11.
JungKook se ponía bonito para su tercera cita con TaeHyung. De pie frente al espejo, se sintió un poco ridículo de que un alfa provocara todas esas sensaciones en él, pero no podía evitarlo. Por mucho que tratara de no parecer un omega típico a ojos de los demás, lo seguía siendo.
Pero ahora ya nada de eso importaba, porque TaeHyung lo quería así, y él no podía ser más feliz con eso. Echó un rápido vistazo a sus ropas oscuras y anchas, las que solía vestir antes de conocerle a él. Meses atrás su madre siguió insistiéndole en que cambiara de ropas y vistiera como un omega apropiado, pero él simplemente la ignoró como muchas otras veces.
La aparición de TaeHyung fue lo que le hizo replantearse que, tal vez, debía mejorar su imagen para el alfa. No había olvidado las hirientes palabras de su madre cuando TaeHyung empezó a cortejarle después de su primer encuentro.
"Siéntete afortunado. Ningún otro alfa querría cortejarte como lo está haciendo este joven alfa. Me sorprende que le hayas gustado".
Por mucho que le doliese, él también se preguntaba qué tenía para que TaeHyung se hubiera interesado en él, pudiendo tener a cualquier otro omega más sumiso y educado. Y es que detrás de esa fachada de omega despreocupado y malhumorado, JungKook escondía una personalidad insegura que nadie conocía. Y quizás por eso motivo, en esos instantes, aún no eligió qué ropa ponerse para su cita.
Finalmente, y cuando vio que el tiempo se le echaba encima, se decantó por un jersey y unos pantalones que se ajustaban a sus piernas. Se colocó el pendiente que tanto gustó a TaeHyung cuando se lo vio puesto, y salió de su cuarto, escuchando a su madre desde el comedor deseándole suerte o, en otras palabras, que no la fastidiara.
JungKook no se molestó en contestarle. Cerrando la puerta de casa, vio a TaeHyung esperándole en la otra acera con una sonrisa frente a un coche recién comprado, cortesía de los padres del alfa.
— Te ves hermoso, bebé —le saludó con un beso en los labios.
—No soy un bebé —replicó rápidamente.
—Mmm... Cierto, eres mi bebé.
El omega quiso volver a replicarle, pero en su lugar, dejó que TaeHyung le abrazara, sintiéndose pequeño a su lado. El alfa tenía ese poder sobre él, pero en vez de enojarle, le hacía sentirse bien.
Como era de esperar, TaeHyung le llevó a cenar a un sitio romántico fuera de la ciudad. Le gustaba que el alfa le llevara siempre a lugares distintos y que no le importara conducir por más tiempo. Esta vez le había traído a una barbacoa, y JungKook no pudo ser más feliz, porque le encantaba la carne.
—¿Te gusta el sitio? —le preguntó el alfa.
—Mucho.
Tomaron asiento frente al otro, sonriéndose y tomándose la mano por encima la mesa. JungKook miró de reojo sus manos entrelazadas y pensó que la suya no se parecía en nada a una mano delicada y pequeña. Era más bien grande y venosa, pero a TaeHyung no le desagradaba y eso le ponía contento.
—Te traje un regalo —anunció este.
La noticia le causó emoción, queriendo saber qué le compró. El alfa sacó una pequeña cajita de su bolsillo, y por un segundo, JungKook tuvo la ridícula idea de que se trataba de un anillo, pero aún era demasiado pronto para ello, se dijo.
El omega sujetó la cajita y la abrió para descubrir un hermoso pendiente de plata. Sin perder el tiempo, se quitó el que llevaba puesto y se puso el nuevo, sonriendo, encantado.
—Te gusta mucho por lo que veo —comentó, queriendo tener un espejo para verse.
—Me gustas más tú —respondió TaeHyung, extendiendo una mano y acariciándole la mejilla—. Pero sí, te ves muy bien con él.
JungKook respondió a esa caricia liberando sus feromonas, agachando la mirada, avergonzado.
—Aún no he decidido quedármelo —replicó, haciéndose el duro, aunque en el fondo se estuviera muriendo de ternura.
TaeHyung lo sabía, ya conocía su carácter y sus intentos por parecer frío, cuando en verdad era tan dulce como un algodón de azúcar.
—¿No? Entonces devuélvemelo —dijo, siguiéndole el juego.
—No, ya no. Ahora es mío.
El alfa alzó las manos en señal de rendición, divertido porque JungKook actuara así con él. Quizás por eso le gustaba tanto, porque no era como el resto de omegas que conoció.
La velada transcurrió muy rápido para la pareja, y antes de darse cuenta, ya estaban pidiendo los postres.
—Este helado se ve delicioso —dijo JungKook, señalando el postre en cuestión.
—Debe tener muchas calorías, ¿por qué no escoges algo más ligero? —sugirió—. Te sentará mejor y así mantendrás tu figura.
El rostro de JungKook decayó ligeramente, decepcionado porque esperó compartirlo con él, pero le hizo caso. Si lo decía el que iba a ser su alfa, no podía estar equivocado, ¿no?
—Tienes razón —contestó, esbozando una sonrisa
No era la primera vez que Traen actuaba así con él, pero JungKook no le daba la menor importancia. Eran cosas tan pequeñas e insignificantes, que rápidamente se olvidaba de ellas. En su segunda cita, el alfa lo impregnó con su olor, sorprendiendo a JungKook, quien no esperaba esa acción tan precipitada. Sin embargo, no protestó porque entonces TaeHyung le sonrió con ternura y le besó, mientras le decía lo hermoso que era.
La velada terminó poco después, pagando el alfa y yendo con JungKook de nuevo hacia el coche, donde hubo besos y roces por encima la ropa. Luego, pasada la medianoche, TaeHyung le invitó a dormir a su casa.
—Solo dormir —aclaró, ante el rostro de alarma que puso JungKook.
—¿Solo dormir? —repitió, haciéndose el duro—. ¿Podré abrazarte y ocupar más de la mitad de la cama?
—Como quieras —concedió con una traviesa sonrisa—. Pero debes saber que me gusta dormir desnudo haga frío o calor.
El rostro JungKook se calentó, sus feromonas alterándose ante la perspectiva de dormir con el alfa desnudo.
—¡No...! ¡No es cierto! —replicó acalorado, viendo a TaeHyung fruncir la nariz por las feromonas que estaba soltando.
—¿Quieres probarme?
JungKook tragó duro, preguntándose qué hacer. Si bien TaeHyung le prometía que no harían nada, tenerlo desnudo a su lado le alteraba demasiado. Como no respondió enseguida, el alfa aceleró un poco el asunto.
—Te haré sentir bien, bebé.
Y de nuevo, esa sonrisa tan seductora le atrapaba. Se besaron un rato más hasta que TaeHyung condujo hasta su casa, satisfecho porque su relación con JungKook estaba avanzando como él quería. Por otra parte, el omega se preguntaba si estaba haciendo lo correcto al quedarse a dormir con TaeHyung. Lo veía un poco precipitado, pero como le pasó otras veces, lo aceptaba sin más.
TaeHyung era bueno con él. No era un mal alfa, y siempre procuraba tener todo tipo de detalles bonitos.
Desde un comienzo que permitió a TaeHyung dominar esa relación, mientras él se dejaba querer, ignorando las pequeñas señales que estuvieron siempre ahí.
Desde su charla acerca de quitar a JiMin de la escuela, que TaeHyung experimentó un sutil cambio en su forma de actuar. No volvió a levantar la voz ni a imponerse como alfa sobre JungKook o sobre sus hijos. Todo él se suavizó para que su omega no le tuviera miedo o evitara su toque. Pero sus crueles palabras calaron tan hondo que el rostro de JungKook se asemejaba cada vez más a una pared de piedra.
Cuando le despidió para irse a trabajar, sintió esa frialdad al ir a darle un beso, pero JungKook puso la mejilla, esquivándolo deliberadamente.
—Nos vemos a la noche, mi amor.
El omega sólo le respondió con un asentimiento de cabeza, cerrando la puerta y su rostro decayendo por la pena. Hacía semanas que se quedó sin lágrimas, pero eso no era impedimento para que se respirara un ambiente de tristeza en toda la casa.
JungKook tenía sus dudas respecto a TaeHyung y si realmente cumpliría su promesa. JiMin solo era un niño, y sin importarle lo que dijeran los padres de Lee, jamás permitiría que a su hijo, su bebé, su cachorro, le condenaran a pasar su próximo celo con ese alfa detestable.
Por si fuera poco, su otro cachorro, Jin, estaba muy deprimido desde su "ruptura" con Geum. Lo más doloroso para él fue la breve conversación que tuvieron un día después de que eso sucediera.
— Mamá, no quiero que ningún alfa me corteje. Son todos iguales.
Jin esperó para quedarse a solas con Jungkook y confesar lo que pensaba. Éste, quien tendía la ropa en la pequeña terraza, comprendió cómo se sentía, y pese a que hubiera podido alimentar esos sentimientos de repudio, optó por no hacerlo.
—Eres muy joven aún —había dicho, mientras Jin le entregaba una prenda del cesto—. Cuando seas más mayor, decidirás si quieres compartir tu vida con un alfa, y si es así, estoy seguro de que elegirás el correcto.
—Pero...
—Si decidieras no estar con ningún alfa, me parecería bien también. Pero eso es una decisión muy importante, y todavía te queda mucho por conocer. Elijas una cosa u otra, yo te apoyaré. Lo más importante es lo que tú quieras.
Jin parecía decepcionado porque esa no era la respuesta que esperó oír. Aun así, reflexionó profundamente.
—Yo quería cortar con Geum —declaró con firmeza.
—Y eso está bien, pero quién sabe, tal vez aparezca un alfa mejor que te quiera de verdad.
—No —contestó rápidamente—. Yo solo te quiero a ti.
Jin se abrazó a su mamá, recostando la cabeza en su hombro. JungKook sonrió enternecido, liberando feromonas de amor. Si algo tenía claro, era que jamás presionaría a sus hijos para que encontraran un alfa como lo hicieron los suyos con él. Ellos eran libres de elegir, y se aseguraría de que no cometieran sus mismos errores.
JiMin, encerrado en su habitación, su refugio, se entretenía dibujando una serie de viñetas que contaban la historia de un conejo boxeador llamado "Cooky" y sus dos amigos. Pintar se le hizo pronto aburrido y en su cabeza, imaginó una historia donde Cooky, un bonito conejo rosa, fuera muy fuerte y venciera a todos sus oponentes; algo que él nunca sería.
Quería enseñárselo a su mamá cuando terminara la primera tira de viñetas, imitando el estilo del cómic. Le entristecía saber que estaba siendo un cobarde por permanecer en su habitación y no salir, y aunque lo intentó varias veces, justo cuando estaba a mitad del pasillo, las náuseas y temblores sacudían su cuerpo al oler las feromonas de su padre.
En más de una ocasión, despertó por la noche, colándose en el baño y vomitando producto del malestar de su propio cuerpo. Con ojos llorosos, regresaba a la cama, cubriéndose con la sábana y deseando dormirse para olvidar, aunque fuera solo por un par de horas, la imagen repetitiva de Lee marcándolo imperturbable.
Los golpes suaves en la puerta le advirtieron de quién estaba detrás de ésta: Jin. Él siempre llamaba tres veces antes de entrar en su habitación.
Como el silencio era su respuesta, su hermano abrió la puerta y entró, y a juzgar por su expresión, pudo adivinar qué venía a decirle. Se le adelantó antes de que llegara a su lado.
— YoonGi no me quiere.
No era una pregunta; lo estaba afirmando.
Jin se vio abatido, todavía dolido por el comportamiento de los que se suponía que iban a ser sus alfas.
—Es un imbécil, como Geum.
JiMin estaba enterado de que su hermano dejó a Geum, y pese a no preguntárselo, supuso que, en parte, era por él. Se frotó los ojos, negándose a llorar por mucho que su corazón ardiera al saber que YoonGi ya no le quería.
—No importa —mintió, sintiendo que le escocían los ojos—. Tampoco le quería tanto.
Jin pudo oler las feromonas de tristeza que soltaba su hermanito, y como él, se frotó los ojos para no llorar frente a Jiminnie, porque él era el hermano mayor y tenía que ser fuerte.
Se subió a la cama, sentándose frente a él con las piernas cruzadas. JiMin dejó de dibujar, escondiendo la libreta detrás suyo, temiendo que Jin le preguntara por el dibujo, pero al contrario de lo que pensó, su hermano sólo le abrazó, sorprendiéndolo por ese gesto tan inesperado. No recordaba la última vez que Jin le abrazó, pero se sintió tan bien que un par de lágrimas escaparon de sus párpados.
—Lo siento, Minnie.
No sabía por qué se estaba disculpando, pero fuera lo que fuera, estaba seguro de que lo tenía olvidado.
—¿Por qué dices eso? —preguntó, limpiándose una lágrima que caía por su mejilla.
—No me porté bien contigo —sollozó Jin, sin separarse de él—. Cuando era pequeño siempre pensé que querías robarme a NamJoon y a mamá porque solo te hacían caso a ti. Te odié porque todos en casa te adoraban cuando naciste. Siento todas las cosas malas que te hice —continuó, sorbiendo por la nariz—. Fui yo quien robó tu conejito de peluche, el señor Bobby, lo tuve secuestrado todos estos años en el fondo de mi armario.
JiMin soltó una risa mezclada con su llanto. Por un momento, se vio a sí mismo llorándole a su mamá con tres añitos porque el señor Bobby desapareció de su cama una mañana sin dejar rastro. La búsqueda fue exhaustiva, pero nunca encontraron su paradero. Para compensar, JungKook le compró otro conejo, pero no era el mismo. JiMin se la pasó llorando una semana entera, ignorando que el señor Bobby estaba más cerca de lo que creía.
Siguió recordando otros momentos, todos ellos de Jin echando a perder su castillo de arena, pellizcándole el brazo, asustándolo por la noche, burlándose de sus mejillas y otras muchas cosas que le hizo durante su infancia.
—Te perdono —dijo, cogiéndole de las manos y mirándole a los ojos—. Yo te quiero, Jinnie.
—Yo también te quiero, Minnie.
Ambos hermanos se sonrieron con los ojos llorosos, de alguna manera haciendo las paces entre ellos, sobre todo por parte de Jin, quien guardó sus sentimientos por mucho tiempo. No era un alfa como NamJoon para poder protegerlo, ni tampoco era su mamá, pero quería hacer todo lo que estuviera en sus manos para hacerle sentir mejor.
JiMin siempre sería su hermanito pequeño.
TaeHyung vio a JungKook junto a NamJoon en el patio, colgando la ropa que lavó minutos atrás, observándolo unos segundos con evidente admiración en sus ojos: el omega era muy bonito. Su piel pálida como papel era delicada y limpia, quedando muy bonita cuando se sonrojaba porque así el rojo brillaba más. Sus ojitos grandes y coloridos daban un aspecto brillante en tanto sus labios finos eran suaves, dulces para besar. Era más bajito que él, con un aspecto mucho más delicado, pero TaeHyung sabía bien que, en cuanto a personalidad, JungKook no era frágil.
Recordaba que las primeras veces que ellos follaron, TaeHyung tenía mucho miedo de ser algo brusco y herirlo, aunque luego de varias veces entendió que solo eran ideas suyas porque JungKook podía aguantar bien muchas cosas.
JungKook le soportaba a él todos los días, ¿no era eso suficiente?
Viendo que el omega estaba tan concentrado en su tarea, decidió aprovecharlo para caminar hacia las habitaciones de los niños. Jin fue a comprar unas cosas al supermercado por encargo de JungKook así que eso era ideal para TaeHyung, que se detuvo fuera de la puerta antes de suspirar y tocarla.
—¿Cachorrito? —preguntó con voz suave.
Hubo un instante de silencio, tan largo que TaeHyung pensó que quizás JiMin estaba durmiendo. Desde ese día que dormía mucho porque durante las noches tenía muchas pesadillas.
—Mamá está en el patio, papá —respondió JiMin al otro lado, con la voz temblando. TaeHyung mordió su labio inferior.
—Lo sé —dijo para no arrepentirse debido a los nervios—, quiero hablar contigo, Jiminnie.
Más silencio.
—Huelo mal —dijo el niño con voz débil—, mi marca apesta.
TaeHyung ya lo sospechaba, no era necesario que JungKook se lo dijera. Cuando el omega pasaba mucho tiempo sin su alfa, la marca en su cuello empezaba a ponerse amarillenta y fea, soltando un olor a basura.
—No me importa —aseguró TaeHyung—, ¿puedo entrar, cachorrito?
Otro instante sin decir nada y TaeHyung estuvo a punto de rendirse gracias a todo el silencio que se estaba produciendo.
—Bueno, papá...
Giró el pomo de la puerta y la abrió, entrando al oscuro cuarto del niño. Las cortinas estaban cerradas, prohibiendo la entrada del sol, aunque las ventanas se hallaban ligeramente abiertas. El olor de JungKook mezclaba con el de JiMin haciendo que el mal aroma no estuviera tan cargado, pero aun así trato de no arrugar la nariz cuando olisqueó el aire.
JiMin estaba sobre la cama, con pijama y envuelto en sus sábanas. Sabía, sin necesidad de olerlas, que debían encontrarse inundadas con el aroma de su omega porque ese cuarto era ahora casi de JungKook. Ya no pasaba las noches con TaeHyung y si tenía suerte podía recibir un beso al día porque su omega ya no parecía interesado en hacerlo feliz a él.
TaeHyung extrañaba esa época donde todo estaba bien, donde JungKook se acurrucaba sobre su pecho, los niños hacían bromas y esa casa no apestaba a pena.
—¿Pasa algo, papá? —preguntó JiMin sin mirarlo, y TaeHyung vio el temblor de su cuerpo.
Sabía que ahora le tenía miedo a casi todos los alfas, incluso a los de su familia. Odio ardió en su interior por lo que ese alfa le hizo a su cachorrito, pero trató de no demostrarlo porque no era correcto. No era bueno. En esa sociedad tan injusta, TaeHyung se aferraba con desesperación al orden y a las leyes para no resultar castigado.
Y ahora JiMin le pertenecía a otro alfa y él no podía hacer nada sin romper ese orden que tanto le costó asumir.
—¿Puedo sentarme en la cama? —preguntó, con tono suave para no asustarlo.
Lo vio morder su labio inferior con evidente indecisión antes de asentir en silencio, acurrucándose contra el respaldo de la cama para dejarle espacio a TaeHyung.
Cuando era más pequeño, TaeHyung recordaba que lo cargaba del living hacia su cuarto, medio dormido por haber jugado todo el día, mientras JungKook arropaba a NamJoon y Jin en la litera. Luego de eso, JungKook le sonreía, le tomaba la mano e iban juntos a su habitación matrimonial para tener un momento a solas.
TaeHyung recordaba que esos momentos eran muy felices, pero él siempre quería más. Siempre pedía más.
Desde el momento en que JungKook estuvo preñado de JiMin, TaeHyung deseó cada día que ese niño fuera un alfa porque así el estatus de su familia crecería. El gobierno incentivaba a los hogares a tener niños y niñas alfas pues el país creía firmemente que eran ellos el futuro de la nación, así que por cada niño alfa que una familia tenía, recibía un jugoso bono de dinero además de que el padre alfa era promovido de lugar. TaeHyung consiguió ese puesto de trabajo gracias a NamJoon.
Si JiMin hubiera sido alfa, lo habrían ascendido a gerente de la empresa o promovido a otro lugar mucho mejor. Pero fue omega y se quedó dónde estaba.
Él realmente amaba a sus hijos, eran sus bebés. JiMin era su cachorrito lindo y bonito, un omega tan dulce y tierno que quería proteger a toda costa. Pero ahora deseaba con mayor fuerza que hubiera nacido alfa porque sentía que sus manos estaban atadas por completo, ya no podía defender a su propio hijo.
—Con tu mamá iremos a casa de los Lee esta noche —dijo TaeHyung entonces, llamando la atención del omega que se encogió en su lugar—, ¿no quieres ir con nosotros?
JiMin pareció perder el poco color de su rostro que había recuperado antes de negar con la cabeza fuertemente.
—No, no, no —balbuceó apenas con la voz cargada de terror—, lo... lo odio mu-mucho, él... —JiMin sollozó—. Si él me ve, me hablará con su voz alfa para someterme, así como haces tú con mamá.
TaeHyung mordió el interior de su mejilla al escuchar la última frase, vergüenza golpeándolo porque cuando era más joven se prometió nunca usar esa voz alfa con su pareja. Él tendría una linda relación como la que sus padres tenían, pensaba con orgullo. Hasta que mamá se fue de un día para otro.
Eliminó esa naciente idea y se concentró en el rostro temeroso de JiMin.
—Está bien —le respondió con una sonrisa amable—, si no quieres ir, no vamos a obligarte, cachorrito —hizo una pausa pequeña—. Con mamá vamos a tratar de que ese alfa te deje en paz, él ya es grande, ¿no es así? Tal vez le interese marcar a otro omega...
—Tiene dieciséis —confirmó JiMin.
TaeHyung marcó a JungKook con diecisiete y se casaron a los dieciocho. La esperanza del alfa radicaba en hacerle ver a ese chico que JiMin era muy joven para él, todo ese tiempo tratando de evitar pensar en el próximo celo de su hijo. Con trece años, TaeHyung no iba a permitir que JiMin fuera forzado en su primer celo, eso era algo que tenía claro.
—Aunque... — TaeHyung puso una expresión de preocupación—, si te quita la marca va a...
—No dolerá —afirmó JiMinnie, y TaeHyung se sorprendió al verlo tan decidido de pronto—, él no es mi alfa. No lo reconozco como tal. Suran me ha dicho que entonces será como un piquete de aguja.
Suran. La bendita amiga de JungKook.
Trató de no demostrar el desagrado al escuchar su nombre, los celos picando de forma repentina porque detestaba a esa mujer. JungKook parecía muy feliz con ella y eso provocaba que se resintiera, más como estaba la situación ahora porque TaeHyung no era idiota y tampoco un ciego: su marido le estaba evitando por completo y ya no estaba preocupado para nada de él ni de su relación.
Podía entender que su atención se fuera a los niños, pero Suran...
—Mamá te lo ha dicho, ¿cierto? —dijo para cambiar de tema, llamando la atención del niño—, acerca de tu nuevo colegio.
Una sonrisa tímida pareció regresar al agotado rostro de JiMin. TaeHyung se sintió orgulloso de haber sido el causante de eso.
—Sí, me lo ha dicho ayer —confirmó el menor—, gracias, papá, pensé que...
El alfa trató de no adivinar lo que quiso decir el niño porque sabía que no era algo bueno. No sólo JungKook, sino también los cachorros, parecían decepcionados de él y eso dolía.
—Tal vez tengan un club de taekwondo allí también —quiso animar TaeHyung—, ¿te gustaría entrar?
—No —la respuesta brutal lo sorprendió, viendo el rostro resentido de JiMin de pronto—, no quiero que presiones más a mamá por otro cachorro para darme caprichos a mí. Eso no es justo para él. Si lo hubiera sabido, jamás te lo habría pedido.
La acusación cayó como un balde de agua fría sobre el más alto, una parte suya sabiendo que su hijo lo estaba acusando con justa razón, aunque otro lado se molestó también.
TaeHyung fue hijo único de la relación de sus padres y siempre quiso hermanos con los que jugar, con los que compartir. Incluso no tenía muchos amigos –en realidad no tenía– porque era considerado un rarito por su forma de pensar, aunque eso cambió cuando tuvo trece años y mamá se marchó.
Se esforzaba mucho por cumplir los estándares de la sociedad para no ser castigado otra vez, ¿por qué JungKook y sus hijos no eran capaz de verlo?
Un bebé más. Un bebé alfa que les trajera más fortuna y suerte. ¿Era mucho pedir? TaeHyung estaba seguro que otro cachorro sería bueno para su matrimonio, para acercarse otra vez a JungKook, para demostrarle que era un buen alfa y esposo.
—Ese es un tema de tu madre y yo —dijo TaeHyung con firmeza, pero sin querer asustarlo, así que sólo suspiró— Minnie, debes entender que–
—¡Minnie, mira lo que te cooooooooooooooooooompré!
TaeHyung se sobresaltó cuando la animada voz de Jin resonó en el pasillo y de pronto el omega se asomó con una sonrisa que se congeló al ver a su padre allí, su mano derecha levantada sosteniendo una cajita de leche de plátano.
Se instaló un silencio algo incómodo entre los tres.
—Uuuh... — Jin sonrió mostrando sus dientes, aunque sus ojos lucían confundidos—, hola, papá...
El adulto se sentía de pronto algo avergonzado por ser descubierto allí, como si estuviera cometiendo una especie de pecado. Era peor porque sabía que Jin se estaba juzgando que hacía él allí metido luego de tanto.
Se puso de pie.
—Hey, Jin, ya me estaba yendo... —dijo con voz un poco ahogada, incapaz de mirar a los dos omegas.
—Papá.
Se giró para observar a JiMin, que levantó la vista con ojos inundados por la tristeza. Le miró con interrogación y el menor pareció debatirse un instante antes de hablar.
—Si tú... —balbuceó indeciso—, si lo-logras que... que Lee me quite la marca, yo... yo prometo que no dormiré más con mamá. Yo le diré que vuelva contigo —el niño frotó sus mejillas—. Sé que eres orgulloso y no vas a decírselo, pero sé que lo extrañas mucho.
TaeHyung puso una expresión apenada también, asintiendo, pero sabía que no debía pedirle esos favores a sus hijos. No le gustaba que supieran lo mal que estaba su relación con JungKook.
—Gracias, Minnie — TaeHyung se inclinó un poco y pasó su mano por los cabellos sucios del menor, viendo su leve estremecimiento. Se alejó antes de hacerlo llorar— Haré lo posible, cachorrito.
Lo haré por ti, por nadie más. Sólo por ti, prometió mientras salía del cuarto, revolviéndole el cabello también a Jin para calmarlo un poco.
Haría las cosas bien, pensó con la esperanza de poder hacerlo.
JungKook pensó seriamente en ir así como estaba vestido a esa estúpida cena, es decir, con ese pantalón de chándal que usaba cuando estaba en casa junto a ese roñoso pero calentito suéter para demostrar lo importante que era ir a esa tontería. Sin embargo, cuando vio a TaeHyung salir de la ducha con la toalla envuelta en su cintura y el alfa le dirigió una mirada, suspiró con derrota.
No había una orden en sus ojos, ni obligación. Por el contrario, le estaba rogando con los ojos que, por favor, pusiera de su parte en eso.
Se dio una ducha rápida, dejando que el agua caliente relajara sus músculos y salió con las gotas de agua cayendo por su cuello. TaeHyung tenía un cuerpo más trabajado, sus brazos tan tonificados, en cambio él era delgado y con poco músculo, aunque era típico en omegas ese cuerpo, incentivándose a ser lo más menudos posibles.
TaeHyung se volteó a verlo cuando entró al cuarto y notó enseguida sus pupilas dilatándose, su nariz olisqueando su aroma. Su marca pareció arder ante la mirada, aunque permaneció impasible al ir a buscar algo para vestirse.
Pensó que, un día normal, TaeHyung no se habría resistido y sin dudarlo un poco estaría detrás de él, agarrándolo sorpresivamente de la cintura. JungKook soltaría un quejido por el susto para luego reírse al sentir los labios de su esposo acariciando su cuello, su mano yendo al nudo de la toalla para desatárselo, dejando que cayera al suelo, y terminarían en la cama, con el omega cubriendo su boca para no gemir fuertemente y así despertar a los cachorros.
Eso habría sido un día normal. Ahora TaeHyung sólo se volteó para no verlo, abotonando su camisa en tanto JungKook comenzó a vestirse con una camisa negra y pantalones oscuros. Peinó su cabello antes de soltar un chasquido al ver a su esposo batallando con los cordones de sus zapatos y caminó hacia él, inclinándose y abrochándoselos. TaeHyung siempre era un desastre con esas cosas.
Se puso de pie al terminar, arreglando las solapas de las camisas del alfa, viendo su expresión suavizada.
—Te ves muy bonito —le dijo TaeHyung.
JungKook sintió algo dentro de él derritiéndose ante sus palabras e incluso dejó que el alfa acariciara su mejilla en un gesto dulce. Siendo honesto, JungKook estaba muy cansado de todo ese ambiente tenso entre ellos, de apenas hablar, de mirarse sólo cuando era necesario. Cada día se hacía mucho más difícil enfrentar todo eso.
—Vamos algo tarde —recordó JungKook, suavizando también su voz.
TaeHyung asintió.
Salieron del cuarto y JungKook pasó a despedirse de los niños. JiMin estaba con una expresión ansiosa en su rostro, aunque no dijo mucho, recibiendo el beso de su mamá sin reclamo alguno. Al salir se encontró con Jin, que llevaba la consola al cuarto de su hermano menor para jugar con él.
—¿Pasarás la noche con Minnie? —preguntó JungKook, quitándole una mancha de comida a Jin del borde del labio.
—Sí — Jin habló en voz baja también—, no te preocupes, no lo dejaré solo. Estoy aprendiendo a liberar feromonas maternas y a Minnie parecen gustarle mucho.
JungKook sintió algo de pena al oírlo hablar así porque no era normal que su cachorro de quince años hiciera eso. Si estuviera preñado no tendría problema alguno, pero no era el caso, y el omega de Jin estaba actuando como si ya fuera madre.
Decidió no decir nada y se despidió de sus hijos omegas. NamJoon estaba en el living, viendo la televisión con expresión enfurruñada, tratando de disimular que no se sentía algo deprimido por no poder ir al cuarto de Jin para estar con sus hermanos.
JungKook le besó la coronilla.
—Cualquier cosa...
—Sí, mamá, te llamo —dijo NamJoon, antes de ganarse un pellizco en la nariz—. No te preocupes, no pasará nada malo.
JungKook también creyó eso durante mucho tiempo hasta que Lee marcó a su cachorrito precioso.
Salió de la casa, yendo hacia el auto donde TaeHyung ya estaba. No tardó en ponerse el cinturón de seguridad, respirando profundamente para controlar sus hormonas de ansiedad. Siempre fue demasiado ansioso con sus propias emociones, aunque trataba de manejarlas para no hacer un desastre.
Comenzó a morder el pellejo de su pulgar.
—No hagas eso, te haces daño —dijo TaeHyung agarrándole la mano, llevándola a la palanca de cambios junto a la suya.
JungKook se dejó hacer, sintiendo las hormonas de TaeHyung a su alrededor para calmarlo. De alguna forma estaban sirviendo.
— JungKook—llamó la atención TaeHyung luego de varios segundos en silencio—, sé que esto no va a gustarte, pero... pero necesito que dejes este asunto en mis manos.
El omega permaneció en silencio un instante, pareciendo controlarse para no soltar todas las groserías que debía tener en mente.
—Por qué —dijo en cambio, humedeciendo sus labios secos.
—No sé cómo será la familia de ese chico —explicó TaeHyung—, y si ellos...
—Si ellos ven que tengo voz y voto, no nos tomarán en cuenta —espetó JungKook con voz triste—. Ya. Lo sé.
TaeHyung mordió su labio inferior antes de volver a hablar:
—Lo siento, bebé.
JungKook no contestó.
El viaje continuó en silencio hasta que llegaron a la dirección que el padre de Lee le dio. Era una bonita casa con un pequeño patio delantero, las luces principales estaban encendidas, así que ellos no tardaron en acercarse. TaeHyung le tomó la mano, la marca de JungKook volviendo a arder, y esperó a que tocara el timbre de la entrada.
Los segundos pasaron hasta que alguien abrió.
TaeHyung se tensó mientras que JungKook parpadeó en señal de sorpresa.
Un omega, que parecía tener la edad de ellos –incluso un poco más joven– les abrió con una sonrisa tensa en su magullado rostro. Tenía el ojo hinchado y un moretón en su mejilla derecha, sus labios rotos.
—Hola —murmuró el omega, y JungKook reconoció el miedo en su voz—, soy Lee Jongsuk. Supongo que ustedes son los padres del omega de mi hijo, ¿no?
JungKook mordió su lengua para no mandarlo al diablo, desviando la vista de esos ojos inundados de tristeza y dolor.
—Soy Kim TaeHyung —se presentó el alfa—, y él es mi esposo, Kim JungKook.
—Buenas noches —saludó JungKook apenas.
—Pasen, pasen —dijo Jongsuk haciéndose a un lado—, la cena estará lista pronto... Mi esposo está en el living —añadió a último momento.
JungKook sólo dio un paso y ya quería huir de ese lugar, volver con sus cachorros y no permitir que le hicieran más daño. Pero la mano de TaeHyung era firme contra la suya, un torpe consuelo que apenas le mantenía estable.
Entraron al living, elegante y limpio por todas partes. En el sofá, sentado, estaba un alfa con expresión dura, antipática y llena de desprecio que ni siquiera se suavizó cuando su omega le sonrió con tensión.
—Cariño, los padres del omega de Juno —dijo Jongsuk sentándose a un lado—. Señores Kim, él es mi alfa, Lee Yikyung.
—Buenas noches —saludó TaeHyung con ese tono amable y alentador que ponía en esas situaciones—, soy Kim TaeHyung y él es mi pareja, Kim...
—No me interesa el nombre de tu omega —soltó Yikyung poniéndose de pie—, Kim, ¿dónde está tu hijo?
JungKook puso una expresión sorprendida, no tanto por la falta de educación de ese alfa –muchos imbéciles actuaban como si ellos no importaran– sino por la pregunta descarada que hizo. Incluso TaeHyung, a su lado, parecía desconcertado.
—¿Mi hijo? —balbuceó TaeHyung atónito—. ¿Quería que trajera a mi hijo?
Antes de que el alfa frente a ellos pudiera decir algo, otra voz más joven habló:
—¿Dónde está mi omega?
JungKook se giró bruscamente, observando al muchacho alfa detrás de ellos con una expresión de molestia en su rostro. Hizo un mohín de disgusto al sentir la mano de TaeHyung dándole un apretón más fuerte en señal de que no dijera nada, lo que, siendo honesto, estaba costando todos sus esfuerzos.
—¡Juno! —saltó Jongsuk con tono tembloroso—. Ellos son los padres...
—No me importan —le interrumpió Juno a su madre, que calló de golpe—, ¿dónde está el estúpido de JiMin?
Vale, bien, ¿debía quedarse callado?
Abrió la boca para maldecir a ese niño, pero TaeHyung se adelantó:
—No permitiré que hables así de mi cachorro menor —espetó el adulto con tono enojado—. JiMin no quiso venir porque no está interesado en ti.
Un silencio tenso que se instaló en el living. Jongsuk lucía más pálido que antes mientras que el rostro de Yikyung enrojeció. Juno se veía desconcertado por la respuesta que recibió, e incluso JungKook miró a TaeHyung, que tenía la mandíbula apretada.
—¡La comida está lista! —saltó Jongsuk de pronto, pareciendo a punto de llorar, moviendo sus manos de manera nerviosa en su regazo—. Hice mi especialidad, vamos, vamos...
JungKook se compadeció del pobre omega, sabiendo que probablemente iba a recibir un regaño –que fuera un regañó, pensó desesperado– y tomó la mano de TaeHyung, enviando olas de tranquilidad a través del enlace. Su alfa le dio un apretón, su rostro duro como una roca, y siguieron a Jongsuk hacia el comedor, sentándose en la mesa. Yikyung se ubicó en la cabeza de ésta, todavía con una expresión enfurecida, en tanto Lee se sentó frente a TaeHyung. El omega de la casa sirvió la comida, colocándose frente a JungKook una vez acabó, y todos comenzaron a comer en silencio.
—Está muy delicioso todo —dijo JungKook minutos después, mirando a Jongsuk con una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora, sintiendo un poco de ese instinto materno porque el omega se veía demasiado joven y vulnerable.
—Gracias —dijo Jongsuk, sus mejillas adquiriendo un bonito color rojo—, me gusta mucho cocinar, cuando era más pequeño...
—¿Cuántas veces te he dicho que no parlotees en la mesa, omega? —le interrumpió Yikyung de pronto, su ceño fruncido.
Jongsuk cerró su boca, bajando la vista, concentrándose en su plato de comida. TaeHyung arrugó los labios, sintiendo los deseos de JungKook por decir algo, pero el omega a su lado permaneció en helado silencio.
—Pensé que traerías a tu hijo —continuó Yikyung luego de otros minutos—, ahora que está marcado debe pasar tiempo con su nuevo alfa.
—Sí, bueno... — TaeHyung le tomó la mano a JungKook—, JiMin no quiere a su hijo como alfa y quiere que le quite la marca.
—¡No lo haré! —saltó Juno, su rostro enojado—. Yo lo marqué así que ahora es mío, no me importa si él no quiere. Le enseñaré incluso a golpes a que me pertenece.
JungKook sintió la rabia creciendo en su interior, pero se sorprendió cuando notó que no era sólo la suya, sino que era su propia ira mezclada con la de TaeHyung.
—No le tocarás un cabello a mi cachorro —espetó el alfa con su voz grave y ojos entornados—, si JiMin ha dicho que no, entonces es no. Abusaste de él y con mi omega no vamos a permitir que le hagas más daño.
Calidez se asentó en el pecho de JungKook al escuchar a TaeHyung defendiendo a su hijo, sintiendo de pronto ganas de llorar porque era eso lo que quiso durante mucho tiempo. Como estaba la situación, nunca pensó sentir el apoyo de TaeHyung hacia su familia, pero ahora lo estaba teniendo y no se sentía preparado para eso.
—¡Es un omega y ya tiene un alfa! —espetó Yikyung, tan enojado como su hijo—. Ese mocoso de pacotilla se la pasaba provocando a mi hijo y obtuvo lo que se merecía.
TaeHyung se puso de pie e incluso JungKook pareció encogerse un poco por el miedo, porque cuando su esposo se enojaba, todo en él temblaba.
—¿Quieres dinero, Lee? —preguntó TaeHyung, apoyando sus manos sobre la mesa—. ¿Quieres que te pague para que dejen a mi hijo en paz? Porque si es así, dime tu maldito precio ahora mismo.
Silencio. JungKook contemplaba a su alfa con expresión atónita, una parte de él tentada de decirle que no lo hiciera porque, si bien TaeHyung tenía un buen lugar en su trabajo, ¿qué tal si esos cretinos pedían una millonada? El sueldo de su marido no alcanzaba para tanto.
—Tienes que estar bromeando —se rió Yikyung—, es un puto omega, puedes dejar preñado a tu omega para que lo reemplace si quieres.
—¡Nadie va a reemplazar a JiMin! —explotó JungKook, iracundo por las palabras que dijo ese monstruo—. ¡No pienso entregarte a mi hijo, imbécil de mierda!
Se arrepintió enseguida de su arrebato, no por sus palabras sino porque TaeHyung le pidió que dejara eso en sus manos y ahora habló frente a ese alfa conservador que, con toda probabilidad, no dejaba que su omega siquiera opinara en algo.
Sin embargo, TaeHyung no le dirigió ninguna mirada, sólo apretó sus puños.
—Tu precio —exigió.
Jongsuk, frente a él, lucía pálido y a segundos de llorar. JungKook se compadeció del pobre omega, sabiendo con sólo un vistazo que debía ser muy infeliz en esa casa.
Yikyung estaba enrojecido por la rabia, por el disgusto, mientras su hijo temblaba gracias a la ira también.
—¡Quiero a JiMin! —exigió el muchacho—. ¡Cuando llegue su celo, quiero que esté en mi cama para follarlo y enseñarle su lugar!
JungKook pensó seriamente que TaeHyung iba a lanzarse sobre el chico para romperle el cuello, pero terminó bufando con enojo contenido, agarrándolo de la mano de forma sorpresiva.
—Nos vamos, JungKook—le dijo.
No lo dudó un momento, poniéndose de pie para seguirlo, ignorando los gritos exigentes de Yikyung de que volviera. No quiso volverse hacia Jongsuk porque sabía que no podría irse de allí sin llevárselo con él.
TaeHyung salió ferozmente de esa casa, yendo hacia el auto y desactivando el seguro, por lo que JungKook no dudó en subir, incapaz de decir algo porque también sentía algo de miedo al ver la expresión llena de cólera de su marido. Jamás le había visto tan enojado, ni siquiera cuando ellos peleaban.
El alfa encendió el auto, partiendo inmediatamente hacia su hogar, tratando de controlar los pensamientos asesinos que estaba teniendo en ese momento. ¿Qué se creían esos imbéciles hablando de esa forma, con tanto descaro, con tanto desprecio? ¿Realmente creían que él sería capaz de entregar a su bonito cachorro sin reclamar?
En un semáforo, sin poder evitarlo, golpeó el volante del auto.
—¡Mierda! —gruñó, enfurecido.
JungKook extendió sus manos y atrapó sus muñecas para detenerlo, temblando todavía por el temor, aunque sabiendo que era su misión calmar a TaeHyung.
—Está bien —dijo con voz suave—, TaeTae, ya estamos lejos...
—Dios — TaeHyung tomó aire, mirando al omega con unos ojos inundados por la pena—, no pude hacerlo, bebé, no pude convencerlos...
—No pasa nada —aseguró JungKook—. ¿Puedes estacionarte, sol?
El apodo envió una ola de placer por el cuerpo de TaeHyung, la voz persuasiva del omega haciendo efecto inmediato en él. JungKook tenía esa habilidad encima del alfa, hacer que sus palabras le calmaran más rápido que ninguna otra cosa.
Obedeció, avanzando hasta buscar un espacio vacío al lado de la acera, y una vez apagó el auto, vio a JungKook desabrocharse el cinturón. En unos segundos, el omega lo estaba abrazando.
—No pensé que lo fueras a hacer —admitió JungKook, el olor del alfa tornándose más suave, menos agresivo—, todo lo que dijiste, defender a JiMin así...
—Tuve que hacerlo antes —soltó TaeHyung.
—Por supuesto — JungKook se alejó unos centímetros, agarrando la barbilla del alfa—, pero lo hiciste de todas formas.
Antes de que pudiera decir algo más, JungKook lo besó en la boca, suave, lentamente, la conexión entre ellos temblando, estableciéndose. TaeHyung no recordaba sentirse antes tan aliviado en ese momento, y se dio cuenta de la forma en la que dependía de JungKook. El omega probablemente no se da cuenta alguna, pero TaeHyung lo sabía. Tenía claro desde hace mucho que dependía demasiado de JungKook, y eso no le avergonzaba un poco.
JungKook se alejó, sus ojos brillando, sus labios hinchados, y TaeHyung no pudo controlarse, volviendo a besarlo con fuerza. Gimió contra la boca del omega, las feromonas de JungKook inundando el auto.
—Bebé —murmuró TaeHyung una vez se separaron—, KooKoo, por favor...
—Sí, sí —concedió JungKook—, va-vamos a un motel, ¿bueno? Los... los niños deben seguir...
No alcanzó a terminar porque TaeHyung volvió a besarlo, haciéndolo temblar en todo su interior. Llevaba tanto tiempo sin estar con su marido de esa forma que se sintió otra vez como ese omega virginal, que se ruborizaba cada tanto, temeroso de lo que fuera a ocurrir. Ni siquiera estaba pensando bien, ¿no debían volver con los cachorros?
Pero JungKook estaba un poco cansado. Tan agotado, en realidad, de mantenerse fuerte frente a sus hijos, de contener a JiMin por las noches. JungKook quería cariño, mimos, amor en ese momento, y TaeHyung parecía tan desesperado por él, tan enamorado que deseaba más, mucho más.
¿Eso lo hacía mala madre? JungKook no lo tenía claro, y no quería darle muchas vueltas a ese asunto.
TaeHyung se alejó, apenas respirando, sus labios también hinchados, con el rubor cubriendo su rostro.
—¿Seguro? —preguntó— KooK...
—Vamos —insistió JungKook—, unas horas. Sólo unas horas.
No fue necesario que le rogara más, porque TaeHyung encendió el auto y partió al lugar al que siempre iban cuando querían un momento para ellos.
No tardó en llegar y pagar, entrando desesperados, sin alejarse un poco, volviendo a los besos devoradores, enloquecidos, tropezando en varios momentos para llegar a la cama. Cuál de los dos era más veloz que el otro para desvestirse entre ellos, jadeando, gimiendo, dejándose marcas por todo el cuerpo.
—No... no tengo condón... —balbuceó TaeHyung.
—No importa —soltó JungKook, sabiendo que cuando llegaran a casa tomaría el anticonceptivo—, no importa, TaeTae, va-vamos...
No pasó mucho para que JungKook se abriera de piernas, chillando al recibir la primera embestida, sintiéndose tan lleno que terminó enterrando sus uñas en la espalda de TaeHyumg.
—Oh dios, oh dios... —gimió el alfa, apretándole una nalga al omega antes de darle un azote.
JungKook respingó.
—¡No! —exigió, y TaeHyung le miró sorprendido—. ¡No... no quiero azotes, TaeHyung! ¡Sa-sabes que... oooooh!
El omega gimió cuando el más alto lo embistió lentamente, volviendo a apretar una de sus nalgas, aunque sin repetir el azote.
—Sí, vale —jadeó TaeHyung, transpirando, respirando aceleradamente—, lo si-siento, cariño, no... no... ah...
Diez minutos después, JungKook echó su cabeza hacia atrás, eyaculando gracias al orgasmo, y TaeHyung mordió su cuello, su marca, anudando dentro de su culo. El vínculo tiró, se estableció, la pareja mirándose para romper a reír una vez acabaron, juntando sus narices.
Compartieron un beso más, sólo que ahora dulce, tranquilo, y TaeHyung recostó su cabeza contra el pecho del omega, escuchando los latidos de su corazón.
—¿Dormimos un poco? —preguntó TaeHyung, acariciando el cabello desordenado del más alto.
—Sí, los niños no nos extrañarán.
Silencio cómodo entre ellos, ese silencio que llevaban tanto tiempo sin sentir, ese silencio en el que parecían comunicarse tantas cosas entre ellos.
—Te amo —susurró TaeHyung.
JungKook besó la coronilla de su cabello.
—También te amo —dijo, tan feliz porque las cosas iban a ir mejor.
Sólo quedaban unos meses para el invierno.
¡Gracias por leer!
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