
Capítulo 4
En toda la noche pude pegar el ojo, el pensar que me había quedado sin trabajo y saber las necesidades que estábamos atravesando solo conseguía que mi desesperación aumente quitándome hasta el sueño.
Me levanté y me fui directa hacia la cocina. Abrí la nevera y no había comida suficiente para comer en dos días.
Cierro la nevera comenzando a enfadarme.
En cierto modo, trabajar en el hotel no sólo nos daba para comer, todos los días traía a casa a escondidas comida sobrante del restaurante.
Y al menos así no pasábamos hambre.
Escucho como mi madre con su bonita sonrisa y rostro de cansancio me da los buenos días.
— Mamá, debo decirte que me han despedido del hotel. — Tímidamente bajo mis ojos a la mesa cruzando mis dedos.
— Veruska, ¿Qué has echo está vez?
— Nada, te juro que esta vez no hecho nada malo. Es que ese maldito de mi superior quería que le hiciera favores gratis. Desgraciado.
— Escúchame hija, jamás permitas que un hombre se adueñe de tí como si fueras su esclava. Tú eres una mujer inteligente, valiente y joven. Por desgracia has tenido que madurar antes de tiempo, me arrepiento de haberte sacado de la escuela y ponerte a trabajar. Te juro hija que hago todo lo que mis fuerzas me permiten para intentar darles mejor vida a mis dos hijos.
— Mamá, gracias. Te quiero mucho y por eso haré lo posible por encontrar un nuevo trabajo.
— Te quiero mucho mi niña. — La calidez del abrazo y cariño de mi madre consigue que me levante y luche junto a ella en esta amarga vida que nos ha tocado vivir.
Temprano fui a buscar a Marga a casa de su abuela. La cual me dijo que estaba en el hospital. Su padrastro la había golpeado de nuevo pero esta vez había daños mayores.
Inmediatamente fue la hospital para verla.
Nada más rozar mi mano con la suya, un intenso dolor se me hacia dentro de mí pecho. Su mano estaba vendada, una pierna y según me dijo una enfermera había tenido mucha suerte de no haber tenido alguna zona de su cuerpo rota y de momento estuviera respondiendo bien al tratamiento.
Miré a mi amiga, la cual seguía dormida.
Tomé asiento junto a ella hablándole entre lágrimas de desesperación y lástima por ella.
Ya no pude soportarlo más, escondí mi cabeza en el colchón llorando desconsoladamente.
Alrededor del medio día, salí del hospital dispuesta a encontrar trabajo.
Caminé con un periódico en la mano tachando los anuncios que había escritos de diferentes personas intentado buscar personas para un empleo, de los cuales, lo que ponía el anuncio a la realidad había demasiada diferencia.
Aquel día no tuve mucha suerte en haber recibido la buena fortuna de poder tener algún empleo digno.
Había hablado en un bar de copas, pagan poco para las horas que debes de estar y encima exigen como deben de ir las mujeres vestidas.
Debían ir con escasa ropa con la finalidad de provocar al consumidor.
También estuve hablando en una tienda de ropa, tampoco tuve suerte.
Me sentía apenas sin fuerzas, no había probado bocado en todo el día y hacia mucho calor.
Tomé asiento en un banco en un parque viendo a la gente pasear, esperando que alguien tirase algo de comida a la papelera para poder echarme algo a la boca.
No me agrada tener que recurrir a esto,buscar comida en la basura, aún así no tengo otra alternativa, no puedo permitirme de derrochar el dinero.
Esperé durante un rato sentada en el banco escuchando mis tripas rugir, me fui hacia una fuente de agua con la intención de refrescarme.
Mis piernas flaqueaban, el calor era insoportable, de pronto mi visión comenzó a ser algo borrosa, mi cabeza me dolía y pareciera que todo me daba vueltas. Podía escuchar un hombre decirme algo, no hice caso y continúe caminando de un lado a otro sintiéndome cada vez más mareada, me paré en seco. Me sentía tan mal que acepté que un hombre me cogiera entre sus brazos antes de cerrar mis ojos.
Abrí confundía mis párpados, conforme me iba despertando iba fijando mi vista en una lámpara, seguí mirando aquella habitación con muebles de madera oscuros y la cama donde me encontraba tumbada.
Confundida me puse de pie para ir directamente hacia la puerta.
Al abrirla, empecé asustarme, estaba en una casa grande, por lo que veo es moderna y lujosa.
Caminé con sigilo escondiéndome como se fuera una ladrona para salir de aquella casa.
Después le mandaré una tarjeta agradeciendo el detalle de haberme dejado echarme la siesta en una cama muy cómoda.
— Veruska. — ¡¡Leches!! De la misma sorpresa pego un grito.
— Por favor no pretendo asustarla. Pero... ¿porqué te ibas así sin despedirte?
— Yo...es que soy muy precavida. Pensaba mandarle una postal agradeciendo el detalle.
—Al voltearme para ver el rostro de la persona que bien me conoce, mis ojos se abrieron al máximo, sentí mi boca resecarse y un torbellino de nervios danzar en mi tripa.
¡Era el asquerosamente sexy el morenazo!
— Por favor no temas, no te voy hacer nada. Siéntate y come algo, el doctor que te ha atendido me ha comentado que estás algo deshidratada.
— Disculpe. Pero no entiendo nada. — Frunzo mi ceño desconcertada con lo que me dice.
— Perdona, estaba en un parque reunido, cuando uno de mis hombres te vio que te tambaleabas, al acercarse a tí y verte tan pálida le di la orden que te siguiera para que te convenciera de llevarte a un hospital. Debido al calor que hace, era evidente que podía darte una lipotimia.
Al caer al suelo, te traje a mi casa porque no vi ningún tipo de documento en tu bolso para llevarte a tú casa.
¿Piensas que puedes salir a la calle sin ninguna documentación encima? Eso no está bien, si algo te ocurre, nadie podría llamar a tú familia.
— Lo siento, pero no suelo llevar algún documento encima porque ya me han rodado en alguna ocasión la carrera.
— Lo comprendo. Ahora ven, siéntate y disfruta de la comida después si lo deseas podrás volver a descansar. Debes seguir las recomendaciones del doctor.
— Gracias, pero tengo que volver a casa, mi hermano pequeño está solo y mi madre no tardará en llegar del trabajo. Le agradezco la comida, aún que no entiendo porqué se toma tantas molestias.
— Para mí es un placer poder ayudarte. Diríamos que me caes muy bien y eres una joven que lucha adelante con carácter, como debe ser. — Madre mía, miro con detenimiento sus ojos, se ve tan seguro de sí mismo, tan perfecto que hasta el polo y los vaqueros que lleva puestos le sientan tan bien. Presiento que este hombre además de rico quiere algo más y por la manera que me mira algo me dice que estoy en peligro.
No porque vaya lastimarme, es por su manera tan amable y educada con la que me trata.
Empiezo a comer de varios platos que hay servidos en la mesa con gula.
Él solo me observa como devoro la comida.
— Disculpe los modales, pero es que llevo todo el día sin comer y esto está de vicio.
— Coma todo lo que deseas. He mandado que lo preparen para ti.
— ¿No come?
— Yo no puedo comer aún me falta una hora para poder comer.
— Y eso, sigue algún plan de dieta o algo así. — El moreno se echa a reír con ganar sin apartar sus hermosos ojos negros de mí.
— No, soy árabe y estamos en el mes del Ramadán. Pero tranquila, come lo que lo desees si quiere algo más mi cocinero se lo prepara.
— No, gracias. Si con todo esto ya estoy más que llena. Por cierto, ¿puedo preguntarle cómo se llama?
— Me llamo Abdel Fâdel Mâlik Salim. — De sus labios muestra una sonrisa encantadora, será porque se me habrá quedado una cara de sorprendida terrible.
— ¡Wuau! Faltó alguien más para que te agregase otro nombre más, porque creo que te lo has llevado todos. —
El morenazo empieza a reírse a carcajadas sin apartar sus lindos y adorables ojos de mí, consiguiendo de alguna manera que termine ruborizada y excitada con su manera tan especial de hacerme sentir.
Termino de comer quedándome muy a gusto. Consulto la hora y veo que pronto serán las ocho.
— Discúlpeme señor, debo marcharme, mi mamá estará a punto de llegar y me siento algo intranquila de saber que mi hermano lleva mucho tiempo en casa de la vecina.
— Veruska, no me llames señor. Pienso que después de esta noche ya no debes de temer nada.
— De acuerdo señor de todos los nombres. — Mis palabras sonadas de manera de burla lo hacer reír, y eso me agrada ver como un hombre tan asquerosamente rico se haya tomado la libertad de abrirme las puertas de su casa y ser tan hospitalario conmigo.
Tanto, que hasta me propone que me lleve su chófer.
— Gracias por todo Salim, no sé cómo agradecerte lo bien que te has portado conmigo.
— Veruska, vuelve mañana y hablaremos sobre tu trabajo. No me gustaría verte de nuevo buscando comida en las papeleras.
Yo estoy dispuesto a darle un empleo, acepte mi ayuda.
— Me lo pensaré. — Fue lo último que puede decir antes de montarme en un todoterreno negro con asientos de cuero marrón.
Durante el trayecto, pensaba en Salim.
No solo es un hombre educado, con una belleza exterior extremadamente bondadosa, dotado con una lindeza en sus rasgos.
Su pelo negro a juego con unos ojos negros adornados con unas largas pestañas y unos labios carnosos perfectos para besarlos. Su cuerpo alto y bien curtido lo hace aún más atractivo.
Sin duda, es el hombre más perfecto y hermoso que he visto en mi vida.
Y aún así, a pesar de querer ayudarme, comprendo que no puedo acercarme a él pues estaría poniendo en juego mis ilusiones por querer aspirar a un amor que se quedaría como espuma de mar.
Al llegar a casa, y haberme pasado antes por casa de la vecina para recoger a mi hermano, llega mi madre en un mar de lágrimas.
Alarmada abrazo a mi madre, la cual tirita como una hoja.
— ¿Mamá qué ha ocurrido? Mírate estás temblando y muy pálida.
— Veruska mi amor, ha sido terrible. El taller donde cosemos se ha derrumbado el techo y varias mujeres han quedado sepultada entre los escombros, otras están gravemente heridas y se dice que hay al menos doce mujeres muertas.
Yo estaba en el servicio y cuando he visto que caía varios cascotes del tejado he gritado y junto a varias compañeras hemos podido salir huyendo hacia la calle.
— Mamá, no llores. Estás viva, estás con nosotros. Tranquila todo va pasar.
— Pero María Petra ha muerto. ¿Qué va ser ahora de sus hijos? ¿Quién se va hacer responsable de las muerte de esas mujeres?
La policía sabía en las condiciones que estamos trabajando y siendo sobornados han mirado hacia otro lado. Y ahora, algunas familias han perdido a un familiar y estoy segura que nadie va ser culpado por ello.
Volví abrazar a mi madre, la cual seguía llorando por lo sucedido. No solo había perdido a una de sus mejores amigas. Había perdido su trabajo y las deudas hay que pagarlas.
En esos momentos no quería mencionar a mi madre lo que no se avecina si no teníamos dinero.
Prefiero guardar silencio, cuidar de mi madre e ir saliendo con los pocos ahorros que disponemos mientras encuentro alguna solución a esta gran desdicha que nos ha tocado vivir.
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