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19


Las clases habían acabado por el resto del día, así que BeomGyu guardó todas sus cosas en la mochila, tarareando una canción que estaba de moda entre todos.

El salón quedó vacío y salió al pasillo, donde ya todos los estudiantes estaban caminando hacia la salida. BeomGyu no tardó en unirse, bajando la cabeza y queriendo pasar desapercibido. Pero, mientras salía, se quedó viendo a uno de los chicos de cursos superiores molestando a una compañera suya, una Omega llamada ChaeRyeong.

— Vamos, ¡salgamos juntos! — dijo el desconocido, molesto. — ¡Te estoy cortejando, ChaeRyeong!

— ¡No me gustas! — reclamó ChaeRyeong, queriendo que le soltara el brazo, pero el chico Alfa le ignoraba. — ¡Tú eres muy grande!
 
— ¡Déjala en paz! — protestó BeomGyu, llamando la atención de la pareja. — ¡Ella no quiere salir contigo!

— ¿Y qué te importa a ti? — espetó el chico, soltándola, y ChaeRyeong corrió a ocultarse detrás de BeomGyu. — ¿Qué importa si ella no quiere? ¡Yo soy el Alfa aquí!

— ¡Qué asqueroso eres! — replicó BeomGyu. — ¡ChaeRyeong solo tiene diez años, y ya te dijo que no!

Antes de que el otro chico pudiera reclamar, BeomGyu agarró la mano de ChaeRyeong y tiró de ella, tan enojado porque la estuvieran tratando así. A los Omegas se les trataba con cariño, amor y comprensión, ¡así se lo enseñó su papá, porque así trataba a su mamá!

— Gracias, Gyu — dijo de pronto ChaeRyeong, sonriéndole tímidamente. — ¡Ese chico es un pesado!

— No fue nada, ChaeRyeong — le dijo BeomGyu, soltando su manito. — ¡Nos vemos mañana!

— ¡Cuídate mucho!

Se quedó quieto, viéndola desaparecer en el camino a casa, y luego BeomGyu comenzó a correr hacia la pequeña tienda de flores que su mamá tenía, emocionado por ir a verla. Ese día, papá tenía que trabajar un poquito más tarde, así que él debía ir con su mamá, ambos debían esperarlo para que los pasara a buscar.

A BeomGyu realmente le gustaba pasar mucho tiempo con su mamá, porque no tenía la oportunidad para ello. Ella trabajaba todo el día, él debía ir a clases y, durante los fines de semana, la Omega siempre le decía que estaba ocupada o con dolor de cabeza. Cada pequeño momento con su mamá, entonces, BeomGyu lo atesoraba con mucho amor.

No tardó en llegar a la pequeña florería que su mamá tenía. Según lo que sabía, su mamá no era de quedarse en casa haciendo cosas típicas del hogar, y su papá le compró ese local para que pudiera trabajar en ello. Era muy raro que un Omega trabajara, pero su padre siempre decía que, si la persona que amaba quería hacerlo, entonces él no iba a ponerle trabas a eso. BeomGyu lo apoyaba mucho, ¡le gustaba ver a su mamá feliz!

El lugar estaba vacío, así que entró con un salto.

— ¡Mamá!

YeJin se sobresaltó, pasando a derramar la regadera con agua.

— ¡BeomGyu! — gritó ella, molesta, y el pequeño supo enseguida que lo arruinó. — ¡¿Cuántas veces te he dicho que no hagas tanto escándalo?!

BeomGyu bajó la vista, apenado, sintiéndose tan culpable porque no podía hacer nada bien. Mamá siempre se molestaba mucho con él, porque hacía las cosas mal, y BeomGyu trataba de esforzarse cada día más para ser mejor. Si era mejor, ¡entonces tendría un o una Omega tan genial como mamá!

— Lo siento, mami — se disculpó, yendo hacia ella porque quería un abrazo. — No fue mi intención.

Pero su mamá apenas le dirigió una mirada, recibiendo el abrazo de manera tiesa antes de hacerlo a un lado.

— Ponte a hacer tus tareas en lo que llega tu padre — le ordenó ella —, y no me molestes, ¿entendido?

BeomGyu, todavía con la vista baja, asintió y caminó con mucho pesar hacia la barra de ventas, ubicándose detrás de ella, en ese improvisado escritorio que tenía cuando debía ir con mamá.

YeJin ni siquiera le preguntó cómo le fue en el día, y BeomGyu no dijo nada, porque a ella no le gustaba que hablara cuando estaba ocupada. El niño no quería molestarla más, así que se tragó la penita, comenzando a resolver los ejercicios que le mandaron en la clase de álgebra.

Durante la hora que pasó, llegaron unos pocos clientes. Cuando el último pareció irse, y sabiendo que papá llegaría pronto, BeomGyu agarró la hoja en la que estuvo dibujando y fue hacia mamá, que terminó de bajar las cortinas de los ventanales.

— Mami — le dijo, con su voz más moderada para que no se ella no se enojara —, mira lo que hice. En la clase de artes, nos dijeron que debíamos dibujar algo que nos hiciera feliz, ¡y los hice a ti y papá!

BeomGyu trató de ubicarse frente a ella para que viera el dibujo, pero su mamá parecía demasiado ocupada acomodando las últimas flores.

— Me estás molestando — le regañó ella, pero BeomGyu realmente quería que mirara su dibujo, porque se esforzó mucho. Si lo veía, de seguro se le pasaría el enojo.

— Pero mami, mira, ¡quedó muy bonito! Tienes esa sonrisa bonita que pones a veces y...

Su mamá, enojada, agarró el papel con tanta fuerza que lo rompió en dos. BeomGyu retrocedió dos pasos, sus labios temblando, pero todo empeoró cuando ella habló, viendo la mitad del dibujo roto.

— Está horrible — le soltó YeJin.

En ese mismo instante, su papá entró a la tienda, y BeomGyu se puso a llorar.

— ¡YeJin! — dijo MinHo, sorprendido por la escena.

YeJin se volteó a verlo, parpadeando atónita, pero no dijo nada de manera inmediata y solo se oía el llanto del pequeño BeomGyu.

— Lo siento — barboteó YeJin —, solo... pe-perdí el control, pero... BeomGyu...

MinHo suspiró por el cansancio, caminando directamente hacia BeomGyu para tomarlo en brazos, y el niño se aferró a su papá con fuerza, sin entender muy bien lo que había pasado. ¿Acaso lo que hizo estuvo mal? Él no quería molestar a mamá.

— Lo... lo lamento, mami... — sollozó BeomGyu.

— Está bien — susurró YeJin, sus ojos también llorosos. — Está bien, no pasa nada, BeomGyu. No pasa nada malo. Mamá está aquí.

BeomGyu despertó de golpe, en medio de la oscuridad, sintiendo cómo se asfixiaba por un instante corto.

— ¿Gyu? — susurró la voz de TaeHyun, a su lado, adormilado.

El Alfa estuvo a punto de romper a llorar por el alivio y, cuando pasó sus manos por sus mejillas, para quitar el sudor, se dio cuenta de que realmente la humedad de su cara eran lágrimas.

Soñó con mamá.

Trató de alejar la bruma del sueño, porque no quería pensar en eso. No en ella. No en esa mujer. Así que solo se dejó caer en la cama, volteándose hacia la espalda de TaeHyun y, sin pensarlo dos veces, lo abrazó de golpe. El Omega soltó un ruido extraño, medio grito y medio jadeo, cuando BeomGyu lo apegó a su cuerpo con firmeza, casi bruscamente.

Estaba ahí. Estaba ahí. TaeHyun estaba ahí, y eso era todo lo que necesitaba saber BeomGyu.

— ¿Gyu? — repitió TaeHyun, confundido, y su voz fue lo mejor que pudo escuchar el Alfa en ese momento.

— Te amo — le dijo BeomGyu, su voz ronca y algo quebrada, pero TaeHyun no hizo preguntas sobre eso —, prométeme que no me dejarás.

— ¿Qué está pasando, Gyu? — dijo el Omega, algo desorientado.

— Sé que lo he arruinado muchas veces — dijo BeomGyu, sin levantar la vista, llenándose del aroma del más bajo —, la he cagado y no merezco nada de ti. Pero por favor, por favor, prométeme que no me dejarás, TaeHyunnie.

Hubo un pequeño silencio en el lugar.

— Lo prometo, Gyu — le dijo TaeHyun, volteándose en ese asfixiante abrazo, para quedar frente a él. — ¿Necesitas de mí, ahora? — le agarró las mejillas, limpiándose las lágrimas secas. — Tómame, Gyunnie.

No tuvo que escucharlo dos veces, porque BeomGyu se movió, dándole un beso devorador, fuerte, tan desesperado por sentirlo, tan aliviado por su promesa. TaeHyun no le dejaría. TaeHyun no le abandonaría.

TaeHyun no era mamá, jamás lo sería. TaeHyun realmente lo quería.

No le importaba nada en ese momento, ni siquiera que el Omega le montara, moviendo sus caderas con suavidad. Tenía que besarlo en todo momento para acallar sus gemidos bajos, pero era mejor para él, era lo que necesitaba. Sentirlo, tocarlo, besarlo, abrazarlo, oírlo.

TaeHyun estaba allí, con él.

Anudó en el Omega y mordió su marca, casi volviendo a llorar al sentir el lazo entre ellos palpitar. Estaban unidos de esa forma, para siempre, nadie los podría separar.

— Te amo, te amo, te amo — le gruñó BeomGyu, todavía dentro de él, y TaeHyun se rio suavemente.

Casi, casi, era como esos viejos tiempos, cuando los niños eran pequeños y ellos tenían esos momentos efímeros, aunque perfectos, en los que eran todo para el otro y no había peleas, ni llanto, ni gritos, ni odio.

— ¿Te sientes mejor? — le preguntó TaeHyun, sin salir de su agarre por lo que BeomGyu estaba un poco sorprendido. Las últimas veces, una vez terminaban de follar, TaeHyun se apresuraba en limpiarse. Pero no diría nada, porque le gustaba eso, que TaeHyun permaneciera con él.

— Tú me haces sentir mejor — le dijo BeomGyu, dándole otro beso.

TaeHyun pronto cayó dormido, poco interesado en bañarse a esas horas de la noche, y BeomGyu le contempló un instante.

Su bebé, durmiendo a su lado, donde correspondía. BeomGyu jamás lo soltaría.

BeomGyu realmente se había puesto demasiado pegajoso esos días, pero, siendo sincero, a TaeHyun no le importaba mucho. Si BeomGyu era pegajoso, extendía sus feromonas alrededor del Omega, y eso provocaba que ese olor a leche maternal desapareciera, fuera sofocado.

TaeHyun no quería sospechas sobre él. Si el Alfa empezaba a sospechar, entonces ya no podría quitárselo de encima. O si alguno de los cachorros lo descubría...

Era mejor mantenerlo en secreto, oculto de todo el mundo.

Choi YeSeo. Pensar en ese nombre casi lo hizo romper a llorar, pero se controló a tiempo para no hacerlo.

Quedaban dos semanas, eso era lo que debía aguantar. Era recién trece de agosto, y los boletos de avión estaban fijados para la madrugada del veintiocho. Días antes de que JungWon cumpliera trece años y tuviera su primer celo. El día veintisiete, cumplían dieciséis años de matrimonio con BeomGyu.

Santo dios.

Sintió al Alfa llegar a casa, mientras él terminaba de cocinar, y trató de mantener el pánico en su interior.

— TaeHyun — suspiró BeomGyu, entrando a la cocina, y yendo directo a abrazarlo por la cintura.

— Hola — le saludó el Omega, dejándose envolver. Incluso dejó escapar una risa baja. — ¿Cómo estuvo tu día?

— Una mierda — se quejó BeomGyu, sin soltarlo un poco —, pero ahora, que te veo, mejor. Mucho mejor. Te adoro tanto...

TaeHyun no podía comprender de dónde salía todo ese comportamiento extraño y dependiente de BeomGyu, menos durante esos últimos días, desde que despertó de esa pesadilla. Su marido había estado demasiado afectado y TaeHyun no quiso preguntar, porque sabía que no iba a obtener respuesta alguna. El Omega trataba de no darle muchas vueltas a dicho asunto, pero, a veces, de verdad quería preguntar.

— Estaba pensando en nuestro aniversario — dijo de pronto TaeHyun, para desviar la conversación —, y estaba pensando en que podríamos hacer algo acá, en casa.

— ¿Cómo? — BeomGyu se alejó un poco, frunciendo el ceño. — ¿No quieres que la pasemos afuera, para que los niños no nos molesten?

TaeHyun trató de sonreír.

— Sí, pero se me ocurrió... ¿qué tal si los mandamos a dormir con tu papá? — dijo TaeHyun. — Y hacemos algo aquí, los dos solos... — bajó la voz, tratando de que su voz sonara picara. — Yo podría preparar la cena, y luego, quizás usando lencería...

Pudo sentir el agarre de BeomGyu afirmándose sobre su trasero, pegándolo más a su cuerpo, y soltó una nueva risa. Le bajó el fuego a la cocina, volteándose y pasando sus brazos por el cuello de su esposo. BeomGyu realmente parecía demasiado feliz en ese momento, provocando que la culpabilidad golpeara a TaeHyun.

— Me parece... perfecto — gruñó BeomGyu, dándole un beso pequeño en los labios. — Dios, bebé, te deseo tanto...

— Ahora no — TaeHyun recibió otro beso, manoteándolo de manera juguetona. — Más tarde, cuando nos vayamos a dormir, ¿está bien?

— Sí, mi amor, sí...

TaeHyun no se alejó, pero tragó saliva.

— Gyu — le dijo, y el Alfa lo miró —, yo... sé que es apresurado y puedes seguir enfadado por... por lo que hice, pero... pero... ¿podrías devolverme las llaves del auto? — BeomGyu permaneció en silencio unos segundos. — Tenemos que comprar las cosas del mes y son tantas bolsas, pero...

— Sí, está bien — habló BeomGyu, tranquilo y con una sonrisa suavecita. — No te preocupes por eso, cariño, te dejaré las llaves para que lo uses — TaeHyun aceptó el nuevo beso. — Ya se me pasó el enfado, por completo — el más alto le agarró la barbilla. — Ese día, TaeHyun, realmente actué como un monstruo.

— Gyu...

— Es la verdad — insistió BeomGyu, poniendo una expresión apenada. — Me dejé llevar por la rabia y el resentimiento, y lo que te hice, fue horrible y monstruoso. No tuve que hacerlo y me arrepiento mucho de haber actuado así. Me arrepiento de todo lo que te dije, todo lo que te hice.

TaeHyun sonrió, aunque una parte de él no sabía exactamente cómo sentirse. ¿Por qué de repente BeomGyu se comportaba así, volviéndolo todo más difícil? TaeHyun tenía todo planeado, todo calculado, y ahora, actuando tan bueno, tan amable, tan dulce... Eso lo enloquecía.

— Yo no tuve que mentirte — suspiró TaeHyun.

BeomGyu hizo un mohín.

— Eso no justifica mi actuar — le dijo el Alfa. — ¿Sabes en qué más estaba pensando, Tyun? En mudarnos.

— ¿Ah? — TaeHyun parpadeó, desconcertado. — ¿Cómo?

— Estoy pensando en pedir un traslado — dijo BeomGyu. — Podríamos... El celo de JungWon está cerca, y no quiero que JaeJoong lo toque — el Alfa bajó la vista. — JungWon podría pasar el celo con mi papá, en su casa, para que JaeJoong no llegue a molestarlo. Luego de eso, podríamos mudarnos a otra ciudad. Seúl suena como una buena opción, ¿qué opinas tú? Y arrendamos esta casa mientras, en lo que terminamos de pagarla.

— Gyu... — TaeHyun sintió su garganta apretada y, por un pequeño instante, estuvo a punto de soltarle todo. Lo que pensaba hacer, lo que ya hizo.

YeSeo. YeSeo.

— Sé que he actuado mal — continuó BeomGyu —, pero... pero también sé que, juntos, podemos superarlo. Podemos... podemos volver a ser el matrimonio que éramos en un inicio, con un nuevo bebé.

Por supuesto, por supuesto.

Se tragó las palabras de su boca, las empujó a lo más recóndito de su corazón, para que nunca más escaparan.

No iba a caer nunca más en las mentiras y redes de BeomGyu, nunca más le iba a permitir dominarlo. TaeHyun, en el fondo de su corazón, sabía que allí las cosas nunca cambiarían, nunca mejorarían. Podían mudarse a otra ciudad, pero, si JaeJoong decidía perseguir a JungWon, denunciar que tenía su marca, entonces, ¿qué les iba a quedar?

— Gyu — le dijo, tratando de no alejarse bruscamente —, y... ¿y otro país, es imposible?

BeomGyu le soltó, con una expresión sorprendida.

— ¿Qué? — el Alfa sacudió su cabeza. — No, otro país es... es demasiado extremo, TaeHyun. Tendríamos que ahorrar meses para comprar unos pasajes y una casa allá, y ¿qué ocurrirá con esta? Esta no la he terminado de pagar, es...

— Sí, sí, tienes razón — se apresuró en decir TaeHyun, porque ya sabía que de nada iba a servir presionar con ese tema.

BeomGyu jamás se iría con él, incluso si eso implicaba salvar a su pequeño JungWonnie.

— Pero otra ciudad... suena como una buena opción — añadió TaeHyun, observando la mirada aliviada de su marido.

— Sí, es mejor alejarnos de todo y...

— Mami — habló una voz tímida, y los dos se voltearon para ver a JungWon de pie en el umbral de la puerta de la cocina —, hola, papá. Uh... no quería... molestarlos, pero SungHoon entró en celo...

TaeHyun soltó un ruido de exasperación, aunque ya se lo esperaba. SungHoon le había dicho la semana pasada que, durante esos días, debería tener su celo, así que estaba algo preparado para ello.

Como el Omega no estaba marcado, solo necesitaba de un Alfa para hacer un nido. Normalmente, era BeomGyu quien le ayudaba con sus pequeños nidos, SungHoon aferrándose a su papá para estar rodeado de feromonas Alfas.

— Oh, ¿él necesita mi ayuda? — preguntó BeomGyu, dando un paso.

— No — soltó JungWon —, se le pegó a HeeSeung y no quiere dejarlo salir de la habitación — BeomGyu se quedó congelado. — ¡Así que debes llevar dos platos de comida, mamá!

El Omega suspiró con cansancio, sabiendo que ahora el pobre de HeeSeung tendría que ayudar a su hermano en el celo. No pasaba nada porque eran hermanos, las feromonas de celo no le afectaban a él ni a BeomGyu porque no eran un Alfa externo a la familia, pero debían estar allí para tranquilizar al Omega lo suficiente y relajarlo.

Normalmente, BeomGyu era el que se hacía cargo de ello, pero ahora... No le fue extraño ver la mirada herida del Alfa ante las palabras de JungWon, acerca de que HeeSeung pareció asumir su papel.

— Voy a cambiarme — suspiró el más alto, caminando hacia el cuarto matrimonial.

TaeHyun se percató de que JungWon permaneció en la cocina, poniendo una expresión tímida una vez más.

— ¿Qué ocurre, JungWon? — preguntó TaeHyun, haciéndole un gesto para que se acercara.

— Oí lo que dijo papá, acerca de mudarnos — le susurró el niño. — ¿Por qué no hacemos eso, mamá? Me da pena irme y dejarlo. O que nos acompañe...

— JungWon — le dijo, su tono serio, y le agarró la barbilla —, ¿qué te he dicho?

— Que no debo hablarlo con papá en casa — murmuró el menor.

TaeHyun no quería sonar tan duro y cruel, sin embargo, le estaba costando demasiado que el cachorrito pudiera entenderlo bien. JungWon, ese último tiempo, se la pasaba diciendo que papá ahora era distinto, que ya no le trataba tan mal, que parecía preocupado por él.

Aunque TaeHyun sabía que las cosas no eran tan sencillas como las pintaba su hijo menor. BeomGyu lo hizo una vez, ¿por qué no lo haría más veces? Nada le aseguraba que mudarse a otra ciudad haría que las cosas cambiarán.

— Tenemos las cosas casi listas, JungWonnie — le dijo, suavizando su tono —, no podemos dar un paso en falso, ¿entendido? — le obligó a sostenerle la mirada. — Incluso si permaneciéramos aquí, en Corea, JaeJoong podría buscarte. Podría exigirle a las autoridades que te entreguen a él, porque tienes su marca — los ojos del Omega se llenaron de lágrimas. — No estás a salvo aquí, cachorrito.

JungWon sorbió por la nariz, tratando de contener el llanto punzante que estaba a punto de soltar, pero TaeHyun esperaba que ahora lo comprendiera mejor.

Jamás permitiría que sus cachorros siguieran sufriendo. Incluso si eso implicaba que él debía sufrir.

Al día siguiente, BeomGyu sí le dejó las llaves del auto.

Antes de salir, fue al cuarto de los mellizos. Como SungHoon estaba en celo, JungWon tuvo que volver a su cuarto, y para que no tuviera pesadillas, TaeHyun durmió con él. BeomGyu estaba de mejor humor, por lo que no le puso muchos problemas para eso.

Se sentó en el borde de la cama, viendo la expresión enfurruñada de HeeSeung.

— Quiero ir al baño, y SungHoon no me deja — se quejó HeeSeung.

El bulto a su lado se removió, hasta que, de pronto, apareció una cabellera castaña y la expresión adormilada del mellizo menor. TaeHyun le sonrió.

— No — se quejó SungHoon —, calentito. Hee calentito.

— ¿Quieren que les traiga algo? — preguntó TaeHyun, acariciando la mejilla de SungHoon. El muchachito parecía a punto de soltar un ronroneo de gusto.

— No te preocupes — dijo HeeSeung —, estaremos bien. Mejor guarda ese dinero.

TaeHyun asintió, tratando de no mirar hacia la repisa donde solían tener sus cómics. Días atrás, vendieron toda su colección sin pensarlo dos veces, entregándole el dinero que sacaron de ello, y el mayor se sintió demasiado triste por lo que estaban haciendo sus cachorritos por él.

Le dio un beso a cada uno, despidiéndose de ellos. También se despidió de JungWon, que estaba mirando la televisión en el comedor, con expresión aburrida. Le prometió volver en una hora.

Salió al garaje, viendo el pequeño auto que BeomGyu le compró cuando tenían veinticinco años y llegó el momento de llevar a los mellizos al colegio. Era un auto de segunda mano, pero en muy buen estado y demasiado económico. TaeHyun le tenía algo de cariño, así que, cuando se sentó en el asiento del piloto, no pudo evitar sonreír. Dios, echaba tanto de menos fingir que era libre y tenía la posibilidad de elegir por sí mismo.

Trató de no pensar mucho sobre eso. Primero, debía ir a comprar las cosas para rellenar la alacena, en especial cuando pensaba que ese era el pedido del mes. TaeHyun pensaba comprar el doble de cosas esta vez, le generaba un poco de angustia pensar que BeomGyu no se alimentara bien de ahora en adelante.

A pesar de todo, seguía preocupándose por su marido, no quería que le faltara comida las primeras semanas. BeomGyu le dejó mucho más dinero ahora, así que TaeHyun se encargaría de dejar todo lleno de comida. Tal vez MinHo le haría compañía las primeras semanas, y él padre de su Alfa se encargaría de que comiera bien.

Mierda, pensar en eso le estaba haciendo tener ganas de llorar, porque TaeHyun estaba demasiado asustado. Pensar en dejar a quien consideró, por años, como el amor de su vida, le generaba pánico, terror y ansiedad.

Nunca pensó que eso pudiera llegar a ocurrir en cualquier momento de su vida, porque, desde que era pequeño, sus padres siempre le enseñaron acerca de su rol al lado de un Alfa. Y jamás abandonarlo era una de las primeras reglas que recalcaban con fuerza.

Pero él lo iba a hacer. TaeHyun lo haría y le daba miedo que, en el futuro, mirara hacia atrás y se arrepintiera de sus decisiones.

Parpadeó con fuerza para alejar las punzantes lágrimas que aparecieron. No iba a llorar, no en ese lugar, no en ese momento.

Tardó poco más de una hora en comprar todas las cosas, guardando las bolsas en el maletero, y verificó la hora. Todavía le quedaba tiempo para lo que quería hacer.

Subió al auto y ahora se dirigió hacia la casa de MinHo, llegando quince minutos después. Sabía que el Alfa estaba allí al ser viernes, porque el estudio de abogados, en el que trabaja, no atendía durante las tardes de ese día.

— ¿TaeHyun? — dijo MinHo cuando abrió la puerta. — ¡Vaya, no te veía desde hace días!

El Omega sonrió con debilidad, pasando cuando el Alfa le ofreció entrar a su casa. A veces, realmente se sorprendía de que MinHo no se hubiera casado después de que su Omega le dejara, en especial cuando veía lo bien cuidada que estaba la casa. Sin embargo, sus ojos se detuvieron un instante en la foto que estaba sobre uno de los muebles en el comedor.

BeomGyu no debía tener más de diez años, tan pequeño y sonriente, con su padre detrás de él y, al lado del adulto, había una bonita mujer, cuyo cabello llegaba hasta los hombros, rostro delgadito y piel pálida. Ella apenas sonreía en la fotografía.

Se sentó en el sofá, aceptando el vaso de agua que MinHo le ofreció.

— ¿Pasó algo? — preguntó el Alfa, mirándole fijamente. — ¿Acaso BeomGyu hizo...?

— No — respondió TaeHyun —, es decir... Las cosas siguen un poco raras, pero él trata de... trata de arreglarlo — sonrió con amargura. — Casi todos los días, cuando regresa del trabajo, viene con algo para mí. Un chocolate, una flor, algún labial... Le he dicho que no es necesario que lo siga haciendo, pero él parece empeñado en continuar.

MinHo no parecía extrañado ni sorprendido por sus palabras. Solo más triste que nunca.

— Lo ha imitado de su madre — dijo el adulto —, cuando YeJin le decía algo que le provocaba llanto, ella siempre le daba un regalo para que se calmara. Algún caramelo o un juguete.

— A veces siento que puedo perdonarlo — TaeHyun bajó la vista, avergonzado —, siento que, si él sigue actuando así, podría aceptar sus disculpas y soñar con que todo volverá a ser igual. Pero no es así, ¿cierto?

— No — MinHo sonrió con suavidad. — Cuando se hace mucho daño, pienso que no se puede superar nunca. Siempre queda algo ahí dentro: rencor o tristeza u odio, y eso provoca que las cosas no vuelvan a su lugar nunca más — el Alfa le tomó la mano. — A BeomGyu siempre le dolió que su madre le abandonara, pero fue peor cuando se dio cuenta de que ella no lo quería.

TaeHyun parpadeó, sus labios temblando al escuchar eso. No podía imaginarse un escenario en el que una madre no quisiera a sus cachorros. A pesar de que él hubiera sufrido una depresión post-parto, amaba con todo su corazón a los mellizos, con tanta fuerza que daría la vida por ellos.

— No lo entiendo.

— Es... complicado — suspiró MinHo —, pero YeJin nunca quiso cachorros. Ella no amaba a BeomGyu y tampoco me amaba a mí, pero fingía hacerlo, porque no quería asumir su realidad.

— Pero usted...

— Oh, yo la amaba con todo mi corazón — aceptó MinHo —, sin embargo, si ella no quería estar conmigo, entonces yo no iba a obligarla. Por eso no la busqué cuando se marchó, y BeomGyu siempre me detestó por eso.

TaeHyun tragó saliva, tratando de encontrar la valentía para lo que iba a decira continuación.

— Lo quiero dejar — le soltó a MinHo, que abrió sus ojos con fuerza —, yo no... Yo no sé si realmente lo amo en este momento. No sé si siento el suficiente amor por él para seguir a su lado, luego de todo lo que me ha hecho. Y no solo a mí, sino también a los cachorros A veces, pienso que, si fue capaz de hacerme algo así, puede también golpear a los niños, y eso me da pánico. Si los toca... si él les hace algo... — su voz se volvió ronca. — Soy capaz de matarlo, MinHo.

MinHo no respondió de manera inmediata, quizás demasiado sorprendido por sus palabras, en shock por lo que le estaba diciendo TaeHyun. El Omega quería pensar que estaba haciendo lo correcto, porque necesitaba ayuda del Alfa también.

— TaeHyun, ¿estás seguro de esto? — le preguntó, siendo la misma pregunta que le hizo ChaeYoung tantas semanas atrás.

— Nunca estoy seguro de mis decisiones — le dijo TaeHyun —, pero esto... esto siento que necesito hacerlo, porque ya no lo soporto más — pudo sentir sus ojos llenándose de lágrimas. — Es la primera decisión que estoy tomando por mí mismo, sin pensar en BeomGyu, y me provoca tanto miedo, tanto pánico, porque no creo... no creo poder hacerlo bien, siento que esto puede fracasar en cualquier momento y aun... aun así, no quiero detenerme.

— Oh, TaeHyun... — suspiró MinHo. — Mi hijo realmente lo ha arruinado todo, ¿no es así? Santo dios, cuando BeomGyu no te vea, se va a volver loco.

— No me importa — mintió TaeHyun —, no me importa ni un poco. Él ya me está volviendo loco a mí.

MinHo soltó una risa cansada y apagada, asintiendo con una expresión de agotamiento en su rostro.

— Supongo que quieres algo de mí — agregó MinHo —, ¿qué necesitas, TaeHyun?

El Omega sintió sus mejillas coloradas por el pavor y la vergüenza de la situación, pero no tenía otra opción. A pesar de todo lo llevaba ahorrando, seguía sin ser suficiente para estar bien en otro país.

— Necesito... necesito que me prestes dinero — le pidió TaeHyun, todavía tan avergonzado —,  tengo algo guardado, pero no es mucho para asegurarle protección y cuidado a los cachorritos.

— ¿A qué lugar planeas irte?

— Estados Unidos — contó TaeHyun —, ya tengo todo arreglado, los pasajes, los pasaportes y las visas, pero me falta...

— Te lo regalaré — dijo MinHo, tranquilo. — Te regalaré lo que te falte, TaeHyun, porque tú te mereces algo mejor que todo esto.

Los labios del Omega temblaron y no pudo contenerlo más, rompiendo a llorar quedamente, el alivio extendiéndose en él al saber que podía contar con alguien más. Al saber que tenía el apoyo de una persona más, y que no estaba tan solo en ese mundo.

— Gra-gracias — sollozó TaeHyun —, yo te... te lo devolveré...

— No — la respuesta de MinHo fue limpia — no, TaeHyun, no te preocupes por eso. No tienes que devolverme nada. Yo me sentiré recompensando, si sé que mis nietos están bien cuidados.

TaeHyun recibió el pañuelo que MinHo le tendió, sorbiendo su nariz y frotando sus ojos para dejar de llorar.

— Lo único que te pediré — agregó el Alfa —, es que le dejes una carta a BeomGyu, en la que le expliques todo. Sé que él no merece nada, pero también tengo claro lo mucho que le va a doler, TaeHyun.

El más bajito asintió, recibiendo el abrazo que le dio su suegro mientras este le susurraba palabras para tranquilizarlo. Eso era todo lo que necesitaba TaeHyun en ese momento.

⚠️

— Oh dios... bebé... oh...

TaeHyun dejó que BeomGyu le besara otra vez, lo necesario para acallar sus gemidos bajos. Gracias a que el celo de SungHoon ya pasó, JungWon volvió donde los mellizos y TaeHyun ya no debía quedarse con él. BeomGyu lo agarró por sorpresa esa noche, preguntándole si podían tener un momento para los dos, y TaeHyun no pudo negarse.

No cuando el Alfa le dirigió una mirada tan necesitada.

Una parte de TaeHyun le odiaba con tanta fuerza por hacer eso, por poner esos ojos de cachorro, pidiéndole que aceptara.

Pero otra, parecía ceder tan fácilmente, que a veces él mismo se confundía con eso. Con sus emociones. Ese otro lado se volvía sensible y tembloroso cuando BeomGyu le dirigía una mirada y le tocaba.

— Gyu, Gyu...

Recibió otro beso fuerte antes de caer sobre el pecho de BeomGyu, respirando aceleradamente mientras sus piernas temblaban.

⚠️

— Extrañaba tanto nuestros momentos a solas — se quejó el Alfa, abrazándolo por la cintura —, los niños exigen mucha atención.

TaeHyun frunció el ceño levemente, levantando su cabeza y observando el rostro de BeomGyu, iluminado solo por la lámpara que tenían encendida.

— Gyunnie — le dijo, usando ese tono cariñoso que tanto le gustaba a su marido —, si piensas eso, entonces ¿por qué quieres más cachorros?

El Alfa levantó la cabeza, su mano acariciando los cabellos desordenados del Omega. A TaeHyun le gustaba mucho eso, o cuando le acariciaba la pancita, causándole cosquillas, pero también muchas ganas de dormir. Era muy agradable.

— Me gusta cuando tienes un cachorro — le dijo BeomGyu —, siento que... que, cuando estás preñado, nuestro lazo se fortalece. Cuando tienes al bebé, me siento el hombre más feliz del mundo.

Porque significa que soy tuyo. Que te pertenezco. Que me dominas. Es puro egoísmo, BeomGyu.

Ahogó las palabras, las empujó adentro, más adentro, esperando que se disolvieran para que nunca vieran la luz.

— Los niños exigen mi atención — le corrigió de pronto TaeHyun, con el ceño algo fruncido, y se enderezó. BeomGyu parpadeó. — Lo estuve pensando mucho los últimos días, pero no tengo casi ningún recuerdo de ti, yendo a consolar a los niños cuando lloraban en medio de la noche.

La culpabilidad brilló en el rostro de BeomGyu un instante, un breve instante, siendo reemplazada por la molestia.

— Muchas veces llegaba cansado, debía trabajar todos los días, mientras que tú...

— Mientras que yo me hacía cargo de los niños. Ya, lo sé — TaeHyun no pudo ocultar su decepción, porque esperaba una disculpa. — Al final, yo soy el encargado de criarlos, no tú. Habría dado lo mismo si fueras mi Alfa o no, porque yo críe a los tres sin tu ayuda.

— TaeHyun, ¿es en serio? — se quejó BeomGyu. — Mierda, ¿es qué acaso...? Olvídalo, ya no importa. No quiero discutir contigo.

Porque ganarás. Porque, aunque yo tenga la razón, te impondrás para hacerme callar.

TaeHyun miró hacia la ventana, acostándose al lado de BeomGyu y dándole la espalda. La luz de la lámpara se apagó unos segundos después, dejándolos en la oscuridad.

Qué frío era el invierno.

¡Gracias por leer!

Hoy es el cumpleaños de mi chiquito. ):

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