𝟬𝟯. 🃏 Nada Está Cerrado Del Todo
El día que nunca supe que existiría llegó más rápido de lo que pensé. El Ojo me quería- me está esperando. Toda mi vida soñé con este momento; ahora finalmente estaba pasando. Todavía estaba muy confundida sobre por qué era 'El Loco', pero El Ojo siempre tiene un plan. Me nombraron El Loco por una razón y quién era yo para dudar de ellos. Pero... El Loco era un poco demasiado, ¿no?
Me paro al otro lado de la calle y miro fijamente hacia el edificio al que debo entrar. Agradezco un poco que, a pesar de tener que quedarme una semana más en Nueva York, la temperatura haya subido un poco y consiga sentirme cómoda sólo con mi camiseta de manga larga al aire libre. Alzo la muñeca y la pongo delante de mí para comprobar la hora en mi flamante reloj nuevo: las 4:40. Suspiro y cruzo la calle sin pensarlo. Supongo que no estaría de más llegar unos minutos antes.
Me detengo frente al alto edificio antes de entrar, mirándolo de arriba abajo. Antes de empujar la pesada puerta, respiro profundamente. Esto es lo que quería y con lo que he estado soñando desde siempre. Por fin está a punto de suceder.
Me muerdo el labio y empujo la puerta para abrirla, divisando los muchos tramos de escaleras que ahora tendría que subir. Otro suspiro se escapa de mis labios, me agarro a la barandilla y comienzo a subir. Espero que El Ojo no espere que sea muy atlética.
Después de lo que pareció una eternidad, llego a la cima y me encuentro cara a cara con la puerta por la que debía entrar. Eso, y un hombre de pie frente a ella.
—Oh, hola —saludo, dándole al hombre una pequeña sonrisa—. Supongo que he llegado un poco pronto.
El hombre me asiente secamente y me devuelve la sonrisa. Se mete la mano en el bolsillo del abrigo y saca una carta parecida a la que tengo en la mano.
—Voy a arriesgarme y asumir que tú también has recibido una de estas cartas mágicas.
—Sí, la tengo —le digo, levantando mi carta—. Soy Cassie Hallman.
—Merritt McKinney —contesta. Se me escapa una sonrisa al darme cuenta de que reconozco el nombre.
—No me digas —respondo sorprendida—. He visto algunos de tus trucos. Es un placer conocerte.
Merritt sonríe y vuelve a meterse la carta en el bolsillo mientras yo echo un vistazo a mi alrededor.
—Así que... ¿estamos esperando a alguien?
—La puerta está cerrada, y no puedo abrirla —responde Merritt.
Asiento con la cabeza, tanteando la carta de tarot en mis manos. El silencio entre los dos no dura mucho, ya que oigo un par de voces que discuten en las escaleras, dirigiéndose hacia nosotros.
—¡Tienes página web! ¡Muy bien! Me alegro, hablaré de ella... —capto la última parte de la conversación antes de que la pareja se una a Merritt y a mí frente a la puerta del apartamento.
Jadeo un poco cuando veo a Henley Reeves de pie frente a mí. Sus actuaciones siempre me han sorprendido, especialmente la última con las pirañas. Siempre la he admirado, no es muy frecuente ver a otra mujer en la industria de la magia.
—Oh, vaya. Por lo visto ninguno ha sido elegido en exclusiva. Dejad que sea el primero en enviar mi ego a paseo —dice Merritt, esbozando una sonrisa sarcástica. El otro hombre y Henley se acercan a la puerta, mientras el hombre murmura:
—Ah, disculpa.
—Está cerrada —informa Merritt, pero se aparta para que el hombre lo compruebe por sí mismo.
—¿Ah, sí? Lo comprobaré —dice él, agarrando el pomo de la puerta mientras Merritt se adelanta para saludar a Henley.
—Tú —dice, dedicándole una sonrisa—. Espera, no me lo digas. Ah... ¿Helen? No, no, Henley.
El otro hombre mira por encima de su hombro y levanta una ceja, echando un vistazo al vaso de Starbucks que tiene la pelirroja en la mano y que tiene su nombre escrito con rotulador negro.
—Está escrito en tu vaso —declara.
Tengo que reprimir una carcajada mientras Merritt se vuelve hacia el hombre que lo delató.
—Gracias por desvelar mis trucos, pero no le estaba leyendo la mente. Era sólo una observación —murmura él, girándose otra vez hacia Henley—. Y la siguiente observación, es que eres preciosa.
—Gracias —dice Henley de manera cortante, asintiendo ligeramente en respuesta.
Sacudo la cabeza y me río por lo bajo, mirando a la mujer que me miraba con una expresión incómoda por el encuentro anterior. Le tiendo la mano y ella la estrecha con una pequeña sonrisa.
—Hola, mi nombre es Cassie Hallman —me presento, más que nada a ella, pero también al otro hombre—, y soy una gran fan. ¿Tu último escape, con las pirañas? Brillante. Es un placer poder conocerte por fin.
Henley me sonríe y luego mira hacia su colega con una mirada cómplice llena de orgullo, él sólo entrecerró los ojos hacia ella.
—Muy bien. Ha estado muy bien, muy trabajado. Muy bonito —el hombre se aleja de la puerta, derrotado por el cerrojo que ésta tenía. Rápidamente me saluda con la cabeza y luego le tiende la mano a Merritt—. J. Daniel Atlas. Encantado.
Merritt va a cogerle la mano, pero en lugar de estrecharla la aparta rápidamente y le enseña el dedo del medio. Daniel frunce los labios en respuesta, y Henley y yo intentamos reprimir nuestras risas.
—Qué majo —suelta, sin perder el tiempo—. Sé de qué vas y sólo quiero decir que no me interesa eso de que nos leas la mente.
Merritt agita los dedos alrededor de su cabeza y hace un pequeño zumbido mientras Daniel divaga.
—Sobre todo cuando no sabemos quién nos ha traído.
Merritt baja las manos y se lleva un dedo a los labios, haciendo callar al hombre que estaba hablando a una velocidad demencial.
—Espera, espera, capto algo. Capto que a ti te... obsesiona el control —dice Merritt, señalando con los dedos a Daniel.
—Perdona, ¿nos conocemos de algo? —responde él, mientras Henley se burla y da un paso más para estar a la par de Daniel.
—No hace falta ser mentalista para saber que te obsesiona el control.
—Me lo tomaré como un cumplido —dice Daniel con una sonrisa engreída en su rostro.
—Oh, vaya —murmura Henley con una sonrisa forzada, fijando los ojos en mí—. Sólo él se lo tomaría como un cumplido.
—Vale. Bien. Estupendo. Otro cumplido —continúa Daniel, haciendo que casi ponga los ojos en blanco.
—Wow —Henley exhala con molestia mientras Merritt se vuelve hacia mí con una ceja levantada.
Se vuelve hacia los dos que tenemos delante, ladeando la cabeza.
—Vale, con que... por eso ya no sois pareja.
Tanto los ojos de Daniel como los de Henley parecieron salirse de sus cabezas.
—¿Pareja? —pregunta Daniel, riéndose entre dientes.
—No, no —objeta Henley, volviéndose hacia Daniel al mismo tiempo que él se vuelve hacia ella.
—Nunca fuimos pareja —la forma en que ambos dijeron eso al mismo tiempo me hace creer lo contrario. Levanto la vista hacia Merritt, que ya me estaba devolviendo la mirada, sabiendo que los dos estábamos pensando lo mismo.
—Sólo me serraba en dos —dice Henley, frunciendo los labios y haciendo un movimiento de sierra con la mano.
—Una gran ayudante —comentó Daniel mientras la miraba.
—Sí, pero demasiado gorda para Danny —dice Henley, haciéndome suspirar mientras miro a Daniel.
—Ah, no —replica éste—. Sólo lo dije una vez, y fue por la... por la trampilla.
—Era... ¡La hiciste de este tamaño! —exclama Henley, demostrando el tamaño de la trampilla con sus manos—. ¡Nadie cabía por ahí, nadie!
—Rebecca cabía —dice Daniel rápidamente, una sonrisa petulante empieza a dibujarse en su rostro—. Cupo durante años.
Me burlo, cruzando los brazos sobre el pecho. Henley se vuelve hacia mí antes de mirar a Daniel, con las cejas fruncidas por la ira.
—¿Sabes cuánto cuesta estar ahí vestida con esos trajecitos súper estrechos?
—Ah, no. Yo soy el protagonista —dice Daniel con una sonrisa orgullosa.
Sacudo la cabeza con rabia.
—Vale, ya es suficiente, Atlas —digo, frunciendo los labios y mirando fijamente al hombre, que sólo entrecierra los ojos en respuesta.
Merritt se aleja de Daniel y se dirige a Henley, suspirando.
—Vale, él nunca hizo que te sintieras especial. Y créeme, te mereces que alguien haga que te sientas especial.
Me muerdo el labio para no reírme mientras noto que los pelos de la nuca de Daniel se levantan con frustración.
—Bonito, bonito cuento —dice, asintiendo y comenzando a alejarse del grupo—. Disfrutad de la compañía mutua.
Justo cuando Daniel se da la vuelta, mis ojos se dirigen a las escaleras y veo al chico que lleva su característica chaqueta de cuero. Al verlo, se me dibuja una sonrisa en la cara. Los ojos de Jack se dirigen inmediatamente a los míos y compartimos una pequeña sonrisa, antes de fijarse en los otros tres que están delante de él.
—Alucino —exclama, reparando en que el mismísimo Daniel Atlas está de pie frente a él—. ¿J. Daniel Atlas? Tío, he visto todo lo que has hecho, para mí eres... t-tú eres mi ídolo, en serio.
Merritt agacha la cabeza para intentar ocultar su risa mientras Daniel extiende la mano hacia Jack. Ahora era su turno de sonreír a Henley, que sólo pone los ojos en blanco.
—¡Vaya, un admirador! Un placer conocerte —Jack estrecha nerviosamente la mano de su ídolo, con una sonrisa de incredulidad formándose en su cara.
—Ya, eh, me llamo Jack.
—Una pregunta —dice Merritt rápidamente, mientras Jack suelta la mano de Daniel. Saca su carta de tarot y se la muestra a Jack—. ¿Has recibido una de estas?
—Sí, sí, emm... —murmura, metiendo la mano en su bandolera y rebuscando en ella hasta encontrar su carta para enseñársela a los demás—. La Muerte.
—La Sacerdotisa —Henley alza su propia carta que ha estado en su mano desde el principio.
Daniel levanta las cejas, levantando su carta.
—El Amante.
—Durante 3 minutos —murmuro un poco alto, disimulándolo con una tos, mirando al techo y luego a Henley, que intenta reprimir su sonrisa. Daniel me mira fijamente mientras yo levanto mi propia carta para mostrársela al resto—. El Loco.
Merritt suspira y luego mira al resto de nosotros.
—El Ermitaño.
—Vale, ¿y qué estamos... ¿Estamos esperando a alguien? ¿Por-Por qué estamos... —comienza a preguntar Jack, pero es cortado por Henley y Daniel.
—Está cerrada.
Miro a Merritt una vez más, sabiendo que los dos estábamos en la misma página sobre todo lo de "nunca fuimos pareja". Jack se ríe, sacudiendo la cabeza mientras mira de Daniel a mí.
—Oh, no. Nada está cerrado del todo.
Jack se abre paso entre Daniel, que levanta las cejas y comparte una mirada con Merritt. Veo cómo Jack saca un kit para abrir cerraduras de su bandolera y se agacha para hacer su magia. En cuestión de segundos, oigo el clic de la cerradura.
Jack empuja la puerta para abrirla, dejando escapar un espeluznante sonido de chirrido y revelando un apartamento completamente a oscuras.
Aᥴᥱ́rqᥙᥱᥒsᥱ, mᥲ́s.
Ahorᥲ ᥴoᥒoᥴᥱᥒ ᥒᥙᥱstro sᥱᥴrᥱto.
Podrίᥲmos ᥱstᥲr ᥱᥒ ᥴᥙᥲᥣqᥙιᥱr ρᥲrtᥱ, obsᥱrvᥲ́ᥒdoᥣos.
Bᥙsᥴᥲmos ᥲ ᥲᥣgᥙιᥱᥒ qᥙᥱ ᥒos ᥲყᥙdᥱ ᥱᥒ ᥒᥙᥱstro sιgᥙιᥱᥒtᥱ trᥙᥴo.
Cᥙᥲᥒdo ᥴᥙᥱᥒtᥱ trᥱs, ᥲbrᥲ ᥣos ojos, ყ dίgᥲmᥱ ᥣo qᥙᥱ vᥱ.
Uᥒo, dos, trᥱs.
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