30
Ghislaine cumplía dieciocho años el sábado dos de febrero y lo iba a celebrar con una gran fiesta en su casa. Sus padres le permitieron invitar a todos los amigos que quisiera, pues eran una familia bien ubicada económicamente, por lo que la chica no escatimó en invitar a todas las personas con las que se llevaba bien. Básicamente, a todo el colegio.
— Tengo miedo — barboteó JungWon, cuando observaron la casa desde fuera. — ¿Y si pasa algo malo?
— ¿Por qué pasaría algo malo? — preguntó HeeSeung, aunque tenía el ceño fruncido igual. — Estoy seguro de que dijo que no sería tanta gente.
— Bueno, Ghislaine siempre ha sido muy amistosa con todos… — comentó SungHoon, llevando el regalo que le compraron a la chica. — No debes preocuparte, HeeSeung, Ghislaine solo tiene ojos para ti.
HeeSeung enrojeció y sus palabras sirvieron para hacer reír a JungWon, ya mucho más relajado. SungHoon los empujó a la casa, de donde retumbaba música y muchos estudiantes estaban en el patio, algunos fumando y con vasos en sus manos.
HeeSeung iba delante, saludando a los conocidos, y entraron a la enorme casa. No se veía adultos por ninguna parte, lo que le preocupó un poco al mayor, pero, antes de poder expresarse, apareció Ghislaine.
La chica francesa iba con un jean ajustado y un suéter negro, que se deslizaba por uno de sus hombros, mostrando la tira de su corpiño. El cabello lo llevaba suelto, rubio y ondulado, cayendo por su espalda; y se hizo un leve maquillaje en los ojos, que resaltaba el color de su pupila, que era de un bonito castaño claro.
— ¡Vinieron! — exclamó, feliz y acercándose a ellos. — ¡Hola, chicos!
— Hola, Ghislaine — dijeron los tres al mismo tiempo.
— ¡Feliz cumpleaños! — saltó JungWon, primero.
— Espero que estés teniendo un lindo día — dijo SungHoon, extendiendo su regalo. — Mira, te compramos algo para ti. HeeSeung fue el de la idea.
— ¡SungHoon! — regañó HeeSeung, enrojeciendo una vez más. — No le hagas caso, Ghis, es un idiota...
Ghislaine lo ignoró, abriendo el presente y sacando una bonita paleta de sombras para sus ojos. Sonrió y abrazó a HeeSeung, dando las gracias a todos por el regalo.
— ¡Pasen! — invitó, señalando al salón principal. — ¡Están en su casa, chicos! Jay ya llegó — añadió, observando la mirada de JungWon iluminarse. — HeeSeung, ¿quieres ir por algo para beber?
HeeSeung abrió la boca para negarse, más que dispuesto para seguir a su hermanito menor y vigilarlo, pero SungHoon lo empujó con Ghislaine, haciéndole un gesto de que fuera con ella y no se preocupara. Al final, terminó siguiendo a la chica a la cocina.
Mientras los tres muchachos se metían en la fiesta, TaeHyun suspiró y cambió de canal en la televisión, escuchando el grito de YeSeo cuando llegó a un canal de películas. Estaban dando Mulán, así que no le quedó más remedio que dejarlo allí por la niña.
Miró a su alrededor. No eran más que las ocho de la tarde y sus cachorros se habían marchado hacía mucho a la fiesta de Ghislaine. Prometieron volver a más tardar a medianoche, pagando un taxi, y TaeHyun se sentía un poco extraño en esa situación. Era la primera vez que se quedaba completamente solo desde que llegó a Estados Unidos.
Vio de reojo a YeSeo, de pie en el sofá, coreando una de las canciones y rebotando en los cojines, con sus trenzas moviéndose en el aire. Por lo normal, a esa hora, comía con sus hijos la cena y luego ellos se ponían a ver televisión, mientras TaeHyun se retiraba a su habitación con la niña en brazos, lista para dormir. A veces, le leía un cuento, o la pequeña se quedaba pintando en la cama hasta que se caía por el sueño. Los niños solían quedarse hasta tarde, viendo cualquier cosa que encontraran interesante.
Qué raro se le hacía, pensó, tener ese espacio de tranquilidad, sin las risas y los ruidos de los cachorros a su alrededor. YeSeo no era una bebé particularmente ruidosa, es decir, ahora estaba cantando y saltando, pero no de una manera escandalosa. Siempre le preocupó un poco eso, porque, incluso cuando nació, no era exigente de atención y apenas lloraba.
Sintió un poco de melancolía, sin poder evitarlo. Él sabía que iba a llegar un momento como ese, en el que sus cachorros empezarían a ir a fiestas o salir con amigos, haciendo sus propias vidas. Tenía claro que era el inevitable ciclo de la vida, pero nunca pensó que eso fuera a ocurrir sin BeomGyu a su lado. Él imaginó toda una vida al lado de BeomGyu, donde ambos envejecerían y sus cachorros crecerían.
Cómo cambiaban las cosas, pensó, y se acomodó en el sofá.
— ¡Mamá! — gritó YeSeo, llamando su atención, y el Omega la miró. La niña se arrodilló en el sofá, acercándose a él.
— ¿Qué pasa, YeSeo? — preguntó TaeHyun, agarrándola de las axilas y sentándola en su regazo.
— ¿Papá? — barboteó la pequeña, apuntando a la televisión, donde estaba la protagonista y su padre, con el hombre poniéndole una flor en el cabello a Mulán.
A veces, YeSeo preguntaba sobre BeomGyu. En muchas ocasiones, YeSeo se quedaba mirando a Huang, entrando a su habitación y abrazando a Mary, o tomando en brazos a Thomas. TaeHyun jamás le mentía, porque no tenía corazón para ello. HeeSeung era partidario de no hablarle de él, pero TaeHyun no lo consideraba un poco justo para nadie.
— Papá está lejos — le dijo, abrazándola —, pero estoy seguro de que él te querría mucho, YeSeo.
— ¡Buuuuuu! — bufó la niña, balanceándose en su lugar. — ¿Po qué no aquí?
— Porqué mamá y él están separados — trató de explicar —, por eso no está aquí.
— Mmmm — YeSeo no lucía satisfecha con su respuesta, pero volvió su atención a la película, pareciendo dejar de lado la conversación.
TaeHyun suspiró y sentó a la niña en el sofá, yendo a revisar la estufa. Aprovechando el momento, fue a su cuarto y abrió el cajón del velador al lado de la cama. Sin pensarlo demasiado, sacó el anillo de matrimonio que BeomGyu le regaló en su último aniversario y se lo probó. Todavía le quedaba bien.
Lo dejó en su lugar y volvió con YeSeo, dispuesto a olvidar, por un instante, esos pensamientos deprimentes que aparecían cada cierto tiempo.
JungWon no tomó ninguna gota de alcohol, sin embargo, se sentía algo así como embriagado por el aroma de Jay. El Alfa, frente a él, se quejaba de uno de los profesores del colegio, y el menor no podía hacer menos que admirarlo. Era un chico muy guapo y JungWon podía identificar esa salvaje emoción como cariño y, quizás, amor.
Lo cual, por un lado, le preocupaba. JungWon no quería enamorarse tan ilusamente como ocurrió años atrás, como pasó con SungJun, y era una herida que todavía le afectaba un poco al Omega. Él, de verdad, se hizo muchas ilusiones con el cortejo que recibió por parte de SungJun y recordar la forma en que le trató después, una vez fue marcado por JaeJoong, le rompía el corazón otra vez. En el fondo, JungWon tenía mucho miedo de enamorarse y ser rechazado de la misma manera por esa marca en su cuello.
— JungWonnie, ¿estás bien? — preguntó de pronto Jay, llamando su atención.
— ¿Ah? Sí, sí — respondió, volviendo sus ojos a él —, es solo que me distraje un poco.
— ¿Seguro? — insistió Jay. — De pronto, tus feromonas se pusieron algo tristes...
No pudo evitarlo, y la tristeza aumentó. JungWon tenía claro lo que muchos murmuraban acerca de él, en especial sobre su aroma. Su familia decía que su aroma no era malo, pero él sabía que apestaba por la marca realizada. Sus feromonas eran ácidas, desoladas y apestosas, y eso último se lo dijo su antiguo bully, Dean. Decía que apestaba a mierda.
De pronto, quiso ponerse a llorar por esos feos recuerdos. JungWon odiaba mucho todo lo que pasó por culpa del asqueroso de JaeJoong.
Jay le tomó la mano al notar sus ojos llorosos, metiéndose entre la multitud de personas y sacándolo al patio trasero. A pesar de ser invierno, la noche estaba algo calurosa, quizás por la cantidad de personas en un solo lugar.
— ¿Te sientes mal, JungWon? — preguntó Jay, y los dos se sentaron en unas de las sillas de playa que estaban a orillas de la piscina.
— Sí, tengo envidia — masculló JungWon, y Jay le miró con desconcierto —, de que Ghislaine tenga una piscina, ¡la odio tanto!
Jay se rio ante sus palabras, pero no parecía que lo hubiera distraído lo suficiente para olvidar su tristeza. Jay no dejaba de agarrar su mano, haciendo círculos en su piel, como si buscara calmarlo.
JungWon miró a su alrededor, esperando ver aparecer a HeeSeung o SungHoon. Si bien agradece sus esfuerzos y sus cuidados, a veces se ponían muy sobreprotectores con él y le frustraba un poco. No le gustaba que le trataran como un niño inválido que no sabía nada de la vida.
Pero ninguno apareció. La fiesta, en sí, estaba bastante tranquila, con sus compañeros conversando entre ellos, algunos bailando y unos pocos fumando. De seguro, HeeSeung se encontraba con Ghislaine, mientras que SungHoon buscó algún Alfa con el que entretenerse. SungHoon era muy popular entre los Alfas por lo bonito que era.
Eso lo volvió a deprimir, porque JungWon no llamaba la atención de nadie, excepto por su aroma y esa marca que llevó en su cuello durante tanto tiempo. Incluso ahora, a pesar de que JaeJoong hubiera marcado a otro Omega, quedó una extraña cicatriz en su piel que mostraba lo que era: un Omega libre, pero desechado.
— JungWonnie — volvió a hablar Jay, con la nariz levemente arrugada —, hueles a mucha pena.
— Lo sé — aceptó JungWon, apenado. — ¿No huelo muy mal, Jay?
— ¿Qué? Claro que no — pareció dudar un segundo. — JungWon, yo nunca te he ocultado que tú me gustas. Me gustas mucho.
— ¿A pesar de que apeste? — la voz de JungWon tembló ligeramente.
— ¿Apestar? Claro que no apestas — Jay le besó los nudillos con ternura, sin querer propasarse para que el Omega no malinterpretara sus intenciones. — ¿Puedo cortejarte, JungWon?
El menor vaciló un instante, otra vez mirando a su alrededor. Estaba seguro de que, si HeeSeung lo pillaba en esa posición, lo agarraría del brazo y se lo llevaría a rastras.
— ¿Me puedes dar un beso? — le preguntó a Jay, tímido y cohibido.
Para su sorpresa, Jay se puso colorado ante la pregunta, luciendo muy avergonzado. JungWon no pudo evitarlo, y también se ruborizó. No creía que Jay fuera a ser tan tímido, y menos con él.
— ¿Estás seguro? — preguntó Jay, un poco preocupado.
— ¡Muy seguro! — insistió JungWon, pero bajó la vista. — Es decir, si tú no quieres...
Jay le agarró de la barbilla con mucha delicadeza, levantando su rostro, y el Omega estaba dispuesto a decir que lo olvidara. Sin embargo, el Alfa se inclinó y le dio un suave beso en la boca, como un pequeño toque de mariposa, ligero y superficial. Para JungWon, fue como tocar el mismo cielo, con mil abejas asesinas en su estómago, zumbando por la felicidad. Qué bonito se sentía ser tocado de esa manera, como si fuera algo precioso y delicado que se debía cuidar.
Jay se alejó, acariciándole las mejillas.
— Eres el Omega más hermoso que haya conocido alguna vez — le dijo, y JungWon estaba a punto de llorar —, y, para mí, hueles demasiado bien, JungWonnie. ¿Me dejas cortejarte?
— ¡Si! — aceptó el Omega, feliz. — Tú también me gustas mucho, Jay.
Jay se movió para sentarse a su lado, abrazándolo por los hombros, y JungWon se dejó envolver por su aroma, suspirando por la felicidad.
SungHoon, por otro lado, veía a lo lejos a su hermanito menor con el Alfa, manteniendo una mirada impasible a pesar de las ganas que tenía para ir y sacar a JungWon de allí. Sin embargo, comprendía que su hermano menor tenía derecho a rehacer su vida y dejar atrás todas esas horribles heridas que le hicieron.
Suspiró, oyendo la conversación de Paolo, un chico italiano, y Alicia, una muchacha colombiana. Era un poco gracioso escucharse, pues los tres hablaban un chapucero inglés con sus propios acentos.
— SungHoonnie, ¿qué opinas de los besos de tres? — preguntó Paolo.
Estalló en risas ante el atrevimiento, sin poder evitarlo. Paolo y Alicia eran ambos Alfas, y eran también muy amigos. Tenían una tonta competencia para saber quién obtendría primero un beso de SungHoon, lo que le ponía de muy buen humor. A pesar de sus intenciones, los dos respetaban muy bien su espacio personal, sin propasarse un poco ni llegar al punto de acosarlo.
— No te burles, ¡es una pregunta seria! — exclamó Alicia, tratando de verse indignada.
— ¿Y quién me daría primero el beso? — preguntó SungHoon, inocente.
Los dos Alfas volvieron a pelear y SungHoon lo aprovechó para buscar a HeeSeung con la vista. Frunció el ceño ligeramente al no encontrarlo, y tampoco se veía por ningún lado a Ghislaine. Por un instante, se preocupó, pero luego se dijo que no debía darle demasiadas vueltas al asunto. HeeSeung era muy responsable, él no haría cualquier estupidez.
Pero HeeSeung se sentía un poco mareado con el suave aroma de Ghislaine, sus manos acariciando la cintura de la chica por debajo del suéter. Gimió, sin poder evitarlo, al sentir unos labios en su cuello.
— HeeSeunggie... — susurró Ghislaine, alejándose, y se miraron un instante en el cuarto oscuro. Ambas respiraciones estaban muy agitadas, y la habitación de la chica olía demasiado a feromonas y cerveza. — Me gustas mucho, demasiado.
— Sí — aceptó HeeSeung, tan confundido que habló en coreano, antes de corregirse. — Lo siento, sí. Tú... tú también me gustas, Ghislaine.
No se sentía solo mareado, sino también encandilado, ya fuera por el alcohol o el aroma de la chica. HeeSeung sentía a su Alfa removerse en ansiedad, en desesperación, por tomar a la Omega frente a él.
Y eso fue lo que hizo. No era la primera vez que se enrollaba con una Omega de esa forma; en su antiguo colegio, lo hizo varias veces para quitarse todo el estrés de encima, pero sí fue la primera vez que llegó tan lejos.
Ni siquiera lo pensó seriamente, solo se dejó llevar por el calor y la emoción del momento, por el aroma fresco de Ghislaine, y sus gemidos suaves y suplicantes. A HeeSeung le gustaba mucho el rostro colorado de Ghislaine, la forma en que su cabello rubio caía por su espalda y su quebrada voz tartamudeaba su nombre. Su mente se nublaba cuando se trataba de ella.
Incluso perdió la noción del tiempo, tan ensimismado que estuvo ante la mirada de la muchacha. HeeSeung no sabía bien qué le pasaba ni por qué actuó así, pero no se arrepentía. No había ni una pizca de arrepentimiento en él.
El problema fue que SungHoon los pilló. Al ver que su hermano no aparecía por ninguna parte y, cuando ya pasó más de medianoche, y no dio señales de vida, decidió ir a buscarlo. Les preguntó a todos, pero nadie lo vio últimamente, y lo peor es que Ghislaine también desapareció. SungHoon no quería pensar en algo malo, sin embargo, no tuvo más remedio que ir a buscarlo, y fue cuando los encontró.
SungHoon consideró que la escena que descubrió era digna de un trauma.
— ¡HeeSeung! — gritó, y HeeSeung se enredó en las sábanas y cayó al suelo. Ghislaine gritó y se cubrió los pechos con sus manos. — ¡Eres un idiota, ¿lo sabes?!
— ¡SungHoon! — exclamó su hermano mayor, espantado. — ¡¿Qué mierda haces aquí?!
— ¡¿Qué qué mierda hago aquí?! — SungHoon no podía dejar de gritar. — ¡Son casi la una de la mañana, idiota, mamá nos va a matar!
HeeSeung puso una expresión de horror, comenzando a recoger sus ropas y vestirse apresuradamente. Ghislaine parecía algo aturdida, cubriéndose con las sábanas, y SungHoon no podía evitar sentirse algo asqueado por la situación. Él no quiso descubrir a su hermano mayor en esa posición, pero al menos no fue JungWon el que lo encontró así.
— Eh... uh... — HeeSeung se giró hacia la chica —, nos... nos vemos el lunes...
— Sí, nos vemos — se rio Ghislaine.
SungHoon agarró a HeeSeung de la muñeca, tirando de él fuera del cuarto. El Alfa tragó saliva, sin querer mirar la expresión de muerte de su mellizo. A veces, el Omega podía dar mucho miedo.
Bajaron las escaleras, y JungWon les estaba esperando en la salida, al lado de Jay.
— ¿Hee? — preguntó el menor. — ¿Dónde estabas?
— Con Ghislaine — respondió SungHoon, enfurecido. El Omega menor abrió la boca. — ¿Puedes creerlo? Tu hermano mayor te abandonó por ella.
— ¡Esa víbora! — gritó JungWon, enfadado, y Jay se rio. — ¡Cuando la vea, le patearé el culo!
JungWon se fue despotricando en todo el camino a casa. Aprovechando que JungWon iba algo distraído, hablando con Jay por mensaje, HeeSeung bajó la voz al hablar.
— No le digas a mamá lo que viste — le suplicó. SungHoon bufó.
— ¿Qué, crees que te dará la charla? — el Omega negó con la cabeza. — Usaron condón, ¿cierto?
HeeSeung mordió su labio inferior.
— Oh, no, no usaron — gimió SungHoon.
— ¿Usar qué? — preguntó JungWon, volteándose a mirarlos.
— ¡Nada, tonterías de mellizos! — exclamó HeeSeung. SungHoon volvió a bufar, y JungWon arrugó el ceño.
HeeSeung decidió usar su móvil para explicarle todo a su hermano.
Ghislaine toma la pastilla.
¡Oh, como si eso lo solucionara todo, imbécil!
¡Respétame, SungHoon!
SungHoon le sacó el dedo del medio, y HeeSeung se tragó la molestia.
Llegaron a casa cerca de las dos de la mañana. El hogar de los Liu se encontraba a oscuras, pues seguían de viaje en Corea y volverían dentro de los próximos días. Sin embargo, se sorprendieron al ver que su casa también estaba con las luces apagadas. Ellos esperaban que TaeHyun les estuviera esperando, listo para regañarlos.
Pero se lo encontraron ya acostado, durmiendo con YeSeo a su lado.
— ¿Mamá? — susurró JungWon, y HeeSeung quiso gritar, porque pretendía irse a acostar enseguida, como si no hubiera pasado nada. — Mamá, ya llegamos.
— ¿Hmm? — masculló TaeHyun, revolviéndose en la cama. — ¿Gyu?
Hubo un pequeño momento de silencio. El terror de HeeSeung dio paso a la ira.
— No, mami — corrigió JungWon con amabilidad. — JungWon. Acabamos de regresar de la fiesta.
— Ah, sí, sí — murmuró el Omega mayor, apenas enderezándose. — ¿Cómo fue?
— Estuvo bien — contestó SungHoon, tranquilo. — ¿Estás muy cansado? Sigue durmiendo, mamá, nosotros nos iremos a acostar.
— Bueno, bueno — suspiró TaeHyun, dejándose caer en la cama. — Los amo.
— Nosotros también, mamá — se despidió JungWon.
Los tres salieron y cerraron la puerta. HeeSeung arrugó las cejas, decidiendo irse a dar un baño para quitarse el aroma de Ghislaine de encima. JungWon fue a dormirse enseguida, pero SungHoon retuvo a su hermano mayor en la cocina, mientras encendía la caldera.
— No le diré nada a mamá — le dijo a HeeSeung en voz baja, con sus ojos desafiantes —, pero tú vas a dejar esa actitud de mierda, HeeSeung.
— ¿De qué hablas? — farfulló el Alfa.
— Eso de querer que mamá olvide a papá — espetó SungHoon. — No le dirás más comentarios odiosos e hirientes. Déjalo en paz, HeeSeung; suficiente tiene con lo que papá le hizo, como para que su propio hijo le haga daño.
— Yo no soy como papá — se defendió HeeSeung.
— No, no lo eres — concedió SungHoon, dándose vuelta —, pero también le rompes el corazón al no entenderlo. Lo único que necesita mamá de nosotros es comprensión, nada más — su voz se volvió un poco más amable. — HeeSeung, yo tampoco quiero que vuelvan, ¿vale? Pero... pero mamá está rehaciendo su vida de a poco, y necesita que lo queramos, no que lo juzguemos — suspiró. — Buenas noches.
HeeSeung le vio partir sin decir algo más, un poco abrumado por todas las emociones que hubo esa noche. El encuentro con Ghislaine, lo que ocurrió entre ellos, le dejó con las hormonas muy alborotadas y confundidas, y ahora lo único que necesitaba era descansar.
Ya mañana le daría vueltas al asunto con SungHoon. Ahora, solo debía dormir y recuperar la poca dignidad que le quedaba frente a su mellizo.
En la clase de HeeSeung, había una chica muy guapa llamada Sarah.
Sarah era colorina, de rostro pecoso y sonrisa bonita. A HeeSeung le gustaba, porque era fácil, no en un sentido despectivo de la palabra, sino todo lo contrario. Ella no se complicaba, sabía que era un juego entre los dos, y ambos lo disfrutaban completamente.
A HeeSeung le quitaba el estrés. Era una forma extraña de desahogarse de todo lo que pasaba en casa, de las feromonas apenadas que inundaban su hogar. Sarah siempre estaba disponible para HeeSeung, y a él le gustaba mucho eso.
Tenían clase de Deportes dos veces a la semana, en las últimas horas del día. El curso se dividía en Omegas y Alfas, por lo mismo, hacían actividades diferentes y, gracias a eso, lograba escabullirse sin que SungHoon se diera cuenta de que faltaba. Sarah también se escapaba, y se encontraban bajo las gradas del gimnasio.
Sarah no hacía preguntas. Sarah lo recibía con sus labios sabor cereza, besándolo en la boca, y ambos se enrollaban en ese sucio lugar. HeeSeung sospechaba de que Sarah también debía tener sus asuntos personales, después de todo, a veces le veía moretones en los brazos. Pero, así como Sarah no preguntaba, él tampoco lo hacía. Era un acuerdo tácito entre ambos: no compromiso, no preguntas.
A veces, Sarah le tocaba por encima del pantalón y él también lo hacía, pero no solían llegar más lejos que eso. Ambos solo querían desestresarse un momento, nada más, y no querían que hubiera algún accidente por su calentura.
Era la única forma de quitarse todo el estrés que HeeSeung cargaba encima. Eso, y a veces meterse en alguna pelea, pero, luego de la última conversación con mamá, comenzó a controlarse para no hacerlo. No quería darle un susto, además, mamá estaba pronto a dar a luz. Ya iba en su octavo mes, y por fin le permitieron tomarse unas semanas de descanso antes del parto, pero eso no quitaba la preocupación constante del futuro.
Así que enrollarse con Sarah era la mejor opción. Podía canalizar toda la ira y rabia que sentía de otra forma, sin meterse en problemas.
Sarah era algo así como el sucio secreto de HeeSeung. Ni SungHoon ni JungWon sospechaban algo, y HeeSeung se aseguraba de ser lo más discreto posible. No quería que le reprocharan su actitud, y menos que JungWon se diera cuenta de esas cosas. Su hermanito menor suficiente tenía con las burlas diarias que recibía.
— Apestas a feromonas — le dijo SungHoon, cuando se juntaron luego de clases.
HeeSeung se encogió de hombros, quitándole importancia, y fueron a buscar a su hermano menor.
Se lo encontraron a medio camino, pero el niño venía con una expresión deprimida y completamente bajoneada. Tuvo un celo una semana atrás y desde entonces trae esa cara de pena.
— ¿Qué pasa, JungWonnie? — preguntó SungHoon, agarrándole la barbilla.
— La marca me duele — murmuró, abrazando a SungHoon. — Además, sigo triste por lo del cumpleaños de mamá...
HeeSeung suspiró mientras le revolvía el cabello. El celo de JungWon coincidió con el cumpleaños de TaeHyun, así que no fue una fecha especial para celebrar. Además, apenas tenían dinero para comprarle un regalo, y mamá estuvo muy triste esos días, por lo que tampoco hubo un espíritu de celebración. Al final, solo le dieron un abrazo y un beso, y le compraron un pequeño trozo de pastel para que comiera. Mamá lloró mucho ese día, dejando que sus cachorros lo abrazaran.
— El próximo año será mejor — aseguró HeeSeung —, le haremos un gran cumpleaños y le daremos un regalo hermoso, que le va a encantar.
JungWon no parecía muy convencido con sus palabras, pero se dejó llevar por los mayores fuera del colegio. Eran ya mitades de marzo, en un par de meses acabaría el año escolar, y ellos no tenían muy en claro cómo sería el siguiente. Con toda probabilidad, JungWon y HeeSeung reprobarían y, si SungHoon tenía un poco de suerte, aprobaría.
HeeSeung estaba dispuesto, una vez naciera YeSeo, a dejar el colegio y buscar algún trabajo que ayudará en la situación económica de su hogar. Debían buscarse una nueva casa, el departamento ya se estaba quedando pequeño para la familia, y el sueldo de mamá no podía solventar ese enorme cambio.
Caminaron hacia el departamento, llegando a los pocos minutos y encontrando a mamá en el sofá, viendo la televisión. Tenía aspecto de aburrido. JungWon corrió hacia él, abrazándolo y acurrucándose a su lado.
— ¿Qué pasa, cachorrito? — le preguntó TaeHyun, cariñoso.
— Hueles muy bien — contestó JungWon, ocultando su pena para no preocuparlo más. — ¿Me das mimitos, mami?
— No debes pedirlos — respondió el Omega, abrazándolo de vuelta y comenzando a darle suaves besos en su cabeza.
SungHoon se dirigió enseguida a la cocina para preparar la cena y la comida que llevarían al colegio para el día siguiente. El Omega no protestaba ni reclamaba el haber quedado relegado a ese trabajo, así como HeeSeung no se quejaba al tener que hacer las compras semanales en el supermercado, ni JungWon se negaba a ser el encargado del aseo. No lo hablaron nunca, pero era un acuerdo implícito entre ellos: dar los menores problemas posibles ahora que mamá estaba a punto de dar a luz.
— ¿Hiciste algo hoy, mamá? — preguntó JungWon.
— Salí a dar una vuelta — respondió TaeHyun.
HeeSeung se volteó a mirarlo con brusquedad. SungHoon también le dirigió una mirada de reojo.
— Mamá — dijo con paciencia el Alfa —, ¿cómo puedes salir solo? ¡Si te hubiera pasado algo...!
— Pero no pasó nada, niños — habló TaeHyun. — No me gusta estar tan encerrado, necesitaba...
— Mamá — le interrumpió SungHoon, y TaeHyun se sintió ridículo, como si HeeSeung fuera el papá y SungHoon la mamá que le regañaban —, Hee tiene razón. Ahora no pasó nada, pero ¿si mañana sí? No puedes arriesgarte.
TaeHyun suspiró, con JungWon arrebujándose más a su lado. Sabía que lo mejor sería no llevarle la contraria a sus cachorros, que solo se preocupaban por él y temían que algo le pudiera pasar. Las cosas ya eran difíciles, ¿para qué empeorarlo más?
— Está bien — aceptó, acariciando su marcado vientre. — No hemos tenido tiempo para comprarle ropita a YeSeo, ¿qué tal si el fin de semana salimos?
— Tienes que descansar — dijo JungWon, serio. — Mamá, no tienes que sobre esforzarte más de lo que puedes. Con SungHoon podríamos ir a comprarle algo mientras HeeSeung te cuida.
TaeHyun puso una expresión triste. Con el embarazo tan avanzado, ya no podía hacer mucho más. Se cansaba con rapidez, el cuerpo le dolía e incluso le costaba dormir. Era algo extraño, pensó, pero no recordaba que sus otros embarazos hubieran sido así de insufribles. Y, luego, entendía que era porque BeomGyu estuvo con él, a su lado, para cuidarlo, mimarlo y apoyarlo en todo.
Por otro lado, parecía que sus cachorritos habían madurado solo en un par de meses. Incluso JungWon, a pesar de tener solo trece años, ya no era tan exigente de atención ni de mimos. Eso, en el fondo, le causaba mucho dolor, pues no quería que tuvieran que saltarse esas etapas de su vida por culpa de sus decisiones, pero tampoco podía hacer mucho. Nunca pensó que las cosas pudieran ser así de difíciles, jamás se preparó para ese tipo de vida, sin embargo, trataba de que esos malos pensamientos no le ganaran.
— Bueno — volvió a aceptar TaeHyun —, pero también necesitamos ver alguna cuna, ¿lo saben? YeSeo no puede dormir en la cama, no los primeros meses, ella necesita su propio espacio.
— Buscaremos una de segunda mano — respondió HeeSeung. — Ahora, ¿necesitas que te dé un masaje en los pies?
TaeHyun no pudo negarse.
Los días siguieron pasando con lentitud. TaeHyun estuvo revisando ofertas laborales en el sitio web que le dijo Thomas, esperando encontrarse con alguna respuesta favorable a todos los currículums que lanzó, pero no tuvo mucha fortuna. Sabía que un Omega de su edad, con casi cuatro cachorros en sus hombros, no daba una buena imagen para ser contratado. Sin embargo, no iba a rendirse, no iba a echarse a morir. Ya siguiera en ese trabajo de mierda o consiguiendo otro, seguiría adelante por sus hijos.
Una semana después, consiguieron una cuna barata que instalaron en el pequeño dormitorio. Evidentemente, iban a quedar muy apretados, pero no tenían otra opción por el momento, y TaeHyun les advirtió que YeSeo lloraría mucho durante los primeros meses, en especial en las noches, por lo que tendrían que ser pacientes. Además, JungWon y SungHoon fueron a comprarle ropa para bebés, yendo a muchas tiendas para encontrar lo más barato, y regresaron con cinco enteritos, tres gorritos, tres bodies, dos camisas blancas y dos pijamas.
Por alguna rara razón, ver la pequeña ropita le provocó un calorcito en su corazón, ardiendo en emoción por recibir pronto a su bebé. Incluso los cachorros se alegraron, comentando lo linda que eran las prendas y lo adorable que se vería.
El veintitrés de marzo, ocurrió: TaeHyun bajó al primer piso para ir a buscar el correo del día, cuando no dio ni dos pasos fuera del ascensor, sintió la conocida sensación húmeda en su entrepierna. Acababa de romper fuente.
El conserje saltó cuando escuchó su jadeo seguido de un grito, entrando en pánico por no saber qué hacer. TaeHyun llamó a un taxi, mientras el conserje le sentaba en su silla, y en lo que esperaba a que el vehículo llegara, marcó al colegio también para pedir el retiro de los niños. Luego, le envió un mensaje a HeeSeung, pidiéndole que buscara el bolso con sus cosas en el departamento antes de ir al hospital.
No tuvo más remedio que partir solo, con el taxista presionando el acelerador cuando escuchó sus gritos. Era su cuarto trabajo de parto como tal, pero TaeHyun nunca estuvo tan asustado como hasta ese momento, además de que su Omega se encontraba aterrado ante la soledad a la que se enfrentaría. Eso le provocó un extraño dolor en su corazón, y no pudo evitar llorar ante lo que vendría las siguientes horas.
Una enfermera lo fue a buscar al taxi, llevándolo al interior del hospital, con el Omega forzándose a respirar pausadamente. Le llevaron a un cuarto en el que tendría que esperar hasta dilatar lo suficiente, y una hora después, apareció Sheryl. La Alfa no solo era ginecóloga, sino también obstetra, y le atendería en el parto.
— Tres centímetros — le dijo, antes de servirle un vaso con agua. — No deberías tener muchos problemas, TaeHyun, es tu cuarto parto. ¿Cuánto duró el primero?
Lo pensó un instante, sabiendo que lo hacía para que no se concentrara tanto en el dolor que sentía.
— Dieciocho horas — sollozó, jadeante.
— ¿Y el tercero?
— Doce horas.
Sheryl le sonrió con dulzura.
— Ya verás, terminaremos antes de lo que piensas.
TaeHyun pensaba que mentía. Jamás un parto se le hizo tan eterno como ese, a pesar de que solo llevaba una hora allí. En los anteriores, BeomGyu estaba a su lado, sosteniéndole la mano y murmurándole lo bien que lo hacía, lo increíble que era, la enorme familia que le estaba dando. El Omega recordaba que, en el primer parto, casi le rompió los dedos a BeomGyu de tan fuerte que lo apretó, y ese pensamiento le hizo soltar una risa mezclada con llanto, antes de gritar por la nueva contracción.
Los niños aparecieron media hora después, pálidos y nerviosos. Ninguno sabía qué hacer específicamente, con las manos temblando y la ansiedad carcomiendo sus estómagos. Trataron de hablarle sobre cualquier cosa para poder distraerle, e incluso recordaron años atrás, cuando eran más jóvenes y hacían sus travesuras. Incluso HeeSeung estaba muy asustado, pues no parecía incomodarse ante la mención de su padre.
Seis horas después, Sheryl dio su visto bueno. Era momento de llevarlo a una sala de operación.
TaeHyun sintió el terror afianzándose en su estómago. Parto. Parto. Era momento de parir. Y él jamás lo hizo solo, sin nadie a su lado. BeomGyu siempre estaba allí, llenándole el rostro de besos y sonriéndole con esa preciosa sonrisa de corazón que poseía.
— HeeSeung — jadeó con pavor. Su hijo mayor le miró —, te necesito, por favor, por favor...
— ¿Mamá? — preguntó HeeSeung, sin color en su rostro.
Sollozó cuando movieron su cama, empujándolo hacia el pasillo.
— ¡Ne-necesito que vengas! — pidió TaeHyun. — Ne-necesito... necesito a un Alfa. HeeSeung, te necesito, por favor...
Sheryl no entendía qué estaba diciendo TaeHyun, pero, de todas formas, miró al adolescente. Estaba prohibido que los menores de edad entraran, sin embargo, sabía también que TaeHyun no tenía a nadie más que le acompañara en ese difícil momento. Y, en el estado del Omega, no necesitaba alguna complicación extra que pudiera dificultar el parto.
— Si vas a venir, debe ser ahora — le dijo.
HeeSeung se volteó hacia SungHoon y JungWon, que tenían las bocas abiertas y expresiones de susto. Dos segundos después, el Omega mayor reaccionó.
— Debes ir — le dijo SungHoon, serio —, eres el Alfa de la manada, HeeSeung, y mamá te necesita.
El mayor sintió su garganta apretada, pero no tuvo tiempo para decir algo, porque solo asintió y corrió detrás de la camilla. Le agarró la mano a TaeHyun, dándole un apretón.
— Mamá, estoy aquí — le prometió —, no te preocupes, yo te cuidaré.
TaeHyun soltó un nuevo sollozo.
El Alfa tuvo que ponerse un traje de plástico y una red para el cabello, entrando y ubicándose al lado de TaeHyun. A pesar de todo, no quería ver el parto en vivo y en directo, le daba algo de repelús, así que se concentraría en todo momento en el rostro de mamá.
El trabajo duró tres horas en los que expulsaba al bebé, oyéndose solo los gritos de TaeHyun y las órdenes de Sheryl, además de los murmullos de HeeSeung. El chico tenía que soltar feromonas Alfas cuando TaeHyun se ponía a llorar, diciendo que no podía más, antes de volver a la carga. Incluso ignoró los quejidos del Omega porque, a veces, delirante por el dolor, mencionaba a BeomGyu y lo mucho que lo quería allí.
— Es nuestra niña, nuestra bebé, Gyu... — lloró TaeHyun, antes de dar el último empuje.
Cerca de las dos de la mañana del veinticuatro de Marzo, Kang YeSeo nació.
Pasaron unos segundos eternos en los que miró el techo, aturdido y adolorido por todas partes. Y, de pronto, un suave llanto irrumpió ese tenso silencio.
— Es una niñita — afirmó Sheryl, sosteniendo a la pequeña —, y está sanita, TaeHyun...
El Omega sentía todo su cuerpo como gelatina, débil y tembloroso, apenas siendo capaz de sostenerse por sí mismo en ese momento. Se dejó caer por completo en la cama, mientras Sheryl le entregaba la bebé a una enfermera para que la limpiara y verificará que todo estuviera bien.
— Mamá — le dijo HeeSeung, acariciándole la frente —, lo hiciste muy bien, mami...
TaeHyun soltó una risa suave, con la boca seca y el rostro húmedo por las lágrimas.
— Cuidarás mucho... mucho a tu hermanita... ¿está bien? — dijo TaeHyun, dándole un apretón en la mano.
— Claro que sí — le prometió HeeSeung —, a ella, a SungHoonnie, a JungWonnie... A ti también, mamá, te cuidaré para que seas siempre feliz.
El Alfa le dio un beso en la frente, segundos antes de que la enfermera apareciera con un bultito blanco, ya no lloroso, y acomodó a la infanta en los brazos de TaeHyun.
— Hola, bebé — murmuró TaeHyun, observando como la niña le miraba mientras chupaba su dedo. — Hola, pequeña YeSeo...
— Es muy bonita, mamá — dijo HeeSeung —, ¡se parece a ti!
TaeHyun volvió a reírse ante sus palabras, sintiendo su corazón apretado en una conocida sensación. Sin embargo, trató de no darle muchas vueltas al asunto. Las cosas no tenían por qué repetirse, ¿no es así?
— Debes descansar ahora — habló Sheryl, llamando la atención de TaeHyun. — La bebé nació bien, así que la dejaremos en una cuna al lado de tu cama. Tus cachorritos pueden pasar la noche contigo.
— Gracias, doctora — masculló TaeHyun, con la garganta seca.
—Fue un placer — respondió Sheryl, amable y dulce. — Cuando te sientas mejor, hablaremos con más calma. Ahora, a dormir.
Una enfermera empujó la camilla de TaeHyun, sacándolo del cuarto y dirigiéndose por el pasillo hacia una habitación pulcramente blanca.
— Iré en busca de los chicos — dijo HeeSeung, mientras la enfermera acomodaba a YeSeo en su camita. La bebé ya estaba durmiendo. — Descansa, mamá.
TaeHyun asintió, débil y cansado, tan agotado que, cuando cerró los ojos, no volvió a despertar por el resto de la noche.
— ¿Piensas viajar? — preguntó Sandara.
— Sí — contestó BeomGyu, mirando sus manos juntas —, pero no buscaré a TaeHyun ni a los cachorros. Permaneceré allí durante unos días, no más que una semana, y me devolveré.
La mujer permaneció unos segundos en silencio, pensativa. BeomGyu no sabía cómo sentirse ante ese silencio.
— No sé si sea una buena idea — respondió Sandara, y el Alfa asintió —, pero también entiendo que necesitas hacerlo luego de que te llevaran detenido.
A veces, BeomGyu se sentía un poco observado mientras iba caminando por las calles, o incluso en su misma casa. No sabía si era debido a la paranoia o es que realmente le estaban siguiendo, pero no iba a arriesgarse a ser otra vez detenido y que se llevara un juicio en su contra. Si le acusaban de estar encubriendo a TaeHyun, lo iban a extraditar a Corea junto a sus hijos y sería enjuiciado por secuestro. Y BeomGyu no tendría forma alguna para protegerlo, pues a él también le castigarían.
— Hablemos de casos hipotéticos — dijo Sandara, sin juzgarlo un poco por su decisión, y eso era lo que le gustaba de ella. La Omega no juzgaba sus pensamientos ni de su actual actuar. — Si te llegaras a encontrar con TaeHyun por casualidad, ¿cómo crees que reaccionarías?
El Alfa lo pensó un momento, meditando lo que podría llegar a ocurrir. Él pensaba viajar a Washington –después de todo, ese fue el destino de TaeHyun, pero lo más probable es que se hubiera trasladado a otra ciudad–, y tenía planeado salir lo menos posible del hotel en el que se alejara para evitar cualquier encuentro.
Sin embargo, eso no quitaba la mínima posibilidad de que pudieran encontrarse.
— Probablemente lloraría — admitió BeomGyu, y de solo pensarlo sentía que sus ojos se llenaban de lágrimas —, e... e iría a abrazarlo. Y le pediría perdón por todo.
Sí, eso es lo que haría.
— ¿Y cómo reaccionaría TaeHyun?
— Probablemente, me mande al diablo — contestó el Alfa, soltando una risa por la escena —, y me dé un golpe, lo que es lo mínimo que me merezco por parte de él. Y, luego, volvería a mandarme al diablo.
— BeomGyu — habló Sandara, llamando su atención —, ¿y cuáles serían tus intenciones? ¿Volver con TaeHyun?
— No, no. Yo...
Su voz se apagó ante la pregunta, pues nunca se detuvo a pensarlo con cuidado. Es decir... En sus más felices fantasías, él le pediría perdón a TaeHyun, le daría su tiempo y pronto volverían a estar juntos. Pero el mundo no era como su imaginación, y él sabía que le hizo mucho daño a TaeHyun, así que lo más probable es que jamás estuvieran juntos otra vez.
— Sé que TaeHyunnie... Tengo claro que, con toda probabilidad, no volveremos a estar al lado del otro — admitió, serio. — Pero lo único que buscaría es... Es su perdón. Es lo único que quiero. Que me perdone.
Sandara asintió a sus palabras con calma.
— ¿Y con los niños? ¿Cómo crees que sería?
BeomGyu lo pensó mucho más, pues esto se le hacía más difícil de imaginar. Sus cachorros eran tan distintos entre sí, y los tres actuaron también muy diferente cuando él lo arruinó todo.
— HeeSeung... Él de seguro me odia — admitió, afectado —, y no querrá verme cerca ni de TaeHyun ni de sus hermanos. Con toda probabilidad, me trate mal y sea hiriente.
Sí, él sabía que HeeSeung sería el más difícil de sus hijos, por no decir que el más imposible. Se negaría a hablar con él, lo mandaría a la mierda y le diría que no volviera a aparecerse por allí. Recordaba con claridad que, la última vez que se vieron, HeeSeung ni siquiera se despidió de él como correspondía, con un abrazo o una palabra cariñosa. Esa era una de las cosas que más le dolía de todo, que no pudo despedirse como se debía de sus propios hijos.
— SungHoon... — su voz se cortó un instante —, siempre me llevé mejor con SungHoon de los tres, supongo que era porque siempre fui muy permisivo con él. Además, él solía ser conflictivo con TaeHyun, pero, esos últimos meses... Él fue un apoyo constante para su madre, y estoy seguro de que también se encontraba muy herido. No creo que llegue a ser cruel conmigo, pero también sería directo y claro. Estaría muy afectado, pero permanecería junto a TaeHyun.
A pesar del tiempo, recordaba muy bien esos meses en los que TaeHyun estuvo planificando todo. SungHoon mantuvo siempre sus distancias, no iba al choque con BeomGyu, pero también dejó sus límites claros: su padre le hizo daño a su madre, y eso no podía permitirlo. Cuidó, dentro de lo posible, a TaeHyun.
— JungWon... Por dios, él sería un desastre llorón — contestó, y volvió a sentir sus ojos lagrimosos —, eso lo sacó de mí, lo llorón. Yo no sé si él llegó alguna vez a dimensionar lo que ocurrió entre TaeHyun y yo, pero siguió siendo amable conmigo, y a veces amoroso. Incluso, cuando se despidió, me dio un abrazo y se colgó de mí. Pienso que, de los tres, el más feliz de verme sería él.
— Me da un poco de curiosidad... — dijo Sandara con lentitud — que siempre dices que no conoces bien a tus hijos, pero sabes claramente cómo reaccionarían contigo en un posible encuentro.
BeomGyu agarró un pañuelo y sonó su nariz, incapaz ahora de controlar las lentas lágrimas que se deslizaban por su rostro. Extrañaba mucho a TaeHyun y a los niños, tenerlos a su lado y darles un abrazo. Se arrepentía por completo por cómo se comportó todo ese tiempo y el daño que les hizo.
— Tuve que ser mejor — habló BeomGyu —, un mejor esposo, padre y Alfa. Tuve que ser lo que ellos necesitaban.
— Por supuesto — Sandara asintió con la cabeza —, pero, si ellos te lo permiten, puedes ser una mejor persona. No todo está perdido, BeomGyu.
Trató de no darle mucha esperanza a esas palabras, pues tampoco quería ilusionarse con lo que podía pasar cuando volvieran a reencontrarse. No quería darse ilusiones falsas, por lo mismo, trataba de no ser tan positivo. Mientras menos volará, menos dolorosa sería la caída al suelo.
Conversó un par de cosas más con Sandara hasta que ella le despidió, y BeomGyu se marchó, un poco más tranquilo. En el trabajo, estaba rindiendo mucho mejor esos últimos días, ya que iba a necesitar de su sueldo. Incluso, hizo un par de horas extras.
Pronto, llegó a su casa y sabía que su papá le estaba esperando. A pesar de todo, las últimas semanas también se estuvo llevando un poco mejor con él, dentro de lo que cabía posible.
— ¿Cómo te fue con Sandara? — preguntó MinHo cuando lo vio entrar.
— Bien — contestó, quitándose el abrigo. — Me ha dicho que lo mejor es viajar.
Su padre le dirigió una mirada severa, pero BeomGyu la pasó por alto. Sabía que debía conversarlo seriamente con él, sin embargo, estaba muy nervioso de que las cosas se descontrolaran como la última vez y terminara llorando en sus brazos. A pesar de que fue liberador, igual se sintió avergonzado por su reacción. Fue como si abriera una parte muy íntima frente a su padre, esa parte que no mostró ni siquiera cuando mamá los abandonó, y no podía evitar que la ansiedad atacará en él.
Fue a cambiarse antes de volver al comedor, donde su padre estaba sirviendo la cena. Se sentaron y empezaron a comer en silencio.
— BeomGyu — su padre decidió hablar primero —, ¿estás seguro? No quiero...
— No haré nada malo, te lo prometo — contestó BeomGyu. — No pienso buscar a TaeHyun, ¿sí? Solo necesito que dejen de sospechar de mí.
— Lo entiendo — aceptó MinHo, antes de bajar la voz. — Hoy apareció un policía para hablar conmigo y saber sobre lo ocurrido.
No pudo evitarlo, y se tensó ante sus palabras. Era la primera vez que hacían algo como eso, pues las veces anteriores se limitaron solo a hablar con él y con ChaeYoung. Jamás involucraron a muchas personas, ya que no querían llamar la atención de gente indeseada.
— Mierda, esto es...
— Lo que quiero decirte, BamGyu — le miró cuando escuchó el apodo, sintiéndose como un niño más pequeño —, es que te apoyo. Te apoyo y, si crees necesario viajar, entonces no te lo impediré. Solo que... Supongo que me da miedo como vayas a volver — MinHo le tomó la mano, dándole un apretón. — Sé que tú quizás no lo veas, pero estás mucho mejor. Estás mucho mejor que hace dos años, y no quiero que este avance desaparezca.
El Alfa menor se sintió conmovido ante las palabras de su padre, primero por no regañarlo por la decisión que tomó, y segundo por tener miedo por él. Sabían que, desde ese día en el que lloró en sus brazos, algo cambió en ellos, y tal vez fue para mejor.
Además, su padre tenía algo de razón. Los primeros meses de la partida de TaeHyun, fue un desastre andante del que MinHo tuvo que hacerse cargo. A pesar de que BeomGyu no quería verlo ni tenerlo cerca, su padre permaneció día y noche a su lado. Su padre ya no trabajaba, se jubiló un par de años atrás, por lo tanto, podía darse el tiempo de estar con él.
BeomGyu también tenía algo de miedo de perder todo el avance que llevaba y encerrarse una vez más en ese caparazón que creó desde que mamá le dejó.
— Papá — le dijo, llamando su atención, y su garganta se apretó —, ¿mamá me quiso alguna vez?
La expresión de MinHo se suavizó un poco ante la pregunta realizada.
— Claro que te quiso — afirmó, serio —, pero no lo suficiente. YeJin... Tenía un carácter difícil, incluso cuando se casó conmigo, y supongo que nunca le gustó la idea de un bebé por completo. Ella te quiso, pero no como si fueras su hijo.
— Ella me miraba como tu hijo — intervino BeomGyu, observando a su padre asentir con dolor —, pero nunca como el de ella.
— Tenía buenos momentos con los dos — agregó MinHo.
Eso BeomGyu lo podía recordar bien. A veces, mamá se despertaba de buen humor, y le consentía, le llenaba de mimos y sonreía como si no hubiera nada malo. Incluso, le pedía perdón por actuar tan mal con él, y el chico se lo perdonaba todo, porque la quería. BeomGyu amaba mucho a mamá y solo quería estar con ella para siempre.
Eran esos episodios los que hacían que todo valiera la pena.
— Tal vez deberías recordarla de esa forma — habló MinHo, triste. — Sabiendo que tuvo sus fallos, pero trató de ser buena madre, a pesar de todo.
— Pero no lo fue — contestó BeomGyu, algo rencoroso en el fondo, pero ya sin tanta ira —, que actuara así hacía que todo doliera más. Ese comportamiento me terminó provocando muchas inseguridades, papá, porque sentía que yo era el problema y, si era mejor hijo, mamá iba a quererme más.
MinHo asintió con la cabeza, recordando esos años en los que creyó que YeJin podría enamorarse de él si la hacía feliz. Fue permisivo, amable y dulce, dándole su espacio y tratando de ser el hombre perfecto para ella. Pero, aun así, ella también fue cruel muchas veces, aunque siempre en privado. YeJin no era tonta, y sabía los problemas que podía traer el actuar así frente a muchas personas.
— Lo importante, BeomGyu — continuó su padre —, es que la recuerdes no con odio ni rabia, pues eso fue lo que terminó influyendo en que tu relación con TaeHyun y los niños también se arruinara.
— Lo sé — aceptó BeomGyu, comprendiendo muy bien lo que le quería decir su papá con eso —, lo tengo claro, papá. No volveré a cometer los mismos errores otra vez — apretó sus labios un instante. — Seré mejor, te lo juro.
Y no era solo una promesa hacia su padre, sino también para TaeHyun, HeeSeung, SungHoon y JungWon. Él sería mejor, lo juraba por su vida.
¡Gracias por leer! <3
Cambié de celular y me tardé en traer el capítulo semanal, van a disculpar. ):
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