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『NUEVE』

Algunos días después, en casa de Foxy.

-Y es que... Se vuelve tedioso.

-¿Tanto así?

-Te adoro, te adoro, te adoro, parece retrasado el muy idiota; como si tanto costase un te amo- hipa. -Tiene menos letras.

-Eh, Foxy, creo que bebiste demasiado...

-¡Todos los días es lo mismo, Golden! ¡Me hace mierda en la cama, y se piensa que con un te adoro sana toda pena! Tremendo pelotudo.

-Y... ¿Por qué no lo dejas si tan... Idiota es?

-Es que...- hipa. -Lo amo.

-No sé si amar a alguien así sea sano para ti, pero si eres feliz, supongo que te apoyo.

-Gracias, Golden, ojalá fueras tú mi novio y no ese pendejo afeminado de mierda...

-Y-ya, listo, demasiado alcohol, mejor métete en la cama.

-Te quiero, Golden.

-Sí, sí, yo también te quiero. Duerme.

-Lo odio, lo odio, lo odio.

-...

-Pero lo amo. Si me deja, me muero.

-No exageres, hay muchos peces en el mar.

-No hay otro, yo lo quiero a él.

-Vale, ya entendí, descansa.

-Quédate conmigo, que luego sueño.

-...

-Golden~...

-Foxy, duerme, luego-...

-Si te digo que te amo, ¿Te quedas conmigo?

-No soy como Bon, lo siento.

***

Era cuestión de entrar a su cuarto y que cerrase con llave. A veces me dejaba solo a ratos. A veces eran horas. Una vez me dejó casi un día entero. Era... Aburrido. Frío.

Me hacía recordar los primeros momentos de relación que tuvimos, en los que me ignoraba. Pero incluso entonces era mas cálido... Estaba él. Ahora me sentía como su perro atado con una correa en el patio.

De todos modos, yo no me quejaba. Sólo revisaba mucho el calendario para no perder la fecha. A veces miraba mi teléfono, para ver la hora, y de tanto en tanto llamaba a Freddy. A los demás no los llamaba casi nunca, vete tú a saber por qué.

Siempre llamadas, nunca mensajes. No quería mandar mensajes. Me daba... Miedo.

¿Y si Bon tomaba mi teléfono y los leía? Sería... ¿Vergonzoso? No, la verdad no tenía idea. Pero no me gustaba esa idea. No habría forma de explicar y que entendiese. Especialmente con Freddy. Sabía lo celoso que estaba Bon de él.

Mientras no estaba, yo miraba el techo. Porque ni baño interno tenía. Comía poco y nada, y mi fiebre iba y venía. Yo decía estar bien, pero nunca me mejoré del todo. Ni siquiera el día que me emborraché. Creo que... Estaba con Golden. La verdad no me acuerdo de nada de esa noche. Sólo espero no haber hecho nada indecente.

Así, lentamente el mes de abril pasó, y llego el día 22. El día de nuestro mesiversario. Cumplíamos tres meses de pareja.

El día anterior había sido bastante grosero conmigo. Pero detenerme en cada uno de nuestros problemas haría que se me agotaran las páginas. El punto que venía bastante parejo. Me... Trataba bastante mal. No diré que era malo, pero algo antipático sí. Yo no podía entender cómo era que yo no le causaba nada. Literalmente nada. Ni siquiera una mueca. Mucho menos si estaba fuera de esas ropas que ya se habían convertido en un ritual. Cambiaban las medias, pero el resto era igual.

Yo, de todos modos, no puedo decir que me comporté elegante. Lo había contradicho de una forma bastante fuera de lugar. Y quise compensarlo. Era lo mínimo que podía hacer.

Yo estaba con él, y los términos, por decirlo de alguna forma, eran claros. Aunque tener que hablar con los chicos a escondidas no me gustaba mucho, al estar con él debía darle todo. Y esa vez, lo haría.

Y no esperaría a que él me lo pidiese. Por primera vez, lo haría por mi propia cuenta.

Lo esperé ya vestido con la ropa de niña de siempre. Aún no había lencería, sin ropa interior. Las medias que encontré guardadas junto a la ropa eran rayadas en cian y negro. Me puse esas ya que no quería revisar sus cosas. Los zapatos serían los mismos, aunque hubiese prometido conseguir más.

Me sentaba en la cama, esperándolo. Me miré los pies vestidos, como de forma juguetona, y me acomodaba la falda para no ver mi entrepierna. Era vergonzoso.

Y aunque parezca mentira, aún no quería verme al espejo. ¿Es tan raro pensar que creí que no vería a Foxy ahí?

Me sentía separado de mí mismo.

Suspiré ante ese pensamiento. ¿Tan así era? Cambié de postura, como despejando los pensamientos, y acostándome, cerré los ojos.

Entonces, recordé la charla que había tenido con Freddy hacía poco.

-Si sigues ahí, es porque quieres, ¿No?

-Pero no sé qué es lo que quiero...

-Pues, búscalo. Lo importante es que tú seas feliz.

¿Era por eso que yo lo hacía? ¿Por buscar mis razones para seguir con él?

Claro, no se sentía tan mal estar vestido así. Aunque por fuera pareciera otro, era algo que se había vuelto nuestro. Me encantaba, en ese sentido. Odiaba verme como mujer, pero amaba la cara de Bon al verme. Lo hacía valer la pena.

Me tomé una pequeña siesta, que sentí de algunos segundos, y me desperté sobresaltado al oír el ruido de la llave abriendo la puerta. Miré por la ventana; el cielo ya anunciaba la noche.

-Foxy, ¿Qué haces vestido así?- me preguntó al entrar, y me acomodé rápidamente para que no me viese acostado como si fuese mi propia cama.

-S-sólo... Quería- respondí refregándome los ojos.

-Ya veo...- dijo asintiendo con la cabeza, como pensativo. -Hoy no te traje nada... Grata sorpresa.

-B-bueno, es lo mínimo que... Puedo hacer...

-¿Sigues con lo de ayer, no?- dijo sentándose junto a mí. Asentí con la cabeza. -Ya dije que lo siento.

-Fue mi culpa- le dije, uniendo mis manos, como avergonzado. -Yo debí decirte que pararas...

-Ya está... Ahora...- dijo, pasando un dedo por mi espina, como enderezándome. -Quiero que me digas qué hiciste hoy.

-Nada, Bon- respondí encogiéndome de hombros. -Lo de siempre.

-¿Te gusta estar adentro?- preguntó. Volví a asentir. -Siéntete como en casa.

-Sí.

Era bastante difícil sentirse como en casa, convengamos. Pero yo decía que sí. No era fácil decir: "me siento como ave enjaulada."

-... Fox- me nombró, con aire interrogativo.

-Dime.

-¿Te gusta?- preguntó, tirando ligeramente de la falda, como refiriéndose a las pilchas. -Puedo conseguir otras si quieres.

-No, me gustan estas. Estoy bien así.

-Si tú lo dices...

Me miraba demasiado. Su mirada me... Incomodaba.

Pero no me resistía. En cierto punto... Me gustaba que me viese así. Me miraba de arriba abajo, como intentando ver bajo la ropa. Como insinuando lo que yo sugería. Me hacía sentir... Deseado. Nunca antes, en todo ese tiempo, me había sentido así.

¿Tan diferente era al decidirlo por uno mismo?

No era igual a cuando me obligaba. Esto era diferente. Yo había decidido hacerme desear. Quería que me mirara, que me... Tocara...

Su mano de a poco se acercaba a mi pierna, acariciando entre ellas, y me hizo abrir las piernas de forma inconsciente. Me miró extrañado, como si no esperase eso de mí.

-Sigue- le pedí, sintiendo que empezaba a agitarme.

-¿Qué hago?- preguntó de forma seductora.

-Lo que quieras- supliqué. Sonó como una suplica. Cerré mis ojos, como intentando escapar, pero mi cuerpo me delataba. Empezaba a desearlo.

Extrañamente, recién a esa altura, empezaba a desearlo de verdad.

Un escalofrío extraño me recorrió, mientras me acomodaba para quedar con las piernas abiertas y las rodillas flexionadas frente a él. Se asomó bajo su cama para conseguir los zapatos, y sensualmente me los puso, besándome las piernas. Era excitante hasta eso. Saber lo que venía después.

-Estás raro hoy- me dijo, aún besándome. -Me gusta.

-Soy tuyo hoy...

-¿Hoy?- preguntó incrédulo.

-Y siempre- respondí con una sonrisa. Llevé mis pies calzados a su cara, acariciándolo con la mayor delicadeza que pude, y su cara de placer y el rubor que se le encendió me puso demasiado. -¿T-te gusta?

-Sí, algo- me dijo, como tiritando. -Has algo más de eso...

Eso... Me encantaba. Sus caras de placer. Me volvían loco.

Quise darle más tocándolo con los zapatos por el torso, bajando lentamente como si fueran manos, apoyando finalmente uno de ellos con delicadeza sobre su entrepierna, moviéndolo ligeramente, haciendo presión.

-F-Fox... N-no...

Eso lo prendía más rápido que todo yo junto. Era algo insultante, pero... No era feo.

Mientras yo lo acariciaba, él me tomaba por las piernas. Yo me daba cuenta que le gustaban mis piernas. Algo bastante raro, no lo niego, ya que son normales. Pero el énfasis estaba en los zapatos. Por poco olvidaba por dónde había empezado todo.

-F-Foxy... Ah~

Jugaba a intentar meterme en su pantalón. Yo pensaba que le hacía doler, pero cuanto más creía eso, más gloriosa era su expresión, y más rojo se ponía.

-D-duele...- decía, pero con una sonrisa que no le concordaba a la frase. -Ah~... ¿Puedo... sacarlo?

Me estaba preguntando algo.

-Claro- respondí, algo confundido ante su pregunta. Normalmente soy yo el que pregunta, y él ordena y responde.

Por una vez, tenía las riendas yo. A medias, pero algo era algo.

-Esto es muy raro- musitó mientras bajaba su cierre avergonzado. -Normalmente sería al revés...

-Sí, eso creo...

-Igual me gusta- dijo encogiéndose de hombros. -Probar no hace daño, ¿No?

-Supongo.

Sacando su pene del pantalón, nuevamente sin bajarlo, comenzó a masturbarse ligeramente, antes que me insinuara que... Lo tocase con los tacones.

-¿No va a dolerte?- le pregunté preocupado. Pero su cara contaba otra historia. Miraba mis piernas y pies con tan poco disimulo que me hacía sentir diminuto.

-Sólo hazlo- pidió mirándome a los ojos, como transfiriéndome confianza. ¿Era posible que le excitara tan notoriamente sólo que lo tocara de ese modo?

Sólo asentí con la cabeza, incapaz de formular palabra, y lentamente, acerqué el zapato a su miembro erecto. Porque sí, ya estaba bastante tieso.

En cuanto la punta del tacón lo rozó, dejó escapar un suspiro tan delicioso que me hizo ruborizar. Sin estar muy seguro de cómo hacerlo, empecé a mover mi pie de arriba a abajo, con cuidado para no pasarme, pero eso parecía ser suficiente. Bon empezó a hacer una serie de expresiones que nunca creí que le vería, explotando esa femineidad que poseía casi todo el día menos, irónicamente, en la cama.

Se sujetaba por su remera con firmeza, y miraba mis piernas con deseo.

-Ah~ m-me... ¡Ah~!

Con más confianza, me puse a tocar por debajo, en su zona más baja, y sacó ligeramente la lengua con expresión de éxtasis. Yo me excitaba de sólo verlo, ya que no podía entender cómo ese tacto tan simple y raro podía encenderlo tanto.

-F-Foxy~ se siente... B-bien- dijo entre gemidos y suspiros. -Me gusta...- sonrió, y un hilo de saliva se le deslizó por el labio, haciéndolo morderse. Qué delicia...

Yo lo deseaba a él, sin terminar de digerir lo mucho que estaba siendo excitado por el sólo zapato y no tanto por mí. Lo miraba detenidamente, adentrándome en sus ojos, sus labios... La forma en que se le torcía la boca al gemir, o cuando ponía los ojos en blanco... Yo me iba a correr de sólo verlo.

Pero quería tocarlo. Sabiendo incluso que quería compensarlo nada más, lo deseaba tanto que sentía que me volvería loco. Quería ser parte de tal momento de éxtasis para él.

Aunque... No lo niego. El mayor punto de placer mío era verlo y desearlo. Era esa sensación de inquietud lo que me gustaba.

-Ah~ ngh...

Llevé mi otro pie cerca de él, y a los pocos segundos lo tomó para ponerlo sobre él también. Lo acariciaba y tomaba como si fuese una zona erógena, y no tardó mucho en tiritar.

-Mh~ ah... Me... M-me vengo- murmuró en un hilo de voz, tratando de ahogar sus gemidos. -Ah-...

-No te reprimas- le dije, y me miró a los ojos, con una mirada anhelante. -Quiero oírte...

Jadeó pesadamente, asintiendo con la cabeza, y volvió sus ojos a los zapatos, antes de moverlos un segundo para acomodarse en su postura. Se sujetó a la cama, antes de suspirar, y me dio el pase para que siguiese. Volví a lo mío, algo dudoso, y en cuanto empecé a tocarlo de nuevo, volvió a sus caras de placer.

De a poco, mirándome de tanto en tanto, comenzó a gemir, como liberándose, y echó su cabeza hacia atrás antes de decir mi nombre. Qué bello era... Algo tan simple como poner determinada cara con mi nombre en sus labios volvía un segundo en un fotograma eterno.

Seguí trabajando así, hasta que, en el momento de su mayor placer, su voz se revolvió en maravillosos sonidos de placer, terminando en un grito ahogado. Quizás el más hermoso que yo escucharía nunca.

Quedó en su postura durante unos segundos, jadeando, y yo me deshice de mi posición. Alejé los zapatos, y me puse de rodillas frente a él para tenerlo cara a cara.

-Bon, ¿Estás bien?- le pregunté al verlo estático.

-Perfecto...- respondió tras un silencio corto, y me miró sonriente. -Aunque... No me gusta... Gemir...

-¿Por qué?- le pregunté extrañado. -Si lo hacías recién.

-Es que... Nada, es cosa mía. No te preocupes.

Lo rodee con mis brazos, y lo acaricié por un rato. Yo tenía el bendito problema de seguir excitado, y aunque no dije nada, al poco rato reaccionó que sólo él había terminado. Creo que mi respiración pesada era demasiado evidente.

-¿Quieres seguir?- me preguntó abrazándome también.

-Sólo si tú quieres...- susurré.

-Pero esta vez domino yo- me dijo en tono divertido, mientras llevaba sus manos a mi cintura. Asentí con un sonido de la garganta, y me llevó a recostarme en la cama. -Probemos otra cosa.

-Yo te sigo- respondí.

En cuanto terminé de formular la frase, me tomó por las muñecas, y las puso sobre mi cabeza con una sonrisa seductora.

-Voy a atarte- me dijo mirándome a los ojos, haciéndome ruborizar. -Y tendrás que gemir.

-Has lo que quieras- le dije en un hilo de voz, mientras el corazón se me disparaba.

-¿Todo lo que yo quiera?

-Si quieres hacerlo... Hazlo- le dije, como aclarando mi punto.

Me miró con detenimiento, antes de aclarar:

-Pero debes obedecer.

Asentí con la cabeza.

No tenía ganas de rodeos. Quería ser suyo. Seguía deseándolo, me había dejado con ganas de hacía un momento. Aunque las palabras salían fácilmente de mi boca, por dentro me moría de nervios a lo que pudiese hacerme. Tampoco imaginaba demasiado, tenía la desventaja de la duda y la inocencia.

Fue y volvió del escritorio a buscar su corbata roja, y apoyó uno de sus pies en el borde de la cama.

-Da la vuelta- me ordenó secamente, y tímidamente acepté, quedándome de cara a la cabecera de la cama.

Pasó su dedo por mi espalda, haciéndome inclinar hacia adelante, quedando de cuatro tras entender el punto, y se arrodilló en el piso para ocuparme desde ahí. Tomó mis dos muñecas, y las tiró, llevándome a la cabecera. Ésta tenía barrotes, y acercó mis muñecas a uno de ellos. Posicionándolas sobre mi cabeza, las ató con un nudo que difícilmente sería desatado.

-Y ahí te quedas- me susurró en el oído, para darme un beso en la mejilla.

Yo tenía la vista a la pared. Ya no podía verlo. Estaba en una postura algo incómoda, para agregarle el hecho que me bajó el cuerpo el máximo que pudo, para que mi abdomen rozara las sábanas. Pero mis manos seguían en la misma altura, y dolía. De todos modos, no me quejé.

Sentí que volvía a subirse a la cama, tras de mí, y me tomó por la cintura con firmeza, haciendo tocar mi trasero con su entrepierna. Abrí las piernas para estar cómodo, y empezó a moverse delicadamente, sin penetrarme.

-Si quieres que pare, sólo gimes más fuerte.

-V-vale...- contesté tragando saliva, aunque no era nada lógico, por supuesto.

Yo no pensaba con claridad. Estaba... Cegado. En cuanto sentí su mano acariciar entre mis piernas, cerré los ojos, y me dejé llevar por ese chico que tanto me dominaba tanto física como mentalmente. No me importaba nada.

-Estás bastante... Dilatado- dijo entre risas acariciando sobre la zona de mi entrada. -Esto será más fácil de lo que creí...- murmuró con picardía.

Sus labios se posaron delicadamente sobre mi trasero, mientras sus manos acariciaban mis piernas. Mi respiración pesaba, y mi cuerpo estaba estático. No podía moverme demasiado. La atadura me lo impedía.

Poco a poco dejaba de ser dulce, para usar su lengua y dedos. Atentaba a penetrarme pero no lo hacía; ese juego sentía que me iba a hacer perder la cabeza. En el mejor de los sentidos.

Contenía la respiración para no hacer ruidos raros, y aun así, los gemidos escapaban de mi boca. Sabía exactamente qué hacer para hacerme hablar. Parecía que conocía más mi cuerpo que yo mismo.

-No creas que voy a dejarte callar...- me dijo en voz baja, y besó mi espina, dándome un escalofrío. -Dije que tendrías que gemir... Y si no lo haces por ti mismo... Deberé obligarte.

-¿Y cómo harás eso?- lo reté entre risas, aunque mi voz sonó rara por la excitación y la postura.

-¿Me estás poniendo a prueba?- dijo metiendo bruscamente un dedo por mi entrada. Un quejido se me escapó por la sorpresa, y escuché que reía amargamente. -Sé que te gusta que duela.

-¿Q-qué?

-Te gusta que duela- repite separando las sílabas, como remarcando el efecto que quería con la frase. -¿O vas a negármelo?

No pude responder a eso. A mí no me gustaba, ¿Por qué estaba él tan seguro de eso? ¿Era por eso que me hacía doler? ¿Porque sabía que me...? No, ¿Creía, que me gustaba?

-Responde, adorado mío- me dice en tono burlón. -¿Te gusta, o no?

Y mete varios dedos juntos de una sola vez. No sé si eran dos, tres, cuatro o todos, pero me dolió tanto del envión que temí chillar. Pero no. Sonó más como un gemido. Acababa de gemir ante eso.

Mi cara se puso tan roja de la forma en que me había hecho poner que quise que me tragase la tierra. Estaba mal. Muy mal. Nunca había querido ahogar un gemido tanto como en ese momento.

-¿Lo ves?- murmura moviendo sus dedos en mi interior. -¿O es que no te duele?

-B-basta- pedí, sintiendo que los ojos se me llenaban de lágrimas. -No q-quiero que duela- dije con la voz ahogada. No debía gemir...

-Tu cuerpo corresponde bastante bien- se burló, haciendo diferentes movimientos con sus dedos en mi interior, y tomando con su otra mano bruscamente mi pene. Y era innegable; estaba muy erecto como para decir que no me gustaba.

Mi mente decía una cosa, pero mi cuerpo otra.

-Quiero que gimas- dijo masturbándome sin cuidado. -Has esos ruidos tan bonitos...

-Ah... B-Bon... ¡Ah~!

-Eso es...- me felicitó como a un perro, dándome otro beso en la espina.

-¡B-basta, duele!

-Es el punto...

Él no era así. No. Él no actuaría normalmente así... Me lo hacía a propósito. Él sabía lo que me provocaba diciendo esas cosas, exponiendo lo que él sentía que yo pensaba.

Porque... Por alguna razón, sus palabras tenían un efecto muy fuerte en mí. Él siempre tenía razón, pensaba yo.

Pero era porque sus palabras se convertían en verdad. Para mí, su palabra era todo. Su... Aprobación era todo. No podría haber vivido con su rechazo.

Él decía te gusta, y me gustaba. Era como un juego eterno de Simón dice.

Si me gustaba o no antes de eso carece de importancia. Porque yo estaba convencido de que sí. Ni siquiera recuerdo si realmente me gustó en un primer momento.

-Ah~... ¡Ah~!

-Me encantas...- murmuraba, mientras me besaba por mi parte trasera.

Siguió así por un rato, hasta que sintió que mi cuerpo se relajaba porque, por la costumbre, ya no dolía, y yo sólo sentía placer. No tardé ni un momento en sentirme totalmente bien que quitó los dedos, para meter su pene de una vez.

A pesar que me había dilatado un poco, la entrada fue demasiado brusca, y me tiró hacia adelante; casi me golpeo con la cabecera.

-¡AH!

Un grito se me escapó de los labios, mientras me sujetaba por el pelo para tirarme hacia atrás, y se adentraba al máximo que podía en mí.

Pronuncié un quejido entrecortado, ahogado por el dolor pero aumentando por el placer. No pude pronunciar palabra en el primer instante, pero no hizo falta. Sabía él que me había gustado.

-No puedo creer que sigas estrecho- dijo Bon intentando moverse. -Relájate...

-N-no puedo...- dije con la voz hecha un hilo. -Ah...

Tirándome de la coronilla hacia atrás, entró y salió lentamente un par de veces, y a cada intento dolía más. Pero mi voz también se intensificaba.

-Entonces era cierto- dice, pero noté esfuerzo en su voz también. -Te gusta, ¿No...?

Por alguna razón, la molesta atadura se convertía en un acompañante al momento. Porque yo intentaba liberarme, pero no podía, y eso me encantaba. Estaba totalmente a su merced, no podría poner resistencia aunque quisiese. Ese dolor que me infligía...

-Ah~... S-sí...- respondí con timidez, ganándome otra estocada. -¡Ah~!

Sacó sus manos de mi pelo para llevarlas a mi cintura, para así sostenerme con facilidad. Comenzó a moverse más rápido, mientras me pegaba, tomaba con fiereza, o maltrataba mi miembro.

Me envolví en un clímax y un éxtasis que nunca pensé que alcanzaría. Empecé a gemir de tal forma que mi voz resonaba en la habitación, la postura me dejaba sin aire y sentía que en cualquier momento mi cuerpo se quebraría.

-M-me... Me encanta...- dije en una especie de sollozo, porque a pesar de todo el dolor me hacía lagrimear.

Bon también gemía. Su voz era tan deliciosa como su cuerpo...

-Di de quién eres...- murmuró inclinándose hacia adelante sin dejar su trabajo.

-T-tu... ¡Ah!

-¿Cómo dices...?

-¡Tuyo, Bon! ¡Todo tuyo!

Me hizo hacer ese griterío histérico durante un rato, que para mí era mucho ya que ni siquiera podía pensar. Realmente, yo no analizaba lo que decía. Estaba ciego, sordo, tenía la mente en otro lado. Estaba tan perdido en él que ni siquiera estaba consciente de mí.

Me había rendido totalmente. Ya no necesitaba pensar. ¿Quién necesita pensar en un momento así?

Tenía los ojos en blanco, la lengua fuera, la voz ronca, ¿A quién le importaba?

Éramos nosotros. Sólo nosotros.

Yo ya era suyo. Me había quebrado. Lo había conseguido.

Ni siquiera me importó cuando terminó sobre los zapatos. No me importó cuando dijo "te adoro". En cuanto me desató, caí rendido sobre la cama, jadeante, lloroso.

Cerré los ojos, creyendo que podría dormir, pero mientras la adrenalina se iba, el dolor volvía. Y ya no era grato.

-N-no estuvo mal, ¿No?- dijo Bon jadeante acostándose a mi lado. -Ambos ganamos.

Yo no podía hablar, y asentí como pude ya que tenía la mejilla contra la almohada y no pensaba moverme.

-Gracias- me dijo sonriente, acariciándome la mejilla. -Nunca pensé que... Haríamos una práctica retifista.

-¿Qué cosa?- pregunté confundido.

-Retifista. Cuando me masturbaste con los zapatos. Es un fetiche- me dijo. Hizo una pausa, pero al notar mi cara de confusión continuó: -Lo sabías, ¿No?

-N-no...- confesé.

-Es el fetiche por los zapatos. Retifismo.

-¿Es el que tú tienes...?- pregunté sin terminar de atrapar la indirecta. Como digo, estaba agotado.

-Nunca nadie había accedido a hacer esas cosas conmigo. Gracias.

-Te amo, Bon- suspiré con aire enamorado, haciéndolo reír.

-Empiezo a sospechar que eres masoquista- bromea.

-Tal vez...

Me rodeó con sus brazos entre las sábanas, como una madre protege a su hijo, y dándome un beso en la frente, se acomodó conmigo. No tardé mucho en hacerme a ello, realmente era una sensación muy cálida.

-Eres tan tierno- susurró, dándome otro beso. -Parece que ronronearas.

-Estás loco- reí. -Yo no hago nada.

-Ay, tú voz quedó ronquita... Eres como un gatito.

-Bon...- le reprocho en tono de broma, empezando a incomodarme porque sentía calor.

-¿Quieres que te destape?- me sugirió al ver mi cara de acalorado, a lo que le dije que sí. Me destapó, e intenté pesadamente sentarme contra la cabecera, suspirando profundamente.

-Me duele todo...- sonreí.

-Me imagino. Empezando por la garganta. Esos gritos...

-¡Ya basta!- reproché sintiendo que me ponía rojo. -Finge que nada de eso pasó.

-No será fácil- murmuró dándome un pico. -Te veías tan bello... Me encantaría verte tan liberado otra vez.

-S-sí, bueno, no fue menos vergonzoso por eso- murmuré entre dientes, y él me acarició la cabeza, por donde me había tirado antes.

-Quedaste despeinado...- dice riendo, antes de darme otro pico. -Bello.

-Te amo...

-...

Cuando las palabras se formularon, la tierna mirada que tenía en sus ojos se volvió oscura, y miró abajo, como preocupado. Yo no entendía, ¿Por qué no respondía?

-¿Qué pasa?- le pregunté preocupado, pero no levantó la vista.

-Nada...- respondió en voz baja.

-¿Dije algo malo?

-No, ya está.

-Es porque dije te amo, ¿No? ¿Es eso?

Suspiró. Era eso. En vez de decir que sí o que no, volvió a mirarme sonriente.

-Es molesto- me dijo sin titubear. -No me gusta.

-¿Por qué no?- pregunté algo extrañado. Qué digo, más que extrañado. No le gustaba que le dijese que lo amo.

-No lo digas y ya- dijo enojándose. -Es un halago estúpido y vacío. No lo digas.

-Es que no tiene sentido- respondí frunciendo el entrecejo. -Es lo que siento por ti, ¿Tan mal está?

-¡Respétame un momento y calla!- gritó apretando los puños.

Lo miré preocupado, sin saber exactamente qué decir. Lo mejor sería no decir nada, pero me ponía mal verlo así. ¿Tanto mal le hacía la palabra amor? Él una vez me lo había dicho, no es como si no. Pero... Al parecer que se lo dijese yo le caía diferente.

Se tapó la cara con las manos resoplando. Estaba exaltado. Supe que lo mejor sería dejarlo solo, pero en cuanto intenté levantarme de la cama, me tiró del brazo para sentarme otra vez.

-Yo no dije que te vayas- me dijo mirándome con odio.

-Lo siento...

Nos quedamos en silencio por lo que pareció una eternidad. Volví a acomodarme contra la cabecera, recostando mi cabeza, y me abracé las rodillas pensativo. No quería decir nada. Mejor, que él hablase primero.

-Perdón- me dijo tomándose la cabeza. -Pero es que es molesto...

-Entiendo, pero... -respondí suspirando, nervioso ante la duda de seguir la frase o no. -Duele...

-Ya sé que duele, me lo has dicho.

-No me refiero al cuerpo. Me refiero... Aquí- le dije señalándome el pecho. -Duele.

-¿Dolor de pecho?- preguntó. En sus ojos había regresado esa mirada fría...

-No seas así- le repliqué enojado. -Tú sabes a lo que me refiero.

Me miró de forma indiferente arqueando una ceja, como invitándome a seguir la frase. Cuando se ponía en esa postura me daban ganas de escupirle la cara.

-Yo... Te amo, Bon- le dije con la voz temblorosa. -Y... ¡Me duele que nunca me lo digas! ¿Por qué, aunque no me lo digas, no puedes demostrarlo?

-...

-¿Nunca vas a intentarlo, aunque sea?

No me di cuenta cuándo me había puesto a llorar... Era cosas que había guardado por mucho, como para que me mirase de esa forma...

-No tengo porqué hacerlo- me dijo, haciéndome un nudo en el pecho.

-E-es que... Tú... Pareciera que no sintieras nada por mí...

Sin dejar de mirarme, convirtiendo su mirada en despectiva, me respondió. Pero... Sus palabras me dejaron helado.

-Creo que es lo único inteligente que has dicho hasta ahora.

-¿... Qué?

-Si no te digo que te amo, tampoco te lo demuestro, ¿Por qué sigues pensando que te amo?

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