Capitulo XIV: pequeños inconvenientes
Venir a vivir a México fue la mejor decisión de mi vida, y vaya que a veces tomo decisiones apresuradas -por no decir: estúpidas-. Compartir piso con Leila es la mejor experiencia, estos meses han sido de aprendizaje y comprendí el verdadero significado de amistad. Junto a ella conocí a sus amigos más queridos: Beto, Ernesto y Lupita, ellos me acogieron de buena manera. Incluso Estella, ella es más apegada a Leila, siento que comparten un secreto, y aunque me muera de ganas de saber, respeto mucho lo que tienen. Pero eso no significa que sea una amiga increíble. Ella me ha ayudado en muchas cosas, hemos salido de compras, a comer, incluso me presentó a su pequeña hija: Shera. Un nombre muy llamativo, ella me dijo que era de origen Arameo y que significa; Luz o inicio, eso es precisamente lo que representa su hija. Del padre no mencionó nada.
Después de la gran fiesta, la empresa cerró sus puertas, Leila me explicó que como nadie seguía las fechas correspondientes a las vacaciones, cada año se daban 65 días de vacaciones para todos, sin excepción, porque en esas fechas no había ningún evento, solo cobertura de partidos y para eso se recurría a los externos de selec corporativo. Los dos meses de plazo que tenían los novios pasaron rápido, Leila vivía en un constante estrés y eso que ella ni siquiera se encargó del todo con respecto a los preparativos de su propia boda, ya que Amber y Adara se encargaron. A mí nada más me encargaron preparar la despedida de soltera, y sí, estamos a tres días de la gran fecha.
-Estella, vamos que ya es tarde -en éstos momentos nos encontramos comprando todo lo necesario para la fiesta-. Estella.
-Ya voy -respondió, mientras se apresuraba a pagar en la caja.
-Mira, Katia, encontré las servilletas que queríamos -confirmo Estella, mientras me mostraba las servilletas de colores pastel-. ¿Te gustan?
-Me encantan -le respondí, sonriendo-. ¡Genial! Ahora solo falta encontrar las flores y los centros de mesa.
-Eso es fácil -me dijo Estella, mientras se encogía de hombros-. Ya verás, todo saldrá perfecto.
Espero que sí, porque Leila se merece una despedida dignamente perfecta. Y yo voy a hacer todo lo posible para que eso suceda.
-Eso de tener una temática es súper, pero Dios, es tan cansado estar buscando las cosas. Me duele la cabeza solo de pensar en todo lo que falta por hacer. Pero vale la pena, porque sé que Leila va a estar feliz en su despedida de soltera. Realmente no entiendo porque la está fiesta tiene que ser mixta, y yo quería ver hombres en cueros...
-Mujer no te quejes, no podemos hacer nada, recuerda que Dorian y sus amigos también asistirán, tenemos que acoplarnos -hablo Estella, con su voz firme y decidida. -Se nos hace tarde.
Bufo cansada porque las horas se hacen minutos y todo tiene que estar listo para mañana en la noche, me quejo, mientras me ajustaba el bolso en el hombro.
-Oyes, ¿de verdad ya te acostumbraste a esta vida? -me detengo en seco y la observo atónita por su repentina pregunta. Su mirada era intensa, como si estuviera buscando algo en mis ojos.
-Sí -le respondí, tratando de sonar convincente. Nuestras miradas coinciden y aunque trate de descifrar su expresión nunca lo he logrado. Por alguna razón ella piensa que no es verdad, aunque me cansé de decirle que estoy bien, sigue insistiendo.
La mitad del tiempo es una mujer cariñosa, pero de repente es muy analítica, minuciosa hasta calculadora. En una ocasión Leila me contó que sabía leer a las personas con sus gestos y movimiento que el sujeto hacía y que nunca se equivocaba. Así que aunque tuviera un rostro que reflejaba paz y confianza, en su mirada había algo, algo que daba miedo, era como si con solo mírate descubría todos tus secretos y eso era malo, muy malo.
-Hay que darnos prisa -menciona después de un momento con la voz fría desviando sus ojos grises muy claros, nunca había visto ese color. Su mirada era como un abismo, profundo y misterioso. Me sentí un poco incómoda bajo su mirada, pero traté de mantener la calma.
-Leila me avisó que estará el resto de la tarde con Shera, así que ocupemos el tiempo -agregó, mientras se ajustaba la coleta en la cabeza. Su movimiento fue rápido y preciso, como si estuviera acostumbrada a hacerlo.
Asentí con la cabeza, tratando de seguir su ritmo. Estella era una persona muy peculiar, siempre parecía estar en control de la situación, y eso me hacía sentir un poco incómoda. Pero al mismo tiempo, me sentía atraída por su misterio, por la sensación de que había algo más detrás de su fachada fría y distante.
-Sabes, me da un poco de envidia que Shera le diga "tía" a Leyap y a mí no -comente después de un rato tratando de sonar lo más natural posible. Pero Estella se detuvo en seco y se giró hacia mí, su mirada era intensa y fría.
-Eso es porque desde siempre han estado juntas -aclaró, su voz era baja y controlada, pero podía sentir la tensión detrás de ella.
-Pero aun así también merezco que me llame así -contradíje, haciendo un berrinche. Estella me miró con una expresión de desaprobación.
-Deja tu drama, mi hija te lo dirá cuándo esté lista. No la presiones -sentenció, dando vuelta para seguir caminando.
Pero yo no estaba dispuesta a dejar el tema así. Me apresuré a seguir a Estella, mi curiosidad estaba en aumento.
-Y por eso mismo me da curiosidad -susurré, preocupada. Estella se detuvo de nuevo y se giró hacia mí, su mirada era ahora una advertencia.
-¿Qué pasa, Katia? -preguntó, su voz sonó peligrosa. Me sentí un poco intimidada, pero no estaba dispuesta a retroceder.
-Quiero saber por qué Shera no me quiere cerca -dije al fin, ellos creían que no me daba cuenta del desprecio de la niña. Estella me miró con una expresión de sorpresa, pero luego su rostro se endureció.
-Eso no es asunto tuyo -expreso, en un tono cada vez más frío. Me sentí un poco herida por su respuesta, pero no estaba dispuesta a dejar el tema así.
-Sí que lo es -la rete, tratando de mantener la calma.
-No te metas en lo que no te importa, Katia.
Me sentí un poco intimidada, pero no estaba dispuesta a retroceder.
-Voy a seguir investigando.
-No lo hagas, Katia -asevero su voz.
-¿Por qué no?.
-Porque no te conviene -dijo, su voz y expresión ya no parecían normal. Me sentí un poco intimidada, pero no estaba dispuesta a retroceder. -¿Sabes? has lo que se te pegue la gana.
Y simplemente se dio la vuelta y siguió caminando, dejándome con más preguntas que respuestas.
A veces siento que no valoro mucho mi existencia, pero cada vez más intriga la vida de Shera. Su padre es un misterio que me consume. Insisto en saber la verdad, pero Estella se niega a hablar.
-¿Quién es el padre de Shera?, -le pregunto, tratando de sonar lo más amistosa posible.
Estella se detiene en seco y se gira hacia mí, está vez con un rostro que jamás había visto -Te he dicho que no te metas en lo que no te importa, Katia. Déjalo estar.
Pero no puedo dejarlo estar. Mi curiosidad está en aumento. -No puedo dejarlo estar, Estella. Quiero saber la verdad. ¿Quién es el padre de Shera?.
Suspira profundamente y su mirada se endurece aún más. -Muy bien, Katia. Si quieres saber la verdad, te la diré. Pero si lo hago, tienes que prometerme que dejarás el tema estar para siempre.
-Lo prometo, Estella. Te lo juro. -Asiento ansiosamente con la cabeza.
Me mira fijamente durante un momento, como si estuviera evaluando mi sinceridad. Luego, habla con una voz baja y fría. -El padre de Shera es alguien que no quieres conocer, Katia. Alguien que te haría daño si supiera que estabas preguntando por él.
Un escalofrío recorre mi espalda. -¿Quién es?-, insistiré, a pesar de mi miedo.
Estella sonríe fríamente. -No te lo diré, Katia. Y si sigues preguntando, te aseguro que lo lamentarás. Te daré un ultimátum: si dejas de preguntar sobre el padre de Shera, te prometo que mi hija empezará a tomarte aprecio, y sino te juro que haré todo lo que esté en mis manos para que Leila te eche a la calle. Y no te preocupes por tus pertenencias, te las enviaré a tu familia.
Siento una ola de miedo recorrer mi cuerpo. Sabía que Estella no estaba bromeando. Asiento ansiosamente con la cabeza, decidida a dejar el tema estar para siempre. -Lo siento, Estella. No volveré a preguntar.
Me mira fijamente durante un momento, como si estuviera evaluando mi sinceridad. Luego, asiente con la cabeza. -Muy bien, Katia. Espero que cumplas tu promesa.
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