16
Su celo estalló antes de lo previsto.
Pensaba que el día viernes entraría en él, pero llegó a mitad de la semana, el miércoles. Despertó con su estómago revuelto por el dolor, su cuerpo tiritando y empapado en sudor frío. Empezó a llorar por el sufrimiento, y eso despertó a BeomGyu.
— ¿TaeHyun? — dijo, medio adormilado.
La voz del Alfa lo estremeció por completo. Su Omega se revolvió en miedo absoluto, temblando y lloriqueando.
— ¿Qué mierda...?
— Du-duele — lloró, sintiéndose helado. Quiso tirar de su enlace con BeomGyu, pero no pudo hacerlo, porque tenía claro que el lazo entre ellos ya desapareció.
— Bebé, bebé... — murmuró BeomGyu, dirigiendo su mano hacia su marca, como queriendo masajearla, pero se alejó con rapidez. — Dios, cariño, estás muy frío.
— Baño — pidió, desesperado, sintiendo su garganta apretada y la bilis subiendo. — Baño...
BeomGyu murmuró una respuesta positiva y, a pesar de que su toque ardió y asustó a su Omega, se obligó a permanecer quieto cuando lo agarró en sus brazos y se dirigió al baño. TaeHyun podía sentir la ropa pegada a su cuerpo, empapada en su sudor.
El Alfa lo dejó en el suelo, y TaeHyun se sostuvo del lavamanos, antes de arrodillarse y vomitar en el inodoro. Escupió la cena, bilis y sangre.
BeomGyu maldijo al ver el líquido rojo.
— Te llevaré al hospital — dijo él, saliendo del baño.
TaeHyun quiso negarse, pero no pudo hacerlo, porque sintió sus piernas húmedas y pegajosas. En un inicio, cuando despertó, creyó que quizás se enfermó por la comida, que algo le cayó mal, sin embargo, sintiendo ahora su entrada empapada, supo que era su celo.
No lo entendía ni un poco. Los celos no eran así, no era frío ni dolor incesante ni miedo. El celo era calor, fuego, necesidad. Pero no había nada de eso, la conocida sensación de un celo normal pareció desaparecer en ese instante.
BeomGyu apareció, poniéndose la chaqueta, y olisqueó el aire. TaeHyun pensó que lo agarraría y lo llevaría a la cama para follárselo, pero arrugó la nariz en señal de disgusto.
— ¿Es tu celo? — preguntó, sorprendido.
TaeHyun no contestó, porque volvió a vomitar.
BeomGyu no hizo otra pregunta, poniéndole encima un abrigo largo para envolverlo y calentarlo un poco. El Omega sentía demasiado frío, y ni siquiera el calor corporal del Alfa, una vez lo tomó en brazos, lo aliviaba un poco.
Su esposo salió al pasillo, cargándolo con facilidad, y entró a la habitación de los niños.
— ¿Papá? — murmuró HeeSeung, su voz ronca por el sueño.
— Llevaré a mamá al hospital — con esas palabras, el pequeño Alfa se despertó por completo. — Tiene una descompensación, así que necesito que llames a tu abuela para que los venga a cuidar.
— Pero, ¿qué le pasó...?
— HeeSeung, no tengo tiempo para eso — BeomGyu retrocedió al escuchar al Omega gimotear en dolor, sin dejar de tiritar. — Llama a la abuela, ella vendrá a estar con ustedes.
— Papá...
BeomGyu no se quedó a decir algo más, girando y caminando hacia la salida, tratando de soltar feromonas suaves con las que calmar a su Omega. El más alto estaba sorprendido por lo que ocurría, TaeHyun jamás presentó un celo con esas características, con su cuerpo helado y vomitando. Su olor delataba el celo, las conocidas feromonas inundando su nariz, sin embargo, también olía a sufrimiento y horror.
Estaba demasiado confundido y perdido por esa situación.
Recostó a TaeHyun en el asiento del copiloto, que se hizo una bolita, dejándose manipular. El abrigo se empapó en sudor y lubricante en segundos, pero BeomGyu solo se apresuró a subir, dirigiéndose lo más rápido que podía hacia el hospital más cercano.
Para su propia fortuna, Urgencias no estaba demasiado lleno, logrando atenderlo de inmediato. Cuando estaban entrando, TaeHyun volvió a vomitar, manchándose a sí mismo y a BeomGyu, pero el Alfa no lo soltó ni un poco. El Omega estaba llorando en silencio, tan desorientado con lo que estaba ocurriendo.
BeomGyu lo recostó en una camilla y una enfermera empezó a ver sus signos vitales. Entre la bruma de la inconsciencia, TaeHyun podía escuchar las respuestas de su esposo, con un tono desesperado:
— ... hora en que fue su última...
— … a las ocho de...
— … último cachorro...
— ... veintidós años...
— ... sintió mal antes...
— ... no, estaba...
Lo ingresaron a un pabellón, con TaeHyun acurrucado encima de la camilla, sin dejar de tiritar. Su marca comenzó a arder hasta arrancarle gemidos bajos, así que empezó a frotarla débilmente, como si pudiera arrancársela con eso.
Apenas podía escuchar las preguntas del doctor mientras le revisaba, y volvió a llorar cuando BeomGyu le quitó los pantalones del pijama, húmedos por el lubricante automático del celo. Pateó débilmente cuando el doctor, un jodido Alfa de mierda, le separó las piernas.
— No, no, no quiero — tartamudeó apenas.
— Necesito revisarlo — escuchó decir al doctor, molesto —, así que sosténgalo, señor Choi.
— Bebé, vamos, vamos, no te hará daño — BeomGyu apareció en su vista, pálido y afectado, con el abrigo con restos de vómito. Asqueroso. — Quédate quieto, por favor...
Se sentía demasiado débil, aunque hubiera querido seguir luchando, no podía oponer demasiada resistencia. Solo volvió a lloriquear al sentir el dedo hurgando en su entrada, recogiendo el lubricante.
BeomGyu se alejó y el doctor apareció en su vista, agarrándole de la cabeza para echarla a un lado, mostrando su cuello. El contacto de aquel Alfa lo mareó un poco más de lo que ya estaba, y, si hubiera tenido comida en su estómago, la habría vomitado otra vez. Chilló cuando el doctor tocó su marca.
— Está helada — comentó el doctor, soltándolo.
No, era una mentira. Su marca ardía, parecía fuego vivo en ese instante.
BeomGyu lo empezó a vestir con el pantalón mojado, pero TaeHyun prefería eso a seguir desnudo.
— El lazo entre ustedes se rompió — explicó el hombre, tranquilo —, ¿ha pasado un evento traumático entre ambos?
No vio a BeomGyu, pero supuso que asintió, porque no hubo respuesta alguna. El doctor hizo un ruido con su garganta.
— El Omega conserva su marca, pero no hay lazo que los una.
— ¿Eso significa que no es más mi Omega? — preguntó BeomGyu, su voz alterada por completo.
— No exactamente — el otro Alfa hizo una pequeña pausa, como tratando de elegir bien sus palabras. — Los lazos son... relaciones que se pueden establecer con cualquier persona. Por ejemplo, los Omegas madre tienen lazos con sus hijos, que se rompen cuando el cachorro llega a morir.
TaeHyun lo sabía, era una de las primeras cosas que le enseñaban en los colegios a los Omegas. Los lazos eran importantes, no tanto como una marca, pero tenían que ser tomados en cuenta. Recordaba especialmente esas novelas rosas, donde los Omegas protagonistas eran mucho más felices cuando se casaban con Alfas con quienes pre-establecieron lazos antes de obtener una marca.
También recordaba, en sus clases de Maternidad, que les hablaron de los lazos que se formaban cuando nacían sus cachorros, tan importantes para los Omegas. Los bebés debían ser su vida entera.
— En este caso, el Omega ha entrado en un celo donde tiene un Alfa, pero no encuentra el lazo que lo unía, por eso mismo, su cuerpo está reaccionando de esa forma — continuó el doctor. — Los supresores no lo calmarán y el celo será doloroso para él, hasta el punto de hacerlo vomitar por el dolor.
— Debe haber una solución — dijo BeomGyu, mordiendo su labio inferior.
— Claro — TaeHyun no quería escucharlo —, puede re-establecer el lazo, pero eso llevará demasiado tiempo — quiso taparse sus oídos para fingir que no oía nada, pero estaba demasiado débil para eso —. Aunque, si quiere aliviarlo rápido, puede follárselo. Su Omega está inquieto y necesita el contacto de su Alfa — podía ver la sonrisa asquerosa que ese hombre debía estar poniendo. — No se preocupe, los Omegas siempre se arreglan cuando se follan.
BeomGyu se volteó a verlo. TaeHyun no supo interpretar la mirada en sus ojos.
— También puedo darle un sedante — continuó el doctor —, para que el Omega se calme y descanse un poco, pero, cuando despierte, seguirá así hasta que el celo acabe.
— Hágalo — dijo BeomGyu, su tono de voz urgente.
TaeHyun quería decir que no, que le dejara en paz, pero solo barboteó un gemido corto de su garganta. Luego, vino el pinchazo.
Finalmente, la oscuridad se lo tragó.
Despertó otra vez, empapado en sudor, encogiéndose por el repentino calambre en su estómago.
Sintió el peso de la cama al lado suyo desaparecer, unos pasos acercándose mientras trataba de enfocar su mirada y, de pronto, BeomGyu apareció, inclinándose con una expresión preocupada. Lo vio agarrar una botella, llevándola a su boca para darle de beber.
— Oye, bebé — le murmuró —, todavía estás muy frío.
Tragó y tragó agua, su garganta tan seca, y se dio cuenta de que no estaban en su casa. No estaba en su cuarto.
Reconoció la habitación, porque fue varias veces con BeomGyu allí cuando querían pasar un tiempo juntos, sin que los niños les molestaran. Se removió en la cama, soltando la boca de la botella, pero todo su cuerpo dolió tanto.
TaeHyun quería irse, no quería estar allí, porque ese lugar era un motel, y... y...
BeomGyu se sentó a su lado, acariciándole el cabello.
— ¿Quieres irte a bañar? — preguntó con suavidad.
— Quiero... — habló con su voz baja, mareado, confundido. Su parte más primitiva estaba gritando que le tomara, pero su Omega seguía temblando por el miedo. — Casa. Cachorros.
BeomGyu suspiró, sacudiendo su cabeza amablemente, como si TaeHyun fuera un niño pequeño.
— Tu mamá está con ellos — dijo, sonriendo con un poco de debilidad —, ella los cuidará, bebé. No te preocupes
No se trataba de eso, ¿cómo podía pensarlo BeomGyu? TaeHyun no quería estar en celo, no quería sentir ese dolor frío, pero ardiente al mismo tiempo. No quería que BeomGyu lo tocará.
Pero el lubricante corría por sus muslos, su cuerpo soltaba feromonas automáticas. No podía controlarlo ni un poco, ¿qué se suponía que debía hacer? TaeHyun quería que eso acabara. Estaba en celo. Su Omega, a pesar del miedo, necesitaba a su Alfa, ¿cierto?
Se volteó boca abajo, gimiendo por el dolor, y elevó su trasero.
— Alfa — se obligó a decir.
BeomGyu se movió.
El lazo no se re-estableció como antes, pero pareció tirar una vez acabó, el frío retrocediendo, el dolor disminuyendo un poco. Ya no se sentía tan mareado, y podía enfocar su visión sin problema alguno.
Boca abajo, a orillas de la cama, con las manos de BeomGyu marcadas en su piel blanca, observó el bolso contra la pared. De seguro su esposo, aprovechando que él estaba drogado, fue a casa para buscar útiles de aseo y ropa de cambio. Quizás hasta le dijo algo a los niños para que se calmaran. TaeHyun no recordaba mucho de lo ocurrido horas atrás, solo el dolor y las palabras confusas de ese desgraciado doctor.
— Te vomité encima — dijo, apenado, sin mirar a BeomGyu —, lo siento.
Pudo escuchar su risa suave. BeomGyu parecía más feliz en ese instante, ¿cómo no? TaeHyun prácticamente se ofreció a él, como una puta barata, para que lo follara. Con esa simple acción, pareció darle la razón: "te necesito, soy tuyo, haz conmigo lo que quieras". Sentía repulsión de sí mismo.
— No importa — una de las manos del Alfa se deslizó por su desnuda cintura —, ahora estás mucho mejor — se estremeció al sentir la nariz de BeomGyu frotándose contra su marca ardiente. — ¿Lo sientes, nuestro lazo?
Apenas vivo, como un hilo a punto de romperse. Pero estaba allí, junto a su marca, ambas señales inequívocas de que TaeHyun estaría sometido siempre a él.
¿Por qué debía pensar tanto las cosas? Todo sería mucho más fácil si pudiera desconectar su mente de esas ideas tan peligrosas, si pudiera olvidar. Olvidar parecía más atractivo que pensar.
TaeHyun cerró los ojos, dejándose arrastrar por el celo el resto de los días.
— ¿Todavía te duele?
TaeHyun levantó la vista, observando a BeomGyu saliendo del baño con una toalla alrededor de su cintura. El Omega desvió la vista, agachándose para abrochar sus zapatos; estaba limpio y con sus feromonas controladas.
— No — mintió a medias, porque la verdad podía sentir los restos de dolor en su cuerpo. Sin embargo, tuvo suficiente por esos días —, ya estoy mejor, Alfa.
Pudo sentir los hombros de BeomGyu tensarse al escuchar el título, sin embargo, TaeHyun no lo observó. Recogió las ropas del suelo, echándolas al bolso sin siquiera ordenarlas, porque debía echarlas a lavar apenas llegaran.
Distraídamente, llevó su mano a la marca ardiente en su cuello, tan fresca porque esa mañana BeomGyu y él volvieron a follar. Su marido insistía en llamarlo "hacer el amor". Para TaeHyun, era solo follar, dejando que BeomGyu lo usara casi a su antojo, queriendo que acabara con eso lo más pronto posible. El celo fue insoportablemente largo y doloroso esa vez, pero al menos, ese dolor parecía haber desaparecido de su cuerpo, lo suficiente para estar de pie sin retorcerse.
Pero su corazón seguía doliendo. Dolería para siempre.
Salieron de esa cabaña de celo que BeomGyu arrendó solo para ellos, caminando hacia el auto estacionado fuera, y TaeHyun acomodó las cosas mientras el Alfa iba a pagar todos los servicios ocupados. Le esperó dentro, callado, taciturno, pensativo.
— ¿Ocurre algo, precioso? — preguntó BeomGyu, subiendo a su lado y encendiendo el auto.
— No — contestó TaeHyun —. Hoy es lunes, los niños están en el colegio, ¿cierto?
— Sí — respondió BeomGyu —, pero JungWon se quedó con tu mamá.
TaeHyun cerró los ojos un instante, algo cansado y queriendo llegar a dormir. BeomGyu tendría que irse a trabajar después del almuerzo, por lo que llegaría tarde a cenar. Eso no era lo que le preocupaba, sino que su madre estaría allí.
En un momento normal, TaeHyun habría marcado en el celular a su madre para decirle que podía irse, e incluso hizo el amago de hacerlo. Pero recordó que BeomGyu le quitó el móvil, y se sintió estúpido.
Aclaró su garganta.
— ¿Puedes prestarme el celular? — le preguntó TaeHyun, sin mirarlo.
BeomGyu arrugó el ceño.
— ¿Y para qué? — dijo, confundido y deteniéndose ante un semáforo.
— Para llamar a mi mamá y decirle que se puede ir — trató de explicar —, ya no es necesario...
— Ella quiere verte — respondió BeomGyu. — No seas así, TaeHyun.
El Omega desvió la vista hacia la ventana, la rabia ardiendo en su interior, pero obligándose a mantenerla controlada. Si el lazo volvió a establecerse entre ellos, por muy mínimo que fuera, BeomGyu podría sentir sus pensamientos y desatar una nueva pelea.
TaeHyun no quería ver a su madre, no en ese estado, no con toda esa situación, porque sabía lo que le iba a decir. Santo Dios, no quería imaginar lo que le pudo haber dicho a JungWon sobre su marca. Él habría sido partidario de que MinHo los hubiera cuidado esos días, aunque sabía que BeomGyu no quería saber nada de su padre en aquellos momentos.
Se enfadó tanto cuando lo vio en su hogar, conversando con TaeHyun, días atrás...
No tanto como esa noche, pero MinHo decidió irse, sin cenar, para no hacer sentir peor al asustado TaeHyun. El pobre Omega tuvo que hacer un improvisado y torpe nido para cambiar el humor de su esposo, dejándose abrazar y marcar en el olor del Alfa a pesar del terror.
No dijeron otra cosa por el resto del viaje y llegaron a la casa quince minutos después. TaeHyun se bajó, caminando hacia ella, sabiendo que BeomGyu agarraría el bolso, y se forzó a tomar aire antes de entrar.
Su hogar apestaba al aroma de su madre. Una mezcla fuerte de flores que a veces lo disgustaba por la intensidad.
— ¿Mamá? — preguntó, caminando hacia la cocina, y la vio.
Kang MinJeong se giró, sonriéndole como si nada. Su madre era bajita, delgada y de cabello negro y corto, con una mirada severa acrecentada con el pasar de los años. Su rostro ya tenía rastros de vejez, pero seguía luciendo bastante joven. Para su edad, era bastante atractiva.
— TaeHyun — saludó ella —, espero que hayas pasado un buen celo.
Mordió su labio inferior, sintiendo la presencia de BeomGyu detrás de él.
— Ya puedes irte — le soltó —, yo me hago cargo de mi casa.
Si ella sintió la intención en la frase, no dio muestras de eso.
— No te preocupes — respondió, volviendo su atención a la comida que preparaba —, BeomGyu ya me invitó a comer con ustedes.
Se tensó, sin querer voltearse hacia su esposo, a sabiendas de que debía tener una expresión de culpabilidad. BeomGyu sabía que ellos dos no se llevaban bien, santa mierda, ¿cómo se le ocurría...?
— Qué bien — escupió —, iré a ver a JungWon.
Antes de que su madre pudiera decir algo, se giró y caminó hacia el pasillo, ignorando a BeomGyu. Por el olor, sabía que su cachorrito debía estar en el cuarto de los mellizos. Parecía haber hecho un nuevo refugio allí.
No se molestó en tocar la puerta, entrando al cuarto y viendo a su hijo menor en pijamas. Le sonrió débilmente, yendo a sentarse a su lado, en la cama de HeeSeung.
— Mamá — saltó JungWon, sonriendo ampliamente, y lo abrazó de golpe, comenzando a frotar su cabello contra el cuello de TaeHyun —, te extrañé mucho, mamá.
Le devolvió el abrazo, aliviado de verlo bien, de verlo a salvo.
— ¿Sí? — le preguntó, riéndose por las cosquillas que le hacía. — ¡JungWon!
— Es que hueles muy mal — berreó el niño —, me gusta más cuando hueles a mami. Ahora apestas a papá.
TaeHyun cerró los ojos un instante, dejando que JungWon lo impregnara en su olor Omega, más débil que el de BeomGyu. Realmente, no le importaba mucho, él también prefería su aroma materno.
— ¿Estuviste bien con los chicos? — le preguntó luego de unos segundos. — ¿La abuela no te dijo algo, JungWon?
Pudo ver la expresión repentinamente triste de su hijo, su labio temblando en señal de inevitable llanto.
— La abuela estaba muy feliz porque tengo una marca — dijo, su voz sacudiéndose por contenerse de romper a llorar —, dijo que ya era todo un adulto.
TaeHyun lo apretó con más fuerza contra su cuerpo, como si de esa forma pudiera eliminar todo el daño. Lo abrazó, como si así pudiera juntar todas las partes rotas de su interior.
— No quiero ser un adulto — sollozó JungWon, sorbiendo por su nariz —, quiero ser tu cachorrito para siempre.
TaeHyun lo agarró de las mejillas, limpiando las lágrimas que caían por su piel. Lo obligó a mirarlo a la cara, sosteniendo su mirada.
— Lo eres — le juró —, no importa qué pase, JungWon, tú siempre serás mi cachorrito hermoso — el niño sorbió otra vez, incapaz de hablar. — Esa marca no significa nada, ¡no eres de ese Alfa, jamás lo serás si tú no quieres!
— Pe-pero...
— ¡Pero nada! — TaeHyun no cedió ni un poco. — Eres libre, JungWon, no le perteneces a nadie, ¡a ningún Alfa, ni siquiera a mí! Tú eres libre de hacer lo que quieras, ¿entendido?
— Tú también — hipó JungWon de pronto —, tú también lo eres, mami. Eres libre.
TaeHyun se tensó, porque casi de forma inmediata, sintió a BeomGyu abrir la puerta. Si escuchó parte de la conversación, no dijo cosa alguna, lo que era mejor para ellos. TaeHyun ya no se sentía capaz de enfrentarlo nunca más.
— El almuerzo está listo — dijo BeomGyu.
— ¿Pu-puedo comer aquí? — preguntó JungWon, su tono tímido y apagado.
— La abuela se irá luego de la comida — dijo BeomGyu, tranquilo. Al ver que su hijo no se movía, suspiró. — No, JungWon. Ya estás grande.
El chico puso una expresión deprimida, pero TaeHyun le frotó las mejillas para alejar las lágrimas. El niño se rió apenas, aunque fue suficiente para que el Omega se pusiera de pie. BeomGyu salió del cuarto.
— Mamá — llamó la atención JungWon. TaeHyun lo miró —, ayer me pu-puse a buscar mis viejas zapatillas, ¡SungHoon sugirió venderlas para tener dinero! — el menor bajó la voz. —Y vi...
TaeHyun tapó la boca del niño con la mano, cortando lo que fuera a decir. El cachorrito abrió sus ojos ampliamente, sorprendido, pero TaeHyun no quitó su mano por varios segundos. Cuando lo hizo, llevó un dedo a sus labios, en señal de mantener el silencio.
— Vi una araña enorme — terminó de decir JungWon, luego de tragar saliva.
— ¿HeeSeung la mató? — preguntó, porque no sabía si BeomGyu podía estar en el pasillo.
— ¡La aplastó! — respondió JungWon.
Salieron del cuarto, y TaeHyun se fijó en que no hubiera nadie cerca antes de voltearse hacia su hijo menor. El muchachito tenía una expresión tímida.
— ¿Te irás de viaje? — preguntó JungWon en voz baja.
— No — le respondió TaeHyun, también con un tono débil —. No tengo dinero, cachorrito, y tú papá no me dejará.
Los labios de JungWon se curvaron hacia abajo, luciendo tan triste. Sin embargo, TaeHyun no dijo algo más, caminando con el Omega menor hacia el comedor, donde la comida ya estaba servida. Su madre estaba sentada al lado de BeomGyu, y a TaeHyun no le tocó más remedio que sentarse frente a ella, dándole las gracias por cocinar.
— ¿Cuánto tiempo pensabas ocultarme la marca de JungWon? — preguntó MinJeong, unos minutos después de que empezaron a comer.
TaeHyun apretó su mano alrededor del tenedor, sintiendo la ira ante la pregunta. Pero trató de controlarla, de empujarla hacia abajo una vez más.
— Esa marca no significa nada — le dijo TaeHyun, sin mirar hacia BeomGyu, que lo podía sentir tenso a su lado. — JungWon no recibió esa marca por gusto propio, mamá, y tú ya deberías saberlo.
— Significa mucho — le respondió MinJeong, dura como siempre —, tú lo sabes bien, TaeHyun. ¿Cómo has criado a tus hijos? ¿Acaso le has enseñado a JungWon lo básico para ser un buen Omega?
Antes, cuando las cosas estaban bien, TaeHyun siempre buscaba la ayuda de BeomGyu en esas situaciones. Su Alfa siempre sirvió como una especie de intermediario entre ambos Omegas, porque podía aplacar las palabras de MinJeong y calmar los nervios de TaeHyun al mismo tiempo.
Pero ahora, TaeHyun no quería su ayuda. TaeHyun no quería nada más de él.
— ¡Los he criado como corresponde! — le dijo, enojado. — ¡Les he criado haciéndoles saber que ellos tienen derecho a escoger con quién estar y que nadie está por encima de sus sueños!
Pudo sentir la ansiedad de JungWon a su lado, tirando del lazo que compartía con su cachorrito, pero él solo miraba el rostro impasible de su madre, la sonrisa irónica que puso en sus labios.
— Sí, dejaste que JungWon siguiera su sueño — le dijo ella, impecable —, y mira lo que causaste, TaeHyun. La marca en su cuello es solo culpa tuya y de nadie más.
— MinJeong... — quiso intervenir BeomGyu.
Pero la mujer se dedicó a servirse ensalada, tranquilamente, como si estuviera hablando del tiempo.
— Sigues siendo un Omega tan desastroso... — regañó MinJeong —. No puedo entender cómo a estas alturas BeomGyu no te ha golpeado. A veces, deseo que lo haga.
Sus palabras fueron como decenas de puñaladas en su estómago, enterrándose cada vez más profundo mientras trataba de procesar lo que le estaba diciendo su madre. La mujer que la trajo al mundo. BeomGyu, incluso, se veía pálido, ¿y con qué derecho?
MinJeong se volteó hacia JungWon, que había empezado a llorar en silencio.
— Y, a ti, más te vale aprender pronto tu lugar, JungWon — le dijo ella, con esa voz maternal y que tanto asco le causaba. — Si eres un buen Omega, entonces comprenderás cuál es la felicidad que los y las Omegas recibimos — sonrió, serena. — ¿Podemos seguir comiendo?
TaeHyun también quiso romper a llorar e ir a esconderse a su cuarto, como si volviera a tener esos diez años y trataba de entender cuál era su lugar en el mundo. Pero solo bajó la vista, tomándole la mano a su cachorrito por debajo de la mesa, como si quisiera darle todas las fuerzas del mundo con ese gesto.
La comida siguió en silencio.
BeomGyu, como el jodido cobarde que era, apenas terminó de comer, aludiendo a que debía volver a trabajar. JungWon apenas comió la mitad de su plato, sin embargo, lo mandó de regreso al cuarto de los mellizos. TaeHyun se quedó solo con su madre, encajando los platos uno sobre el otro. Ninguno dijo cosa alguna por los primeros minutos.
— Mamá — su voz salió ahogada, asustada, y se sintió tan patético porque, a pesar de todo, él realmente quería un poco de su apoyo —, BeomGyu se impuso sobre mí.
— ¿Te golpeó? — preguntó ella, mirándolo y enarcando una ceja.
— No — su garganta se apretó, sus manos temblando de forma incontrolable —, él... a-abusó de mí, hace unas semanas.
— Oh.
Otra vez silencio. TaeHyun no dejaba de tiritar en su lugar, en tanto MinJeong comenzó a recoger el servicio usado.
— Mamá — insistió TaeHyun, casi llorando.
— ¿Qué? — ella le miró, desconcertada. — ¿Quieres que te diga algo más? — hizo un gesto de desagrado. — ¿Qué le hiciste a tu Alfa, TaeHyun? Si BeomGyu actuó de esa forma, fue porque tú hiciste algo que lo enfadó y tuvo que ponerte en su lugar, ¿no es así?
No pudo controlar más las punzantes lágrimas, dejándolas caer en silencio por sus mejillas. Mordió su labio inferior con tanta fuerza, hasta sacarse sangre, pero no quería soltar los lastimeros sollozos que empujaban por su tráquea. Solo lloró en esa posición, sintiéndose con doce años, cuando un chico Alfa comenzó a acosarlo y quiso defenderse.
Al contárselo a su mamá, ella le dijo que debía aceptar su cortejo. TaeHyun no consideraba que eso fuera un cortejo, era acoso, porque ese niño le decía muchas cosas horribles, lo perseguía, lo acorralaba contra las paredes. Incluso, le daba besos en el cuello, encima de su glándula de feromonas, diciendo que allí lo marcaría. Su madre lo regañó varias veces por llorar con ese cortejo, incluso llegó a golpear sus manos con la cuchara de palo cuando TaeHyun llegó con una anotación por haber empujado a ese chico.
— ¿No es así? — insistió MinJeong.
— Mamá...
— Dilo, TaeHyun, ¡por dios! — presionó ella —. ¿Cuándo aprenderás tu lugar, santo cielo? ¡Ya eres un adulto, pero sigues comportándote como si tuvieras cinco años! BeomGyu realmente debería golpearte, ¡a ver si así creces de una vez!
TaeHyun solo quería que su madre le mirara con ternura, le abrazara y dijera que nada de eso era su culpa, que él no hizo malo, que fue BeomGyu quien actuó mal. Solo quería sentirse un poco comprendido, recibir algo de cariño por parte de su progenitora. Solo quería unas palabras que le ayudarán a reparar su rota y herida alma.
Y, saliendo del celo, dejándose usar a gusto de su esposo, todo parecía mucho peor.
— Me... Me lo me-merecía — tartamudeó apenas, con su voz como un hilo.
MinJeong lo observó con aprobación.
— ¿Ves que es sencillo? — dijo MinJeong. — Si sigues portándote como corresponde, pronto te caerá el golpe, TaeHyun. Tal vez lo necesitas, te darás cuenta de que no es tan grave.
Su mamá empezó a hablar de otras cosas, pero TaeHyun desconectó completamente.
Una hora después, ella se despidió para volver a su hogar, prometiendo que volvería a verlo dentro de poco. Quiso despedirse de JungWon también, pero el cachorro no quería ni mirarla, así que decidió marcharse sin presionar demasiado. TaeHyun la vio irse tranquila, bonita, indiferente a su propio hijo y su dolor.
Ella siempre parecía satisfecha con la vida que le tocó, a pesar de que a veces aparecía con el ojo morado o el labio roto por recibir un golpe de su padre. Cuando TaeHyun preguntaba por ellos, su madre siempre se encogía de hombros.
— Me lo merecía — decía ella simplemente, asumiendo su error con gran facilidad, y las cosas nunca salían de esa normalidad que se impuso.
TaeHyun nunca pudo ser así. A veces, hasta la envidiaba: ¿no era más fácil amar esa jerarquía que les impusieron y resignarse a su posición? ¿Más sencillo aceptar ese lugar y fingir que todo estaba bien? Era mucho mejor que estarse juzgando las cosas todo el tiempo.
Cerró la puerta de su casa, el silencio se quedó un instante allí, antes de moverse hacia el cuarto de los mellizos.
TaeHyun podía aceptar ese lugar, concluyó luego de pensarlo mucho. TaeHyun podía enterrar toda esa mierda que recibía constantemente, asumir que era un Omega sin derechos y volver a esa tranquilidad estable en la que vivió catorce años. No era tan difícil después de todo, ¿cierto?
De alguna forma dolorosa, ya se estaba acostumbrando a esa nueva faceta de BeomGyu.
Se quedó quieto en el marco de la puerta de los mellizos, viendo a JungWon acurrucado en la cama, leyendo uno de los cómics que los gemelos coleccionaban. Al moverse para mirarlo, TaeHyun vio el parche que cubría la marca en su cuello.
— ¿Mami? — preguntó JungWon, sonriendo con tristeza.
TaeHyun podía aceptarlo, claro. Pero eso no libraba a su cachorrito del destino que el resto le quería imponer. TaeHyun jamás podría verlo hundido, como estaba él en ese instante.
Así que caminó hacia su hijo menor, sentándose a su lado, y acarició ese parche con cuidado.
— JungWon — le dijo en voz baja —, vamos a irnos, cariño, ¿está bien? Vamos a irnos — lo abrazó, ignorando a su hijo sorprendido, queriendo sostenerse de su cachorro un instante. — Vamos a irnos...
JungWon solo le devolvió el abrazo, cerrando sus ojos y conteniendo, una vez más, las ganas de llorar.
¡Gracias por leer! <3
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