23.
Advertencias: drama y angst. Shownu!Alfa x Kihyun!Omega.
Hyungwon se asomó por la ventana de Amber, que justo daba al patio, y vio a su mamá ir con Yeji hacia la pequeña casa. La niña iba saltando en la nieve, hundiéndose y riéndose con alegría, y Kihyun parecía irla regañando. Sonrió levemente.
—Es increíble que tu mamá no le haya dicho a Minhyuk que viniera con nosotros —habló Amber, sacando un puñado de papas fritas del bol que llevó minutos atrás.
—Minhyuk tenía ensayo en su taller y se iba a quedar hasta tarde —respondió Hyungwon, volviendo a sentarse junto a ella y agarró el comando de la Play Station—. Además, mi mamá confía en mí.
Amber se rió, agarrando también su comando, y estuvieron jugando unos minutos en silencio Overwatch. Los últimos tres meses había mejorado mucho, considerando que nunca en su vida jugó ese tipo de videojuegos.
Corea era muy cerrada a que omegas desperdiciaran su tiempo con esos juegos. Recordaba que Hoseok tenía una Play, pero era porque él y Jooheon eran alfas, era normal que les compraran esas cosas. Hyungwon jugó varias veces con Hoseok, pero como no tenía forma de practicar personalmente, sus habilidades de juego eran escasas.
Su papá les regaló a Minhyuk y él una consola, cuando tenían catorce años, pero era de esas pequeñas, que admitían sólo un jugador. Debían compartirla por eso mismo.
Sin embargo, en Estados Unidos...
Cuando llegaron allí y se instalaron, Amber lo invitó a jugar en su Play. Al inicio no quería, porque Hyungwon no quería relacionarse con ningún o ninguna alfa, pero su mamá lo empujó a aceptar. Mamá siempre les dejaba hacer lo que quisieran, siempre y cuando fueran responsables.
Amber casi se fue de espaldas cuando le dijo, en un coreano titubeante, que no sabía usar mucho el comando del juego. Ella tuvo paciencia para enseñarle, e incluso le dejaba ganar algunas partidas de juegos sencillos, animándolo a que tuviera más y más confianza. Ahora, Hyungwon podía competir contra otros jugadores sin problema en Overwatch.
—Es mejor que no viniera —continuó Hyungwon, sacando papas fritas y comiéndoselas—, está muy irritado con todo. Hasta pelea con Yeji.
—Debe ser su instinto sobreprotector —comentó Amber—, yo igual me preocupo por Thomas.
—Pero él exagera —se quejó Hyungwon—, cree que... ¡que es nuestro padre! Y nos trata como si Kyun y yo fuéramos niños pequeños que debe controlar. El otro día hizo llorar a Changkyun cuando le preguntó a mamá si podía salir con Youngjae a ver una película —hizo un mohín—. Yo igual tengo miedo de que otra cosa horrible le pueda pasar, pero no puedo tener siempre encerrado a Kyunnie.
Amber no dijo algo por varios segundos, luciendo un poco pensativa. Hyungwon sentía que eso se lo estuvo guardando por mucho tiempo, y es que le era difícil hablarlo con su mamá. Minhyuk siempre estaba en casa, eran muy pocas las veces que los dejaba solos, e incluso empezaron los roces entre Kihyun y su hijo mayor.
—Supongo que está tomando ese rol ante la falta de figura paterna —respondió Amber.
—¡No se lo hemos pedido! —replicó Hyungwon, enfadado—. Si quisiera serlo, entonces que lo sea con Yeji, ¡pero no con nosotros! Changkyun y yo no necesitamos un padre cuando ya tenemos uno, y mamá no necesita otro alfa que lo controle. ¡Tuvo suficiente de eso!
Pensar en su papá hizo que el enfado del omega empezara a disminuir poco a poco, sintiéndose mal por todo eso. No es que se arrepintiera de haberse ido, considerando que en ese país estaban muy bien a pesar de todo, y mamá cambió mucho, ya no era ese omega apagado que vivía con miedo.
Sin embargo, eso no quitaba que extrañara a su papá. Hyungwon siempre le quiso mucho, Hyunwoo le consentía demasiado y le cuidaba. Si bien fue Kihyun quien los crió desde pequeños, eso no significaba que su papá hubiera sido una figura paterna fantasma. Papá les enseñó a andar en bicicleta, jugaba con ellos los fines de semana, los llevaba a parques y los elevaba por los aires cuando eran más pequeños.
Hyungwon no quería a otro papá, aunque eso le hiciera quedar como malo. Él sólo tenía un padre y tenía todo el derecho a extrañarlo.
A Minhyuk le gustaba hacerlo sentir como si fuera un monstruo por eso, como si él y Changkyun estuvieran traicionando a su mamá, sin embargo, no se trataba de eso. Hyungwon no pedía que ellos volvieran a estar juntos, si querían separarse, entonces estaba bien por él. Pero eso no quitaba que él pudiera echarlo de menos.
—Deberías hablarlo con él —señaló Amber, tranquila. No parecía como esos alfas que conoció antes, que siempre coqueteaban y lanzaban indirectas.
Era tan extraño, pero allí muchos alfas parecían entender cuando Hyungwon decía que no.
—Se cree con el derecho... —murmuró Hyungwon—, sólo porque él... porque él lo vio...
A Hyungwon no le gustaba pensar en esa noche. En esa horrible noche de años atrás en la que los cinco cenaron con el idiota de Woojin, y de pronto papá les dijo que fueran a dar una vuelta. Él había notado la extraña mirada que tenía Hyunwoo en sus ojos, no parecía completamente concentrado en ellos, y Minhyuk los apuró en salir.
Al ser casi verano, la noche estaba fresca. Fueron a un parque cercano a su hogar y se columpiaron, los ojos nerviosos de Changkyun moviéndose por todo el lugar. Hyungwon dijo que lo mejor sería volver cuando pasaron veinte minutos, que ya era tarde y sería mejor evitar algún problema. El regreso fue hecho en extraño silencio.
Entraron y lo primero que notaron fue que Woojin no estaba. Changkyun parecía más aliviado por eso, pero cuando subieron las escaleras al segundo piso, escucharon los sollozos bajos de mamá viniendo de su habitación y los gruñidos de su papá.
Minhyuk lo miró, pálido, y le murmuró que se llevara a Changkyun al cuarto. El pequeño no parecía comprender qué estaba pasando y Hyungwon lo arrastró, poniendo música en su celular para apagar el ruido. El llanto. Los gemidos. Los gruñidos.
Hyungwon reconoció esos gemidos, porque no era la primera vez que los escuchaba. A veces, se despertaba en medio de la noche y cuando iba al baño, oía esos ruidos viniendo del cuarto de sus padres. Nunca le daba demasiadas vueltas, porque era normal, es decir, ellos eran pareja, estaban casados, ¿o no?
Además, lo disfrutaban. Los gemidos siempre eran de placer.
Sin embargo, ahora no era así. Hyungwon no era idiota y reconoció el dolor y quejidos en ellos.
Se quedó junto a Changkyun, que se escondió bajo las mantas y temblaba, tratando de concentrarse en la música y no en los pasos fuera, en el pasillo. Hyungwon temió que esos pasos se detuvieran fuera del cuarto, pero sólo siguieron de largo y bajaron por las escaleras. Luego, resonó otro portazo.
Permaneció allí, hasta que Changkyun dejó de moverse y notó que ya se quedó dormido. Media hora después, Minhyuk apareció con una expresión horrible en su rostro, una mirada que demostraba que no quería hablar de lo ocurrido porque fue monstruoso. Mamá iba detrás de él, con los ojos hinchados y colorados, los labios agrietados, su cara pálida y una mirada muerta, como si no supiera que estaba allí.
Mamá se acostó junto a Changkyun, abrazándolo, y Minhyuk se subió a la litera junto a Hyungwon. Contuvo el impulso de preguntar porque, realmente, no quería saber la respuesta.
—Minhyuk no es nuestro padre —terminó por decir Hyungwon, enojado con todo el mundo.
Amber le agarró la mano y le dio un apretón con fuerza. La chica era menor que él por un año, pero estaban en el mismo curso debido a que Hyungwon y Minhyuk repitieron un año escolar, el primer año en que llegaron, porque no sabían mucho de inglés y se metieron en muchos problemas. Fue un año muy complicado.
Y el pobre de Changkyun iba atrasado en dos años, porque con todo lo ocurrido con Woojin, no terminó su año escolar y repitió el siguiente junto con ellos. Era el mayor en su curso de octavo grado, con quince años entre niños de trece o unos pocos de catorce.
A él no parecía importante, parecía muy feliz de que esos chicos y chicas nunca le dijeran algo sobre la cicatriz de su marca. Sobre el olor que exhalaba.
Decidió volver a jugar con Amber para distraerse, y una hora después, se despidió de ella para ir a su casa. De paso, saludó a los señores Liu, que estaban preparando la cena. Le llamaba la atención que ellos fueran tan amables con él y su familia, tratándolos siempre como iguales, pero pensó que sólo eran buenas personas. Así de sencillo.
Mamá estaba preparando también la comida, con sus mejillas cubiertas de escarlata y tan rechonchas que se veían listas para apretar. Hyungwon recordaba que mamá, antes de irse de Corea, había adelgazado mucho por todo el estrés, y cuando llegaron allí, el primer año, también bajó de peso por todo lo que tuvo que hacer por ellos. Sólo cuando consiguió ese trabajo que empezó a recuperarse poco a poco.
El omega sintió la pena invadiéndolo al pensar en ese primer año y los sacrificios que hizo su mamá. La tristeza aumentó cuando se veía a sí mismo, años atrás, creyendo que el problema en su familia siempre era mamá y esa sobreprotección que tenía con ellos. Casi siempre se ponía del lado de su papá porque, a veces, se hartaba de que mamá les viera como niños de cinco años, pero ahora se arrepentía mucho de eso.
Changkyun estaba sentado en el suelo, jugando con Yeji a tomar té. Hyungwon sonrió al ver los labios pintados de su hermano menor, pues Yeji tenía la manía de usar los labiales de mamá para esos juegos.
—¿Té, se-or neyo? —preguntó Yeji, levantando esa tetera de plástico que mamá le compró días atrás.
—Bueno, lady princesa —suspiró Changkyun.
—¿Cómo te fue hoy en clases, Hyungwon? —preguntó Kihyun, llamando su atención.
—Aburrido —suspiró Hyungwon—, pero al menos queda sólo una semana para vacaciones de Navidad.
—¿Deberíamos poner un arbolito? —caviló Kihyun.
—¿No vas a trabajar esa noche, mamá? —consultó Changkyun.
Kihyun sonrió débilmente. A veces, los señores Liu le preguntaban si podía trabajar para ellos en fechas especiales, porque tenían alguna cena laboral o necesitaban ayuda en algo. Las dos navidades que llevaba viviendo allí, trabajó en esas noches. A Minhyuk le fastidiaba un montón cuando le pedían esas cosas, pero Kihyun nunca le tomó importancia, porque era una forma de devolverles todo lo que hacían por él.
—No, me han dicho ya que estaré libre —tapó la olla en la que estaba cocinando, antes de suspirar—. Me han dado libre los tres días, ¿quieren hacer algo especial? ¿Ir a algún lado? Podríamos ir a la costa por el fin de semana...
En ese momento, la puerta de la casa fue abierta y Minhyuk llegó, con su cabello con copos de nieve. Se había puesto a nevar durante la tarde. Sus mejillas también estaban coloradas por el frío, sonriendo con alivio al entrar al calor del hogar.
—¡Hola! —saludó, contento—. ¿Vamos a cenar ya?
—¡Mamá está hablando de un paseo! —dijo Changkyun, emocionado.
—Podría pedirles la semana —comentó Kihyun—, y vamos a alguna playa a quedarnos, un regalo de Navidad para los cinco.
—No —contestó Minhyuk, callando a Kihyun. Tenía el ceño fruncido en irritación—. Deberías ahorrar ese dinero para comprarnos una casa propia y largarnos de aquí.
Hyungwon apretó sus labios. Changkyun bajó la vista, silencioso. Yeji parpadeó, sin entender lo que estaba pasando. Kihyun, tranquilamente, le bajó la intensidad al fuego de la cocina antes de voltearse hacia su hijo mayor.
—Te lo diré sólo una vez, Minhyuk, y no quiero volver a repetirlo —dijo, su voz calmada—. Deja esa actitud alfa de querer tener todo bajo control, porque poco a poco te estás pareciendo a tu padre.
Los dos muchachos omegas vieron que fue un golpe duro hacia Minhyuk, pero ninguno se atrevió a decir algo, apenas respirando por la tensión en el aire. El chico alfa, mientras, puso una expresión ensombrecida, observando a su mamá con el disgusto pintado en su mirada. Kihyun se mantuvo tranquilo.
—¿Cómo te atreves...?
—No me controles a mí ni a tus hermanos —le dijo Kihyun, serio—, nos puedes cuidar, pero no tienes derecho a manejar nuestras vidas, Minhyuk.
Minhyuk, enojado por lo que estaba escuchando, soltó una maldición y se marchó furiosamente hacia el cuarto. Cerró con un portazo, enfurecido, pero Kihyun sólo negó con la cabeza. Hyungwon se pudo de pie, yendo a abrazarlo al notar que esa expresión tranquila cambió a una de cansancio.
—Está bien, mamá —le murmuró—, no has hecho nada malo...
—Quizás fui muy duro... —suspiró Kihyun.
—No —intervino Changkyun, tomando en brazos a Yeji, que tenía los ojos llorosos—, él realmente está actuando mal con nosotros, mamá. A veces, es cruel —el omega mordió su labio inferior—. Está bien que quiera cuidarnos, pero no puede... no tiene el derecho a herirnos.
Kihyun suspiró, dándoles un beso a cada uno antes de volver a cocinar. Hyungwon decidió poner la mesa, y Kyun volvió a jugar con Yeji, que seguía algo afectada por la discusión.
El omega mayor vio de reojo a su pequeña hija. Desde que nació, Yeji se caracterizó por ser muy calladita y silenciosa, poco ruidosa cuando la situación lo ameritaba. Kihyun sabía que el ambiente en el que creció no era el ideal, comenzando por el hecho de que él sufrió otra depresión post-parto que le hizo rechazar a la pequeña bebé. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido con los mellizos, Yeji nunca fue exigente con su llanto, con sus gritos.
Kihyun quería darle algo mejor, una vida mejor, pero a veces no sabía cómo hacerlo. A veces, extrañaba a Hyunwoo, porque Hyunwoo siempre tenía unas palabras de apoyo cuando él no podía más.
Apretó sus labios con fuerza. No, no iría por ese hilo de pensamientos.
Terminó de preparar la cena media hora después, y les sirvió a los tres cachorros que ya estaban allí. Minhyuk no dio indicios de querer salir, así que Kihyun sentó a Yeji en su sillita y le dijo a Hyungwon que le diera de comer. Una vez quedó libre, fue hacia el cuarto de los mellizos y Changkyun, y no se preocupó de tocar.
Minhyuk estaba echado en su cama, acostado boca abajo.
—Minhyuk —le dijo Kihyun.
—¿Soy como papá? —preguntó el alfa, en voz baja y llena de disgusto. Sin embargo, Kihyun pudo leer la pena por debajo.
—No —respondió el omega—, no, Minhyuk. Mírame, Minnie.
El chico suspiró, enderezándose y volteándose a mirarlo. Kihyun se sentó al lado de él, agarrándolo de las mejillas y limpiando el rastro de lágrimas secas que tenía.
—Eres el alfa de nuestra manada —le dijo Kihyun, serio—, y sé que has tenido que asumir un papel mucho más responsable del que te corresponde, ¿está bien? Pero estos últimos meses has estado actuando muy mal, y no sólo conmigo, sino también con tus hermanos.
—No quiero que...
—Escúchame —le interrumpió su mamá—, sé que no quieres que algo les pase. Yo también tengo mucho miedo de que ocurra cualquier cosa, pero eso no significa que los dejaré encerrados para siempre —Kihyun alzó su barbilla—. Ellos no necesitan otro padre, ellos necesitan a su hermano mayor que les cuide y aconseje.
Minhyuk asintió, como tratando de contener las lágrimas una vez más por lo que le estaba diciendo su mamá. Él sabía que Kihyun tenía razón en sus palabras, especialmente con el tema del rol que adoptó cuando llegaron allí. Es sólo que él, de verdad, no quería que Changkyun volviera a tener una recaída o que Hyungwon fuera marcado. Especialmente, deseaba ser él la persona que trabajaba y cuidara de su mamá, para que dejara de sacrificarse una y otra vez por ellos.
Él no podía olvidar cuando vivían en el departamento de Jihyo y mamá llegaba de ese horrible trabajo lavando platos, para ayudarlos con las tareas del colegio público al que iban porque apenas se manejaban en el inglés, y luego preparaba la cena con sus almuerzos para el día siguiente. Todo con la bebé creciendo en su vientre.
Y cuando Yeji nació, mamá lloraba mucho, y Minhyuk no sabía qué hacer para que se sintiera un poco mejor. Minhyuk sabía que mamá extrañaba a papá, y eso lo hizo odiarlo más, porque papá rompió a su familia por completo.
—Está bien, mamá —dijo Minhyuk, apenado.
—Bien, así me gusta —Kihyun le sonrió con cariño—. Ahora, vamos a comer. Hoy preparé japchae y me quedó delicioso, como siempre.
Minhyuk se rió, pero antes de ponerse de pie, le dio un abrazo con fuerza. Kihyun se lo devolvió sin dudarlo un poco, dándole un beso en la mejilla.
—Te quiero —le dijo Minhyuk.
—Yo también te quiero, mi cachorrito —suspiró Kihyun—. Te quiero por siempre.
Hyunwoo frotó sus ojos con cansancio mientras estaba sentado en el sofá, escuchando el tecleo de la secretaria. Ese ruido era lo único que interrumpía el pacífico sonido del lugar.
Echó su cabeza hacia atrás, tomando un poco de aire para tratar de espantar el agotamiento. No podía dormir bien por las noches, y eso provocaba que su rendimiento en su trabajo estuviera decayendo drásticamente. Ya había recibido una advertencia de sus superiores diciéndole que, si eso continuaba así, lo iban a degradar un puesto.
Siendo sincero, a Hyunwoo le importaba una mierda.
La puerta frente a él se abrió y se asomó una mujer omega, que le sonrió con amabilidad. Le dio el paso a otro omega, que salió lloroso de la habitación.
—Nos vemos la próxima semana, Donghyuck —se despidió la doctora Park—. Vamos, Hyunwoo, pasa.
El alfa se puso de pie, suspirando y entrando al cuarto. Cerró la puerta detrás de sí, caminando hacia el sofá que estaba frente al escritorio de la doctora Sandara.
—¿Sigues con dolor de cabeza? —preguntó ella, buscando la ficha de Hyunwoo.
—Parece que empeora cada día —admitió el alfa, sentándose entre los suaves cojines—. Sigo con los problemas para dormir.
—Por supuesto —la mujer lo miró, sonriéndole con disculpa—, tu alfa necesita a su omega, y lo sabes bien, Hyunwoo.
El más alto no respondió enseguida, en primer lugar, porque sabía que la omega frente a él tenía razón en eso. Pero también, porque no quería pensar en ese hecho, pues provocaba que todo en él se alterara por completo.
—¿Cómo está yendo todo en el trabajo? —continuó preguntando ella.
Hyunwoo vaciló un momento, pensando bien lo que iba a decir a continuación.
—Bien, dentro de lo posible —respondió el alfa—. Es decir, sigo rindiendo como la mierda, pero no me importa. Tampoco es como si necesitara el cargo. O sea... —volvió a titubear un momento—, sólo quería un buen puesto de trabajo para... para los cachorros y... y Kihyun. Para que ellos estuvieran siempre bien y no les faltara nada. Ahora... —su voz se fue apagando poco a poco, sin saber qué añadir.
La vio anotar algo en su ficha, siempre atenta a sus palabras. A Hyunwoo le causó extrañeza, desde el inicio, que ella pudiera trabajar, ya que no era normal en Corea que una omega se desempeñara en eso. Sin embargo, pronto notó que Sandara Park no estaba casada, pero provenía de una familia bien acomodada y, por eso mismo, podía darse el lujo de ejercer como psicóloga.
Su papá le dio el contacto, un año atrás, y lo presionó mucho a ir. Hyunwoo estaba renuente al inicio, pensando que eso no le solucionaría nada, y no se equivocó en ello. Sandara no le tenía las respuestas a todo, pero era bueno tener a alguien a quien contarle todo lo que sentía.
—¿Recuerdas la tarea que te pedí la última vez? —preguntó Sandara, amable.
El alfa no contestó enseguida, juntando sus manos y dedos, jugueteando con los pulgares en lo que agarraba valor para seguir hablando.
—Kihyun sufrió depresión post-parto —le confesó, su voz temblando de forma inmediata—, cuando nacieron los mellizos. Los dos... teníamos sólo diecinueve años, y yo lo presioné a tener un bebé. Él no quería, decía que era muy pronto, pero terminó cediendo a mis caprichos porque... porque... —tragó saliva—, porque así se lo enseñaron.
—¿Dirías que ese fue el momento en que su relación se torció? —Sandara lo miró con una ceja enarcada.
—No. Sí —Hyunwoo apretó sus dientes un momento—. No lo sé. Es sólo que... Cuando lo veo en retrospectiva, sé que no tuve que hacerlo. Sé que... que tuve que ser más paciente con Kihyun, pero yo estaba obsesionado con... con tener un hijo que... Con tener cachorros que lo ataran a mí.
—Se relaciona con tu mamá.
El alfa tomó aire y no contestó inmediatamente, tratando de hilar los pensamientos en su cabeza. A veces, todo se le mezclaba y le costaba reconocer las cosas que ocurrieron con Kihyun y lo que pasó con su mamá. Su cabeza se sentía como un cajoncito al que rellenaba de cosas, hasta que ya no podía cerrarse.
Volvió a respirar, forzándose a calmarse. Estuvo pensando mucho en esos meses de depresión que pasó Kihyun, y sentía que necesitaba hablarlo.
—Kihyun no quería ver a los mellizos —continuó Hyunwoo—, y yo estaba asustado. Tenía miedo de que... de que los odiara y nos terminara abandonando. Kihyun se ponía a llorar cuando los veía y me pedía que los alejara, a pesar de que Minhyuk y Hyungwon estaban desesperados por verlo. Tuve que pedir vacaciones anticipadas para poder hacerme cargo de ellos y cuidar de Kihyun también.
A medida que lo hablaba, Hyunwoo podía verlo con más y más claridad, porque de alguna manera, lo bloqueó. Kihyun y él bloquearon lo ocurrido esos meses, porque fueron días muy difíciles para los dos. Pero, ahora que podía soltarlo, lo que pasó iba volviéndose nítido poco a poco.
Sí, una semana después de que los cachorros nacieron y ellos volvieron a casa, Kihyun empezó con los llantos desconsolados. Hyunwoo tenía que ir a trabajar, pero era como si no fuera, porque el omega le llamaba constantemente para que fuera con él.
—Hyunwoo, no puedo, no puedo... Por favor, por favor, ven... Te necesito, no puedo solo, por favor...
Él tenía que dejar todo botado, corriendo para estar con Kihyun, y la mayoría de las veces, lo encontraba encerrado en el baño, sollozando. Mientras, los mellizos se deshacían en lágrimas en sus cunas, sin dejar de llorar y gritar por su mamá.
Pensó que, quizás, Kihyun necesitaba ayuda para estar con sus cachorros, y la madre de su esposo se ofreció a ir. Craso error, porque ahora no recibía la llamada de Kihyun a cada segundo, ya que Gahee le quitó el celular a su hijo, y él no se enteró hasta dos semanas después, cuando Kihyun explotó en llanto y le confesó que ya no la soportaba. Gahee lo obligaba a cargar a los mellizos y a darles de su leche, pero Kihyun no tenía leche por el estrés, y al final los niños lloraban en sus brazos por no tener alimento. Eso lo hacía sentir mil veces peor.
El padre de Hyunwoo se ofreció, entonces, a reemplazar a Gahee. Fue de más ayuda, pero Kihyun seguía sin poder estar con los cachorros sin compañía alguna, y cuando los cargaba, el alfa notaba sus brazos temblando. Además, Kihyun solía aprovecharse de la buena voluntad de su suegro, dejándolo a cargo de los niños para él ir a dormir.
—Necesita ayuda de un especialista —le dijo Kyungho, serio—. Sufre de depresión. Es normal, pero no es algo que nosotros podamos solucionar, Hyun.
Fue ahí que decidió pedir las vacaciones, comenzando a buscar distintas sugerencias en internet. Su panorama se estaba complicando poco a poco, porque Kihyun empezó a rechazarlo a él también. No quería hacer nidos, no quería dormir con él, y peleaban constantemente por eso, porque Hyunwoo insistía en estar juntos para relajarlo con su aroma. Sin embargo, Kihyun malinterpretaba todo, porque si Hyunwoo lo abrazaba, el omega lo acusaba de inmediato de aprovecharse de él. Todo eso le ponía los pelos de punta.
Primero, lo intentaron con un psicólogo. El psicólogo lo derivó con una matrona. La matrona con un doctor general. El doctor le recomendó otro psicólogo. Ese psicólogo con una psiquiatra. Y la psiquiatra...
—Pasó por muchas manos —comentó Sandara, su ceño fruncido ligeramente.
—Estuvimos dos meses buscando soluciones, pero ninguna funcionaba —suspiró Hyunwoo—, y peleábamos más y más. Además, Kihyun empezó a engordar también y eso le ponía mucho más histérico. Tuve que... que tirar varias licencias médicas falsas para poder estar con él, porque temía que... Temía que Kihyun pudiera hacer alguna locura en su estado.
Al final de todo, cuando los cachorros tenían ya cuatro meses, llegaron a un nuevo psiquiatra. Los bebés debían beber leche de fórmula, porque Kihyun no podía producir su propia leche, y estaban creciendo poco a poco. Pero el estado de Kihyun sólo empeoraba más y más.
Tuvieron dos sesiones con el psiquiatra, donde les hizo varias preguntas a los dos y entregó muchos consejos a ambos que, como padres, podían llevar a cabo. La mayoría ya los intentaron, y el resto fueron un fracaso. Cuando les contó eso, el hombre lució pensativo un gran momento, mientras Kihyun sollozaba a su lado. Ni siquiera el aroma de Hyunwoo podía calmarlo un poco.
—Podemos intentar otra cosa —les dijo el psiquiatra, con cuidado y cautela—, pero no es algo común. En realidad...
—¿Qué es? —preguntó Kihyun, su voz quebrada.
El alfa seguía sin lucir convencido, pero les contó:
—Hormonas omegas —explicó pausadamente—. Un laboratorio ha estado trabajando en ellas, para los omegas con problemas de maduración o... que actúan de forma rebelde —otra pausa lenta—. Pero está en prueba, no ha sido todavía aprobado como medicamento y por ello no las van a encontrar en farmacias. Las hormonas ayudaran a que el instinto omega de Kihyun se intensifique y pueda emitir hormonas maternas también.
Hyunwoo observó a Kihyun, que pareció dejar de llorar y miraba al psiquiatra con una expresión fervorosa. El alfa se asustó mucho cuando vio eso, porque se había acostumbrado al llanto del omega.
—Me negué —dijo Hyunwoo, y la doctora Park anotó algo en su cuadernito—, no me daba confianza. Dije que... que sonaba un poco peligroso. Es decir... eran hormonas en prueba, podían traer un montón de efectos secundarios y no quería que... que Kihyun la pasara más mal. Pero Kihyun las quería. Kihyun dijo que sí, que las quería probar, y no pude hacerlo cambiar de opinión.
Hyunwoo trató de hablar con él los siguientes días, mientras esperaban la llamada del doctor Kim para ir al laboratorio. Quiso hacerlo tomar otra decisión, pero Kihyun no trató de escucharlo ni un poco.
—Debemos intentarlo —le dijo el omega, sacudiendo su cabeza—, puede ser la solución, Hyunnie. Si las pastillas nos ayudan, lo tomaré. Estoy cansado de llorar —Kihyun lo abrazó—. Quiero tomar a los cachorritos en brazos y sentirme bien, Hyun.
Hyunwoo terminó aceptando, creyendo que era lo mejor para Kihyun, porque si él lo quería, entonces... entonces debían probarlo, ¿no es así? ¿Qué más iban a perder?
Así que, cuando recibieron la llamada para ir al laboratorio, partieron inmediatamente. Los dos tuvieron que firmar un montón de acuerdos de confidencialidad e ir a observaciones una vez a la semana, además de que iban a contar con el número de una enfermera personal que acudiría a ellos cada vez que lo solicitaran, en caso de cualquier emergencia. Luego de cinco horas allí metidos, les entregaron una cajita con treinta tabletas, que iban a durar el mes. El proyecto duraba seis meses, y cada mes le iban a entregar una nueva tanda de hormonas.
Las primeras dos semanas no hubo muchos cambios, aunque Hyunwoo notó que Kihyun dejó de llorar a cada instante, y ya no parecía alterarse tanto cuando los mellizos explotaban en llanto. Las últimas dos semanas del mes, el omega los pudo cargar sin problema alguno, e incluso su cuerpo empezó a producir leche materna, que los bebés recibieron con mucho gusto. Kihyun parecía más que feliz con eso.
—Pero... —comenzó a decir Sandara.
Hyunwoo sonrió con dolor.
—Pero tuvo un celo repentino una semana después de empezar con el segundo mes —dijo el alfa—, duró un día, pero Kihyun despertó tan acalorado, que cuando me desperté, él estaba montándome —sintió sus mejillas rojas—. Lo mismo pasó tres días después. Parecía tener... tener celos espontáneos y de corta duración, pero muy seguidos, uno detrás del otro. Cuando lo consultamos, dijeron que era un efecto secundario, pero que pasaría.
—No pasó.
—No —Hyunwoo se rió amargamente—. Kihyun los odiaba, pero no podía hacer nada por contenerlos. Yo también los detestaba, aunque debía ayudar a mi omega. Y eso le hacía soltar más feromonas, que cambiaron ligeramente de olor. Él siempre tuvo feromonas con olor a... a menta y café. Pero con esas jodidas hormonas, se volvían más intensas, y en un punto llegó a ser asfixiante.
Sin embargo, eso no era lo peor. No, lo peor vino cuando comenzó con el tercer mes de hormonas, y de pronto, Kihyun comenzó a actuar de forma sumisa y pasiva. No ese omega grosero y que contaba malos chistes que le hacían reír, ese omega que conoció años atrás, sino otro totalmente distinto, de voz suave y actitud temerosa.
Cuando Hyunwoo le hablaba, Kihyun bajaba la vista y asentía con la cabeza. Si el alfa le pedía algo, corría a buscarlo con desespero. Si Hyunwoo llegaba a levantar la voz, aunque fuera un poco, Kihyun rompía a llorar de los nervios.
Apenas salía de casa, se quedaba encerrado y atendiendo a los bebés, y obedeciendo cualquier cosa que Hyunwoo le dijera. Mantenía todo escrupulosamente limpio, jamás hablaba en tono alto, y procuraba no soltar grosería alguna, porque ese no era un comportamiento apropiado de un omega.
—Sí, alfa... Está bien, alfa... Como digas, alfa...
Hyunwoo estaba poniéndose nervioso cada día con lo que estaba ocurriendo entre ellos.
—Y se estaba volviendo adicto —añadió Hyunwoo—, adicto a las hormonas. Siempre, a la misma hora, la tomaba. Una vez, se la moví de lugar y enloqueció cuando no la encontró. Me levantó la voz y me gritó que la necesitaba, que no podía vivir sin ella, que debía consumirla. Y cuando se dio cuenta de que me gritó, rompió a llorar y se echó al suelo, pidiéndome perdón por su actitud. Yo no sabía... no sabía qué hacer con todo eso. Mi padre trataba de ayudarnos, cuidando de Kihyun, pero no podía... Todo parecía empeorar cada día más.
Al cuarto mes, fue que decidió insistir en dejar las hormonas. Cuando se lo propuso, la expresión de Kihyun cambió, enfurecido por lo que le estaba proponiendo su esposo. Pelearon a gritos esa vez, con el omega maldiciendo a medio mundo y maldiciéndolo a él. Hyunwoo no quería levantar la voz, pero no podía evitarlo, no cuando Kihyun lo empezó a acusar de que todo era su culpa. Que, si estaban así, fue por la terquedad del alfa por tener bebés, que no le podía quitar las pastillas, porque eran la solución para sus problemas.
Hyunwoo se sentía acorralado, sin saber qué decirle exactamente, y terminó por ceder esa vez.
Pero el estado de Kihyun empeoró más y más. Es decir, podía sostener a los bebés y los arrullaba con amor, se preocupaba de que estuvieran siempre bien y les daba leche. Los cuidaba con su vida entera. Pero fuera de eso... Los celos repentinos iban en aumento y el omega de Kihyun parecía estar a flote en todo momento, hasta el punto de que empezó a pedir otro cachorro.
—Ni siquiera tenía el año de parto —Sandara se veía entristecida.
—Yo quería otro bebé, pero sabía que ese no era el momento adecuado —aceptó Hyunwoo—. Su petición despertó mis alarmas por completo, y le dije que no. Él se puso a llorar y me acusó de que no lo quería, de que era un mal alfa. Me dije que... que era suficiente. Ya no lo soportaba más, ya no aguantaba ver a Kihyun así, y que nuestra pequeña familia... No quería que todo eso pudiera arruinarse, por lo que, cuando tuve mi oportunidad, fui al laboratorio y rompí el contrato —el alfa sonrió con amargura ahora—. Eso significó una deuda, por supuesto, por incumplimiento de contrato, pero no me importaba. Llegué a casa y, aprovechando que Kihyun dormía, busqué las hormonas y me deshice de ellas. Las tiré por el desagüe.
—Fue una buena decisión que quisieras acabar con eso —señaló Sandara—, lo que no fue bueno, fue que le quitaras las pastillas así.
Hyunwoo se rió, con los ojos llenos de lágrimas, porque esos meses que tanto bloqueó estaban saliendo a la luz poco a poco.
—Claro que no. Kihyun se desesperó al no encontrar las pastillas, y luego enloqueció cuando le conté lo que hice.
Más que enloquecer, el omega se lanzó sobre él a darle un golpe. Hyunwoo sabía que los omegas no solían desarrollar mucha masa muscular, pero esa fue la primera vez que Kihyun le dio un golpe con su puño. La primera y última vez. Hyunwoo terminó con el labio roto y un moretón en la mejilla.
Ellos rodaron por el suelo cuando pasó eso, hasta que el alfa pudo imponerse ante Kihyun, respirando aceleradamente.
—Ne-necesito mis pastillas —sollozó el omega, su rostro contra el suelo y llorando sin consuelo—, Hyunnie, Hyunnie, por favor... por favor, las... las necesito...
—No —jadeó Hyunwoo—, no, Ki, no. Vamos a dejarlas, ¿está bien? Por favor, por favor, escúchame, precioso...
Kihyun no quiso escucharlo. Durante los siguientes dos días, el omega se la pasó llorándole, y cuando vio que el llanto no fue efectivo, se volvió agresivo. Hyunwoo tuvo que lanzar otra licencia médica para estar atento a Kihyun, porque sabía que, si se quedaba solo, era capaz de ir al laboratorio a buscar esas hormonas.
Y después vino la desintoxicación. Kihyun empezó con vómitos y mareos, luego vino el insomnio y la dermatilomanía.
—Hyunnie, mis pastillas, por favor... —le susurraba por las noches.
Hyunwoo lo abrazaba contra su cuerpo, tratando de liberar feromonas alfas para hacerlo dormir un poco.
—¿Y los bebés? —preguntó Sandara.
—Increíblemente... Lo único que lo calmaba era sostener a los bebés —dijo Hyunwoo—. La única mierda buena que trajeron esos medicamentos fue que Kihyun los quiso con todo su corazón. Ahora los podía tomar en brazos por iniciativa propia, sin necesidad de estar drogado, aunque eso no quitó que nosotros seguíamos tensos. Hicieron falta dos meses hasta que Kihyun pudo... pudo estar mucho mejor.
Sandara se quitó los lentes y los dejó sobre el escritorio, luciendo pensativa unos segundos. Hyunwoo no dejaba de jugar con sus dedos, sintiendo los nervios en su interior, y casi esperando el comentario acusatorio de que él gatilló todo eso. De que Kihyun tenía el derecho total de odiarlo y abandonarlo.
—Hyunwoo —le dijo ella, seriamente—, has vivido toda tu vida con culpa.
El alfa la observó, enmudecido ante sus palabras y con una expresión de evidente sorpresa pintando su rostro. Sandara se inclinó contra el escritorio.
—Desde que tu madre se fue, hasta todo tu matrimonio, veo culpa de tu parte. Culpa de que todo fracase. Eso te ha llevado a tomar malas decisiones que han acabado por alejar a las personas que dices querer.
—Lo que le hice a Kihyun no fue una mala decisión —corrigió Hyunwoo—, fue un acto horrible y despreciable del que yo era consciente.
—Claro —concedió Sandara—, fue un hecho repudiable, Hyunwoo. Pero eso no quiere decir que tú seas una persona que merece lo peor. La mayoría de las personas no somos estáticas, estamos en constante cambio y crecimiento. Eso —agregó, al ver que Hyunwoo abrió la boca para hablar— no significa que Kihyun vuelva a estar contigo o siquiera te perdone. Él está en todo su derecho de separarse de ti y continuar con su vida, y eso lo debes comprender.
—Lo sé —aceptó Hyunwoo—, no pretendo... Yo sé que él no me quiere más, pero no lo hace más fácil. Cuando pienso en... en verlo otra vez, siento que podría llorar por la felicidad y desesperación de estar juntos, aunque sé que eso no va a ocurrir.
Sandara asintió en señal de aprobación, observando la hora, y le sonrió con suavidad al alfa. Hyunwoo sabía que ya estaban en la hora, sin embargo, se sentía un poco mejor de poder hablar con alguien y que no le juzgara por todo lo que decía.
—¿Has pensado en ir a buscarlo? —dijo ella.
—Muchas veces —confesó el alfa—, pero al final pienso que todavía no. Además, sé que se fue a Estados Unidos, pero no tengo idea de exactamente dónde. Yo sigo firmando los papeles del Gobierno y no busco más, porque me pone un poco nervioso encontrar algo que no me guste.
—Deberías pensarlo —le dijo Sandara, poniéndose de pie para irlo a despedir a la puerta—, quizás no pronto, pero sí algún día. Si lo sigues aplazando mucho, podrías irte acobardando más y más.
Hyunwoo asintió con la cabeza, y se despidió de la psicóloga poco después, marchándose de la oficina con una sensación menos negativa. Al menos, su dolor de cabeza pareció suavizarse un poco.
Pensó un momento en la idea de ir a buscar a Kihyun. Su estómago se contrajo en ansiedad, los nervios atenazando enseguida todo su cuerpo. Un año atrás, no lo habría considerado, tan enfadado con la vida por lo ocurrido, pero ahora... Ahora, quizás...
Sacudió su cabeza. Lo pensaría un poco más antes de tomar una decisión.
El celo de Changkyun fue especialmente largo. Ya iba por su tercer día, pero parecía que no iba a calmarse en ningún momento.
—Es el lazo —suspiró Kihyun, mientras el pequeño dormía, tan pegado a Minhyuk—, su omega reconoce un lazo y no encuentra al alfa. Probablemente dure un par de días más.
Minhyuk frunció el ceño, acariciándole el cabello al niño. Pudo escuchar el ronroneo de satisfacción que soltó, muy feliz por ese cariño recibido.
—Mamá —le dijo Minhyuk, llamando su atención—. ¿Qué harás con ese bebé?
Kihyun miró por la puerta abierta. No podía verlo, pero sabía que Hyungwon estaba lavando los platos, y con toda probabilidad, se hallaba atento a la conversación. El omega sabía que sus hijos querían hablar de ese tema, pero no sabían cómo sacarlo a la mesa.
Antes de que pudiera hablar, Minhyuk habló:
—Deberías abortarlo —le dijo, duro—. Deshacerte de eso.
Quizás, tiempo atrás, Kihyun se habría espantado con esas palabras, porque siempre le enseñaron que los cachorros eran una bendición para los omegas. Lo mejor que les podía pasar en la vida, porque ellos eran capaces de dar a luz. Porque, a pesar de todo el desprecio, la sociedad no era nada sin los omegas.
Pero ahora, sólo se quedó en silencio varios segundos.
—Cuando me enteré, pensé en hacerlo —aceptó Kihyun, meditabundo—, pero es una decisión grande, Minhyuk. No es tan fácil... —el omega le acarició la mejilla—. Primero, debo ir con algún doctor para saber cuánto tengo. Según mis cálculos, deberían ser dos meses, pero si son más...
Dos meses significaba que fue cuando Kihyun estaba planeando irse y se acostaba con Hyunwoo para tenerlo contento y sacarle dinero. Tres meses quería decir que ocurrió en los días en que tuvo ese horrible celo. Cuatro meses implicaría que quedó en cinta la noche en que... esa horrible noche...
No, pero eran dos meses. A lo más tres. Su vientre todavía no crecía mucho, apenas era visible.
—Voy a salir en la tarde —les dijo—, iré al Departamento de Migración. Necesito orientarme en algunas cosas, ¿está bien? Hyungwon les cuidará si necesitan algo, así que pórtate bien.
Minhyuk resopló, asintiendo y aún con mala cara por lo del bebé. Kihyun todavía no tenía claro qué hacer respecto al tema del bebé, porque era la primera vez que tenía esa decisión en sus manos, sin nadie encima de él y le estuviera exigiendo algo.
Eso lo abrumó por completo.
Se puso de pie y buscó algunas prendas decentes con las que salir. Buscó el papel donde estaba la dirección que Jihyo le entregó, y la ingresó en internet, para saber cómo llegar allí. No tardó en despedirse de los cachorros, prometiéndoles traer algo para la cena.
Por lo poco que sabía de esa ciudad y lo que le explicó Jihyo, ella vivía en el distrito de Manhattan, en la zona norte. El vecindario se llamaba Washington Heights, en un barrio modesto y tranquilo. Para su fortuna, tenía el metro a sólo unas cuadras, porque el lugar al que tenía que ir (el USCIS) quedaba lejos de donde estaban ellos, cerca de Chinatown.
Una vez llegó al metro, buscó el mapa de direcciones. Mordió su labio inferior al ver todas las líneas que poseía, pero trató de concentrarse lo más posible, hasta que logró descubrir una que le acercaría lo bastante al USCIS. Sin perder demasiado tiempo, compró el boleto para viajar e ingresó al transporte.
El viaje no resultó tan largo, sólo media hora en metro, hasta que salió a la superficie y se encontró en medio de la ciudad. Trató de orientarse en las calles, porque siendo sincero, le daba mucha vergüenza preguntar por indicaciones, además de que prefería no llamar la atención de nadie.
Después de quince minutos caminando, llegó hasta el edificio donde estaban las oficinas del USCIS. Entró e inmediatamente fue donde había secretarias. El lugar estaba lleno de más migrantes, algunos entrando, otros saliendo, y la gran mayoría esperando por atención. Kihyun no tardó en sacar un número para atención, y una vez fue atendido, lo derivaron al tercer piso donde le resolverían sus dudas. Ese lugar también estaba lleno de gente esperando: pudo observar a más asiáticos, árabes, africanos y latinoamericanos. Kihyun tuvo que sentarse a esperar a que le atendieran.
Cuando ya pasó más de una hora y estaba cayéndose por el sueño, una mujer rechoncha lo llamó.
—Kihyun Son.
El nombre se le hizo extraño, pues estaba acostumbrado al apellido por delante. Sin embargo, no tardó en ir hacia la pequeña oficina que tenía la mujer, de sonrisa amable, lentes y cabello ondulado.
—Me presento, soy Michelle Parker y le atenderé el día de hoy. ¿Se maneja bien en el inglés o no, señor Son?
Kihyun se quedó quieto un instante, demasiado sorprendido por las palabras soltadas con rapidez delante de él. Tragó saliva, tratando de rememorar todo el inglés que estuvo aprendiendo esos años.
—Más o menos —contestó Kihyun, enrojeciendo al notar lo chapucero que sonó.
—Puedo ir más lento si lo desea.
—Por favor.
Michelle asintió y le pidió su visa de migrante, junto con el resto de sus papeles. Kihyun le entregó todo, incluso lo de los cachorros, y Michelle buscó las confirmaciones en el sistema. Pasados unos minutos, se volteó hacia él.
—Usted y sus hijos poseen la Visa de Turista B12 —le dijo la mujer—, lo que le asegura una permanencia de seis meses en el país. Luego de eso...
—Me gustaría... —tartamudeó Kihyun, llamando su atención—, es decir... busco la permanencia. La... la ciudadanía, señorita.
Michelle acomodó sus lentes, buscando un folleto antes de mostrárselo. Kihyun lo agarró, viendo que todo estaba en inglés.
—Se le conoce como Green Card —explicó Michelle—, es una visa especial que le otorga la residencia permanente en el país. Es complicada de conseguir sí, señor Son.
—Yoo —le corrigió, tragando saliva—, ese es... es el apellido de mi esposo. El mío es Yoo.
Michelle no sonrió, sólo estrechó sus ojos con algo parecido a sospecha. Kihyun sintió el pánico estallando en su interior por lo que dijo, porque no tuvo que decir eso, ya que llamaría la atención.
—La ciudadanía se consigue de cuatro formas —continuó Michelle—. La primera es mediante la permanencia en el país por cinco años. Permanencia legal, por supuesto, y esa la entrega la Green Card —Kihyun mordió su labio inferior—. La segunda opción es casarse con un ciudadano estadounidense. También, si ingresa a las Fuerzas Armadas, se le entregaría la ciudadanía. En último caso, si alguno de sus padres es estadounidense...
Kihyun no respondió a nada, porque la única opción para él era permanecer en el país esos cinco años. Las otras tres quedaban descartadas por obvias razones.
—¿Y la Green Card? —preguntó.
—Se entregan cada año a una cantidad limitada de migrantes —dijo Michelle—, pero si usted quiere postular, también pide requisitos. Quizás, lo más accesible para usted, es conseguir un trabajo con contrato fijo, cualquier trabajo. Por lo que veo, no cumple ninguno de los otros requisitos de elegibilidad. Si consigue el empleo, entonces podrá acceder a postular a la Green Card. Pero además... Vino con sus hijos, ¿no es así?
Kihyun levantó la vista con cautela, notando enseguida que sus siguientes palabras debían irse con cuidado. A pesar de la expresión amigable de Michelle, eso no significaba que Kihyun iba a contarle su vida de un día para otro.
—Sí... —fue lo único que dijo.
—Tiene que inscribirlos en un colegio —señaló ella—, porque los tres son menores de edad según nuestras leyes, y el país se asegura de que todos los niños reciban la educación necesaria. Si ellos no están inscritos en una escuela, y la ACF se entera, podrían quitárselos, señor Son.
El omega apretó sus labios con fuerza ante lo que estaba escuchando. No quería soltar alguna maldición o perder la cabeza, porque sabía que no daría una buena imagen y, por la forma en que la mujer lo miraba, era muy probable que Asuntos Sociales estuviera sobre él en todo momento.
—Recibirá la visita de un asistente social pronto—le dijo Michelle, tranquila—, que verificará que los niños estén en buen estado y recibiendo su educación, ¿está claro?
—Sí, señorita —murmuró.
Después de eso, Michelle le dio unas últimas indicaciones, recalcándole la necesidad de conseguir un trabajo que le asegurara una residencia permanente en el país. Kihyun salió de ese edificio cerca de las seis de la tarde, con un cálido atardecer que le hizo sentir ligeramente mejor, a pesar de todo.
Aprovechando que estaba en el centro de la ciudad, pasó a un supermercado a comprar más cosas para suplir la alacena. Kihyun estaba calculando el dinero que le quedaba, pensando que, al día siguiente, iría a un banco para poder sacar una tarjeta que le ayudara con eso. Por breves mensajes, sabía que Kyungho contaba con el dinero del auto para enviárselo por remesas o transferirlo, pero Kihyun viajó sin ninguna tarjeta porque, bueno, todas pertenecían a Hyunwoo, así que necesitaba una propia.
Llegó al departamento casi a las ocho de la noche, cansado y agotado. Hyungwon estaba echado en el sofá, con cara de aburrido, mientras pasaba los canales de televisión, y corrió a ayudarlo con las bolsas.
—¿No ha pasado nada? —preguntó Kihyun, ordenando las cosas.
—No, todo normal —respondió Hyungwon, encogiéndose de hombros—. ¿Cómo te fue a ti, mamá?
Kihyun trató de sonreír.
—Bien —mintió—, ahora, ¿qué quieres comer, cachorrito?
El apodo hizo sonreír a Hyungwon.
Al final, terminó cocinando un naengmyeon para los niños, que lo disfrutaron mucho hasta no dejar nada en el plato. Incluso Changkyun se levantó a comer, a pesar de los calambres dolorosos, y se dejó abrazar por Kihyun. Ya no parecía tener tanta fiebre, así que cuando se hizo tarde, los mandó a los tres a dormir a la cama. Minhyuk quiso protestar, pero Kihyun le dijo que era por el celo de Changkyun, además de que Hyungwon no dormía muy bien en el sofá.
Una vez quedó solo, Kihyun se permitió borrar la sonrisa en su rostro. Se percató de que la puerta del cuarto estuviera bien cerrada y escuchar los suaves ronquidos de los niños, antes de dejar que las lágrimas escaparan de sus ojos.
Buscó papel higiénico con rapidez y salió al balcón, porque allí los cachorros no le escucharían bien, y volvió a soltar unos suaves sollozos por el miedo de la situación. Por el pánico de lo que podía ocurrir en cualquier momento.
Cuando se fue, Kihyun no pensó en que le pudieran quitar a los cachorros allí también. ¿Cómo no se le pasó por la cabeza? ¿Cómo pudo ser tan iluso? Si un asistente social lo iba a ver, y notaba que las condiciones en las que vivían no eran óptimas, entonces... entonces...
Kihyun se iba a morir si le quitaban a sus hijos. A cualquiera de ellos. Si los alejaban de él, él se veía capaz de morir por la pena y el dolor.
Sollozó un poco más, sonando su nariz y tratando de no quebrarse por completo. No quería asustar a los niños con eso, no quería ponerlos más nerviosos de lo que ya podían estar. Kihyun se aseguraría de que se quedaran con él, haría lo que fuera para que no se los quitaran.
Sus hijos iban a ir siempre, siempre primero.
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