Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 6

Al día siguiente estaba en la puerta de la casa llamando para que abran.
Una mujer algo mayor también vestida de negro me dijo que esperase haciéndome una señal con la mano.
Al momento apareció Amina, ella me dió mi uniforme y me dijo lo que tenía que limpiar, ilusionada empecé a ojear aquella gran casa.

Hice todo lo que me  Amina me decía, comencé quitando el polvo a un gran salón, seguido le pasé la aspiradora y limpié el suelo. Seguidamente me fui a la planta de arriba donde había demasiadas habitaciones. Una a una fui abriendo la puerta y limpiando.
Amina me dijo que no se utilizan esas habitaciones salvo cuando vienen visitas, pero hay que mantenerlas limpias.
Asentí con mi cabeza y empecé por la primera habitación así hasta la última.
Era ya de noche cuando me encontraba quitándome el uniforme.
Amina me condujo hasta la cocina, me presentó a Nasila, ella es la cocinera, y a Zurah su hija y a los seis hombres los cuales  se encargan del jardín y del establo de caballos.

— Mucho gusto. — Digo algo tímida de ver tanta gente sentada en la mesa.

— Ven Veruska, siéntate con nosotras y come algo.

— Gracias. — Me siento junto Amina, la cual me explica que ya quedan pocos días para terminar el Ramadán.
Mientras comemos me explica un poco en lo que consiste su religión y costumbres.
Hasta ese momento no había visto nada raro.
Los hombres comían hablando de su trabajo o de problemas personales.
Y las mujeres hacían los mismo. Yo mucho no entendía, tan sólo me dirigía todo el tiempo a Amina.

Termino de cenar y veo que los hombres se marchan los primeros uno a uno de nuevo hacia el jardín siguiendo hablando.
Yo ayudo en la cocina mirando de vez en cuando las cacerolas llenas de comida.
Por lo bajito y muerta de la vergüenza le digo a Amina si puedo llevarme un tupper con comida.
Ella habla con la cocinera, la cual me sonríe haciendo me un gesto con la cabeza en forma de «sí».
Nada más terminar de limpiar la cocina, me despido de todas mis compañeras cargando una bolsa con comida.

Alegre porque  al fin todo lo malo vaya desapareciendo lentamente llego a casa dando pequeños saltitos con mi bolsa de comida.
Al menos esta noche tanto mi madre como mi hermano no comerán pan duro.
Al llegar a la puerta de mi casa escucho unas voces.
Acelero el paso hasta pasar dentro de mí casa, donde veo como el casero tiene a mi madre sujeta del cuello medio tumbada en la mesa con su mano metida por debajo de su falda.
Agarro a mi hermano y le digo que llame a todas las puertas de los vecinos diciendo que su mamá le están pegando.
Acto seguido agarro una sartén y sin dudarlo le golpeó a ese desgraciado con todas mis fuera en su espalda.

— No toque a mi madre hijo de puta. — Vuelvo a pegarle pero sin éxito.
Él, al ser más alto y gordo me agarra dándome un empujón contra la pared, no da tiempo de levantarme cuando ese desgraciado me golpea varias veces.

— Deje a mi hija en paz.— Mi madre le golpea con algo. Aprovecho que está dolorido para desplazarme hacia un lado y buscar algo para que no lastime a mi madre.

— Malditas zorras, me la vais a pagar. — Gritaba aquel desgraciado mientras varios vecinos lo sacaban de mi casa hacia la calle.

Dos de las vecinas llamaron a la policía, mientras tanto abracé a mi madre la cual tenía signos de que ese hombre le había golpeado.
Y aunque intentamos explicarle a la policía que aquel hombre había intentado violar a mi madre y a mí, no fue suficiente para quitarnos de pasar la noche en el calabozo.
Nos encerraron porque le debíamos meses de renta y por haberle agredido al casero, cuando él solo está pidiendo su dinero.
Según la policía yo intenté matarlo. Ojalá lo hubiera echo, total un desgraciado menos.

Toda la noche la pasé abrazada a mi madre temblando por lo sucedido y pensando en mi hermano.

Hasta la tarde del siguiente día gracias a la ayuda de los vecinos que pagaron nuestra fianza pudimos salir de los calabozos.
Nada más ver a Fernando lo abracé fuerte diciéndole que todo está bien.
Mi madre no podía dejar de llorar, al verla así yo también lloré de la misma frustación de pensar en la injusticia que existe.

Afortunadamente la noche pudimos dormir en nuestra cama. Sin embargo yo no podía dormir del miedo que me daba de ese desgraciado del casero volviera para hacernos algo de nuevo. 
Antes de que amaneciera salí de mi casa para ir a trabajar.
Espero poder hablar con Abdul para que no me despida.
Si vuelvo a quedarme sin trabajo entonces ya sí que no sé qué haría.

Toqué la puerta varias veces hasta que salió Amina.
Sorprendida me habló bajito diciéndome que no podía pasar por no haber venido ayer a trabajar.

— Lo siento mucho Amina, tuve un problema y no puede venir.

— Podrías haber llamado avisando Veruska.

— No tengo teléfono. Lo lamento, de verdad, te lo ruego déjame que hable con Abdul para que pueda volver a trabajar, necesito mucho este trabajo.

— Te llevaré con él. Pero no te prometo nada. Faltar al trabajo sin avisar es como una falta de respeto.

Agaché mi cabeza avergonzada caminando detrás de Amina.
Esperé unos minutos en un pasillo hasta que salió Abdul para hablar conmigo.

— Señor, perdone por no haber avisado ayer, pero es que...

— A mi no me tiene que dar explicaciones, usted no vuelve a pisar esta casa, es una irresponsable.

— De verdad lo lamento mucho, no volverá ha ocurrir. Deme otra oportunidad, por favor.

— No. Váyase y no vuelvas más.

— Se lo ruego haré lo que sea necesario, pero no me eche.

— Le he dicho que se vaya, aquí no damos limosnas. — Aquel hombre fue a cogerme por mi hombro para sacarme de la casa cuando una voz masculina, hizo que me soltara de golpe y bajase su cabeza.

— ¿Quién

es usted para tomar decisiones por mí? — Dios mío, no estaba soñando, era Salim vestido con una túnica blanca mirando aquel hombre con su rostro muy serio.

Abdul empezó hablar en otro idioma, el cual Salim lo hizo callar.
Fue lo único que entendí mientras Salim hablaba con Abdul, el cual no se  atrevía a levantar su cabeza para mirar a Salim.
Minutos después, Abdul se disculpó conmigo y se marchó sin decir nada más dejándome sola con Salim.

— Pase por favor Veruska hablemos dentro.

En aquel momento pude deducir que Salim era mi jefe y no Abdul como habia creído, y eso sí fue al menos para mí un gran alivio.

Tomé asiento enfrente de Salim en un pequeño sofá.
Él me ofreció un pañuelo y agua preguntándome si había comido.
Negué con mi cabeza mirando todo el rato hacia el suelo. Si alzaba los ojos lloraría y no quería mostrarme débil ante él.

— Ahora puedes contarme qué te ha ocurrido Veruska. — Sus dedos rozaron ligeramente mi barbilla, provocando un escalofrío recorrer por mi médula.
Al alzar mis ojos y ver mi rostro Salim apretó su mandíbula sacudiendo su cabeza mostrando su enojo a pesar de querer hablar con calma.

— ¿Quién te ha echo esto? — Preguntó señalando hacia mi labio el cual me dolía y mi mejilla.
Comencé a contarle lo sucedido la noche anterior con el casero y como acabemos mi madre y yo durmiendo en los calabozos.

— ¿Qué clase de justicia hay? ¿Cómo pueden dar la razón a un bastardo antes que unas mujeres que han sufrido malos tratos y ha estado a punto de sufrir violación?
Maldita sea, dime dónde puedo encontrar a ese miserable y te juro que jamás volverá acercarse a ustedes.

— Te agradezco esto Salim, pero no hace falta que me ayudes, no es la primera vez que hemos discutido con el casero. El problema es que no podemos rentar otra casa y debemos de soportar sus continuas malas formas de dirigirse a nosotras.

— Escúchame Veruska. Necesitas mi ayuda, y te la daré. No puedo quedarme con los brazos cruzados viendo como ese hombre les golpea o incluso llega abusar de ustedes.
Si quieres quedarte en tú casa, vivirán felices y en paz.
Del resto ya me encargo yo. Confía en mí.

— Salim, ¿Qué quieres, mejor dicho, que esperas de mí? Porque no comprendo porqué me ayudas sin conocerme. ¿Acaso quieres sexo?— Fue en lo primero que pensé al ver como un desconocido se ofrece ayudarme desinteresadamente. No me cabía en la cabeza y sentí miedo.

— Veruska, aunque sea rico, un niño mimado, etc...Tengo mis obligaciones y pena que yo no pueda gobernar este país. Pero no soy ciego y veo como cada día hay más mujeres que son asesinadas, las niñas se prostituyen a edad más temprana y cuántas mujeres pueden hablar contando que son víctimas del maltrato.
Hay que empezar hacer algo. Pero si las leyes no protegen a las víctimas, debemos de hacerlo los hombres.

Me quedo callada sin saber que decir. En cierto modo Salim lleva razón, levanto de nuevo mi cabeza para ver de nuevo a este bello hombre, no solo físicamente también interiormente.
No sé expresarle lo que mucho que me conmueve sus palabras.
Sin embargo, la duda vuelve lanzarse de nuevo en mi cabeza.

— Comprendo que no puedas con las injusticias. Y te agradezco tú ayuda. Pero aún no me has contestado a mi pregunta. ¿Qué quieres a cambio, porqué yo?

— No temas Veruska. Yo nunca te haría daño, pues he sufrido en mis propias carnes lo que es ver diariamente el sufrimiento en la mirada de mi madre.
No por ello debo de ser egoísta y malvado. No voy a pedirte nada que tú no quieras ofrecerme y no hablo de sexo.
Simplemente te estoy ayudando porque al igual que tú estás pasándolo mal, en mi país también hay demasiada injusticia y nadie hace nada para auxiliar a las víctimas.
No podemos ser héroes Veruska, pero si tengo claro que sí conozco alguien que esté en una mala situación trataré de socorrerla.

Lloré, de la misma emoción de tener delante mío a todo un caballero.
Me hubiera gustado levantarme y lanzarme a sus brazos y poder escuchar ese corazón tan bondadoso que late en su pecho.
Tuve  que contenerme al saber que en el mes de Ramadán, tanto hombres como mujeres durante el día no pueden tener contacto.
Por lo que le sonreí agradeciéndole su ayuda.
Seguimos hablando sobre el casero y como desde que mi padre nos abandonó hemos sufrido mucho en mi casa.
Al terminar de hablar Salim se disculpó, tenía que asistir a una reunión.
Antes de marcharse me dijo que a partir de hoy podría llevarme comida a mi casa, me daría todos los días dinero por mi trabajo y también su protección.

Salim desapareció de la habitación dejando un olor a perfume que me agradó. Tanto como su manera de portarse conmigo.
Comencé a trabajar sin dejar de sonreír, en todo el día pude dejar de pensar en Salim y cada vez que lo hacía mí corazón galopa dentro de mí pecho.

— Veruska, a pesar del mal esto de esta mañana te veo feliz. Me alegro que el señor no te haya dejado ir.

— El señor es muy bueno, no sé cómo agradecerle su ayuda.

— Él nunca te va pedir nada, como verás es un hombre muy rico, tiene de todo y por ello ayuda a los más necesitados.

— Ojalá todos los ricos fueran tan gentiles como el señor.

— Es su obligación, si quiere ganarse a la gente de su pueblo el día que gobierne.

— ¿Gobierne? — Digo bajito alucinando.

— Lo siento Veruska, si el señor no quiere revelar nada, yo no soy quién lo haga. Disculpa, y ahora ven vamos a preparar la mesa para cenar.

No volví a darle más importancia a la información que me había soltado Amina. Tan sólo comí y de nuevo me fui a casa por la noche cargada con bolsas de comida.

Al llegar a mi casa vi a mi madre llorando y enfadada.
Dejé las bolsas encima de la mesa, preocupada le pregunté que le sucede.
Ella de un arrebato de ira tiró la comida a la basura.

— Mamá ¿porqué lo haces?

— No quiero limosnas de nadie. Y mucho menos voy a permanecer que venga gente extraña a darme lecciones de cómo sobrevivir en la miseria.

— Mamá es porque ha venido mi jefe hablar contigo.

— No sé si es tu jefe. Era  un hombre alto gordo con barba, me ha dado un cheque con dinero diciéndome que ya no volveré a pasar hambre.
Tengo dignidad Veruska y no me vendo y mucho menos a esas personas.

— Mamá aunque no sean de nuestra cultura, acepta su ayuda. Entiende que la otra noche casi te viola el casero y aún así te niegas aceptar la ayuda de alguien que se preocupa por nosotras.

— Escúchame Veruska. Un hombre jamás te va dar algo sin pedirte nada a cambio. Y para los hombres las mujeres somos marionetas en sus manos. O te pueden tratar como princesas, o te pueden llevar a vivir un infierno.
Recuérdalo hija. Y mañana ya no volverás a esa casa.
Antes prefiero morir de hambre que aceptar ayuda de esa gente.

Me molestó mucho las duras palabras de mi madre. No comprendo porque se pone así sin motivo alguno.
Yo confío en Salim, y desde que lo conozco no ha intentado hacer nada en contra mío. Quizás pueda ser algo confiada, no lo niego.

En estos momentos me duele mucho la actitud de mi madre, pues negarse ha ser auxiliada por otra persona cuando te está extendiendo la mano no le encuentro la lógica.
Aún así, yo seguiré acudiendo a trabajar a la casa de Salim, necesito el dinero, anhelo poder verlo aunque sea de lejos porque cuando estoy a su lado me siento protegida.
A pesar de que mi madre se oponga, me saltaré su orden e iré a trabajar mañana mismo aunque le tenga para ello le tenga que mentir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro