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25.

Advertencias: drama y angst.

Sandara se acomodó sus lentes, mirando el rostro de Hyunwoo antes de sonreír.

—Dime algo que te guste de Kihyun —le dijo, viendo la forma en que el alfa fruncía sus cejas—. Una cualidad de Kihyun.

Hyunwoo vaciló un momento, tratando de pensar en lo que le estaba pidiendo la psicóloga. Pasaron varios minutos en los que no dijo algo.

—Su resiliencia —habló, con voz débil—. La forma en que... en que podía reponerse cada vez que le hacían daño. Ya fueran sus padres, yo o los niños. A veces... a veces le hacíamos daño y Kihyun no se echaba a morir, él podía... él podía... Él recibía todo eso y se esforzaba en seguir adelante, a pesar de todo. Fue... fue capaz de dejarme y llevarse a los niños, incluso si era peligroso. Kihyun es... es resiliente.

La mujer anotó algo en la libreta, asintiendo con la cabeza.

—Dime algo que te haya gustado de Kihyun cuando lo estabas conociendo —volvió a preguntarle.

Humedeció sus labios en lo que trataba de pensarlo. ¿Cuántos años habían pasado desde que vio al omega por primera vez? Más de veinte años. Por dios, ¿cómo el tiempo podía pasar tan rápido entre ellos?

—Me gustaba... Por dios, me gustaba su humor —Hyunwoo tragó saliva—. Él siempre... Kihyun siempre ha tenido un humor extraño, así que a veces hacía comentarios estúpidos o sin sentido, pero me daban mucha risa, demasiada, y si yo me reía caóticamente, él también... Él también estallaba en carcajadas. Podíamos reírnos hasta que el estómago nos dolía y Kihyun me pedía que me detuviera.

De sólo pensarlo, podía sentir sus labios estirándose en una sonrisa melancólica. A veces, recordaba a ese Kihyun joven, de diecisiete años, con el cabello teñido de naranja y mejillas un poquito regordetas. A Hyunwoo le gustaba pellizcarlas, pincharlas, ver cómo la piel se hundía por su dedo, antes de oír las protestas del omega. En esa época, cuando salían, se llenaban de mimos, cariños y besos.

—Ahora dime algo que no te haya gustado de él —continuó Sandara.

El hombre también lo pensó varios minutos, tratando de buscar las palabras correctas para expresarse. Esos últimos meses se esforzó mucho más en controlar lo que iba a decir, porque cuando lo miraba en retrospectiva, se dio cuenta de que a veces decía cosas que podían hacer daño sólo porque no podía ser razonable.

—Kihyun siempre fue cerrado con sus sentimientos —habló, con la voz apagada—. Desde que lo conocí, cada vez que se sentía triste o... o quería llorar, se ocultaba de mí. Le dije en muchas ocasiones que no era necesario, que podía llorar conmigo, pero pocas veces lo hacía. Fue criado para... para poner siempre los sentimientos de los demás por sobre los de él, hasta el punto en que... Yo me acostumbré a eso —confesó, culpable y triste—. Terminé acostumbrándome y obligarlo a pensar en mí, siempre en mí, y nunca en él.

—¿Te arrepientes de eso?

—Demasiado —sintió un dolorcito en su garganta, ese dolor que reconocía como las ganas de llorar a punto de estallar—, ahora me arrepiento demasiado, pero siento que ya es tarde, ¿o no?

—Nunca es tarde para disculparse —corrigió la omega, pensativa—. Ahora dime, ¿qué vio Kihyun en ti para aceptar estar contigo? ¿Qué crees que le gustaba de ti?

Aquella pregunta lo agarró completamente desprevenido, todavía pensando en lo mal que actuó con el omega los últimos meses, la forma en la que lo trató. En su momento, pensó que estaba haciendo lo necesario para que no le dejara, después de todo, su padre fue permisivo, amable y amoroso con su madre, y ella no dudó en abandonarlo. Cuando era niño, pensaba que ellos se querían y deseaba tener una relación de esa forma con un omega, pero cuando Jungeum tuvo la oportunidad, se marchó. Pensó que, si actuaba como el alfa que se esperaba de esa sociedad, Kihyun no le dejaría.

Tomó aire.

—No sé si habrá algo que le gustaba de mí —admitió, y decirlo en voz alta se sintió peor que pensarlo. Su voz se quebró—. Él sólo me aceptó porque me consideraba distinto a otros alfas, no porque realmente le gustaba.

—Eso, Hyunwoo —habló Sandara—, no es cierto, y lo sabes. Lo que estás diciendo es una idea preconcebida que tienes en tu cabeza, porque te es más sencillo aceptar que Kihyun se marchó porque no te quería, a aceptar que Kihyun te amó, pero te dejó porque lo dañaste. Eres más que un alfa, Hyunwoo, y tienes cosas buenas y cosas malas. ¿Qué crees que le gustaba de ti? —repitió la mujer, tranquila.

Mordió ahora el interior de su mejilla, en lo que pensaba alguna respuesta que pudiera dejarlo realmente satisfecho. Se sentía tentado de insistirle en lo que ya le dijo, pero una parte de él se obligó a pensar más allá de eso y encontrar las palabras que pudieran satisfacerlo.

—Supongo que... que le gustaba mi personalidad —barboteó, antes de tratar de explicarse—. Kihyun, él decía varias veces que yo era como... como una batería que podía recargarlo. A veces, se ponía de mal humor por algo que su madre le decía o porque lo molestaban en el colegio, pero cuando salíamos, se le pasaba enseguida. Incluso se volvía... se volvía muy meloso, ponía esa sonrisita bonita que tiene, mostrando sus encías, y lo quería cada vez más.

Sandara parecía más satisfecha con la respuesta que le dio, anotando algo más en la libreta. Hyunwoo aprovechó ese momento para recordar esos difusos momentos con Kihyun, cuando eran jóvenes y en los primeros años de matrimonio. En algún momento ellos crecieron y maduraron, dejando esas cosas atrás porque las consideraban como tonterías, pero ahora que lo pensaba, Hyunwoo se apenó al darse cuenta de todos los buenos recuerdos que tenían.

Tuvo que haber sido mejor. Tuvo que amar a Kihyun de la forma que correspondía y no de la forma en que le enseñaron.

—Quiero que pienses, para la próxima semana, una cualidad que tengan tus hijos, una tuya y otra de Kihyun —dijo Sandara, poniéndose de pie para despedirlo—. Quiero que veas tu relación con Kihyun de otra forma, no reducida sólo a ustedes, sino también a sus hijos, ¿está claro, Hyunwoo? En otra sesión hablaremos sobre Jungeum.

Asintió con la cabeza, agotado de ese día, pero algo más tranquilo. Cada vez que hablaba con Sandara se sentía un poquito mejor, le servía para soltar todo eso que durante tanto tiempo le asfixió.

No tardó en salir del edificio donde la mujer tenía su oficina, yendo hacia su auto y conduciendo a un supermercado cercano. La alacena estaba quedando vacía y debía rellenarla, además de que no quería que su padre se pasara por su hogar. A pesar de estar solucionando algunos conflictos poco a poco, el tema con su padre todavía le incomodaba y le costaba enfrentarlo.

Llegó a los diez minutos al supermercado, bajándose y arrebujándose en su abrigo debido al frío del invierno. No tardó en entrar dentro del local, agarrando un canasto para empezar a buscar las cosas que iba a necesitar, principalmente sopa instantánea. Estaba aprendiendo a cocinar, pero aún había un montón de cosas que le costaba aprender, y debía tener algo de emergencia en caso de que la comida se le quemara.

—¡Por dios, ¿puedes ser más estúpida?!

Se volteó cuando escuchó una voz conocida gritando en medio del supermercado, antes de volver a la posición en la que ya estaba. Kim Woojin junto a su nuevo omega.

Apretó su mano alrededor de la manilla del canasto, tratando de no pensar en esos primeros días. Hyunwoo estaba hundido en su mierda, desorientado y sin saber qué hacer por la partida de Kihyun y los niños, cuando Woojin apareció en su casa. Fue el primero de septiembre, el día en que Changkyun cumplía trece años.

Woojin exigió a Changkyun, diciendo que era momento de que pasara su celo con él, su primer celo. Hyunwoo no lo hizo pasar, no quería tener cerca a ese horrible muchacho frente a él, pero Woojin amenazó con ir a las autoridades para que le entregaran a Changkyun.

—Pierdes el tiempo —escupió Hyunwoo, enfurecido—, Changkyun se marchó a otro país, lejos de ti, lo autoricé para que se marchara. Yo los seguiré en un par de días, imbécil.

Woojin tenía cara de no creérselo, pero antes de recibir una respuesta, Hyunwoo le cerró la puerta en la cara.

Los días siguientes no fueron mejores, por supuesto, e incluso la policía y fiscalizadores del Gobierno fueron a visitarlo. Hyunwoo tuvo que mentir, mentir, mentir, ocultar la huida bajo una capa de mentiras que podían ser fácilmente descubiertas, pero siguió haciéndolo. No sólo para proteger a Kihyun, sino también a los cachorros, porque no iba a permitir que Changkyun volviera sólo para terminar en manos de ese bastardo.

Así que Hyunwoo mintió, hasta que las visitas empezaron a acabar y Woojin ya no tenía la manera de traer a Changkyun de regreso.

Meses atrás se enteró, por rumores que oía de aquí por allá, que Woojin marcó a una omega con la que todavía no se casaba. Ahora, al ver a la pobre chica y el vientre de embarazo que tenía, sintió su corazón estallar en dolor. La muchachita no parecía tener más de diecisiete años, y casi pudo ver a Changkyun ahí si no se hubiera marchado.

‹‹Lo mejor. Kihyun hizo lo mejor para nuestros cachorros, lo que yo no pude hacer. Oh, dios, perdóname, Changkyun››.

—Lo... lo si-siento, Alfa —sollozó la chica.

Hyunwoo quiso girarse, ir y decirle algo a Woojin, pero ¿con qué derecho? Además, ¿qué iba a poder hacer? La chica tenía la marca de ese horrible alfa, estaba esperando a su hijo y, sumado a todo eso, nadie más iba a intervenir. La gente pasaba a su alrededor como si nada, porque era normal.

—Agradece que estás preñada, porque si no, te dejaría el ojo morado como la otra vez.

‹‹Si veo otros anticonceptivos, prometo dejarte un ojo morado, Kihyun››.

Hyunwoo dejó el canasto para salir lo más rápido que pudo del supermercado, sin comprar nada y con el estómago contraído por las ganas de vomitar. Una vez se encerró en el auto, comenzó a llorar.

Hyunwoo quería arrastrarse ante Kihyun y pedirle perdón por todo el daño que le causó, a él y a sus hijos.

Kihyun suspiró cuando le tomó la temperatura a Yeji, que no dejaba de lloriquear y sorber por su nariz.

—Está bien, preciosa —le murmuró, sentado en la sala de espera—. Es sólo un resfrío, ¿no?

—Mami —barboteó, acurrucada contra su pecho.

El omega le acarició el cabello, emitiendo feromonas más suaves para calmarla un poco. Luego de su viaje de navidad y pasado Año Nuevo, Yeji cayó enferma sólo el día anterior. Kihyun la dejó en cama todo el día, avergonzado de pedir el día a sus jefes, pero no quería que sus cachorros la cuidaran porque tenían que ir al colegio. La señora Liu no le puso ningún problema, así que Kihyun cuidó de Yeji todo el día con la esperanza de que la fiebre bajara, pero no ocurrió y decidió partir al hospital esa misma mañana.

Minhyuk se ofreció a ir con él, sin embargo, Kihyun no lo aceptó para no hacerle perder clases.

La meció en sus brazos, escuchando su tos, y suspiró por el cansancio. Recordó brevemente años atrás, cuando los cachorros también se enfermaban en las épocas de frío, y Hyunwoo se preocupaba tanto por ellos. Siempre decía que tenía miedo de que algo les pasara, porque eran tan pequeñitos, y lo acompañaba a la clínica para que los atendieran. Lo que ganaba el alfa era suficiente para ir a un centro de salud privado donde les recibirían mucho más rápido, y Hyunwoo nunca escatimaba en eso.

—Estaría muerto de miedo ahora —murmuró Kihyun, sin dejar de acariciarle la nuca a Yeji—, todo aterrado de que te pasara algo. Hasta me diría que él te podía cargar y consolar.

A veces, lo hacía. Cuando Kihyun estaba agotado, Hyunwoo lo notaba enseguida y siempre tomaba en brazos a los niños. Hyungwon y Changkyun eran llorones por naturaleza, pidiendo estar en brazos en todo momento y sólo encontrando consuelo de esa forma. Minhyuk era más calladito y orgulloso, no le gustaba pedir abrazos, pero Hyunwoo lo agarraba también para hacerlo sentir un poco mejor.

Se sobresaltó cuando el pediatra lo llamó desde la puerta de su oficina. Kihyun alejó esos pensamientos, sin querer darles muchas vueltas. A veces, se sorprendía extrañando un poco esa vida, ser más joven y creer que el mundo estaba en sus manos.

El pediatra lo saludó con una sonrisa deslumbrante. Jason Brown lo atendió desde el nacimiento de Yeji, pues trabajaba en el mismo hospital público que la ginecóloga Anderson. El doctor Brown era un omega, lo que desconcertó tanto a Kihyun al inicio. Es decir, él sabía que en Estados Unidos las cosas eran distintas a Corea, pero hasta el momento no vio a ningún omega en un cargo tan grande como el de doctor. Sin embargo, eso no hizo que desconfiara de él: Jason fue agradable y simpático y comprensivo con él en todo momento. Fue una gran ayuda para poder sobrellevar esa depresión post-parto que sufrió con Yeji.

¡Kihyun y Yeji! —saludó el omega, cerrando la puerta detrás de ellos—. Hace mucho no los veía, ¡estás tan grande, pequeña!

La niña abrió su boca para contestar, pero terminó tosiendo y rompiendo a llorar. Kihyun sonrió con disculpa, caminando hacia el mesón y sentando a la pequeña encima. Yeji no quiso soltarlo enseguida, sollozando por culpa del resfrío.

Mmm... ¿qué te pasó, Yeji? —preguntó el pediatra, preocupado—. ¿Cómo fue que te resfriaste?

Mi culpa —suspiró Kihyun—. Luego de la nevada de Año Nuevo salió con sus hermanos a la nieve y no la abrigué lo suficiente.

Veamos...

El doctor Brown comenzó a revisar a la pequeña que, a pesar de sus sollozos, se portó bien mientras le tomaban la temperatura, le revisaba el pecho y la espalda con la campana del estetoscopio, y revisaba sus oídos con el otoscopio. Kihyun no podía con la preocupación, ¿y si era algo grave? ¿Y si su cachorrita estaba muy grave por culpa de su negligencia?

Jason, finalmente, presionó un palito de madera contra la lengua de la niña, que comenzó a moquear.

Es un resfriado común, Kihyun —dijo el doctor, sonriéndole con suavidad—, nada demasiado grave. Te recetaré ibuprofeno, descansar y tomar mucha agua, nada más.

¿Seguro? —Kihyun comenzó a arropar a Yeji, que frotaba sus ojitos llorosos—. ¿Y si...?

En cinco días debería estar repuesta —contestó el pediatra—, pero si pasados esos cinco días sigue así, vuelve a traerla. Probablemente el resfriado pudo evolucionar a algo más grave.

Yeji abrazó a Kihyun por el cuello cuando fue tomada en brazos, hipando por el resfrío. Kihyun comenzó a mecerla para calmarla, sintiendo su corazoncito roto por el llanto suave de su bebé. No le gustaba escuchar el llanto de ninguno de sus cachorritos.

El omega le hizo la receta médica, sin borrar la sonrisa suave de su rostro.

¿Cómo va todo? —le preguntó, firmando el pequeño papel—. ¿Te has sentido bien, Kihyun?

Jason siempre era muy preocupado por él, a pesar de ser menor. El pediatra tenía cumplidos los treinta años, pero hablaba como si tuviera veinte años más. Kihyun ya se había acostumbrado a esa cercanía y el poco tacto con la gente mayor en el país.

Sí, todo está bien —contestó Kihyun—. Sigo trabajando con los Liu y los niños están subiendo sus notas. A veces discutimos, pero es normal, supongo.

Jason asintió, entregándole la receta. Kihyun la recibió, sabiendo que debía pasar por la farmacia del hospital para obtener los medicamentos gratis.

Tu celo está cerca —comentó el pediatra. Kihyun sonrió con disculpa, sabiendo que su cuerpo empezó ya a emitir feromonas de celo—. ¿Estás preparado?

Todavía no —el omega mordió su labio inferior—. Es decir, sé que será doloroso, como todos los otros celos, pero no hay mucho que pueda hacer. No tengo un alfa que se haga cargo de ello.

Podrías pedirle a un alfa en el que confíes que te ayude —Jason habló con un tono amable—. Es importante que...

No —Kihyun sacudió su cabeza, espantado—. No. Ningún alfa. No quiero que ninguno me toque así, no luego... —su voz desapareció a los pocos segundos, pensando en su último celo. En el celo que pasó con Hyunwoo, donde quedó preñado de Yeji.

Está bien —aceptó Jason, sin lucir ofendido por la interrupción—. ¿Has pensado en el psicólogo? Sé que puedo parecer insistente, pero me preocupo por ti y tus cachorros, Kihyun.

Kihyun abrazó con un poco más de fuerza a Yeji, que no se quejó ante el apretón.

Lo sigo pensando —admitió el omega—, pero tengo miedo. Tengo mucho miedo.

Jason asintió, sabiendo que no debía presionar más con Kihyun. Desde el nacimiento de Yeji y pasando por la depresión post-parto del omega, le recomendó mil veces ir con un psicólogo, él y los cachorros. Kihyun nunca tomó esa decisión, porque no tenía el dinero para ellos, a pesar de que podían atenderlo gratis en el hospital. Siempre buscaba mil excusas para no ir, temeroso de lo que fuera a escuchar.

Kihyun tenía mucho miedo de que un psicólogo le dijera que todas las acciones que tomó no fueron las buenas, que su lugar como omega era estar junto a su marido y apoyarlo en todo. Que sus decisiones les provocaron mucho sufrimiento a sus hijos y, por lo tanto, no era una buena madre. A veces, Kihyun pensaba eso de sí mismo, y no quería escucharlo de otra persona.

Bueno, piénsalo al menos para tus niños —Jason se puso de pie, acompañándolo hasta la puerta—. Recuerda que tus mellizos crecieron demasiado rápido y tu cachorrito omega tiene muchas cosas que sanar.

Kihyun lo sabía, lo tenía claro desde que llegaron allí. Sin embargo, siempre lo aplazaba por todo lo ocurrido esos meses. Ahora que tenían un poco más de estabilidad tal vez sería una buena opción para ellos.

Le dio las gracias al doctor, marchándose de la consulta y yendo a la farmacia. Cuando ya estaba saliendo del hospital, decidió pasar con las secretarias y pedir una hora con una psicóloga. Bueno, tres horas, en realidad.

Una vez desocupado, con Yeji quedándose dormida en sus brazos, salió del enorme edificio para ir a tomar el metro que le llevara a casa. Antes tuvo que pasar al supermercado para comprar algunas cosas que le faltaban en su hogar, pensando en prepararles algún dulce a los cachorros para animarlos. Yeji se pondría feliz con eso también.

—¡Señor Yoo!

Se sobresaltó al escuchar su nombre de una voz conocida. Parpadeando, se volteó para ver a Jongin a unos pasos de él, sosteniendo un carrito de compras y con una sonrisa deslumbrante.

—Jongin —saludó, recuperándose. Yeji suspiró—, ¿cómo te va?

—Ahora que lo veo, ¡mucho mejor! —Jongin le guiñó el ojo y Kihyun arrugó el ceño—. Hace mucho no me encontraba con usted, ya lo estaba extrañando.

—Deja de hablar mierda —bufó Kihyun, y Jongin se rió—. Eres un cretino.

Las risas de Jongin aumentaron y Kihyun tuvo que admitir que el joven alfa era guapo. Jongin llevaba viviendo en Estados Unidos junto a sus padres doce años, mudándose de Corea cuando el niño tenía diez, así que hablaba ambos idiomas muy bien. El sector en el que vivían se caracterizaba por tener muchos migrantes, principalmente asiáticos.

—¿Necesita ayuda? —preguntó Jongin, de forma repentina—. Luego de comprar me iré a casa y vine en auto, si quiere, lo puedo llevar.

Kihyun lo pensó un momento. Yeji se acurrucó más en sus brazos, sintiendo el peso de las cosas que llevaba en la bolsita de tela que sostenía. A pesar de saber del interés de Jongin en él, nunca sintió incomodidad a su lado. Sí, a veces el chico lanzaba algún que otro coqueteo, pero jamás se propasó o lo intimidaba, siempre respetando su espacio personal. Qué raro se le hacía, considerando que el omega vivió gran parte de su vida con alfas que lo vulneraron y no aceptaban un no como respuesta.

—Está bien —aceptó—, pero si me tocas, te romperé la nariz —agregó al ver la sonrisa de Jongin.

—Un golpe suyo debe ser como ir al cielo —bromeó Jongin, y Kihyun le sacó el dedo corazón.

Diez minutos después terminaron de pagar y se dirigieron al subterráneo del supermercado, donde estaba el vehículo de Jongin. Acomodaron las cosas y Kihyun no tardó en sentarse en el asiento del copiloto, dejando que Yeji se presionara contra él e incluso comenzara a chupar su dedo.

—¿Cómo va todo en la universidad? —preguntó el omega de pronto, cuando Jongin comenzó a conducir.

—Todo bien, aunque un poco estresado —comentó el alfa.

—Se me olvidó —Kihyun lo miró con disculpa—, pero ¿qué estudiabas?

Jongin se rió ante la mirada avergonzada del omega. El mayor quiso golpearlo al escucharlo. Incluso Yeji arrugó el ceño.

—Debería prestarme más atención —dijo Jongin.

—La mitad del tiempo hablas mierda —bufó Kihyun.

La risa de Jongin aumentó. Kihyun tenía que admitir que era un poco contagioso, por lo que terminó sonriendo minúsculamente, aunque Yeji seguía con el ceño fruncido.

—Vamos, preciosa —el omega llamó la atención de la pequeña, que seguía chupando su pulgar—, ¿no te agrada Jongin? A mí tampoco.

—¡Mami! —gritó Yeji, abrazándolo por el cuello, y Kihyun se rió.

Su niñita iba a estar bien, muy bien, iba a asegurarse de eso.

Yeji se giró hacia la ventana cuando se fijó que estaban cruzando por el puente Queensboro, que conectaba el distrito de Manhattan con el de Queens. Cuando Kihyun se fue a trabajar para los Liu, las primeras semanas debía viajar todos los días al hogar de sus jefes, pero ellos pronto le ofrecieron trasladarse a vivir con ellos para ahorrarse el dinero y el cansancio. A pesar de ello, y de la posibilidad de atenderse en algún hospital público en Queens, Kihyun seguía prefiriendo el hospital de Manhattan porque ya conocía a la gente de allí.

Ellos vivían en el barrio norte de Queens, llamado Flushing. La villa se ubicaba casi en los límites de Flushing, en la avenida Negundo, a varias cuadras del colegio al que asistían los chicos. Tenían un parque a sólo pasos, al que iban cuando tenían tiempo libre, y a muchas más cuadras un jardín botánico. A pesar de todo lo ocurrido, Kihyun se sentía muy afortunado por la suerte que tuvo un año después de haber llegado a Estados Unidos.

Aprovechando la distracción de Yeji, que se quedó pegada mirando el río, se volteó hacia Jongin.

—Gracias —le dijo— por traerme. No era necesario, pudiste...

—¿Qué clase de vecino sería? —le interrumpió Jongin—. Pero, de todas formas, ¿sabe cómo podría agradecérmelo? Con una cita.

—Nunca dije que quería agradecértelo de otra forma —bufó Kihyun.

Touché.

El omega trató de no reírse, pero no pudo evitarlo. Se sentía un poco extraño estar allí, sentado junto a otro alfa que no era su esposo y riéndose por algo que dijo. Jongin se veía relajado a su lado, sin lucir ofendido o molesto por la forma en la que actuaba, y eso volvía todo mucho más raro. En Corea, hablarle así a un alfa era impensable, un sacrilegio y un error enorme. Allí, Jongin se tomaba sus insultos con gracia y le dejaba en paz, sin propasar esa línea entre coqueteo y acoso.

—¿De verdad —comenzó a preguntar, y vaciló un momento, aunque Jongin lucía atento a lo que fuera a decir— quieres salir conmigo?

—Um, ¿sí? —Jongin parecía ahora desconcertado por la pregunta—. Es decir, se lo vengo preguntando hace mucho, señor Yoo.

—Kihyun. Dime Kihyun. Decirme "señor" lo vuelve todo peor —se quejó el omega.

—Kihyun —probó el muchacho—. De todas formas, puedo... puedo entender un poco su negativa. Ya es un hombre viejo —Kihyun arrugó las cejas y Jongin se rió—. No es que me importe, ¡lo encuentro bonito a pesar de la edad!

El omega desvió los ojos, llevando su mano hacia su vieja marca. La acarició con suavidad, de alguna forma buscando el lazo que lo ató tantos años a Hyunwoo, pero no sintió nada del otro lado. Sin embargo, eso no quitaba para nada la culpabilidad y el miedo.

—¿Su antiguo alfa murió? —preguntó de pronto Jongin, con un tono más suave.

—No —Kihyun miró hacia el frente, consciente del peso en su garganta. Ese tema no era algo que solía hablar con mucha gente, sólo con sus hijos o Jihyo.

A veces, sentía vergüenza por lo ocurrido, por no haber sido capaz de hablar con Hyunwoo, de enfrentarlo y decirle que eso no podía seguir de esa manera. Otras veces, sentía miedo de que le dijeran que jamás tuvo que abandonar a su marido.

—No podía seguir con él —contestó, acomodando a Yeji en sus brazos cuando cruzaron el puente y entraron al distrito de Queens—, Hyunwoo me hizo mucho daño.

Jongin no habló por varios segundos, pareciendo notar que no era un tema fácil para el omega. Kihyun, en el fondo, se lo agradecía, porque seguía siendo complicado de hablar y de asumir, especialmente cuando gran parte de su vida fue obligado a acostumbrarse al lugar que se le asignó.

—No recuerdo muchos detalles de Corea —habló Jongin—, pero sí... La forma en la que los alfas tratan a los omegas allá, eso nunca... nunca se sintió bien para mí. Me alegro que... que ahora sea más feliz, Kihyun.

—Todavía es complicado —suspiró el omega—, he pasado mucho tiempo... muchos años entregando todo de mí y esforzándome por ser un buen omega, el omega que se esperaba de mí. Pero de pronto, de un día para otro, Changkyun fue marcado a la fuerza y yo no... no podía dejar que él fuera obligado a alguien a quien no quería.

—Pero su padre...

—Hyunwoo... Las cosas eran complicadas entre nosotros, para él. Hyunwoo no sabía qué hacer, porque realmente todo era muy difícil, ahora lo puedo entender un... un poco más. No quiero justificarlo, porque falló en mucho, pero comprendo que él también tenía un deber. Changkyun tenía una marca, por lo tanto, ya significaba que pertenecía a un alfa, y rebelarnos contra eso era... era rebelarnos contra el orden que impuso el gobierno. Supongo que para él no era fácil, porque al ser alfa...

—Tiene privilegios —habló Jongin, mirando al frente—. Sí, lo puedo entender.

—Lo que quiero decir con esto —continuó Kihyun, volteándose a mirarlo—, es que no es fácil para mí esto, el... el aceptar tus coqueteos, tu interés. No es sólo la edad, Jongin, son más cosas. He pasado muchos años sin un alfa, valiéndome por mí mismo, comenzando a ser independiente, y me da miedo perderlo. Además, una parte mía, todavía sigue queriendo a Hyunwoo, le sigue teniendo cariño, y eso no puedo controlarlo.

Jongin asintió con la cabeza. Yeji, en sus brazos, volvió a chupar su dedo y tenía una expresión de cansancio. Kihyun sabía que probablemente se debía a su resfrío, así que cuando llegaran, la acurrucaría en sus mantas y le acariciaría el cabello hasta que durmiera.

La niña lo miró y Kihyun observó esos ojitos tan bonitos que tenía. Su color era como los de Hyunwoo, de la forma en que le gustaba recordarlo: cálido, amable y dulce con él. No le gustaba pensar en esa mirada endurecida que pintaba el rostro de su marido los últimos meses, antes de dejarlo. Tal vez Kihyun estaba siendo ingenuo, pero así dolía menos.

—Es comprensible —comentó Jongin—, aunque eso no quita mi interés en ti, Kihyun. Aún me gusta mucho.

—Tú realmente no me escuchas —gruñó el omega.

—Es que habla y le veo los labios, pensando cómo sería besarlo —confesó el alfa, con una sonrisa juguetona.

Si no hubiera estado conduciendo, Kihyun le habría dado un golpe.

Veinte minutos después llegaron al condominio en el que vivían. Kihyun hizo malabares para agarrar a Yeji en sus brazos con una mano mientras sostenía la bolsa con sus compras, rechazando los ofrecimientos de Jongin para acompañarlo. No quería que sus jefes lo vieran con el alfa.

Para su fortuna, parecía que ellos no estaban, al igual que los niños. Según recordaba, esa tarde era de talleres, así que salían más tarde de clases. Aprovechando esas horas de soledad que le quedaban, acostó a Yeji y se puso a cocinar una vez quedó dormida.

Mientras tanto, Changkyun esquivó una patada lateral que su compañera le lanzó. Ghislaine tenía una sonrisa enorme en su rostro, con sus dos trenzas rebotando al recuperar el equilibrio.

¡Estás haciendo trampa! —le gritó Changkyun, saltando en su lugar.

¡Claro que no! —respondió Ghislaine, con un inglés tan torpe como el de él debido a que era una chica francesa—. ¡Cobarde, vamos, pégame!

Changkyun puso una expresión indignada ante el insulto, y sin pensarlo mucho, le dio una patada con giro en el pecho. La chica soltó un chillido, cayendo al suelo, y Changkyun se espantó enseguida.

—¡Lo siento! —fue tal la sorpresa que habló en coreano, antes de corregirse—. ¡Lo siento, Ghislaine!

La chica tosió, gimoteando por el dolor. El impacto fue tan fuerte en su pecho que le cortó la respiración, y el entrenador Williams apareció con una expresión de preocupación.

Vaya, ¿qué pasó aquí? —preguntó Ethan Williams, un hombre alto, de cabello negro y ojos azules, con piel blanca—. ¿Estás bien, Ghislaine?

¡No fue... no fue adrede! —Changkyun parecía a punto de llorar—. ¡No quería...!

¡Eso fue genial! —barboteó la chica francesa, callando a Changkyun—. ¡¿Lo vio... entrenador?!

Mmm... no, no lo vi, Ghis.

¡Se lo perdió entonces!

Ghislaine agarró la mano que el entrenador le ofreció, poniéndose de pie y haciéndole un gesto de despreocupación a Changkyun. El chico quitó las pocas lágrimas que escaparon de sus ojos de manera furiosa, rebotando en su lugar por haber sido engañado vilmente.

¡Qué rata eres, Ghislaine! —le gritó, enfadado.

¡Changgie llorón! —se burló ella.

El entrenador suspiró y rodó los ojos, viendo que parecían a punto de agarrarse de los pelos. Decidió no meterse entre ellos, a pesar de que echaban chispas por los ojos.

Changkyun y Ghislaine eran de sus mejores cinturones negros, los dos siendo omegas. La chica francesa tenía diecisiete años, por lo que era de cursos superiores y estaba en la misma clase que Minhyuk y Hyungwon, en duodécimo grado. No es como si los dos omegas se detestaran realmente, sólo que eran muy competitivos uno con el otro, además de que... bueno... Changkyun notaba el interés que tenía Ghislaine en Minhyuk.

Changkyun no dejaría que esa chica le quitara la atención de su hermano mayor, ¡claro que no! Ghislaine era una creída.

El entrenador decidió terminar con los entrenamientos en ese instante, así que Changkyun y Ghislaine se bufaron mutuamente. La chica fue a los camerinos de mujeres, soltando sus trenzas rubias y dejando que su cabello se desarmara. El muchacho, mientras, fue hacia las gradas, donde Youngjae le esperaba con una sonrisa enorme.

—¡¿Lo viste?! —gritó, todavía algo enfadado—. ¡Ella se la pasa fastidiándome!

—¡Qué lindo te ves enojado! —dijo Youngjae, sin dejar de sonreír y agarrándolo de las mejillas—. ¿Puedo besarte?

—¡Te estoy hablando, Youngjae!

—¡Es que eres realmente lindo!

Changkyun chilló, golpeando al alfa en su estómago con fuerza, y el mayor soltó unos quejidos de dolor. El omega agarró su bolso, murmurándole algo de que lo esperara porque iba a ducharse, y corrió a los baños. Youngjae frotó su estómago, haciendo un puchero.

El alfa era de la misma edad que Changkyun, sólo que no se encontraba atrasado, por lo que estaba en el curso que le correspondía. Se conocieron el año pasado, cuando Changkyun se unió el primer semestre al club de esgrima, donde Youngjae estaba. El chico era bueno, muy bueno, pero se notaba que prefería más el taekwondo, y Youngjae lo animó a cambiarse de club cuando inició el segundo semestre. Desde entonces que se veían seguido, porque era evidente que el mayor se sentía atraído por el omega.

A pesar de sus constantes bromas, Youngjae sabía que no debía presionar con Changkyun. Recordaba al chiquillo silencioso y apagado que entró a esgrima, usando prendas que ocultaban su cuello. No era algo que se comentara en voz alta, pero Youngjae escuchó los rumores en torno al omega, especialmente por el olor ácido que soltaba. Violación era la palabra que solía acompañar a Kyun los primeros meses y que nadie decía en voz alta, porque sólo de imaginarlo era horrible para ellos. Además, tampoco querían molestarlo, porque sus hermanos mayores siempre estaban a su alrededor con expresiones de golpear a quien fuera que dijera algo contra el niño.

Y, hablando del diablo, Minhyuk apareció de pronto, cargando su bolso con su ropa de cambio. El alfa lo miró con mala cara, pero Youngjae trató de no intimidarse.

—¿Y Kyunnie? —preguntó el mellizo mayor.

—Fue a ducharse y lo estoy esperando —contestó, encogiéndose de hombros—. ¿Dónde está Hyungwon? Siempre suele llegar primero.

—Me ha dicho que pasemos a buscarlo al final, está ocupado con su club —respondió Minhyuk, cruzándose de brazos—. ¿Por qué no te marchas? Changkyun se irá...

—¡Minhyuk!

El alfa se sobresaltó cuando una voz femenina lo llamó, y de pronto Ghislaine apareció con una sonrisa enorme pintando su rostro pecoso. Youngjae ocultó su sonrisa cuando la cara de Minhyuk se coloreó de rojo, con Ghislaine tan cerca de él, aunque sin tocarlo.

—Ghislaine —tartamudeó Minhyuk. Le costaba un poco pronunciar su nombre, siempre le salía como ‹‹Ghilain››, pero ella no lucía molesta por eso—. ¿Cómo te fue hoy?

Antes de que la muchacha pudiera responder, Changkyun apareció con el cabello mojado y el ceño fruncido en irritación, su naricita arrugada.

¡Suéltalo! —ordenó Changkyun, abrazando a Minhyuk—. No te le acerques, ¡víbora!

¡Conejo llorón! —Ghislaine le sacó la lengua, antes de volver a componer una sonrisa—. Dentro de unas semanas será mi cumpleaños y haré una fiesta, ¿quieres ir, Minhyuk? ¡Puede ir Hyungwon también!

¿Y yo qué? ¿Yo estoy pintado? —bufó Changkyun. Ghislaine se rió.

¡Eres todavía muy pequeño!

¡Víbora! —repitió Changkyun en un farfullo.

Lo voy a pensar —decidió intervenir Minhyuk, sin querer que ellos dos desataran una discusión tonta con insultos infantiles. Se volteó a Changkyun—. ¿Vamos?

Changkyun miró hacia Youngjae, y de Youngjae a Minhyuk. El alfa menor se encogió de hombros.

—¿No te lo dije? —Changkyun puso una expresión nerviosa—. Youngjae y yo iremos a comer churros.

Minhyuk sintió su sonrisa congelarse en su lugar, tensándose un poco. Ghislaine pareció notar que iba a avecinarse una pelea, así que se despidió con rapidez de los chicos. Youngjae rascó su nuca, mientras Changkyun se removía con timidez.

—¿Le dijiste a mamá? —preguntó Minhyuk finalmente.

—Sí —se apresuró en responder Changkyun—, y le dije que estaría de vuelta antes de las siete, para cenar con ustedes. ¡Iremos a Beard Papa's! —se apresuró en decir Changkyun, como queriendo calmarlo. Sin embargo, el ceño arrugado de Minhyuk aumentó.

—Eso queda muy lejos —razonó Minhyuk—. Deberías tomar un bus de ida y vuelta, Changkyun. Podría pasar cualquier cosa, sólo tienes quince años.

Minhyuk vio la forma en que la ilusión desaparecía de los ojos del muchacho, y a pesar de sentirse un poco culpable, se repitió que era lo mejor para su hermanito menor. Ya eran las cinco de la tarde y, en invierno, a las seis ya empezaba a oscurecer.

—Minnie... —trató de decir Changkyun.

—Tranquilo, Kyunnie —habló Youngjae de pronto, amable—, lo dejaremos para otra ocasión, ¿está bien? No te preocupes por esto.

El niño parecía a punto de romper a llorar, así que se forzó a sacudir su cabeza en un asentimiento feroz, como si de esa forma pudiera espantar las lágrimas. Youngjae agarró su mochila y le dio un beso en la mejilla, cariñoso, antes de murmurarle una despedida a Minhyuk, sin mirarlo. Minhyuk suspiró.

—Hay que pasar a buscar a Hyungwon —dijo Minhyuk, como queriendo cortar ese ambiente triste que invadió el aire.

—Eres malo —acusó Changkyun de pronto, con su voz quebrada—, eres muy malo, Minhyuk.

—Changkyun —Minhyuk frotó su frente, siguiendo a Changkyun cuando el omega se puso a caminar—, estás todavía muy pequeño, ¿y qué tal si ocurre algo? ¿Qué tal si Youngjae se propasa?

—¡Youngjae jamás lo haría! —Changkyun no lo miró, sin dejar de caminar, y Minhyuk le agarró la mano.

—No lo sabes —aseguró Minhyuk, deteniéndolo, y lo abrazó por la espalda—, no lo sabes, Kyunnie, y si algo te pasara, si algo volviera a sucederte... —la voz de Minhyuk también se quebró—, yo me moriría, bebé lobito.

Changkyun se puso a lloriquear, avergonzado por estar llorando en público, pero no podía controlarlo en ese momento. Quería ir con mamá y abrazarlo, porque él siempre sabía qué decir para hacerlo sentir mejor. Estaba muy enfadado con Minhyuk por lo que hizo, a pesar de que una parte de él lo podía comprender, ¡pero no fue bueno la forma en la que actuó!

—Espantarás a Youngjae —barboteó el chico, limpiando sus ojos y volviendo a caminar cuando Minhyuk lo soltó—, él ha sido... ha sido muy amable conmigo y tú lo espantarás.

Minhyuk sacudió la cabeza.

—Entonces no vale la pena —le dijo él—, si huye porque no aguanta mi sobreprotección, significa que no te merece.

Changkyun lo miró con mala cara y, en ese momento, se abrió la puerta de un salón. Hyungwon venía guardando la cámara fotográfica que el colegio le prestó, antes de mirarlos con una expresión de sorpresa. El taller había terminado varios minutos atrás, pero él se quedó unos minutos más revelando unas fotografías extras. La sala de la que salía era el cuarto oscuro que tenía el colegio.

—Hola —les saludó, antes de ver a Changkyun—, ¿tú no ibas a salir con Youngjae?

Sus palabras hicieron que el niño se pusiera a llorar en serio. Minhyuk se removió en su lugar, bajando la vista cuando Changkyun fue donde Hyungwon y lo abrazó. El omega mayor tenía una cara atónita, pero le devolvió el abrazo a su hermano menor.

—Mi-Minhyuk me... me di-dijo que no —trató de explicar Changkyun.

—¡No dije eso! —trató de defenderse Minhyuk—. Sólo dije que era muy peligroso...

—Mamá ya habló contigo —le interrumpió Hyungwon, luciendo molesto—, ¿acaso vas a seguir así? ¡Ahora lo único que falta es que controles a cualquier alfa que se le acerque a mamá!

La expresión de Minhyuk se tornó amarga y desagradable. Hyungwon se volteó, con Changkyun abrazado a él todavía y comenzando a caminar en dirección a las puertas principales del colegio, para salir del enorme edificio. El alfa no tardó en seguirlos, y el camino hecho a casa fue realizado en silencio.

No tomaron el bus para acercarse, pues el condominio quedaba a menos de un kilómetro. Además, tomar un bus significaba que iban a tener que esperarlo en el paradero, y los tres chicos no querían eso, porque el silencio se haría más pesado de lo que ya era.

Llegaron a casa quince minutos después. Kihyun se volteó a verlos cuando la puerta se abrió, terminando de preparar los hotteok que hizo de postre, pero su sonrisa desapareció cuando sus dos hijos omegas aparecieron y Changkyun venía llorando.

Como si fuera un recuerdo lejano, se vio años atrás en su hogar, cuando sus cachorros aparecieron. Minhyuk entró ese día con el labio partido, mientras que Hyungwon consolaba a un sollozante Changkyun, que no dejaba de llorar porque un alfa lo estaba molestando. Un alfa llamado Woojin.

¿Ese día fue el comienzo del fin?

Espantó esos recuerdos lejanos, a pesar de que su estómago sufrió un apretón doloroso.

—Chicos, ¿qué...? —comenzó a preguntar, pero Changkyun fue donde él y lo abrazó—. ¿Qué pasó, mi bebé?

Casi esperaba oír algo parecido a lo que escuchó años atrás. ‹‹Un alfa me está molestando, mamá, amenazó con marcarme››.

—Minhyuk arruinó mi cita con Youngjae —barboteó Changkyun.

Parpadeó, algo desorientado por sus palabras. Cuando las volvió a pensar, levantó la vista y miró a los mellizos: Hyungwon tenía los brazos cruzados, en tanto Minhyuk se removía en su lugar, mirando el suelo. Quiso romper a reír por el alivio que significaron esas palabras, pero se contuvo a tiempo, porque sabía que eso no le haría gracia a su cachorrito.

—A ver, veamos —habló, tratando de ser un mediador entre sus hijos—. ¿Me pueden explicar bien lo que ocurrió, por favor?

Los tres chicos comenzaron a hablar al mismo tiempo. Kihyun tuvo que pedirle a Changkyun que hablara primero, luego a Minhyuk y finalmente a Hyungwon.

—No estuvo bien, Minhyuk —empezó a decir, con los niños sentados en el sofá y él de pie. Yeji seguía dormida en su cuarto, así que mejor para él—. Changkyun me habló sobre esta salida con Youngjae y le di permiso para ir, así que no deberías intervenir entre ellos.

—Pero ¿y si le hubiera pasado algo? —dijo Minhyuk—. No con Youngjae, ¡pero tal vez se habrían separado en algún momento! Él no vive cerca, así que Changkyun tendría que haberse devuelto en un bus, ¡y podría pasar cualquier cosa!

—¡Tú lo único que quieres es controlarnos! —acusó Changkyun.

—¡Quiero cuidarlos para que no acaben como mamá! —gritó Minhyuk, y de forma inmediata puso una expresión culpable. Hyungwon palideció y Changkyun cerró la boca.

—Oh —murmuró Kihyun, con su estómago contrayéndose.

En ese preciso momento Yeji se puso a llorar.

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