Capitulo XII 2/2: ¡Cállate y ve por un bolillo!.
Al siguiente día.... 😅
Los rayos del sol me golpean directamente en la cara, y el terrible dolor de cabeza está por explotar mi cabeza. Ni que se diga de la sed insaciable que siento... ¡RESACA! Trato de levantarme, pero al darme cuenta de dónde estoy, el dolor de cabeza y todo lo que conlleva una resaca se esfuma junto con mi alma. Rogué a todos los patronos de la iglesia que no haya cometido un pecado irreversible. Con mucho valor, contemplo el sitio, y sí, estoy en mi habitación. ¡¿Cómo rayos desconozco mi propio hogar?! Lo pensaré más tarde.
De bajo de la cama, saco mis pantuflas y corro al baño a hacer pis. Tomo un baño rápido, el sonido del agua corriendo y el olor a jabón me hacen sentir un poco más despierta, y al terminar, enredo una toalla en mi cabello y me pongo mi bata. A paso lento, salgo de mi habitación en dirección a la cocina por algo que beber. Antes de llegar a la nevera, la puerta del departamento se abre. No le doy mucha importancia, ya que supongo es la rubia.
—Buenos días, hermosa —saluda alegre, dejando unas bolsas en la barra. —¿Cómo te sientes?.
—Pensé que te habías ido corriendo a ver a tu Steven —reprocho molesta porque me saluda de lo más natural.
—¿Emh?.
—Tu pregunta es tonta —decido cambiar el tema—. Me siento fatal.
—Lo siento. Siéntate, en un segundo te sirvo algo para esa cruda que te cargas —menciona y rodea la barra para acercarse a mí y darme un beso en la frente.
—Gracias...
Decido subirme a la barra desde donde estoy. Contemplo cómo se mueve de allá para acá. El aroma del café y el sonido del agua hirviendo me hacen sentir un poco más tranquila. Me entrega la taza junto a una sonrisa. De las bolsas, saca unos vasos desechables grandes y vacía todo su contenido en ollas para calentarlos. El sonido del líquido cayendo en las ollas me hace sentir un poco más relajada.
—¿Qué es todo esto? —pregunto, señalando las ollas y los vasos.
—Fui a comprar un poco de barbacoa y consomé, para que te sientas mejor —responde, sonriendo.
—Gracias... —le digo nuevamente, ahora es cuando mis mejillas arder, sintiendo una mezcla de gratitud y curiosidad. ¿Qué pasó anoche? ¿Cómo llegué a casa?
—Dorian... —lo llamo, y gira a verme con una expresión de curiosidad—. ¿Por qué?. —él sabe a qué me refiero, ya que sus cejas se elevaron de forma dramática, como si estuviera tratando de decir "¿Qué pasó?" sin pronunciar una palabra.
—Yo... Yo... No... sí... Eh... No sé —tartamudea, su rostro enrojecido por la confusión o la pena.
—No te entiendo. Habla mejor —le digo, tratando de mantener la calma, aunque mi curiosidad está empezando a ganar la batalla.
—Mujer, me das miedo cuando me miras de esa manera, hasta me pongo nervioso —dice muy rápido, como si estuviera tratando de escapar de mi mirada.
—Dejemos el tema para otro día —le hago saber, decidida a no presionarlo más—. Tenemos que hablar de lo que pasó ayer.
—Uff —veo como sus hombros se relajan, como si estuviera liberando un peso que había estado llevando—. También quiero hablar contigo, es muy importante.
—Buenos días —la rubia va entrando a la cocina con la misma ropa, eso me hace creer que apenas llegó o que apenas se levantó.
—Señoritas, vamos a comer —sugiere Dorian, sirviendo cada plato. Vuelve a llenar mi taza y le da uno a Katia. De camino al comedor, me percató de las sábanas y almohadas en el sofá. Ay, amorcito... mi corazón se derritió.
—Cariño, ¿por qué pusiste la fecha de nuestra boda sin consultarlo antes? —al escuchar mis palabras, escupió el café por completo, me observó con los ojos enormes y con la boca ligeramente abierta.
—¿De qué estás hablando? —logra decir confundido, ni siquiera le importa el desastre que hizo..
—Tu madre nos dijo ayer que se casan un día antes de San Valentín, —interviene la rubia sin ningún filtro.
—Leila... Es una broma. Sé que me he portado muy mal, pero no tienen que conspirar contra mí —dice Dorian, tratando de defenderse. Se notaba nervioso, entonces comprendí que él no tenía ni idea de nada.
—Cariño. Katia dice la verdad, ayer Amber y mi madre nos llevaron a escoger el vestido, así que te recomiendo que le digas a tu sastre que le meta turbo —en segundos vi como se le fue el color de la cara y de seguro que hasta la presión se le bajó. Ya no reaccionó, se quedó ahí, inmóvil. No se movió. Ya no respiró. Incluso la rubia chasqueó los dedos y ni así reaccionó.
—¿Se murió? —se burla mi amiga, riendo.
—Cállate y ve por un bolillo para el susto, ahora que su alma regrese lo va a necesitar —pido, reteniendo una risa nerviosa. Jamás lo había visto así, tan pálido y congelado.
—Mi madre, mi madre está loca —de repente murmuro atónito.
—¡No se murió! —la rubia dice con fingida alegría.
—Katia, el bolillo —le pido, tratando de mantener la calma.
—Amor, yo quiero casarme contigo, pero ten en cuenta que tengo muchos compromisos, aún no termina el contrato con los franceses y tu agenda está más que llena —dice Dorian, recuperando la compostura. En sus ojos refleja lo asombrado que se encuentra, y quién no, tenemos máximo dos meses para dejar en orden todo.
—Cariño, estoy consciente de ello, a pesar de que esté de acuerdo contigo, nuestras madres no —le respondo, sonriendo. —Te aviso también que las invitaciones se entregaron ayer en la mañana. —Resalto lo último porque cuando yo me enteré casi me da el patatús.
—Dos meses —sisea para sí mismo, y me observa—. Leila, pronto serás la dueña de mis quincenas y la señora Caveduque —menciona con una sonrisa de lado, aquel gesto me sorprendió.
—Quisiera saber qué tipo de plan ideaste —confieso, tomando mi café. Ambos nos miramos, e inmediatamente nuestra conexión nos trasladó a una escena donde solo los dos sabíamos qué iba a pasar después.
—¿De qué me perdí? —la voz confusa de Katia nos regresó a la cocina y nos echamos a reír. Sí, de algo más amaba de Dorian era el brillo de sus ojos y su increíble genio.
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