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Capítulo 3: "Un propósito en común"

"Todo cielo tiene su lucifer y todo paraíso su tentación" J.S.

Pasé una noche espantosa.

No pude conciliar el sueño por las confesiones de esos tipos. Ellos no pueden esperar que yo me quede de brazos cruzados, mientras mis pequeñas se encuentran en peligro como dicen.

Cuando el sol empezó a salir, solo rogué porque alguien viniera pronto por mí. Necesito salir con urgencia de esta habitación y el tiempo parece no estar a mi favor, ya que las horas pasan de manera lenta.

Sin tener algún indicio de poder volver a conciliar el sueño, me levanto de la cama en busca del baño y tan pronto enciendo la luz de la habitación, la imagen que proyecto en el espejo me hace tragar grueso.

Tengo la cara demacrada de tanto llorar y unos círculos oscuros se asoman debajo de mis ojos. El cabello lo tengo enmarañado, y tengo marcas por todos lados al dormir con la incómoda ropa de la noche anterior.

Sin darme más tiempo para azotar mi apariencia, me desnudo rápido tomando camino a la ducha, donde la lluvia artificial se lleva un poco de tensión al sentir el agua tibia sobre mi piel.

«¿Cuándo fue la última vez que me pude permitir pagar la calefacción del departamento?»

Lavo mi rostro bajo el agua y dejo que impacte unos segundos sobre ella, recordando lo bien que se siente el agua tibia.

Trato de no demorarme mucho bajo el agua, pero se siente tan deliciosa que quiero quedarme horas bajo ella. Así que, sin darle más rienda suelta a mi lado irracional, agarro una toalla para empezar a secarme; me lavo los dientes rápido y me dirijo cubierta por la toalla al closet.

«Es el sueño de cualquier chica».

Optó por unos vaqueros que parecen ser de mi talla, y una bonita blusa sin mangas con un pequeño escote en el busto. Me calzo mis botas de combate y me coloco mi casaca de mezclilla.

Escucho como la puerta es sutilmente tocada y me apresuro a abrir, pero mi paso desfallece al imaginar que puede ser alguno de los idiotas.

Tardo unos segundos en silencio hasta que escucho una suave voz del otro lado:

—Soy yo, señorita. —La dulce voz de Annabelle me relaja.

Abro despacio la puerta y ella parece impactarse un poco cuando me ve arreglada y fresca.

—Venía a despertarla, pero veo que lleva un rato lista —suelta divertida—. ¿Quisiera tomar su desayuno ya o desea esperar otro rato?

Mi estómago ruge en aprobación ante sus palabras, ya que la noche anterior los imbéciles no se dignaron en ofrecerme algo de comer, y mi última comida fue una barra de cereal horas antes del show. Por lo que asiento repetidas veces en dirección a la señora.

—Pero primero debemos tratar de darle un poco de forma a ese salvaje cabello —dice un poco ruborizada por la vergüenza—. Si me lo permite, le puedo ayudar.

Le regalo una sonrisa en respuesta. Es una señora muy dulce y servicial.

Me dirijo al tocador con ella a mis espaldas, Annabelle toma un cepillo y tan pronto me siento empieza a peinar mi cabello de manera delicada, tratando de no halar mucho.

—¿Puedo hacerle una pregunta un tanto personal? —pregunta un poco nerviosa—. Si no se siente cómoda no debe responder.

Asiento, esperando su pregunta.

—¿Cómo te llamas? —Puedo sentir lo que le ha costado pronunciar esas palabras. Mi pecho se infla por lo tierna que es.

—No me molesta decírtelo, siempre y cuando no se los digas a esos tipos —manifiesto mirándola a través del espejo.

Ella parece un tanto sorprendida e incómoda.

—¿No te agradan para nada los señores verdad?

Niego con la cabeza mientras ella sigue cepillando mi cabello, y parece querer decir algo, pero se retracta y sigue peinándome.

El silencio se torna un poco incómodo y tan pronto acaba, me paro del sitio buscando la salida. Ella me alcanza apresurada volviéndome a ofrecer su mano como la noche anterior. Nos dirigimos en silencio hasta el primer piso de la mansión, donde puedo observar con más detalle el lugar.

Si de noche es un lugar magnífico, de día es una impresión pura.

Los colores y objetos resaltan más, dándole una calidez que en la noche no se puede apreciar. El ambiente se siente muy diferente.

Cuando llegamos a la cocina, mis ojos no paran de observar todo el lujo que hay en ella. Desde armarios en madera oscura hasta electrodomésticos modernos en acero inoxidable. La habitación está rodeada de gigantescos ventanales por donde se filtra luz en todos los sitios.

En una esquina se encuentra una barra, donde observo un pequeño plato sobre ella.

—Siéntate donde gustes, querida. En unos momentos te llevo el desayuno —asegura la señora, dándose vuelta para terminar lo que sea que esté preparando—. Espero te gusten los cereales, es lo que hay ahí.

Mi estómago ruge en respuesta y casi de manera automática me ubico frente al plato. Mi cara se enrojece un poco al notar que son mis favoritos, por lo que, rápido los devoró sintiendo un poco de vergüenza por la manera tan apresurada en que comí.

Annabelle no tarda en poner un plato con huevos revueltos y unas tostadas con mantequilla, deja un pequeño plato con fruta y mis ojos se iluminan por lo deliciosa y apetecible que se ve la comida.

Sin darle más rienda empiezo a comer como si no hubiera un mañana, Annabelle me observa desde el otro lado de la encimera un poco sorprendida.

He de parecerle una indigente, pero su comida es exquisita y el hambre se nota luego de no haber comido por más de quince horas.

—¿Está bien, señorita? —pregunta ella con tinte de preocupación en su voz.

Asiento un poco sonrojada por la vergüenza.

—Lo siento... Yo... —Las palabras parecen no querer salir de mi boca, por lo que trago grueso y continúo—: Estoy bien, solo... Estaba un poco famélica porque casi no comí nada la noche anterior.

Sus ojos me miran con ternura y asiente comprensiva.

—¿Quieres un poco más? Ha sobrado algo por si quieres —dice sonriente, posándose a mi lado.

Asiento encantada mientras ella retira el plato y yo relamo mis labios.

Y es inevitable que no piense en mis hermanas. La sensación de culpa se hace presente. «Estoy comiendo como si la vida dependiera de ello y no sé si ellas han probado bocado alguno». El apetito se me quita de inmediato y quiero volver a llorar.

No sé nada de mis pequeñas en mucho tiempo... No sé si el canalla de mi padre las ha vendido como a mí.

Annabelle nota mi cambio de ánimo de inmediato.

—Come, cariño. No sé qué estés pensando, pero no dejes que eso te derrumbe.

Y por primera vez quiero ser grosera con la amable señora.

Pero ella no tiene la culpa de lo que hagan los imbéciles de sus jefes —que por cierto no he visto como lo pensé—. La rabia vuelve a subir por mi garganta cuando recuerdo sus excusas para traerme aquí.

Mentiras de unos impostores.

—Se me ha ido el apetito, perdón Annabelle —trato de sonar amable, pero mi voz no es más que un intento amargo de irritación.

Ella asiente y no trata de retenerme para que coma.

Me paro del asiento y trato de llegar al lavaplatos, pero una indignada Annabelle me retiene.

—Ese es mi trabajo, querida. —Sus manos tratan de quitarme los platos, pero niego.

—No me cuesta nada lavar los platos donde he comido.

Ella vuelve a negar.

—Nada de eso. Me harás sentir mal si haces el trabajo que me gusta hacer. —Intenta de nuevo quitármelos y suelto un suspiro, dándole el gusto.

Ella los lleva al lavaplatos encantada mientras yo sigo de pie en medio de la cocina, Annabelle se voltea sonriente.

—Vamos querida. ¿Te gusta leer? —pregunta mientras avanzamos por la cocina—. En la habitación encontrarás cientos de libros que pueden gustarte.

Me emociono otro poco cuando dice esas palabras. Leer es unos de mis pasatiempos favoritos, por lo que emocionada sigo a la señora.

Tan pronto llegamos a mi habitación, me despido de Annabelle y me dirijo a las estanterías que abarcan muchos libros.

Y antes de llegar a escoger algún libro, escucho a Annabelle murmurar:

—Los chicos me han dicho lo que ha hecho tu padre —su voz a mis espaldas me detiene unos segundos—. ¿No crees que es mejor estar con ellos que con ese hombre cruel y despiadado?

Y no contesto nada, no cuando sé que la respuesta la va herir.

La escucho suspirar y sin más oigo la puerta cerrarse.


💎💎💎

Unos pequeños golpecitos sobre la puerta de la habitación hacen que de un respingo sobre la cama.

—Es hora de almorzar, señorita —escucho la dulce voz de Annabelle al otro lado de la puerta.

—¡Sigue por favor! —alzo la voz para que pueda escucharme mientras despego por fin mis ojos del adictivo libro.

Suspiro y agradezco el pequeño momento que pude tener para mi luego de mucho tiempo sin poder hacerlo.

—Lo siento, señorita. Se nota que está muy entretenida —se disculpa con las mejillas sonrosadas, mirando el libro que reposa en la cama—, pero es hora de que tome su almuerzo, luego podrá seguir leyendo.

—No te preocupes, Annabelle —le sonrío.

Nos volvemos a encaminar hacia la primera planta. Sin embargo, tan pronto quiero tomar el camino a la cocina, Annabelle me detiene del brazo.

—Es por aquí señorita. —Me guía hacia otra habitación por el mismo pasillo.

La miro extrañada.

—¿Vamos a comer en este sitio? —le pregunto confundida.

Me gusta más la cocina que este ostentoso y solitario comedor.

—Siéntate por favor —me pide amable.

No entiendo porque tanta formalidad con sentarme en este lugar.

—¿Annabelle? —vuelvo a llamarla cuando noto que se acerca de nuevo a la salida.

—No tardo nada, querida —la escucho susurrar dejándome sola en el gran comedor.

Suspiro agotada. Ni puedo estar tranquila en este lugar. Annabelle tarda unos minutos en volver, y trae consigo una botella de vino.

—¿Vamos a beber a esta hora del día? —inquiero sin entender nada.

Ella niega con la cabeza divertida.

—No es para mí, señorita. Es para usted —aclara un poco sonrojada.

—No me gusta beber tan temprano —manifiesto tratando de colocarme de pie para llegar a su lado, pero ella me detiene.

—Aguarde unos minutos más, por favor —casi suplica mirando impaciente su reloj de mano.

—¿Por qué no puedo comer contigo ahora? —le pregunto directa. No quiero comer sola en un espacio tan amplio y sin compañía.

Ella niega y cuando pienso replicar, unas voces detrás nuestro me distraen.

—Perdón por el retraso... —escucho una de esas voces a mis espaldas.

Me paro erguida por inercia y mis mejillas se sonrojan un poco.

—El tráfico a esta hora es una verdadera mierda —se queja otra voz.

Tengo que hacer un esfuerzo enorme para no apretar las piernas por lo varonil y ronca que suena su voz.

—Tranquilos, señores. Acabamos de llegar hace unos momentos también —explica Annabelle a mi costado.

Sigo sin girarme, dándoles la espalda.

—Hola, krasivyy brilliant —murmura una voz baja en otro idioma y es inevitable que mi pulso no se dispare.

«Le ha sonado tan caliente y atractivo a la vez» Me volteo por fin mostrándoles mi cara más seria. No pienso demostrarles cuanto me afecta su presencia.

—¿Qué carajos acabas de decir? —suelto sin contener mi viperina lengua—. Procura hablar en un idioma que todos entendamos por favor.

Una risita cínica se hace presente y no tengo que mirarlo para saber de quién se trata.

—Buena tarde para ti también, muñequita —me sonríe con sorna, ladeando su cabeza para enfocarme mejor.

Y juro que quiero golpearlo en el rostro.

Por suerte, Annabelle ya se ha retirado por lo que puedo mirarlos con toda la rabia posible.

«¡No soporto sus petulantes y odiosos rostros!»

—Sentémonos por favor —suspira ahora el de ojos esmeralda estirando su espalda tensa—. Ha sido un día espantoso, lo último que quiero es discutir contigo... Solo queremos tomar el almuerzo con tu presencia.

Me mira directo a los ojos, se nota cansado y abrumado. Por lo que respiro hondo y trato con todo mi autocontrol, de sentarme lo más alejada de los cuatro.

Los gemelos se sientan uno al lado del otro, el de ojos zafiro en frente de ellos y el castaño de ojos esmeralda frente a mí. Aunque la distancia que nos separa es considerable, no dejo de sentirme abrumada por lo cerca que los siento.

Los cuatro visten trajes costosos, y me es inevitable no verlos como personajes de los reportajes sobre los famosos que solía ver en mis tiempos libres. Lucen tan pulcros e imponentes que quiero salir corriendo de la habitación.

—¿Puedo preguntar cómo pasaste la noche? —me pregunta directo uno de los gemelos.

Mi mirada de incredulidad parece que cala en su ser, por lo que cierra la boca de inmediato. No obstante, parece que sus colegas no la notan y esperan la respuesta de mi parte.

—He pasado una de las peores noches de mi vida —les sonrío irritada—, y todo gracias a ustedes, ¡oh dueños del universo!

El sarcasmo está latente en mi voz y no quiero controlarlo. Ellos se lo merecen.

El shock en sus rostros es un verdadero poema.

—Diamond... —trata de advertirme el de ojos zafiro, y cuando piensa continuar; Annabelle lo interrumpe para empezar a servirnos el almuerzo.

Los miro de reojo mientras comemos en un silencio incómodo que ninguno tiene la intención de romper.

Nunca en la vida me he sentido tan incómoda e incapaz como en este momento. Las ganas de gritarles que se pudran en el infierno me hacen cada vez más presentes.

Cuando estoy por terminar, escucho la suave voz del castaño de ojos esmeralda.

—Tenemos mucho por explicarte —rompe el incómodo silencio, incorporándose un poco en su asiento—. Anoche no lo hicimos muy bien dadas las circunstancias.

Dejo el plato de lado mientras lo miro fijamente.

—Todo lo que escuchaste ayer es verdad. Hay un sujeto que está obsesionado contigo —empieza a narrar, mientras mi espalda se vuelve a erguir al escuchar lo profunda y varonil que es su voz—. Y no lo digo para aminorar el hecho del porqué estás aquí, pero si tan solo hubieras escuchado la manera en que le propuso a tu padre comprarte, no estarías tan enojada de estar aquí.

Mi mandíbula quiere despegarse de mi rostro. No puede estar usando ese argumento para tratar de defenderse.

—¿Así que tengo que estar sumamente agradecida por como llegué a este lugar? —les dedico una mirada incrédula a los cuatro—. Ustedes sí que superan el maldito cinismo en persona.

—Deberías estarlo un poco —contesta con un poco de recelo el otro gemelo.

Y toma todo de mí no pararme para abofetearlo.

—¡Oh claro, Dios de mi libertad! ¡Agradezco con mi alma el que me hayan comprado como un puto cuadro para adornar su linda casa! —le suelto con sarcasmo mirándolo con rabia—. La próxima vez que uses la estúpida boca que sea para decir algo coherente.

—¡Cuida como me hablas, Diamond! —exclama sin alterar un poco su tono, mirándome con fiereza.

Me estremezco en mi asiento. No puedo creer que alguien tan serio y sereno logre alterarme.

—Cuida tu la manera en la que dices las putas cosas —lo sigo provocando.

—¡Basta ya! —la fuerte voz del castaño se hace presente—. No estamos aquí para discutir contigo, Diamond. Queremos encontrar a ese canalla para que puedas estar tranquila.

—¡Oh por favor! ¡Dejen de mentir ya! —suelto cansada por el prepotente momento—. Admitan que no hay ningún hombre obsesionado conmigo, y que solo se están inventando esto para no verse como unos imbéciles que compran vidas.

Es la explicación más lógica que encuentro.

—¿Eso es lo que crees? —la sonrisa burlesca en el rostro del pelinegro de ojos zafiro hace que me irrite más.

—Es la verdad —mascullo, mirándolo mal.

Él suelta una risita sarcástica llevando una de sus manos a los bolsillos del saco de su traje, saca un celular y apenas se enciende puedo ver la imagen de un hombre, y ese hombre está con mi padre.

Le da click a su celular y un video se empieza a reproducir, dejándome estática en la silla.

"Quiero comprarle algo que le pertenece suelta el hombre del video con simpleza: Para ser más específico. Quiero comprarle a su hija."

Mi padre luce conmocionado apenas oye esas palabras y yo siento la garganta seca al mirar cómo hablan de mí, como si yo no tuviera voluntad sobre mi misma.

"Le aconsejo que primero mire la suma de dinero que le estoy ofreciendo por ella sigue insistiendo el hombre del video: No se va a arrepentir."

Las ganas de vomitar se hacen presentes al igual que el mareo. No puedo creer lo que veo. Mi padre doblegándose ante la avaricia de ese sujeto, y todo por un dinero que está haciendo a costa de mi integridad.

"En una semana vendré por una respuesta, para que usted tenga tiempo de pensarlo y tomar la mejor decisión para ambos notifica convencido el sujeto. Su hija es algo... especial para mí."

El chico de ojos zafiro detiene el video apenas nota que mis ojos se han empañado de lágrimas sin derramar. Luce arrepentido al instante, aunque tan pronto lo nota vuelve a su semblante serio.

—No te muestro esto con el fin de torturarte —aclara su voz mirándome serio, sin embargo, su rostro se ha relajado haciéndolo lucir un poco más ¿amable?—. No querías creernos y no había otra manera para que lo entendieras.

—Es lo que has logrado —suelto en su susurro roto, y unas lágrimas traicioneras bajan por mis mejillas—. Es lo que siempre ha logrado mi cuerpo. Ser la obsesión de tipos tan jodidos como para querer retenerme a sus lados.

Ellos se quedan mudos ante mi confesión.

—Quiero verlo de nuevo —demando ahora con la rabia y la decepción en mi ser—. Quiero ver a ese bastardo que se hace llamar mi padre cederme a los brazos de ese canalla.

—No —demanda seguro uno de los gemelos—. No necesitas torturarte más. Vamos a encargarnos de ese sujeto.

—¡Quiero verlo, joder! —alzo la voz y él parece rendirse.

—Muéstraselo de nuevo, hermano —le dice al chico de ojos zafiro. Este parece desafiarlo con los ojos. Sin embargo, no le queda más opción ante mis ojos suplicantes.

El video vuelve a empezar con la secuencia del tipo ofreciéndole dinero a mi padre, mi padre negándose con su fachada de "digno y correcto", el sujeto siendo insistente y mi padre cayendo poco a poco ante la presión. Y cuando el video está por terminar, le pido al chico que lo detenga.

—Yo he visto a ese sujeto —suelto pasmada por el impacto.

Ellos se quedan entre sorprendidos y confundidos.

—¿Cómo?... —trata de preguntar el otro gemelo.

—¡Lo vi hace menos de un mes! ¡Estoy segura que es el sujeto que me hablo en el bar! —suelto decida más para mí que para ellos, que siguen mirándome confundidos—. ¡Ese tipo me habló hace un tiempo!

—¿Puedes reconocerlo con facilidad? —pregunta ahora el de ojos esmeralda.

Y me siento terrible cuando pienso en la respuesta.

—Yo... No.. Yo... No podría —suelto sintiéndome culpable.

No lo recordaba con mucha exactitud, básicamente porque su presencia no fue memorable. Para mi ese día fue como un tipo cualquiera que intentaba seducirme. No tenía nada de especial para ser recordado con emoción.

—Joder, lo que faltaba —suelta malhumorado el pelinegro.

—No es su culpa, imbécil —le reprende el castaño de ojos esmeralda—. Ha pasado por un momento de mucha información.

—Puedo recordarlo con lentes gruesos y con una sonrisa espeluznante —musito, recordando su escalofriante sonrisa cuando nombró que nos veríamos "muy pronto".

A eso se refería el maldito.

—Lo has hecho muy bien, preciosa —susurra con voz dulce el castaño.

Y sin poder evitarlo, la estampa de mis hermanas se hace presente.

Jodido infierno.

Si ese enfermo sabe que mi padre ya no me tiene con él...

No, no puede saber de ellas. Me niego.

La respiración vuelve a faltarme y empiezo a jadear en busca de oxígeno. Ellas son lo único que nadie puede tocar.

El pecho parece querer estallarme y los cuatro chicos lo notan, por lo que se paran apresurados de sus lugares para venir por mí.

—¡Diamond! ¿¡Demonios, que tienes!? —exclama asustado uno de los gemelos, acercándose a tocarme la frente.

—¡Creo que está teniendo un ataque de pánico! —grita una voz histérica lejana. Ya no puedo enfocarlos porque lo único que hago es tomar todo el aire posible.

Siento que me estoy ahogando y no hay manera de salir de este pozo.

—¡Calmémonos todos! —escucho a alguien gritar—. Necesita una voz que la guíe.

Siento que alguien toma mis manos y mis ojos no logran enfocar a nadie en concreto. Solo veo puntos oscuros y tengo miedo.

—Diamond —alguien susurra en mi oído mientras aprieta mis manos con fuerza—. Diamond por favor. Necesito que recuerdes lo que más quieres en el mundo.

La imagen de mis pequeñas aparece de manera pausada en mi subconsciente.

—Tienes que aferrarte a esa imagen, nena. Debes luchar por lo que tienes en la mente, ¿De acuerdo? —La voz tranquila me calma un poco, pero sigo teniendo la visión oscura. Sus manos no abandonan las mías en ningún momento.

—¿Puedes cerrar los ojos durante diez segundos? —me pregunta y yo sigo estática con la respiración agitada—. ¿Puedes hacerlo, nena? Aprieta mi mano si lo entiendes.

Aprieto sus manos con más fuerza de la quiero.

Y cierro los ojos con una fuerza impresionante. Dejando que su cálida voz me guíe, diciéndome que debo estar tranquila y que él está para mí si lo requiero.

Me recuerda que estoy en un lugar seguro y que nadie me llevara en contra de mi voluntad. Me recuerda que hago y pequeños detalles de mi apariencia, logrando que mi subconsciente me reconozca y no se encuentre en un estado de shock.

La respiración se me regula poco a poco y temo abrir los ojos y descubrir que sigo viendo puntos oscuros y ya no la vida.

—Puedes abrir los ojos cuando quieras —me recuerda la voz, acariciando con ternura mis nudillos.

Me doy un momento y empiezo a abrir los ojos lentamente. No encontrándome con sombras oscuras sino con imágenes de personas medio borrosas.

Cuando mis ojos logran enfocar bien puedo notar a los cuatro sujetos tan cerca de mí, que el espacio personal parece ser irrelevante. Lucen asustados y preocupados hasta el carajo.

Uno de los gemelos está sobre sus rodillas con mis manos entre las suyas. Es él, el que me estuvo guiando en mi ataque.

—¡Que susto me has sacado, joder!—exclama exagerado el de ojos zafiro, llevándose una mano al pecho—, por un momento pensé que te tenía que llevar al maldito hospital.

Una pequeña sonrisa tira de mis labios. Que exagerado se nota.

—Tiene razón, bonita —murmura el otro gemelo—. Estuvimos a punto de llevarte al hospital.

—Ya paso, solo ha sido un ataque de pánico —les digo con una sonrisa que termina pareciendo una mueca incómoda. El gemelo que tengo en frente apenas la nota suelta mis manos de prisa, colocándose de pie junto a sus colegas—. Mhm... gracias, supongo.

Ellos se notan un poco impresionados, y algo... ¿tímidos?

—¿Te pasa muy seguido lo de los ataques de pánico? —indaga ahora el castaño, con visible preocupación.

Estoy sentada con la silla un poco lejos de la mesa y ellos cuatro rodeándome, como cazadores que acechan a su presa.

—No tan seguido —miento con las mejillas sonrosadas. Ellos notan ese pequeño detalle más no dicen nada, solo se dedican a asentir con visible seriedad en sus rostros.

Aprieto las piernas por instinto y ellos parecen notarlo, más siguen sin decir nada. Sus ojos me devoran con ímpetu cuando se chocan con los míos.

Quiero salir corriendo por la tensión que se ha generado.

El ambiente se empieza a sentir caliente y empiezo a notar lo jodidamente impresionantes que son a la luz del día.

—¿Cómo se llaman?—pregunto curiosa, no puedo evitar querer saberlo desde que los vi.

Ellos lucen sorprendidos por mi repentino interés.

—Me llamo Vladimir Lebedev—contesta sereno el castaño y me regala una pequeña sonrisa de lado.

—Yo soy Aleksander Volkov—dice simple uno de los gemelos, mirando a su hermano.

—Y yo Aleksi Volkov—se presenta la otra copia.

A pesar de ya conocer sus nombres, son tan idénticos que puedo jurar que los voy a confundir muchas veces.

—Por último, pero no menos importante—suelta el pelinegro, soltando una pequeña risita burlesca. Yo viro los ojos—Soy Luka Petrova, o llámame como tu quieres, muñequita.

Nos quedamos en silencio mientras yo proceso sus nombres, son algo fuera de lo común, como ellos. Suenan como nombres extranjeros. Quiero preguntar ahora de donde provienen, pero me callo, ha sido mucha curiosidad liberada por hoy.

—¿Cómo te llamas tú? —pregunta ahora curioso Luka. Su mirada recorre mis piernas detenidamente, y siento como si no llevara el vaquero—. Ayer no he podido preguntarlo por todo el alboroto.

Arqueo una ceja, cruzando una pierna sobre la otra con la incomodidad latente en mis extremidades. Es un reflejo para no sentirme tan desnuda bajo su penetrante mirada.

—Ya lo sabes, mi nombre es Diamond—le sonrío con burla, como él lo hace conmigo.

Él suelta un pequeño bufido.

—Tu verdadero nombre, quiero decir.

—¿Para qué quieres saberlo? —pregunto con toda la intención de fastidiarlo—. ¿No tienes los medios para averiguarlo por tu cuenta?

—Oh claro que los tengo, muñequita—sonríe con malicia, volviéndome a recorrer con esos peligrosos ojos, ahora deteniéndose en mi cuello—. Tengo tanta información sobre ti como lo deseo.

La confesión hace que me estremezca. Se oye jodidamente psicótico y para nada convencional. Sin embargo, no dejo que la impresión de su confesión me nuble el juicio.

—Pues tanta información y no sabes mi nombre real —lo reto, saboreando el poder de la victoria cuando noto la impresión en su rostro.

No esperaba esa respuesta de mi parte.

Diamond: 1

Imbécil de ojos zafiros: 0

Es mi turno de sonreírle con sorna, y él hace el acto más inesperado para mí. En vez de exaltarse o enojarse como lo pensé, se echa a reír a carcajadas.

—Tienes un punto por astuta, Diamond. —Y cuando pronuncia mi seudónimo siento como la espalda se me eriza. Nadie había pronunciado ese nombre de esa manera... tan... tan jodidamente sexual y caliente—. Sin embargo, ahórrame el jodido y hostigante trabajo de tener que investigar tu nombre verdadero.

Una sonrisa perezosa se posa en mis labios.

—¿Qué gano yo a cambio? —sigo probando su paciencia.

El niega sonriente y se acerca lento a mi lugar. Me encojo un poco en mi sitio, más nunca le bajo la mirada por más lobuna que la tenga.

—¿Qué quieres? —pregunta cerca de mi cara.

—Quiero que tomes tu debida distancia conmigo —suelto rápido rompiendo el momento. Él parece un poco sorprendido por mi actitud arisca.

Mi subconsciente salta alegre por su cara descompuesta y tengo que reprimir las ganas de posar mi estúpida sonrisa triunfal.

Los que no logran esconderla son sus colegas, que tienen una estúpida sonrisa petulante en sus rostros.

—Veremos quién sale vencedor, muñequita —dice irritado, volviendo con sus amigos.

Le guiño un ojo y él suelta un bufido. En eso, la puerta de cristal es tocada sutilmente, dándole paso a una Annabelle sonriente.

—Ha llegado la visita, señores —les dice Annabelle a los cuatro idiotas, ellos asienten y me miran.

Los miro sin comprender.

—Tienes que acompañar a Annabelle. Alguien ha venido a verte —anuncia uno de los gemelos. Creo que es Aleksi.

—¿Quién ha venido a verme? —pregunto confundida ahora a Annabelle. Ella me sonríe apenada.

—Por favor acompáñala, Diamond —dice otra voz, la de Vladimir, haciendo que me ponga de pie, mirándolos mal al ver que no me dicen nada.

—¡Que disfrutes tu visita! —suelta con sorna el estúpido pelinegro.

Giro mi cabeza y le dedico la peor mirada. Sé de qué manera le voy a joder más el ego.

Dejo que Annabelle se adelante unos pasos, y tan pronto me encuentro en el umbral de la puerta, me giro de lleno a ello observándolos a los cuatro de arriba abajo como ellos lo hacen conmigo. Logro ahora que ellos se acomoden las corbatas por la tensión en mi mirada.

Con una sonrisa de medio lado les susurro:

—Mi nombre es Bianca —digo altiva con una sonrisa triunfadora, los cuatro lucen sorprendidos—. Bianca Lebeau.


«krasivyy brilliant: Hermoso diamante»


¡Hola, hola gente! ¿Cómo están? Llevo desaparecida como un mes, pero la vida de adulto no es fácil xd.

Pero no me pienso excusar, así que como recompensa por esperar tanto tiempo, les dejo este capítulo que me salió un tanto largo xd.

Me he reído y sonrojado parejo con Bianca—por fin conocemos su nombre— por todas sus ocurrencias y lo tierna e impulsiva que es. Mi niña solo esta asimilando por todo lo que esta pasando. De verdad que me he disfrutado escribir este capítulo, tiene una santa madre tensión y sobre todo, propósitos por parte de los cinco.

¿Qué tal les va pareciendo la historia hasta el momento?

¿Quién creen que es la próxima visita?

¿Qué opinan de Bianca/Diamond/chica impulsiva? Xd.

Lo más importante para mí, ¿Les gusto el capítulo?

Bianca en todo el capítulo be like:

Sin más por agregar, espero hayan disfrutado del capítulo, que haya compensado el mes sin saber de mi xd. Recuerden votar y comentar mucho, me encanta leerlas y saber que opinan sobre el desarrollo de la nueva versión <3

¡Nos leemos prontito!

¡Los quiero!

Besos XO.

Vals Xx

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