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✦ vi. evidence, lee

Pasó saliva, sentía que sus manos sudaban más de la cuenta en este lunes por la noche.

¿Por qué será? Tal vez, ¿por qué se encontraba en una sala de interrogatorio de la policía? Puede ser una de las muchas razones de sus nervios. Sabía que aquellos investigadores se hallan detrás del espejo, pero no tenía por qué preocuparse, él no sabía nada, no la conocía. ¿Verdad, Felix? La puerta es abierta de repente donde se puede ver al detective principal del Caso Princesa. Se notaba exhausto, molesto y estresado porque pasó una semana desde que la princesa Mintara Yontararak no yace en su hogar con sus seres queridos, la última pista que les llegó a las manos va en dirección al chico de melena castaña oscura que está sentado en esas sillas grises que se romperían en cualquier momento.

—Vayamos al punto, no me hagas perder mi tiempo.—vociferó el detective, dejando caer una carpeta café en la mesa. Tomó asiento enfrente de su sospecho principal. Si era por él lo arrestaba ahí mismo después de haber ido a visitarlo a su casa y haya encontrado la única prueba de que tenía conexión con la mujercita desaparecida, pero como Lee Felix tenía contactos era imposible meterlo preso.—¿Dónde la tienes, Lee?

—Ya le dije que no la conozco.

—Ya sabemos que eso es mentira. ¿Dónde está?—el Detective Changbin se levanta de la silla, caminando por toda la sala de interrogatorios.—Ustedes salían. Aún no comprendo por qué nos mentiste.

—En ser...

—Tenemos las pruebas.—Changbin le lanza la carpeta frente a Felix, dejando que se puedan ver las capturas de pantalla de su móvil. Claramente, se veía que era el número de Mintara. Felix empezó a ponerse más nervioso que antes.—Así que no nos mientas. Te daré una oportunidad más.

El detective mencionó, apoyando una de sus manos en la mesa para estar más cerca del universitario de ojos inquietos. Si el chico de cabello castaño pensaba mejor, podría cooperar con la policía y no tendría que pasar esta noche tras las rejas.

—Yo no fui. En serio.

Changbin revoleó los ojos, alejándose del cuerpo del menor. La puerta se abrió de nuevo y el segundo detective a cargo apareció.

Han cerró la puerta detrás de él y se apoyó en ella, prestando atención a la conversación que estaban teniendo. O mejor dicho, intervino en el interrogatorio para evitar que su compañero perdiera los estribos. Era bien sabido que el Detective Seo Changbin no ha tenido mucha paciencia últimamente. En su afán de resolver los casos lo más rápido posible, a menudo optaba por el camino más fácil, una estrategia que en esta situación no era viable. Jisung movió su cabeza, indicándole a Changbin que le permitiera hablar y que se tomara unos minutos para calmarse.

—Ya que estamos solos...

—De verdad, Detective Han. Yo no tuve nada que ver con su desaparición.—Felix se acercó a la mesa, donde el detective tomó asiento con dos cafés. Una para él y el otro para el muchacho preocupado.

—Está bien, te creo.

—¿Qué? ¿En serio?—sus fanales se iluminaron.

—Sí, pero también soy consciente de que nos mentiste. No puedes mentirles a las pruebas, Lee Felix. Así que esta es tu oportunidad de decirme la verdad. ¿Qué tipo de relación tenías con la Princesa Mintara?—preguntó, bebiendo de su café.

El sospechoso se recostó en el respaldo de la silla, su mirada fija en algún punto de la mesa sucia, o al menos eso es lo que la mayoría de las personas que entraban allí pensaban. Está profundamente preocupado por las palabras que pudieran salir de su boca. Aunque estaba completamente seguro de que no tenía nada que ver con el secuestro de la mujer que amaba, sabía que podría meterse en problemas si la familia de la desaparecida descubría que han mantenido una relación en secreto. No quería tener problemas con nadie, y mucho menos con esa familia, conocida por su gran importancia e influencia.

—Manteníamos una relación a escondidas.

—Muy bien,—musitó apenas despegó sus labios del café que dejó a un costado.—estamos dando un paso muy importante, Felix. Cuéntame todo lo que sepas al respecto de la noche en que ella desapareció.

—Nos íbamos a ver...—detuvo su voz al minuto en que la puerta se vuelve a abrir. Changbin ingresó con un semblante neutro, elevando una ceja a la par en que notó las miradas que le han dedicado.

—Vete, por favor, Changbin.

—¿Es una broma?

—Solo vete.

El mayor bufó, saliendo del salón de interrogatorios. Dejando que ellos vuelvan a mantener una charla, aun cuando, en la mirada del menor se podía observar los nervios que lo que carcomían por dentro.

—Nos íbamos a ver esa misma noche. En la universidad, no éramos tan amigos y hubiera sido extraño que apareciera en la fiesta. Así que sugirió que nos encontráramos un momento en nuestro lugar habitual. No dudé en aceptar, la amaba demasiado, jamás sería capaz de hacerle daño, Detective.—en su tono se notaba la sinceridad.—Llegué tarde porque tuve problemas en el camino y cuando llegué a la estación, no había nadie. Pensé que se enfadó conmigo y había vuelto a la fiesta, pero pasaban las horas y ella no me enviaba ningún mensaje.

—¿Qué problemas tuviste?

Felix bajó la mirada, avergonzado de lo que le tenía que comentar al oficial.

—Me olvidé el regalo en mi casa. Me peleé con mis padres porque se habían enterado de mi relación con la princesa y me quitaron el auto. Tuve que ir en autobús y...—desvió sus luceros por la mesa con algunos papeles y cafés. El cual él nunca tocó.—No soy bueno recordando qué autobús debía de tomar para llegar a la estación.

Han echó su cabeza para atrás, pasó una mano sobre su melena decepcionado del interrogatorio.

—¿Tus padres pueden justificar tu coartada?

—Sí, Detective Han.

—Bien, puedes irte.

—Gracias.—Felix se levantó, abandonando la sala de interrogatorios. Seo Changbin se hace presente a los pocos segundos. Se colocó enfrente de su colega, se notaba a distancia que está furioso con él.—Perdón por eso, Changbin, pero él no iba a hablar entonces.

—Que sea la última vez que me echas de mi propia sala de interrogatorios y con mi testigo. ¿De acuerdo?

—¿Tu testigo? ¿Debo recordarte quién te dio esa información, Changbin?—levantó sus cejas castañas, impresionado de su compañero.—Eres un hipócrita, tú ni siquiera querías que Kim Seungmin ayude con el caso y ahora utilizas su información como si fuese tuya. Tienes que agradecerme que aún puedes seguir manteniendo tu placa con orgullo.

Seo Changbin soltó una risa irónica, sin siquiera levantar la mirada hacia su compañero. Cuando finalmente lo hizo, su mirada transmitía un sinfín de emociones. Además del evidente desdén que sentía hacia él en ese momento, también transmitía que no era ningún tonto. Sabía que su pasado problemático podía recaer en cualquier miembro de la policía del reino de Tailandia, y era consciente de que cualquiera podría ser el culpable, incluso el excepcional Detective Han Jisung. Lo miró con desdén. Eso provocó una mirada furiosa de Jisung.

Los dos parecían listos para enfrentarse ahí mismo. Han estaba cansado de siempre hacer lo posible para que a Seo no le quitaran su placa cada vez que perdía el control en cada caso que tenía. Está harto de que le recordaran constantemente que él era el «bueno» de los dos. Sabía que todos caen ante la tentación en algún momento, pero nunca sería capaz de hacer lo que su colega había hecho hace unos años.

—¿Por qué mi existencia es tan perfecta con lugares oscuros?—Changbin citó en un tono ególatra, yéndose cada vez más a la salida.—¿Y por qué ya no me importa? Es de Lemuel WH Ranier.

Han no comprendió.

Pero Changbin lo sabía desde hace días.

«¿Será que algún día veré la luz del día? ¿Podré respirar el oxígeno de afuera? ¿Veré la libertad en algunos de estos años? Sentía que pasó una eternidad, pero solo era una semana. No quería seguir aquí, quería irme, necesito ver a mi familia, a Felix... Lo necesito más que nunca.»

Pensó con lágrimas queriendo atravesar sus fanales, no obstante, tuvo que borrar todo rastro de tristeza porque pudo oír el sonido de la puerta abriéndose. Sus manos temblaban, tenía miedo de que sea alguien que quiera hacerle algún daño físico, porque en esos 7 días en que estuvo en cautiverio se pudo dar cuenta de que era un grupo de personas los que la tenían secuestrada y de igual forma está tratando de pensar cuál sería su siguiente paso, debido a que no le han hecho grabar ningún tipo de video o enviar alguna prenda de su pertenencia. Uno de los sujetos ya le había declarado que querían una joya importantísima de Tailandia, así que querían algo a cambio, de eso está completamente segura, sencillamente que no conocía la mente de esos criminales y le daba terror.

Entonces, un perfume inunda sus fosas nasales.

Por un breve momento le trae recuerdos vagos de una persona que conoció en la universidad y que mantenía el mismo aroma, simplemente que por más que pensara en quién podría ser ese sujeto, no podía recordar absolutamente nada. Cada vez sentía que esa persona se acercaba más a su anatomía, tenía bastante miedo de lo que pueda suceder, pero lo único que pasó fue que le quitaron la venda que tenía en los ojos. Frunció su entrecejo, por más que lo vea directo a su moreno rostro no lo conocía en lo absoluto, no sabía ni siquiera que existía, sin embargo, ¿por qué se le hacía tan conocido? Ella supuso que él está de acuerdo en los mismos pensamientos que ella tenía.

—Bueno, ya sabes cómo luce mi rostro.

Mintara asintió, pasando saliva con dificultad y mirando sus pálidas piernas.

No sabía qué es lo que él quería realmente de ella, porque ya le había aclarado que La Rosa del Norte no podía salir del templo, eran capaces de dar todo el dinero del mundo, empero, jamás podrían quitar ese tesoro tailandés de su sitio.

—Quiero suponer que ahora ambos vamos a poder cooperar uno con el otro. ¿No, Mintara?

—Es que ya le dije que ja-jamás entregarán La Rosa del Norte...—balbuceó, aún sin poder mirarlo exclusivamente a los ojos.—Podrán darles todo el dinero que quieran, en serio,—alzó su mirada a los fanales chocolates del muchacho con vestimenta cómoda.—solo que esa joya no podrá salir del templo. ¡En serio lo digo! ¡No miento!

Lamió sus labios, sus manos estaban apoyadas en sus rodillas con el trasero apoyado en esa caja de madera. Se encontraba pensando en su siguiente paso, por lo que por su cabeza atravesó la idea que le dio Chris, uno de sus cómplices de este secuestro. Realmente, él no quería hacerlo, porque no quería lastimar a nadie, además de que dejó muy en claro que esa mujer iba a salir de este lugar viva, así que se levantó de entre las cajas para tomar un cuchillo.

Mintara se asustó con más razón.

—No te haré daño, solo quiero un mechón de tu pelo.

—¿M-mi pelo...?

—Será la prueba de que aún estás viva y veremos si son capaces o no de entregar La Rosa del Norte.

—Mejor mátame, todo menos el cabello.

Él se sorprendió por el comentario de la chica, tanto que expulsó una risa porque le pareció demasiado gracioso su respuesta. No obstante, prefirió no seguirle la conversación a cortar un poco de su melena con los cuidados respectivos, ya que no dejaría que nadie descubra su verdadera identidad. La colocó en una bolsita que se encontraba guardada en su bolsillo del pantalón de jean, le echo un último vistazo a la universitaria que se veía triste.

—Te mudaremos de lugar, tendrás una habitación con un baño para que te puedas dar una ducha. Será su nuevo lugar, hasta la entrega.—dijo calmadamente, se dio la vuelta para abandonar la habitación, solamente que la voz de la secuestrada lo interrumpe.

Él giró su cuello, observándola atentamente.

—Suenas muy seguro de que eso sucederá...

—Si ellos en verdad te quieren lo harán. Unos padres amorosos que aman a sus hijas eternamente serían capaces de hacer cualquier cosa, Princesa. Téngase un poco de fe, ¿no?—repuso, abriendo la puerta.

—¿Y si eso no pasa? ¿Qué sucederá conmigo?

—Bueno...—revoleó sus cejas, apretando sus mejillas mostrando una sonrisa apretada.—Tendremos que empezar a llevarnos bien, no saldrás de este lugar hasta que entreguen La Rosa del Norte.

Después de su respuesta, la puerta fue cerrada y las lágrimas inundaron los ojos de la adolescente, estando demasiado segura de que iba a estar en ese sitio por bastante tiempo. Sorbó su nariz, observando al frente, se hallaba preparada física y mentalmente para hacer cualquier tipo de cosa con tal de salir con vida de ese lugar putrefacto.

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