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21

los diálogos en inglés estarán en cursiva.

además, hay tres tiempos de narración: TaeHyun del presente, TaeHyun del pasado y BeomGyu, para que no vayan a confundirse.

Parte Tres: Invierno.

¡Vamos, JungWon, con más fuerza!

El Omega tomó una respiración profunda ante el grito del entrenador, sintiendo el sudor caer por su espalda y su rostro, y trató de pegar con todas sus fuerzas en la colcha que el Alfa sostenía. Soltó un grito, elevando su pierna derecha en una patada lateral, sintiendo el momento exacto en el que su pie conectó con el cuerpo del adulto.

¡Bien, así me gusta! — gritó el entrenador Williams. — ¡Bien hecho, chico!

JungWon sintió sus mejillas coloradas ante el halago, haciendo una inclinación de noventa grados, a pesar de que todos sus profesores le decían que no era necesario.

Gracias, entrenador — respondió JungWon, sonriendo con vergüenza por su torpe inglés.

Sin embargo, el adulto no lo tomó en cuenta ni hizo amago de burla por eso, despidiéndose. JungWon caminó hacia las gradas del gimnasio, viendo a Jay sentado allí, al lado de su mochila. Lo miró con el ceño fruncido.

— ¿Feliz de verme? — dijo Jay, sonriendo de forma encantadora.

— ¡No! — mintió JungWon, un poco enfadado, pero también contento de ver al Alfa. — ¿Me esperaste todo este tiempo?

— ¡Por supuesto! — respondió Jay. — Quería llegar antes que...

— Aléjate de mi hermanito o te romperé el culo — amenazó una voz recién llegada.

JungWon sonrió al reconocer el tono de SungHoon, que venía saliendo del taller de fotografía. Pronto se les uniría HeeSeung, que debía haber acabado también su taller de baile contemporáneo.

Jay levantó las manos con inocencia.

— Qué violento, SungHoon — dijo el Alfa, sin perder el encanto. — Le decía a tu hermano que estuvo increíble en el entrenamiento de hoy.

— ¡Fue genial! — apoyó JungWon, entusiasta. — ¡No puedo esperar a que sea el campeonato! El entrenador dice que, si sigo así, ¡tengo muchas probabilidades de ganar!

SungHoon sonrió al ver la felicidad en los ojos del Omega.

— Eso es bueno — apoyó SungHoon —, pero ¿te irás a bañar… o nos iremos a casa contigo apestando a pescado?

— ¡Qué pesado eres! — JungWon le sacó la lengua, agarrando su mochila. Antes de correr a los camerinos, sin embargo, se volteó hacia SungHoon y Jay. — Me van a esperar, ¿cierto?

Su hermano mayor pudo sentir su sonrisa tensarse.

— Por supuesto, JungWonnie.

El niño no tardó en correr hacia los baños.

— ¿Le sigue doliendo la marca?

SungHoon se volteó hacia Jay, que seguía mirando la puerta por la que JungWon desapareció. Quiso decirle algo grosero, acostumbrado a eso, sin embargo, pensó en la noche de hace varios días: su hermano menor se estaba rascando la cicatriz de la marca con fuerza, en señal de incomodidad.

— Le seguirá doliendo hasta conseguir otra marca — contestó SungHoon, sacudiendo su cabeza.

— ¿Puedo...?

— Ni se te ocurra — gruñó SungHoon. — ¡Pervertido!

Jay se rió, apenado.

— De verdad me gusta.

— Qué bueno.

— Eres horrible.

— Lo sé. Tú me caes mal.

El Alfa decidió no decir algo cuando vio llegar a HeeSeung, con aspecto deslumbrante gracias a la ducha rápida que se dio. El mellizo mayor miró a Jay también con mala cara, que decidió despedirse rápido antes de ser asesinado. Nunca había conocido a hermanos más sobreprotectores que esos dos.

— ¿Cómo te fue? — preguntó SungHoon.

HeeSeung se encogió de hombros.

— Mamá me llamó — respondió en cambio —, me ha pedido que nos juntemos en el supermercado con él. Le han mandado a comprar y trae muchas cosas.

El Omega asintió, un poco ausente.

— Se acerca navidad.

HeeSeung no respondió. Primero, porque no sabía qué decir y, segundo, porque JungWon llegó corriendo hacia ellos, con su cabellito mojado y cambiado de ropa. El Omega menor miró hacia todos lados.

— ¿Y Jay?

— Lo eché a la basura — respondió HeeSeung cuando comenzaron a caminar.

JungWon hizo un pequeño puchero.

— Él es guapo — comentó.

— SungJun igual lo era — replicó SungHoon —, SeongHwa también. Olvídalo, Wonnie.

El pequeño puso ahora una expresión triste, pero sus dos hermanos le tomaron una mano cada uno, dándole un apretón suave para consolarlo. Ninguno quería que volviera a llevarse una decepción con un Alfa, especialmente ahora que estaba más sensible por esa marca rota en su cuello.

TaeHyun, mientras, miraba el reloj en su muñeca con el ceño fruncido, dando unos pasos y dejando las bolsas en el suelo. Sonriendo, se volteó y miró a unos metros de él.

— YeSeo — dijo, con paciencia —, ¿no quieres que lo lleve yo?

— ¡Noooooo! — gritó la pequeña niña, que no tenía más de dos años. — ¡Sí pudo!

TaeHyun se rio al ver a la bebé tratando de agarrar la bolsa de los pañales de ambos extremos, sin poder agarrarla bien por lo cortos que eran sus brazos. La visión de la pequeña avanzando un paso, y dejando el paquete en el suelo, era muy graciosa.

— Ven — TaeHyun se acuclilló, haciéndole señas a la niña —, vamos a esperar a tus hermanos, ya deben estar por llegar.

— Mami — YeSeo, finalmente, dejó caer el paquete al lado de las otras bolsas, abrazando a TaeHyun por el cuello. — I love youuuuuuuuuuu.

El Omega volvió a reírse ante su inglés chapucero e infantil, dándole un beso en su mejilla rechoncha derecha. La pequeñita suspiró con gusto.

Tuvieron que esperar diez minutos hasta que los niños llegaron. JungWon corrió a abrazar a TaeHyun y YeSeo, que se rio por el repentino calor que la rodeó. Los mellizos saludaron a su mamá, agarrando las bolsas para ir a esperar el bus en el paradero, mientras que JungWon comenzó a parlotear sobre su día en el colegio. Todavía no nevaba, pero hacía demasiado frío.

— ¿Todo esto es para los señores Liu? — preguntó HeeSeung, frunciendo el ceño. Otra vez.

— No todo — respondió TaeHyun, sentando a YeSeo en sus brazos una vez se acomodaron en el bus. — Las bolsas que carga SungHoon son para nosotros.

— ¿Te dieron un bono? — preguntó JungWon.

— Por supuesto, como cada festividad — contestó TaeHyun. — HeeSeung, quita ese ceño.

"Te pareces a tu padre", quiso agregar, pero sabía que eso no le haría gracia a su hijo mayor. No podía culparlo, realmente, porque, desde que llegaron, fue HeeSeung el que tuvo que asumir como Alfa de la manada a sus cortos quince años.

— Ellos se aprovechan de ti — comenzó a reclamar HeeSeung.

— No — TaeHyun le miró con advertencia. — HeeSeung, basta. Estoy cansado de esto.

— Pero... — SungHoon golpeó a su hermano mayor en la pierna. — Ya, vale.

El resto del viaje fue hecho en completo silencio.

Se bajaron en la entrada de un elegante condominio residencial, caminando por la acera. Las casas eran grandes, se notaba que vivían familias acomodadas en ese lugar, con autos de lujo, estacionados en algunos patios delanteros. Ya muchas estaban decoradas con motivos navideños.

Se detuvieron fuera de una casa grande también, tan decorada como el resto. JungWon sostuvo a YeSeo, desviándose junto con SungHoon de la entrada principal a la cerca que cubría el patio trasero, y abriéndola con una llave que tenían, cruzaron la puerta de madera. TaeHyun y HeeSeung, en cambio, fueron a la puerta principal. TaeHyun abrió con la llave de la casa, entrando al recibidor y limpiándose los pies para no ensuciar.

— ¿TaeHyun? — habló una voz delicada. — ¡Volviste rápido!

Una mujer, vestida con un suéter blanco y unos pantalones oscuros, apareció en el pasillo. TaeHyun le hizo una pequeña inclinación, por lo que HeeSeung se vio obligado a imitarlo.

No había tanta gente en el supermercado — respondió TaeHyun —, dejaré todo en la cocina y luego iré a la cabaña, señora Liu.

¡Es Mary! — dijo ella, sonriendo espléndidamente. — Claro, no te preocupes. ¡Muchas gracias, TaeHyun! ¡Qué grande estás, HeeSeung!

HeeSeung le dio las gracias, siguiendo a su mamá por el pasillo hacia la cocina del hogar, tan grande como cualquier otro cuarto. No le sorprendió encontrarse a la hija de los Liu, Amber, buscando algo que comer.

— ¡Hola! — dijo ella, en un coreano adorable. — ¡Oh, pensé que SungHoon estaría con ustedes! — Amber se rio al ver la cara que puso HeeSeung.

— Tenían tareas que hacer, señorita Amber — respondió TaeHyun, comenzando a sacar las cosas de las bolsas. — HeeSeung, puedes ir con tus hermanos.

 —Bueno...

HeeSeung se despidió de Amber secamente, saliendo de la cocina. TaeHyun le ofreció a Amber unas galletas que compró, contentándola con eso y luego, quince minutos después, ya tenía todo listo.

No tardó en salir al patio trasero, observando que comenzó a nevar. Se arrebujó en su abrigo, odiando el frío, e hizo un mohín ante el ardor de su marca. Su celo estaba cerca.

Caminó por el amplio patio hacia la cabaña que estaba al final, entrando y viendo a SungHoon y JungWon sentados en la mesa. HeeSeung se hallaba inclinado contra la estufa, encendiéndola, mientras que YeSeo se hallaba jugando en el suelo con unos autitos.

— ¿Cómo estuvo su día? — les preguntó ahora a los mellizos, colgando su abrigo y yendo a la cocina americana para preparar la cena.

— Aburrido — suspiró SungHoon, comenzando a hacer su tarea de matemáticas. — ¿Puedes creer que la profesora de Ciencias me regañó porque casi hice explotar el laboratorio?

— ¿Y por qué no lo explotaste? — preguntó TaeHyun.

— ¡Porque ella me detuvo antes!

— Qué mala es — TaeHyun sonrió. — ¿Y el tuyo, HeeSeung?

— También aburrido — dijo a regañadientes su hijo mayor, cerrando la puertita de la estufa una vez el fuego prendió. — Como SungHoon no pudo explotar el laboratorio, se estuvo quejando durante el resto del día.

— Hee — llamó YeSeo, y HeeSeung se volteó —, ¡brrrrrum, brrrrrrrum!

HeeSeung agarró el autito que YeSeo le tendía y se puso a jugar con ella. Se instaló un silencio cómodo en el lugar, siendo interrumpido por las risas bajas de la pequeña niña, el ruido de la cocina y las conversaciones bajas que SungHoon y JungWon mantenían.

TaeHyun se acostumbró a esos silencios en ese pequeño hogar que tenían. Llevaban viviendo allí más de un año. No era demasiado grande, considerando que eran cinco, pero peor era nada. La casa tenía dos habitaciones para dormir, así que una la usaban los mellizos y JungWon, mientras que, en la otra, dormían TaeHyun y YeSeo.

La señora Liu le había dicho a TaeHyun, unas semanas atrás, que podrían ampliar la cabaña si ellos querían, por lo que TaeHyun se lo estaba pensando porque no quería aprovecharse más de la familia Liu, no con todo lo que hicieron por él en su momento.

A TaeHyun no le gustaba pensar mucho en eso. Recordar esos primeros días en los que no sabía qué hacer, en los que se despertaba en medio de la noche para ver que sus tres cachorritos seguían con él, tratando de contener el doloroso celo de JungWon...

— Mamá — llamó HeeSeung, y TaeHyun parpadeó, observándolo —, se te está quemando el salteado.

El Omega se sobresaltó, apagando la cocina y frunciendo la nariz ante el olor. Pudo sentir la mirada de sus tres hijos sobre él, de YeSeo no, porque ella era muy pequeñita todavía para darse cuenta de esas cosas.

— Me distraje un momento — suspiró TaeHyun, sacudiendo su cabeza. — Espero que les gusten las verduras quemadas.

JungWon hizo un gesto de asco.

Media hora después, estaban los cuatro sentados alrededor de la mesa, listos para cenar. YeSeo estaba en las piernas de SungHoon, que ese día debía darle de comer él. Ante el cuidado de su hermanita menor, todos se turnaban para quitarle un poco de peso a su mamá.

— ¿Qué van a querer para navidad? — preguntó TaeHyun de pronto.

JungWon dejó de quitarle las verduras quemadas al arroz, rindiéndose porque no podía separarlas bien.

— Nada — respondió HeeSeung, de forma inmediata, y antes de que cualquiera de sus otros hermanos pudiera responder. — Ya lo hemos hablado, mamá.

TaeHyun suspiró.

— ¿Qué quieren? — insistió. — Van dos años en los que no he podido regalarles nada, pero ahora sí puedo, mientras no sea caro. ¿Qué quieren?

— Una computadora, ¡para los tres! — dijo JungWon, interrumpiendo las protestas de HeeSeung. — Así, podríamos hacer alguna videollamada con el abuelito, ¡lo echo mucho de menos! Y quizás papá...

— ¡No! — saltó HeeSeung, enojado. YeSeo se sobresaltó, y SungHoon le acarició el cabello a la bebé. — ¡Ese hombre puede irse a la mierda!

YeSeo comenzó a llorar por los gritos. La expresión de HeeSeung se puso culpable cuando JungWon, a su lado, sollozó en voz baja también. TaeHyun dejó su plato a medio comer, su expresión agotada, pero sin querer discutir en ese momento.

— Ven, dámela — suspiró TaeHyun, y SungHoon le tendió a YeSeo, que se aferró a él, sin dejar de llorar. — JungWonnie, ¿quieres dormir conmigo esta noche?

— Sí, mamá — se apresuró a responder el Omega menor.

TaeHyun se puso de pie, comenzando a mecer a YeSeo para calmarla. Poco a poco, el llanto fue desapareciendo y se instaló otro silencio en el cuarto.

— Mamá, lo siento — se disculpó HeeSeung, apenado —, no quería levantar la voz. Lo siento mucho, mamá, de verdad.

— Está bien — TaeHyun se acercó al Alfa, entregándole la bebé a HeeSeung. YeSeo lo miró con sus ojos llorosos. — Pídele perdón a ella, y a tu hermano igual.

HeeSeung le dio un beso en la mejilla a la niña, el sabor salado quedando en sus labios.

— Lo siento, YeSeo — le dijo.

— ¡Malo! — gritó YeSeo, dándole un manotazo en la mejilla sin muchas fuerzas. HeeSeung sonrió y YeSeo se rió. — ¡Malo!

— Sí, malo — aceptó HeeSeung, antes de voltearse hacia JungWon, que lucía deprimido. — Lo siento también, JungWonnie. No estuvo bien lo que grité.

— Te odio — le dijo JungWon, sin lucir un poco convencido de sus palabras.

— Ya somos dos — respondió SungHoon, luciendo enfadado. — ¿Puedes dejar esa actitud, por favor? ¡Lo quieras o no, ese hombre es nuestro padre!

HeeSeung parecía dispuesto a replicarle y desatar otra discusión, sin embargo, TaeHyun decidió intervenir antes de que estallara una pelea.

— Basta, ¡dejen el tema o los voy a castigar! — dijo TaeHyun, su voz enfadada y herida. — No quiero que hablemos más de esto. Los tres se han quedado sin regalo de navidad, solo le daré algo a YeSeo, que se comporta mejor que ustedes. Ahora, terminen de comer y se van a acostar enseguida.

El resto de la cena fue en silencio.

Una vez acabaron de comer, los mellizos se fueron hacia su pieza, donde tenían un escritorio en el que acabar sus tareas. JungWon ayudó a TaeHyun a recoger los platos, yendo a lavarlos mientras que el Omega le cambió los pañales a YeSeo, que ya tenía carita de sueño.

— No tomes en cuenta a tus hermanos — le dijo TaeHyun, poniéndole el pijama a la niña. — A veces, dicen cosas sin pensarlo dos veces — suspiró, su voz sacudiéndose un poco. — ¿Sabes qué? Tu padre sí que habría estado contento contigo, su primera niñita y una Alfa, por sobre todo...

YeSeo elevó una manito y le acarició la mejilla, allí donde TaeHyun sentía la humedad por sus lágrimas. Sonrió con tristeza, sorbiendo por la nariz y tratando de no quebrarse.

— No loles, mami — dijo YeSeo, apenada igual.

TaeHyun soltó una risa baja, sacudiendo su cabeza.

— Vamos, a dormir ahora, hermosa.

Acomodó a la pequeña en la cama matrimonial, que cayó dormida apenas su cabecita tocó la almohada. JungWon ya acabó de lavar los platos, apagando la luz del comedor y cocina, y yendo a su cuarto a ponerse el pijama. Los mellizos estaban haciendo sus tareas.

— No se queden hasta tarde — les dijo, dándole un beso a cada uno en la frente. — No quiero quejas mañana.

— Sí, mamá — dijo SungHoon, sonriéndole con tranquilidad.

JungWon le siguió a su cuarto.

— ¿Y tú no tienes tareas? — le preguntó TaeHyun, poniéndose también el pijama.

— Ya las hice — respondió su hijo, presumido. — Yo soy más inteligente que esos dos.

— ¡Mentiroso! — gritó HeeSeung, desde el otro cuarto.

TaeHyun sonrió, aliviado de que, a pesar de las constantes peleas, ellos seguían juntos y unidos.

Se acomodó al lado de YeSeo, y JungWon no tardó en abrazarlo. Le acarició el cabello a su cachorrito, dándole un beso en la coronilla.

— ¿Extrañas a papá? — le susurró, llamando su atención.

— Sí — admitió JungWon, apenado —, pero… pero sé que no debería hacerlo. Sé que... que él actuó mal y te hizo daño, pero todavía lo quiero, mamá. ¿Eso está mal? HeeSeung me hace sentir como si fuera un crimen.

TaeHyun lo pensó un momento.

— No — respondió el mayor —, yo igual lo extraño a veces. Él es tu padre, JungWon, y eso nadie lo puede evitar. A pesar de todo, él nos quería, pero no tomó las decisiones correctas. Puede que, más adelante, lo vuelvas a ver.

JungWon asintió, un poco triste todavía. TaeHyun le revisó la cicatriz de la marca, acariciándole los bordes y sintiendo el estremecimiento en sus dedos.

— ¿Cómo lo llevas? — le preguntó.

— A veces me pica — JungWon se encogió de hombros, con una sonrisa tímida —, pero, en los celos, ya no siento a JaeJoong. Como rompió la marca, ya no hay ningún lazo que nos una.

El mayor sonrió con alivio al escuchar las palabras de su hijo menor. Solo dos meses atrás, JungWon tuvo que ir al hospital cuando su marca comenzó a quemarle y arder, y fue allí cuando les dieron la noticia de que la marca-lazo fue rota. El Alfa había marcado a otro Omega, y ahora JungWon ya no tenía nada que le atara a él, excepto una cicatriz.

Cuando se lo contaron a su cachorrito, se puso a llorar como un bebé, tan feliz por eso. TaeHyun tampoco lo podía creer, contento de que las cosas hubieran acabado así, aunque una parte suya también se sintió triste de que otro Omega sufriera al lado de JaeJoong. Pero, a pesar de que sonara egoísta, mientras su hijo estuviera bien, no le iba a importar nada más que eso.

— Eso está bien — respondió TaeHyun, dejando su marca en paz. — ¿Y Jay?

JungWon comenzó a parlotear sobre todo su día en el colegio, haciendo sonreír a TaeHyun porque, a pesar de todo, sus hijos estaban bien.

TaeHyun había despertado por un calor sofocante en su marca.

Trató de orientarse en medio de la oscuridad del bus, y vio a JungWon con su cabecita apoyada sobre su hombro. Hizo un nuevo mohín por el ardor en su marca, clara señal de necesidad.

BeomGyu estaba tirando del enlace.

No le dio muchas vueltas al asunto, sintiendo el miedo en su vientre, el pánico apretando su estómago. En ese instante, todo se sentía como un sube y baja constante, como si estuviera en un sueño, sus acciones siendo automáticas.

El avión llegó a Washington el día veintiocho de agosto, a las siete de la tarde, en medio de una tarde fresca de fines de verano. TaeHyun terminó de hacer todo el papeleo de ingreso, con los cachorros con cara de sueño y pidiendo a gritos una cama para dormir, pero no tenía tiempo para eso, no hasta llegar a su destino final.

Por eso, una vez estuvo todo listo y tenían las maletas bajo sus manos, pidió un taxi que los llevara a un terminal de buses para partir hacia New York enseguida. La llave del departamento de ChaeYoung saltaba en su bolsillo.

Cuando se bajaron del taxi para ir a comprar los boletos de bus, fue cuando TaeHyun sintió el primer tirón de su marca. Su instinto fue girarse hacia todos lados, buscando a su Alfa desesperadamente para correr hacia él y dejarse envolver en su aroma, pero eso desapareció al sentir la mano de JungWon junto a la suya.

— Vamos, mamá — le dijo HeeSeung.

Los tuvo que seguir a pesar del ardor en su marca.

Compraron los boletos, el bus partió cerca de las nueve de la noche. Ya había oscurecido y les esperaba un viaje de cuatro horas más, así que los niños no tardaron en caer dormidos, los mellizos en los asientos delante de él y JungWon a su lado. Él también terminó por ceder al sueño, a pesar del dolor en su cuello.

Miró la hora: ya era veintinueve de agosto. Pronto llegarían al terminal de buses de New York, entonces.

No se equivocó, porque, cuando faltaban quince minutos para la una de la mañana, el bus se estacionó en la terminal. Ellos se bajaron junto a la multitud de personas, y TaeHyun pidió otro taxi, entregándole la dirección de ChaeYoung. Pudo notar que los niños iban hambrientos y con sueño, y se sintió tan mal por someterlos a todo ese viaje movido, por no entregarles lo que necesitaban en ese momento, por...

Parpadeó, tratando de no seguir ese hilo de pensamientos. No estaba pensando bien, ya que era necesario todo eso; no debía continuar dándole vueltas al asunto.

Llegaron sobre la una al edificio donde estaba el departamento de ChaeYoung. TaeHyun tomó en brazos a JungWon, que estaba que se caía por el sueño, y el cachorro no tardó en acomodarse en sus brazos.

Para su propia fortuna, el conserje los dejó pasar sin problema alguno, quizás creyendo que él era ChaeYoung. TaeHyun sabía que los occidentales veían a todos los asiáticos como iguales, y eso le jugó a favor en aquel momento.

Subieron al ascensor.

— SungHoon — susurró TaeHyun, llamando la atención de su hijo Omega. JungWon iba dormitando en sus brazos —, tengo la llave del departamento en el bolsillo izquierdo, sácala.

El chico obedeció.

Se bajaron en el cuarto piso, buscando el número del departamento, hasta que lo encontraron. TaeHyun sabía con lo que se iban a encontrar, porque ChaeYoung le advirtió que no era un departamento grande para una familia de cuatro, pero le serviría al Omega para estar allí unas semanas, hasta que encontrara algo mejor.

Era pequeño, claro. ChaeYoung era independiente, ¿para qué necesitaría algo grande? Una cocina americana, conectada a un comedor, con una mesa redonda con cuatro sillas y un sofá pegado a la pared. Una televisión plasma colgada de la otra pared y un pequeño balcón, que mostraba parte de la ciudad.

Había dos puertas: una era el baño y la otra, la habitación de ChaeYoung, con una cama matrimonial, un velador y un armario. Enano, pero sería suficiente.

Fue a acostar a JungWon a la cama, arropándolo, antes de girarse hacia los mellizos.

— ¿Tienen hambre? — les preguntó. — Puedo cocinarles algo rápido si quieren, y luego se van a acostar.

— No, mamá — respondió HeeSeung —, mejor vamos a dormir enseguida, ¿vale? Mañana podemos comer bien.

— Pero...

— Mamá, HeeSeung tiene razón — respondió SungHoon —, ha sido... ha sido un largo viaje, ¿vale?

TaeHyun no lucía convencido, pero asintió. Apuntó hacia el cuarto, donde JungWon ya estaba dormido profundamente.

— Los tres, allí — les dijo —, yo dormiré en el sofá, ustedes...

— No — HeeSeung le interrumpió, firme. — Duerme tú con SungHoon y JungWon en la cama. Yo dormiré en el sofá.

— HeeSeung — TaeHyun lo observó con el ceño fruncido. No le parecía correcto eso, eran sus cachorros.

— De verdad, mamá — HeeSeung le tomó la mano, dándole un apretón —, por favor, hazme caso. Mañana nos alternamos, pero ahora, duerme tú en la cama.

Dispuesto a replicar, abrió la boca para discutirle a su hijo mayor, pero entonces SungHoon le agarró la otra mano. TaeHyun lo miró, notando la mirada desolada en sus ojos. "Te necesito", parecía decirle, con esos ojos parecidos a los de BeomGyu.

Se estremeció, asintiendo en silencio, y se dejó arrastrar por SungHoon al cuarto.

El mellizo Omega le puso el pijama a JungWon, que dormía como una roca y apenas se quejó. TaeHyun buscó en el armario, encontrando dos frazadas que le llevó a HeeSeung para que no pasara frío, y media hora después, todos estaban acostados.

Fue cuando SungHoon rompió a llorar.

TaeHyun lo abrazó en el silencio de la habitación, con los ojos llorosos y tratando de contener su propio llanto, sintiendo la pena y el dolor de su cachorro, como una daga enterrándose en lo profundo de su corazón. Se removió en el lugar, apretándole contra su pecho, escuchando los sollozos ahogados del muchacho contra él.

— Está bien — susurró TaeHyun, acariciándole el cabello —, está bien, SungHoon. Mamá está aquí. Mamá no te soltará jamás, precioso...

SungHoon siguió llorando unos largos minutos, hasta que pareció calmarse lo suficiente y alejó su cabeza. Tenía los ojos hinchados por el llanto, la nariz colorada y las mejillas encharcadas, pero TaeHyun lo siguió encontrando tan bonito, como la primera vez que lo tuvo en sus brazos, pequeñito y rosadito.

— Te-tenía miedo — sollozó SungHoon —, te-tenía ta-tanto miedo, mamá...

— Yo también — confesó TaeHyun —, me aterraba que alguien se diera cuenta y me los quitaran, ¿qué haría yo sin ustedes, mi lindo cachorrito?

Eso pareció hacer llorar más al menor, y TaeHyun solo lo abrazó con amor. Pronto, SungHoon se quedó dormido en su pecho, y JungWon seguía durmiendo, tranquilito, así que TaeHyun los abrazó a los dos. Mañana, le daría un fuerte abrazo a HeeSeung.

Por un instante, mientras su mente se debatía por dormir o preocuparse, fue que pensó en BeomGyu. Podía sentir la marca tirar de él, en busca de su Alfa, en busca de un ancla, y su Omega tembló por el miedo de lo que ocurriría a continuación.

Santo dios, lo había dejado. Lo abandonó. TaeHyun dudó mucho, pero, al final, terminó abandonándolo por completo, quitándole a los niños, yéndose de su lado, cuando le prometió mil veces no hacerlo. ¿En qué lo convertía? En un mentiroso, por supuesto. Sintió las lágrimas aparecer en sus ojos, pero tragó saliva para no empezar a llorar, sabiendo que eso despertaría a los niños.

TaeHyun era un mentiroso, un desgraciado, por haber sido incapaz de enfrentar a BeomGyu directamente. Sin embargo, el recuerdo de lo que le hizo, el temor de que pudiera golpearlo, lo llevó a eso. Si las cosas hubieran sido distintas, si BeomGyu no hubiera actuado así, si hubiera...

La vida estaba llena de "hubiera", pero, al final, solo eran pensamientos fantasiosos que no llevaban a nada, porque TaeHyun decidió algo totalmente distinto a eso.

TaeHyun tuvo que decidir, no solo por él, sino también por sus cachorros, y rogó no haber tomado la decisión equivocada.

Con esa idea en mente, TaeHyun cerró sus ojos y cayó dormido.

El día siguiente fue un poco caótico para el Omega.

Considerando que ChaeYoung no iba ahí desde hace mucho tiempo, decidió que lo primero que iba a hacer sería comprar comida, así que les dijo a los cachorros que se quedaran en el departamento. HeeSeung se ofreció a acompañarlo, sin embargo, le dijo que no era necesario. Más tarde irían juntos a un supermercado a comprar todo lo que fuera conveniente, pero ahora, TaeHyun solo necesitaba dos cosas: comida para desayunar y chips nuevos para sus celulares, pues viajaron solo con el objeto, sin conexión para recibir o hacer llamadas.

Salió del departamento, con su estómago rugiendo por el hambre, y le preguntó al conserje sobre algún lugar para comprar pan, en un torpe inglés. Para su fortuna, el hombre le entendió y le dio unas indicaciones.

No tardó mucho, pues la panadería quedaba a solo una cuadra. Compró panes, huevos, una leche en caja y unos sobres de café y azúcar. Volvió diez minutos después, concentrándose en sus cachorros, en volver, sin perder el tiempo en detenerse en otra cosa, aunque, cuando pasó fuera de un quiosco, preguntó sobre chips para celulares y terminó comprando cuatro.

Volvió al departamento, viendo a JungWon salir de la ducha y correr al cuarto para cambiarse. SungHoon estaba secando su cabello, mientras que HeeSeung se encontraba en el balcón, viendo hacia la ciudad.

Calentó agua en el hervidor y encendió un quemador de la cocina. El departamento era eléctrico, así que esperó unos segundos para ponerse a preparar los huevos. JungWon salió del cuarto.

— Mamá — dijo, llamando su atención —, ¿qué haremos ahora?

TaeHyun no lo sabía. TaeHyun no tenía ningún plan, porque ni siquiera había estado seguro de que podría lograrlo.

Sus manos temblaron al recordar otra cosa importante, que no le dijo a nadie, menos a sus hijos, que le observaban con expectación.

El embarazo.

Trató de controlar el tiritón incontrolable de sus dedos.

— Primero, a comer — le dijo. — ¿Pueden poner la mesa?

Los tres no tardaron en buscar el mantel y acomodar todo para comer, hambrientos y necesitados de algo más que agua y barras de cereal. TaeHyun les sirvió el pan y los huevos revueltos en mitad de la mesa, calentando la leche en el microondas, y viéndolos comer antes de servirse café.

En medio del desayuno silencioso, agarró su bolso y sacó los paquetes que contenían los chips de celular, entregándole uno a cada uno.

— Es para mantenernos comunicados — les dijo —, necesito que cuiden sus celulares, ¿está bien? Lo mejor que puedan. Si a alguno se le rompe, tendrán que compartir sus móviles entre todos, porque no tengo dinero para comprarles uno nuevo — su expresión se tornó seria. — Ahora, escúchenme bien: nada de llamadas a Corea, ¿está claro? Ni siquiera a su padre.

— Pero, mamá... — comenzó a decir JungWon.

— Ninguna llamada a Corea — le interrumpió —, no por ahora. ¿Sabes por qué, JungWon? Porque estamos aquí de forma ilegal. Si lo descubren allí, nos van a extraditar, se irán con su padre y muy probablemente yo termine en la cárcel — su tono salió duro, pero necesitaba que su cachorro lo comprendiera bien. — Eso puede pasar en cualquier momento, si su padre... Si él decide ir a la justicia, y declarar que estoy aquí sin su consentimiento, nos obligarán a regresar. No podemos correr ese riesgo, ¿lo tienes claro?

JungWon permaneció un momento en silencio, pálido y triste. Al final, pasados unos segundos, asintió en silencio, conteniendo las ganas de llorar. HeeSeung se veía enojado, mientras que SungHoon tenía una expresión neutra.

— Haremos una vida aquí, aunque al inicio se vea difícil — TaeHyun trató de lucir convencido, porque sabía que, cualquier titubeo, haría que sus cachorros entrarán en pánico. — Cuando nos instalemos mejor, en otro lugar, los inscribiré a un colegio. Voy a conseguir un empleo... — su voz fue apagándose. — Hay otro tema que debo decirles, chicos.

Los tres lo miraron con ojos atentos. TaeHyun no quiso pensar en un trabajo, considerando que no tenía experiencia en nada y no tenía ningún título. ¿Qué iba a poder conseguir con algo así? El dinero se acabaría luego de unos pocos meses, incluso con lo que MinHo prometió depositarle.

— Estoy esperando otro bebé.

El dolor de cabeza se volvía peor con cada día.

BeomGyu apoyó su cabeza en su mano, su brazo sobre el respaldo del sofá, y tomó aire para lograr concentrarse un poco en lo que le estaba diciendo uno de los socios de la empresa, pero el martillazo parecía aumentar más y más a cada segundo.

— Señor Choi — dijo su secretaría, llamando su atención —, su té. ¿Necesita algo más?

— No — le gruñó, y la mujer salió apresuradamente.

— Te ves mal — comentó Kim, poniéndose de pie y recogiendo sus cosas. — Continuemos otro día. Tómate el resto del día libre, BeomGyu, y vete a casa. Haz que tu Omega te atienda.

BeomGyu quiso agarrar su té y lanzárselo a ese hombre, pero solo se quedó quieto en su lugar, apretando sus dientes. Su Omega. Su Omega.

Quiso soltar una risa mordaz, pero salió un sollozo roto. Tuvo que apretar sus labios para no empezar a llorar, como ocurría cada vez que la idea de TaeHyun aparecía en su mente.

Por un instante, buscó ese lazo abandonado y trató de tirar de él, pero no hubo respuesta alguna. Ninguna ola de calor. Ninguna señal de vida. Absolutamente nada, solo un vacío devorador que le provocaba más dolor que nada en ese instante.

Dos años y tres meses. Ese era el tiempo que llevaba sin TaeHyun a su lado, sin los cachorros, en esa casa enorme y vacía, que parecía tan muerta como su Alfa.

Agarró sus cosas con rapidez. Si iba a romper a llorar, sería en su hogar, no allí, no en público.

Ordenó todo y salió lo más rápido que pudo, apenas despidiéndose del personal. Ni siquiera fue capaz de mirarse al espejo del ascensor, porque sabía lo que iba a ver: un rostro delgado, piel pálida, ojos hundidos y ojeras marcadas. Había perdido mucho peso los últimos veinticuatro meses.

Subió a su auto y condujo hacia la casa, el martilleo aumentando en su cabeza. Anoche, no había dormido demasiado bien. Bueno, en realidad, llevaba años sin dormir de manera decente, pero lo de anoche, fue particularmente deprimente al despertar y creer, por un instante, que TaeHyun estaba durmiendo a su lado.

Sin embargo, ese pensamiento se esfumó tan rápido, como el humo de un cigarrillo. TaeHyun no estaba allí. Los niños tampoco. No quedaba nada del aroma de cualquiera de ellos en esa casa, y no podía recordar ni un poco cómo olía el cuello de su esposo. Eso provocó que sus ojos se llenaran de lágrimas, pero, afortunadamente, ya estaba llegando a casa.

Bajó del auto en unos segundos, cerrando con un portazo. Agarró el correo que estaba afuera de la puerta y metió la llave, entrando y gruñendo al sentir el ruido en el interior.

— BeomGyu — su padre apareció, con el ceño fruncido. — No te has estado alimentando bien, ¿cierto?

Por un instante, se sintió como si tuviera quince años y acabara de llegar del colegio, con el labio sangrante porque se metió en una pelea con unos compañeros.

— No — respondió —, no he tenido ganas de cocinarme nada. Y tú — lo miró, con el ceño fruncido —, recuerdo haberte dicho que no te quería más por aquí.

Su padre rodó los ojos, porque BeomGyu le decía eso cada vez que iba a verlo, que era una vez a la semana. MinHo había sugerido irse a vivir con él, sin embargo, su hijo le dijo que no quería verlo por allí. No luego de la partida de TaeHyun, y saber que su padre formó parte de todo eso.

Estuvieron sin hablar por meses, hasta que MinHo fue a verlo y notó el desastre que era.

BeomGyu empezó a revisar el correo, apretando los labios al ver una carta del Gobierno preguntando sobre TaeHyun, y el papel que debía firmar para autorizar la estadía del Omega en otro país.

Gracias a eso, sabía que TaeHyun se encontraba con los cachorros en Estados Unidos, pero no decían nada más sobre su dirección. Cada semestre, el Gobierno le enviaba una de esas cartas, sospechando la ilegalidad del Omega en otro país.

En un inicio, BeomGyu lo pensó.

Ciego por la rabia, el dolor, la traición, BeomGyu estuvo tentado de ir a la justicia a exigir el regreso de TaeHyun, aludiendo a la ilegalidad del proceso. Pensó incluso en acusar a ChaeYoung de cómplice. Una vez estuviera hecho, de seguro habrían traído a TaeHyun de regreso, y BeomGyu no hubiera exigido la cárcel para él, claro que no. BeomGyu haría que el Omega volviera con él, a su lado, y le enseñaría que le pertenecía, que no podía alejarse de su Alfa, que...

Pero, entonces, se dio cuenta de ese hilo de pensamientos, y la tristeza lo llenó de nuevo, porque, si hacía eso, entonces, iba a significar el fin de lo que tuvo alguna vez con TaeHyun. Si es que ya no era el fin con todo eso.

Agarró un lápiz y lo firmó, haciendo una nota mental de enviarlo por correo al día siguiente.

—Te he dejado la cena lista — dijo su padre, apareciendo y agarrando su abrigo —, tendrás comida por dos días. Aliméntate bien.

BeomGyu no contestó, ido, y MinHo no quiso presionar. Recordaba que, cuando YeJin se marchó, los dos tuvieron un período difícil en el que ninguno hablaba demasiado. Su hijo, un cachorro de trece años, estuvo callado por varios meses, hasta que se resignó a la partida. Él tuvo que encontrar fuerzas para seguir adelante, por su hijo, pero sabía que BeomGyu estaba pasando por otro proceso difícil. TaeHyun, a fin de cuentas, se llevó a sus cachorros con él, y BeomGyu no tenía motivos para preocuparse de otra cosa.

Suspirando, se marchó.

BeomGyu se quedó quieto allí, hasta que pudo ponerse de pie e ir a comer algo. Buscó alguna aspirina en el botiquín, aunque eso provocó que volviera a llorar al recordar lo ocurrido años atrás, con unas pastillas que encontró en ese lugar, y que marcó todo el inicio del fin. Lo que le hizo al Omega que juró proteger y amar.

El sollozo se transformó en un llanto ahogado, roto, quebrado, y no paró por el resto de la tarde. Todos los errores que cometió, cada palabra dicha, cada acción hecha, terminó por destruir su matrimonio con TaeHyun, por romper su familia por completo, por hacerle daño a las personas que más quería. TaeHyun, HeeSeung, SungHoon, JungWon... Todo lo que hizo fue error tras error, creyendo que lo estaba haciendo bien, cuando solo lo arruinaba más y más.

Se dio cuenta tarde, demasiado tarde, y ya no había nada qué hacer.

Se echó sobre la cama, queriendo olisquear, aunque fuera una pizca, el aroma de su Omega. Sin embargo, después de tantos años, solo olía a detergente, y su llanto se volvió poco a poco en quejidos bajos. Las prendas de TaeHyun también habían perdido su olor.

A tientas, agarró la arrugada carta que TaeHyun le dejó, llevando el papel a su nariz. Podía sentir un poco del aroma a café del Omega, pero no lo suficientemente intenso como para calmarlo.

BeomGyu solo quería que TaeHyun volviera y le perdonará, nada más. Pero sabía, desde hace mucho, que eso nunca iba a ocurrir.

¡Gracias por leer!

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