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✦ v. deep investigation

Nuevamente, sus tacones hicieron eco por los pasillos de la Prisión de Bang Kwang, obteniendo las miradas de algunos guardias de seguridad de ese sitio, mientras que la atención de la periodista solo está concentrada en observar al preso Kim. Una media sonrisa fue a sus labios al momento en que lo notó salir de ese corredor mohoso y descuidado, ya que ansiaba por terminar esa sesión de preguntas que no pudo hacer la última vez en que se vieron debido a que uno de los policías se le ocurrió arruinar su gran oportunidad. En cambio, Seungmin no estaba muy animado que digamos, tenía el mismo rostro de seriedad que siempre, no obstante, esta vez tenía el ojo izquierdo morado y se veía un poco de sangre en las comisuras de sus labios.

Gun dejó su bolso en la mesa, sin sacarle la mirada de encima al preso Kim Seungmin.

—Creía que se iba a cansar de esperar.

—Jamás.—rápido respondió.—Quiero que todos conozcan la verdad detrás de aquel incidente, Seungmin. Pero... Me gustaría...

—No haga preguntas obvias, señorita Thawon.

—Está bien. Entonces, iré directo al punto.

Seungmin agradeció aquello con un movimiento de su cabeza desarreglada. La periodista sacó la grabadora de su bolso negro costoso y la libreta con su pluma, ya que debía de anotar los puntos más importantes que el joven le narraría a costa de sus preguntas.

—¿Entrevistó a Felix?

Gun Thawon frunció su ceño castaño ante la interrupción tan repentina, provocando una negativa de su parte. Lo último que quería la mujer era tener que hablar con otras personas relacionadas o casi relacionadas con el caso. Simplemente quería que él respondiera a sus preguntas, que fuera sincero con ella, al menos. Empero, ante su reacción, Seungmin no pudo evitar soltar una risa.

—¿Qué es gracioso?

—¿Por qué solo me interroga a mí?

—No hago eso, Seungmin. Solamente que me interesa su punto de vista, después tendré chance de reunirme con el señor Lee Felix.—confesó nerviosa.

—¿Segura qué es solo eso...?

Ella empezó a ponerse nerviosa ante las insinuaciones del carcelario. Tanto que se removió en su asiento, luego de unos segundos lo observó a los fanales cafés, asintiendo ante su indagación.

—Mejor volvamos a las preguntas.

—Quiero decirle que si por alguna extraña razón usted me está mintiendo, las preguntas se van a terminar aquí mismo, señorita Thawon.

—Yo no ser...

—No.—acercó su cabeza sobre la mesa grisácea que los dividía. Gun pasa saliva abrumada, ocasionando que Seungmin comience a comprender cada paso que ella está dando.—Usted sí sería capaz, señorita, no me tome por imbécil, ¿quiere? Conozco muy bien a mis compañeros de profesión, los periodistas son los...—paró de murmurar. Colocándose nuevamente en su antigua posición.—Mejor pregunte.

—Sí, es lo mejor.

La chica de cabello negro asintió, colocando sus manos sobre la mesa gris. Pasó las hojas blancas de la libreta que tenía entre sus manos un par de veces, todavía temblando por el susto que le dio el preso Seungmin. No fue hasta que logró calmarse un poco que el miedo dejó de recorrer cada centímetro de su cuerpo.

—Lo siento, no quise asustarla de esa manera—Seungmin se disculpó, observando sus manos sucias después de la pelea de hace un momento—. Pero no confío en nadie, señorita Thawon. Cualquier acción sospechosa que veo en alguien la transformo en un arma que podría dispararme en cualquier momento. Espero que lo entienda.

—Tiene razón, no debe disculparse.

—Siga con su trabajo.

—En la última visita que tuvimos usted mencionó que el futuro prometido de la princesa fue su principal sospechoso, ¿por qué? ¿El principe tuvo alguna acción negativa que lo hizo dudar de él?

—Él no la quería, tampoco se quería casar con ella. ¿Por qué no sería mi sospechoso? En ese momento por mi cabeza pasó varias razones del por qué él haría eso.—elevó una ceja.

—¿Cómo cuáles?

—La primera es que ninguno se querían casar, no se gustaban y menos se agradaban. Ambos estaban en una relación amorosa con otras personas que sus padres no aceptarían. Cada vez que indagaba más sobre el príncipe Hwang Hyunjin habían más pruebas de que fuese el sospechoso. Pero como le dije la última vez en que nos vimos, señorita.—expulsó una risa sarcástica. Evitando sus ojos en él.—Si eres parte de la realeza obtienes tu libertad.

—Nadie le creyó...

—Nadie.

—Por fuentes televisivas supe que los detectives a cargo del Caso Princesa tomaron la decisión de que usted lo ayude con la investigación. ¿Es verdad eso?

—Así es.

—¿Ellos dudaron de usted en algún momento?

—Más que nadie el Detective Seo Changbin. Pensaba que era el causante de la desaparición de la princesa Mintara solo porque la tenía en mi cámara fotográfica.—viró sus ojos, moviendo sus manos.—Su compañero tuvo que convencerlo de que me deje formar parte de la investigación, extrañamente, tenía demasiadas fotos de Mintara antes de su desaparición.

—¿Cree qué alguien se las implantó?

Él se queda callado por un breve minuto, pensando seriamente en esa cuestión debido a que en algún tiempo fue lo que pasó por su mente. No era posible de que él tomara esas fotografías horas antes de que la princesa Mintara Yontararak desapareciera por unos cuantos meses, casi años, por lo que volvió a dirigir sus luceros a la mirada de la periodista.

Echó un suspiro, moviendo sus flequillos, los cuales cada vez están más largos. Hace cuatro años que se encuentra en esa cárcel, cumpliendo una condena de varios años que no le parecía para nada correcto. Relamió sus labios rosados.

—Cuando encontré todas esas fotografías no pensé en esa posibilidad hasta que me tomé el tiempo de verlas a cada una de ellas. Entonces, creí que alguien más me quería meter tras las rejas por su error—rio sin ganas de recordar ese instante horrible que fue para su persona cómo para su vida—. Puedo decir que pensé que fue la demente de mi exnovia, porque creí que sus celos extremos la harían actuar de ese modo.

—Pero no fue ella...

—Yoo Jimin no era tan malvada, así que no fue ella.—afirmó con seguridad.

—¿Alguien lo hizo realmente?

—Nadie lo hizo, yo tomé las fotos.

—Solo que no sabías que era ella.

—No solía tomar fotos a las personas, sino a los paisajes—recordó con un deje de nostalgia—. Solo lo hacía cuando esas personas me querían pagar o cuando la universidad quería que lo hiciera en los eventos. Por lo que se podría decir que todo fue pura casualidad.

Gun anotó un par de palabras en su libreta que está apoyada en la mesa, en eso, Seungmin echa un breve vistazo, le sorprendió la forma en qué la periodista se estaba tomando su caso demasiado en serio. Aunque todavía no sabía las verdaderas razones de que ella esté ofreciendo todo su tiempo en una persona como él, no lo comprendía tanto, es más, por su cabeza pensaba que algo malo era y el hombre de cabello negro con mechas rubias no quería darle ese gusto. Por lo tanto, soportó sus impulsos.

—Respecto a Felix...

Tienen 3 minutos.

Ambos le echaron un vistazo al guardia que está a unos cuantos centímetros de distancia de ellos dos. La periodista asintió, tratando de encontrar la mirada del preso en los de ella, para que la escuchara.

—Como decía...—susurró cabreada por que cada vez le estén sacando más minutos.—Hace un momento me preguntó por qué no interrogué a Lee Felix, ¿puedo saber por qué le preocupaba tanto eso?—indagó con una expresión de confusión en su rostro.

—¿No le parece curioso que, apenas lo interrogaron, hiciera todo lo posible para que los detectives pusieran sus ojos en mí?

—Entonces, ¿él...?

—Vámonos, Kim.

—Guardia Saeli, ¿es una broma?

—Yo no ponga las reglas, señorita Thawon.

Fueron las últimas palabras de Saeli, quién se llevó al prisionero de inmediato de las salas de visita. Por lo que a la periodista no le quedó de otra que agarrar sus pertenencias y marcharse de la cárcel de Bang Kwang. Estando en su automóvil alquilado se quedó pensando por unos largos minutos, creyendo en las razones del por qué es que Kim Seungmin le hizo replantearse esas dudas de Lee Felix. No le importó demasiado que viajó hasta la estación de tren, dispuesta en volver a su lugar de origen, por demás de que se tenía que reunir con uno de sus compañeros más fieles.

—¿Thawon?

Pronunció más que asombrado de ver a una de sus colegas en Bangkok debido a que sabía que Gun Thawon se tomaba su trabajo muy en serio, así que está más que enterado de que la pelinegra se hallaba hospedando en algún hotel de cuarta de Nonthaburi. Sin embargo, observar que venía caminando más que veloz con el pecho agitado sabía que algo más ha ocurrido en su investigación.

—Ayúdame, Innie.

—¿En qué quieres que te ayude?

—Rastrear a Lee...

—¡¿Rastrear qué?!—la calló al lanzar una risotada en medio de las oficinas de la revista donde trabajaban por más de cuatro años.—¿Me ves cara de perro?

—No, te veo cara de zorro egoísta.

—¿Zorro?

—No puede ser que te ofenda más que te compare con un zorro y no que te moleste que te diga egoísta, Yang.—Gun río impresionada.

—A ver, ¿a quién quieres rastrear?

—A Lee Felix.

Él detuvo sus pasos cuando escuchó el nombre de la persona que su compañera quería información, por lo que antes de sentarse en una de las sillas negras con rueditas de la empresa le dedicó una mirada a la chica de fanales tiernos.

—Será imposible. Está fuera de mi radar desde que sucedió la desaparición de la princesa Mintara.

—Confío en ti, Jeongin.—arrastró una silla para sentarse a un costado de su colega.—Además, sé muy bien que has usado tus influencias como... hacker...—demandó en un murmuro, observando cada extremo de la oficina. Quizá, pretendiendo que nadie la oyera decir en voz alta ese dato.—en varias ocasiones para tus investigaciones. No te hará daño darme una mano. ¿Puedes, porfis?

Yang Jeongin dudó brevemente.

Rodó los ojos y obedeció a la mayor, comenzando a teclear en su laptop. Obtuvo varios datos que, si su jefa se enteraba, probablemente acabaría en las calles porque no le permitiría usar información obtenida de forma cuestionable. Al menos, eso es lo que la CEO Saetang solía decir. Sencillamente, le tomó un par de minutos a Jeongin proporcionar los datos necesarios sobre la ubicación del joven que la mujer de cabello negro ha estado buscando durante casi dos horas.

—Gracias, ¡te quiero!

Agradeció corriendo por los corredores de la oficina. En ese instante cruzándose a su superior de unos 40 años más o menos, la mayor se quedó sorprendida al observarla corretear por su empresa como si fuese su casa y que no tiene otras cosas que hacer. No obstante, decidió ignorar eso hasta que notó que su empleado favorito estaba guardando rápidamente su laptop gris, adornada con varios stickers, sin mostrar ningún intento de disimular sus acciones.

Ante esto, cruzó los brazos, claramente molesta por lo que acababa de hacer.

«Según la ubicación que me dio Innie este sería el lugar. Aunque... se ve un poco extraño para una persona que estaba estudiando medicina, ¿no?»

Salió de esos pensamientos absurdos que pasaban por su cabeza, cruzando la calle. Frente a ella estaba un hermoso local de gastronomía francesa, los carteles que se encuentran afuera dan esa impresión de que era un sitio acorde a los pasteles, tonos rosados y ser felices por todas partes. Entró al establecimiento, para eso, ocasionando que la campana haga su aparición de que hay un nuevo cliente. Miró al frente, notando que el sitio tenía muchísimos clientes por dónde miraras. Dejó de inspeccionar a los clientes que están felices comiendo con el resto de las personas a observar a su izquierda, donde está la barra de madera que los dividía de los clientes. A la primera persona que ve es a un sujeto de unos 24 o 25 años con una bellísima sonrisa, rubio de cabello largo y unas pecas adornaban su faceta pálida.

«Es él». Pensó y, sin dudarlo, dio una gran zancada hacia él. Su acción fue tan repentina y decidida que el hombre levantó las cejas en confusión. Nunca había visto a la tailandesa en su vida. No en su restaurante de comida francesa, y ciertamente no en las calles de su ciudad natal donde ha vivido durante los últimos años de su vida. Esta actitud inusual de ella despertó su desconfianza. A pesar de su desconocimiento de ella, la presencia de la chica, tan cerca y tan decidida, lo tomó por sorpresa.

—¿La puedo ayudar en algo, señorita?

—Sí, ¿usted es Lee Felix?

—¿De parte de quién?—arrugó sus cejas rubias.

—Gun Thawon, periodista del Truth Magazine.

—Le voy a pedir amablemente a que se retire.

—No vengo a molestarlo, señor Lee. En realidad, estoy aquí por otra cuestión.

—¿Cuál?

Gun dio un paso más, quedando frente al sujeto que ya la estaba observando con malos ojos castaños.

—Estoy entrevistando al recluso Kim Seungmin desde hace una semana y él fue...

—No sé por qué está aquí, señorita Gun, y la verdad es que tampoco me importa mucho que digamos. Dejé mi pasado atrás, muy atrás, así que no quiero tener que volver a oír ese nombre de nuevo en mi vida, mucho menos tener que ser acosado por los periodistas como usted. Váyase de aquí.

—Señor Lee, no tomará mucho tiempo.

—¿Qué parte no entiende?—esta vez hizo una pregunta retórica con un tono eufórico.

—Solo quiero saber...

Lee Felix rodeó la barra, acercándose al cuerpo de la chica que no paraba con sus intentos de preguntas. Tanto que le abrió la puerta, sacándola fuera de su local de clientes relajados y empleados que no tienen ni idea del pasado universitario de su jefe de emoción feliz.

—No vuelva.

—¡Solo quiero saber por qué él me dijo eso!

—¿Qué le dijo?

Giró su anatomía por completo, viéndola con sus ojos sobresalientes de sus orificios oculares. No obstante, fue en ese instante en que la forma de reaccionar de Kim Seungmin hace unas horas fue a su cabeza de nuevo, pensando que quizá Lee Felix debió de ser el primer y único sospechoso desde un principio. Capaz él mismo se dejó sospechar.

«Cada vez esto es más confuso.»

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