oído, ¿y eso es más amable que un insulto?!
—No tendré esta conversación delante de Foxy.
—¡Oh...! ¡Oh!, ¿QUÉ?, ¿él no sabe nada?
—¿Qué tengo que saber?
—Bon...
—¡Ahora me cierran muchas cosas...! ¡Joder!
—Freddy, ¿qué pasa?
—Mejor me voy...
—¡Oh, no, no! ¿Por qué no pasan? No quisiera que esta interesantísima conversación se termine por un... desliz. Creo que tenemos muchas cosas qué hablar, ¿tú no, Freddy?
—Yo no tengo nada qué hablar.
—No dejarás a Foxy con la duda... ¿O vas a seguir engañándole, como siempre lo hiciste?
—Ya me estás poniendo nervioso.
—...
—¿Y, Fred?
—... Vale. No tengo nada qué ocultar, después de todo.
—¡Maravilloso...! Pasen, pasen, que el frío no perdona.
***
[...]
Entré último, después de Bon. Se encargó que Freddy fuese el primero, quizás para que no escapase. Según él fue por cortesía, pero su actitud me estaba dando muy mala espina. El destello malévolo de su mirada no podía engañar ni al más ingenuo.
—Siéntense —nos dijo con una sonrisa algo forzada, casi irónica—. No sirvo para esto de la... hospitalidad, pero puedo hacer un esfuerzo.
—No te preocupes —se apuró a decir Freddy antes que yo pudiera abrir la boca—. Solo quiero terminar con esto para irme.
—Oh, qué lástima... Es que ya tantos años desde que pisaste este suelo, ¿hm?
—Dos, para ser exactos —murmuró con algo de desagrado—. Cómo pasa el tiempo.
La tensión que había entre los dos me molestaba. Yo imaginaba cualquier otra cosa, pero ese intento en vano por ser amables el uno con el otro volvía el ambiente denso y tóxico.
—Fox, ¿no te sientas? —me propuso Bon con una sonrisita. Asentí con la cabeza, y me guió hasta la silla que estaba junto a la Freddy, donde me sentó de forma violenta y me apretó los hombros, manteniéndome en el asiento—. No esperaba que llegaras justo hoy. Da la casualidad que hace un rato salí a buscarte.
—¿De... verdad?
—Mhm. Llamé a Bonnie para preguntarle por ti y me dijo que no sabía nada. Me preocupé, como te imaginarás. Pensé que te había pasado algo. Pero... veo que no.
No necesité verle la cara para saber que sus ojos asesinos se clavaban en quien tenía a mi lado. Tragué grueso. Sus dedos se clavaban en el hueco de mi clavícula.
—Y, dime, ¿qué razón hay para que aparezcas de la nada, como si nada, tras una semana desaparecido?
Sé que no quiso que sonara como un interrogatorio agresivo. Pero su enojo se olía a kilómetros.
—... Me enfermé.
—Oh... qué conveniente.
—Es la verdad —dijo Freddy, que reposaba su cara en la mano—. Lo cuidé para que no empeorara.
—Qué amable eres.
Por alguna razón, estaba temblando. No entendía nada de lo que pasaba. La voz de Bon, arrastrada y amenazante, y la de Freddy, fría y distante, se volvían en una adversidad que estaba viva en el aire, y yo ahí, en el medio, sin saber qué decir o de qué lado estar. A lo mejor, era más prudente guardar silencio.
—En fin. Entonces, siguen siendo amigos.
—¿Por qué no lo seríamos? —rio Freddy.
—No sé. Hay tantas razones.
—Ninguna de ellas es de peso, ¿o no, Fox?
—Eh...
—No lo uses de intermediario.
—El que le estaba sobando el cuello eres tú, no yo.
—¿Ahora resulta que no lo puedo tocar porque estás tú? A Foxy no le molesta.
No dije nada. Solo atiné a hacer una muequita, con la que Freddy suspiró molesto. La forma en que Bon me rozaba con sus manos heladas se intensificaba, pasando a mi cara y a simular entrar por el cuello de mi camiseta. Yo como un imbécil no me resistía ni decía nada, y solo soltaba suspiros por la forma en que me hacía estremecer.
No me digné a mirar a Freddy. Me sentía avergonzado por mi propia debilidad.
—A Foxy le encanta que lo toque... —dijo en voz cada vez más baja, llevando sus labios a la altura de mi oído. Mi única reacción fue ponerme rojo hasta las orejas.
—No quiero ser entrometido, pero... hay momentos y momentos, y... este no parece ser uno bueno.
Canturreando con la garganta, Bon acariciaba mis mejillas con la nariz, ignorando totalmente las palabras de Freddy. Yo pensé en decirle que tenía razón, pero no me atreví. Estaba a empezando a sentir calor a pesar de lo helada que estaba la casa.
Lentamente, su lengua rozó la piel de mi cuello, a la vez que su mano entraba por mi camiseta hasta llegar a mi pecho. Me estremecía entre su tacto y los nervios por estar ante los ojos de Freddy, podía adivinar que cargados de molestia, pero mis propios ojos ya amenazaban empañarse y mi temperatura corporal se disparó cuando me apretó la piel por debajo de la ropa.
—Bon —dijo amenazante el castaño, levantándose de la silla.
Eso no evitó que, de pronto, los dientes de Bon se me clavaran en el cuello y succionara con muy poca delicadeza. Di un quejido, buscando su mano para quitarla de encima, y tras un momento, se separó. Retirando las manos, acarició suavemente esa zona donde me había mordido, y susurró con una risita pícara:
—Hermoso.
Me había dado un chupón que, ya sabía yo, tardaría bastante en desaparecer.
—¡Ya basta! ¡No quiero seguir aguantando esto! —chilló Freddy—. ¡Vine para conversar, no para verlos... así!
—Cómo te molesta que se ponga así con tan poco...
—¡Me importa poco lo que hagan en la cama! ¡Me molesta que tengas que hacer estas escenas!
—A ti en una época te encantaban, vaya.
—¡Ni siquiera te detienes a preguntarle si le gusta o si quiere! ¡Solo lo haces! ¡Te estás aprovechando de él!
—Te repito la pregunta. ¿Qué vas a hacer al respecto?
—¡Ugh! ¡Me haces querer...!
—¿Golpearme? Hazlo. Vamos.
—¡No, no lo haré! ¡Por Foxy!
—Excusas, excusas... Todo lo que sale de tu boca son excusas. Cobarde.
—No me provoques...
—No te tengo miedo. Es bastante difícil con esa cara de imbécil que tienes.
—¿Te quedas sin argumentos y me tienes que insultar para sentirte mejor?
—Oh, en efecto. Insultarte es muy divertido. Pones esa expresión tan chistosa... ¿Cómo es? ¡Ah, esa, justo esa!
—Basta.
—Te mueres de celos. Admite que te mueres de celos.
—¡¿Y eso a ti qué te importa?!
—¿Ves cómo pierdes los estribos?
—¡Todo lo que quiero es que lo dejes en paz, él no hizo nada para merecer esto!
—Yo seguiré haciendo lo que quiera y cuanto quiera si de su boca no sale un "no".
—Tampoco le preguntas, lo cual es lo mismo que un no. ¿Y sabes en qué se basa eso? En el consenso mutuo. En el respeto, una palabra que al parecer no conoces. La única forma de sentirte poderoso es avasallando a los demás, pero, ¿sabes qué? Eso te vuelve un ser miserable. No has cambiado una gota. Pensé que en este tiempo habrías reflexionado, pero al parecer eso es demasiado pedir para alguien como tú.
Me detuve un momento a mirar a Bon tras estabilizarme. Lo tenía de pie junto a mí, de espaldas, y Freddy estaba un poco más allá, a unos centímetros. Los puños morenos de mi pareja estaban apretados a un punto en que sus nudillos estaban blancos. Respiraba con pesadez, como una bestia inquieta, y en los labios de mi amigo pude notar una sonrisa socarrona. Por más que no sabía qué ocurría, y que actuar probablemente guiaría todo al desastre, mi único impulso fue levantarme para sujetar a Bon por los hombros, como poniéndome de su lado.
Lo giré ligeramente hacia mí para poder verle la cara. Pensé que estaba enojado, pero sus ojos jade destellaban con impotencia, estaban vidriados de frustración. Una mueca le deformó la boca, y antes que pudiera decir nada más, lo acerqué a mi cuerpo, como dándole cobijo.
Sin pensarlo mucho, se abrazó a mí, escondiendo su cara en mi pecho. Freddy chasqueó la lengua, recargando su peso en una mano sobre la mesa.
—Esto no puede ser...
Ya cansado de quedarme en silencio, rodeé a Bon, y le dije al otro, que con su mirada fría lo observaba con desprecio:
—Freddy, basta.
Sorprendido, puso cara como quien recibe reprimenda de forma arbitraria.
—¡Pero...!
—Fíjate un poco en cómo tú actúas, y luego juzga a Bon todo lo que quieras.
—¿En serio no ves que está montándose esta escena, justamente para que tú te pongas de su lado? ¡Se está haciendo la víctima!
—No necesito que él diga nada para ponerme de su lado. Es obvio que lo voy a defender, ¿no crees? Lo estás haciendo sentir mal.
Quedó mirándome descolocado, ya sin decir otra palabra. Me daba mucho igual si estaba decepcionado, o cualquier otra cosa. Nunca me había importado de todas formas.
—Fox... —murmuró Bon con la voz en un hilo tirándome de la camiseta—. ¿Podemos hablar un momento? A solas.
—Sí, seguro —contesté rápidamente, rodeando con un brazo sus hombros para llevármelo conmigo a la cocina. A Freddy solo le regalé una mirada sobre el hombro, que no supe bien qué quiso decir. Quizás fue de enojo. Quizás de decepción. O quizás intenté mediar. No lo sé. Solo me enteré que sus ojos azules se dirigieron al suelo con una profunda tristeza.
Entramos a la cocina, y entorné la puerta tras nosotros para simular un poco de privacidad. No es como si la pared de madera que nos separaba fuera a cambiar algo, pero necesitaba que me mirara a los ojos un segundo, sin que el otro nos estuviese encima, y me pusiera un poco en contexto. Acaricié sus mejillas, tratando de guiar sus ojos a los míos. Sentí un escalofrío cuando me miró de forma vacía. Parecía apagado, como si se hubiera ido todo color de él de pronto. El corazón se me puso a tope de alerta.
—Bon, ¿estás bien?
Con las pocas fuerzas que tenía, negó con la cabeza. Intentó sonreír en vano, y volvió a hundir su cabeza en mi pecho.
—Me siento... cansado —dijo en un murmuro. Expulsó aire pesadamente—. Solo tengo ese sentimiento de... "quiero irme a casa". Pero no tengo ningún otro lugar a dónde ir.
—¿No puedo hacer nada para que te sientas mejor?
De pronto, su voz sonó como un susurro, en un tono que no le quedaba para nada a él mismo, como si fuera alguien más que susurrase a través de sus labios:
—Si tienes alguna manera de asesinar... todo esto que me destruye por dentro... De impedir que su simple tono de voz me provoque esta sensación horrible... De matarme para que pueda volver a nacer y hacer las cosas bien, y que ya nada me afecte como lo hace ahora... solo necesito eso... Necesito... tantas cosas que jamás voy a tener...
—Oh...
—...
—Puedo darte un abrazo. O... un beso. ¿Eso te alcanza, por ahora?
Entonces, soltó una risa, como si hubiera dicho una tontería.
—... el abrazo está bien.
Lo apreté contra mi pecho. Mi corazón, a diferencia de lo que esperé, latía a su ritmo normal. Bon estaba helado.
—Lamento si algo de lo que hice o dije o... algo, te hizo sentir así. Yo solo quiero que seas feliz, ¿sabes?
—Alguien como yo no puede ser feliz. Entiéndelo, por favor.
—Tú no tienes nada malo. Ignora las estupideces que dijo Freddy.
—No es Freddy el problema. Es que tiene razón. Solo dice lo mismo que dijeron todos antes que él. Y está bien. Ya tengo asumido que doy asco, que no merezco perdón, que nada de lo que haga me sacará del pozo de mi pasado.
—¡Sabes que eso no es verdad! —dije, abrazándolo todavía más—. ¡A mí no me importa quién fuiste o qué hiciste! ¡De hecho... ni siquiera sé de qué me estás hablando!
—¿Freddy... nunca te habló de mí?
—¡No! ¡Y no me interesa! ¡Yo te amo por quien eres ahora, no necesito nada más! ¡A quienes conociste, lo que hiciste, lo que te hicieron... no importa! ¡Solo importa que quieras seguir adelante, que quieras seguir conmigo!
—Ojalá fuera tan fácil... Lo que soy ahora, todo este desastre, es fruto de todo lo que tuve que pasar. Cada vez que escucho a... Freddy, o cualquier otro, juzgándome, lo recuerdo. Y no puedo evitarlo. Simplemente es así.
—Escucha. Yo también pasé cosas horribles. Yo también tengo un pasado del que no me puedo desprender. Pero quiero salir adelante. Por ti, por mí, por nosotros. Quiero que seamos felices, ¿por qué es tan difícil?
—¡Porque metes a ese idiota entre nosotros, por eso es tan difícil!
Me dio un empujón que nos separó bruscamente. El llanto que colgaba amenazante en mis ojos me volvió débil como para reaccionar. Bon, por su parte, no se tragó las lágrimas. No lo había hecho hasta ahora, no tenía razón para hacerlo. Golpeó con los puños la mesada, haciendo que temblara lo que estaba sobre ella. Era incomprensible lo que resguardaba ese cuerpo diminuto.
—¡Tú vuelves esto difícil! ¡Todo lo que haces es disparar eso que reprimo! ¡Si todo quedara callado, solo podemos ignorar que existe! ¡Pero no!, ¡necesito volver a escuchar lo que ya sé! ¡No puedo!, ¡no puedo y no quiero!
—Solo le diré que se vaya, ¿está bien? —dije, apurando a salir por la puerta antes que dirigiera su enojo hacia mí—. No necesitarás seguir oyendo nada, ¿sí? Solo seremos tú y yo, en paz...
—¡No!, ¡no! ¡Muévete! ¡Yo mismo le diré que se vaya!
—¡Bon, espera!
—¡Hey, tú!
—¿Sí?
—¡Como vuelva a verte por aquí, o a una distancia de 10 metros de mi novio, te voy a partir la cara de un golpe que no vas a ver venir, ¿me oyes?!
—No entiendo nada, ¿qué pasó? —dijo Freddy, que seguía de pie, pestañeando confundido. Me miró buscando una explicación, pero no había ninguna. Yo tampoco entendía.
—¡Solo dime, ¿sí o no?!
—¿No... firmo contratos que no he leído? —bromeó encogiéndose de hombros. Se notaba que estaba sudando de nervios, como si hubiera metido la pata.
—¿Todavía tienes las bolas de seguir bromeando? ¡Yo no estoy bromeando! ¡Quiero que te vayas, o te patearé hasta que salgas!
—¡Bon! —chillé, corriendo a tomarlo por los hombros de nuevo, como quien toma el toro por los cuernos—. ¡Sé que no soy el mejor para decirlo... pero no necesitamos resolver esto con violencia! Freddy, vete, por favor.
—¡Pero yo no he hecho nada malo!
—Luego te explico, por favor, vete...
—¡Oh, le puedo explicar ahora! ¿Sabes, Freddy? ¡Te odio y no quiero volver a verte nunca, como te dije hace ya mucho! ¡Y si no quieres tener que pagar una cirugía reconstructiva, más vale que te vayas pirando!
—¿Y por qué no solucionamos esto, para que no quede en el aire...?
No llegué a evitarlo. En cuanto Freddy hizo una pausa, fue tomado por la campera, y con una velocidad que me sorprendió, Bon lo acercó a él, y le dio un puñetazo que le dio de lleno en la boca.
En cuanto notó su "hazaña", el de cabello turquesa sonrió satisfecho, con la adrenalina escapándole por los poros. Freddy se llevó la mano a la boca, que durante un segundo parecía normal, pero empezó a sangrar sin detenerse, haciendo que diera alaridos de dolor. Arqueó la espalda, tiempo suficiente para que Bon le diera una patada en el abdomen.
—¡No! —me apuré a gritar antes que hiciera nada más —¡Bon, detente!
Quedó jadeando, sacudiendo la mano en señal de agotamiento. Tenía una sonrisa amplia y jocosa; la cara quedó roja y brillante de sudor. Durante un momento, tuve miedo, porque todo decía que no se detendría hasta verlo inconsciente cuanto menos. Aunque lo sostuve, no impidió que le diera una patada en la cabeza. No quería parecer que estaba defendiendo a Freddy, pero golpearlo de imprevisto era simplemente una locura.
—¡Ya no eres tan bocazas así, ¿no?!
—¡Bon, le haces daño!
—Es la idea...
—¡Pero no está bien!
—¿Eres el mismo Foxy que resolvía todo a los golpes...? ¿O es que tu moral es unilateral? Ah, no, espera. Te molesta porque es él.
Cuando el de ojos azules se quiso levantar, recibió otro golpe que le hizo doblegar.
—¿Tú entiendes, que he estado preocupado por días? ¿Días enteros, llorando y llorando porque no sabía dónde estabas, o con quién? ¿Si te habías hecho daño? ¡¿Si habías muerto?! ¡Y todo es porque este insensible te ha atado para que no vuelvas! ¡Te debe haber lavado la cabeza con sus ideas raras!
—¡Ya, entiendo! ¡Entiendo que estés molesto! ¡Pero... su madre... va a estar preocupada! ¿Cómo le explicará que se ha lastimado de esta forma? ¡Y... si no lo haces por ellos, hazlo por mí, te lo suplico! ¡No me gusta verte de esta forma!
—¿Su madre?
Se detuvo un momento a mirarlo. Freddy volvió a levantarse, tembloroso, y escupió con sangre. Con la manga, se limpió los labios, y miró a Bon con odio. Nunca imaginé que Freddy, el más compasivo y amable de los que conocía, podría mirar a alguien de esa forma, ni siquiera estando en el suelo.
—Mira, solo por ella te dejaré volver—dijo Bon con altura, antes de fingir que le escupía encima con un sonido—. Pero la próxima, no seré tan gentil.
—Tranquilo... —susurró Freddy con todo lo que tenía de voz—. El mensaje me ha quedado claro.
Estuve a punto de proponer acompañarle, pero no sonaba a un buen momento.
—Si crees que voy a pedir perdón, te quedarás esperando.
Sin decir más nada, Freddy se limpió de nuevo, me saludó con la cabeza y se fue. Lo miramos marchar en silencio. Yo no sabía si sentir lástima, porque parecía mareado, o reírme de que casi se da la cara contra el quicio de la puerta.
***
Pareció como si un silencio de sepelio se hubiera adueñado de la habitación. Ambos estaban parados en su sitio, como si estuvieran clavados en el piso, sin decirse nada. Cada quien solo podía oír el sonido de sus propios latidos, su propia respiración, y una insistente gotera que molestaba rítmicamente en una esquina. El momento parecía irreal. Todo lo ocurrido hacía momentos se sentía como un sueño un extraño, del que por fin despertaban.
La primera voz en cortar el silencio fue la del moreno. Estaba unos pasos delante del otro, con la mirada puesta en la puerta, sin mirarla en lo absoluto; tenía sus ojos en la nada. Volteó ligeramente la cabeza, dirigiéndole al más alto una mirada de reojo. Quizás estaba sorprendido que no le dijera nada. En parte, esperaba un reproche. Entonces, lo nombró, tratando de volverlo a la realidad:
—Fox...
Su voz sonó temblorosa, cargada de vergüenza, y, tal vez, arrepentimiento. La puerta de entrada seguía entreabierta, el rastro dejado por Freddy era casi palpable todavía. Tragó saliva, pensando en alguna parte de él que eso le quitaría el nudo en la garganta.
—¿No vas a... decirme nada? —dijo entonces, revelando sus pensamientos. El chico no respondió ni dijo nada. Tenía sus ojos ambarinos dirigidos al suelo—. Yo... puedo explicarlo...
Costaba mucho pronunciar cada sílaba. Mucho más, voltearse y confesar lo que sentía cara a cara, por lo que no lo hizo. No quería que lo viera llorar. Estaba cansado que lo viera cambiar de ánimo de forma tan violenta. No se soportaba ni él mismo. Y sabía que la paciencia de Foxy también tenía un límite. Un límite que le daba mucho miedo alcanzar...
Este último suspiró con una mueca, sin alzar la mirada. Tenía muchos sentimientos mezclados en ese momento. No sabía por dónde empezar. No estaba ni feliz, ni triste, ni enojado.
Estaba más bien... confundido.
—¿Por qué?—fue todo lo que pudo decir, sintiendo cómo el nudo que tenía en el pecho trepaba hasta su garganta.
Bon seguía con su mirada a la nada. Solo metió las manos en los bolsillos con un suspiro casi inaudible. "¿Por qué?", resonó en su cabeza. No había ningún motivo que Foxy pudiera entender lo que acababa de pasar. De su boca no salió ni una sola palabra.
—¿Vas a seguir guardándome cosas? —continuó el pelirrojo dando un paso adelante—. ¿Qué tengo que hacer para que te abras?
Sacó la mano antes que Foxy le pudiera tocar. Le hubiera gustado sorprenderse, pero ya acostumbrado a esas actitudes.
—No vas a hablarme, ¿no es cierto?
—No es que no quiera hablarte—. Volteó bruscamente, con hastío, quedando entonces frente a frente con el otro chico. No lo miró de ninguna forma en especial. Ni siquiera se dignó a mirarle a los ojos—. Ya deja de decir esas cosas.
—Yo no dije nada, solo...
—¡Siempre dices que es que no te hablo o te guardo cosas o no te presto atención o lo que sea!
—No fue lo que quise decir...
Bon apretó los labios, alzando sus ojos a los ajenos. Parecía como si tuviera muchas cosas qué decir, pero no pudiera soltar ni un monosílabo. Estaba totalmente ansioso, preocupado. Movió sus manos a los brazos del más alto, y lo sujetó, dándole una pequeña sacudida, tratando de demostrarle su frustración. Foxy sonrió vagamente, sin moverse de su sitio.
—¿Esto siempre será así? —dijo este en voz baja, aunque ya no tuvieran que esconderse de nadie. Simplemente, no quería turbar a su compañero.
—¿"Así" cómo?
—Te enojas, luego te calmas, y... te vuelves a enojar, y te calmas...
—¡Ya entendí, vale!
—Pero no te enfades...
—No estoy enfadado.
Fox suspiró, con una expresión similar a la de estar mirando un niño pequeño. Su par de manos pálidas se acercaron al rostro del menor, dándole una leve caricia en las mejillas que le movió el cabello de la cara. Bon miró al suelo, acongojado, mas la sonrisa del rostro de Foxy no desapareció. Bon, a ojos de este, era un encanto. Daba igual el estado de ánimo que tuviese. En ese momento en particular, tenía un brillo especial en la mirada, ese aire inocente y curioso que tenía pocas veces.
Se veía indefenso y adorable. Se veía como... Bon. Aunque eso sonara como una redundancia. Lo extrañaba. Se dio cuenta en ese instante de cuánto.
Hacía tanto que no lo miraba así, tan de cerca...
—Hey... —susurró. Su aliento rozó la cara del moreno, haciéndole estremecer—. ¿Ahora sí quieres el beso?
No le podía mentir. No si lo miraba de esa manera, como si le estuviera leyendo el alma. Se sentía expuesto ante su presencia, como si todo aquello que lo torturó durante su ausencia, hubiese regresado solo para hacerle pedazos la coraza. Apretando más la boca, Bon tragó saliva y dijo que sí con la cabeza. Seguía aferrado de los brazos de Foxy, como si fuera su sostén para no caerse al suelo.
Sintió su cuerpo debilitarse en cuanto sintió esos húmedos, deseosos y cálidos labios rozar los suyos. Un ligero suspiro hizo de música para los oídos del mayor, que estaba inclinado ante su amado, haciéndole pensar por un momento que era diminuto. Este cerró los ojos casi al instante, tratando de sumirse en ese sueño que era estar entre sus brazos una vez más, sin querer despertar de él, aprovechando a cada instante el calor que le provocaba...
Los dedos de Fox se hundieron en su pelo, intensificando consecuentemente el tacto. A pesar de lo que pudo haber imaginado, se sentía muy diferente, más dulce, más intenso, como si no se hubieran besado en siglos; tenía ese dejo de nostalgia que no tuvieron todos esos otros besos anteriores. Este, era mucho más especial. Era un sello de ese anhelo que se tenían, una forma de decirse lo muchísimo que se habían extrañado, pensado y deseado. Un beso que los reencontraba, y, de alguna forma, los volvía a atar el uno al otro. Porque en el recuerdo se querían. Pero en el beso, se necesitaban. Necesitaban no volver a separarse y no volver a sentir melancolía.
—Joder —fue lo primero que suspiró entre lágrimas el pelirrojo al separarse, dándole un abrazo que reconstruyó aquél cuerpecito que se desmoronaba—. Joder...
Tras un instante de silencio, Bon habló, sintiendo que lloraría por lo cargado que tenía el corazón de emociones que aún, en su corrompida inocencia, no comprendía:
—Dame otro...
Sin pensárselo más, Foxy lo alzó, y dándole otro beso, más apasionado que el anterior, lo sentó en la mesa para pararse entre sus piernas. Bon gimoteó y se quejó con ese dejo de placer que le quemaba por dentro, y volvieron a abrazarse, recibiendo éste delicados besos en el cuello. No se querían arrebatar. No querían desperdiciar ese momento. Fox quería tomar cada instante, ir paso a paso, besarle poco a poco...
—Te amo —susurró en su oído, a lo que Bon asintió con un débil sonido de la garganta. Tenía los ojos empañados, y el aliento ya le pesaba. Sus piernas rodeaban fuertemente la cadera del más alto, manteniendo sus cuerpos pegados como si no pudieran separarse—. Te amo, te amo... no sabes cuánto te amo...
Sin decir nada, le decía todo con esos sonidos de placer que aparecían a cada muestra de afecto que recibía. Tras otro beso en los labios, Foxy fue bajando poco a poco, con las manos de Bon siguiéndole sobre sus hombros, dándole permiso para acariciar con la nariz su cuello, pecho, abdomen...
Gimió dulcemente en el instante en que su boca llegó un poco más abajo, de forma algo agresiva. Apretó las piernas de la vergüenza, y con una risa, Fox las tomó para ponerlas sobre sus hombros.
—¿Puedo? —le dijo en voz baja.
—Es que...—susurró, incapaz de subir la voz por la pena que le provocaba lo que diría— s-sin retifismo no puedo... mantener... una... ya sabes...
El pelirrojo miró al techo, pensativo. No pararía de pensar opciones para hacerlo sentir cómodo si hacía falta. Siempre lo hacía, esta vez no tenía porqué cambiar eso. Después de todo, lo amaba, no soportaba verlo tan incómodo, como si se estuviera callando algo.
—¿Te toco los zapatos, o...?
—¡No, están llenos de barro!
—No me molesta un poco de suciedad, ¿sabes?
—¡Yo... es que...!, ¡esto es muy... raro para mí!
EL pelirrojo, resignado, suspiró. No quería pensar que no tenía caso, porque tenía muchas ganas de acostarse con él, pero notó que estaba temblando. Temblaba de... miedo. Sus ojos no podían mentirle. Sus ojos eran tan transparentes... por más que lo ocultara, no había caso...
—Si no quieres, solo debes decirlo.
—¡Sí que quiero!
—Lo entenderé si me dices lo contrario...
—Fox...
Bon se mordió el labio, sin saber qué decir. Se sentía muy asustado, pero de verdad lo deseaba. Estaba excitado, pero temía echar todo a perder. Sería su primera vez tocándose en mucho tiempo, y, aunque nunca hubiera pensado en eso, tenía ganas de que fuera un momento especial. Un momento tierno, donde no tuviera que estar pensando con qué o cómo se iba a excitar. Dejarse llevar. No podía... pero quería hacerlo por él...
Finalmente, con el corazón todavía en la boca, tuvo que decirle que se detuviera.
Recibió la mano de su compañero para bajarse de la mesa, y, ante su sonrisa cálida, su primer impulso fue abrazarlo. Esos brazos eran su protección. Era el único lugar donde se sentía totalmente a salvo...
No podía creer que acababa de detenerse en cuanto se lo pidió. ¿De verdad le había pedido permiso? ¿Por qué no lo había tocado, si era obvio que estaba tan excitado como él? ¿Por qué no le había insistido? ¿Por qué...?
—¿Prefieres que hagamos otra cosa? —le preguntó acariciándole la cabeza. Tenía la cara escondida en su pecho otra vez—. Podríamos salir a alguna parte, charlar un rato... Siempre estamos encerrados aquí dentro.
—¿A... dónde iríamos...?
—No sé, había pensado en... ir a tomar algo. Un café. ¿Quieres? Yo invito.
El de cabello turquesa asintió con la cabeza tras unos instantes, sin separarse del más alto. Estaba disfrutando mucho el olor a vainilla que tenía impregnado en la ropa. Quizás era que normalmente no se la lavaba o cambiaba, pero esa vez tenía una pinta a limpieza que le resultaba envidiable. Incluso traía el cabello brillante. Le encantaba verlo tan bien.
Luego se vio su propia ropa, que estaba totalmente manchada de barro, y se puso colorado.
—Eh... primero... debería bañarme —dijo de forma casi imperceptible, muerto de vergüenza.
—Vale, te espero por aquí —replicó entre risas.
Aún acongojado, se separó, y corrió escaleras arriba para buscar su ropa en el dormitorio, cerrando la puerta tras de sí como si acaso tuviera algo qué esconder.
***
Tras buscar su mejor ropa, bajó de un par de saltos la escalera, apurado sin razón aparente, y esquivó a su novio que lo esperaba al pie para meterse rápidamente al baño. El pelirrojo quedó con la palabra en la boca, y lo siguió hasta la puerta, donde llamó con los nudillos.
—¿Está todo en orden? —preguntó. No tuvo respuesta inmediata.
—¡Oh, sí! —dijo anímicamente—. Solo estoy emocionado, no quiero perder ni un segundo.
Foxy rió suavemente. Le gustaba oírlo tan feliz. La verdad es que él mismo estaba muy entusiasmado, y ver que era recíproco, a pesar de ser un plan improvisado, le ponía la ilusión a tope.
—Si es así...
—¡No pases!
Frunció ligeramente el ceño, confundido. Ni siquiera se le había pasado por la cabeza.
—¿Por qué lo haría?
—No lo sé, solo... no lo hagas.
Se encogió de hombros, y tras un tímido "ok", dio un paso atrás, alejándose de la puerta.
—Y... tampoco te vayas, por favor.
—¿Me quedo aquí en la puerta?
—Háblame, cuéntame cosas... cántame, no lo sé —Tras una pausa, en la que el pelirrojo se acomodó sentado a un costado de la puerta, le confesó en un hilo de voz—: Yo... no quiero estar solo.
Quizás Fox no entendió el verdadero motivo de su pedido, ya que era un secreto, pero lo respetó sin preguntarle más. Aunque él nunca había tenido problemas con la soledad (de hecho, la mayoría del tiempo prefería estar solo), si le daba paz sentir que no se iba de su lado, no podía hacer más que complacerle. Después de todo, no le costaba nada.
Durante un rato se quedó en silencio, escuchando cómo abría la canilla y canturreaba metiéndose en el agua, puesto que no sabía por dónde empezar una conversación, y se le hacía algo extraño hablar a través de una puerta. Le hacía acordar a aquéllos tiempos donde iba a la escuela y Bonnie le pedía que trabara la puerta con el pie para saber que no se iba a quedar encerrado.
—Oye, Bon...—dijo entonces.
—¿Sí?
—¿De verdad fuiste a buscarme? ¿O... lo dijiste solo porque estaba Freddy?
—Claro que te fui a buscar. Tonto.
—Ay, Bon... Me hubieras llamado —sonrió con ingenuidad.
—Llamé como mil veces, pero no me contestabas. Te lo digo de verdad, llamé a Bonnie, me dijo que hace mucho no te veía, y... ya sabes cómo soy... Quise dejarte solo, pero ya no me aguantaba más. Te extrañaba. Y... ah... Lo siento.
—No necesitas disculparte. No hiciste nada malo.
—¿No piensas que soy un acosador? ¿O un obsesivo? ¿O... que no te dejo en paz?
—¿Por qué pensaría tal cosa?
—Yo qué sé...
—Yo debería haberte avisado que estaba enfermo, y no desaparecerme así. No es tu culpa.
—Podrías haberte obviado la parte de ir con Freddy.
—Solo me cuidó...
—Que no te cuide. Aunque te estés muriendo. Aléjate de él.
Foxy soltó una risa sobándose la cara. Recordaba muy bien que una vez le había pedido que no tuviera amigos porque él tampoco tenía. Normalmente sí hacía caso a eso, para no verlo enojado, pero... sabía muy bien que él mismo lo había provocado esa vez, por lo que el recordatorio le daba sentimientos adversos.
—¿No quieres que tenga amigos?—dijo, en un intento de reproche, mas no pudo esconder la picardía—. ¿De verdad?
—Eres mío.
—¿Ni siquiera uno? ¿Aunque sea para cuando no nos vemos?
—Mío...
Apretó los labios con nerviosismo. Intentaba no sonreír, pero le encantaba el lado posesivo de Bon. No podía evitarlo. Aunque generalmente era una molestia, porque estar atado nunca había sido su estilo, él lo hacía sentir diferente...
—Eres adorable, ¿lo sabías?
—¿Cómo dices?
—Que te amo.
Esperó durante un buen rato la respuesta, creyendo que no le había oído otra vez. En ese lapso, la ducha se cerró. El silencio vacío se volvió incómodo. Bon esperaba que Fox cambiara de tema, o que dijera otra cosa, porque no le vería la cara tras esa frase que odiaba, pero como no pasó, el pelirrojo terminó por escucharlo diciendo con timidez:
—Yo te adoro... Aunque seas un tonto.
Y sintió un cosquilleo en el estómago, como si acaso le hubieran dicho la frase más hermosa y cursi del mundo. Era lo único que necesitaba escuchar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro