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24.

Advertencias: drama y angst.

Para navidad, los niños parecieron aceptar que era mejor viajar que recibir algún regalo. Kihyun llevaba mucho tiempo ahorrando para eso, así que no tuvo muchas dudas en elegir un lugar ideal para esas pequeñas vacaciones: Miami.

Aunque eso no significó que iba a derrochar todo el dinero ahorrado. Al final, terminó por pedirles más días a los señores Liu para esas vacaciones, y ellos no dudaron en concedérselo. No iban a ir en avión, porque era demasiado caro para Kihyun, así que terminó por comprar pasajes en bus a pesar de que fuera un viaje de casi un día.

Navidad caería el viernes y, una semana antes, el sábado en la mañana, se instalaron en el hostal donde iban a quedarse ese fin de semana y durante la siguiente semana. Como Miami quedaba en el sur de Estados Unidos, el tiempo en esa época del año no era frío como en Nueva York. A Kihyun le sorprendió encontrarse con el sol y una temperatura más cálida, y los niños estaban encantados con eso. Durante la tarde quisieron ir a la playa.

Yeji estaba muy entusiasmada cuando bajaron a la arena. La pequeña iba de la mano de Kihyun, que observaba a sus otros cachorros correr hacia el agua. A pesar del invierno y de que la temperatura no era tan alta, los tres no dudaron en meterse al mar y gritar por el frío del agua. Yeji se rió.

—¡Vamos, vamos! —gritó la niña, y Kihyun la llevó a orillas del mar. A veces, la pequeña hablaba en inglés sin problema alguno, por lo que Kihyun estaba orgulloso de que aprendiera dos idiomas.

Se estremeció cuando el frío del mar mojó sus pies. Yeji chilló también, pero comenzó a saltar en la arena, y gotas de agua humedecieron las piernas del mayor.

Changkyun estaba colgado de Minhyuk, riéndose escandalosamente. Hyungwon se acercó dónde Kihyun, jadeando y con el cabello empapado, y tomó en brazos a la pequeña Yeji.

—¡Noooooooooo! —chilló ella—. ¡Babo!

—¡A mí no! ¡A Minhyuk! —le dijo Hyungwon, riendo.

—¡Minnie babo! —gritó Yeji, y Minhyuk empujó a Changkyun en el agua.

—¡¿Qué demonios le estás enseñando, Hyungwon?! —dijo Minhyuk, ofendido.

Kihyun sonrió al verlos jugar entre ellos, tan despreocupados y alegres. Ya no eran esos niños hostiles que llegaron más de dos años atrás a Estados Unidos, que apenas hablaban con alguien aparte de la familia y que siempre andaban con el ceño fruncido. Kihyun sabía que había muchas cosas que arreglar todavía, pero sus cachorritos estaban bien, con él. Eso era lo único que necesitaba para soportarlo.

Para soportar el celo que vendría los próximos días.

Hizo un mohín al sentir dolor en esa vieja marca olvidada en su cuello. Días antes de que viniera su celo podía sentir esa sensación dolorosa que ya reconocía, en señal de lo mucho que su omega parecía necesitar un poco de contacto. Minhyuk trataba de suplir el aroma alfa de la manada, pero el omega de Kihyun se negaba a reconocerlo como tal.

Mordió su labio inferior al pensar en Hyunwoo. A veces, su mente parecía olvidarlo y fingir que no existía, que no era real. La mayoría del tiempo, el pensamiento de su esposo lo golpeaba repentinamente, de la nada, y su mundo se desestabilizaba un momento antes de forzarse a controlarlo. Kihyun no podía permitirse quebrarse, no frente a otros. Estaba casi todo el día rodeado de gente, ya fueran sus hijos o sus jefes, y no quería alarmarlos con la tristeza en su corazón. No quería que le preguntaran cómo estaba –aunque a veces lo deseaba, por muy contradictorio que fuera–, porque eso le haría romper en llanto.

Se sentía muy agotado de todo.

—¡Mamá, ven a bañarte! —le gritó Changkyun.

Parpadeó, tratando de volver a la realidad. Minhyuk se salió del agua y fue hacia el bolso que llevaron, donde estaba el flotador de patito que le compraron a Yeji. Su hijo mayor estaba inflando el juguete para que la niña pudiera entrar con ellos, aprovechando que no había tantas olas.

—Ven, princesa —le dijo Minhyuk a Yeji, agarrándola en brazos y con Hyungwon sujetando el flotador.

A pesar de lo que pasó al inicio, con su embarazo, Minhyuk adoraba un montón a Yeji, y la niña quería mucho a su hermano mayor. Tal vez era porque ambos eran alfas, y se reconocían mutuamente como tal, considerando además que Minhyuk siempre estuvo rodeado de omegas, a excepción de su padre. Tenía claro que, lo ocurrido con Hyunwoo, golpeó muy duro a Minhyuk a pesar de que no quisiera demostrarlo, porque su padre fue la figura alfa que el chico tuvo como modelo tantos años.

—No —le respondió a su hijo menor—, hace frío, Changkyun.

—¡Qué aburrido eres! —se quejó Changkyun, pero pronto se enfocó en tirarle los pies a Yeji por debajo del agua, escuchando sus gritos y pataleos.

Kihyun los miró unos segundos más antes de volver bajo el quitasol, a sólo unos metros de él. Se sentó en la toalla, con los ánimos caídos otra vez al recordar que llevaba mucho tiempo sin ese tipo de paseos. Específicamente, desde cinco atrás, cuando Hyunwoo los llevó de vacaciones a Busan e iban durante días a la playa Haeundae.

Él nunca fue de estar bajo el sol toda la tarde o meterse en el mar a bañarse. Prefería acostarse en la toalla, usando sus playeras negras que le cubrían por completo, y bajo el quitasol para no quemarse la piel. Miraba a lo lejos a Hyunwoo y los cachorros en el agua, jugando como si tuvieran cinco años. Su marido fue siempre el que les consintió más en ese aspecto, Kihyun se cansaba con rapidez y tenía poca imaginación para los juegos de los cachorros. A pesar de todas las veces que se sintió abandonado respecto a la crianza de los niños, Hyunwoo trató de ser un buen padre para ellos.

¿Cómo reaccionaría si se enteraba de Yeji? ¿De que tenía una cachorrita alfa? Kihyun trataba de no darle muchas vueltas a ese asunto, especialmente porque Yeji no tenía el apellido de Hyunwoo. Cuando nació, Kihyun dijo que era Yoo Yeji, no Son, porque esa niña era sólo de él. Además, si usaba el apellido de Hyunwoo, podría llamar la atención en todos los papeleos de migrantes que debía hacer cada semestre. Como nació en territorio estadounidense, Yeji tenía ambas nacionalidades y le daba cierta firmeza dentro de los trámites. En un par de años, él y los cachorros podrían sacar la ciudadanía, sólo debía seguir aguantando.

Pero si Hyunwoo se enteraba de Yeji... A pesar del paso del tiempo, Kihyun tenía mucho pánico de volver a verlo. Temía que las cosas no hubieran cambiado y que Hyunwoo quisiera que todo fuera como antes.

Sonrió cuando Changkyun sacó unas algas del fondo del mar, haciendo que Yeji gritara por el asco. Ella no era chillona, ni exigente, ni llorona, siempre bien portada y dándole su espacio. Kihyun, a veces, se preocupaba por la actitud de su hija, tan calladita y retraída. A veces, se veía a sí mismo en ella.

Cuando dieron las seis de la tarde, los niños salieron del agua. Yeji venía tiritando, en brazos de Hyungwon, y Kihyun le tenía lista la toalla con la que secarla.

—¿Qué tal si comemos esta noche hamburguesas? —les preguntó, pellizcándole la nariz a Yeji. Ella se rió, dejando que el mayor le quitara el traje de baño para comenzar a vestirla con ropa seca.

—¡Con patatas fritas! —saltó Changkyun.

—¿No estás a dieta por el campeonato de taekwondo? —dijo Minhyuk, desinflando el juguete de pato.

—¡Las dietas son para débiles! —farfulló el omega menor.

Los tres se pusieron a discutir sobre eso. Kihyun tomó en brazos a Yeji, que frotó sus ojos por el sueño al haber hecho tantas cosas ese día. A veces, era difícil ser un bebé.

Terminaron de guardar las cosas y caminaron hacia la hostelería donde se quedaban. Por fortuna, quedaba cerca de un supermercado, y Kihyun mandó a Hyungwon y Changkyun ir a comprar las cosas para comer. Minhyuk le preparó una papilla a Yeji, mientras Kihyun le ponía el pijama a la niña, media dormida.

—Vamos, abre la boca, Yejiiiiii —canturreó Minhyuk más tarde, haciendo un avioncito con la cuchara. Kihyun le estaba secando el cabello a su hija, largo y de color negro. Le haría unas trencitas antes de mandarla a dormir, lo decidió en ese momento.

El resto de la semana transcurrió en esa rutina vacacional que hicieron el primer día: se levantaban medio tarde, desayunaban cerca las once de la mañana, y luego todos hacían aseo en el lugar. Algunos días salieron a recorrer la ciudad y almorzaban fuera, yendo a la playa después. Otros días, especialmente los que se acercaban más a navidad, comían en el lugar que arrendaban y por la tarde, los niños salían a caminar mientras Kihyun decidía ir a dormir.

A medida que navidad llegaba, los días se fueron tornando más grises debido al invierno, aunque la temperatura poco bajó. Para el sábado en la mañana, se puso a llover y Yeji estalló en llanto cuando escuchó los primeros truenos luego del almuerzo. Los niños salieron a dar una vuelta en medio de la lluvia, por lo que Kihyun estaba solo con la pequeña.

—Vamos, ven con mamá —le dijo Kihyun, cariñoso, y Yeji lo abrazó por el cuello, sollozando ante un nuevo trueno—. ¿Sabes que tu padre también les tenía pánico?

—Mami —lloró Yeji.

Kihyun se sentó en el sofá, dándole un beso a la mejilla húmeda de Yeji. Pudo escuchar su risa divertida, antes de volver a esconder su rostro contra el cuello del mayor. Yeji tenía los labios y la nariz de Hyunwoo.

—Cuando éramos más jóvenes y sonaban truenos, también hacia eso —le siguió contando, escuchando la lluvia golpear el vidrio—. Esconder su cabeza contra mi glándula. Le gustaba fingir que no les tenía miedo a ellos, pero yo sabía lo mucho que lo asustaban. Por dios, Hyunwoo era un cobarde en todo...

Claro que lo era. Un cobarde hasta en los últimos momentos que pasó con él, queriendo evadir lo que hizo, pensando que sus acciones no tendrían consecuencia alguna. Sin embargo, si el alfa hubiera asumido sus errores, ¿él lo habría perdonado? ¿Qué habría hecho Kihyun en ese caso? ¿Aceptar esas disculpas honestas y fingir que todo estaba bien? No tenía respuesta a ninguna de esas preguntas.

—Van a pasar —le aseguró, y pudo escuchar su voz quebrada—, los truenos van a pasar, y la lluvia también. No debes tenerle miedo a esto, Yeji, sé que pueden oírse muy feos, pero... pero a veces, el invierno puede ser cálido también.

Yeji permaneció calladita, escuchando los sollozos suaves que soltaba su mamá, y Kihyun estaba agradecido por eso.

Para cuando llegaron los cachorros, el mayor ya limpió cualquier rastro de lágrimas de su rostro. Estaba sacándole punta a unos lápices de madera que Yeji llevó, para pintar su cuadernito de dibujos. La niña estaba sentada en el suelo, usando otros lápices para colorear a Simba, de El Rey León.

Los tres chicos llegaron empapados.

—¡Estaba lloviendo muy fuerte! —dijo Hyungwon, sonriendo.

—Cámbiense de ropa —Kihyun los miró con el ceño fruncido—, van a coger un resfriado si siguen así.

—¡Mamá, relájate! —respondió Minhyuk, quitándose la chaqueta. Kihyun lo observó, sin cambiar su cara, y el alfa refunfuñó—. ¡No me mires así, me asustas!

—¡Vayan a darse un baño! —ordenó Kihyun.

Los tres corrieron hacia el cuarto, huyendo de su mamá. Yeji se rió, olvidando los truenos que acabaron ya hace mucho.

Mientras escuchaba la ducha abierta gracias a Minhyuk, y a Changkyun y Hyungwon discutiendo por algo, comenzó a preparar la cena para la noche. No escatimó en la comida, así que preparó galbi, galbitang y bossam, como platos principales. El día anterior hizo el kimchi junto a los songpyeon como postre, y pudo notar que los niños querían comer pronto cuando Changkyun se asomó a la cocina.

—¿Todavía no te bañas? —Kihyun lo miró con el ceño fruncido al notar al niño sólo en ropa interior.

—¡Hyungwon demora mucho! —se quejó, poniendo una expresión de cachorrito—. ¿Me das un songpyeon, mami?

—No —Kihyun le golpeó la mano, escuchando su quejido—. ¡Ve a decirle a Hyungwon que se apresure! Yeji también tiene que bañarse.

—¡Noooooooooooooooooooooooooooo! —saltó Yeji, dejando de pintar a Moana—. ¡I don't like el ba-niooooooooooooooooooooo!

Changkyun se rió al escuchar el inglés y el coreano mezclado en la frase de la niña, corriendo a su cuarto. Kihyun rodó los ojos, ignorando los quejidos de Yeji.

Cuando dieron las nueve de la noche, ya estaban todos limpios y listos para comer. A pesar de la lluvia, le puso un vestido a Yeji, pues dentro del lugar que arrendó estaba calentito para ellos. Dieron las gracias correspondientes antes de comenzar a comer, aunque Kihyun se hizo cargo de alimentar primero a la pequeña. Como era una fecha especial, se tomó un poco más de libertad con lo que ella iba a comer, sirviéndole un poco de cada plato.

—¡El campeonato será en un mes más! —decía Changkyun, con la boca llena de comida—. Pero es la primera fase, es el campeonato regional del noreste y de la división dos.

—¿Y eso qué significa? —preguntó Minhyuk, desconcertado.

—¡Se lo he dicho mil veces a mamá y tú nunca me escuchas! —gritó Changkyun, enfadado—. La región noreste está dividida en dos divisiones, ¡Nueva York pertenece a la número dos! Significa que el colegio se enfrentará a otros colegios de Nueva Jersey y Pensilvania. ¡Los ganadores, se enfrentarán a los ganadores de la división uno, y así tendremos a los representantes regionales! Ellos se enfrentarán con las otras regiones en el campeonato nacional, ¡¿sabes dónde será?!

Kihyun sonrió al escuchar todo el entusiasmo que ponía Changkyun al hablar del taller en el que estaba. Ya le firmó la autorización necesaria antes de las vacaciones, pues esta primera fase se llevaría a cabo en Pensilvania. Por supuesto, ya estaba viendo también los pasajes para ir a verlo, porque por nada del mundo se perdería eso.

—¿En dónde? —preguntó Hyungwon.

—¡A ti también te lo he dicho! —se quejó Changkyun—. ¡California! ¡Si gano, iré a California!

—Iremos —le corrigió Minhyuk.

—Pero eso queda al otro lado de Estados Unidos —comentó Hyungwon.

—¡Voy a ganar para ir a California! —Changkyun estaba casi saltando en su silla, feliz y emocionado.

—¿Allí no queda Hollywood? —dijo Kihyun, limpiándole la boca a Yeji.

—¡Verdad! —Hyungwon se rió—. ¡Tal vez allí podremos conocer a Brad Pitt y te casas con él, mamá!

Kihyun le dio un manotazo a Hyungwon en la frente, causándole más risas. Minhyuk se estaba ahogando en sus carcajadas y Changkyun no parecía muy contento con que no le prestaran atención ahora. Yeji estaba comiéndose uno de los pastelitos de arroz, contenta.

Una vez acabaron, Kihyun llamó la atención de los cachorros.

—Les compré un regalo —les dijo, y los tres chicos lo miraron con sorpresa.

—Mamá, ¿no era este nuestro regalo? —preguntó Minhyuk.

—Sí —Kihyun les sonrió—, pero también quise hacerle otro regalo, a pesar de todo.

—Mamá... —suspiró Hyungwon, frunciendo el ceño.

El mayor puso una expresión triste, esperando causarles culpabilidad para que no lo regañaran. Sabía que quizás fue un exceso, pero Kihyun sintió que ese último año fue mucho mejor. Fue un buen año y él estaba muy feliz por eso, porque se sentía bien poder valerse por sí mismo. Si bien no era un trabajo soñado, podía tener sus propios ingresos y gastarlo en sus hijos.

—¡Lo harán llorar! —dijo Changkyun—. ¡Ya, ¿qué es, mamá?!

Kihyun se rió, sacudiendo su cabeza. Sin pensarlo mucho, se puso de pie y fue hacia el cuarto de él, que compartía con Yeji. Se arrodilló y sacó de debajo de la cama dos cajas de regalo, volviendo con ellas. Los chicos seguían en la mesa y Yeji tenía sus mejillas llenas de arroz.

—Es para los tres —les explicó, entregándoles el regalo más grande. Minhyuk lo agarró—. A Yeji le compré algo aparte, así que no quiero que reclamen.

—¡Yo lo quiero abrir! —saltó Hyungwon.

—¡No, llegaste tarde! —peleó Changkyun.

—¡Minnie babo! —chilló Yeji.

—¡Ya la escucharon, me dijo que yo lo abriera! —gritó Minhyuk.

Kihyun rodó los ojos, aunque no podía dejar de sonreír al verlos discutir por esa tontería. Al final, terminaron abriéndolo entre los tres, destrozando el papel, y escuchó sus gritos de emoción.

—¡Mamá, eres el mejor! —dijo Changkyun, viendo la caja de la portátil.

—Claro que lo soy —se rió Kihyun, antes de poner una expresión seria—. Sé que necesitan una para sus trabajos, ¿creen que no lo he notado? A veces llegan tarde por quedarse en la sala de computación para trabajar sus tareas. Ya era momento de tener su propia computadora, ¡pero quiero que sean responsables y no peleen por ella!

—¡Sí mamá! —dijo Hyungwon, sonriendo por la felicidad, y se puso de pie para abrazarlo—. ¡Eres increíble, te quiero muchoooooooooooooo!

—¡Me estás asfixiando! —protestó Kihyun, pero no lo alejó, no cuando Minhyuk y Changkyun lo abrazaron—. ¡Chicos!

—¡Te queremos! —gritó Minhyuk.

—¡Noooooooooooo! —gritó Yeji, enojada—. ¡Mío, mío! ¡Leave it, leave it!

—¡También te queremos a ti! —le dijo Changkyun, tomándola en brazos cuando soltó a Kihyun, y la niña se rió.

—¡Mira, Yeji, un regalito para ti!

—¡¿Míoooooooooooo?! —chilló Yeji, y Changkyun la bajó, sentándose en la silla y ubicándola en su regazo—. Mami, ¿míooooooo?

—Veamos si te gusta —le dijo Kihyun, entregándole la cajita envuelta en papel rosadito.

—¿Quieres que te ayudemos, Yeji? —preguntó Minhyuk.

—¡No! —gritó ella, sosteniendo la caja—. ¡Mío, mío, babo!

—Hyungwon, ¡te mataré! —barboteó Minhyuk.

Yeji chilló al romper el papel sin un poco de cuidado, observando la cajita con curiosidad. Changkyun hizo el amago de quitársela, pero Yeji lo mordió, enojada. El omega gritó, enfadado.

—¡Mamá, dile algo! —se quejó.

—Yeji, morder a tus hermanos no es bueno —le dijo, riéndose.

—¿Es una pizarra? —preguntó Minhyuk.

—Magnética —Kihyun miró la sonrisa de la niña mientras movía la caja, escuchando lo que había dentro—. Trae muchas piezas para que las pegue y un lápiz especial, para que empiece...

—¡Qué ñoño! —respondió Hyungwon.

Kihyun rodó los ojos ante las palabras de Hyungwon, pero lo ignoró mientras Yeji abría la caja. Pronto, los tres chicos estaban rodeando a Yeji para enseñarle a usar cada cosa, y Kihyun no podía dejar de mirarlos con una pequeña sonrisa en su cara.

Qué cálido podía ser el invierno a veces.

Hyunwoo observó de reojo a su padre sirviendo la cena de Navidad, sus hombros tensos y endurecidos por la evidente necesidad de huir.

—Cambia la expresión —le dijo su padre, entrando al comedor—. Es una fecha especial.

—No tenías qué venir —le dijo a regañadientes.

—Claro que sí, porque sé que tú no irás a verme —replicó Kyungho, y Hyunwoo calló—. Sé que no te gusta ir allí, pero...

—Pero nada —el alfa desvió la vista—. Odio que conserves todas esas fotos, como si fuera un altar a ella. Tuviste que deshacerte de esas cosas.

Hubo un corto silencio en el comedor. Hyunwoo podía sentir sus ojos picar al escucharse a sí mismo, pero no podía devolver la mirada hacia su padre. De sólo pensar en verle el rostro a Jungeum, sentía que iba a enloquecer por completo.

—Hyunwoo, ella...

—Ella nos abandonó. Te abandonó. Me abandonó —su garganta picaba y dolía con esa situación—. Por último, Kihyun se llevó a los niños. Si ella... si ella...

Recordaba que, cuando era más pequeño, lo pensó muchas veces. En algunos momentos, mientras escuchaba a su padre llorar en la cocina y él estaba sentado en el salón, pensaba el por qué mamá no lo llevó con él. ¿Era un mal hijo acaso? ¿Un mal niño? Hyunwoo quería que volviera para que él le prometiera que iba a mejorar, que no la haría llorar, que sería el mejor hijo del mundo.

Si ella volvía, Hyunwoo le perdonaría todo. Absolutamente todo. Él sólo quería un abrazo más de su mamá.

—Ella conoció a su alfa destinado —suspiró Kyungho—, merecía...

—Felicidad —murmuró Hyunwoo, pensando en Kihyun y todo lo ocurrido. En lo que él provocó—. Pero pudo decírmelo. Pudo hablarme. A pesar de no quererme...

—Probablemente pensó que era lo mejor, así tú no la pasarías mal también...

—¡Tuvo que hacerlo! —sollozó Hyunwoo—. ¿No me quería? ¡Vale, está bien! Pero tuvo que explicarlo, tuvo que despedirse. Lo que hizo, irse así... ¡Eso no es justo, papá!

No podía entenderlo bien en ese momento, pero Hyunwoo se sentía como si volviera a tener trece años, frente a su padre. El día en que su madre se fue, Kyungho se sentó junto a él en la mesa del comedor, con una expresión desoladora que asustó al niño. Podía verse a sí mismo más pequeño, escuchando todo en silencio y negándose a que su madre lo hubiera abandonado.

—No lo es —aceptó Kyungho—, claro que no, hijo. Pero supongo que ella pensaba que era lo mejor.

—¡Una mierda! —escupió Hyunwoo—. Sólo pensaba en sí misma. Nunca pensó en ti o en mí.

—Trató de ser una buena madre —el tono de su padre salió duro—, a pesar de que ella no quería tener hijos, se esforzó en ser una madre, sólo que no lo soportó demasiado. Ella sufrió mucho, Hyunwoo. Incluso Kihyun...

—¡No lo nombres! —Hyunwoo se puso de pie, enojado también—. ¡Puede que Kihyun tampoco quisiera tener hijos al inicio, pero él adora a nuestros cachorros con su vida, a diferencia de ella! Te gusta comparar a Kihyun con Jungeum, ¡pero ellos jamás serán iguales!

Hyunwoo estaba convencido de eso, especialmente porque si Kihyun se marchó, fue por lo que él hizo. Por sus acciones, sus palabras, sus presiones. Él fue el culpable de que su esposo hubiera tomado la decisión de dejarlo. Pero Jungeum, eso era otro tema que ni siquiera quería tocar. Hyunwoo pensó durante mucho tiempo que fue él quien provocó que su madre se marchara, pero no fue así, porque ella simplemente decidió eso cuando conoció a su verdadero amor. Kihyun se lo explicó, por último, mientras que ella se fue sin decirle una palabra de consuelo.

Se marchó con su destinado y tuvo hijos con él, hijos que quiso y crió con todo el amor que no le entregó a él. ¿Acaso su papá pensaba que él no lo sabía?

—Necesito un poco de aire —le murmuró, sacudiendo su cabeza. Sólo escuchó el suspiro de su padre, agotado, pero lo ignoró para agarrar su abrigo y salir de la casa.

No había nadie afuera al ser Nochebuena, además de que estaba nevando. Hyunwoo lo prefería de esa forma, honestamente.

Estaba demasiado estresado con toda esa conversación, sumado a la llamada que recibió esa mañana por parte de la madre de Kihyun, Gahee. La relación con la familia de Kihyun se enfrió por completo luego de la partida del omega, especialmente con la mujer, porque Gahee no se creía el cuento de que Hyunwoo autorizó la partida de Kihyun.

Hyunwoo le mintió a medio mundo con eso, no sólo por orgullo, sino también porque era peligroso. Demasiado peligroso. De sólo pensar en que pudieran descubrir todo, su estómago daba un millón de vueltas.

Estaba bien, Hyunwoo se enfadó demasiado cuando descubrió que Kihyun se marchó. Pensó en denunciarlo y exigir su regreso, pero antes de siquiera ir a Tribunales, sabía que no era una buena opción. No sólo por la carta que le dejó Kihyun, sino porque tenía claro lo que pasaría si hacía eso: el fiscal exigiría la extradición del omega hacia Corea, exigiéndole a Estados Unidos que lo tomaran preso y lo devolvieran al país, junto a los cachorros. Se iniciaría un juicio, donde acusarían al omega de falsificación de papeles y secuestro de menores. En el mejor de los casos, condenarían a Kihyun a reclusión domiciliaria por el resto de su vida. En el peor, lo encerrarían en la cárcel, como le dijo cuando lo amenazó tiempo atrás, y esa perspectiva era simplemente horrible. Hyunwoo no se veía haciendo algo así a esas alturas.

Pero Gahee era otro tema. Cuando fue a verlo, días después de la partida de Kihyun y lo vio hecho un desastre, supo enseguida lo que ocurrió. No era necesario que Hyunwoo se lo dijera. El alfa le mintió, le dijo que se dieron un tiempo, pero Gahee no le creyó ni un poco. Ella insistió en denunciar a Kihyun, o ir a buscarlo y obligarlo a volver. Gahee seguía insistiendo eso a estas alturas, sin embargo, Hyunwoo no daba su brazo a torcer a pesar de que la omega lo estaba casi amenazando con denunciarlo ella. Aunque Hyunwoo tenía claro que no lo haría, porque si Hyunwoo insistía en que él lo autorizó, no tenían forma de comprobar otra cosa.

Esa mañana, ella lo llamó e insistió con ese tema otra vez. Hyunwoo le cortó a mitad de la llamada, harto de escucharla.

Dio un par de vueltas por la cuadra hasta que sintió demasiado frío y decidió volver a casa, mucho más calmado. Esperaba que su padre se hubiera marchado, pero no cambió la expresión de su cara al verlo allí, comiendo la cena. Sin pensarlo demasiado, se quitó el abrigo y se sentó a cenar también.

—Tu madre nunca me quiso —dijo Kyungho, en medio de la comida. Hyunwoo miró la copa de vino—, pero aceptó mi cortejo por presiones de su familia. Aceptó casarse conmigo por lo mismo, porque ella no estaba segura de eso.

Podía verse a sí mismo junto a Kihyun, más jóvenes, con el omega sonriéndole tímidamente cada vez que le regalaba algo nuevo. Kihyun siempre parecía muy deslumbrado por la forma en la que él lo trataba.

Tenía claro que el cortejo fue rápido, saliendo sólo un año antes de proponerle matrimonio. Cuando lo hizo, Kihyun puso una expresión indecisa, pidiéndole unos días para pensarlo, y Hyunwoo se los concedió con cierta ansiedad por el temor a una negativa. Sin embargo, cuando lo aceptó, no pudo evitar sentirse contento a pesar de que una parte de él sabía que, si dijo que sí, fue porque su madre lo presionó.

—Tampoco quería tener hijos, pero sabía que debía ser una buena omega, así que me lo concedió luego de muchos años. Pensé que eso ayudaría a nuestro matrimonio, pero Jungeum parecía cada día más triste, a pesar de estar esperándote. Quise hacerla feliz de mil formas, permitiéndole tantas cosas, pero no sirvió de nada.

Hyunwoo pudo sentir otra vez ese dolor en su garganta, porque no podía evitar ver a Kihyun en esas palabras. Pensó, durante mucho tiempo, que debía ser más duro con el omega, a diferencia de su padre, que dejó que su madre actuara a gusto propio. Duro, aunque flexible también, en una especie de término medio que podría servir para su relación. Fue así los primeros años, sin embargo...

—Cuando naciste, se encariñó rápido contigo y eso me puso contento, pensaba que era lo necesario para que esa mirada de pena desapareciera. Pero supongo que fue su instinto omega la que la hizo actuar así, porque con el pasar de los años, tú te convertiste en un recuerdo constante de que estaba condenada a esta vida.

—Basta —susurró Hyunwoo, con los ojos llenos de lágrimas por lo que estaba escuchando—, basta, papá. ¿Acaso soy yo siempre el culpable de todo? ¿Fue entonces mi culpa que mamá se haya ido? Porque he vivido todos estos años con eso aquí dentro —apuntó a su corazón, sintiendo su pecho doliendo—, pienso que ella se marchó debido a mí, ¿es así?

—Hyunwoo, no —observó también los ojos lagrimosos de su padre—. No, el único culpable soy yo, por querer estar con ella cuando ella nunca me quiso.

A pesar de que su padre trató de consolarlo, eso no quitó que siguiera doliendo y que la culpa se mantuviera allí, en su corazón. Esa culpa que parecía carcomer todos sus sentimientos, todos los buenos momentos, dejando atrás sólo desesperanza y llanto desconsolado. Esa culpa que crecía cada día, a medida que se alimentaba más y más de él, matándolo lenta y dolorosamente.

La horrible culpa de que su madre lo odió por arruinarle todo.

Cuando el celo de Changkyun pasó, Kihyun habló con Kyungho por mensajes el día anterior, y llegaron al acuerdo de que el alfa le enviaría el dinero mediante un envío de remesas. Para sacar una tarjeta, Kihyun necesitaba regular su situación de migrante todavía, y eso era demasiado complicado en esos momentos.

—Debo ir al doctor —les dijo en el desayuno—, conseguí una hora para ir con una ginecóloga, así que...

—¿Qué harás, mamá? —preguntó Hyungwon.

Kihyun apretó sus labios brevemente, sin saber con exactitud qué responder.

—No lo sé —admitió, con la voz temblando.

Para su propia fortuna, ninguno de los niños insistió con ese tema. Minhyuk dijo que quería acompañarlo, pero Kihyun le dijo que no, y les inventó una excusa de que había que arreglar el cuarto de Jihyo para instalar una cama más. Con el dinero que le enviaría Kyungho, pensaba comprar otro colchón de una plaza, porque sabía que si recibía una visita de Servicios Sociales y veían cómo estaban acomodados, no quedarían contentos con eso.

No quería que lo acompañaran porque Kihyun tenía otras cosas que hacer. Primero, presentar currículum en algunas partes para ver si podía ser contratado en algo. Segundo, buscarles un colegio a los cachorros. Las clases iniciaron el día anterior, por lo que estaba un poco en el límite con eso.

Su cita con la doctora era a las seis de la tarde, por lo que salió después de almorzar. Aprovechando ese espacio de tiempo, se orientó primero en el lugar en donde estaban los departamentos donde vivía, y sabiendo que debía buscar un colegio que quedara cerca de él. También sabía que debía ser estatal, considerando que no tenía los medios para pagar uno privado. Con muchas indicaciones, llegó a una escuela que quedaba a pocas cuadras de donde vivían: la Escuela 143 Eleanor Roosevelt. Con muchas dudas entró, pero sabía que tenía que hacerse responsable de eso, porque no podía dejar a sus hijos sin su educación.

Habló primero con la secretaria, una mujer grosera que le atendió con clara expresión de disgusto. Kihyun no sabía mucho de la política educativa de las escuelas allí, aunque para su fortuna, la alfa que le atendía le entregó todos los documentos necesarios para rellenar y pidió que le llevara al día siguiente los documentos de los niños. Kihyun no sabía que fuera tan fácil inscribir a sus cachorros con tan pocos documentos, sin embargo, no le tomó demasiada importancia. Probablemente tenía que ver con la ONU o algo así.

Salió de allí a las cuatro, yendo a la estación del metro para viajar hacia el centro de Nueva York, donde imprimió una docena de veces el improvisado currículum que armó, a sabiendas de que no tenía experiencia en nada. No es como si Kihyun aspirara a un trabajo excelente, porque tenía claro las cosas que podía conseguir con lo que él sabía. Lo único que necesitaba es una pequeña firmeza económica que le ayudara a sostenerse esos primeros meses.

Pasó a distintas tiendas: de ropa, de comida rápida, de conveniencia, supermercados, dejando en todos los lugares sus documentos y rogando por alguna llamada los próximos días. Necesitaba un golpe de buena suerte, nada más, y podía darse por pagado durante lo que quedaba del año. Para las cinco de la tarde, terminó por acercarse al Centro Hospitalario Bellevue, donde consiguió una hora médica con una ginecóloga llamada Sherlyn Anderson. Estaba muy agotado por todo lo que caminó durante la tarde y sólo quería llegar al departamento y dormir por lo que quedaba del día, pero sabía que eso no sería pronto.

Cuando se sentó a esperar, no pudo evitar sentirse triste repentinamente. Cuando estuvo en cinta de los mellizos y de Changkyun, Hyunwoo siempre le acompañaba a sus citas médicas, entusiasmado como un niño pequeño por todo. Jamás le dejó solo en esas situaciones, tomándole la mano cuando lo notaba demasiado nervioso y tratando de animarlo.

Sintió ganas de llorar ante ese pensamiento.

Lo bueno fue que, al llegar temprano, lo atendieron un poco antes. La doctora Anderson era una mujer alfa alta, de cabello rubio y ojos castaños que lo recibió con una sonrisa suave. Parecía no tener más de cuarenta años.

Hola —saludó ella, en un suave inglés—, ¿puedes entenderme bien o necesitas que vaya más lento?

Kihyun humedeció sus labios.

Está bien, le... le entiendo —contestó, tratando de mantenerse tranquilo.

¡Qué bien! —Sheryl pasó sus cabellos por detrás de su oreja—. ¿En qué puedo ayudarle... señor Son?

No, es Yoo —le corrigió. Sheryl pareció anotarlo en la hoja con los datos de Kihyun—. Son es el apellido de mi esposo. Mi apellido es Yoo. Mi nombre es Kihyun.

Kihyun —repitió ella, asintiendo.

El omega se removió en su lugar cuando la doctora volvió a mirarlo, como si estuviera esperando a que él hablara.

Yo... uh... —tartamudeó, indeciso—, e-estoy esperando un bebé y... y ve-vengo por una ecografía...

¿Cuánto meses tienes, Kihyun?

No lo sé —murmuró, y Sheryl asintió—. Lo que pasa es que... mmm... Me-me estoy separando de mi esposo y... y esto...

Sheryl volvió a mirarlo y Kihyun sintió un poco de pánico al pensar que ella podía estar leyendo detrás de su mentira. Que podía saber que estaba inventando una excusa tonta para no hablar sobre su huida ilegal, porque podía ser demasiado peligroso.

Está bien, está bien —Sheryl se puso de pie, sonriendo con suavidad—. ¿Qué tal si te acuestas en la camilla y hacemos esta ecografía? Aprovecharé de preguntarte otras cosas.

Kihyun asintió con desesperación, procediendo a dejar su bolso sobre la silla. Se acomodó sobre el lugar, observando a la doctora caminar por toda su oficina mientras se ponía unos guantes y buscaba su material.

¿Has tenido hijos antes?

Tres —contestó Kihyun—, mellizos y un niño.

¿Hace cuánto fue tu último parto?

Trató de calcularlo bien.

Cuando tenía veintidós años —respondió—, hace doce años.

Pudo notar el ceño levemente fruncido de Sheryl ante su información. Kihyun no podía adivinar en qué estaba pensando, pero todo le daba la sensación de que no era bueno para él. Eso le ponía demasiado ansioso.

Pasó mucho tiempo —ella se sentó a su lado, acomodando la máquina de ecografía—. Levanta tu camisa, por favor —Kihyun obedeció, viéndola agarrar la botellita del gel—. ¿Estás tomando algún anticonceptivo?

Kihyun sintió su garganta apretada ante la pregunta y sus ojos picaron un momento. No respondió enseguida, porque estaba conteniendo las ganas de estallar en llanto.

Los dejé en mayo —murmuró, y no sabía por qué sintió la necesidad de seguir hablando—, mi esposo quería otro cachorro.

Oh.

Con sus palabras, la expresión de Sheryl pareció volverse un poco más suave y simpática. Kihyun sorbió por su nariz, pero al menos no se puso a llorar como un condenado, porque eso sería patético.

Bien, veamos... —la doctora extendió el gel por todo su vientre, duro y un poco redondo. No era prominente. Sheryl movió la sonda con suavidad, apretando unas teclas del ecógrafo—. Aquí está, debe tener... —un momento de silencio en el que la mujer parecía estarlo pensando—, ¿tres meses? Sí, deben ser tres meses, aunque...

En su celo, entonces. Fue cuando tuvo ese doloroso celo que prefería olvidar. Kihyun no sabía si llorar del alivio o la pena, porque no sabía qué prefería en ese momento.

Parece un feto muy pequeño —comentó Sheryl—. ¿Te has estado alimentando bien, Kihyun?

Uh... Me he descuidado un poco —admitió el omega.

¿Y el estrés? ¿Has estado bajo mucho estrés?

Kihyun tomó aire, tomándose su tiempo para responder.

Demasiado —dijo a regañadientes.

No es bueno para ti ni para el bebé —Sheryl se veía preocupada—. Si piensas...

Disculpe —le interrumpió, tímido—, pero si yo quisiera... Si buscara abortar... ¿po-podría...?

Sheryl lo observó unos segundos. Kihyun temió haberle hecho esa pregunta, ¿qué pasaba si la mujer era conservadora? Era una alfa, ¿cómo se le ocurría preguntar eso? La mayoría de alfas que conocía consideraban que los bebés eran bendiciones.

Es complicado —le respondió Sheryl—, en Nueva York puedes abortar hasta el primer trimestre, y tú lo acabas de cumplir, Kihyun. Pero... ¿es realmente lo que quieres? Si es así —la doctora vaciló un momento—, si es lo que buscas, puedo indicar que tienes dos meses y medio, porque...

No —Kihyun la volvió a interrumpir, sorprendiéndose a sí mismo—. Lo... lo preguntaba por curiosidad, pero no... No quiero eso.

No sabía por qué estaba diciendo aquello, considerando que él nunca quiso un cuarto bebé. Que no estaba en la mejor situación para llevar a cabo un embarazo en condiciones óptimas. Kihyun debería centrarse más en sus tres cachorros, ¿no? Debería enfocarse en ellos y no en otro bebé.

Sin embargo, no sabía si era por ese instinto materno que siempre le inculcaron, o que apareció por las hormonas que tomó tanto tiempo atrás, pero no se veía capaz de un aborto. Es decir, Kihyun respetaba a los omegas que hacían eso, porque era una decisión grande, enorme y valiente. No debía ser fácil. Sin embargo, él no podía decir que lo quería, cuando sabía que no era así.

Qué confuso podían ser las cosas a esas alturas.

Sheryl asintió, sacando papel del dispensador para limpiarle el vientre del gel.

Te daré vitaminas, ¿está bien? —le dijo ella, poniéndose de pie—. Tu bebé está creciendo bien, a pesar de ser pequeñito, pero es mejor que tomemos algunas precauciones. Te dejaré la receta y puedes retirarlas en la farmacia del hospital, es gratuita para nuestros pacientes.

Muchas gracias —le dijo, todavía un poco aturdido por la decisión que acababa de tomar.

Pide también una hora para el próximo mes para ver cómo va todo —Sheryl firmó la receta—. Una pregunta personal, Kihyun. ¿Tu alfa está contigo o no?

Kihyun parpadeó ante la pregunta, pensando en los bonitos ojos de Hyunwoo. Otra vez sintió ganas de llorar, pero logró controlarse lo suficiente.

No —le dijo.

¿Alguno de tus hijos es un alfa? —continuó preguntando ella. Cuando Kihyun asintió con la cabeza, continuó—. Bien, es importante que puedas hacer nidos, ¿entendido? Nidos familiares con un alfa. Necesitas estabilidad emocional y los nidos familiares ayudan mucho. Si tu hijo es el alfa de su pequeña manada, entonces puede hacerlo sin problema.

Kihyun pensó en su hijo mayor, en Minhyuk queriendo hacerse cargo de todo. Le dolió que tuviera que asumir ese rol tan adulto, considerando que antes Hyunwoo era el que hacía nidos para estabilizar su ánimo. Sabía que Minhyuk lo haría sin dudarlo un poco, pero no lo hacía más fácil para él.

La doctora le dio unas indicaciones más antes de acompañarlo a la puerta y despedirlo. Kihyun fue primero a la farmacia a retirar los medicamentos y luego a recepción para pedir otra hora, que se la dieron sin ningún problema.

Salió del hospital a las seis y media de la tarde. Para cuando regresó al departamento, eran casi las ocho.

Hyungwon estaba cocinando la cena, pero Minhyuk fue el que habló primero al verlo entrar. Changkyun se encontraba en el balcón, mirando hacia el exterior.

—Mamá, ¿cómo te fue? —le preguntó Minhyuk—. ¿Qué te dijo? ¿Qué pasó?

Kihyun sonrió, aunque fue como si esa acción le doliera. Ni siquiera abrió la boca cuando sintió unas lágrimas caer por sus mejillas, con dolor en su pecho. Era como si estuviera cargando el peso del mundo en su espalda, y ya no pudiera sostenerlo mucho más. Ahora lo único que quería era que Hyunwoo lo abrazara, a pesar de que Hyunwoo fuera la persona quien lo rompió en un inicio.

¿Por qué todo debía doler tanto?

Minhyuk le agarró la mano, preocupado por completo. Hyungwon apagó el fuego de la cocina y Changkyun entró, todo en un pesado silencio.

Kihyun frotó sus ojos.

—Van a tener un hermanito —habló, y con esas palabras estalló en llanto.

Lo único que quería era que ese dolor acabara, a pesar de que sabía que no era así de fácil. Las cosas nunca eran fáciles, siempre tenían que estar llenas de nudos que las hacía difíciles de desenredar, que presionaban y causaban desesperación.

No sabía por qué, pero qué complicado era aflojar el nudo y dejarlo ir. Lo único que quería Kihyun era desenredarlo y soltarlo para siempre.

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