✦ xiii. i have you. or do you have me?
Maratón 2/3
La frustración se apoderó de ella mientras colocaba sus manos sobre su cabello negro, despeinándolo una y otra vez en un gesto de desesperación. Llevaba dos semanas frente a la pantalla de su computadora, inmersa en una investigación que se ha vuelto cada vez más agotadora. Todo comenzó después de aquel encuentro fortuito con Lee Felix, gracias a una recomendación del reo Kim Seungmin. Sin embargo, a pesar de su arduo trabajo, no logró avanzar mucho. Las limitaciones de su investigación se han vuelto evidentes. No podía indagar más a fondo sin acceder a sistemas protegidos y eso requería habilidades de hacking que la periodista no poseía.
Sabía que necesitaba hablar con alguien que pudiera ayudarla, alguien que pudiera abrir puertas cerradas y desentrañar los secretos ocultos. Desafortunadamente, su colega de trabajo no era la persona indicada para ello porque su jefa le dio una advertencia sobre hacer aquello. Así que la frustración se mezclaba con una sensación de impotencia. Se dio cuenta de que estaba atrapada en un callejón sin salida, incapaz de avanzar en su búsqueda de respuestas.
Necesitaba hallar a alguien con las habilidades necesarias a superar los obstáculos que se interponían en su camino. La incertidumbre y la urgencia la impulsaban a seguir adelante, no obstante, sabía que su tiempo se agotaba. Debía encontrar una solución antes de que fuera demasiado tarde para el reo a quien está tratando de ayudar desde hace mucho. Pese a las advertencias y el peligro que aquello implicaba, la determinación se apoderó de ella. Está segura de que tendría que adentrarse a sitios oscuros y poco recomendables para hallar las respuestas que buscaba. La idea de sumergirse en ese mundo sombrío no era algo que recomendara a nadie, mucho menos a una dama como Gun Thawon.
Decidida, se levantó de la silla y agarró su bolso con determinación. Sin perder tiempo, salió del hotel en el cual se hospedaba solamente porque estaba cerca de la cárcel, y se adentró en las calles, sabiendo que está a punto de embarcarse en un camino peligroso y desconocido. El corazón latía con fuerza en su pecho mientras caminaba por las sombrías calles, consciente de que yacía dejando atrás la seguridad y comodidad. Empero, el deseo de obtener respuestas era más fuerte que cualquier temor que pudiera sentir. Después de realizar unas breves llamadas, finalmente logró llegar al lugar más sombrío de Nonthaburi, una ciudad de Tailandia. Bajó del taxi y comenzó a caminar con pasos temerosos, aferrando su costoso bolso cerca de su anatomía, atemorizada por la posibilidad de un posible asalto. Cada minuto que pasaba, su miedo parecía intensificarse, pero se recordó a sí misma que debía mantenerse firme y concentrada en su objetivo.
Luego de varios minutos de caminar por calles oscuras y desoladas, llegó al lugar indicado que había anotado en un papel, el cual ha obtenido más tarde de cortar esa misteriosa llamada. El sitio no era precisamente el mejor de todos, pero al menos ofrecía un techo y la promesa de calor y seguridad. Con manos temblorosas, golpeó la puerta un par de veces, esperando con ansias que la persona que buscaba saliera de allí. El sonido de sus golpes resonó en el silencio de la noche, creando una sensación de expectativa y tensión en el aire. El corazón latía acelerado en su pecho, mientras que esperaba, con la incertidumbre y el miedo acechando en su mente. Sabía que yacía adentrándose en un territorio desconocido y demasiado peligroso, pero estaba dispuesta a enfrentar cualquier cosa con tal de obtener las respuestas que buscaba.
La sorpresa de Gun Thawon alcanzó su pico cuando una mujer abrió la puerta. Su cabello rizado y desordenado le daba un aire salvaje, mientras que su ropa de ejercicio revelaba un estilo único y sofisticado. Llevaba un top gris que se destacaba bajo una campera negra, y unas calzas de ejercicio que completaban su atuendo. La elegancia de su vestimenta contrastaba fuertemente con el entorno aterrador en el que se encontraban, un lugar conocido como «El Callejón de las Sombras». Ella la recibió con una mirada severa, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y misterio. Gun quedó desconcertada al ver a una mujer tan elegante y aparentemente acaudalada viviendo en un lugar tan temible como ese callejón, un espacio plagado de adictos, asesinos y personas desesperadas por sobrevivir.
La aparente contradicción entre la apariencia de la mujer y su entorno era desconcertante. ¿Cómo podía una mujer tan refinada vivir en un sitio tan peligroso? Thawon no podía evitar preguntarse qué circunstancias han llevado a esta mujer a vivir en ese sitio tan sórdido . Y a pesar de su aparente desdén, hay algo en la mirada de la mayor que sugería que ella también está luchando por sobrevivir en este sombrío rincón de Nonthaburi. Pero era hora de dejar de lado todos los juicios que bullían en la mente de la periodista. Tenía que hablar antes de que la dueña de la casa decidiera cerrarle la puerta en la cara.
—¿Us...? ¿Usted es... la hacker?—preguntó Gun, tragando saliva con dificultad. Su tono de voz temblaba ligeramente, reflejando su nerviosismo y la tensión del momento.
Sabía que estaba a punto de cruzar un umbral del que no había vuelta atrás, y la incertidumbre la envolvía como una densa niebla. La mujer de piel blanca, salpicada de lunares, se cruzó de brazos, mirando a la periodista con una expresión desafiante y poco amigable que dejaba demasiado en claro que no está para bromas.
—¿Tú quién carajos eres?
—Gun Thawon. Ese es mi nombre, señorita—respondió de inmediato, con un ligero temblor en su voz delatando su miedo—. Y por lo que sé, usted es una hacker, y necesito de su ayuda, en serio. Le pagaré... Haré lo que usted desee.
La mujer de rulos sonrió de medio lado, como si estuviera divirtiéndose con la situación. Parecía haber percibido el miedo y la desesperación de la periodista que se encontraba frente a ella en plena noche.
—¿Qué te hace creer que no quiero dinero?—preguntó con una sonrisa astuta, dejando en claro que está dispuesta a negociar, sin embargo, que no iba a ser fácil de convencer.
—Su porte elegante me dice que dinero es lo menos que le hace falta.
La respuesta de Gun provocó una carcajada en la mujer, un sonido estridente que hizo que los vellos de la periodista se erizaran. No obstante, para Thawon, la risa fue una señal positiva. Debido a que la mayor abrió la puerta todavía más, invitándola a entrar a su hogar. Pero al cruzar el umbral, Gun se halló en un espacio cálido y acogedor que contrastaba fuertemente con el exterior sombrío y amenazante. Cuando la puerta se cerró detrás de ella, la mujer de cabello negro se dio cuenta de que nada era lo que parecía desde fuera. La casa, al igual que su dueña, escondía muchos secretos detrás de su fachada.
Gun bajó unos pocos escalones para encontrarse con un piso de madera elegante y pulido. Lo que más le sorprendió de la casa era su ambiente opaco, con luces tenues que apenas iluminaban el espacio. Aun así, los muebles que adornaban la casa eran ostentosos y evidentemente caros, una extraña contradicción en un lugar como este. Siguió a la dueña de la casa a través de un pasillo, aunque parecía más un laberinto que un simple corredor.
Se adentraron en un espacio que parecía sacado de una película de ciencia ficción, un centro de operaciones lleno de computadoras, luces azules y celestes neones, y una mesa llena de planos y esquemas. A pesar de la fascinación que sentía por el lugar, la periodista Gun Thawon decidió que era mejor no adentrarse demasiado en la vida privada de esa misteriosa mujer, una chica que ni siquiera sabía su identidad. Su objetivo no era descubrir los secretos de su anfitriona, sino obtener su ayuda para descubrir lo que Lee Felix estaba escondiendo. Con ese pensamiento en mente, se concentró en la tarea que tenía por delante, esperando que esta misteriosa mujer pudiera proporcionarle las respuestas que buscaba.
La mujer de rizos tomó asiento en una de sus sillas gamer, aparentemente tan cómodas como lujosas. Mientras se acomodaba, giró lentamente en su silla, con las manos unidas y apoyadas sobre su abdomen. La miraba con una sonrisa enigmática que parecía esconder un sinfín de secretos. La atmósfera del lugar se volvía cada vez más intrigante, y Gun no podía evitar sentir una mezcla de curiosidad y nerviosismo.
—¿Y en qué puedo ayudarte, Gun Thawon?—cuestionó la mujer de rizos, su voz suave y controlada, entretanto mantenía su mirada fija en la periodista.
—Antes que nada, me gustaría aclarar que jamás he hecho algo como esto—comenzó Gun, quitándose el bolso del hombro y colocándolo sobre sus muslos. Se dirigió hacia un sillón crema que estaba detrás de la dueña de la casa, quien le indicó con la mirada que podía sentarse—. Y que será la primera y última vez. ¿Está bien? Ahora sí, me gustaría saber lo que esconde una persona.
—Oh, alguien jugando a los detectives, ¿eh?—dijo la hacker, soltando una risa suave y llena de diversión, jugando con las rueditas de su silla.—No te preocupes, aquí en mi guarida todos tenemos nuestros secretos. ¿Quién es el afortunado que ha despertado tu curiosidad?
La periodista dudó un momento antes de responder. Sabía que mencionar ese nombre era arriesgado, ya que el «Caso Princesa» era bien conocido en Tailandia. Si mencionaba ese renombre, la hacker sabría inmediatamente en qué estaba metida la periodista. Sin embargo, no tenía otra opción. Su trabajo e investigación dependían de ello.
—Lee Felix...—manifestó, su habla apenas un susurro. El nombre resonó en la habitación, llenándola de una tensión palpable. Gun sabía que acababa de cruzar un punto de no retorno, y meramente podía esperar y ver qué sucedía a continuación.
La reacción de la hacker fue inmediata y reveladora. Sus cejas castañas se dispararon hacia arriba en una expresión de sorpresa visible al escuchar el nombre. Una sonrisa astuta se extendió por su rostro, como si acabara de descubrir un secreto delicioso. Su risa llenó la habitación, un sonido que parecía mezclar sorpresa y diversión.
—Vaya, vaya, Gun Thawon—dijo, jugueteando con un mechón de su cabello rizado mientras se reclinaba en su silla—. No esperaba que fueras tras un pez grande. Esto sí que es interesante.—su mirada evaluaba a Gun, como si estuviera viendo a la periodista bajo una nueva luz. Parecía estar disfrutando del giro inesperado de los acontecimientos, y su risa sugería que estaba emocionada por el desafío que se avecinaba.—Nunca pensé que tendría la oportunidad de hurgar en los secretos del desgraciado de Lee Felix. Esto va a ser muy divertido.
Inmediatamente, la hacker se giró en su silla y comenzó a teclear frenéticamente en sus numerosas computadoras. En las pantallas comenzaron a aparecer una gran cantidad de imágenes de un joven rubio. Había fotos de su cafetería, de sus amigos, de su familia, e incluso de aquel día cuando los detectives se lo llevaron a la estación. También aparecieron imágenes de él con su antigua pareja, la princesa Mintara Yontararak. Gun observó las imágenes, sintiendo una mezcla de asombro y aprensión. Luego, dirigió su atención a la hacker y cuestionó:
—Veo que no te agrada mucho, ¿no?—señaló, refiriéndose al adjetivo que la hacker ha usado para describir al pecoso adulto. La pregunta quedó suspendida en el aire, creando una tensión palpable en la habitación.
La hacker se detuvo un momento, su expresión se volvió pensativa mientras consideraba la pregunta de Gun. Luego, con una sonrisa enigmática, respondió.
—Digamos que Felix es... complicado. No todo es lo que parece con él. Y a veces, las personas más encantadoras pueden guardar los secretos más oscuros.—manifestó con una media mueca en sus labios rosados, siguiendo con su labor.—¿No piensas lo mismo, Gun Thawon?
Ella se quedó pensativa por un momento, reflexionando sobre las palabras de la hacker.
—Comparto tu perspectiva, y es precisamente por eso que me encuentro aquí—respondió Gun, su voz cargada de determinación—. Estoy decidida a desentrañar esos oscuros secretos que Felix se esfuerza por ocultar. Es más, estoy intrigada por su rara reacción cuando se menciona el secuestro de su exnovia, y por supuesto, el nombre de Kim Seungmin. Todo esto me hace sospechar que hay más en esta historia de lo que se ve a simple vista.
La hacker soltó una risa nasal, un sonido que parecía mezclar diversión y desafío. Luego, se sumergió en un silencio concentrado, sus dedos tecleando rápidamente mientras buscaba en los rincones más oscuros de la vida de Felix. Mientras tanto, Gun observaba la pantalla, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Las imágenes que aparecían se volvían cada vez más turbias y perturbadoras, cada una revelando un aspecto desconocido de la vida de Lee Felix. Con cada nueva imagen, Thawon se daba cuenta de que estaba adentrándose en un mundo que era más oscuro y complejo de lo que jamás había imaginado. Sin embargo, en ese momento, la mujer de rizos sugirió con sutileza que la periodista se tomara un respiro.
La presencia constante de la pelinegra parecía estar perturbando su concentración.
Con un tono tranquilo pero firme, propuso que Gun se dirigiera a la cocina para preparar un poco de té de jazmín, una bebida tradicional tailandesa conocida por su aroma calmante y su sabor delicado. Ella asintió en silencio, comprendiendo la indirecta. Se levantó de su silla y se dirigió a la cocina, agradecida por la oportunidad de alejarse un poco de las imágenes perturbadoras que están apareciendo en las pantallas. Mientras preparaba el té, intentó enfocar su mente en la tarea en cuestión, permitiendo que el aroma suave y floral del té de jazmín la ayudara a calmarse y a centrar sus pensamientos. Simplemente que a medida que avanzaba la noche, Gun no podía evitar sentir que las cosas se volvían cada vez más extrañas. Su mente divagaba hacia el día siguiente, que era el día de visitas en la prisión. Planeaba reunirse con el recluso Kim Seungmin y contarle que, de alguna manera, tenía razón. Felix ha reaccionado de manera bastante desagradable cuando escuchó su nombre.
Finalmente, cuando el té estuvo listo, la periodista Gun Thawon tomó las tazas humeantes y se dirigió de nuevo a la sala en donde la hacker yacía trabajando exhaustivamente. El aroma del té de jazmín llenaba el aire, aportando un toque de calma a la tensa atmósfera. Así que con cada paso que daba, se sentía más decidida a descubrir la verdad, sin importar lo desconcertante que pudiera ser. Ella entregó cuidadosamente la taza de té a la hacker, manteniendo una distancia prudente. Bebió su propio té con pequeños sorbos, sus pasos marcados por una inquietud palpable. Empero, media hora después, la mayor se levantó de su silla y se dirigió a una esquina de la sala, terminando su té, que ya estaba frío. En esa esquina, la hacker comenzó a imprimir algunos documentos. El sonido de la impresora captó la atención de Gun, que observaba con creciente curiosidad. Miraba las fotografías con una creciente sensación de desconcierto, ya que no lograba entender lo que estaba viendo, ni cómo se relacionaba con su investigación. Fue entonces cuando la mujer de rizos, de luceros marrones deslumbrantes, rompió el silencio.
—Primero tienes que ver esto, Gun Thawon.—demandó, su tono de voz llena de seriedad. En sus palabras hay un tono de importancia que hizo que Gun se sintiera aún más alerta. Sabía que lo que está a punto de ver podría ser un punto de inflexión en su investigación.
Gun observó con el ceño fruncido mientras la hacker, ahora con su pelo rebelde controlado por una bandana roja, volvía a su asiento y le indicaba que se acercara. Con una mezcla de cautela y curiosidad, la periodista se acercó y se unió a la mayor, sus ojos se posaron en las numerosas pantallas que se alzaban frente a ellas. Lo que vio en las pantallas la dejó sin aliento. Eran vídeos de cámaras de seguridad de las calles, cada pantalla mostraba una escena diferente, un ángulo diferente, un momento diferente. Cuando la hacker hizo clic para iniciar uno de los videos, Gun Thawon sintió un escalofrío recorriendo su columna vertebral. Sabía que estaba a punto de adentrarse en un territorio desconocido, y que lo que está a punto de ver podría cambiar su vida de formas que aún no podía imaginar.
Porque a medida que el video comenzó a reproducirse, Gun tuvo la inquietante sensación de que había caído en una trampa cuidadosamente preparada. Sin darse cuenta, se adentró en la boca del lobo, y ahora mismo yacía exactamente donde él quería que estuviera. La repentina comprensión de que estaba siendo manipulada la llenó de un temor profundo, pero también de una determinación renovada.
Cuando Gun terminó de ver todo lo que la hacker le había mostrado, la ira y la incredulidad la inundaron. Sus faroles estaban bien abiertos, y las primeras lágrimas amenazaban con derramarse. Pasó saliva con dificultad, tratando de procesar todo lo que acababa de observar y aprender. Fue entonces cuando la mayor se levantó de su silla, un pendrive en la mano. Su expresión era seria, casi idéntica a la mirada que tenía cuando le abrió la puerta de su casa por primera vez. Thawon tomó el pendrive con manos temblorosas, sin saber qué decir.
—No me debes nada—dijo la hacker, su voz firme y segura—. Creeme, estamos a mano, periodista Gun Thawon.
La menor de las dos parpadeó con sorpresa al escuchar cómo la hacker la llamaba. Nunca le había dicho a qué se dedicaba, y sin embargo, la hacker parecía saberlo de algún modo. Aquello solo añadió otra capa de misterio a la ya desconcertante situación en la que se encontraba. Pero en el fondo, la pelinegra supuso que era natural que la hacker lo supiera. Después de todo, su trabajo consistía en desentrañar los secretos más profundos de las personas. No obstante, la sorpresa la llevó a expresar su asombro en voz alta.
—¿Cómo sabes que...?—empezó a preguntar, solo que la hacker la interrumpió antes de que pudiera terminar la frase.
—Dile que Megan le manda saludos.
Notificó la hacker, con un tono que no admitía réplicas. Y antes de que Thawon pudiera procesar sus palabras, la mujer de rizos la guió hacia la puerta y la cerró con un golpe suave pero firme. Gun se quedó de pie en la acera, frente a la puerta de la casa de la hacker, con el pendrive aún caliente en su mano y un torrente de preguntas inundando su mente.
La confusión y la incredulidad la invadieron, mientras intentaba procesar todo lo que acababa de suceder. La noche ha caído por completo, y las luces de la ciudad parpadeaban a su alrededor, aun cuando, ese callejón no era la mejor amiga de nadie. Sencillamente que la mente de la periodista yacía en otra parte, perdida en un laberinto de secretos y mentiras. Ahora tenía más preguntas que respuestas, y sabía que tenía por delante un largo y tortuoso camino para descubrir la verdad. Pero se encontraba demasiado segura de quién era esa persona que solucionaría todas sus dudas y no perdió el tiempo.
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