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93 || there's no escape from love

Nota de autora: este capítulo está pensado para tener una pequeña banda sonora. Cada canción representa una parte del capítulo y aparecerá al inicio de su respectiva sección, pero les dejo la lista por aquí por si quieren guardarlas a modo de playlist y empezar el capítulo con la lista en reproducción activada:

Hung Up - Madonna
Voulez-Vous - ABBA
Only Girl (In The World) - Rihanna
Can't Fight the Moonlight - LeAnn Rimes
Meet Me Halfway - Black Eyed Peas





Helena Rivas Silva

Hung Up - Madonna

Por la noche, nos arreglamos para cenar todos juntos en una casa de comidas que nos habían recomendado. Esa cena entre amigos acabó pronto, pero nosotros ya íbamos con la idea de ir directamente a una discoteca cercana, por lo que no volvimos a la casa, sino que nos pusimos en marcha y, en poco más de minutos llegamos al recinto. Mis pies agradecieron que el camino no fuera excesivamente largo porque se me ocurrió elegir un par de tacones negros finos para combinar el conjunto de falda y top que saqué de mi maleta para aquella noche. Me arreglé un poco más de lo habitual, ya que no teníamos planeado pasar todas las noches en discotecas. Podría no volver a repetirse, además de que no era un plan que me gustase repetir durante unas vacaciones en las que mi prioridad era descansar, y solo por ese motivo estilicé más mi atuendo con aquellos tacones, que, afortunadamente, no eran incómodos en absoluto. Si lo hubieran sido, no habría podido aguantar las siguientes horas en la pista de baile con Cassie, Julia y Lily mareándome más que nunca.

En esa discoteca solían pinchar canciones de los noventa y de los dos mil, algo bastante inusual para un lugar de veraneo al que asistían mayoritariamente jóvenes, pero que la música fuera diferente al reggaeton que inundaba cualquier bar de la zona me emocionaba sobremanera. Yo no le hacía ascos a ninguna clase de música, pero debía reconocer que lo pasé muy bien con aquellas sesiones de Britney Spears y Madonna de fondo, por no hablar de los remixes de ABBA que pinchaba el DJ. Aunque resultaba difícil escuchar las conversaciones con la música tan alta, en algún momento de la noche creí oír cómo Lando aplaudía el trabajo del chico que pinchaba en la tarima. Incluso llegó a subir para saludar y hablar con él en persona. Sin embargo, yo me desentendí enseguida de lo que hacían los chicos, que no entraron en el bullicio de la pista.

Con "Hung Up" de Madonna sonando a todo volumen, les pregunté a mis amigas si querían algo de beber. Julia y Cassie todavía tenían sus vasos medio llenos. No sabía si eran los terceros o los cuartos que se tomaban. Ellas tampoco supieron decírmelo porque la euforia les impedía verbalizar nada más allá de la letra de aquella canción. Lily, por su parte, me dio las gracias y declinó la propuesta. Una deportista como ella no estaba acostumbrada a beber, ni siquiera en su tiempo de descanso, y parecía que el alcohol no le sentaba muy bien al estómago, al igual que a mí. Por ende, marché sola a través de la masa de gente que bailaba bajo las luces de neón para escoger una copa más suave que la anterior. Yo apenas bebía, pero Julia, que era quien se encargaba normalmente de las bebidas, siempre me encasquetaba licores demasiado fuertes. Las pocas veces que había terminado borracha de verdad había sido gracias a mi querida amiga y a mi incapacidad de pasar la noche sin beber ningún líquido. Aunque el alcohol me secaba más la boca, era mejor que nada.

Esperé mi turno detrás de un grupo de chicas que no se cortaban ni un pelo y ligaban sin pudor con uno de los camareros que llevaba la barra. Él hacía sus mejores esfuerzos por atender al resto de personas que se acercaban a por bebidas, pero era complicado si estas desconocidas apenas le daban unos segundos para escuchar los gritos de los clientes. Unos cinco minutos después de llegar, el chico se disculpó con este grupito tan inoportuno y sirvió a quienes habíamos esperado más tiempo. Cuando llegó a mí, primero se disculpó y, antes de poder pedirle mi bebida, agarró un vaso limpio y se dio la vuelta para preparar una copa. Supuse que aún no me tocaba y aguardé en la barra, atenta a los ágiles y rápidos movimientos del chico. Parecía tener mucha experiencia con los cócteles y las bebidas.

De repente, se dio la vuelta y colocó aquel vaso frente a mí. No obstante, yo no me di cuenta de que era para mí y traté de pedirle mi bebida favorita.

—¡Hola, ¿me pones un ...?! —Levanté la voz para que me oyera.

—¡Aquí tienes tu americano! —Me interrumpió él.

Se agachó, recogiendo algo que se había caído tras la barra, y yo observé el vaso. La bebida roja y la media rodaja de limón no dejaban lugar a dudas de que era un americano. Lo extraño era que no tuve la oportunidad de encargárselo, y no podía acordarse de mí por ser la fanática del americano amargo, puesto que la bebida anterior fue una mezcla de vodka y gaseosa que me recomendó Cassandra. Por lo tanto, quise saber cómo era posible que aquel tipo supiera lo que iba a pedir.

—¡Gracias, pero yo no ...! —grité, evitando que se marchara de allí.

Comprendió a lo que me refería y agitó su mano derecha para luego explicarme el misterio en un inglés perfecto.

—¡Ha sido ese chico de allí! —Señaló a alguna parte de la extensa barra y se olvidó de mí—. ¡¿Quién es el siguiente?! —clamó a la multitud, más reducida tras haber despachado a la mitad de la discoteca en pocos minutos.

¿Un chico? ¿De quién habla?

Ojeé la esquina a la que había dirigido su mano el barman, pero había más de un hombre. Había decenas de ellos. Estaba convencida de que se habían equivocado y de que, casualmente, habían acertado con mi bebida. El género masculino no solía fijarse en chicas como yo teniendo a más de un centenar de féminas mil veces más atractivas y risueñas a tiro de piedra.

A ciegas, cogí mi copa y, entonces, los focos móviles que rociaban esa parte de la discoteca cayeron sobre un individuo de camisa blanca y cabellos color miel que surgió de la nada para arrebatarme los sentidos y desorientarme en cuestión de un segundo.

Encontrarlo allí, con los brazos cruzados sobre la barra y sus penetrantes ojos fijos en mí, mientras todo el mundo iba y venía en un frenesí constante, me hizo sonreír por la tonta ilusión que emergió en mi interior al saber que me había estado buscando y de que, finalmente, me había localizado.

Con las mejillas encendidas y mi corazón latiendo al ritmo de Madonna, distinguí su victoriosa sonrisa en la lejanía y me giré, apoyando mi espalda baja en la barra para así protegerme de sus pupilas incendiarias. Eran venenosas; me infectaban con unas irremediables ganas de atravesar los más de diez metros que nos separaban y correr a sus brazos y no quería caer en su trampa. No importaba que la hubiera ejecutado maravillosamente bien.

Mientras tomaba el primer trago de mi Americano, acepté que esa habilidad suya era digna de admiración. A pesar de que la noche en que celebramos su victoria en Australia parecía ya perdida en los anales de la historia y de que bebí más alcohol del que toleraba, sentí la misma emoción enredándose entre mis entrañas, aferrándose a mis tripas y reptando por la boca de mi estómago como si volviera a ser la noche que marcó un antes y un después para nosotros, cuando sus labios reclamaron los míos para el resto de nuestros días.

Mi pecho, agitado, pataleó a modo de aviso.

Si bien no supe con seguridad cuánto tardó en venir a mi encuentro, su presencia se hizo notable al cabo de unos instantes. Como un imán rastreando a su polo opuesto, aterrizó contra la barra, dejando su brazo derecho en la misma y escrutándome sin recato alguno. El DJ estaba bajando el volumen de la música en busca de la mejor manera de engarzar la siguiente pieza musical. Ese era el momento de hablar si quería que me escuchara con claridad, y así lo hice.

—No vengas a burlarte de mi paladar porque ... —Empecé a decir.

El americano, de sabor insufriblemente amargo y procedencia italiana, no era el favorito de las masas. Si olvidabas la amargura del refresco que lo acompañaba, no era para tanto, pero a mí me encantaba la mezcla del Bitter Campari con el Vermouth rojo a pesar de que la gente lo rechazara. Yo sabía que el sabor era una excusa barata y que lo que realmente disgustaba a los demás era el poco alcohol que llevaba el cóctel, aunque eso me beneficiaba; significaba que nunca se acababa en una fiesta.

—Me gusta que tengas un paladar de niña pequeña —Anunció él. Aquel era su divertimento particular y no se molestaba en fingir lo contrario—. Es más fácil acertar con las bebidas.

Madonna abandonó los altavoces con un sórdido silencio al tiempo que yo me armaba de valentía y giraba mi rostro en su dirección. Mirarlo a los ojos a esa distancia tan pobre se tradujo en un respingo que mi corazón apenas pudo gestionar.

Voulez-Vous - ABBA

Las primeras notas de la famosa canción de ABBA levantó los ánimos de todo el mundo. "Voulez-Vous" era el único himno que haría justicia al juego que iba a inaugurar con un comentario aparentemente inocente.

—Pues muchas gracias por el cóctel, señor sin nombre —le agradecí un gesto que, de haber venido de otro hombre, nunca habría aceptado con tanta diplomacia.

—Era mi mejor baza para acercarme a una chica tan guapa como tú —Explicó y ambos presenciamos la estampida de personas que abandonó la zona de la barra para echarse a la pista de baile para gritar a todo pulmón la letra de aquella canción tan acorde a nuestra graciosa situación—. ¿No bailas? —preguntó al ver que no me movía.

—Ya he bailado mucho ... Y se me da fatal, así que mejor me quedo por aquí —Expuse mis motivos, a pesar de que él era el primero que sabía cuánto amaba ese tipo de música.

—Eso quiere decir que no te molesto —Dedujo, ladeando la cabeza.

—No —contesté—. De momento.

Y volví a beber. Si no bebía y mantenía entretenida la boca, no habría podido seguir con aquel teatro. El temblor que se extendía por mis comisuras era el único indicio que necesitaba para saber que mi cuerpo no atendería a razones.

—¿Estás sola? —interrogó, interpretando su papel al pie de la letra.

—He venido con unas amigas.

—¿Y sin ningún chico? —dijo, desconfiado—. Me ha parecido ver a un tipo castaño ... —comentó, haciéndose el despistado de una manera terriblemente adorable—. Parecía guapillo de cara, pero no sé si ...

—No estaba conmigo, si es lo que preguntas —Resolví su duda.

La sonrisa en mis labios decía más que mis palabras, pero me negué a mirarlo y probé a rastrear a Julia o a Cassie entre toda la gente que había invadido la pista. Una misión en vano.

—Bien —dijo muy templado.

—¿Por qué? —inquirí, agarrando con fuerza el vaso para que no se me resbalara de la mano—. ¿Te intereso? —Decidí dejar la timidez a un lado.

—Mucho —Me confirmó él.

Aquella afirmación me provocó una risa incontrolable.

—¿Siempre eres así de directo?

—No siempre —Declaró—. Soy un poco tímido, aunque no lo parezca.

Cansada de sentir que la copa se me escaparía de los dedos debido a la humedad que mojaba la superficie del recipiente, que se combinaba con el sudor caliente de mi mano, di media vuelta y dejé el vaso en la barra. Él, al estar ya de lado, no tuvo que cambiar de posición para seguir con su exhaustivo escrutinio de mi rostro.

—No lo parece —dije, recordando que también tomó las riendas en Baréin.

—Voy al grano cuando sé que tengo posibilidades —Justificó su seductora actitud.

—¿Las tienes? —cuestioné sus grandes esperanzas.

—Creo que sí —Avaló.

Nunca había entendido el porqué se decía que aquella canción te subía las pulsaciones. No estaba bailando, no había una agitación real que pudiera ocasionarme estragos físicos, pero el ritmo y la percusión de la canción comenzaron a subirme la sangre a la cabeza. Era algo extrañamente hipnótico; no le estaba encarando, no podía perderme en sus ojos verdes porque tenía la vista puesta en mi bebida y, aun así, noté un efecto efervescente en todo mi cuerpo que pedía a gritos aceptar sus descaradas intenciones.

—Pues déjame decirte que tienes mucha confianza en ti mismo —repliqué mientras la melodía taladraba mis sienes.

Comprimió el espacio. Avanzó. La manga de su camisa rozó mi brazo desnudo y a mí se me erizó la piel. Igual que en Baréin.

—¿Y eso no te atrae en un hombre? —susurró, cada vez más cerca.

A modo de autodefensa, viré mi atención hacia él, que me dio una sofocante bienvenida al ensartar sus iris en mis rasgos.

—No me gustan los hombres vanidosos —Desmentí, aunque, si se trataba de él, podía ser todo lo arrogante que se le antojara.

—¿No?

Un pequeño mohín en su nariz me desconcentró. Por suerte, regresé a sus hermosos ojos y a la debilidad de verme sometida a ellos.

—No —Sentencié.

Con la silueta de una sonrisa perfilándose en sus labios, no titubeó a la hora de piropearme.

—Tienes una mirada preciosa —Me aduló.

Olvidaba que su manera de ligar era incluso peor que la mía. Una carcajada quiso abrirse camino desde la base de mi garganta. Fue un verdadero milagro que la contuviera, pero hablaba con tanta seriedad que me pareció de mal gusto tirar por tierras sus tiernos intentos de conquistarme.

—Me lo dicen mucho —Afirmé, manteniéndole el pulso.

—¿Ah, sí? —Bajó sus párpados, destilando interés—. ¿Quién?

—Mi novio —Aclaré.

Lo sopesó junto a una mueca torcida.

—Un novio que no te acompaña —Subrayó su supuesta ausencia.

—¿Y esa es razón suficiente para que pase algo entre tú y yo? —Esgrimí—. Ni siquiera sé tú nombre.

—Charles —Se descubrió a sí mismo, a las puertas de la desesperación.

En Baréin, aquel intento quedó en un fracaso estrepitoso por mi parte. Cuando me interesé por cómo se llamaba, él lo dejó en manos de un destino que podría haber estado en nuestra contra, caprichoso e indómito. Confió en que su hilo de vida y el mío estaban tan enredados y que nadie podría separarlos ni cortarlos, pero apostó. Apostó a la alta y, gracias a un azar al que estaría eternamente en deuda, se llevó la mano ganadora al conocerme a la mañana siguiente como su segunda ingeniera de pista.

—Eso ha sido más fácil de lo que recordaba —Sonreí, imaginando cómo habría sido nuestra historia si me hubiera dicho su nombre aquella noche.

¿Me habría negado en redondo a lo que sentí por él? ¿Habría elegido a Ferrari, aun sabiendo que él estaría allí? ¿Me habría vuelto más reticente a aceptar la naturaleza de nuestra relación o todo habría sido más sencillo?

Charles se inclinó, posando sus comisuras en el lóbulo de mi oreja.

—Tenías que saberlo antes de que vayamos a los baños y echemos un buen polvo, chérie —Defendió su táctica y yo me reí, claramente ruborizada ante su promiscuidad—. Voulez-vous? —dijo en honor a la canción, que ya estaba en sus últimos segundos de vida, más vehemente y palpitante que nunca.

Sin embargo, opté por complicárselo. Recogí la copa y me deslicé, huyendo de él y de su apetito sexual. Bebí y pasé el vaso a mi mano izquierda mientras apoyaba la otra en la barra, que hacía de soporte y de guía a mis sentidos.

—¿Esa es tu propuesta, Charles?

La música desaparecía, así que Charles también moduló su voz.

—Puedo ofrecerte más que eso, pero creo que sería un buen comienzo —Aseguró, siguiéndome de cerca en ese repentino paseo.

Sin alejar mi mano de la barra de madera, observé el final de esta, que terminaba contra una pared en la que no había nadie.

—¿Más? —exclamé—. Voy a empezar a pensar que simplemente has desarrollado una extraña obsesión conmigo —comenté, divertida.

—¿Me culparías si fuera así?

Con mi objetivo fijado, volví a girarme y le regalé una privilegiada perspectiva de mis sonrojados pómulos, aunque él no perdió el tiempo y bajó la mirada a un escote que yo no solía lucir y que seguramente estaba volviéndole loco de remate.

—Sí, pero no pareces un mal tipo —Bromeé, pues Charles se había encariñado demasiado con el generoso volumen que le proporcionaba aquel top a mis pechos.

—No lo soy —Aseveró, despegando sus peligrosas pupilas de mis senos.

Only Girl (In The World) - Rihanna

Toda aquella situación era muy cómica, pero lo estaba pasando en grande. Darle un poco más de cuerda no haría daño a nadie y, en el momento en que los coros de "Only Girl" de Rihanna estallaron en la discoteca, deseé que no me quitara los ojos de encima ni un maldito segundo. Anhelé que me hiciera sentir lo que la letra decía como si todavía no nos hubiéramos dado un simple beso.

—Que no seas un lunático o un secuestrador no basta para que considere esa escapada de la que hablas —Marqué el límite a su insistente cortejo—. Primero, necesitaría enamorarme de ti, por ejemplo.

—Ya debes estarlo si no te deshaces de mí, cariño —respondió, burlón.

—¿Y no puedo estar siendo educada contigo? —pregunté al tiempo que mis dedos entraban en contacto con la pared—. A lo mejor no quiero herir tus sentimientos —Exageré.

Mi espalda chocó con la superficie fría.

Los orbes de Charles sonreían.

Extendí los dedos, impregnándome del frescor que emanaba aquella pared, y él se echó hacia adelante para apoyar su mano izquierda a un lado de mi cabeza.

—¿Lo estás siendo? —Puso en duda—. Porque estoy seguro de que no habrías venido hasta la esquina más apartada del local si fuera mera cortesía.

Risueña, eché una ojeada a mi derecha, comprobando que no había nadie merodeando por la zona. Entretanto, Charles invadió mi espacio vital como habitualmente hacía y me privó de libertad de movimiento.

—Asumes mucho de mí sin conocerme, Charles ... —Reí.

Usó su mano derecha para retirarme el cabello de los hombros y así tener mi cuello descubierto. Primero pasó un par de dedos sobre mi piel, lanzándose a una tentativa que a mí me excitaba como ninguna otra. Después, se dedicó a oler mi colonia, reclinándose, al borde de una locura bulliciosa y exacerbada.

—No he podido dejar de mirarte en toda la noche —me susurró, estrechando el hueco entre su boca y mi lóbulo.

—¿Toda la noche? —repetí sus palabras, asombrada—. Eso es mucho tiempo.

Nos separamos tan pronto como llegamos a aquel lugar, pero sabía que no mentía y que su mirada me había perseguido todo el tiempo porque era algo incontrolable para él. Ocurría constantemente en el box, cuando yo escapaba del muro para airearme y, al bajar de mi silla, hallaba sus ojos verdes en el ajetreo de su box.

—Una eternidad ... —declaró él.

Ya sentía la curvatura de sus labios sobre el cartílago, atentando contra mi autocontrol. Podría haberle dejado actuar en ese espacio recóndito y erógeno y, de haber sido así, nos habríamos marchado del local antes de reconocer que mi libido estaba alcanzando cuotas exageradas. No obstante, empujé su pecho con mi mano, prohibiéndole avanzar hacia aquel escarpado acantilado.

—Pero no soy la única mujer aquí —Evidencié, ganándome una suspicaz ojeada suya—. ¿Tengo que creer que solo has tenido ojos para mí? ¿De verdad? —pregunté, haciendo gala de mis pésimas dotes de actriz.

—No se me da bien mentir, tesoro —Se exhibió.

—¿Y cómo sé que estás siendo sincero? —Me hice la tonta—. No te conozco de nada, ¿recuerdas? —Y estuve al borde de ahogarme con mi propia risa.

Charles jadeó, haciéndose el ultrajado.

—¿Vas a hacerte de rogar? —Se escandalizó ante mi receloso comportamiento—. ¿No ves que estoy sufriendo?

Si no tuviera la temperatura corporal por las nubes y unas insoportables ganas de tener sus manos por todo el cuerpo, me habría hartado a reír.

—¿Sufriendo por una chica cualquiera cuando podrías tener a otras que estarían encantadas de acompañarte a dónde tú quieras?

—Ninguna de ellas eres tú.

Me hizo débil. Si olvidaba que estábamos jugando, esas palabras tenían la potestad absoluta de abatirme con un solo disparo. Mi corazón estaba a tiro y él sabía que podía doblegarme.

—¿Eso es que ya no se te acercan tanto como antes? —dije, en plena guerra con mis instintos—. ¿Estás perdiendo facultades, Charles? ¿Ser guapo de cara ya no te funciona? —Le acribillé, recurriendo a la ofensiva.

—¿Eso piensas? —inquirió más alto, por encima de la canción incluso.

—Y lo seguiré pensando si no me demuestras lo contrario —Asesté mi veredicto.

—¿Quieres que apostemos? —Me retó.

—Vale —Acepté encantada.

Automáticamente, se giró y comenzó a buscar entre la multitud de personas que iban y venían en la excitación de la fiesta que no decaía ni por un momento.

—¿Cuánto tiempo? —Lanzó la pregunta, oteando el horizonte de personas para hallar alguna candidata.

—Diez minutos —Establecí el tiempo del que dispondría—. Si en diez minutos no se te ha acercado ninguna chica, gano yo.

Charles regresó a mí, sonriendo a raíz de mi determinación.

—¿Y qué ganas, preciosa?

—Ser más que un polvo —dije.

—¿Y yo? ¿Qué gano yo? —Curioseó.

—Mi nombre —Me pareció un premio relativamente vacío y decidí aportarle algo más llamativo—. Y un beso.

Asintió, comprometiéndose a jugar ese juego tan limpiamente como pudiera.

—Solo necesito cinco minutos —Declaró con una seguridad abismal.

—Espera —Lo detuve y agarré el cuello de su camisa para desabrochar un botón más. Lo poco que toqué su torso, sentí que todo él ardía en unas brasas de lo más suculentas—. Te queda mejor así.

—Gracias. Cinco minutos —Y se alejó como si nunca me hubiera tenido contra aquella pared que todavía sostenía mi espalda.

—¡Ya estoy contando! —grité, encandilada.

Tal y como prometió, le bastaron apenas un par de minutos para que, sin él hacer nada más que revisar su móvil apoyado en la barra, una chica rubia se le acercara con claras intenciones. Yo lo vi todo de refilón, ya que fingía estar escuchando unos audios inexistentes con el teléfono pegado a mi oído y no podía observar la escena descaradamente. De haberlo hecho, aquella chica habría sospechado que nos traíamos algo entre manos y nuestra diversión se habría ido a pique, así que afiné mi audición y me olvidé de mirar a Charles.

—¡Hola! —Oí una voz aguda.

—Hola —respondió Charles.

—Llevas mucho tiempo en la barra —Esa debía de ser su frase estrella a la hora de ligar porque, claramente, no había estado observando a Charles durante más de un minuto—. ¿No te apetece bailar? —Le invitó.

—No soy muy bueno con los pies —Se justificó él.

—Pero seguro que eres bueno en otras cosas, ¿verdad? —Se lanzó ella, muy dispuesta a que algo surgiera entre ambos.

Me encontré a mí misma sonriendo, derrotada, porque Charles había cumplido. En realidad, estaba muy segura de que, si no hubiera sido aquella rubia, otra de las tantas mujeres que le habrían echado el ojo a lo largo de la noche se habrían atrevido a insinuarse a un chico tan atractivo como él. Recordé el contraste de su tez bronceada y el blanco puro de su camisa y me descubrí tragando saliva, hambrienta de algo que nunca me saciaría. Siempre querría más de Charles, así que me apiadé de aquella desconocida y, en lugar de dar rienda suelta a unos celos injustificados, pensé en cuánto le dolería perder a un hombre así.

Al divagar, perdí el hilo de la conversación. Inquieta, me apresuré a escuchar de lo que hablaban.

—Mira, en realidad he venido con alguien y ... —Le comentó Charles, poniendo punto y final a aquella farsa.

—¿Con quién? ¿Con esa de atrás? —Me puse tensa. Por un instante, creí que nos había reconocido, pero solo quedó en un susto porque ella continuó con sus burdas tácticas de seducción—. Antes estabais hablando. No sé qué le has visto. Yo puedo serte más útil que una mosquita muerta como ella.

Era evidente que solo pensaba en el polvo que quería echarse y, si de paso podía pisotearme un poco por haber llamado la atención del chico que le había gustado, mejor que mejor.

—¿Perdona? —Distinguí la voz de Charles, que parecía ligeramente ofendido ante las desagradables apreciaciones de la chica.

—Me gustas —Me costó descifrar su inglés—. Podemos ir a un privado y ...

—Pues a mí me gusta ella —Se plantó Charles, cansado de aquel tonteo y más aún de que me estuviera faltando al respeto una estúpida cualquiera—. Lo siento —Se disculpó.

—¿Por qué? ¿Porque tiene un par de tetas?

Aquella pregunta empujó una risotada desde el fondo de mi garganta.

—¿Qué? —Inquirió un Charles que no se podía creer el giro que había dado la situación.

—¿Te gustan naturales? ¿Es eso? —Interrogó ella, irritada por la indiferencia que Charles demostraba a pesar de tener un buen cuerpo y deslumbrar a más de la mitad de los hombres del local.

—¿Es que las tuyas no lo son? —Dedujo él de lo más sarcástico.

Para cuando giré ciento ochenta grados, solo pude vislumbrar el vestido de lentejuelas doradas de la chica, que se marchaba de allí con la cabeza bien alta y un enfado terrible. No había conseguido una presa y, para más inri, la habían insultado en su propia cara. Desde luego, no me habría gustado ser ella.

Can't Fight the Moonlight - LeAnn Rimes

Sus palabras ni siquiera me habían molestado y así lo hice ver al acercarme a Charles, aunque él sí estaba lidiando con unos fuertes impulsos que le animaban a ir tras esa la deslenguada que me había tratado como un cero a la izquierda.

—¿Cómo puedes aguantar a tías así? —Me reí, procesando lo ocurrido. El semblante de disgusto de Charlos lo hacía todo mucho más divertido—. ¿Solo se te acercan para follar? —pregunté, dándole un suave codazo en el costado.

—Es uno de sus objetivos, sí —Suspiró, liberando poco a poco el mal humor—. Aunque esta era especialmente agresiva.

—Lo he notado —Continué emitiendo una larga serie de risotadas que pronto se confundieron con el inicio de una canción que me sonaba muchísimo.

No logré ponerle nombre, aunque la melodía estaba tan dentro de mí que tararearla no fue ningún imposible. Antes de querer notarlo, mi voz seguía la música con una facilidad alarmante. A pesar de aquella repentina inmersión musical a la que me vi sometida, no necesité más que discernir el tono de voz de Charles para escrutarlo atentamente.

—¿Y mi premio?

Sonreí. No había tardado ni un minuto en reclamar su recompensa.

—Helena —le respondí.

Él ladeó la cabeza y entrecerró sus ojos verdes, interesado en la otra parte.

—Eso es solo la mitad del premio ... —Denunció, muy avispado.

Viendo que el alcohol que Charles había ingerido no sería mi aliado, le seguí la corriente. No tenía otra alternativa.

—No dije dónde te lo daría —Me apoyé mejor en la barra—. Estoy abierta a sugerencias.

Embriagado, se inclinó hacía mí y esparció ese aire seductor por el que estaba deshaciéndome.

—¿De verdad quieres que te diga dónde lo quiero? —cuestionó, tomando las riendas y dejándome pocas alternativas.

—No sé si quiero saberlo ... —No me demoré más y, con algo de impulso, presioné mi boca contra la suya en un beso limpio e inocente que contrastaba duramente con lo que mi corazón pedía—. ¿Contento? —le pregunté, sintiendo los labios palpitar como locos.

—Muy contento —Afirmó, ensimismado en mis torpes intentos por resistirme a él y a su envolvente aura—. Helena, ¿eh? Es un nombre precioso —Mis risas le hicieron sonreír hasta que sus hoyuelos me saludaron—. Está lejos de hacerte justicia, pero ...

—Eres horrible ligando —Le eché en cara, aunque mis mofletes sonrojados decían otra cosa bien diferente—. ¿De verdad te has pasado años usando el comodín de la mirada o del nombre? Mira que yo soy nula para acercarme a nadie, pero esa técnica está más que desgastada.

Se reclinó más, invadiendo mi espacio vial conscientemente.

—Contigo funcionó —Me expuso.

Atrapada y con las alas cortadas, le di esa victoria.

—Estábamos a oscuras —Describí aquella escena tan irreal que me vio caer rendida a los pies de un tipo sin nombre y sin rostro que ya no era ningún misterio para mí—. Además, fuiste muy torpe —Declaré en su contra.

—Pero funcionó —Se vanaglorió.

—Porque a mí me gustan los chicos torpes —Reconocí que aquella faceta suya fue un gran aliciente—. Dudo mucho que esa rubia te hubiese invitado al reservado si llegas a destapar tus dotes de seducción. Se le habrían quitado las ganas de follar contigo, incluso si eres bueno en muchas cosas —comenté entre risas nerviosas.

El olor de la ginebra y el calor de su cuerpo coartaron mi libertad de movimiento y de pensamiento.

—¿Quieres averiguar cuáles son? —Sugirió, agitando en el aire su tierno papel de playboy primerizo.

—Lo estás empeorando ... —Ojeé el torrente de jóvenes que elegía el camino de salida en lugar del que llevaba a la pista.

Mirar a cualquier lugar que me hiciera olvidar le efervescente sensación que Charles estaba provocando en mi vientre bajo no sirvió de mucho, pues él estaba determinado a conseguir lo que se había propuesto y un liviano susurro ejerció tanta presión en mi cuerpo como un ladrillo cayendo desde un tercer piso.

Avec qui je veux coucher c'est avec toi, Helena.

Sus labios mojados rozaron el lóbulo de mi oreja. Me había olvidado de aquella canción que se me hacía conocida. No escuchaba nada más que su voz grave y un zumbido que acompañaba a la perfección la reacción química que se estaba dando en mi organismo.

—No sé si debería irme con un desconocido —Acerté a explicar.

Su mano derecha dibujó la curvatura de mi cadera y se ancló en ella para aprisionarme y no permitirme huir.

—Puedes resistirte todo lo que quieras, pero no sabes luchar contra mí —Verbalizó uno de mis puntos débiles y de los que más abusaba para, seguidamente, pegar sus comisuras al lado izquierdo de mi cuello.

—Estoy sudando ... —Mascullé, levanté poco a poco la vista y reflexioné acerca de lo sencillo que era doblegarme.

—Ya lo sé ...

—¿Tanto quieres tocarme?

—Ponerte nerviosa es más divertido de lo que recordaba —Leí su sonrisa sobre la piel de mi cuello antes de que depositara un beso húmedo en la zona.

Charles no me lo confesó, pero debió sentir el bombeo de mi alterado corazón al besarme allí. Seguramente se lo guardó para sí mismo, disfrutando en secreto de los estragos que ocasionaba mientras el resto del mundo seguía girando y girando.

Mis párpados batieron la poca sensatez que creía conservar.

—El baño de una discoteca es la opción más insalubre de todas —Marqué mis límites.

—¿Entonces? —Fue retrocediendo, interesado en mi conclusión.

—Me estoy quedando en un sitio que podría servir —Tonteé con él.

Su sonrisa torcida era la clara marca de un vencedor.

—¿Y tus amigas? —Su falsa duda era peligrosa.

—Se quedarán aquí un rato más —Yo ya no tenía la capacidad de titubear.

—¿Y a tu novio no le importará que lo pasemos bien juntos? —Prosiguió con su debut como actor de segunda.

—Espera, le pregunto ... —Agarré un pedazo de su camisa blanca. El gesto desabrochó uno de los botones—. ¿Te importa?

—No me importa ... —murmuró, desplomándose sobre mis labios.

—¿Así de fácil me regalas, campeón? —Me resistí a aquel beso, pero no supe cómo fui capaz de previamente de lo que había deseado toda la noche.

—Ahora mismo ... —Recogió mi cintura con ansiedad—. Vendería mi alma con tal de quitarte la ropa.

Y dio por finalizada una conversación sin futuro con el beso más famélico que podría haberme ofrecido en aquellas condiciones de éxtasis y desconocimiento.

Los besos subieron tanto de nivel que olvidé dónde nos encontrábamos. No había nada más que él, si hubiera estado más despierta, habría reparado en la capacidad de abstracción que experimentaba siempre que estaba con Charles. Se estaba volviendo todo un problema porque ya no importaba que estuviéramos en un espacio público y no podía pasarlo por alto.

Con los meses, estar junto a Charles se había vuelto algo irracional, algo a lo que intenté resistirme cuando nos conocimos y que había terminado engulléndome. No quería restringirme a mí misma y me alegraba infinitamente de haber podido superar aquella fase de sufrimiento interno que no me dejaba entregarme por completo a él y a nuestra relación.

Durase un mes más, diez años o el resto de mi vida, quería amarlo desde esa libertad de todo corazón.

No se puede escapar de un amor como este.

Meet Me Halfway - Black Eyed Peas

—¿Otro americano, chicos?

Aquella voz de hombre tuvo un poder inaudito sobre nosotros. De alguna extraña forma, hizo que Charles dijera adiós a mi lengua y que yo volviera a abrir los ojos después de unos besos que, literalmente, me habían desorientado.

Pestañeé, desconcertada. Todavía pensando en que deseaba fundirme en su boca y no salir nunca de ella, me sostuve de su camisa. La mano de Charles en mi espalda baja ayudó a que mi equilibrio no se viera en peligro. De haber tenido que manterme en pie en aquellos instantes, estaba bastante convencida de que no lo habría logrado. Me había drenado las fuerzas. Egoístamente, solo quería caer en una cama con él y no salir de ella en días.

—No, gracias —dijo Charles, más ágil que yo—. Creo que nos vamos a marchar ya. ¿Cuánto es por las bebidas?

Miré entonces al camarero. Era el mismo que me había dado la bebida minutos antes, el que se se compinchó con Charles para darle vida a aquel teatrillo. Naturalmente, el chico no tenía conocimiento de que Charles y yo no éramos desconocidos, así que la sonrisa de orgullo que presidía su rostro mientras elaboraba una copa era genuina y sincera. De verdad creía que Charles había conseguido su objetivo, a mí, y se le veía feliz de haber podido participar en el satisfactorio plan del turista.

—Pues ... —No pude oír el precio de las copas, pero imaginé que Charles también pagó por las bebidas de nuestros amigos desaparecidos. Nos separamos inevitablemente para que él pudiera sacar su tarjeta de la cartera y yo traté de rastrear a Julia o a Carlos por las cercanías—. Me alegro de que te funcionase —Le comunicó el camarero a Charles.

Yo me vi abocada a sonreír como una tonta.

La felicitación caló también en Charles, que se divertía de lo lindo al hacerse pasar por un conquistador nato.

La canción de Black Eyed Peas que retumbaba por el local me invitó a continuar con la farsa un poco más. Siendo esa mi decisión, tomé a Charles de su brazo izquierdo y él me prestó toda la atención del mundo.

—¿Me esperas en la salida? Tengo que avisar a mis amigas —Le informé.

—Claro —contestó Charles.

Y, a modo de colofón, me puse de puntillas y planté un beso en sus labios.

El camarero lucía algo ruborizado cuando mis ojos se cruzaron con los suyos. Puede que lo intimidara, quién sabe.

—Adiós —Me despedí de él como gesto de gratitud.

—Adiós —replicó él, observando mi marcha de la zona de la barra—. No sé si eres el tío con más suerte de este sitio o si estabas destinado a lograrlo —Después de aquella apreciación del trabajador, mi audición colapsó al ritmo de aquella canción que había sido parte de mi infancia y etapa preadolescente, pero la conversación entre ellos prosiguió ajena a mí—. El truco de la bebida cada vez funciona menos. Además, no se ven chicas así todos los días.

—Ha sido un golpe de suerte, desde luego —Afirmó el monegasco, pletórico—. Pero tú mismo lo has dicho: por una chica así, no podía dejar de intentarlo.

Pasados un par de minutos sumamente improductivos, me rendí y elegí la estrategia más sencilla de comunicarme con ellos; dejarles un mensaje en el grupo que habíamos creado durante el viaje. En dicho grupo estábamos todos, por lo que cada uno de mis compañeros de vacaciones lo leerían cuando decidieran abandonar el lugar, si es que podían leer tres palabras seguidas, claro.

Tras enviar ese mensaje al resto, me las ingenié para encontrar la puerta de la discoteca sin perderme. Charles estaba fuera. Revisaba su teléfono cuando me acerqué a él y anclé mi mano a su antebrazo. La sonrisa con la que me recibió borró a cualquier otra persona de mi cabeza, resumiéndolo todo a pasar algo más de tiempo a su lado.

El ardor que se había apoderado de mí dentro del recinto parecía haber disminuido, o así lo sentí mientras Charles buscaba un taxi que nos llevara al pueblo. Sinceramente, no me resultaba una molestia caminar hasta allí. Tampoco había tanta distancia entre la zona de bares y el pueblo en el que nos hospedábamos, pero Charles decía que sería más rápido de aquel modo, además de que no quería que los tacones me hicieran una herida a las que era tan propensa.

El viaje en coche debía ser de unos cinco minutos. Además, dimos pronto con un taxi desocupado. Deduje que tendríamos tiempo para estar a solas en la casa antes de que nuestros amigos regresaran.

Tras ofrecerle las indicaciones pertinentes en inglés al conductor, Charles y yo nos acomodamos en los asientos traseros del vehículo y nos colocamos los cinturones de seguridad. Fue casi un acto reflejo, deuda de nuestros trabajos, probablemente. Ni siquiera el alcohol ingerido nos impedía pensar con claridad en lo que se refería a tomar las medidas correspondientes en caso de accidente.

De la emisora de radio que aquel señor tenía sintonizada salía una canción de reggeaton común a la que no fui capaz de ponerle nombre, aunque no tuve mucho tiempo para entretenerme en averiguar su título porque, si bien mi libido se había templado, las ganas de Charles se materializaron en el movimiento de su mano derecha, que correteó por mi muslo, por encima de mi falda larga.

Interesada en su temerario gesto, giré la cabeza y leí la picardía en sus facciones.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunté en un susurro.

Él arrugó el ceño, pero el fulgor de sus pupilas hablaba más que lo que pudiera salir de su boca.

—Nada.

Las yemas de sus dedos subieron mucho, rozando el interior de mi muslo, a las puertas de mi entrepierna.

—Charles ... —Lo llamé, aunque no conseguí elaborar una reprimenda digna de su osadía.

Mi suave queja revolvió algo dentro de él, pues se reclinó más en mi dirección y aprovechó que mi cuello estaba al descubierto en aquella zona para besarlo sin ningún tipo de piedad ni escrúpulo.

—Solo te estoy calentando un poquito —Reconoció que sus intenciones no eran puras e inocentes.

La estela de su voz, húmeda y ascendente, empapó mi dermis.

Yo me propuse cerrar las piernas, pero entonces él alcanzó la parte más alta. Al rozar mi sexo sobre la tela de la falda y de mi ropa interior, me erguí en el asiento de cuero. Preocupada por la pesadez de mi respiración, revisé al conductor. El hombre no miraba por el retrovisor, cosa que me calmó momentáneamente hasta que Charles ejerció una ligera presión sobre mi clítoris y emití un resuello demasiado fuerte.

—No necesitas calentarme ... —Aclaré, intentando que no se notara mi falta de aire—. Y menos aún en un taxi.

La saliva que traían sus besos hacía que estos sonaran más chiclosos e ilícitos, poniéndome entre la espada y la pared por segunda vez en la noche.

—¿No prefieres estar mojada antes de que llegar? —cuestionó, masajeando mi entrepierna cuidadosamente.

No era una mala idea. Me gustaba, igual que me gustaba el movimiento circular de sus cálidos dedos. Arrastrada por su ímpetu, empecé a sentir un pálpito en mi sexo y que me recordó un detalle en el que no había vuelto a pensar desde que salimos de la casa aquella tarde.

—Tengo un regalo para ti —mascullé.

Charles llevó sus besos a mi mejilla, acalorándome.

—¿Sí? —habló, curioso.

Ladeé el rostro para que el siguiente beso cayera en mis labios. Él, ocupado en meterse dentro de mi boca y causar un desastre, no opuso resistencia cuando cogí su mano y, sigilosamente, levanté mi falda. En el momento en que la metí bajo la sedosa tela, Charles sonrió, encantado de que hubiera aceptado ser su cómplice en aquel despropósito. Sin embargo, esa codiciosa sonrisa se desintegró al instante; en cuanto sintió las tiras del ligero que traía encima, un jadeo roto sustituyó el recreo por un serio problema para él.

El beso se rompió a la mitad y su juguetona sonrisa pasó a instalarse en mis comisuras; las tornas habían cambiado.

—Metí unos en la maleta —le dije, con mi sangre en pleno acto de ebullición—. ¿Te gustan?








🏎🏎🏎

El capítulo que tanto se atrasó por fin está aquí (≧∀≦)

Como ya dije por el tablón de anuncios, ahora tengo menos tiempo para escribir debido a los estudios (oposiciones, más concretamente), así que me cuesta más concentrarme en la escritura, teniendo en cuenta que no suelo escribir capítulos de menos de 4.500 palabras y eso lleva unas cuantas horas 🫠🫠🫠

Siento mucho haber tardado tanto en actualizar Fortuna, pero esto va a ser un poco lo que tocará los próximos meses. Intentaré publicar al menos una vez más antes de que acabe la temporada de F1 a principios de diciembre, pero, si no lo consigo, nos veremos cerca de Navidad 💜

La idea es publicar mínimo una vez cada mes y medio/dos hasta julio de 2025 😔 Espero que lo entendais y que sigáis ahí en la siguientes actualizaciones 🫶🏻

Por otra parte, también quería aprovechar este pequeño espacio del que dispongo para hablar sobre la tragedia que ha sacudido Valencia, una región de España, en la que el martes pasado una lluvia torrencial causó incontables destrozos materiales y le arrebató la vida a cientos de personas. Dudo que por aquí me lea alguien de las zonas más afectadas o alrededores, pero, sea así o no, todos estamos con vosotros y ayudaremos en lo que podamos para que la situación mejore cuanto antes. También siento mucho las pérdidas humanas. Me duele de corazón ver que algo tan grave ha pasado en mi país y solo deseo que esta pesadilla acabe pronto para las familias afectadas 😔

Y en cuanto a las últimas carreras, ojalá Ferrari siga con esos dobletes y pueda quedarse con el Campeonato de Constructores ❤️ McLaren no se lo pondrá fácil, pero me encanta ver que el dominio de Red Bull ya no existe y que hay tres equipos muy fuertes en este último trecho de la temporada 🏎🏎


Esperemos que los chicos tengan una buena carrera en Brasil mañana ❤️

Nos leemos pronto

Os quiere, GotMe 💜❤️🏎

02/11/2024

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