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✦ xii. even when?

Maratón 1/3

Seo se encontraba en el corazón de la majestuosidad real, sentado en uno de los sofisticados sillones de cuero blanco que adornaban la opulenta sala de estar de la mansión de la familia real tailandesa. La exquisita decoración de la sala, salpicada de artefactos de valor incalculable y muebles de diseño, parecía desvanecerse ante la tensión palpable que llenaba el aire.Los monarcas, con sus semblantes marcados por la ira y la frustración, están sentados al otro lado de la sala. Sus rostros reflejaban claramente su disgusto por las especulaciones sin fundamento que circulaban en los medios de comunicación sobre su hija menor.  

La ira real era un espectáculo intimidante, pero el Detective Seo Changbin se mantuvo imperturbable, su atención estaba en otro lugar.Entre las figuras regias, una destacaba. Nicha, la primogénita de los reyes y la futura heredera al trono, parecía un retrato de la desolación. A diferencia de la ira de sus padres, su cara yacía marcada por una tristeza profunda y una culpabilidad que parecía consumirla. Sus ojos, normalmente llenos de vida y determinación, estaban nublados por la preocupación, y su postura, que solía ser una imagen de elegancia y confianza, parecía encorvada, como si llevase el peso del mundo sobre sus hombros.Seo no pudo evitar notar la desesperación que emanaba de la princesa. En el entorno de opulencia y lujo que la rodeaba, la angustia de Nicha Yontararak era un contraste doloroso, un recordatorio de la gravedad de la situación a la que se enfrentaban.

—¡Es inaceptable!—exclamó el rey Chakrii, su voz retumbando en la sala. Su rostro estaba tenso, sus luceros centelleaban con una furia apenas contenida.—No podemos permitir que estos rumores infundados sigan circulando.

—Estoy de acuerdo—intervino la reina Jaidee, su tono igualmente severo. Aunque su voz era más suave, la dureza en sus fanales reflejaba la misma ira que la de su esposo.—Nuestra hija está sufriendo, y todo lo que estos periodistas pueden hacer es difamarla.

—Debemos actuar—insistió el rey, su puño golpeando la mesa con tal fuerza que los objetos de cristal que la adornaban vibraron—. No permitiremos que nuestra familia sea arrastrada por el fango de esta manera. Ese video amenaza con desmoronar todo el legado que hemos construido, Seo Changbin. ¡Es tu deber resolverlo!

El Detective Seo asintió, llevando inconscientemente su mano a su nariz en un gesto de ansiedad. Yacía en un aprieto, buscando la manera de explicar al rey Chakrii que no tenía el control absoluto sobre los hackers. Estaban en una batalla de ingenio con un adversario extremadamente astuto, y eso era algo que no podía garantizar superar. Pero de repente, una risa suave y nasal resonó en la opulenta sala de estar de la mansión de los reyes de Tailandia. Provenía de la primogénita de los reyes, Nicha. La risa, aunque muy leve, está cargada de resentimiento y desdén, revelando su creciente irritación hacia sus padres.

—¿Y qué pasa con Mintara?—Nicha rompió el silencio, su voz resonó en la sala, cargada de desesperación y resentimiento.—Todo lo que escucho es sobre la reputación de la familia, ¿qué pasa con ella? ¿Acaso no importa?

Un silencio incómodo llenó la sala. Los reyes notaron la angustia en los ojos de su hija mayor, sencillamente se mantuvieron firmes, decididos a no mostrar ninguna vulnerabilidad frente al detective a cargo del caso de su pequeña niña.

—Nicha.—advirtió el rey, su tono autoritario.

Empero, la princesa no se dejó amedrentar por la advertencia de su padre. En lugar de eso, continuó, sus palabras llenas de amargura y resentimiento, golpeando el corazón de la conversación como un martillo.

—Ella es nuestra familia, es mi hermana... y está sufriendo. Y todo lo que ustedes pueden pensar es en cómo esto afectará nuestra imagen. ¿No les importa lo que le está pasando a Mintara? ¿No les importa que esté en peligro? Todo lo que les importa es la corona y cómo se ve frente al mundo. ¡Eso es lo que realmente les importa!

—¡Basta, Nicha!—el rey levantó la voz, su tono era severo y autoritario.—No toleraré que hables así. Nosotros también estamos preocupados por Mintara, pero debes entender que nuestra posición nos obliga a considerar todas las implicaciones.

—No es solo la corona lo que está en juego, Nicha.—la reina asintió con firmeza, apoyando las palabras de su esposo.—Nuestra familia representa a toda la nación. Si nuestra reputación se mancha, afectará a todo el país. Eso no significa que no nos importe tu hermana. Estamos haciendo todo lo posible para encontrarla. No te atrevas a cuestionar nuestro amor por ella.

—¿Preocupados por Mintara?—la princesa replicó, su voz temblaba de ira y frustración. —No he visto ninguna señal de eso. No los he visto colgando carteles o buscándola en las calles. Ustedes simplemente se sientan aquí en esta mansión, escondidos detrás de sus títulos y su riqueza.—sus palabras resonaron en la sala, su acusación era una cruda verdad que no podían ignorar.—No les he visto hacer nada que demuestre que les importa. Todo lo que veo es a dos monarcas preocupados por su imagen, no por su hija.

—Escúcham...—el rey se levantó del sillón, pero ella lo calló.

—Los únicos que han hecho algo son los detectives—continuó, señalando a Seo con un gesto de su mano—. Ellos han estado trabajando día y noche para encontrar a Mintara, mientras que ustedes simplemente se sientan aquí en su torre de marfil.—su mirada se volvió hacia Seo, su expresión era de simpatía y gratitud.—Y aún así, se atreven a quejarse con el Detective Seo, como si él tuviera la culpa de todo esto. ¿No pueden ver que está haciendo todo lo posible? ¿No pueden ver que él es el único que realmente está luchando por mi hermana?

—¡Eso es suficiente!—el rey estalló, su voz resonó con autoridad en la sala.—Tus palabras son imprudentes e irrespetuosas. No comprendes las responsabilidades que recaen sobre nosotros.—su mirada era dura, su tono inflexible.—Nuestra familia es la cara de esta nación. Si nuestra reputación se mancha, afectará a todo el país. Esa es nuestra preocupación principal. No es solo por nosotros, es por el bienestar de toda la nación.

—Nicha, escucha a tu padre y siéntate—intervino la reina—. Debes comportarte con la dignidad y la compostura de la futura reina que serás. No permitas que tus emociones te dominen de esta manera.

—No toleraré que cuestiones nuestras prioridades—pero el rey siguió, sin quitarle la mirada de encima a su hija—. Estamos en una posición de liderazgo y debemos pensar en el bienestar de todos, no solamente en el de nuestra familia.

—¿El bienestar de la nación?—Nicha replicó, su voz llena de incredulidad y rabia.—¿Qué tiene que ver el bienestar de la nación con un video de mi hermana siendo amenazada y humillada de esa manera? ¿Cómo puede afectar eso a la nación?—sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero su voz era firme.—Estamos hablando de Mintara, mi hermana menor, su hija. Ella está en peligro, y todo lo que les preocupa es cómo este incidente puede manchar su reputación y afectar a la nación. ¿No pueden ver que ella es más importante que cualquier reputación o imagen pública?

—Como monarcas, debemos considerar el bienestar de la nación en cada decisión que tomamos—respondió el rey, su tono era severo, pero hay una nota de paciencia en su voz—. Aunque te parezca cruel, el video de tu hermana puede tener implicaciones para todo el país.—hizo una pausa, mirando a su hija con una expresión de pesar.—No estamos ignorando el peligro que enfrenta Mintara. Estamos haciendo todo lo que podemos para encontrarla. Pero también debemos pensar en las consecuencias a largo plazo. La reputación de nuestra familia, y por ende, la imagen de la nación, está en juego. Eso no significa que no nos importe tu hermana. Todo lo contrario. Estamos tratando de protegerla, de proteger a todos nosotros.

—¿Y eso cómo la protege?

—Proteger nuestra reputación también es una forma de proteger a Mintara—respondió el rey Chakrii—. Si nuestra imagen se mancha, se debilita nuestra posición y nuestra capacidad para actuar. En este momento, necesitamos toda la influencia y el poder que podamos reunir para encontrar a tu hermana y traerla de vuelta a salvo.

—Nuestro estatus nos da acceso a recursos y ayuda que de otro modo no tendríamos.—la reina asintió, apoyando las palabras de su esposo con un apretón de manos.—Si perdemos eso, se reducirán nuestras posibilidades de encontrar a Mintara. Así que sí, proteger nuestra reputación es también una forma de proteger a tu hermana.

La princesa se quedó en silencio, sin palabras ante la respuesta de sus padres. Sus ojos se movieron lentamente hacia el Detective Seo, quien había estado en silencio, observando la tensa discusión familiar. Después de un momento, se dirigió a él, su tono de voz era suave pero decidida.

—¿Por qué no intentamos cooperar con ellos?—propuso nerviosa, jugando con sus anillos, sugiriendo un nuevo enfoque que tal vez podría ayudar a resolver la situación.

—La cooperación es una opción—respondió el detective, su tono era medido y calmado—. Pero debemos tener en cuenta que el secuestrador ha pedido específicamente «La Rosa del Norte». Y eso complica la situación.

—Esa joya es un tesoro nacional, no puede salir del templo bajo ninguna circunstancia.—ante la mención de la preciada joya, el rey frunció el ceño, claramente preocupado y declaró con firmeza.—Es un símbolo de nuestra historia y nuestra identidad como nación. No podemos entregarlo, incluso en estas circunstancias.

—Entendemos sus preocupaciones, Majestad—respondió Seo, asintiendo con respeto—. Pero creo que sería mejor que regrese a la estación de policía ahora. Necesito manejar la situación con los periodistas y asegurarme de que no se desborde la información.

—Un momento, Changbin—interrumpió la reina, su mirada se posó en la lujosa alfombra de la sala de estar—. ¿Tienes algún sospechoso en mente? ¿Alguien de quien sospeches que pueda tener a Mintara? Quizás...

—Sí, tenemos a dos posibles sospechosos.—contestó el detective, luego de pensarlo por unos segundos. Su expresión era seria.—Pero sus coartadas son sólidas.

—Entonces, ¿no tienen nada concreto?—preguntó el rey, su tono era de frustración.

—Lo siento, Majestad—el Detective Seo se disculpó, su tono de voz llena de pesar—. Sin embargo, le aseguro que estamos haciendo todo lo posible para resolver este caso.

Seo Changbin estaba consciente de que desvelar los nombres de los posibles sospechosos podría ser contraproducente. Las implicaciones de tal revelación podrían entorpecer la investigación y poner en peligro la vida de Mintara Yontararak. Por lo tanto, decidió mantener el anonimato de los sospechosos y profundizar en la investigación por su propia cuenta. Estaba a punto de abandonar la mansión, cuando sintió un tirón insistente en su brazo derecho. Sorprendido, volteó y encontró a la princesa Nicha aferrándose a él. La heredera al trono de Tailandia, normalmente tan compuesta, parecía agitada. Sus ojos, normalmente llenos de una serenidad regia, ahora reflejaban una mezcla de preocupación y determinación. Su agarre era firme, demostrando que no tenía intención de dejarlo ir tan fácilmente.

—Por favor, detective...—la voz de Nicha era apenas un susurro, pero su súplica resonó en la sala.—Encuentra a Mintara. Por favor, trae a mi hermana menor de vuelta a casa... Mintara es mi fuerza, mi luz en la oscuridad. Ella es la que hace que todo sea más fácil para mí. Sin ella, todo se siente... vacío. Por favor, tráela de vuelta.

—Lo entiendo, princesa. Haré todo lo que esté a mi alcance para encontrar a la princesa Mintara y traerla de vuelta a casa. Te lo prometo.

Con una mirada penetrante y llena de determinación, el Detective Seo Changbin aseguró a la princesa Nicha que cumpliría su promesa. Su mirada se mantuvo firme, transmitiendo un mensaje claro: no descansaría hasta que Mintara estuviera de vuelta en casa, sana y salva. Después de este compromiso, se retiró con dignidad de la sala, dejando atrás la tensa atmósfera de la mansión real.

Y se dirigió de vuelta a la estación de policía, su mente ya trabajando en posibles estrategias y enfoques para la difícil tarea que tenía por delante. Al llegar a la estación, para su suerte, se halló con un panorama de caos controlado. Su colega, Han Jisung, está en medio de un enjambre de periodistas y cámaras. A pesar de la presión, el Detective Han se mantenía firme, su tono de voz resonaba con autoridad, mientras que daba un discurso, intentando mantener a raya a la prensa y controlar la narrativa en torno al secuestro de la princesa Mintara Yontararak.

«Quiero transmitir un mensaje de solidaridad a la familia real y al público en general. Entendemos la angustia que están experimentando en este momento y queremos asegurarles que estamos dedicando todos nuestros recursos y esfuerzos para resolver este caso.

Les pedimos paciencia y colaboración mientras trabajamos diligentemente para traer a Mintara de regreso a su hogar. Su seguridad es nuestra máxima prioridad y haremos todo lo posible para lograr un desenlace positivo.»

Minnie entró a la sala con una expresión de profundo disgusto en su rostro. Sus pasos eran arrastrados y cansados, reflejando el agotamiento físico y emocional que la ha consumido. Por lo tanto, con un suspiro de frustración, depositó las llaves sobre la pequeña mesa de la construcción, a donde la princesa Mintara estaba cautiva. El sonido metálico de las llaves resonó en la pequeña sala, un eco de la tensión y la opresión que se sentía en el aire.

—Apaga esa mierda, ¿quieres?

Minnie se acercó a la pantalla que emitía el video que uno de sus amigos dirigió a la estación de policía y también la entrevista de uno de los detectives a cargo del «Caso Princesa», su mirada llena de desprecio y rabia por las palabras que decia el hombre. Sin dudarlo, apagó el dispositivo con un brusco gesto, como si quisiera borrar la imagen perturbadora de la mente de todos los presentes.

El silencio se hizo aún más palpable en la sala, solo es interrumpido por el eco de los pasos del jefe de toda esa operación, mientras que se alejaba de la mesa. Era evidente que la situación está tomando un gran peso sobre él, y su actitud reflejaba la carga emocional que llevaba consigo. Chris se mantuvo en silencio, su expresión seria y pensativa, desde el momento en que su amigo regresó. Observaba con atención cómo las reglas y el plan que él mismo estableció desde el principio comenzaban a desmoronarse. Esta situación lo molestaba profundamente, ya que sabía que debía asumir el papel del antagonista en esta historia, pero cada vez le desagradaba más. En su interior, luchaba con sentimientos encontrados.

Por un lado, entendía muy bien la importancia de mantenerse fiel al plan y seguir las reglas establecidas, pero por otro lado, comenzaba a cuestionar si ese camino era el correcto. Sentía una creciente incomodidad al darse cuenta de que ser el «malo» ya no le agradaba en lo absoluto. Aunque prefería mantenerse en silencio, su mente yace llena de dudas y conflictos internos. Porque él sabía que debía tomar una decisión, sin embargo, aún no estaba seguro de cuál sería la mejor opción.

—¿Qué es lo que piensas, Chris?—preguntó Minnie, girándose para enfrentar a su amigo, notando su expresión seria.—Te conozco muy bien, sé cuando algo te está preocupando.—añadió, cruzando los brazos en señal de expectativa.

El mayor suspiró profundamente ante la pregunta directa de Minnie. Sabía que su amigo lo conocía lo suficientemente bien como para leer sus pensamientos incluso cuando él prefería guardar silencio. Con el rostro serio, se enfrentó a su amigo más cercano mientras cruzaba los brazos.

—Nunca entregarán la joya, Minnie... Han pasado más de dos semanas desde que tenemos a su hija y aún no cedieron—dijo con una mezcla de frustración y preocupación en su voz—. En este punto, siento lástima por Mintara. Ella no merece estar atrapada en esta situación.

Chris se pasó la mano por el rostro, mostrando su angustia interna. Sabía que debía seguir adelante con el plan, pero cada vez le resultaba más difícil justificar su papel en el sufrimiento de Mintara. Una sensación de remordimiento comenzaba a pesarle en el corazón, cuestionando si el camino que han elegido era realmente el correcto. Unos pasos resonaron lentamente en la sala, ambos hombres se volvieron hacia la fuente del sonido y vieron a uno de los chicos que participaban en el plan de secuestrar a la princesa. Era el más joven, jugando despreocupadamente con una pera. La lanzaba al aire y la atrapaba hábilmente con la palma de su mano, como si estuviera jugando con una pelota de tenis.

El chico se acercó a Chris y Minnie, su rostro reflejaba una mezcla de intriga y curiosidad. Con una mirada decidida, habló en apoyo a Chris.

—Estoy de acuerdo con hyung—dijo, refiriéndose a Chris como su hermano mayor—. También he estado pensando en las consecuencias de nuestras acciones. No podemos ignorar el sufrimiento que estamos causando a Mintara y a su familia. Tal vez deberíamos reconsiderar nuestra estrategia y buscar una alternativa menos perjudicial. En lugar de exigir la joya, podríamos pedir un rescate en forma de dinero. De esa manera, podríamos obtener lo que necesitamos sin poner en riesgo la vida de Mintara y sin dañar la reputación de la familia real.

Chris y Minnie intercambiaron miradas, sorprendidos por la perspicacia y la madurez de las palabras del chico. Era evidente que todos estaban comenzando a cuestionar el camino que habían elegido y están abiertos a explorar otras opciones menos drásticas y más seguras. No obstante, para mala suerte de ambos hombres, Minnie no se encontraba de acuerdo con esa sugerencia. Su deseo de obtener «La Rosa del Norte» era inquebrantable y está dispuesto a hacer lo que fuera necesario para conseguirla.

Lo dejó en claro a sus amigos con determinación en su tono de voz.

—Lo siento, pero no puedo aceptar esa idea—demandó Minnie, su tono firme y decidido—. Esa joya es nuestro objetivo principal y no puedo conformarme con un simple rescate en efectivo. No descansaré hasta que tengamos «La Rosa del Norte» en nuestras manos. Debemos seguir adelante con el plan original y asegurarnos de obtener lo que deseamos.

Chris y el resto de los chicos, quienes habían llegado poco después de que comenzara la conversación con el jefe a cargo del plan, intercambiaron miradas incómodas. Eran conscientes de la obstinación de Minnie y sabían que persuadirlo para que cambiara de opinión sería una tarea difícil. Cada uno de ellos tenía sus propias dudas y preocupaciones, y estaban en una encrucijada.

La sala quedó sumida en un silencio tenso mientras todos reflexionaban sobre las palabras de Minnie. Sabían que seguir adelante con el plan original implicaba riesgos y consecuencias graves, pero también comprendían la importancia que él le daba a obtener «La Rosa del Norte». Ahora, debían tomar una decisión crucial: continuar con el curso de acción establecido o buscar un camino diferente que se alineara con sus propias convicciones y valores. Las miradas de los chicos se entrelazaron, transmitiéndose mutuamente su incertidumbre y la necesidad de una solución que no comprometiera la integridad de Mintara ni su propia ética. La decisión está en sus manos y el peso de la responsabilidad se hacía cada vez más evidente.

—¿Y? ¿Seguiremos con el plan original o se bajan?—cuestionó Minnie, impaciente por tomar una decisión mientras se preparaba para abandonar la sala y visitar a la princesa.

Él se cruzó los brazos y miró fijamente a los demás, esperando una respuesta clara. La tensión en la sala era palpable mientras todos se miraban entre sí, buscando alguna señal o indicio de lo que debían hacer. Chris, por su parte, desvió la mirada hacia sus piernas, sumido en sus pensamientos.

Porque en ese momento, la imagen de Megan, su hermana mayor, se coló en su mente. Recordó los momentos felices que han compartido juntos y cómo poco a poco se estaban distanciando debido a las circunstancias en las que se encontraban. Chris sabía que el tiempo se agotaba y que cada día que pasaba sin la joya era un día más que se alejaba de la posibilidad de salvar a su hermana. La frustración y la impotencia se apoderaron de Chris, y finalmente alzó la voz para hacerse escuchar.

—¿Hasta cuándo...?—murmuró, su voz cargada de dolor y desesperación.

Minnie frunció el ceño, sin escuchar claramente lo que Chris había dicho.

—No te escucho, Chris.

El mayor levantó la mirada, sus luceros cristalizados reflejando su tormento interno. Sintió la necesidad de expresar sus sentimientos y preocupaciones de manera contundente.

—Dije: ¿Hasta cuándo?—su voz resonando en la sala a punto de derrumbarse.—¿Hasta cuándo esperaremos a que ellos entreguen la joya? Megan no tiene tiempo, Minnie. La vida de mi hermana no puede depender de unos monarcas egoístas que ni siquiera piensan en su propia hija, y mucho menos lo harán con mi hermana. Necesitamos actuar, tomar el control de la situación y asegurarnos de proteger a los que amamos. No podemos seguir esperando.

Él escuchó atentamente las palabras desesperadas de Chris, su voz resonando en la sala con una carga emocional abrumadora. Empero, en lugar de mostrar compasión y retractarse de su plan original, su expresión se endureció y su voz se volvió severa.

—Entiendo tu preocupación por Megan, pero no podemos permitir que nuestra desesperación nos lleve por el camino equivocado. No podemos actuar de forma irresponsable y poner en peligro a todos los involucrados.—comentó, acercándose a su amigo y poner una mano en su hombro.—Hay otras formas de resolver esto sin comprometer nuestros principios. Debemos mantener la calma y encontrar una solución inteligente y segura.

Los demás chicos en la sala se quedaron en silencio, sorprendidos por la reacción contundente de Minnie. Era evidente que estaba dispuesto a mantener el control de la situación y asegurarse de que tomaran decisiones racionales y éticas. Minnie miró fijamente a Chris, su mirada transmitiendo una mezcla de determinación y advertencia.

—Pero...

—No permitiré que nuestras emociones nublen nuestro juicio, Chris—interrumpió de inmediato, agachándose para ponerse a la altura de su amigo—. Comprendo tu preocupación por Megan, pero debemos mantener la cabeza fría y pensar con claridad. Nuestro objetivo es proteger a tu hermana y a nosotros mismos, y eso significa encontrar la mejor manera de lograrlo sin arriesgar a nadie más. Ahora más que nunca, necesitamos actuar con cautela y estrategia.—Minnie se levantó lentamente del suelo, su mirada firme y decidida.—Además, debes recordar que comenzamos todo esto por tu hermana.

El líder del grupo pronunció sus últimas palabras, obteniendo una afirmación unánime del resto del equipo. Sus compañeros dejaron en claro que estaban de su lado y dispuestos a hacer lo que fuera necesario para obtener la joya lo más rápido posible. Chris, sin embargo, comenzó a dudar de la cordura de su amigo. Sabía que era improbable que les entregaran la joya, pero Minnie parecía estar decidido a no perder. A pesar de sus dudas, Chris siguió a Minnie con la mirada, mientras se dirigía a las escaleras. Observó a su amigo con una mezcla de incredulidad y preocupación, consciente de que Minnie era consciente de sus pensamientos.

No obstante, el menor está decidido a dejar en claro que no se daría por vencido. Con esa determinación en mente, Minnie siguió en su búsqueda de la princesa. Pese a las reservas de Chris, sabía que debía apoyar a su amigo y encontrar una manera de enfrentar los desafíos que les esperaban.

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