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El llanto de SungHoon despertó a BeomGyu a mitad de la noche. Salió de la cama medio dormido, con su cuerpo moviéndose pesado, cruzando el cuarto a oscuras y tomando al bebé que lloraba en la cuna. HeeSeung gimoteaba, seguramente disgustado por haber sido despertado también. TaeHyun se removió en la cama, pero no hizo el amago de levantarse.

El Alfa se apresuró en salir de la pieza, abrazando a SungHoon mientras intentaba calmarlo con su aroma. Esa misma escena se repitió ya una docena de veces desde que TaeHyun fue devuelto a casa tras el parto de los mellizos. La felicidad que trajo consigo el nacimiento de SungHoon y HeeSeung fue superada, en pocos días, por el cansancio y el estrés acumulado.

— Shh... No despertemos a mamá. Necesita descansar — susurró BeomGyu, meciendo a SungHoon contra su pecho. — Papá ya está aquí, no llores.

Besó su cabecita, alejándose del cuarto para que TaeHyun no escuchara el llanto. Se paseó por el salón y el pasillo, tratando de no caer exhausto. Apenas dormía más de cinco horas al día, y no era suficiente para rendir al máximo en el trabajo ni en casa, donde las cosas no eran nada fáciles. BeomGyu empezaba a sentir el peso de la paternidad sobre sus hombros, pero, por el bien de TaeHyun, no se permitió flaquear.

TaeHyun lo necesitaba más que nunca.

Cuando BeomGyu regresó a casa después del trabajo, y encontró a TaeHyun llorando sin consuelo junto con los bebés, no dudó en hacerse cargo de la situación. No preguntó, y sencillamente tomó a su Omega y le limpió las abundantes lágrimas que caían de su rostro. TaeHyun lo abrazó con fuerza, ahogando su llanto descontrolado.

HeeSeung y SungHoon lloraban igual, ahogados en el triste aroma que llenaba su hogar. BeomGyu sintió una mezcla de desconcierto y miedo por no saber qué estaba sucediendo, todo era muy confuso, y lo único que quería era ver a TaeHyun sonreír de nuevo.

Pasadas unas horas, pareció calmarse, disculpándose por el escándalo que provocó. BeomGyu lució preocupado, pero se convenció de que no era nada importante; a veces, los Omegas sufrían algún que otro altibajo emocional. Pero la misma escena se repitió al cabo de unos días. El Alfa actuó como la vez anterior, y TaeHyun volvió a sentirse mejor.

Sin embargo, BeomGyu sentía que algo no estaba bien con todo eso. Cuando no lloraba, TaeHyun tenía cambios de humor demasiado rápidos; se enojaba con el mínimo comentario, incluso si era un halago sobre su aspecto.

"— Sigues siendo hermoso — le decía el Alfa."

"— No, no lo soy. Mi cuerpo se ve horrible."

El Alfa fruncía el ceño, extrañando ver a TaeHyun todo tímido y sonrojado cada vez que le decía que era hermoso y que ningún Omega se comparaba a él. Otras veces se ponía triste con tan solo mirar a los mellizos, y su aroma acababa contagiándolos a ellos también. BeomGyu pensó que la mejor opción era dejar que TaeHyun se tomara un descanso, por ello, casi todas las noches, se levantaba el Alfa cuando los bebés rompían a llorar.

— ¿Gyu?

TaeHyun había salido de la cama, arrastrando los pies, y un ligero aroma a pena los rodeó. SungHoon se removió inquieto, refugiándose en su papá, sin querer mirar a su mamá, y TaeHyun no pasó inadvertido ese gesto.

— Vuelve a la cama, mi amor — dijo BeomGyu, consciente de cómo el estado de ánimo de su Omega afectaba a los mellizos.

— Soy una mala madre... — musitó TaeHyun, su voz a punto de quebrarse.

— No, claro que no — replicó, cariñosamente —, solo estás cansado — insistió.

Pero TaeHyun negó con la cabeza. No solamente era cansancio, era algo mucho más profundo que eso. BeomGyu hizo el amago de acercarse, pero, en cuanto dio un paso, SungHoon gimoteó en señal de protesta. El Alfa no entendía por qué todo estaba siendo un desastre: los mellizos no querían estar cerca de su mamá, y TaeHyun, cada vez que los tenía en brazos, se echaba a llorar sin motivo aparente.

— Lo siento, Gyu. Siento ser tan mala madre — se lamentó TaeHyun.

BeomGyu soltó un suspiro, haciendo un gesto con la mano para que su Omega volviera a la cama. TaeHyun obedeció, regresando al cuarto cabizbajo y dejando en el salón un rastro de aroma, que no le gustó ni a SungHoon ni a BeomGyu. Una vez a solas, el Alfa miró al bebé, notando su corazón enternecerse cuando SungHoon levantó sus manitas, quizás queriendo tocarle. No tardó mucho hasta que logró calmarlo, pues los mellizos parecían querer más la atención de BeomGyu que la de TaeHyun.

Pero eso seguía siendo... ¿raro?

TaeHyun era la madre. Era él quién tenía que cantarle a los bebés para que se durmieran, era él quién tenía que cuidarlos, el que tenía que hacerles dormir. Y, aun así, BeomGyu era quién estaba haciéndolo todo. Solo.

No regresó a SungHoon a la cuna hasta asegurarse de que dormía profundamente. No quiso ver la hora antes de meterse otra vez en la cama, pensando en algo que les ayudara a tener un respiro. Tal vez llamar a su padre para que se ocupara de los mellizos, aunque fuera solo por una tarde. No quería distanciarse mucho de los bebés, apenas tenían un mes, pero TaeHyun lo necesitaba.

Se dio la vuelta en la cama, encontrándose de frente con el rostro dormido de su Omega. Le apenaba pensar que ya no veía esa sonrisa que vio después del parto, y no entendía por qué. El corazón del Alfa saltaba de emoción cada vez que SungHoon o HeeSeung hacían ruiditos con la boca o se reían. En cambio, TaeHyun se la pasaba llorando.

¿Por qué tenía que pasar esto?

BeomGyu se sentía muy frustrado con toda esa situación, pero no descansaría hasta encontrar una solución. No permitiría que sus bebés crecieran con el rechazo de su mamá; él conocía muy bien ese sentimiento, y por nada del mundo querría eso para SungHoon y HeeSeung.

Pero el BeomGyu adulto se pellizcó el puente de la nariz, sentado en su mesa de trabajo, pero sin hacer realmente nada provechoso. Esa misma mañana, se despertó con la idea de comprar finalmente el boleto de avión mientras estaba en el trabajo. Era casi la hora del almuerzo, y el Alfa no lo había hecho aún.

Era ridículo, solo tenía que darle a "comprar" –pues ya eligió la fecha y hora para el vuelo hacia Estados Unidos–, pero, entonces, miles de hipotéticos escenarios acudían a su mente y, en todos ellos, TaeHyun aparecía para gritarle y decirle lo horrible que era. Se cubrió el rostro con las dos manos, notando como toda su determinación se hacía pequeña e insignificante.

No podía echarse atrás, incluso ya le informó a su jefe que iba a tomarse unas semanas por asuntos personales. La noticia no fue en absoluto bien recibida, pero eso era lo de menos. No tenía vacaciones como tal desde mucho antes de que TaeHyun se marchara y, de todos modos, la empresa no iba a notar mucho su ausencia ni nadie le echaría en falta allí.

Los demás empleados fueron a comer mientras él permanecía sentado, con la página web abierta delante suyo. Eligió una tarifa económica, y, aun así, seguía siendo costoso. Incluyó maleta y trasbordo en Estambul y, en total, iban a ser veintidós horas hasta su llegada a Nueva York. Después de llamarse estúpido por quinta vez, le dio a "comprar boleto" y esperó. Tras unos segundos, en los que se procesó el pago, apareció en la pantalla un mensaje confirmando el vuelo, la fecha y hora.

Ya. Por fin lo había hecho.

El avión saldría del aeropuerto de Seúl a las 08:15 a.m del 15 de marzo, lo cual era extremadamente cerca del cumpleaños de TaeHyun, y eso le provocaba un dolor de estómago terrible. Ese sería ya su tercer año sin estar en el cumpleaños del Omega.

Todavía le quedaba el alojamiento, pero pensó en organizarlo mejor esa noche o al día siguiente. No corría con prisa. Sin más, apagó el computador y salió de la oficina, rezagado del resto que ya se marcharon a almorzar. Su padre le esperaba en la puerta principal y, por un momento, BeomGyu se vio a sí mismo de niño, saliendo del colegio y preguntando por su mamá. Borró enseguida ese recuerdo, esbozando una sonrisa cuando su padre lo recibió afuera del trabajo.

— ¿Cómo estuvo la mañana? — preguntó.

— Estuvo bien.

Quería contarle que ya sacó el boleto para Estados Unidos, pero no lo haría en plena calle. Todavía seguía algo paranoico, pero no descartó la idea de que lo estuvieran siguiendo, por lo que tenía que aparentar normalidad.

— ¿Dónde quieres comer? — cambió de tema mientras ambos se alejaban del trabajo. Su padre le había comentado el otro día de ir a almorzar juntos al mediodía, y a BeomGyu le sorprendió su propuesta, pues no salían a comer desde hacía mucho.

No, desde hacía años. Una vez se casó con TaeHyun, e inició su propia vida, evitó por completo quedarse a solas con su padre lo más posible. Esa idea le puso muy triste ahora.

— ¿Recuerdas aquel local de comida rápida que tanto te gustaba? Siempre podías doble ración de tteokbokki — recordó con cierta nostalgia. — El otro día pasé por allí, y pensé que podíamos volver.

— Sí, suena bien.

Su relación iba mejorando considerablemente y, en parte, eso le daba bastante estabilidad, considerando su situación actual. Sandara le aconsejó que dejara atrás su resentimiento y, sobre todo, que dejara de culpar a su padre por la marcha de su madre. Para BeomGyu no era fácil deshacerse de esos sentimientos, porque estos siempre estuvieron tan apegados a él, pero lo estaba intentando. Y supuso que su padre también lo estaba intentando a su manera, y lo apreciaba realmente.

Entraron en el local de comida, un tanto distinto a cómo lo recordaba BeomGyu, pero con los mismos dueños. Les dieron una mesa para dos y, sin necesidad de pensárselo dos veces, BeomGyu se pidió la doble ración de tteokbokki. Después de que su papá pidiera pajeon, el Alfa menor le hizo saber que ya tenía el pasaje para Estados Unidos.

— En un mes más viajaré a Nueva York — dijo, con semblante tenso. — Ya compré el boleto.

Su padre le miró detenidamente, asintiendo en señal de comprensión. Su hijo iba a dar un paso importante, pero tampoco conllevaba que fuera a reencontrarse con TaeHyun. Después de todo, solo era una excusa para que la policía dejara de acosarlo.

— ¿Cuánto tiempo planeas quedarte allí?

— El suficiente para que nos dejen en paz.

MinHo volvió a asentir, conforme. Sin embargo, tenía miedo de que algo malo pudiera ocurrir allá en Nueva York. Quería mucho a su hijo, y aunque le hubiera gustado acompañarle en su viaje, ese era un asunto que solo BeomGyu debía tratar.

— Todo estará bien — le aseguró BeomGyu.

Quería tranquilizar a su padre, pero la verdad era que ni él mismo estaba seguro de nada. Podía pasar todo o nada en ese viaje, y aunque BeomGyu deseaba con todo el dolor de su corazón ver a TaeHyun y a sus hijos, la parte más racional le decía que eso era imposible.

Sus tres hijos de seguro lo odiaban y, con toda probabilidad, TaeHyun habría rehecho ya su vida sin él.

SungHoon cumplió fielmente su palabra. No habló con su mamá de la imagen calenturienta que protagonizó HeeSeung con Ghislaine durante la fiesta de cumpleaños. Con JungWon al margen, se convirtió en un secreto entre los dos mellizos. Si bien HeeSeung no le daba importancia, tomándolo incluso como una anécdota, no se libró de alguna que otra mirada de SungHoon, advirtiéndole que fuera precavido con ese tipo de cosas. Sin embargo, el Alfa agitaba la mano en despreocupación, afirmando que, en realidad, SungHoon estaba celoso de él.

— Ya llegará tu momento — decía en tono burlón.

El rostro de SungHoon se sonrojaba de pena, no teniendo caso insistir más con el tema.

El lunes, HeeSeung y Ghislaine se vieron de nuevo en el instituto, intercambiando risitas, besos y toqueteos entre clase y clase, ambos olvidando el incidente del sábado, el cual involucraba a un horrorizado SungHoon y un desnudo HeeSeung en pleno coito.

El Alfa tenía sus hormonas revolucionadas, sintiendo la necesidad de estar cerca de ella, de marcarla con su aroma incluso. Durante el recreo, se escabulleron sin que nadie les viera en el cuarto de la limpieza, besándose acaloradamente entre jadeos y gemidos bajos. Las manos de HeeSeung, impacientes, se deslizaron con rapidez hacia la falda de la chica, tocando su trasero por encima de la tela, queriendo repetir lo de la otra noche.

Pero, a diferencia de la primera vez, no llegaron muy lejos. HeeSeung recordó que seguían en el instituto y que, además, tenían muy poco tiempo para estar a solas. Tenían que encontrar un lugar adecuado.

Creo que el viernes por la tarde estaré sola en casa — dijo Ghislaine, como si le hubiera leído la mente.

Perfecto — murmuró HeeSeung , dándole pequeños mordisquitos en el cuello.

Ya se inventaría alguna excusa, pensó.

La chica soltó una risita, complacida mientras se frotaba contra el cuerpo de HeeSeung, igual o más caliente que el Alfa. Los gruñidos de deseo pronto se escucharon dentro de ese cuarto, la pareja, jadeante y con las feromonas alborotadas, tuvo que resistir la tentación de hacerlo allí mismo, conformándose con toques superficiales, aunque HeeSeung se permitió meter la mano dentro de la falda, acariciando su zona íntima y oyendo los suaves gemidos que soltaba.

A pocos minutos, sonó el timbre, anunciando que se reanudaban las clases, y causando que el Alfa soltara un leve gruñido de frustración.

Ghislaine se arregló el pelo, haciéndose una coleta y saliendo del cuarto de la limpieza con una sonrisa coqueta en los labios. Le dio un beso a HeeSeung y se despidió de él, haciéndole una seña con las manos, indicando que le escribiría luego.

HeeSeung se quedó en el lugar, esperando a que se le bajara la calentura. El bulto en sus pantalones era demasiado obvio como para andar por los pasillos del instituto.

Por otro lado, JungWon estaba deseoso de que acabaran las clases e ir a entrenar. Jay le había prometido que estaría viéndolo desde las gradas, dándole ánimos para el campeonato. Quedaba menos de un mes para que se celebrará, y JungWon estaba dispuesto a darlo todo. Su entrenador les dijo que iban a realizar un intensivo de tres semanas, y él no pudo mostrarse más emocionado ante esa perspectiva.

Más si Jay estaba a su lado.

Todavía se sonrojaba cuando pensaba en aquel beso. Jay, a pesar de ser Alfa, era muy tímido y eso le gustaba. No le hacía sentirse tonto por querer ir despacio y sobre seguro. Esperaba no volver a equivocarse, pues Jay le gustaba, y mucho. Quería confiar en él, consciente de que no todos los Alfas eran iguales de estúpidos y canallas como lo fue SungJun con él.

Tras cuatro horas de lecciones y apuntes, JungWon guardó todo en su mochila y salió de clase, yendo hacia el gimnasio con la bolsa de deporte cruzando su hombro. Las clases de taekwondo no empezaban hasta dentro de media hora, pero el Omega siempre llegaba un poco antes, haciendo un breve calentamiento en solitario.

Bajó por las escaleras principales y abrió la puerta del gimnasio, pasó por la cancha y entró en los vestidores. Se vistió con el uniforme blanco y se ató el cinturón, guardando el resto de la ropa en la bolsa y saliendo de los vestidores, pisando el tatami con los pies descalzos

Hizo unos breves ejercicios, mirando constantemente hacia la puerta del gimnasio por si aparecía Jay. A diez minutos de que diera comienzo la clase, sus compañeros fueron entrando, saludando a JungWon mientras iban yendo a los vestidores. Su entrenador llegó y, en poco tiempo, ya estaban todos reunidos alrededor suyo, escuchando atentamente en qué consistiría el intensivo.

Formaron parejas, practicando algunas llaves de taekwondo. JungWon no descansó ni un segundo, perfeccionando las técnicas y ejecutando las llaves tal y como le habían enseñado. Recibió elogios, pero no se relajó. Si quería destacar en el campeonato y ser de los mejores, tenía que esforzarse mucho más.

JungWon no quería ser ambicioso, sin embargo, aspiraba en el fondo a alcanzar alguno de los tres lugares en su categoría. Si quedaba primero, en especial, pasaría a las nacionales, y eso significaba viajar a California. La idea de eso le entusiasmaba a más no poder.

Estaba tan concentrado que ni siquiera se percató de que Jay llevaba rato mirándolo desde una esquina. Solamente cuando terminó la clase, JungWon se dio cuenta de que el Alfa estaba allí. Sonrió radiante, corriendo hacia él aunque se viera agotado, mientras el resto de sus compañeros se dirigían hacia los vestidores.

— ¡Viniste! — exclamó.

— ¿Sorprendido? — preguntó el Alfa, encarando una ceja. — Te prometí que vendría.

— Lo sé. Me hace feliz verte aquí.

Jay sonrió tiernamente, abrumado por la sinceridad del Omega.

— Estuviste increíble, Wonnie. De seguro todos te envidian.

— ¿Qué tonterías dices? — se rio JungWon, liberando feromonas de forma inconsciente. — Aún me queda mucho por aprender.

— ¿Si? Estaba pensando que... tal vez, si quieres, podrías enseñarme algo — sugirió con cierta timidez y torpeza.

JungWon lo miró sorprendido, no muy seguro de sí escuchó bien o no.

— ¿Yo? — se señaló a sí mismo. — Yo no... No sé si puedo hacerlo... — murmuró, inseguro.

Jay vio la duda y los nervios apoderarse del Omega, retorciendo el cinturón entre sus manos. Se arrepintió entonces de haber hecho esa ridícula sugerencia.

— Ya, olvídalo. No quería hacerte sentir mal.

— ¡No! Está bien — se apresuró a decir JungWon. En ese punto, no estaba claro quién estaba pasando más vergüenza, si él o Jay. — Puedo enseñarte una nueva técnica que aprendí — dijo, asintiendo conforme.

El rostro del Alfa se iluminó con una sonrisa.

— Gracias, JungWonnie.

JungWon enrojeció de nuevo, sintiéndose algo torpe. Dio gracias que ninguno de sus compañeros estaba allí para verle. Miró a ambos lados y su maestro tampoco estaba, percatándose de que se encontraban solos en el gimnasio. No supo si era porque estar con Jay hacía que se olvidara del resto, pero lo cierto era que, cuando lo tenía a su lado, solo tenía ojos para él.

Antes de mostrarle el saludo previo, le señaló que debía quitarse las zapatillas si quería tocar el tatami con los pies. Jay se disculpó, obedeciendo y parándose delante del Omega, expectante. JungWon empezó con movimientos sencillos de defensa, bloqueando y realizando una técnica básica para noquear al oponente. Jay, que era más alto y más fuerte que JungWon, se vio tendido sobre el tatami después de recibir una patada giratoria.

— ¡Oh! ¿Estás bien? ¿Te di muy fuerte? — preguntó JungWon, agachándose a su lado.

Jay tardó en salir de su estupor. No era que el golpe en sí hubiera sido muy fuerte, pero la rapidez, con la que JungWon le golpeó, fue realmente asombrosa, apenas tuvo tiempo de reaccionar. Sin embargo, fingió que el golpe le dolió, poniendo cara de sufrimiento.

— Te excediste, JungWonnie.

— Lo lamento, no pensé que...

JungWon se sintió mal, sin saber qué hacer en ese momento. ¿Y si Jay se enojaba con él? ¿Y si no quería hablarle más? ¿Y si decidía no cortejarlo más?

Entró en pánico, buscando disculparse para no hacerlo enojar.

— ¡Es culpa mía! ¡Lo siento! ¡Lo hice todo mal! — exclamó, casi con lágrimas en los ojos.

Los quejidos de Jay se convirtieron rápidamente en carcajadas, retorciéndose de la risa mientras el rostro de JungWon adquiría una expresión de lo más incrédula. Aun así, se recompuso y, consternado, empezó a golpear sin piedad al Alfa, aunque, en realidad, no tenía ninguna intención de hacerle daño.

— ¡Eres lo peor! ¡El peor... — se abalanzó sobre él —... Alfa de todos!

Jay siguió riéndose, rodeando a JungWon por la cintura, sin importarle los golpes que estaba recibiendo.

— ¡Ya! ¡Deja de reírte! ¡No es gracioso! — replicó con un puchero.

Poco a poco, Jay se calmó, recuperando el aliento y levantándose con JungWon entre sus brazos, quedando sentados sobre el tatami con las piernas entrelazadas. El Omega se cruzó de brazos, esquivando su mirada y con los labios fruncidos en una mueca de molestia.

— No te enojes, JungWonnie. Solo bromeaba.

JungWon no quería verse como un estúpido, pero era difícil cuando había estado a punto de echarse a llorar delante de Jay.

— Eres malo — volvió a acusar.

El Alfa le dio un beso en la mejilla y, pese a que ese gesto ablandó a JungWon, no lo perdonó tan fácil. Jay pareció entenderlo, así que procedió a contarle la verdad.

— Desde esta mañana que llevo pensando en cómo pedirte una cita. No sabía si invitarte al cine o simplemente salir a comer fuera... o las dos cosas. Me gustas mucho, JungWon, pero tengo miedo de hacer algo mal. No quiero decepcionarte — explicó con sus mejillas coloradas. — Sé que... que el taekwondo es muy importante para ti, por eso te pedí que me enseñaras. Me gusta la forma en que sonríes cada vez que hablas de algo que te gusta. Quiero conocerte mucho más, y compartir juntos todo lo que nos gusta.

JungWon no pudo aguantar más y se abrazó a él, con el corazón latiendo desbordado. Jay lo estrechó fuerte, besando otra vez su mejilla. Nada podía hacerle más feliz, que JungWon correspondiera sus sentimientos.

— ¿Puedo...? — murmuró el Alfa, pero JungWon se le adelantó.

Lo besó en los labios, y esta vez no fue un tímido acercamiento. Se besaron lento, pero intenso, sintiéndose acalorados por la cero distancia que había entre sus cuerpos. Sin embargo, JungWon no retrocedió, besándolo mientras sentía las manos del Alfa tomar su rostro con suavidad.

Solo, cuando se quedaron sin aire, rompieron el beso, mirándose con infinita ternura.

— Ir al cine me parece bien — dijo JungWon, incapaz de ocultar su emoción. Su aroma iba cambiando de a poco, y Jay lo notaba con cada día que pasaba junto al Omega.

La aparición de otro entrenador rompió el momento romántico, anunciando que se dieran prisa en irse, dado que el equipo de baloncesto estaba por llegar y necesitaban el gimnasio. JungWon y Jay se disculparon, poniéndose de pie rápidamente.

— Voy a cambiarme — dijo el Omega.

— ¿Te espero fuera?

— ¡Sí!

JungWon corrió hacia los vestidores dando pequeños saltos. Justo, cuando entró, la mayoría de sus compañeros ya se habían duchado. Muchos no pasaron desapercibido su aroma, soltando silbidos o lanzándole miradas traviesas. JungWon no hizo caso, quitándose el uniforme y entrando en las duchas con aire risueño.

Diez minutos después salió de los vestidores, fresco y lleno de energía. Con la bolsa de deporte colgando de un hombro, subió al vestíbulo, donde Jay le esperaba en la puerta de entrada. Allí se despidieron con un beso, pues JungWon se había citado con TaeHyun y YeSeo en el jardín botánico de Queens, y Jay tenía sus propios asuntos que atender.

JungWon se reunió con su mamá y su hermanita al cabo de media hora, haciendo cola para entrar. Delante, tenía al gigantesco invernadero, que era la atracción principal del parque. Tras unos minutos de espera, entraron con un mapa, que tenía todas las zonas señalizadas. YeSeo se veía especialmente entusiasmada con aquel paisaje tan colorido, arrastraba a TaeHyun por cada rincón del invernadero, admirando las plantas tropicales, los cactus y los estanques de nenúfares.

Solo con visitar el invernadero se tardaron una hora, saliendo a explorar los otros jardines que eran igual de amplios y bien cuidados.

— La próxima vez vendremos con HeeSeung y SungHoon — dijo JungWon, paseando por el jardín de las magnolias.

YeSeo ya no correteaba tanto, y su paso se había vuelto más lento. TaeHyun la cogió en brazos, notando lo mucho que creció los últimos meses. Pronto iba a cumplir dos años, y ya la ropa le estaba quedando pequeña.

Ese pensamiento le puso un poco tenso. En menos de una semana, además, sería el cumpleaños de BeomGyu. Como cada año, desde que se marchó, la fecha se le hacía especialmente triste por mucho que no quisiera demostrarlo.

Trató de espantar esas ideas. No era el momento ni el lugar para dar rienda suelta a su pena. Pronto, descubrieron que el parque era demasiado grande como para recorrerlo a pie de punta a punta, así que, siguiendo las indicaciones del mapa, esperaron el trencito que los llevaría por los lugares que aún no habían visitado. YeSeo volvió a emocionarse con el sonido del trencito, y subieron al vagón junto a otras familias y parejas.

El recorrido no fue muy largo, JungWon quiso bajarse en el arboreto. Mientras contemplaban los cerezos, algo captó la atención de YeSeo, que iba cogida de la mano de su mamá. Se soltó, y anduvo hasta unos matorrales; su rostro brilló con una sonrisa cuando descubrió lo que se escondía allí.

¡Mommy! ¡Un miau! ¡Es un miau!

TaeHyun y JungWon olvidaron por un segundo los cerezos y se acercaron a YeSeo, comprobando que, efectivamente, había un gato. Uno muy pequeño, blanquito y con manchas negras.

— ¿Qué estará haciendo aquí? — murmuró JungWon, alzando la mirada.

No había nadie cerca.

— ¡Un miau! ¡Miau! — repetía YeSeo, mirando a su mamá.

— Sí, es un gato — concedió TaeHyun.

— ¿Tendrá siquiera un año? — preguntó JungWon, más para sí mismo que para TaeHyun.

YeSeo miró a su mamá una vez más, luego se volvió hacia el gato y tímidamente lo acarició.

Hes scaled — habló YeSeo en inglés, y TaeHyun le entendió sin problema.

—Creo que tiene hambre — añadió JungWon. TaeHyun miró a sus hijos, temiendo que sus sospechas se hicieran realidad.

— ¿No estarán pensando en adoptarlo?

— ¿Por qué no? Es una cría, no sobrevivirá — dijo JungWon, colocándose al lado de su hermanita y acariciando también al gato, tan pequeñito y desamparado.

TaeHyun suspiró, preguntándose si era una buena idea adoptar una mascota. No sabían ni de dónde procedía ese gato; además, debía ser llevado al veterinario para examinarlo y ponerle vacunas y todas esas cosas tan costosas. En Corea, jamás se les pasó por la cabeza tener una mascota, pues, con los tres niños, ya tenían suficientes tareas.

¡Mommy! — gritó YeSeo, yendo hacia TaeHyun. — ¡I wan el miau! ¡Pooor fii! — pidió, hablando en coreano e inglés, y TaeHyun no podía resistirse a eso.

— Hay que ponerle nombre — le explicó JungWon a YeSeo, dando por hecho que lo iban a adoptar. — ¿Cómo quieres llamarlo?

YeSeo permaneció pensativa, frunciendo el ceño mientras se volteaba al gato y lo observaba muy de cerca. El animalito maullaba y frotaba su cabecita contra la mano de JungWon.

— ¡Ben! — exclamó de pronto YeSeo.

— ¿Ben? — repitió JungWon.

— ¡Ben! ¡Ben!

YeSeo cogió al gatito del suelo y lo levantó, poniéndolo delante de las narices de TaeHyun. Los grandes ojos del gato, de un azul acuoso, parecieron penetrar en TaeHyun, quien se vio acorralado ante la insistencia de sus hijos. Un maullido lastimero fue suficiente para que el Omega se rindiera, aceptando al nuevo miembro de la familia.

YeSeo y JungWon se pusieron muy contentos, tanto que la pequeña quiso darle un beso al gato. Por suerte, TaeHyun la detuvo a tiempo, asegurando que, hasta que no le hicieran un examen médico, no habría besos.

Mientras iban de vuelta, con JungWon envolviendo al gato en su chaqueta y una muy atenta YeSeo al pequeño animalito, TaeHyun pensó en su nula capacidad para negarle algo a sus hijos.

Las cosas que hacía por amor.

TaeHyun despertó sobresaltado por culpa de una pesadilla. Buscó a tientas el interruptor de la luz, pero se detuvo a tiempo, recordando que ahora había una más en la familia. YeSeo dormía en su cunita; esa noche, ella no lloró y, por lo tanto, llevaba durmiendo varias horas sin despertar a sus hermanos o a su mamá.

A TaeHyun le dieron el alta al cabo de dos días de dar a luz. No hubo ninguna complicación durante el parto, y la doctora decidió que no había problema en enviarlo a casa. Durante la primera semana, sus hijos no se separaron de YeSeo, pendientes de ella en todo momento por si lloraba o había que cambiarle el pañal. A TaeHyun le enterneció ver cómo sus hijos se preocupaban tanto, cuidando de su nueva hermanita.

Sin embargo, no todo fue bonito para TaeHyun. El nacimiento de YeSeo evocó recuerdos dolorosos de años atrás, donde BeomGyu cuidaba de los mellizos recién nacidos mientras él lloraba por depresión. Por muy lejos que fuera, por muchos miles de kilómetros que hubiera entre ellos, él y BeomGyu mantenían un vínculo imposible de romper: sus cachorros.

Mientras le daba el pecho a YeSeo o la mecía entre sus brazos para que durmiera, TaeHyun se preguntaba cómo reaccionaría BeomGyu si supiera que tenía una hija. De seguro le habría hecho muy feliz, pensó sin poder evitar derramar un par de lágrimas.

Su estado de ánimo empezó a sufrir altibajos con el paso del tiempo, y YeSeo no fue inmune a estos. A pesar de parecer una niña muy tranquila, su llanto empezó a sonar con más frecuencia después de unos días, justo cuando TaeHyun se puso más sensible, llorando por todas esas fuertes emociones que le acosaban después del parto.

HeeSeung, por su parte, se tomó muy seriamente el papel de Alfa de la manada. Quería ser una figura paterna para YeSeo, cuidando de ella a la mínima que la niña gimoteaba o despertaba intranquila. Por sobre todo, quería demostrar que él ya era un Alfa hecho y derecho y, por lo tanto, que podía hacerse cargo de ellos. Como Alfa, su deber era cuidarlos y protegerlos, y hacerse cargo de los Omegas más débiles de manada que, en ese momento, era mamá.

Tenía pendiente hablar con su mamá sobre abandonar los estudios para ponerse a trabajar. Sabía que no lo aprobaría, pero su situación económica no era muy buena, y ahora había una boca más que alimentar. Le haría entender que, con dos salarios, irían más relajados, y con suerte, encontrar otro piso más grande.

Ya faltó varios días a clase, pese a las insistencias de TaeHyun, y eso no favoreció el ambiente en casa, que cada vez era más tenso. JungWon y SungHoon veían todo preocupados, sin posicionarse de un lado o de otro. TaeHyun quería tener a YeSeo, pero HeeSeung se resistía, diciendo que sus feromonas eran tristes y que eso haría sentir mal a YeSeo. Como mamá no podía hacerse cargo por completo, entonces él debía asumir el cuidado de la bebé para que estuviera bien.

En más de una ocasión, TaeHyun buscó el apoyo de sus otros hijos, pero ni JungWon ni SungHoon podían negar lo evidente: YeSeo lloraba con más frecuencia cuando estaba en brazos de TaeHyun.

En un intento por mediar entre ambos, SungHoon intervino, queriendo poner un poco de paz.

— No seas injusto, HeeSeung. Mamá está cansada, pero, en unos días, se recuperará.

Fue como si a TaeHyun le hubieran clavado un cuchillo ardiente en el estómago. Su mente se trasladó a otro lugar, y ya no era SungHoon quien hablaba, sino BeomGyu.

"— Solo estás cansado. Necesitas dormir, mañana te encontrarás mejor".

Cuando a TaeHyun le diagnosticaron depresión post-parto, sus vidas se convirtieron en un calvario. BeomGyu se desesperó, sin comprender el motivo de su depresión. Durante esa época, procuraron no pelear demasiado, pero TaeHyun sabía que BeomGyu estaba haciendo un esfuerzo enorme para que esa situación no les afectara. Sin embargo, no era suficiente. Tenían que tomar una decisión extrema si querían impedir el desastre que se avecinaba en su matrimonio.

TaeHyun sintió náuseas, cubriéndose la boca con una mano y corriendo hacia el baño. No vomitó, pero la sensación fue de lo más desagradable. Tosió y escupió saliva, arrodillándose mientras cerraba los ojos y trataba de respirar hondo.

Afuera en el comedor, HeeSeung tenía una extraña expresión en su rostro. Un pesado silencio caía sobre ellos, y tras comprobar que sus hermanos no decían nada al respecto, HeeSeung habló:

— Mamá no está bien. Y ahora mismo no está en condiciones para cuidar a YeSeo — dijo con dureza.

JungWon, quien tenía a YeSeo en su regazo y la cogía de sus manitas, frunció los labios en una mueca.

— ¿Creen que se arrepiente? — musitó el menor, apenado.

— No, claro que no — se apresuró a contestar HeeSeung. — Yo estuve en el parto y vi lo feliz que estaba. Es solo que la situación no es la más apropiada. YeSeo puso las cosas un poco difíciles, pero eso no quiere decir que mamá no la quiera.

SungHoon se veía incómodo con esa conversación, mirando a YeSeo, que era totalmente ajena a lo que estaba ocurriendo. La pequeña bebita estaba arropada en su pijama, chupando su manito con aspecto adormilado.

— ¿Y qué podemos hacer para que se sienta mejor? — preguntó SungHoon.

— Darle su espacio — contestó HeeSeung.

Escucharon pasos aproximarse al comedor y los tres se callaron. TaeHyun apareció con mala cara, pero de una pieza.

— Mamá, deberías... — empezó HeeSeung.

— ¡No. Digas. Nada! — gritó TaeHyun, alterado.

No quería oír esa frase. No quería que el rostro de HeeSeung se transformara en el de BeomGyu.

— Pero, mamá... — murmuró JungWon, luciendo angustiado.

— ¡No! Se lo prohíbo.

Ninguno de los tres sabía exactamente a qué se refería TaeHyun, pero no se vieron con el suficiente valor como para replicarle. En medio de ese ambiente tan tenso, YeSeo empezó a gimotear. Fue casi inmediato: TaeHyun y HeeSeung hicieron el amago de coger a la pequeña, mientras que JungWon no estaba seguro de a quién dársela.

— Dámela, JungWonnie — demandó TaeHyun.

— No — se opuso HeeSeung con firmeza. — La estás haciendo llorar con tus feromonas.

— HeeSeung, no entiendes...

— Sí, entiendo. YeSeo no es muy llorona, pero siempre que está contigo, se pone inquieta — explicó, consciente de que, si él no lo decía, sus hermanos no lo harían. — No es bueno que la tengas mientras sigas soltando ese aroma.

TaeHyun enmudeció, con las náuseas regresando y la horrible sensación de vivir exactamente lo mismo que años atrás. Pero ahora no era BeomGyu quien le decía esas cosas, era su propio hijo.

— HeeSeung, YeSeo es mi hija… — susurró, casi en tono suplicante.

La expresión del Alfa se suavizó.

— Lo sé, mamá, pero estos días has estado actuando raro. ¿Qué te pasa?

— ¿Estás triste por algo? — aventuró JungWon, sin soltar a YeSeo.

En ese momento, TaeHyun quiso encerrarse en su cuarto y no salir. Por supuesto que estaba triste, sentía ganas de llorar, notándose más vulnerable debido a las feromonas del embarazo. Todo su interior era un remolino de emociones, la mayoría negativas y, aunque no lo confesaría jamás, esos días estuvo pensando mucho en BeomGyu.

— ¡No, mamá! ¡No llores! — exclamó SungHoon.

No se dio cuenta de que estaba llorando, sorbiendo por la nariz mientras su hijo le abrazaba. YeSeo acabó llorando también, y JungWon hizo lo posible por calmarla. HeeSeung dejó escapar un suspiro, observando el ambiente con un claro gesto de preocupación en su rostro.

— No eres una mala madre — le recordó el Alfa, adivinando sus pensamientos con facilidad. — Si te sientes triste o sobrepasado, puedes contárnoslo. Esta vez será diferente. Ahora somos mayores y podemos ayudarte.

TaeHyun lloró más fuerte, recibiendo un pañuelo de parte de SungHoon.

— Lo siento tanto, chicos — sollozó TaeHyun —, lo... lo lamento demasiado, no quería que las cosas acabaran así — sorbió por su nariz, sin dejar de llorar. — Soy un desastre...

— ¡No lo eres! — protestó JungWon, meciendo a YeSeo, que lloraba igual que su mamá.

— HeeSeung tiene razón. Esta vez no será como la anterior. Cuidaremos bien de ti y de YeSeo — dijo SungHoon, luciendo firme.

Dada la delicada situación, HeeSeung decidió no comentarle nada a su mamá sobre que pensaba dejar la escuela definitivamente. Quizás en un par de días cuando se haya calmado todo. Iban a pelear de nuevo, pero no podía quedarse de brazos cruzados por más tiempo. La escuela no daba dinero, al contrario, lo quitaba y HeeSeung tenía una responsabilidad que tomar siendo el único Alfa de la familia. No iba a dejar que su familia fuera dañada por nada del mundo.

Esa noche, TaeHyun durmió con JungWon. YeSeo estaba en la cuna, dejó de llorar después de media hora y la habían acostado para que descansara.

JungWon tardó en dormirse, acariciando a su mamá, que sucumbió al sueño tras tomarse una pastilla para el malestar y esperando encontrarse mejor a la mañana siguiente. A pesar de todos los meses, seguían luchando a diario por tener una vida normal después de todo el desastre, y por muchas dificultades que se les presentaran, JungWon estaba convencido de que vendrían tiempos mejores. Solo era cuestión de esperar un poco más.

Con esa idea en mente, cerró sus ojos y dejó que el sueño se lo llevara.

Los últimos capítulos han estado algo tranquilos, a partir de aquí, las cosas se ponen más "interesantes".

¡Gracias por leer! <3

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