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22


Despertó en medio de la oscuridad, con su cabeza doliendo y el aroma a feromonas inundando la habitación.

Desorientado por completo, se revolvió y estiró su mano para atraer el cuerpo de TaeHyun contra él, pero no encontró nada, solo la sábana arrugada. Frunciendo el ceño con desconcierto, BeomGyu se enderezó y miró hacia el exterior, observando la noche despejada de verano.

¿Qué demonios?

Buscó su celular en medio de la oscuridad, cerrando sus ojos cuando la luminiscencia lo cegó. Soltó un quejido bajo, presionando el interruptor de la lámpara a su lado de la cama, y el cuarto se iluminó. Se fue acostumbrando poco a poco a la luz, volteándose otra vez para ver el lado vacío, y se enderezó hasta quedar sentado en la cama.

Miró la hora una vez más en su móvil: las diez de la noche. ¿Tanto había dormido? Pero ¿dónde estaba TaeHyun?

Todavía algo perdido, se giró al velador, donde estaba el vaso de agua a medio beber y la nota que el Omega le dejó. La agarró y releyó, pensando que, cuando la leyó por primera vez, no lo hizo bien. Sin embargo, allí decía claramente que fue a comprar y buscar a los niños, y que luego volvería a cuidarle. Entonces, ¿dónde estaba? Ahora necesitaba con desesperación un poco de mimos.

Tal vez no quiso molestarlo. TaeHyun, al verlo tan descompuesto por todo lo que bebió anoche, quizás no lo despertó y ahora estaba con los cachorros, en el comedor o en el cuarto de ellos.

Suspirando, se puso de pie y agarró su ropa interior y la bata. Podría pedirle a TaeHyun que se dieran un baño en la tina, con el Omega recostado contra él, como hacían cuando los niños no estaban en casa. Algo así necesitaba en ese instante.

Salió al pasillo, su ceño arrugándose más cuando vio que todo estaba con las luces apagadas y en sepulcral silencio.

— ¿TaeHyun? — preguntó, su tono con duda y temor.

No hubo respuesta alguna.

Fue hacia el cuarto de los mellizos, abriendo la puerta. Pudo sentir su estómago contraerse al darse cuenta de que estaba vacío, también a oscuras, y prendió las luces. Casi esperaba que, al iluminarse, viera las figuras de los niños y su esposo durmiendo, pero no fue así. Las camas de la litera estaban hechas, todo ordenado pulcramente, al igual que el resto del cuarto.

Se quedó mirando un instante la repisa que tenían, donde los mellizos guardaban esos cómics que coleccionaban. Estaba vacía.

Pudo sentir su respiración acelerarse y salió de la habitación, cerrando con fuerza. Apresuró su paso al bajar las escaleras, pudiendo sentir el pánico, el miedo.

TaeHyun fue a buscar a los niños, sí, y quizás se quedaron con su padre. Tal vez su padre los invitó a cenar y a TaeHyun se le pasó la hora, eso debía ser.

Encendió la luz del comedor, sintiendo la desesperación en todo su interior. Los platos sucios de la noche anterior lo saludaron, junto con una carta puesta cuidadosamente en el centro.

No. No. No.

BeomGyu no fue a la carta. No iría a esa carta.

TaeHyun debía estar con su padre, era eso. O con su madre, aunque eso no tuviera lógica un día normal.

Su mano temblaba cuando buscó el número de TaeHyun en su celular, marcándolo una y otra y otra vez. En las cinco veces que le llamó, le arrojaba que el móvil estaba apagado o sin conexión. Entonces, decidió marcar a su padre.

MinHo contestó a los tres timbres.

— ¿BeomGyu? — dijo, oyéndose preocupado.

— Pásame a TaeHyun — le dijo, su voz temblando —, pásamelo, por favor, por favor.

Hubo una extraña pausa, un silencio tenso en el ambiente. Ese tipo de silencio que anticipaba una noticia mala, una noticia horrible. Ese silencio que estuvo cuando su padre iba a contarle que su mamá los abandonó para irse con otro Alfa.

— BeomGyu — habló su padre, su tono siendo cuidadoso —, TaeHyun no está aquí.

No, qué mentira más grande. Eso era imposible.

— No es gracioso — le espetó —, dámelo ahora.

Lo escuchó suspirar con cansancio. BeomGyu estaba a solo segundos de gritar por la frustración y el miedo de lo que iba a ocurrir en un momento.

— Estaré allá en media hora — le dijo su padre, severo.

Antes de que el Alfa pudiera reclamarle algo, su padre le cortó. El silencio volvió a instalarse en ese lugar, los ojos de BeomGyu puestos en la carta, su respiración acelerándose otra vez.

Se vio a sí mismo con trece años, asomando su cabeza por la ventana, a la espera de que mamá apareciera. Todos los días, BeomGyu la esperaba y prometía que iba a ser mejor, un mejor hijo, para que mamá fuera feliz.

Mamá ni siquiera le dejó una carta, ni siquiera habló con él. Salió una mañana, dándole un beso en la frente, y se marchó para nunca volver.

Caminó hacia la carta, con sus manos temblando. Tuvo el impulso de romperla y tirarla a la basura, fingir que no existía y que TaeHyun entraría por esa puerta en cualquier momento. Sin embargo, en el fondo de su corazón, sabía que eso no iba a pasar. Sabía que TaeHyun y los cachorros no volverían allí.

Abrió la carta, sacó el papel y lo extendió frente a sus ojos.

No lo siento. No completamente.

Con toda probabilidad, esperabas que esta carta empezara de forma distinta. Quizás conmigo implorando tu perdón, y rogándote que, alguna vez, puedas disculpar lo que hice. Pero, siéndote sincero, no siento un gran arrepentimiento por esto, porque sé que, en el fondo de mi corazón, era lo mejor.

No quiero que pienses que nunca te amé, BeomGyu. Durante mucho tiempo, muchos años, te vi como el amor de mi vida, mi alma gemela, mi compañero de alma, pero desde hace meses que no te reconozco como el hombre con el que me casé. De alguna forma, todo el amor que llegué a sentir por ti se fue evaporando poco a poco, desapareció como las hojas de un árbol en otoño, hasta que solo quedó el miedo, el resentimiento y el innegable deseo de estar lejos de ti. Quise luchar contra eso, insistirme a mí mismo que podía volver a amarte, sin embargo, en lo profundo de mí, sabía que eso era imposible en este momento.

Luego de eso, vino la resignación. Consideré durante muchas semanas que podía acostumbrarme a vivir de esta forma, un muerto en vida, obedeciéndote en todo y aplacando ese lado que no sentía por ti nada más que desprecio. La mayoría de Omegas, que llegué a conocer, en algún momento de sus vidas, se terminaban por acostumbrar a esta vida que nos impusieron. ¿Por qué yo debía ser distinto? Podía fingir que te había perdonado, hasta que el recuerdo se transformara en un sueño lejano.

Lo que no podía fingir era la marca de JungWon y su inevitable condena. Lo que no podía fingir era que SungHoon podía ser marcado a la fuerza por SeongHwa. Lo que no podía fingir era el miedo que le tuve a HeeSeung, mi propio hijo, por lo que tú hiciste. Esas cosas, BeomGyu, no podía eliminarlas de mi mente en ningún punto, y fueron las que me impulsaron a tomar esta decisión, porque sabía, desde hace mucho, que tú no harías nada por mis hijos, como tanto te gustaba recalcar. Míos, no tuyos.

Puede que no lo comprendas. Puede que ahora te ciegues por la rabia y la ira. Puede que sientas deseos de golpearme y quieras volver a someterme como hiciste esa noche. Si es así, espero que te replantees el amor que me dices tener.

No quiero que me busques, porque tengo muchas cosas que sanar. Si tanto me amas, como te gusta decir, espero que respetes esta decisión. No quiero que me sigas, que me denuncies, que me obligues a volver, porque, si es así... Si lo haces, BeomGyu, puedes dar por terminada cualquier posibilidad de que nosotros volvamos a ser lo que éramos antes. No es una amenaza, sino una realidad.

Sin embargo, sé que, más adelante, nos volveremos a encontrar. Cuando mis heridas sanen, cuando pueda entender mi valor como persona, cuando el miedo desaparezca, puede que encuentre suficiente valentía para hablar contigo cara a cara. Tuve que haberlo hecho ahora, ¿no es así? Pero te lo confesarė: tenía miedo de hacerlo, y que tú me levantaras la mano. Prometiste que no lo harías, sin embargo, ¿acaso había razón alguna para creerte, después de todo lo que pasó entre nosotros?

No confío en ti, BeomGyu. Vivía en constante miedo de lo que podía ocurrir si cometía un error. Deseé, durante muchos días, que no volvieras, que te fueras, que te murieras.

No podíamos seguir de esa forma y decidí huir, no solo por el bien de mis cachorros, sino por nuestro bien. No lo verás de esta forma ahora, pero sé que es lo mejor a pesar de que duela.

BeomGyu, sana, por favor. Sana, así como yo sanaré. Solo cuando sanes, quizás, pueda volver a mirarte a los ojos sin sentir miedo.

No tengo mucho más para decir. Solo que no te preocupes, estaré bien con los niños. Ellos comprendieron esta decisión a pesar de su edad, y fueron ellos los que quisieron acompañarme. Los cuidaré con todo mi corazón, porque ellos lo son todo para mí.

Por último, no quiero que acuses a ChaeYoung o a tu padre por mi decisión, porque no tienen nada que ver. Fui yo quién lo decidió, por sí mismo, quien quiso arriesgar todo por su bien y el de sus hijos. Ellos no me metieron alguna idea en la cabeza o me impulsaron a esto. Si quieres culpar y odiar a alguien, entonces ese alguien soy yo. Nadie más.

Por favor, cuídate. Cuídate mucho. A pesar de todo esto, tú y yo seguimos compartiendo una marca, y siempre estaré preocupado por ti. A estas alturas, ya no te deseo mal alguno, BeomGyu.

Te amó alguna vez, 
TaeHyun.

¿Cómo te fue hoy, Thomas? — preguntó TaeHyun.

¡Bien! — gritó el niño de diez años, sonriendo y empujando el coche de YeSeo —. ¿Me ayuda con la tarea de matemáticas, señor TaeHyun?

TaeHyun le sonrió al pequeño, que era el hijo menor de los Liu. Thomas asistía a una primaria cerca del hogar de la familia, así que TaeHyun debía ir a buscarlo cuando acababa su jornada escolar y ayudarle con las tareas, además de cuidarlo.

Por supuesto — le dijo TaeHyun, deteniéndose ante un semáforo. — Una vez acabes, puedes jugar con YeSeo en la nieve.

— ¡Ni-e-ve! — tartamudeó YeSeo, levantando sus manos.

Thomas comenzó a hablarle a YeSeo, tratando de hacerlo lento para no confundirla. La pequeña todavía se confundía entre ambos idiomas, sabía tanto palabras en inglés como en coreano. TaeHyun tenía claro que, cuando fuera más grande, se manejaría en los dos idiomas con facilidad, así como ocurría con la familia Liu. Thomas era el que menos sabía chino, el segundo idioma que manejaban los empleadores de TaeHyun, pero el coreano...

Mary Liu, la madre de los niños, era mitad estadounidense y taiwanesa. En cambio, el padre de familia, Huang Liu, era mitad coreano y mitad taiwanés. Vivieron un tiempo en Taiwán, donde nació su hija mayor, Jackie, que ahora tenía veintidós años. Cuando nació Amber, se trasladaron a Corea del Sur, donde vivieron hasta que Amber cumplió diez y ya había nacido Thomas, que, en ese momento, tenía dos años. De ahí, decidieron partir a Estados Unidos, donde llevaban viviendo cerca de ocho años, por eso mismo, el niño menor sabía poco coreano.

TaeHyun sabía que ambos padres trabajaban. Huang era un gerente de banco, por lo que ganaba bastante bien, mientras que Mary se dedicaba a ser diseñadora de vestuario de una tienda de gran reconocimiento, así que la familia Liu era de clase alta.

TaeHyun se sentía muy afortunado de haber dado con ellos para encontrar ese trabajo, porque no solo le dieron un lugar para vivir, sino que le pagaban bastante bien para lo que se dedicaba. Sumado al hecho de que ellos les pagaban el colegio privado a sus hijos...

A los pocos minutos llegaron a la casa, y Thomas corrió a buscar sus cuadernos para hacer la tarea. TaeHyun desabrigó a YeSeo, bajándola del coche y dejando que corriera hacia sus juguetes desparramados en el cuarto de estar. TaeHyun ya había hecho aseo en toda la casa, siempre terminaba temprano, lo que le hacía quedar libre desde las cuatro en adelante. Thomas no tenía tanta tarea, así que pronto, los llevó al patio delantero para que jugaran con la nieve.

Los vio empezar a hacer un muñeco de nieve. Thomas adoraba a YeSeo y viceversa, se llevaban muy bien a pesar de la diferencia de edad, así que sonrió cuando el niño ayudó a la pequeña a hacer una bola de nieve, que sería la cabeza.

— Señor Kang.

Se sobresaltó al escuchar la voz hablando detrás de él, girándose y encontrándose con una traviesa sonrisa. Frunció el ceño.

— Huening Kai — saludó, rodando los ojos.

El muchacho hizo un puchero que pretendía ser inocente. TaeHyun sabía que ese chico no tenía nada de inocente.

— Estaba pensando en que podríamos salir a cenar — dijo Kai, que vivía a solo unas casas de los Liu.

TaeHyun ladeó la cabeza, mostrando su marca.

— Tienes veintidós años, Huening Kai — respondió, sacudiendo su cabeza —, y yo voy a cumplir treinta y siete en unos meses.

— Bueno, yo cumpliré veintitrés el mes que viene — replicó el Alfa, más alto que TaeHyun.

— Y eso sigue dando una diferencia de catorce años — bufó el Omega. — Piérdete ahora, me haces perder la paciencia.

— Catorce años no son nada — insistió Kai.

TaeHyun le sacó el dedo corazón y el chico se rio, despidiéndose porque tenía clases en la universidad. Huening Kai era bastante relajado y despreocupado para sus cosas, sin tomar demasiado en cuenta la actitud grosera del Omega. Eso parecía divertirlo más.

Terminó por ayudar a Thomas y YeSeo con su muñeco de nieve, poniéndole un gorro viejo que el niño tenía, y una zanahoria como nariz.

¡Mistel now! — gritó YeSeo.

¡Snow! — trató de enseñar Thomas.

¡Now, now! — chilló YeSeo.

En ese momento, vio llegar a sus cachorros, junto con Amber.

— Mamá — dijo JungWon, corriendo hacia él. — Oh. Hola, Thomas.

¡Hola JungWon! — saludó Thomas.

— Mamá — habló SungHoon — , Amber me invitó a jugar Overwatch, ¿puedo ir con ella?

TaeHyun observó la expresión inocente de su hijo y de Amber. Desde que habían llegado a casa de los Liu, Amber siempre estuvo muy pendiente del mellizo Omega. Los dos se llevaban muy bien y fue ella quién le enseñó inglés a su hijo, porque a SungHoon le costaba un poquito. A HeeSeung, por supuesto, no le hacía demasiada gracia.

— Claro — respondió TaeHyun —, pero HeeSeung va contigo.

SungHoon puso mala cara, mientras que la expresión de HeeSeung se llenó de triunfo. Amber trató de aguantar la risa.

— Los quiero en casa a la hora de la cena — agregó TaeHyun, mirando a los mellizos.

Los tres se despidieron del Omega, que los vio entrar al enorme hogar. JungWon se puso a jugar con Thomas y YeSeo, haciendo ángeles de nieve.

— ¿Cómo te fue, JungWonnie? — preguntó.

— Muy bien — dijo JungWon —, el entrenador Williams nos dio las autorizaciones para ir al campeonato de taekwondo en Pensilvania, así que debes firmarla.

TaeHyun sonrió, orgulloso de ver a su hijo Omega tan feliz con su taller. A pesar de estar atrasado dos años en los estudios, JungWon se acopló con facilidad a su nuevo colegio al igual que los mellizos.

El colegio privado al que iban, que tenía primaria y secundaria, se especializaba en interculturalidad y migración, por ello mismo fue que los Liu insistieron en que sus niños estudiaran allí, junto a Amber y Thomas. TaeHyun no quiso al inicio, porque era demasiado caro, pero Huang insistió en que él se haría cargo de todo.

Recordó fugazmente dos años atrás, cuando los inscribió a un colegio público, y los niños apenas se manejaban en el inglés. Fue un desastre total no solo por eso, sino también por el evidente racismo que experimentaron sus cachorros. Al final, resultó ser un año perdido para ellos, pero TaeHyun sabía que tuvo que hacerlo para que Servicios Sociales no pusieran un ojo sobre él.

Por eso, JungWon estaba atrasado dos años, mientras que los mellizos, uno.

Afortunadamente, en este colegio, tenían diversos talleres en los que estar. JungWon al inicio no estaba muy seguro con el taekwondo, pero, al final, terminó por animarse, volviendo a destacar por sus habilidades. Este sería el primer campeonato en el que participaría, y no podía estar más entusiasmado. SungHoon se encantó más por la fotografía, y a pesar de no tener una cámara propia, el taller prestaba algunas para sus estudiantes. HeeSeung, por el contrario, fue el que más sorprendió a TaeHyun cuando le preguntó una noche si podía inscribirse al taller de danza contemporánea.

En Corea, los Alfas no ingresaban a ese tipo de talleres por considerar que era muy delicado, algo que pertenecía más a los Omegas.

— Claro que puedes — le respondió TaeHyun, agarrándolo de las mejillas —, no eres menos Alfa por eso, HeeSeung.

HeeSeung estuvo a punto de romper a llorar por sus palabras, dándole un abrazo fuerte que le hizo reír.

Se estaba haciendo ya tarde, así que entró con los niños a la casa. Thomas fue a secarse a su cuarto, mientras que JungWon se llevó a YeSeo a la cabaña para cambiarle de ropa también. TaeHyun recogió los juguetes y, en ese momento, llegó Mary.

— Oh, ¡hola, TaeHyun! — saludó ella, tan deslumbrante como siempre. La mayoría de las veces hablaba en inglés, pero en algunos momentos usaba el coreano. — Pensé que ya estarías atrás, ¡hace mucho terminó tu jornada, cariño!

Se le hacía un poco raro que la Omega lo tratara así, tan cercanamente y con un poco de ternura. Mary era mucho mayor que él, con cincuenta años, pero aun así la diferencia no era tanta entre ambos. Es decir, los dos eran Omegas madre, cuidando a sus cachorros, sin embargo... A veces, creía que ella le miraba como otro cachorrito más.

Le avergonzaba siquiera pensarlo, aunque tampoco podía negar la realidad: hacía sentir a TaeHyun apreciado.

Antes de que pudiera contestar, entró a casa también Huang. Era un Alfa muy alto e imponente, delgado y de sonrisa amable. Hacían bonita pareja, se notaba que se querían mucho.

— Oh, TaeHyun — saludó Huang —, ¿todavía aquí?

— ¡Lo mismo decía yo! — dijo Mary. — Pero lo aprovecho de hablar contigo.

— ¿Pasa algo, señores Liu? — dijo, su tono educado y tímido.

— Vamos, TaeHyun, ¡llevas trabajando más de un año aquí! — regañó Huang. — Es momento de que nos llames por nuestros nombres.

TaeHyun sintió sus mejillas coloradas por la vergüenza. A veces, le sorprendía sentirse todavía como un adolescente, especialmente entre ellos.

— En fin — suspiró Huang —, Mary me ha dicho que quiere expandir la cabaña y agregar otro cuarto, quizás ampliar el comedor también.

El Omega mordió su labio inferior. La verdad es que la cabaña si era un poco pequeña para los cinco. Quizás, sin YeSeo, habría estado bien para ellos, pues no tendrían juguetes desparramados por cualquier lado. JungWon podría dormir con él, y los mellizos en el otro cuarto. Sin embargo, le daba demasiado pavor pedir otra cosa, ¿eso no sería aprovecharse de la amabilidad de los Liu?

— Si ustedes quieren...

— Por supuesto que sí — dijo Mary —, cuando llegue la primavera, haremos una ampliación. Estamos muy agradecidos con todo tu trabajo, TaeHyun.

— No, soy yo el que está agradecido con ustedes por haberme contratado — respondió el Omega, su voz salió algo herida. — Ustedes me han dado demasiado.

El matrimonio parecía muy feliz y satisfecho con todo eso.

Se marchó quince minutos después a la pequeña casa trasera. JungWon estaba batallando para hacer fuego mientras que YeSeo pintaba en su cuadernito de dibujos. TaeHyun decidió empezar a cocinar.

Los mellizos aparecieron una hora después, con SungHoon rabiando y HeeSeung riéndose. TaeHyun sabía que esos dos se la pasaban discutiendo, en especial ahora que estaban un poco más grandes, pero tenía claro que se querían. Su pequeña familia rota se quería.

Como era viernes, ninguno de los cachorros se puso a hacer tareas. Los tres lo iban a dejar para el domingo, por lo que se pusieron a jugar con YeSeo. Mientras preparaba el tteok guk, los observó riéndose al estar jugando a las escondidas. Ahora le tocaba a YeSeo buscar, así que empezó a meterse a los cuartos para encontrar a sus hermanos mayores.

Pensó en cuando tenía cinco meses de embarazo, el temor de que los niños no quisieran al nuevo bebé. Sin embargo, esa idea desapareció enseguida cuando los vio tan pendientes de él, cuidándolo y sin juzgar su decisión de tenerlo. Quizás, el que menos feliz estaba, era HeeSeung. Pero pronto decidió dejar esa molestia que sentía, y se convirtió en el principal cuidador de su mamá.

Terminó de preparar la cena, llamando a los cachorros a sentarse. YeSeo fue hacia él, enfurruñada, porque había perdido.

— ¡Malos! — les gritó, enojada. — ¡Malos, malos nanos!

— ¡Eres igual de berrinchuda que JungWon! — dijo SungHoon.

— ¡Eso es mentira! — saltó JungWon, enrojeciendo.

— Dejen los gritos y a comer — dijo TaeHyun. — No quiero quejas, ¡se comen toda la sopa!

HeeSeung puso mala cara al ver el tteok guk, porque no le gustaba mucho, pero al final se lo terminó comiendo.

— Mañana ChaeYoung nos invitó a comer a su departamento — dijo TaeHyun, en medio de la cena —, si quieren ir...

— ¡Yo sí quiero! — dijo JungWon.

Los mellizos también aceptaron ir. YeSeo estaba muy concentrada en comer y no derramar nada, por lo que no contestó. Sin embargo, pronto empezó a gritar cuando HeeSeung le metió los pimentones que no iba a comerse a la sopa de la bebé.

TaeHyun solamente sonrió al verlos gritar y quejarse, tranquilo de que sus cachorritos se quisieran y estuvieran con él. Iban a estar bien, a pesar de todo.

Los niños no se tomaron muy bien la noticia del embarazo y TaeHyun lo sabía, pero no tuvieron demasiado tiempo para discutirlo, porque el celo de JungWon estalló esa misma noche.

En el día, el chico había estado muy callado y con aspecto enfermizo, pero TaeHyun pensó que se debía al viaje y la noticia recién recibida. Dejó al niño en el departamento, diciéndole que durmiera un poco más, y salió con los mellizos a comprar alimentos para llenar la alacena y tener alimentos en los siguientes días. Al volver, TaeHyun les preparó el almuerzo y JungWon comió bien, todavía un poco pálido.

Sin embargo, para la noche, ya estaba afiebrado. El mayor no cabía en su preocupación, yendo a la farmacia más cercana para comprar algunos medicamentos que pudieran ayudar a su cachorro. Le dio un ibuprofeno, diciéndole que durmiera otra vez. Después de la cena, fue que JungWon empezó a soltar feromonas de celo.

TaeHyun se quedó quieto, tocándole la frente a su hijo menor.

— SungHoon — llamó, y el mellizo Omega apareció —, llena la tina con agua tibia, por favor. Más fría que caliente.

— Ma-mami — tartamudeó JungWon, lloroso.

— Sí, bebé — susurró TaeHyun, acariciándole el cabello sudoroso.

HeeSeung entró al cuarto unos segundos después, su nariz arrugándose en señal de disgusto. TaeHyun sabía que las feromonas de celo, que JungWon dejaba salir, no eran las típicas; estas parecían tener un olor algo ácido y no tan atrayente.

— Mamá, ¿debería...?

— Primero, vamos a darle un baño y bajar su fiebre — respondió TaeHyun —, es una fiebre de celo. Necesita enfriar su cuerpo para que baje, su cuerpo reacciona así a la marca y la lejanía del Alfa.

— Pe-pero no... no le qui-quiero... — lloró JungWon.

— Sí, pero la marca confunde a tu Omega, bebé — le dijo TaeHyun. — Tranquilo, ¿está bien? Te dolerá el cuerpo durante estos días, así que te quedarás en cama.

SungHoon volvió unos minutos después.

— Está listo el baño, mamá.

— Bien, vamos, cariño — TaeHyun destapó a JungWon, que se quejó en voz alta, antes de abrazarlo y levantarlo. El pequeño se arrebujó en sus brazos, sin dejar de sollozar, y TaeHyun lo llevó al baño, sentándolo en la taza del inodoro. — Te quitaré la ropa, bebé.

JungWon estaba tan débil que no protestó, solo se dejó manejar como un títere. TaeHyun lo volvió a tomar en brazos, metiéndolo con cuidado a la bañera. El cuerpo del niño estaba tan caliente que no se quejó ante el agua tibia, que pronto iba a enfriarse.

— Relájate — le indicó TaeHyun —, deja que el agua te ayude, cachorrito. Luego, volverás a la cama. Podrás molestar a HeeSeung lo que quieras entonces.

JungWon soltó una risa torpe, dejando que el agua relajara sus músculos tensos y adoloridos. Cuando le hablaban del celo, él siempre esperaba que fuera otra cosa, algo más bonito, con menos sufrimiento. En el colegio, lo pintaban, en todo momento, como algo maravilloso y que remarcaba la adultez del Omega. Casi esperaba que aparecieran flores y mariposas en el aire.

Pero esto jamás se lo imaginó. Solo sentía calor y dolor y músculos apretados y la necesidad de recibir cariños de forma desesperada. La marca en su cuello ardía, parecía palpitar, y JungWon sentía el loco deseo de arrancársela para encontrar un poco de alivio. Arrancarla parecía una mejor opción, que sentir ese sufrimiento constante.

Su mamá le limpió el cabello y le acarició los hombros. Pudo sentir la temperatura bajar un poco, lo suficiente para no sentirse tan sofocado ni desorientado. Sin embargo, su marca seguía punzando en constante dolor, como si alguien lo estuviera picando allí. Quizás era JaeJoong.

— ¿To-todos mis... mis celos serán así? — gimoteó JungWon más adelante, mientras TaeHyun lo secaba y le ponía un pijama más limpio.

— Sí — TaeHyun decidió ser honesto —, hasta que él marque a otro Omega o tú te dejes marcar por otro, bebé — le acarició la barbilla. — Pero, con el pasar del tiempo, el dolor se hará soportable, ¿está bien?

JungWon no parecía demasiado convencido, sin embargo, decidió creerle a su mamá. Mamá nunca mentía. Él prometió que JaeJoong no pasaría su celo con él, y lo cumplió.

Se acostó en la cama y de pronto HeeSeung apareció, también con el pijama. Las feromonas Alfas de su hermano parecieron inundar el cuerpo del Omega, hasta el punto en que comenzó a relajarse y ya no a quejarse. HeeSeung no tardó en acostarse al lado del niño y JungWon lo abrazó, empezando a dormitar, mucho más calmado.

— Cualquier cosa, me llamas — le susurró TaeHyun a HeeSeung, inclinándose a darle un beso en la frente al Alfa.

HeeSeung asintió en silencio, acariciándole el cabello a JungWon.

— Hueles bien, Hee — murmuró JungWon, suspirando por el gusto.

— Tú también — mintió HeeSeung, pero JungWon sonrió con felicidad.

TaeHyun se marchó de la habitación, cerrando la puerta, y vio a SungHoon sentado en el sofá. Tenía una expresión triste, y TaeHyun sintió el lazo con el Omega tirando.

— ¿Pasa algo, Hoonnie? — le dijo, sentándose a su lado.

— Nada — TaeHyun le dirigió una mirada y el Omega se recostó en el sofá, apoyando su cabeza en las piernas de mamá —, es solo que... que recordé mi primer celo. Papá estuvo allí.

A SungHoon le vino a mitad de semana, así que BeomGyu pidió unos días de vacaciones. TaeHyun durmió esos días con JungWon, mientras su esposo cuidaba del Omega en celo. SungHoon se la pasaba abrazando a BeomGyu, colgándose de su cuello como un mono y, prácticamente, ronroneando por la felicidad. BeomGyu tenía un aroma Alfa muy relajante, a vainilla, a TaeHyun le gustaba demasiado y sabía que a SungHoon igual. El Alfa solo se reía por lo cariñoso que era su cachorrito príncipe, tan amoroso cuando estaba en celo.

BeomGyu siempre se preocupó de que SungHoon estuviera cómodo y feliz en su celo. Era responsabilidad de un Alfa de que los Omegas a su cargo no tuvieran complicaciones en sus celos.

— Sé que lo extrañas — dijo TaeHyun.

— Es más que eso — sollozó SungHoon —, durante... durante mucho tiempo, era mi referencia. Lo que... lo que yo quería de un Alfa. Él era tan... tan bueno con nosotros, contigo, parecía respetarte y jamás hacerte… hacerte daño de esa forma. De la forma en la que los Alfas les hacen daño a sus Omegas.

TaeHyun sintió sus ojos lagrimosos, porque igual lo extrañaba. Extrañaba a ese BeomGyu de antes, ese BeomGyu del que se enamoró, que era como un rey sacado de un cuento de hadas. Extrañaba saber que lo podía abrazar y sentir protegido en sus brazos, que allí nadie le haría daño, que estaría bien a su lado.

— Y te hizo daño también — lloró SungHoon —, a pesar de todo, te dañó y no podía hacer nada por ti. Tú siempre... siempre hiciste todo por nosotros y no pude hacer nada para protegerte de él. No lo podía entender, mamá, no podía...

— Ya no importa — dijo TaeHyun, acariciándole el cabello y sintiendo las lágrimas cayendo por sus mejillas —, estamos juntos y eso es lo importante. Estamos juntos, mi precioso cachorrito...

— Lo extraño y lo odio, y eso duele, mamá — siguió llorando SungHoon, y TaeHyun solo podía darle la razón en ahogado silencio, sin dejar de sentir las lágrimas saliendo de sus ojos.

Él sabía que dolía. Sabía que iba a doler por mucho tiempo.

¡Gracias por leer!

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