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Capitulo 4: "Confusos sentimientos" Parte dos.

"Me gusta pecar con tentaciones como tú" N.A.

Ya un poco más calmada, me dirijo a la cocina para charlar un rato con Annabelle, cuando llego la veo sacando una tarta del horno y se me hace agua la boca.

—Que rica se ve la tarta, Annabelle—digo a sus espaldas y la señora da un pequeño brinco con el recipiente caliente en sus manos.

Me asusto un poco pensando que se caerá con esa cosa caliente en las manos, pero no lo hace.

—¡Señorita Bianca! No llegue así de la nada que puedo cometer una imprudencia—me reprende suave, colocando el recipiente en el mesón de la cocina.

Me disculpo un millón de veces y ella solo niega sonriente.

—¿Quiere probar esta delicia?—me pregunta con su usual sonrisa cálida—. Me ha quedado para chuparse los dedos.

Asiento frenética, sentándome en la barra de la cocina.

—Es una tarta de frutos rojos con trufas. La receta ha pasado por generaciones en mi familia—me cuenta, sirviendo una porción grande y yo miro gustosa el plato. Huele delicioso.

Le doy el primer mordisco y suelto un pequeño gemido de satisfacción. Es la mejor tarta que me he comido en la vida.

Annabelle se ríe bajito.

—¿Le ha gustado, señorita Bianca?—pregunta ilusionada.

—Esto...—Doy otro pequeño mordisco y un ruidito extasiado sale de mis labios—. Sabe cómo el cielo, Annabelle.

Ella aplaude dichosa y yo devoro la porción.

—¿Le sirvo más?—pregunta entusiasmada por mi reacción y yo asiento.

Sirve ahora una porción más grande y me trae también un vaso de leche. La miro agradecida.

Annabelle se recuesta frente a mí sobre la barra donde estoy, y empieza a parlotear sobre su vida. La escucho atenta distrayéndome de mi encarcelamiento.

—Era una jovencita pobre que tuvo que abandonarlo todo por la guerra—me cuenta triste, como si reviviera ese momento—. Salí de los escombros de lo que era mi casa y empecé a vagar por mi pequeño pueblo—se detiene un segundo y veo como le cuesta seguir pronunciando lo que viene—. Toda mi familia estaba desaparecida luego del ataque que habían hecho al lugar donde crecí. Busqué durante tres días en zonas aledañas a ver si aparecía alguien, pero nunca los encontré.

»Me di por vencida, supuse que estaban muertos y decidí seguir adelante. Camine durante días en medio de carreteras y bosques tratando de buscar un nuevo lugar en el cual iniciar. Los zapatos se empezaron a desgastar y mis pies empezaron a sangrar, pero eso no me detuvo, tenía que encontrar qué comer porque el hambre era voraz. Recuerdo haber caminado un día más hasta que por fin llegué a una ciudad principal.

Mi cara de asombro parece conmoverla un poco. Annabelle no aparentaba tener una historia de vida tan triste. Sentí como mi corazón se estrujo por lo que había tenido que pasar la pobre mujer.

—Pase días en un albergue recuperándome de las heridas y apenas me pude sostener de pie, salí de ese lugar a buscar trabajo. Lo que la guerra me había quitado no volvería a permitir que pasara—comenta con determinación. Su mirada se pone dura—. Toqué varias puertas buscando empleo de lo que fuera, a pesar de mi juventud, estaba dispuesta a aprender cualquier oficio para salir de ese país de las ruinas.

La impresión hace que deje de masticar y me apoye sobre mis antebrazos para prestar la mayor atención.. Ella esboza una pequeña sonrisa y continua:

—Una señora muy amable me acogió en su hogar luego de verme en la situación en que me hallaba. No tenía los mayores lujos, pero fue la primera en abrirme las puertas de su hogar y como agradecimiento, empecé a contribuir en cosas como el aseo y la cocina. En ese momento se me quemaba hasta el agua—suelta una risita melancólica—. Ella, Isabelle se había vuelto mi ángel. Era como una madre. Me enseñó todo lo que sé sobre la cocina y de ella es la receta de la tarta que estás probando.

»Murió tres años después de acogerme en su casa de un agresivo cáncer. No pude soportar quedarme en el lugar que me había arrebatado todo, así que con el dinero que ahorré de hacer pequeños trabajos, compré un tiquete de tren y salí de ese país...

Unas cuantas lágrimas se deslizan por sus mejillas y solo quiero correr a acogerla en mis brazos para abrazarla fuerte. Ella sorbe un poco su nariz y vuelve a su habitual actitud.

—Otro día podremos seguir con las historias, querida. Hay mucho que hacer todavía aquí—palmea mis manos para seguir preparando la cena—. Si quieres te acompaño a tu habitación para que veas una película o leas un rato.

Niego con la cabeza.

—Puedo ir yo sola, Annabelle. Tranquila.

—¿Ya te aprendiste el camino?—pregunta un tanto incrédula.

Asiento, segura.

—Confía en mí. No me perderé en este lugar tan inmenso—bromeo un poco para tranquilizarla.

Ella se tensa y duda en si dejarme ir sola o no.

—De acuerdo—acepta por fin—Voy a confiar en ti y en que no te desviarás a ningún sitio que no sea tu habitación... Y Bianca, no trates de huir porque el lugar está custodiado por todos los lugares. —Me regala una sonrisa triste e incómoda.

Yo quiero echarme a llorar. No soy más que una prisionera en este lugar. No se me trata como una persona con derechos sino como un animal enjaulado.

Le dedico una sonrisa incómoda a Annabelle y salgo de la cocina en dirección a las gradas del segundo nivel.

Hay dos pasillos a los lados de las gradas y mi curiosidad aumenta. No conozco del todo la impresionante mansión y nada malo pasara si me desvío solo unos minutos de mi destino. Además, estoy sola con Annabelle, según tengo entendido los imbéciles se largaron tan pronto acabó el almuerzo.

Debato en si seguir mi camino sin buscarme un futuro problema o si seguir mi mortal curiosidad.

Decido seguir por uno de los pasillos al lado de las gradas y caminó unos cuantos pasos dudosa. Al ver que nadie me matara, me adentro lo bastante curiosa al pasillo. Algo macabro deben tener estos imbéciles en este lugar.

La decepción me la llevo al ver que no hay nada raro, y solo es un pasillo con un montón de cuadros un poco excéntricos.

Me embeleso mirando todo lo oculto que tiene este lugar. Es elegante y sombrío al mismo tiempo. Es como una pequeña galería, debajo de los cuadros hay luces para que te centres en ellos y también hay una que otra escultura.

Sin duda, un lugar hermoso para apreciar por horas.

Me detengo frente a un cuadro que me causa escalofríos.

En el se aprecia la figura semidesnuda de una mujer blanca como la luna, solo la cubre una sábana en los pechos y la pelvis. Es impactante lo muy parecida que es a mi. La diferencia es que la mujer del cuadro tiene el cabello negro azabache, un lunar en forma de medialuna sobre la clavicula y los ojos verde como el bosque.

Lo alarmante no es el parecido físico conmigo, sino que a la mujer la rodean varias sombras y una de ellas tiene una sonrisa perturbadora. Incomoda verla, pero es tan atrapante que no puedes despegar los ojos de ella.

La sombra sonriente apuñala a la mujer en varias partes ya que su perlada piel se tiñe de manchas rojas, la figura femenina no muestra emoción alguna, dándole más impacto a la creación. Es como si no le inquietara el que la estuvieran asesinando.

Es un cuadro retorcido y al mismo tiempo hipnótico.

Recorro todo el lugar hasta llegar al final del pasillo, donde veo un cuadro algo extraño. Está tapado con una cortina oscura y lo miró curiosa, debato en si es prudente acercarme o no.

No lo pienso mucho y me acerco a la cortina que lo cubre, tratando de correrla un poco para mirar el secreto. Logro hacerlo, pero no muevo más que una fracción de la pesada tela y lo que veo me decepciona un poco.

No es más que un lienzo en blanco.

Trato de acomodar la cortina como estaba, apoyándome sobre la columna para correrla, pero esta parece no querer ceder por lo que me desespero un poco, y me pongo de puntillas tratando de moverla más de arriba. Siento algo duro en la espalda por lo que me sobresalto.

Una risita burlona me afirma que no es un objeto, si no una persona.

—¿No te enseñaron a no tocar lo que está cubierto, muñequita?—susurra en mi oreja y es evidente quién es. Me estremezco un poco por lo gruesa y ronca que le sale la voz.

Me aparto rápido de su lado al sentir como se pega a mi. Puedo sentir todo su cuerpo duro. Una oleada de vergüenza se instala en mi rostro y parezco un tomate de lo roja que me encuentro.

—¡¿Y a ti no te enseñaron a respetar el espacio personal de las personas?! —exclamo exaltada, tratando de ocultar lo nerviosa que me encuentro.

El hombre de los ojos zafiro me sonríe burlón, mirándome con picardía.

—El espacio personal no lo tengo en cuenta cuando están en mi lugar personal de toda la casa. —Me repasa con la mirada de arriba a abajo, y se relame el labio inferior sin verse asqueroso.

¡No puede ser cierto! Un lugar tan maravilloso no puede pertenecerle a un idiota como él.

—¡Un carajo con eso! Ten la decencia de mantener una distancia prudente conmigo—lo amenazo tratando de verme intimidante, pero él me mira como si fuera un cachorro indefenso—. La próxima vez pateare tus bolas.

Él se carcajea y me vuelve a mirar con desdén.

—Quiero ver como lo intentas, muñeca—se acerca nuevamente a mi, acorralandome contra la pared—Por cierto, ¿Ya te dije lo malditamente preciosa que te ves hoy?

El sonrojo vuelve a subir con rapidez y no puedo maquinar una respuesta coherente teniéndolo tan cerca. A pesar que invade mi espacio personal, no me toca, pero el pequeño espacio que hay entre nosotros se siente como si no existiera.

Me mira con los ojos iluminados y tiene que agacharse considerablemente para que nuestros rostros estén a la misma altura, Me sonríe coqueto y se pasa una mano por su cabello, todavía teniéndome en medio de sus brazos.

Acerca un poco más su rostro y me susurra:

—Ese pantalon te queda de puto infarto, muñeca.

Sigo paralizada sin saber qué responder. La tensión se siente por los aires y no se como manejarlo.

—¿Pero sabes donde se vería mejor, muñequita?—me pregunta con la voz rasposa, sin apartar el contacto visual que tenemos.Yo niego y él se ríe por lo bajo, Por primera vez me toca desde que inició el acorralamiento—. En el piso de mi oficina, que justo está a unos metros de nosotros.

El último comentario hace que se pierda la hipnosis, más no digo nada y dejo que crea que está logrando su cometido.

—¿Y sabes donde te verías bien tú?—hablo en tono bajo y suave, sin apartar un segundo nuestras miradas.

Él sonríe convencido y niega con la cabeza, incitando mi respuesta.

Me acerco un poco más hasta que nuestros cuerpos se rozan. Paseo mi boca hasta su oreja como él lo hizo conmigo.

Lo oigo pasar saliva y sonrio triunfante. No es el único con habilidades de coqueteo.

—¿Dónde me vería bien?—pregunta con la voz entrecortada al notar que mis manos suben sutilmente por su pecho. No puede pensar bien porque se encuentra hechizado por mi contacto cercano.

Yo rió suavemente sobre él y se desespera.

—¡En la maldita Antártida lejos de mi, imbécil! —chilló en su odio al tiempo que con mis manos lo empujó lejos de mi.

Luce aturdido hasta el carajo por el cambio de comportamiento y pasa de la emoción a la indignación en segundos.

—¡¿Qué carajo está mal contigo, Diamond?! —alza la voz mientras se soba el oído y me mira con irritación.

Se ve salvaje hasta el demonio y solo en ese instante, creo que fue una mala decisión haberlo dejado casi sordo. Puede atacarme en cualquier momento y no podría hacer mucho para evitarlo.

—¡Eso te digo yo, estupido pelinegro!—Lo acusó con el dedo y él parece algo sorprendido. La adrenalina hace que no sea racional, y mi manera de defenderme es atacando verbalmente—¡¿Creíste que por decirme semejante estupidez dejaría que te metieras entre mis piernas?!

Se ríe sarcásticamente y me observa con esos ojos zafiro ardiendo de rabia.

—Ahora si me queda claro que eres más difícil de conquistar que otras mujeres. —Trata de acercarse nuevamente a mi, y mi mirada obstinada es su señal de alerta para detener el paso—Eso no significa que me vaya a rendir contigo.

Hago una mueca y trato de alejarme lo más que puedo de él,

Me dirijo nuevamente al inicio del pasillo y su voz grave me detiene.

—Déjame acompañarte a tu habitación—se posa a mi lado, manteniendo nuevamente las distancias y lo agradezco.

No niego que me acompañe porque realmente puedo perderme fácilmente entre todos los pasillos, y lo único que quiero es sentarme a leer un rato.

En todo el camino hacia la habitación no pronunciamos palabra alguna, pero no se siente incómodo. Es más bien un silencio necesario después de lo que acabamos de hacer.

Lo observo de reojo y es jodidamente atractivo. Su nariz respingada de perfil y su ligera barba le dan el toque masculino. Su cabello no luce tan pulcro como siempre y uno que otro mechón se sale; su tez pálida hace que sus ojos zafiro resalten más.

Sigo mirándolo con auténtica rabia, tratando de encontrar un defecto para dejar de verlo tan atractivo.

Escucho ahora una risa suave de su parte, no como las risas burlonas que me ha mostrado hasta el momento. Me sorprendo ya que no pensé que notaría que lo miraba de reojo.

—Te voy a dar una foto, duran más—bromea y me mira de lleno.

Trato de no sonrojarme y lo miro mal.

—Eres un presumido—bufo y quiero golpearlo, pero él alza las manos en señal de redención

—¿Qué? Si eres tú la que me escudriña con la mirada, como si quisieras saltarme encima para verme mejor—dice con fingida pena, llevándose una de las manos al pecho—. Si es lo que deseas, solo tienes que pedirlo, muñeca.

Viro los ojos y vuelvo a tratarlo mal:

—Eres un imbécil de primera.

Él se ríe a carcajadas y me detiene a unos cuantos metros de la puerta.

—Seré el imbécil del que te vas a enamorar—Moja sus labios mirándome fijo. Como si fuera una promesa y un reto personal para él—. Se esperar paciente por las cosas que valen la pena, Bianca.

Es la primera vez que me llama por mi nombre y no por ese apodo que detesto.

Me deja en blanco y no se como contraatacar. Nota mi incertidumbre y se acerca otro poco a mi.

—Espero verte esta noche con un vestido para poder apreciar esas piernas de infarto—Deposita un pequeño beso en mi mejilla, y es un contacto tan rápido que no me da tiempo a reaccionar. Solo veo como se aleja.

—¡Nos vemos en la cena, muñeca!—levanta la voz cuando está por perderse en el pasillo y se gira guiñándome un ojo.

Le saco el dedo corazón y se suelta a reír.

Entro a la habitación en completo asombro, preguntándome qué carajos acaba de pasar.


Buenas, buenaaass. ¿Cómo van? Se que prometí traer capítulos más seguido, pero he pasado por el shock emocional de la muerte de Liam :(( y no tenia ánimos de agarrar el compu, pero aquí me tienen de nuevo con la nueva parte del capítulo 4.

Espero les guste mucho esta parte, yo me la he pasado modo fan con las interacciones de Bianca con Luka, el estupido pelinegro <33

Dejen su amor para mirar si les traigo otro cap más largo esta misma semanita, depende de ustedes ;)

¡Nos leemos pronto!

¡Las quiero!

Besos XO.

Vals Xx

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