『Quince』
Bueno... Viendo el apoyo que tuve en el aviso... Consideré publicar este capítulo luego de editarlo. Pero les advierto que sigue en pie mi postura. Hago esto porque los amo, ay... Gracias. En serio. Me sacaron más de una sonrisa... ❤
Me siento culpable porque es demasiado corto, pero me costó mucho y alargarlo es un poco en vano, creo ;; espero les guste, ay
***
-Te adoro -gruñó, caminando lenta y pesadamente. Apenas podía mantenerse en pie. -Te adoro, te adoro, te adoro, te ado-...
Cayó al suelo haciendo un estruendo. Sentía que su cuerpo pesaba mucho más de lo que debería.
Le dolía la cabeza, la cadera y las piernas, y acababa de intensificarse por el golpe que se había dado contra el piso. No llegó a poner las manos, por lo que se lastimó la cara.
La falda no le abrigaba nada y tiritaba de frío... pero el odio le quemaba las entrañas.
-Es lo único que sabes decir, ¿no? -rió intentando volver a ponerse de pie sin mucho éxito. Se había mareado. -Me adoras, me adoras con tu alma, ¿no?
No quería reconocer que estaba llorando. Si lloraba, quebraría lo único que le quedaba sano dentro suyo.
Se sentía a un paso del abismo. No entendía nada. Ya nada tenía sentido. Todos los recuerdos empezaron a bombardearlo como nunca lo habían hecho. Todas esas cosas que había pasado por alto, de repente significaban un enorme dolor de pecho.
-Quiero ver a Freddy -sollozó recostándose contra la pared una vez estuvo en pie, caminando más lento que antes. Iba vestido con esas medias oscuras, y la acera le hacía doler y raspar los pies.
Escupió. La boca se le había llenado con sabor a sangre.
-Te adoro, estúpido.
El llegar a la puerta de la casa de Bonnie lo salvó de seguir caminando. Ya no podía caminar ni una cuadra más. Necesitaba dormir, quizás para nunca más despertar.
-Te adoro, te adoro, te adoro... -murmuraba mareado, como si estuviera borracho. -Ya basta. Ya... basta...
Era lo único que podía sentir en la mente. Esa frase le consumía el pensamiento. Quizás era la única forma de no pensar en todo lo demás. Si pensaba que el "te adoro" era lo peor, lo otro quedaría opacado. Al menos temporalmente.
Sonreía para sí mismo con desprecio. Comenzaba a odiarse.
-Bon... -llamó a la puerta. -Bon... nie...
Aunque se sentía cansadísimo, golpeó desesperado. Necesitaba pasar para no tener que seguir fuera. El pensar en un hogar cálido lo hacía sentir frío.
-¡Bonnie!
Las luces estaban encendidas, tenía que estar en casa. Ya era muy tarde, o muy temprano; se acercaba el alba. No podía volver sobre sus pasos.
¿Qué?
-No puedo estar pensando en volver -se quejó dándose un golpe en la cabeza. -¡Reacciona!
Bon había mostrado su peor faceta. O eso creía Fox.
Se odiaba por no dejar de pensar en él...
-¡Déjame pasar! -lloró desesperado. -¡Bonnie!
Sintió que alguien corría dentro de la casa a abrir la puerta y lo recorrió un enorme alivio. Apoyado contra la puerta, casi cae cuando Bonnie la abrió con rapidez.
La expresión del otro no se acercaba a la preocupación, era más bien de sorpresa.
-Fox -lo nombró refregándose el ojo con pinta de cansancio. -¿Qué haces aquí?
-Necesito pasar, por favor -murmuró recostándose contra el marco de la puerta. Las piernas se le vencían.
-Pasa... -bostezó.
No reaccionó el estado de su amigo en un primer momento; parecía más dormido que despierto. Lo más probable era que despertase por el ruido de la puerta.
-¿Puedo dormir aquí? -preguntó Fox limpiándose la boca ensangrentada con la manga. -N-no puedo volver a casa así...
-¿Así cómo? -musitó parpadeando fuertemente, intentando despertarse. Entonces lo miró de cabeza a pies. Abrió mucho los ojos de la sorpresa, e infló las mejillas pensativo. -Tienes razón.
-Te pediría ropa, pero me queda muy chica -bromeó abrazándose para calmar el frío. -Solo sería una noche, por favor.
-Eh... Puedo dejarte mi bolsa de dormir...
-¡Gracias!
-Pero no pases a mi cuarto -se apresuró a decir sonrojándose. -Está más cómodo en la sala.
Fox, agotado y adolorido, no analizó el trasfondo del comentario de Bonnie, y sin pensarlo obedeció cabizbajo.
De todos modos, ya estaba acostumbrado a ello.
***
Más temprano, esa tarde.
No pasó mucho desde la partida de Fox hasta que Springtrap se marchó, con la excusa de que debía volver a casa para alimentar a Bestia.
Tanto Freddy como él se dijeron sin decir, que ahora que Fox no estaba en casa, no había ningún motivo para que se quedara. Ambos no se terminaban de llevar del todo bien, y aunque su relación fuese mejor que la de Freddy con Golden, se generaría un momento algo incómodo, en vano.
Además... Tenía cosas privadas qué atender.
Mientras el castaño se hacía un lugar en el sillón para ver TV y no pensar en nada, el alto de ojos plata caminaba de regreso a su hogar, un par de propiedades más allá. Habría logrado mudarse con Golden a una casita decente, donde también estaba Bestia, hecho una bola de pelos gorda por lo mucho que estaba comiendo. Entre los dos pagaban la renta, parte con la herencia que había dejado el padre del rubio antes de huir.
Aunque lo negara, el hecho de haberse vuelto a encontrar con él, le había hecho mucho daño. Golden sufrió mucho por culpa del abandono, y que el hombre volviera como si nada cuando por fin lo había olvidado, le dolió profundamente. Se notaba en su carácter, y en sus actitudes que súbitamente mostraban desprecio, rencor. Desquitándose contra aquel que pudiera, con la máxima elegancia posible.
-¡Golden, volví! -anunció en voz alta en cuanto cruzó la puerta. -¿Ya estás en casa?
Pero algo lo frenó en seco. Un olor fuerte le hizo arrugar la nariz. Corrió sin pensarlo a su origen, con el corazón en la boca, y se encontró con lo que menos quería. Golden se sentaba cerca de la ventana de su dormitorio, con la ropa desaliñada, despeinado, y fumando.
Tenía una expresión profunda, pensativa, que dejó a Springtrap de una pieza. Sintió cómo un enorme escalofrío lo recorría de cabeza a pies.
El parentesco era asquerosamente enorme.
-¡Golden! -exclamó con cierto enojo. -¡Prometiste no volver a fumar!
El rubio alzó ligeramente la mirada, saliendo de sus pensamientos sin energía, y lo miró torciendo la boca. No pronunció una sola palabra. Su mirada de asco dijo suficiente.
-No me digas que...
-Lo siento -musitó entonces Golden con la voz quebrada, volviendo a su cigarrillo con la mano temblorosa. -No me... estoy sintiendo bien.
Springtrap sabía muy bien lo doloroso que era para Golden ser adicto al tabaco. Era su único modo de huir. De sentirse en paz.
Con las lágrimas asomándose, Spring caminó hacia él, y le estiró la mano. El otro respondió mirándolo con sorpresa, volviéndose a posar el cigarro entre los labios de forma casi involuntaria.
-Suéltalo -espetó, intentando sonar amable, pero firme.
-...
-Golden, dámelo -insistió dando un paso hacia él.
-No sé qué hacer -sollozó, amenazando a tirar el cigarrillo al suelo. Incapaz de hacerlo. -¡No quiero pensar en nada! ¡Quiero olvidar!
-Esta no es la forma... Te la pasas emborrachándote y fumando, ¿Qué haré yo si te pasa algo malo?
-¿Eh?
-No me lo perdonaría. Puedes detenerte.
Los recuerdos latentes de sus errores atormentaban al más bajo, que no era capaz de disimular la forma en que su cuerpo empezaba a temblar. Ahogaba el llanto.
Freddy le había recordado con una simple frase todo eso que por un momento había cegado; pensar en eso le traía bastante rencor.
Springtrap, con disimulo y una caricia muy dulce en el brazo del otro, logró quitar el cigarrillo de entre sus dedos, y acto seguido lo tiró al suelo para pisarlo. Lo rodeó con sus brazos con firmeza, y entonces, incapaz de aguantarlo más, Golden se puso a llorar.
-¿Por qué lo extraño tanto? -lloró, sujetándose a la chaqueta verde musgo de su compañero, creyendo que caería al suelo por las pocas fuerzas que tenía.
-Porque lo amas... ¿No es así?
Quebró en llanto. Ya no hacía falta una respuesta. Ambos lo sabían. El cigarrillo y el alcohol eran costumbres que él le había contagiado sin querer, y ahora las usaba para ahogar esos recuerdos que innegablemente salían a flote.
Pero él lo negaba. Se mentía a sí mismo, para así creer que era verdad que ya no sentía nada. Que era solo un mal recuerdo...
-Tienes que decirle a Fox -susurró Springtrap con todo el disimulo que pudo, a lo que el otro tiritó. No podía. No tenía el valor.
Se quedaron un momento más abrazados, pero a Golden no le gustaba demasiado el cariño físico, y eventualmente se separaron algo incómodos. Springtrap leyó enseguida que el rubio estaba pensativo, incluso después de haber dejado de llorar.
-Spring... ¿Por qué volviste?
-Porque...
Spring hizo una pausa demasiado larga. Normalmente no tendría rodeos para decirlo. Entonces, se dio cuenta.
-... Fox no se fue con Bon, ¿O sí?
-...
Nunca odió tanto que el silencio otorgara. Sintió que el alma se le iba a los pies.
***
[...]
A ver... Déjame recordar. Todo es demasiado borroso.
La... cocina. Estábamos en la cocina.
Fox había bajado antes de mí, tenía que irse... Intenté que se quedara. Es lo último que recuerdo, antes del instante en que me quedé dormido. O algo así, no sé cómo describirlo.
Era de noche, pero no era tan tarde. Papá tardaba en llegar. Reconozco que esa noche le mentí: papá no llegaba hasta el amanecer, tenía "un trabajo urgente". Seguro algún pedido extra por parte de su jefe. Quería tener a Fox para mí toda la noche, eso seguro. No quería que se fuera.
Pero... No recuerdo nada. ¿Qué hice?
-¡No me toques! -fue lo primero que oí. Fox acababa de darme un empujón.
El aire olía a tabaco, a sangre, a sudor. Ya no estábamos, en un instante, en la cocina. Era mi dormitorio. ¿Cómo habíamos llegado ahí? Me invadió un enorme dolor de cabeza. Me sentía desorientado.
-¡Ni se te ocurra volver a tocarme! -gritó, intentando ponerse de pie. Estaba llorando.
-... ¿Qué?
-¡No te quedes ahí mirando, estúpido!
No, no, no... Fox... Me odiaba.
Me odiaba. Estaba furioso. Acababa de insultarme.
Todo me pareció tan rápido y radical que me asustó. Miré rápidamente la escena para intentar ponerme en clima con él y no decir una tontería, como ya era mi costumbre. Lamentablemente, debía acomodarme a ese estilo de vida. Tragué saliva.
Fox estaba sentado un poco más allá, en posición defensiva, con su ropa a medio arrancar y un zapato puesto. Había sangre... El solo hecho de revivir esa imagen me da náuseas. Tenía mis manos ensangrentadas, el piso sucio y un cigarrillo entre los dedos.
¿Por qué estaba fumando? Yo no fumo... No recuerdo haber tenido intención de hacerlo siquiera. De hecho me daba asco.
-¡Bon! -chilló, al ver que yo no reaccionaba. Pero no pude responder. Estaba en shock. Casi me echo a llorar.
-Te he hecho daño -, fue todo lo que pude decir. Entonces, me miró frunciendo el ceño. Parecía confundido, aunque no más que yo.
No recordaba cómo habíamos llegado a eso. Ni siquiera se me pasaba por la cabeza dejar todo en ese estado.
Entonces vi el cuchillo en el suelo. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, y casi me desmayo del susto.
-¡Te he hecho daño!
Me puse a llorar. Los nervios eran incontrolables. Me temblaban las manos, no sabía qué hacer o cómo reaccionar. Todo parecía un sueño. Un muy mal sueño.
-¡Fox...! ¡Lo siento!
-Mejor... cállate. Cállate de una jodida vez.
Al mismo tiempo en que se incorporó pesadamente, casi sin poder mantener el eje, me miró con desprecio. Sentí que el mundo... se me derrumbaba.
Fox me odiaba.
-¡No sé qué pasó! -me apuré a decir en cuanto vi que se marchaba por la puerta. La angustia era enorme; lo estaba perdiendo, y no sabía porqué.
Yo nunca sabía porqué. Incontables veces supuse que era mi incapacidad de enfrentarme a la realidad, pero ciertamente los recuerdos se me bloqueaban de tal forma que no parecía una opción viable.
De todos modos, no es algo que analicé en ese instante, porque pensar era difícil. Mi mente era una maraña debido a la ansiedad.
Un golpe en el hombro para que me alejara, justo antes de que yo volviera a ponerme de pie. Sí, lo entendí, aunque eso no garantizaba que la situación me pasara por la garganta.
Me odiaba. Me odiaba. Me... odiaba...
Apretó los dientes. Quizás para no seguir llorando.
Esas lágrimas que él reprimía las derramaba yo. Mi corazón estaba estrujado en el fondo de mi pecho; sentía que si Foxy cruzaba la puerta, nunca más volvería. Yo ese escenario ya lo conocía, me lo sabía de memoria por la cantidad de veces que lo repetía en mi mente.
Se quitó el zapato con rabia y me lo tiró a los pies. El mensaje era más que claro.
-Foxy... -sollocé. La cara ya me ardía de tanto llorar. -No me dejes...
"Estúpido".
-...
-¡Haré todo por cambiar! ¡Te lo prometo!
"Mentiroso".
Pero seguramente no me oyó. Ya había cruzado la puerta para irse.
Se fue.
"Nadie podría quererte".
El sonido del picaporte nunca me dolió tanto como en ese momento.
No importaba si las cosas se enmendaban. El daño estaba hecho. Yo había lastimado a esa persona que juré cuidar.
"Escoria".
-Me odio... ¡Me odio, me odio!
"¿Por qué no te mueres de una vez?"
¿En qué momento tuve la tijera en la mano? No sabía. Pero sólo había una cosa que debía hacer.
"Nos harías un favor si te mataras, ¿sabes?"
Mercería ser castigado.
"Te mereces todo lo que te sucede..."
La sangre me daba asco. En especial la mía. Era mi esencia, después de todo. Mi esencia podrida.
"Te follaron porque te dejaste, deja de hacerte la víctima."
-Soy una mierda...
"¡Si dejaras de seducirlo...!"
-No merezco amor...
"Te amo".
-No merezco... amor...
"Te amo, Bon".
-No te merezco, Fox...
La tijera cayó al suelo.
-Ódiame...
La sangre no dejaba de salir, pero no dolía lo suficiente. Ya estaba acostumbrado al dolor.
"Muérete, Bon".
Ya estaba acostumbrado a los insultos. Al odio infundado. Podía fingir que nada me dolía.
-Pero...
"¡Ni se te ocurra volver a tocarme!"
No quería admitirlo. La simple idea de perder la confianza de Foxy me calaba el corazón. El dolor era tan real que pensé que lo estaba imaginando.
Si lo perdía... perdería mi único motivo para no haberme suicidado.
Mi vida no valía ni un centavo. Nunca lo valió, o lo hará. Soy lo peor que le pudo haber pasado. Me odio por eso. Me odio por todo. ¿Cuántas veces había considerado quitarme la vida? Sonreía, incluso, al imaginarme muerto bajo un auto o frente al espejo del baño. "Todos estarían mejor sin mí", solía pensar.
Pero Fox sonreía. Me quería. Le gustaba estar conmigo. Me arrancaba, con solo torcer los labios, todas los pensamientos malos aunque fuera por un instante.
¿Por qué no se iba con Freddy, que podía cuidarlo mejor que yo? No lo entiendo. De todos modos, en... algún sentido... era mejor así. Me provocaba un odio tremendo saber que seguro iría por él.
Yo no lo amaba. Pero cada vez que lo abrazaba, sentía ese intenso sentimiento de no querer soltarlo nunca.
No podía perderlo. No iba a hacerlo. Era mío.
Curiosamente, ahora que lo pienso... No recuerdo nada después de eso.
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