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『Veinte. 』

—Dilo de nuevo.

Intenté hablar una vez más, pero sentí que no tenía voz.

Las lágrimas habían inundado mis ojos, y mi corazón estaba latiendo tan rápido como podía latir.

—¡Atrévete a decirlo una vez más, vamos!

Poco a poco, el oxígeno parecía abandonar mis pulmones.

Ya no podía moverme, ya no podía hablar. Lo único que podía hacer era emitir extraños sonidos, intentando pedir auxilio, o quién sabe qué, y tratar de quitar sus manos de mí. Pero mis dedos ya no tenían fuerza alguna.

—Mírame a los ojos, Foxy, y dime que quieres que me detenga.

Nada en mí tenía fuerza. Me había rendido totalmente.

—¡Foxy!

Y de un grito, soltó mi cuello en el preciso instante en que sentí que perdería el conocimiento.

***

[...]

Despertó bruscamente al sentir que se quedaba sin aire. Se llevó instintivamente la mano al cuello, y al encontrarse con la realidad, jadeante y confundido, no pudo evitar ponerse a llorar.

Aunque había logrado reponerse un poco de la ansiedad, el irse a dormir no había sido su mejor idea. Un sueño agitado lo despertó, el sudor le cubría el cuerpo y el corazón le latía fortísimo. Se había sentido real, increíblemente real. Tanto, que dudaba si en realidad se trataba de un recuerdo.

—Joder... —suspiró pasándose la mano por la frente, limpiando su sudor. —¿Por qué sueño con esas cosas...?

No estaba muy seguro si la sensación era miedo, o una simple inquietud. Pero Foxy no dejaba de temblar. Sentía mucho frío, a pesar de que el dormitorio estaba cálido por la calefacción.

—Solo espero que no sea una premonición —rió de nervios abanicándose la cara—. Aunque... Bon no sería capaz de hacer algo así, ¿no?

Sobándose la cabeza en un intento por despejarse, se sentó en la cama con los pies hacia fuera y se acomodó la ropa. Miró al vacío, respirando lentamente hasta que su aliento se normalizó. Sabía que, con su sueño interrumpido, no podría volverse a dormir fácilmente.

No quiso despertar a Freddy esa vez.

Se encontró acariciándose el cuello con recelo. Todavía podía sentir los dedos fríos de Bon apretando su piel. Digno de una pesadilla, no pudo gritar por ayuda. De todas formas, no habría servido de nada. Todas las veces en que le pidió a Bon que se detuviera, lo había ignorado totalmente, y su inconsciente no haría caso omiso a ese hecho de forma tan caprichosa.

Hizo una pequeña mueca pensando en ello. No le alegraba en lo absoluto.

—Puede ser... agresivo a veces... —se dijo— pero no me pondría en peligro...

Sacó su celular del bolsillo para ver la hora. La luz casi lo deja ciego, pero pudo ver que eran tan solo las 3 de la mañana, y que su bandeja de mensajes estaba vacía. Suspiró.

—Podrá ser muchas cosas... —dijo con una sonrisita ingenua— pero Bon no es un asesino.

Inconscientemente, se mordió el labio. Su cara se había puesto roja.

—Joder, Foxy... solo fue un sueño... un maldito sueño...

Y aun así, sin darse cuenta, sus dedos buscaban ahogarlo con sutileza.

***

[...]

Recuerdo #3

El suave rasgueo del lápiz contra la hoja era el único sonido presente en la escena. La respiración de su empleador era muy suave, sumido en una concentración absoluta, y la iluminación era tan tenue como la linterna del escritorio se lo permitía. Ya hacía unas dos horas que se encontraba escribiendo, y nada indicaba que fuera a detenerse pronto.

¿Qué escribes? —preguntó una voz, asomándose sobre su hombro sin guardar ningún disimulo.

Freddy salió bruscamente de su trance, y no pudo evitar enojarse con el motivo de su desconcentración.

—No sé porqué preguntas si no te importa... —respondió de forma amarga. Cubrió su diario con los brazos, pero eso no alcanzó para quitárselo de encima. —Vete.

Agh. El sueño te pone súper gruñón.

—El que me interrumpas me pone así.

Disculpe, señor escritor... —dijo con ironía, lo que hizo a Freddy chistar. —¿Por qué no dejas de fantasear y vienes a dormir de una vez? Tengo una noche larga y poco tiempo.

—Hoy no vas a salir —dijo por tercera vez en la velada. —Tengo que terminar esto.

¿Qué tan importante puede ser una maldita fantasía...? —masculló Fred irritado. Iba de un lado para el otro de la habitación, totalmente alterado, como si esperara impacientemente en la cola para el banco. —Esa cosa que escribes no es real, ¿por qué no lo superas y ya? Tengo cosas importantes qué hacer. Y te recuerdo que...

—La inspiración viene y va, tengo que aprovechar —lo interrumpió sonriendo, totalmente desatado de la culpa. —Ya sabes cómo es.

Eres un egoísta.

—Calma, puedes esperar hasta mañana.

¡Tú también, en tal caso! —replicó, empezando a enojarse. 

—Uff... —resopló volviendo a su trabajo— el sueño te pone súper gruñón. 

El que solo pienses en ti me pone así.

Freddy no contestó. Se hizo el concentrado de nuevo, continuando un párrafo que había dejado por la mitad, "Aceptar la realidad nos duele, pero más duele aceptar que nuestra ilusión no es verdadera. Su secreto a voces era una condena, puesto que no estaba dispuesto a aceptar ninguna de las dos cosas. Prefería pensar que no pasaba nada, que era solo un mal sueño...". Miró con recelo lo que había escrito hasta el momento, bastante satisfecho. Ya iba dos hojas y media de su texto; sólo tendría que retocarlo, pero podía hacerlo un poco más tarde. Tomándose un pequeño descanso, volvió sobre sí mismo, y buscó a Fred con los ojos.

Estaba sentado en el piso, jugando con la luz de la mesita de noche, que se encendía y se apagaba cada vez que la tocaba. Era un titileo muy tenue, casi imperceptible.

—Escucha, Fred...

¿Qué quieres? —respondió sin tragarse la molestia. 

—En serio es importante que escriba esto... No es que no quiera que vayas, ¿vale? —le dijo de forma conciliadora; una manera dulce y pausada de hablar que habría aprendido de su madre. Hizo una pausa, al ver que no respondía, en la que miró al techo. —¿Por qué no llamas a Lily para decirle que irás mañana?

Nah, ya no quiero verla.

—No puedes mentirme, Fred; compartimos cerebro.

... No es justo que siempre decidas tú —empezó a decir, y Freddy suspiró, sabiendo que seguía el sermón. Me molesta, porque nunca te impido verte con Bon, cuando sabes que me cae gordísimo. Hasta me voy para que no estés incómodo. Pero tengo que rogar para ver a alguien un rato. No es justo.

—Lo siento, ¿está bien? No es a propósito. Solo que...

Ya, tórtolo... No importa.

Entonces, retiró la mano de la luz, que quedó encendida.

—Lo siento, Fred... —repitió Freddy un momento después. —Sabes que me cuesta expresarme, y...

Pero no contestó. Ya no estaba por ningún sitio.

***

¿Alguna vez... te dejaste torturar por un deseo que considerabas incorrecto?

¿De qué sirve torturarse, en realidad...? Muchas veces, nuestro deseo ni siquiera tiene algo de malo...

Y aun así, nos dejamos torturar.

En lugar de dejar de pensar en eso, llevando nuestra mente a cosas positivas, lloramos negando nuestras emociones negativas, incluso sabiendo que para dejarlas ir hay que aceptarlas y luchar contra ellas.

Pero, a veces pienso... ¿qué pasaría si lo dejamos ir?

¿Cambiaría algo en nuestra vida?

Sí...

Nos torturaríamos con algo diferente...

***

Con mucho cuidado para no hacer ruido, Foxy se inclinó bajo la cama, donde sabía que estaba la bolsa que había traído, y la sacó con la mayor delicadeza que pudo. Fue algo un poco complicado, porque debajo de la cama de Freddy era un auténtico desastre, como si no lo hubiera ordenado en siglos.

Al mirar dentro, ahí estaba: el suéter color huevo, la falda tableada...

Tragó saliva. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué ese deseo lo había consumido tan de golpe? Ya ni siquiera analizaba sus acciones. Debía ser rápido si no quería despertar a su compañero de habitación.

Apretando los labios, sacó el suéter. Lo acarició con los pulgares, sin saber muy bien cómo sentirse. Era un tinte de melancolía, quizás, pero lo cierto es que su cuerpo estaba temblando de pies a cabeza.

Odiaba ese suéter; le hacía picar y le daba calor. Era enorme e incómodo. El cuello alto le daba sensación de ahogo, y la lana tenía una textura desagradable.

Todo eso, que en definitiva era tan banal y ordinario, en un instante ya no importó, porque cuando lo acercó hacia él para sentirlo, el aroma de su amado le invadió los sentidos como un golpe que le dio de lleno en el estómago.

Se sintió débil de pronto. Con solo cerrar los ojos, la sensación de ese maldito suéter lo transportó a la helada habitación de Bon, el único lugar donde deseaba estar en ese momento, aunque la razón se le opusiera. Tenía olor fuerte, una mezcla de olores; un olor que comparaba con el éxtasis... el deseo... la tortura... con él.

Odiaba ese suéter. Y sin embargo, se lo puso.

Un largo y entrecortado suspiro salió de sus labios en el tiempo que, poco a poco, la prenda se amoldaba a él. Fue casi un respingo, una bocanada de aire, un extraño instante en que su corazón se detuvo pero a la vez comenzó a latir de nuevo. Un escalofrío lo recorrió al sentir la prenda helada, como si su espina estuviera tan consciente como él de que estaba cometiendo una tontería, pero que nada podría ser más placentero que esa tontería.

No pudo evitar acariciar sus brazos vestidos. Se sentía raro. No estaba muy seguro de qué hacía, o porqué. ¿Cómo se suponía que iba a superar todo, si volvía a tirarse al vacío él mismo con cosas tan estúpidas...?

Y sin embargo... sonrió.

—Parecieron siglos desde que... me lo puse...

Abrazándose, se mordió el labio. Era una sensación a la vez horrenda y placentera. Tenía miedo de que alguien lo atrapara así, y el recordar los momentos con el suéter no ayudaba en nada, pero no importó. Sentía calor... mucho calor.

—¿Qué estás haciendo? —se dijo, intentando que sonara como un reproche, y sin embargo, se acercó más a una risa incómoda—. Es el mismo suéter en el que te han forzado a hacer tantas cosas desagradables, Pirate...

Escondió su cara en el cuello del suéter, y rió. Se sentía culpable, pero jocoso. Lidiar con esas emociones adversas lo estaba volviendo loco.

Una mínima parte de él quería arrancárselo, convencerse que odiaba a Bon, que odiaba su forma de tratarlo, que no lo extrañaba para nada, que lo estaba superando de a poco... pero mentir era malo. Ese pensamiento le dio una punzada en el pecho.

Una oleada de calor lo recorrió, mientras sus manos delicadamente trazaban el camino desde sus hombros, a su pecho, a su abdomen...

Se levantó lentamente, sabiendo que no podría aguantarse más, y miró de reojo a Freddy, quien seguía durmiendo, totalmente ajeno a su mundo, a sus intenciones...

—Freddy... —susurró, antes de darle un beso en el hombro— lo siento mucho.

Y luego, sin dar más preámbulo, en puntitas de pie se marchó hasta el baño.

Una vez allí, se sentó con cuidado sobre la tapa del inodoro, relajándose en un suspiro. Se llevó las manos a la cabeza, tenso como pocas veces lo había estado. Su cuerpo lo estaba pidiendo a gritos...

—Si me dejo llevar... ¿quién sabe qué pasará después? —se dijo con una sonrisa. Ya no había lugar para la preocupación.

Nada malo podía pasar. Estaba él solo con sus pensamientos. Nadie podía verlo, nadie podía interrumpirlo, nadie podía juzgarlo. Como cuando estaba en el cuarto de Bon, totalmente dispuesto para él, expuesto, indefenso... como si fuera una muñeca con la que se juega y se desecha... frágil, hueca, carente de voluntad...

O, más bien, cuya única voluntad es responderle a los deseos de su dueño...

—Ah... Foxy, qué asco me das...

Y así, al revisar entre sus maltratadas y escuálidas piernas, comprobó que, para su vergüenza y regocijo, se había excitado. 

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