29
JungWon no estaba estudiando nada. En pocas horas, tenía examen de historia y literatura, pero los libros seguían en su mochila, sin abrir. JungWon estaba harto de la escuela, de la gente y sus burlas por ser asiático. Y, aun así, pensar en su otra escuela tampoco le hacía sentir mejor. Allá donde fuera, todo era un fastidio.
Escuchó pasos al otro lado del cuarto; quizás fuera SungHoon, pero aún era demasiado pronto para tenerlo en el camarote. JungWon no hizo el amago de levantarse de la litera de arriba cuando la puerta se abrió y apareció HeeSeung, ya con el pijama puesto. Al mayor no le sorprendió ver a su hermanito sin hacer nada, cerrando la puerta detrás suyo, antes de acomodarse en el camarote junto a JungWon.
— ¿Necesitas ayuda para estudiar? — ofreció.
JungWon negó con la cabeza.
— SungHoon no ha despegado la nariz de los libros.
— Solo porque no quiere decepcionar a mamá.
— A mamá tampoco le gusta su trabajo, pero no lo dice — explicó, viendo que en el rostro de su hermano se formaba una mueca. — Trabaja duro… incluso estando de siete meses.
— Debería estar reposando — replicó, inclinándose hacia HeeSeung, buscando su aroma. — Cuando nazca nuestra hermanita, ¿cómo haremos para cuidar de ella? Mamá necesita el trabajo, y nosotros aún vamos al instituto.
HeeSeung también pensó en ello. Necesitaban el dinero que TaeHyun traía a casa, pero, si trabajaba todas esas horas diarias, apenas sacaría tiempo para cuidar a su bebé.
Y su nueva hermana necesitaba una mamá durante el primer año, al menos.
— Dejaré los estudios, JungWonnie — anunció el Alfa de forma repentina. Rodeó a su hermano por los hombros. — Buscaré un trabajo, y así mamá podrá cuidar de nuestra hermanita.
— Mamá no te dejará.
HeeSeung ya tenía en cuenta que no sería fácil convencer a TaeHyun, pero lo haría. Los estudios estaban bien para JungWonnie y SungHoonnie, pero no eran nada útiles para el Alfa. Un día en el instituto, era un día echado a perder. Él no quería estudiar más, y estaba decidido a abandonar la escuela en cuanto acabara el curso.
— Hablaré con mamá. Lo entenderá — afirmó. JungWon lo miró con el ceño fruncido, pero no insistió más. — Y mejor ponte a estudiar ya. Si mamá llega, y te ve sin hacer nada, te echará la charla.
— Se enojará contigo por querer dejar los estudios.
HeeSeung se encogió de hombros. Le revolvió el pelo a su hermano y le dio un beso en la cabeza, antes de levantarse de la cama.
— Voy a calentarle la cena a mamá. Estará por llegar — dijo, abriendo la puerta del cuarto para salir. — Estudia, JungWonnie, aunque sea un par de horas.
JungWon hizo un gesto vago con la cabeza, echando un vistazo a su mochila cuando se había cerrado la puerta. Solo entonces sintió una punzada de culpa, pensando en su madre y en que, tal vez, estaba siendo un poco egoísta. Finalmente, soltó un suspiro pesado, bajándose del camarote y sacando un libro al azar. En el fondo, él tampoco quería decepcionar a su mamá.
Mientras tanto, en el restaurante donde trabajaba TaeHyun, el servicio había finalizado media hora antes y, en diez minutos, acababa el turno del Omega. Sin embargo, este iba muy atrasado con sus tareas. Su avanzado embarazo ralentizaba el trabajo y se volvía algo torpe cuando cargaba con el peso de los platos sucios. Por culpa de ello, TaeHyun sufrió un pequeño accidente que, milagrosamente, se quedó solo en un susto.
El suelo de la cocina estaba cubierto por papeles de diario, pues una de las cañerías perdía agua desde hacía una semana, pero el dueño le restó importancia, negándose a llamar a un fontanero que arreglará la avería. TaeHyun se quejó por trabajar en esas condiciones, fregando el suelo cada cinco minutos para evitar que se formaran charcos de agua.
El dueño, harto de que TaeHyun y los cocineros le reclamasen por una solución, sugirió poner papeles para que absorbieran el agua. No obstante, eso no sirvió de nada, ya que tenían que fregar antes, durante y después de su turno. Esa noche, y como era habitual, el Omega cogió una pila de platos junto con una docena de cuchillos y tenedores limpios para guardarlos en los estantes superiores.
Pisando los papeles que puso en el suelo, resbaló debido al exceso de agua, perdiendo momentáneamente el equilibrio. Segundos después, se escuchó un tremendo estrépito: los platos rompiéndose y los cubiertos cayendo por encima de la cabeza de TaeHyun.
Los dos cocineros, que se pusieron a limpiar las secciones de frío y caliente, ahogaron un grito de horror, viendo la lluvia de platos caer sucesivamente sobre el Omega. El último plato se partió en varios pedazos, cesando todo ruido y dejando a los cocineros conteniendo el aliento, observando la figura encorvada del Omega en el suelo, protegiendo su barriga.
— ¡TAEHYUN!
Caminando a tientas y procurando no pisar nada, se acercaron a TaeHyun, cuyo cuerpo temblaba sin control.
— ¡¿Te hiciste daño?!
— ¡No te muevas!
El Omega gimoteó, incapaz de moverse y abrazando su abultada barriga, temiendo lo peor. Uno de los cocineros se apresuró a barrer todo el desastre mientras el otro inspeccionaba el cuerpo del Omega, buscando alguna herida.
El dueño entró en la cocina hecho una furia, viendo todo desparramado por el suelo encharcado. El Omega se ganó una bronca monumental, quien todavía no se recuperó del accidente. Uno de los cocineros le ayudó a ponerse en pie, tocando su barriga para comprobar que todo estuviera bien. TaeHyun lloraba en silencio, escuchando los gritos y las amenazas del dueño, pero él no apartaba las manos de su vientre.
Haciendo caso omiso de las quejas de los cocineros, y sin importarle que TaeHyun hubiera sufrido daños graves o no, se marchó sin ninguna intención de arreglar la cañería. Los insultos no tardaron en oírse dentro de la cocina, indignados porque ni siquiera con un accidente como ese, el dueño hacía caso.
TaeHyun tardó en calmar su llanto, aterrorizado ante la idea de haber perjudicado a su bebé. Le prepararon una tila después de limpiarlo todo, pues la hora de jornada ya había terminado.
— ¿Te sientes mejor? — preguntó Thomas, un cocinero afroamericano que siempre cantaba cuando preparaba sus platos.
El labio del Omega tembló, sorbiendo por la nariz mientras sujetaba el vaso y bebía un poco, derramándose el líquido por su barbilla.
— Ya está, TaeHyun. No pasó nada — le tranquilizó Erik, sujetando el vaso antes de que TaeHyun derramara todo el contenido. Erik era británico y siempre le sacaba risas a TaeHyun cuando exageraba su propio acento.
El Omega aceptó el pañuelo que le ofreció Thomas, quitando las lágrimas de sus párpados y sonándose la nariz. Su corazón aún latía desbordado, concentrándose en respirar profundamente para no alterar todavía más al bebé.
— Lo... Lo la-lamento — balbuceó, bebiendo más de la tila que le había preparado Erik. Con el pañuelo se limpió la barbilla, sintiéndose de lo más torpe e inútil.
— No digas eso. Lo importante es que tú y el bebé estén bien — dijo Thomas con suavidad.
TaeHyun acarició su vientre, dando gracias al cielo por salir ileso de ese accidente, que pudo ser fatal para su bebé. A medida que su barriga crecía, se le hacía más difícil trabajar en la cocina, sobre todo teniendo cerca todos esos cuchillos afilados. No era la primera vez que causaba un desastre; la semana pasada se le resbaló una copa de cristal mientras la limpiaba, haciéndola añicos. Y, el otro día, casi se quemó cuando no pudo sostener la cacerola llena, en un intento por ayudar a Thomas, pero fallando torpemente.
Thomas y Erik le aconsejaron que buscara otra cosa, un trabajo más seguro. TaeHyun agradecía su preocupación, pero no tenía otro sitio en donde trabajar. En ese restaurante, le pagaban lo suficiente como para mantener a sus hijos con lo mínimo, y pese a que el dueño se aprovechaba de su precaria situación, necesitaba ese dinero.
— TaeHyun... — le llamó Thomas, sonriéndole comprensivamente. — Me hablaron sobre un sitio en internet donde dan oportunidades de trabajo a extranjeros con poca experiencia laboral. ¿Por qué no pruebas? Tal vez encuentres algo mejor.
— Cualquier trabajo es mejor que esto — habló Erik en tono desdeñoso.
TaeHyun se acabó la tila, musitando un "gracias" por lo bajo mientras pensaba en lo que le decía Thomas.
— ¿Cómo...? ¿Cómo se llama ese sitio?
— No recuerdo el nombre, pero pediré que me envíen el enlace.
El Omega asintió, mirando la hora y viendo que ya era pasada la medianoche. De seguro, HeeSeung le esperaba despierto, lo hacía siempre que trabajaba de noche.
Se quitó el mandil y los guantes de limpiar, cogiendo su bolso y despidiéndose de Thomas y Erik, no sin antes disculparse con ellos, avergonzado por lo sucedido. Por fortuna, el dueño se había ido a casa, por lo que no tuvo que verle la cara cuando salió del restaurante.
Con el móvil en mano, vio dos llamadas de HeeSeung. Le envió un mensaje, diciéndole que estaba de camino. Luego llamó a un taxi, esperando en la puerta del restaurante.
Cinco minutos después, ya estaba subido en el asiento trasero del auto, tocándose otra vez la barriga. El ritmo de sus latidos se estabilizó, pero la ansiedad seguía ahí. Esa noche, iba a necesitar otra tila para conciliar el sueño.
Ya en el apartamento, HeeSeung lucía preocupado, calentando su cena por tercera vez.
— Traes un aspecto horrible — comentó, sacando el filete de ternera con papas del microondas.
—Hubo mucho trabajo hoy — mintió. HeeSeung abrió la boca para decir algo, pero TaeHyun se le adelantó, no queriendo dar más detalles. — ¿Estudiaron mucho? Mañana empiezan los exámenes.
— Sí, SungHoonnie se fue a dormir hace poco. Se la pasó estudiando todo el día.
— ¿Y JungWonnie?
HeeSeung vaciló unos segundos antes de responder.
— También. Sigue despierto.
TaeHyun comió despacio, aparentando normalidad para no hacer sospechar a HeeSeung. Pensó que quizás se iría a dormir ahora que ya estaba en casa, pero el Alfa se quedó ahí, tomando asiento delante suyo.
— Mamá...
TaeHyun miró a su cachorro, inquieto. ¿Descubrió que le estaba mintiendo? No quería preocuparles, solo fue un mal día en el trabajo, como lo fue la semana anterior también.
Sin embargo, HeeSeung vaciló. Contempló a su mamá y, tras unos instantes de silencio, sacudió la cabeza en una negativa.
— Ya, no importa. Solo cuídate.
TaeHyun tragó duro, sintiéndose una mala madre por mentirles a sus hijos. Antes de comer, se frotó el rostro, notando el cansancio caer sobre sus hombros como un peso muerto. En ese momento, solo quería echarse a dormir, pero no podía irse a la cama sin comer nada. HeeSeung, cuya expresión era de preocupación, cambió ligeramente cuando su mamá empezó a comer más.
— Ya es muy tarde — dijo el Alfa, reprimiendo un bostezo. — No tardes mucho, mamá. Te ves cansado.
TaeHyun asintió, besando a su hijo en la mejilla antes de que este saliera del comedor para ir a dormir. Terminó de comer con el apartamento en silencio, oyendo únicamente el sonido del cuchillo cortando el filete. Después de cenar, recogió todo y lo dejó en el lavaplatos sin lavar, saliendo de la cocina tras apagar la luz y dirigirse a la pieza que compartía con HeeSeung.
Se puso el pijama, metiéndose en la cama y deseándole buenas noches a su cachorro pese a que ya estaba durmiendo. Cerró los ojos, pensando en lo que le dijo Thomas acerca de buscar un nuevo trabajo. Sí, tal vez lo haría, se dijo mientras caía dormido profundamente.
Tres semanas después, HeeSeung, SungHoon y JungWon recibieron los resultados de los exámenes, y no fueron para nada buenos.
SungHoon pasó cuatro de los seis exámenes, pero ninguna de sus calificaciones era destacable. HeeSeung suspendió tres y, como sucedió con su hermano, rozaba el aprobado por los pelos. En cambio, a JungWon le fue mucho peor. Solamente aprobó un examen, el resto lo suspendió con calificaciones muy bajas.
TaeHyun no se enojó con ellos, pero le preocupó que sus hijos no terminaran de adaptarse a ese colegio. Entre los cuatro, tuvieron una charla, siendo bastante evidente el descontento y la frustración de los cachorros por estar expuestos a burlas e insultos constantes. No tenían amigos, y JungWon seguía llamando la atención por su marca. Además, si seguían con esas calificaciones, Servicios Sociales no tardaría en intervenir.
TaeHyun no podía ignorar eso. Les prometió que, si para final de curso, la situación no mejoraba, se plantearía sacarles de ese colegio y buscar otro. JungWon pareció especialmente feliz con eso. Sin embargo, TaeHyun tenía pendiente buscar nuevos trabajos desde que Thomas le dio el nombre de la página web que le sugirió tras aquel gravísimo incidente en la cocina.
Aprovechando que sus hijos estaban en clase, fue a un ciber cercano a donde ellos vivían y pidió usar una de las computadoras, escribiendo en el buscador el sitio en particular. Tuvo que registrarse con todos sus datos y, una vez hecho, buscó ofertas. No tenía ninguna preferencia, de modo que le dio a muchas de las ofertas que había publicadas. Sabía manejarse bien con el inglés, o al menos entendía y hablaba lo básico; esperaba que eso le ayudará a encontrar algo mejor.
Pasó toda la tarde respondiendo ofertas de trabajo, con la esperanza de que alguien le llamara en los próximos meses. Su bebé estaba por nacer en breves y, a diferencia de la primera y segunda, esta vez sí estaba listo.
Sentía un poco de miedo ante la llegada de su bebé, pero contaba con el apoyo de sus cachorros, igual que contó con la ayuda de BeomGyu durante su primer parto. Eso era lo único que le consolaba.
TaeHyun se encontraba haciendo la compra, recorriendo los pasillos del supermercado con el carrito y revisando la lista que traía en la mano.
Solo le faltaba la carne y los productos de limpieza, dirigiéndose hacia la sección de carnicería, pero no llegó a dar ni dos pasos cuando su pesado cuerpo se detuvo bruscamente.
Su rostro palideció, notando su zona íntima humedecerse sin que él pudiera controlarlo: estaba rompiendo aguas.
Durante unos segundos, permaneció quieto sin poder mover ni una sola pestaña. El pánico se apoderó de él, viéndose incapaz de reaccionar.
— ¿Se encuentra bien? — preguntó una señora con voz afable que pasaba cerca suyo. — ¿Necesita algo?
TaeHyun parpadeó, observando a la señora y tomando constancia de lo que acababa de ocurrir.
— S-Sí... Solo creo que... — miró su hinchada barriga, oculta bajo un jersey que le llegaba por encima de las rodillas. — He roto aguas — murmuró, sintiendo que se ahogaba de solo decirlo en voz alta.
— ¡Oh, felicidades!
TaeHyun esbozó una torpe sonrisa, todavía preso del pánico. No sabía qué hacer, con el pantalón mojado y en mitad de un pasillo de supermercado. La señora le miró expectante, pero, al ver que no reaccionaba, exclamó:
— ¿Qué está esperando? ¡Vaya para el hospital!
— Ah, sí... El hospital...
No obstante, lo primero que hizo fue llamar a BeomGyu. Necesitaba oír su voz, que le dijera que todo iría bien. Iba a entrar en trabajo de parto, por dios, lo necesitaba. Necesitaba que le dijera que todo iba a estar bien.
Sacó el móvil y marcó el número con la respiración agitada. Al tercer pitido, BeomGyu respondió.
— ¿Cielo? Estoy en una reunión...
— He roto aguas — dijo TaeHyun sin rodeos.
— ¡¿Qué?! ¿Dónde estás?
— Estaba haciendo la compra, al lado de casa. Oh, Gyu, te necesito ahora, por favor...
— Ahora mismo salgo. Espérame a la salida del supermercado.
No le dio tiempo de despedirse pues BeomGyu le colgó la llamada. Respiró profundamente y le dio las gracias a la señora, olvidándose del resto de la compra y yendo hacia la caja para pagar. Aceleró el paso, recordando las palabras del doctor, quien le aseguró que el primer parto requería de muchas horas para dilatar. Aun así, no se relajó.
Estaba aterrado.
Mientras pasaba por caja, varios trabajadores voltearon el rostro, percibiendo un aroma muy fuerte en el aire. TaeHyun intentó no hacer caso, avergonzado porque la humedad entre sus piernas era muy obvia.
Salió del supermercado, cargando con las bolsas y recordando lo importante de la respiración cuando tuviese las contracciones. Por fortuna, no tuvo que esperar mucho rato cuando el auto de BeomGyu llegó apresuradamente, deteniéndose y saliendo el Alfa con aspecto alterado.
— ¿Cómo te sientes, bebé? ¿Te duele? Oh, Dios, no puedo creer que vayamos a ser padres — decía, cogiendo las bolsas con una mano y tomando de la cintura a TaeHyun con la otra. — Salí de la oficina gritando que iba a ser papá, si hubieras visto sus caras.
Subieron al auto y BeomGyu condujo hacia el hospital, mirando constantemente a TaeHyun y, aunque lucía inquieto, una radiante sonrisa se asomaba entre sus labios, feliz porque sus hijos iban a nacer en un par de horas.
Ya en el hospital, una enfermera acostó a TaeHyun en una cama, cubierto ya con la bata y sufriendo su primera contracción. Gritó alto, asustado por el intenso dolor en la parte baja de su abdomen. BeomGyu también se asustó, angustiado ante la perspectiva de oír esos gritos durante horas.
La enfermera le aconsejó que se lo tomara con calma, que esos gritos eran normales. BeomGyu quiso hacer algo útil, así que bajó hasta su casa con el coche y cogió el estuche de TaeHyun, donde guardaba el peine, el cepillo, la pasta de dientes y el jabón para el cuerpo. Se cambió de ropa y se vistió con algo más cómodo, yendo otra vez para el hospital.
Las horas transcurrieron lentas, TaeHyun teniendo las contracciones cada vez más seguidas. BeomGyu lo tenía cogido de la mano, limpiando el sudor de su frente y susurrándole cosas bonitas.
— En unos días tendremos a dos cachorros en casa. No imaginas lo feliz que me has hecho, bebé — dijo, besando su mano. — Voy a cuidar mucho de ti. Seremos una familia, tú, yo, y los cachorros. Siempre.
TaeHyun sonrió, agotado tras ocho horas echado sobre la cama con contracciones, notando que ya faltaba poco para dar a luz. Agarró la mano de su Alfa con firmeza, feliz porque BeomGyu estaba a su lado.
— Te quiero, mi amor.
— Yo también, bebé — lo besó en los labios, sin importarle que TaeHyun estuviera todo sudando. — Te amo tanto, tanto...
Horas después, TaeHyun dio a luz entre lágrimas y gritos de dolor. El llanto de los gemelos se escuchó por toda la sala, siendo abrazados por sus papás. BeomGyu cogió a SungHoon envuelto en una toalla, mientras que TaeHyun tenía a HeeSeung, ambos exhaustos, pero felices por dar inicio a su pequeña y perfecta familia.
Ese día, BeomGyu lo recordaba con pesar y tristeza, deseando haber cumplido su palabra de ser una familia por siempre.
BeomGyu se sentía como la mierda en ese instante, pero fue a trabajar pese a todo, y aunque la simple idea de comprar un billete para Estados Unidos le aterraba, tenía que hacerlo. Solo así apaciguaría las sospechas sobre él y TaeHyun. Hizo una mueca, molesto por la horrible jaqueca que traía desde esa mañana, apenas pudo dormir cinco horas.
Podía llamar a su psicóloga y pedir cita previa. Si compraba el billete de avión, antes necesitaba estar seguro de ello. Sí, lo haría estando de regreso en su oficina.
— ... su rendimiento es muy insuficiente. Si persiste en ausentarse sin motivo aparente, no nos dejará más opción que relegarle de su puesto — la voz de su jefe se escuchaba clara y concisa, pero BeomGyu no oía ni la mitad. No le interesaba en lo más mínimo que su actitud descuidada diese una mala imagen a la empresa. — Recapacite. Ese puesto lo ganó con mucho esfuerzo y no quiere perderlo, ¿cierto, señor Choi?
— Cierto, señor Kim — habló BeomGyu con voz monótona.
— Bien. Ahora puede irse — dijo, agitando la mano con brusquedad para indicarle que se marchara. — Espero no tener que llamarle de nuevo.
BeomGyu no respondió, saliendo de la oficina con la misma expresión con la que entró: indiferente.
Se encerró en su oficina y se sentó detrás de la mesa, cogiendo el teléfono y marcando al número de su terapeuta. Semanas atrás, ellos acordaron verse un día cada dos semanas, pero BeomGyu quería adelantar eso.
La voz de su psicóloga se escuchó del otro lado, y él no se anduvo con rodeos, por lo que pidió una cita para esa misma semana. Esperó unos segundos mientras ella revisaba su agenda, encontrando un hueco para el viernes por la mañana; solo tenía que esperar dos días.
Se lo agradeció antes de colgar, viendo todo el trabajo que tenía pendiente por hacer sobre la mesa. Por un instante, sintió el impulso de tirarlo a la basura, pero iba a necesitar el dinero si quería viajar a Estados Unidos. Con seis horas por delante, adelantó todo lo que llevaba atrasado, sin tener ningún descanso.
En un momento dado, su jefe pasó por su oficina y le sonrió, satisfecho al comprobar que BeomGyu no se levantó de la silla en todo ese tiempo. El Alfa no dijo nada, pero tenía muy claro que eso no lo hacía por la empresa, sino por él.
No obstante, no hizo horas extra. Cuando dio la hora, recogió sus cosas y salió de la oficina con el estómago rugiendo por el hambre. No le apetecía ir a casa, seguramente su padre estaría ahí, esperando a que regresara.
Pero hoy quería comer solo.
Buscó un local en donde cenar tranquilo, encontrando uno rápido cerca de su trabajo. Entró y ocupó una mesa en una esquina, percibiendo un olor fresco y dulce en el interior de ese restaurante: un Omega sin marcar.
No le dio importancia y esperó a ser atendido, pidiendo una cerveza y una ración de bulgogi. Solo cuando el camarero se alejó con su pedido, escuchó los murmullos a su alrededor. Volteó el rostro, contando seis Alfas y el Omega que desprendía ese aroma tan cautivador. No le vio la cara, pero era una mujer joven. Entendió, pues, que esos murmullos eran por ella.
No recordaba exactamente cuándo, pero ese olor ya lo conocía de antes.
Siguió sin darle importancia. Estaba hambriento, y lo único que quería era comer en paz. Pero desafortunadamente, no fue así.
Los murmullos se convirtieron en risitas y comentarios de mal gusto, todos dirigidos a la chica Omega. BeomGyu quería ignorarlo, pero lo oía perfectamente, con una rabia creciendo dentro de él a medida que los Alfas la iban acosando cada vez más.
— ¿No quieres decirme cómo te llamas?
— No veo por qué deberías saberlo — contestaba la Omega.
Más risas.
— Oh, ¿y por qué una Omega como tú estaría en un lugar lleno de Alfas? Quizás te sientes sola.
BeomGyu apretó el puño, todo su rostro estaba tenso. Estaba de espaldas a ellos, pero podía imaginarse perfectamente cómo varios de los Alfas invadían el espacio personal de la Omega, dejándola sin opción de marcharse.
— Solo vine a comer — dijo ella en tono cortante.
— Entonces yo tengo algo que puedes comerte. Algo grande y...
El Alfa nunca llegó a terminar la frase. BeomGyu se abalanzó sobre él para darle un puñetazo, pero unas manos delicadas lo tomaron del brazo.
— ¡No! ¡Detente!
BeomGyu miró a la chica, quedando sin aliento al reconocer su rostro.
Era ChaeYoung.
Durante unos instantes, permaneció inmóvil, pero luego se dirigió otra vez hacia el Alfa.
— Alfas como tú dan asco — escupió. No sabía por qué, pero estaba lleno de rabia, quería golpearlo, patearlo hasta dejarlo inconsciente. — ¿No entiendes que le repugnas? ¡No quiere nada contigo! ¡Ni tampoco con ninguno de ustedes!
ChaeYoung lo mantenía sujeto, y supo que debía verse como un desquiciado porque los Alfas no se le acercaron; todo el local estaba en completo silencio. El Alfa que tenía enfrente hizo una mueca y, tras murmurar algo de que estaba loco, regresó a su sitio.
Poco a poco, la normalidad volvió al local y, aunque BeomGyu atraía miradas curiosas, nadie se acercó a ellos. ChaeYoung finalmente lo soltó, percatándose de que estaba temblando de la rabia. BeomGyu no supo muy bien cómo sucedió, pero ahora ambos estaban sentados en la misma mesa, él esperando su comida y ella con una jarra de cerveza en la mano.
Durante unos minutos, no hablaron, pero BeomGyu no pudo contenerse más.
— ¿Sueles lidiar con esto a diario? —preguntó, mirando de reojo a ese Alfa. Cómo hubiera disfrutado de golpearlo.
— Solo a veces. No importa, estaba lista para defenderme — contestó. — Detesto la violencia, por eso siempre llevo esto conmigo.
De su bolso sacó un spray de pimienta. BeomGyu se rio.
— Ya. Si tan solo no tuvieras que llevarlo encima.
ChaeYoung se encogió de hombros. Se guardó el spray, bebiendo su cerveza mientras el camarero llegaba con el plato de bulgogi. Le lanzó una mirada extraña a BeomGyu, seguramente por el escándalo de antes. Él se dio cuenta, pero se limitó a coger los palillos y remover el plato para enfriarlo un poco.
Si bien esa era su oportunidad para preguntarle a ChaeYoung respecto a TaeHyun, no lo hizo. Sentía que no lo merecía, o que no tenía derecho de hacerlo después de tratarla como una amenaza años atrás.
— Seguramente la policía te habrá interrogado muchas veces — comentó. — Ya se cansarán. No pueden estar pendientes de nosotros todo el tiempo. Es un verdadero incordio.
ChaeYoung pareció sorprendida. BeomGyu trataba ese asunto como si detrás no hubiera una dolorosa ruptura, pero rápidamente comprendió que, bajo esa aparente naturalidad, el Alfa estaba destrozado.
Hablaron poco, pero ninguno se sintió realmente incómodo con el otro. BeomGyu no guardaba rencor hacia ella, y ChaeYoung no le reprochó nada al Alfa, pues no le correspondía a ella hacerlo.
— Lamento haberte tratado como una amenaza, cuando realmente la única amenaza en mi matrimonio era yo mismo — soltó BeomGyu, arrepentido. Pidió una cerveza para él también, pero el alcohol no le ayudó a sentirse mejor.
ChaeYoung lo observó detenidamente, viendo cómo el Alfa se frotaba el rostro, cansado.
— No es a mí a quien tienes que pedir perdón.
BeomGyu asintió, deseando poder hacerlo. Quería pedirle perdón por muchas cosas, pero sobre todo, por faltar a su promesa. Y estaba bien si TaeHyun no quería perdonarle, él tampoco se perdonaría jamás por perder a su familia, sin embargo, necesitaba decírselo. Vació su jarra de cerveza, pero no pidió otra, mirando la hora y percatándose de lo tarde que era.
Se despidieron a la salida del restaurante y, antes de que ChaeYoung marchara en dirección opuesta a la suya, BeomGyu la llamó.
— Gracias por ayudar a TaeHyun — dijo con total sinceridad.
La Omega asintió.
— Tú también lo estás ayudando — le recordó, colgándose el bolso sobre el hombro. — Mentir a la policía no es fácil.
Y, con un gesto de mano, ChaeYoung se dio la vuelta y anduvo calle abajo hasta que se perdió de vista. BeomGyu, en cambio, permaneció de pie, sin moverse. Se rodeó de silencio, que fue interrumpido cuando alguien llamó a su móvil; era su padre. No respondió, caminando hacia su casa sin esa ira irracional golpeando en su interior.
Justo cuando llegó a casa, tomó la decisión de comprar un billete a Estados Unidos para el próximo mes.
La terapia familiar estaba por comenzar, y TaeHyun sintió los nervios aflorar cuando la puerta de la consulta se abrió, con un Alfa de mediana edad llamándolos para entrar. Él y sus cachorros se miraron, ninguno estaba seguro de hacer eso, pero TaeHyun se mantuvo firme y no contempló ni por un momento dar media vuelta e irse.
Se puso de pie, cogiendo a YeSeo en brazos y mirando a sus hijos, pidiendo que hicieran lo mismo con una leve sacudida de cabeza. Sus rostros lucían algo incómodos, pero obedecieron y entraron uno a uno en la consulta. El interior estaba compuesto por un sofá de dos plazas y dos butacas a cada lado, una silla, que parecía ser la más incómoda, y una mesa de trabajo. No era especialmente grande, pero se veía acogedor.
El psicólogo les indicó que tomaran asiento, mientras él cogía un cuaderno de notas de la mesa y ocupó la silla que había frente al sofá y las dos butacas.
— Empecemos por una breve presentación y, si les parece bien, comenzaré yo — dijo, observando a los cinco miembros con sumo interés. — Me llamo Charles Larry Spencer, y seré su terapeuta desde hoy. Tengo cuarenta y dos años y, si no lo han notado, soy Alfa.
TaeHyun, sentado en el sofá con YeSeo en su regazo, asintió y sonrió con algo de debilidad ante lo último. Decidió empezar por él mismo, la pierna en donde sostenía a YeSeo comenzando a moverse en un gesto de nervio.
—Yo soy Kang TaeHyun y estos son mis cachorros: SungHoon, HeeSeung, JungWon, y la pequeña YeSeo — presentó, señalando a cada uno de ellos. Hizo una pausa y, seguidamente, añadió. — Llegamos a Estados Unidos desde Corea, hace ya dos años y seis meses aproximadamente. Tengo casi treinta y siete años.
Los iba a cumplir en menos de dos meses. Qué rápido pasaba el tiempo.
El psicólogo comenzó a escribir en su cuaderno, y pese a que TaeHyun no había dicho nada particularmente revelador, se hacía muy obvia la ausencia de una figura paterna entre tantos cachorros.
TaeHyun hizo otra pausa, no muy seguro de si continuar o esperar a que el psicólogo dijera algo. Sin embargo, el Alfa, que terminó de escribir, le animó a proseguir, queriendo saber el motivo de por qué abandonaron su país natal.
El Omega inició su relato, explicando cómo fue su vida allá. No entró en detalles, pero describió brevemente sobre la marca de JungWon, acerca de su matrimonio con BeomGyu y cómo este se fue resquebrajando, hasta que tomó la decisión de huir del país junto con sus cachorros. Si bien pasó un tiempo, seguía doliendo como si fuera ayer mismo.
— ¿Mommy? — murmuró YeSeo, inquieta y con una carita de pena.
Sin pretenderlo, la consulta se llenó de feromonas tristes. HeeSeung, SungHoon y JungWon no articularon palabra, pero, en sus expresiones, se leía la misma tristeza con la que TaeHyun relataba los sucesos.
— Cuando nos fuimos, mis hijos no sabían que iba a tener otro bebé — dijo, besando a YeSeo en la mejilla. — BeomGyu es el padre — aclaró —, pero tenía miedo. Dar a luz a otro cachorro fue algo inesperado, y tenía mucho miedo de que las cosas salieran mal. Tuve una fuerte depresión después de mi primer embarazo, y no sabía cómo hacerlo esta vez sin BeomGyu — confesó.
El psicólogo siguió anotando en su cuaderno. TaeHyun guardó silencio, sin saber qué más decir. Sus hijos no parecían tener ganas de intervenir, así que no les presionó.
— Bien, creo que tenemos mucho trabajo por delante — concluyó, pasando la hoja del cuaderno. — En esta sesión, no profundizaremos demasiado, pero me gustaría conocer un poco de ustedes — dijo, sonriéndole a YeSeo, quien pedía que su mamá le abrazara. — Ah… HeeSeung — llamó. El Alfa se enderezó cuando escuchó su nombre. — Dime qué es para ti tu familia.
HeeSeung respiró hondo, tomándose su tiempo para responder. Miró de reojo a sus hermanos y a su mamá. YeSeo, incapaz de permanecer quieta por más de un minuto, se puso de pie sobre el sofá después de que TaeHyun le quitara los zapatos, comenzando a hundirse en la suavidad de los almohadones. Parecía entretenerse bastante con eso.
— Mi familia es todo lo que tengo — respondió, sin mirar al psicólogo, fijando su vista en sus manos. — Por ellos es que me levanto todas las mañanas. Quiero cuidarlos, protegerlos, pero a veces se hace difícil. Me habría gustado... no sé, tal vez ser más grande e independiente, para poder haber ayudado a mamá cuando llegamos. Las cosas no fueron fáciles y quería... quería quitarle la carga a mamá.
HeeSeung pensó que el psicólogo indagaría más en él, pero se limitó a asentir con la cabeza y anotar otro par de cosas en su cuaderno. Una vez estuvo listo, desvió su atención hacia SungHoon.
— Tú eras SungHoon, ¿cierto? — el Omega respondió afirmativamente. — ¿Qué cualidades crees que tiene tu familia?
— Ahh... No sabría decir si es una cualidad como tal, pero siempre estamos juntos, en los buenos momentos y en los malos — explicó en su ya mejorado inglés. — No guardamos secretos, confiamos en mamá y él confía en nosotros. Antes... antes no era así — aclaró, y sintió sus mejillas rojas por la vergüenza. — En Corea, era todo diferente, pero aquí aprendimos a confiar a ciegas en el otro.
El psicólogo no estaba anotando, pero se veía atento a cada palabra que decían. Satisfecho con la respuesta de SungHoon, fue el turno de JungWon.
— ¿Podrías decirme algún defecto de tu familia?
JungWon lo pensó detenidamente. Aunque a veces peleaban entre ellos, no consideraba que tuvieran un defecto como tal, pero, entonces, cayó en lo más obvio. Su rostro lucía apenado cuando habló, a sabiendas de que, quizás, no todos estuvieran de acuerdo con sus palabras.
— Papá no está aquí.
Se hizo un tenso e incómodo silencio en la consulta, únicamente interrumpido por los balbuceos de YeSeo, quien no entendía lo que estaba ocurriendo. El psicólogo reparó en cada uno de ellos, comprendiendo que la figura del padre ausente iba a ser muy importante y recurrente en las próximas sesiones.
— Creo que este es un buen inicio para ustedes — dijo, volviendo a coger el cuaderno. — Han estado apoyándose mutuamente, fortaleciendo sus lazos afectivos, sin embargo, no se puede ignorar algo tan evidente como la ausencia constante de su padre y los motivos por los que no está presente. Temo que tú, TaeHyun, te hayas exigido demasiado. Imagino que no fue fácil descubrir que esperabas otro bebé de tu marido.
— No, no lo fue — confesó TaeHyun. Sin embargo, YeSeo era su hija. ¿Qué otra cosa podía hacer, sino amarle con todo su corazón ahora que estaba con ellos? —. Pero decidí seguir adelante con el embarazo. Pensé que, quizás con el apoyo de mis cachorros, sería un poco menos difícil para mí. Y, hasta hoy, no me arrepiento de la decisión que tomé. YeSeo es una niña hermosa, y sus hermanos la quieren mucho — vaciló un momento. — Pensé mucho en abortar cuando me enteré del embarazo, pero, una vez aquí, no me vi capaz de ello. No tengo esa clase de valentía.
— No, pero eso no significa que no seas valiente — concedió Charles. — La llegada de un bebé en una situación tan delicada como la tuya pudo ser fatal, pero entiendo que supiste sobreponerte y sacar fuerzas en esas circunstancias tan duras. Eso es muy bueno — señaló. — Ahora, ¿qué tal si me cuentan la dinámica familiar que ven desde sus puntos de vista?
La siguiente media hora estuvieron hablando por turnos, hablando sobre dónde trabajaban, al colegio al que iban, cómo era su relación con sus compañeros. Fue una conversación amena y tranquila, sin ahondar mucho, aunque sabían que se debía al ser la primera sesión.
— En las próximas sesiones, me gustaría conocer la relación que hay entre cada uno de ustedes, desde una visión madre-hijo, y hermano-hermano — y apuntó a HeeSeung, SungHoon y JungWon. — Y qué relación tenía cada uno con su padre. Quiero que piensen en eso y me hagan una reflexión para la siguiente sesión.
Los tres asintieron, y TaeHyun pensó que el psicólogo también le mandaría a reflexionar sobre su relación con BeomGyu, pero no fue así. Terminaron con la sesión y se despidieron del señor Spencer, saliendo de la consulta tras acordar que se verían la próxima semana. Durante los primeros minutos, ninguno dijo nada mientras se dirigían a casa, hasta que TaeHyun decidió romper ese silencio.
— ¿Qué les pareció? — preguntó. — No estuvo mal, ¿cierto?
HeeSeung se encogió de hombros. Sentía que era un poco violento hablar de sus intimidades familiares con una persona que no conocía de nada, pero su madre insistió y sus hermanos estuvieron de acuerdo. No le quedó más remedio que aceptar, a pesar de que era partidario de solucionarlo solo entre ellos.
— Esperaba que fuera peor — comentó SungHoon, quien llevaba a YeSeo cogida de la mano.
— Yo también — opinó JungWon.
— Verán como poco a poco irán cogiendo más confianza — dijo TaeHyun.
Anduvieron un par de calles hasta que TaeHyun se detuvo delante de un supermercado. Tenía que hacer la compra, así que les pidió que se adelantaran, ya que él haría la compra de la semana. Sus hijos quisieron acompañarle, pero TaeHyun les aseguró que solo tenía que coger un par de cosas.
Con YeSeo yendo de la mano de SungHoon y JungWon, los cachorros fueron para casa mientras la pequeña daba saltos y tarareaba alegremente. A pesar de lo ocurrido en la oficina de Charles, parecía que la beba no se percataba de lo que ocurría a su alrededor y disfrutaba de su infancia. Eso estaba bien para ellos.
— ¿Le dijiste a mamá que irás a la fiesta de Ghislaine? — preguntó SungHoon, alzando a su hermanita cuando dio un salto sobre un charco. Ella se rio, encantada.
— Esta noche se lo diré — contestó HeeSeung.
— Yo también quiero ir — anunció JungWon, deteniéndose en un cruce.
HeeSeung le dirigió una tensa mirada. No quería prohibirle nada a su hermanito, pero, si iba JungWon, Jay también estaría allí. Y eso no le gustaba.
SungHoon notó que HeeSeung no estaba del todo contento con la idea de que JungWon se uniera a la fiesta, así que intervino para poner un poco de tranquilidad. No quería desatar una pelea cuando acababan de ir a terapia familiar.
— Podemos ir los tres — sugirió. No le disgustaba ir a esa fiesta, pero igual HeeSeung estaría con Ghislaine y JungWon con Jay. Iba a ser el tercero en discordia, aunque bien podría buscar algún Alfa con el que entretenerse mientras.
JungWon miró a HeeSeung, esperando una respuesta de su parte. El Alfa tuvo la sensación de que le estaba desafiando a que dijera lo que ambos pensaban. Sin embargo, HeeSeung no era quién para prohibirle nada a JungWon. En todo caso, sería TaeHyun quién tuviera la última palabra.
Llegaron a casa minutos después, YeSeo quitándose los zapatos en la entrada y corriendo hasta el salón, donde dejó sus juguetes.
JungWon vio de reojo que HeeSeung sacó el móvil, escribiéndose seguramente con Ghislaine porque se alejó unos metros, medio ocultándose. JungWon refunfuñó por lo bajo, él no tenía el número de Jay, así que no podía hablar con él a no ser que fuera en el propio instituto. Quería saber si él también asistirá a la fiesta de cumpleaños de Ghislaine, apenas podía tener un momento a solas con él sin que HeeSeung estuviera metiendo las narices. Esperaba que Ghislaine lo distrajera –era obvio que la chica sentía algo por su hermano–, y así él tendría vía libre con Jay.
Esa tarde, se la pasaron jugando con YeSeo mientras TaeHyun, después de hacer la compra, se puso a cocinar un delicioso japchae. Tenía cerca una tienda de alimentos asiáticos, ahí encontraba los condimentos y salsas necesarias para preparar comida coreana. No echaban de menos Corea, pero los cachorros solían pedir sus platos y él era incapaz de negárselos.
Cuando la cena estuvo lista, se sentaron para comer con la cacerola de japchae en el centro de la mesa y YeSeo con su puré de frutas. La niña ya estaba aprendiendo a comer sola y no quería que la ayudaran, así que la dejaban en paz. Después de servir la comida, y empezar a comer, HeeSeung se aclaró la garganta.
— El sábado Ghislaine celebrará su cumpleaños — dijo, hablándole a su mamá. — Me invitó a su fiesta, pero dijo que SungHoon y JungWon también podían ir — añadió, viendo a JungWon relajarse cuando lo mencionó a él también.
— Si van, no quiero que lleguen tarde a casa — les advirtió TaeHyun.
— No te preocupes. La fiesta se hará por la tarde — se apresuró a decir HeeSeung. — Ghislaine no invitó a mucha gente, así que será todo muy tranquilo.
TaeHyun sabía que, en cierto modo, esa fiesta era importante para ellos. JungWon se veía realmente ilusionado con ir y, aunque HeeSeung no lo aparentaba, sospechaba que había algo más entre él y Ghislaine. Además, era agradable que ellos fueran invitados a esos eventos, porque significaba que, a pesar de todo, se integraron correctamente con sus compañeros. Era, en el fondo, un enorme alivio para él.
— Nada de alcohol, sobre todo tú, JungWon — destacó con severidad. — Les recuerdo que todavía no pueden consumir alcohol. Diviértanse, pero, si alguno de ustedes llega borracho o peor, estarán dos meses sin salir.
La amenaza fue muy efectiva, porque los tres cachorros asintieron a la vez, sin intención de replicarle a TaeHyun. El mayor asintió, satisfecho. Confiaba plenamente en sus hijos, especialmente en HeeSeung, quién era mucho más maduro que la mayoría de los chicos de su edad.
— Habrá que comprarle algo a Ghislaine antes del sábado — dijo entonces JungWon.
— Eso es fácil — habló SungHoon, con una sonrisa burlona en los labios. — Compramos un lacito y lo ponemos sobre la cabeza de HeeSeung.
JungWon se rio mientras su hermano enrojecía de pena.
— No es gracioso — masculló entre dientes. Sin embargo, le indignó profundamente que TaeHyun estuviera por reírse también. — ¡Mamá!
— Ya, Hee, SungHoonnie solo está bromeando — dijo TaeHyun en tono reconciliador, pero sin borrar la sonrisa.
— Ya, seguro solo está bromeando — fingió no oír la risa de JungWon, concentrándose en el plato de japchae, pero la imagen de Ghislaine se le vino a la mente, provocando un fuerte rubor en sus mejillas.
SungHoon no hizo más bromas, pero a nadie le quedó duda de que a HeeSeung le gustaba Ghislaine. JungWon, por otro lado, moría por saber si vería a Jay en esa fiesta. Mañana se lo preguntaría sin falta en el instituto.
TaeHyun, mientras le limpiaba la barbilla a YeSeo, que derramó su puré de forma inevitable, pensó que eso estaba bien por ahora. Era feliz, a pesar de todo, y era lo que importaba.
¡Gracias por leer!
La jornada estudiantil ha vuelto a comenzar, así que, desde ahora, se publicará un capítulo por semana. Espero su compresión. <3):
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