78 || moonlight
Helena Rivas Silva
Por la noche, con el paddock prácticamente vacío y la sala de reuniones desierta, solo quedaban un par de ingenieros revisando documentos, Charles y Xavi, que habían estado estudiando su estrategia para la clasificación hasta que alguien reclamó a Xavi y el piloto se quedó allí esperando su regreso y, finalmente, Ricky y yo. Nosotros estábamos ocupados en unos datos ofrecidos tras las tandas largas de Carlos y que no encajaban muy bien con los objetivos planteados al inicio del fin de semana. Sabíamos que podíamos arreglarlo y acomodar aquellos datos para seguir con el plan principal, pero estábamos tardando más de lo habitual. Se hacía algo desesperante porque el sol estaba a punto de desaparecer y todavía teníamos trabajo por delante.
Cansada de un día tan largo que no parecía querer terminar, suspiré y volví al comienzo de la operación en un nuevo intento. Y, de repente, en pleno silencio, la puerta se entreabrió con un desagradable chirrido.
Charles se levantaba de su asiento justo en ese momento, así que pudo recibir a nuestra tímida visita mientras se acercaba a la máquina de agua.
Los brillantes ojos de Cassandra me despistaron durante un instante, aunque pude volver a mi labor rápidamente.
—¿Este es vuestro cuartel secreto? —preguntó la menor con ilusión.
Yo continúe manteniendo la vista en la pantalla del ordenador. No obstante, distinguí más pasos y deduje, sin siquiera girar el rostro, que Cassie no venía sola.
—Tú puedes pasar, Cassandra —comunicó Charles, esperando a que su vaso de plástico se llenara—, pero dudo de la discreción de tu amiga rubia.
Al trabajar para Mercedes, para la competencia, su presencia podía ponerse en entredicho. Yo sabía que no miraría más de la cuenta ni que se fijaría en detalles que expusieran nuestras estrategias, pero Charles vio un motivo de broma en el asunto y lo explotó al momento.
—Muy gracioso, Charles —rio Julia, consciente de que era un simple chascarrillo.
No observé los movimientos de mis amigas por estar pendiente de las cifras que me mostraba Ricky, pero traté de prestar atención a la conversación. Por la esquina de mi ojo izquierdo, vi a Charles alejándose del surtidor de agua.
—¿Cómo estás, Julia?
Imaginé que se había acercado a ellas para besar las mejillas de ambas.
—Muy bien —dijo ella—. Tú ya estás completamente recuperado, ¿no?
—La quemadura sigue curándose, pero marcha bien. El tratamiento de mi médico está surtiendo efecto —comentó él.
Desvié brevemente la mirada y pude vislumbrar las cordiales sonrisas de los dos.
—Me alegro.
—¿Y Carlos? —inquirió Cassandra—. ¿No está por aquí?
Aquel comentario me forzó a observarla a pesar de que había hecho el intento de concentrarme en esos endiablados números. Julia también la miró, claramente extrañada porque no tenía conocimiento de que Carlos y ella se hubieran conocido.
—¿Y para qué quieres tú a Carlos? —dudó.
Con aquella pregunta acusadora en el aire, Charles se llevó el vaso de agua a la boca y, al mismo tiempo, se atrevió a ojearme, suponiendo que la curiosidad había podido conmigo y que mis ojos estaban puestos a la chica morena que se ruborizaba a pasos de gigante.
Nuestras pupilas se encontraron parcialmente y él tragó del refrescante líquido.
—Para saludarlo, supongo —Cassandra se encogió de hombros.
Julia no le quitaba los ojos encima, desconfiada.
—No está —les explicó Charles para rebajar aquella tirantez—. Tenía un compromiso y se ha marchado ya. Ricky y Lena están dejándolo todo listo para cuando vuelva —Añadió, señalándonos.
—¿Y tú? —Sabía que Julia me hablaba a mí, pero no alcé la cabeza y taché el folio por vigésima vez—. ¿No piensas saludar a tus amigas?
—Me pilláis en un mal momento —respondí—. Estos números no encajan y ...
—Pues veníamos a sacarte de aquí, así que haz que encajen pronto —alegó una Julia demasiado demandante.
Hice una mueca y ladeé un poco la cabeza.
—Eso va a ser complicado.
No quería anteponer mis quehaceres cuando ellas estaban allí, deseando que pasáramos tiempo juntas. Sin embargo, ese Gran Premio podía marcar un antes y un después en la carrera de Carlos y necesitaba exprimirme hasta el extremo para darlo todo y contribuir a la recolecta de unos buenos puntos.
—¿Es que no te acuerdas de nuestra cena? —Se precipitó Cassandra.
Confundida, las miré.
—¿Qué cena? —pregunté.
Julia rodó los ojos y exhaló una fuerte bocanada de aire.
—Por favor, Lena —dijo mi amiga rubia, quejándose de mi pobre memoria—. Llevamos desde invierno sin estar las tres juntas. Dijimos que iríamos a cenar este fin de semana.
Me enfadé conmigo misma por haber pasado por alto la conversación que, muy probablemente, se había desarrollado por nuestro Grupo de WhatsApp, y que yo no había tenido tiempo de leer con tranquilidad. Sentía que era una amiga pésima y sus caras de decepción lo corroboraban, así que intenté encontrar una solución a aquel problema porque, por mucho que me dolieran las circunstancias, debía continuar con mi trabajo.
—¿Y no puede ser en otro ...? —empecé a decir.
—Helena —me reclamó Julia.
Cerré los labios, sintiéndome fatal. También bajé la barbilla, incapaz de sostener la malhumorada mirada de Julia. Lo único que consiguió captar mis sentidos fue el paseo de Charles frente a los monitores contrarios. Le eché un rápido vistazo y así pude ver su contrariado gesto.
—Suenan enfadadas —masculló con un toque de burla.
Suspiré porque sabía que estaban muy molestas y porque tenían un claro motivo para estarlo.
—No es porque no quiera, pero tenemos que arreglar esto antes de que ...
—Lena —me interrumpió de pronto Ricciardo, que cogió los documentos en los que había estado enfocada y se los llevó a su lado de la mesa—, yo me hago cargo —aseguró—. Márchate tranquila.
Yo salté al segundo.
—No te voy a dejar solo, Ricky.
Aunque soné bastante seria, él comenzó a reírse por lo bajo, como si hubiera imaginado que mi reacción sería justo esa.
—Claro que lo vas a hacer —replicó.
—Ricky ... —Lo llamé.
Esa decisión me hacía sentir incómoda. No era el tipo de persona que disfrutaba procrastinando o dejando sus obligaciones a los demás, por lo que mi semblante reflejaba una profunda molestia.
—Vamos ... Llevo años haciendo esto solo y, no es por menospreciarte, pero puedo acabarlo sin ti —declaró, muy convencido de que mi ausencia no sería un gran inconveniente—. No pasa nada. Nunca te vas primero y hoy tienes un motivo de peso, así que ve a cenar y descansa —me animó.
Se apropió de todos los folios y giró mi monitor para sí. No parecía esperar que me resistiera y, siendo sinceros, me hacía un favor impagable que no quería despreciar. De haberse tratado de una situación distinta con otras personas involucradas, a lo mejor habría opuesto más resistencia a la buena voluntad de mi compañero, pero eran mis amigas. Unas amigas a las que debería cuidar mucho más.
Con todo eso en mente, accedí a que Ricky terminara solo.
—La próxima vez me quedo yo —dictaminé.
—Lo que tú digas —Sonrió.
Yo acaricié su hombro, agradecida.
—Gracias, de verdad —le dije.
—No hay de qué —Posó la mano izquierda en mi espalda—. Pasadlo bien y distraedla, chicas —le habló a Cassandra y a Julia.
—Lo haremos —Afirmó Cassie con una sonrisa de oreja a oreja—. Creo que tiene la cabeza cada vez más cuadrada y me asusta que no pueda revertirse.
Entre algunas de sus risas, me levanté.
—Cállate, Cassandra —exigí, al borde de unirme a sus carcajadas.
Charles, después de haber toqueteado algo en los ordenadores que habían ocupado él y Xavi desde hacía un buen rato, me sonrió y formuló la siguiente pregunta:
—¿Habéis reservado en algún restaurante?
Aunque sus pupilas seguían mis movimientos, emocionadas por verme esbozar una tímida sonrisa, le estaba preguntando a mis amigas por aquella supuesta reserva.
—Sí —se pronunció una Julia mucho más alegre—, y llegaremos tarde si no te das prisa, Lena.
—Voy, voy ... —Cogí mi libreta, dispuesta a guardarla en mi bolso—. Dadme un segundo que recoja mis cosas ...
De tal forma, decidieron regalarme un par de minutos para que me preparara.
—¿Tú no te marchas todavía, Charles? —dijo Cassandra.
—Ah, no —negó él, caminando de nuevo hacia la entrada. Sin Xavi allí, no podía avanzar—. Estoy esperando a mi ingeniero. Hemos tenido algunos problemas y tenemos que solucionarlos esta noche, así que me iré tarde del circuito.
—Espero que te sea leve —contestó ella.
—Seguro. No es nada imposible de arreglar —comentó, bastante confiado.
—Y menos mal que no lo es porque conociéndola sería capaz de ofrecerse a ayudar también —masculló Julia.
Charles ahogó una risotada.
—Ya lo ha hecho —admitió.
Me coloqué el bolso al hombro y comprobé que no me dejaba nada olvidado.
—Dejad de reíros de mí, ¿queréis? —me quejé en un tono risueño.
—Como si estuviéramos hablando de ti ... —dijo mi mejor amiga, escéptica.
—Mentidle a otra —Me volví hacia Ricciardo y planté un grácil beso en su mejilla—. Adiós, Ricky. Llámame si necesitas algo, ¿vale?
Emprendí el camino a la salida.
—No te llamaré —prometió mi compañero.
Yo solté una larga exhalación y meneé la cabeza.
Estaba más que claro que Ricky lo haría sin una pizca de ayuda, ya fuera por orgullo propio o por compromiso conmigo y con su fuerza de voluntad.
—Genial ... —Descansé la musculatura, llegando al lado izquierdo de Charles—. ¿Tú no te vas? —Lo miré a la cara.
—No. Xavi ha bajado a preguntar una cosa —Bebió otro trago de agua.
—Entonces nos vemos después —Pero me di cuenta de que, posiblemente, llegaría tarde al hotel y me corregí a mí misma—, o mañana.
Charles sonrió con dulzura y corroboró mi planteamiento.
—Mañana seguro, tesoro —Apoyó su mano en mi columna, en algún punto a mitad de mi espalda, y yo me giré hacia Cassandra y Julia, que ya estaban abriendo la puerta. Antes de que me alejara, Charles me sujetó del antebrazo—. ¿Y mi beso? ¿Yo no me he ganado uno? —inquirió, ofendido.
Tuve que reír hasta casi sonrojarme al verlo fingir con tanta destreza.
—Eres un envidioso —Sostuve su pómulo y le di un beso lento y pausado en la boca. Sus comisuras estaban húmedas y yo les arrebaté parte de esa frescura. Me habría encantado alargarlo, pero imaginaba que mis amigas ya estaban disfrutando de mi noviazgo secreto lo suficiente y no les regalé más material con el que meterse conmigo—. No os vayáis muy tarde, por favor —le pedí.
—Te mandaré un mensaje cuando vuelva al hotel —Me dio su palabra.
—Vale.
Acaricié su brazo durante un instante y puse rumbo a la salida, donde Julia y Cassandra se miraban con ojos cómplices, deseosas de bombardearme a preguntas acerca de mi empalagosa despedida y de los detalles de mi relación con Charles. En especial, Cassie. Al fin y al cabo, ella no sabía mucho de lo que había pasado los últimos meses entre el piloto de Ferrari y yo y no me cabía ninguna duda de que gran parte de la cena giraría alrededor de mi inesperado romance.
Alcancé a Julia y mi móvil empezó a sonar, así que lo ojeé y, tras leer el nombre de Lissie Mackintosh en la pantalla, desbloqueé la llamada.
—Disfrutad de la cena —Nos deseó Charles.
Me acomodé el teléfono al oído y saludé a Lissie mientras todos se despedían los unos de los otros.
—Adiós, Charles —Julia agitó su mano derecha—. ¡Y suerte mañana! ¡A ti también Ricky! —gritó antes de desaparecer por la puerta.
—¡Suerte, chicos! —La secundó Cassandra.
—¡Gracias! —dijo Ricky en la distancia.
Yo intenté escuchar lo que Lissie decía.
—No sé si estoy interrumpiendo, pero quería proponerte algo para mañana con Charles y Carlos. Me niego a que tu imagen se vaya al garete por las estupideces de Max. ¿Qué te parece si ...? —Y me explicó su idea.
Ellas ya estaban bajando los escalones de metal cuando me agarré a la manivela, asimilando la propuesta de Lissie, y lancé una mirada al interior de la sala. Después, bloqueé el micrófono de mi móvil.
—Adiós, Charles —me despedí escuetamente.
Él, por su lado, se guardó una mano en el bolsillo de sus vaqueros y me vio marchar con media sonrisa temblando en sus labios. A todo esto sumó un sutil guiño que me instigó a reprimir una sonrisa propia.
—Adiós, Helena —susurró.
❤️🩹❤️🩹❤️🩹
La cena fue de maravilla. Estuvimos hablando de nosotras, del rumbo que tomaban nuestras vidas y recordando buenos tiempos. La comodidad que sentía con Julia y con Cassie era uno de mis bienes más preciados y no la cambiaría por nada en el mundo. Eran un tesoro para mí y, aunque ellas lo sabían, en ocasiones temía que no lo tuvieran tan presente como yo.
Mientras esperábamos el postre, Cassandra no lo soportó ni un minuto y se lanzó a por el asunto que más le intrigaba y que, sin duda, la emocionaba como ningún otro.
—¿Y cómo se siente estar enamorada por primera vez? —me preguntó con los ojos como chiribitas.
Me enderecé en la silla y apoyé ambos codos en la mesa.
—Ah ... No lo sé —respondí tímida.
—Desde luego, el amor no te hace más elocuente —Soltó Julia de repente.
—Oye ... —lloriqueé al tiempo que reía.
—Venga, haz el esfuerzo —me suplicó Cassie.
Y no quería defraudarla. Con lo romántica que era ella, seguro esperaba una historia terriblemente bonita, protagonizada por el destino y por un amor eterno, pero no se me daba bien hablar de mis sentimientos y menos aún de recuerdos tan íntimos como esos.
—De verdad que no sé describirlo —repetí. Sin embargo, su rostro desilusionado me obligó a sacar algo de lo más profundo de mi corazón, aunque fueran simples migajas para una devota del amor como Cassandra—. Es ... Creo que valoro otro tipo de cosas —dije, acompañando mi confesión de un encogimiento de hombros.
Se inclinó sobre la mesa, en mi dirección, y abrió los orbes hasta el desfallecimiento, hirviendo de emoción por escucharme.
—¿En qué sentido?
Pensé en un modo para poder explicarme.
—¿Os acordáis del chico con el que salí en la universidad?
—Fueron dos, ¿no? —dudó Cassie.
—El primero no cuenta —le aseguré—. Se le cayó la careta pronto y no pasamos de la segunda cita. Mis expectativas se desinflaron en cuanto me dijo que no le gustaba la falda que llevaba aquel día porque era muy corta ...
Todavía recordaba el mal sabor de boca con el que volví a la residencia tras perder el tiempo con un tío así.
—No, no, me refiero a aquel que te gustaba en cuarto de carrera —determinó la más pequeña.
—Ah, pero con ese solo ... Ya sabes. Era pura atracción. Nada más —le resté importancia a lo que hubo entre aquel chico y yo.
—Habla de Adam —puntualizó Julia—. Aquel alto, moreno de ojos azules —Dio más detalles con la esperanza de que Cassandra viera su imagen ahí mismo—. ¿No recuerdas que lo viste una vez? —prosiguió.
—¡Vale! —exclamó ella al cabo de unos segundos—. Ya sé quién dices.
No me gustaba escarbar demasiado en mis romances anteriores, si es que se les podía llamar de esa forma. Ninguno de ellos fue lo que esperaba. Hasta entonces, siempre ponía ciertas expectativas a mis relaciones amorosas, como si subieran niveles con el paso de los meses. Posiblemente, por eso lo que tenía con Charles había resultado tan raro y especial; no había puesto metas a futuro reales, solo avanzábamos, sin desear nada concreto ni ver más allá de lo que tenía frente a mí.
—Bueno, pues ... Sé que no está bien comparar las relaciones pasadas con las actuales, pero recuerdo que no podía ser del todo yo misma con él —me sinceré con ellas sobre un asunto agridulce—. Incluso después de las primeras semanas, sentía que no podía mostrarle quién era yo realmente, como si tuviera miedo a no gustarle —expliqué.
Julia hizo una mueca de comprensión y disgusto a partes iguales.
—Eso pasa más a menudo de lo que crees ... —farfulló, pensando en algunos de sus líos más sonados.
Ella no tenía mucha suerte en el amor y al final se rendía por un tiempo antes de volver a encariñarse de alguien. Le rompían el corazón más pronto que tarde y ya habían sido muchas decepciones, así que prefería la atracción por encima de embrollos sentimentales. Decía que evitaba malentendidos y problemas desagradables si marcaba unas reglas concretas entre ella y el chico elegido. Si eran abiertos desde el principio, ninguno de los dos desarrollaría más de lo acordado.
Yo no estaba muy convencida de que un acuerdo como ese pudiera funcionar correctamente, pero ella defendía su filosofía a capa y espada y nunca había logrado convencerla de lo contrario.
—Pues no debería —continué hablando—. Si vas a estar con alguien es porque esa persona te acepta por lo que eres y porque le gusta tu personalidad. Si hubiera sido un problema que desapareciera con las semanas, a lo mejor habríamos durado un poco más. No lo sé —Lo medité un poco, recordando cuántas cosas hicimos mal y cuántas otras podrían haber cambiado—. El punto aquí es que puede que él me gustara y que yo a él, de alguna manera, también, pero siempre medía mi comportamiento.
—Oh, Dios ... —masculló Cassandra, que no perdía detalle de mi discurso.
—Y con Charles nunca sentí que estaba siendo otra Helena. No me siento así para nada —Mi labio superior se estremeció dulcemente—. Desde el primer momento disfrutó de mi humor y me lo hizo saber. He sido cabezota, estúpida y borde con él porque lo soy. Nunca he sentido la necesidad de fingir —Incluso cuando le pedí que mantuviéramos las distancias, tanto él como yo éramos sinceros con el otro de mil maneras distintas—. Ni siquiera cuando acababa de conocerlo y solo me gustaba —reconocí, acalorada—. No es nada comparado a lo que me haya podido pasar con otro hombre.
Esa última sentencia empeoró el sonrojo que ya pintaba mis mofletes.
Mis dos amigas sonreían desde sus asientos, embobadas con mi relato, como si nunca me hubieran conocido tan enamorada y tan libre.
—¿Has visto esa sonrisa tonta, Julia? —Apuntó Cassandra.
—Perfectamente, Cassie —le contestó, apoyando la mano en su barbilla.
Yo bufé y me reí porque esa era mi técnica de autodefensa favorita.
—Sois malas —las insulté, alimentando su diversión—. Me obligais a hablar de estas cosas solo para burlaros de mí. Sabéis que me cuesta una barbaridad —Miré a las mesas colindantes en busca de algo que me ayudara a parecer más serena, pero solo pude recurrir a ese otro tema que había querido sacar durante toda la cena—. ¿Y tú? —Contemplé fijamente a Cassandra.
—¿Yo? —dijo ella, confundida.
—Sí, tú —Jugué con el borde de mi servilleta—. Parece que te ha caído bien Carlos.
Primero, Julia me miró a mí y encontró en mi mirada una curiosidad inmensa de la que se embriagó al instante. Seguidamente, giró el rostro hacia la morena que se hacía la ignorante mientras su tez se coloreada de tonalidades rosadas.
—¿Sí? —Se interesó Julia.
—Es un buen chico y nuestras madres se conocen —Notamos cómo tragaba saliva. Sus ojos, nerviosos, recorrieron la mesa de lado a lado, pero no había escapatoria—. Sería raro que no me cayera bien.
El rubor era sangre derramada en sus mejillas. Estaba avergonzada. El bochorno la mataba.
—Y es especialmente simpático contigo.
Clavé más la daga en su pecho con esa apreciación.
Cassandra se relamió los labios, exponiendo su torpeza abiertamente.
—Y atractivo —Me secundó Julia—. No olvides que es muy atractivo.
—Solo hemos empezado con buen pie —juró, fingiendo demencia—. ¿Por qué me miráis así? —Nos instigó. Julia y yo reprimimos a duras penas un par de sonrisas—. Es la verdad —insistió—. Si me ha tratado bien es porque nuestras familias tienen relación y no ha querido quedar mal con su madre. Además, vosotras ya sabéis quién me gusta y no es él —Rescató lo que para ella era una verdad absoluta y universal. Inquebrantable.
Parecía decidida a esperar eternamente a un Rafael que no daba señales de estar interesado en ella de forma amorosa. Me lastimaba que Cassandra fuera tan fiel a sus sentimientos. Años atrás, llegué a creer que la mejor solución sería que Rafa le dejara todo claro, sin posibilidad de duda, pero eso supondría traicionar la confianza de Cassie, quien no quería que él supiera de su amor ciego hasta que llegara el momento oportuno. Sin embargo, ¿algún día llegaría el momento idóneo? Porque yo perdía la fe, al contrario que ella.
—Pero hace tiempo que no ves a Rafa —alegó Julia, que tampoco tenía muchas esperanzas en que ese romance se produjera—. Puede que ...
—Conozco mis sentimientos, Julia —declaró Cassandra—. No cambian así como así.
No me gustaba que discutiéramos, incluso si era por el bienestar de una de nosotras. Así pues, recordé que no le había contado que nos encontramos con Rafa en otro continente y opté por sacarlo a la luz en lugar de juzgar sus fantasías.
—Lo vimos en Miami —Ella me observó un tanto desubicada—. A Rafa —concreté.
—Ah, es cierto —Confirmó Julia sin energía—. Yo nunca he sido muy amiga suya, pero Lena ...
—¿Y cómo está? —Saltó Cassie, feliz de tener noticias del chico que más le importaba.
La imagen fugaz de Carlos brotó en mi mente.
¿Debería decirle que el corazón de Cassandra estaba ocupado por otro? ¿Le importaría realmente saberlo o solo había sentido una atracción pasajera por mi amiga?
Si esas miradas se tradujeran en atracción física, no me asustaría tanto contarle que Cassie estaba enamorada de alguien más.
Arrugué una esquina de la servilleta.
Las contradicciones se multiplicaban y acabarían matándome si no hacía algo al respecto.
—Muy bien. Se estaba encargando de unos trabajos que le había cedido su padre —le conté—. Parecía contento con llevar esa responsabilidad.
Ella esbozó una sonrisa preciosa, aunque impregnada de resignación, y la resignación, como bien sabía yo, no casaba con un amor desmedido. Dolía. Dolía muchísimo. Yo, por ejemplo, estaba dispuesta a tolerar ese dolor porque Charles estaba a mi lado y nuestras circunstancias eran diferentes a las de Cassandra.
Ella estaba resignándose a un amor unilateral y no era sano. No lo era. Se privaba de vivir por aguardar a un hombre que nunca le prometió nada más que una bonita amistad.
—Siempre ha sido alguien en quien poder confiar —dijo, esforzándose por disimular la pena.
—Sí ... —dije al tiempo que miraba a Julia y recibía su semblante de preocupación.
Los postres llegaron diez segundos después, salvándonos de seguir con una conversación peliaguda e incómoda. Disfrutamos del resto de la cena y esperamos en aquel restaurante hasta casi la hora del cierre. Para cuando salimos del edificio acristalado, las calles estaban mucho más desiertas que al llegar a la ciudad. Ninguna había estado antes en Northampton, pero nos llevábamos una grata impresión de la ciudad. Ellas no estaban cansadas y, aunque yo sí notaba los músculos agarrotados y tirantes, no me negué a dar un paseo nocturno por la zona. Había una leve humedad, lo que hacía que las altas temperaturas de principios de julio que nos habían acompañado todo el día desaparecieron de un plumazo. No sentía frío, pero sí experimenté algunos escalofríos durante el trayecto que anduvimos, rodeando parques ya cerrados y atravesando avenidas poco concurridas, hasta alcanzar la parada de taxis más cercana.
Julia agitó su mano en alto para dar aviso a un taxi que, desde nuestra posición, lucía vacío. Se alejó unos metros de nosotras y yo revisé mi reloj de muñeca para descubrir de que ya era la una de la madrugada.
—Lena.
Ante la llamada de Cassandra, aparté la vista de las manecillas y busqué sus ojos castaños.
—¿Mmm?
Se cruzó los brazos sobre el pecho, denotando que también sufría del efecto de la humedad.
—Antes se me ha pasado preguntarte una cosa —expuso.
—¿Qué cosa? —Fruncí el ceño a la espera.
Cassie dejó salir una débil sonrisa y desgranó su incertidumbre.
—¿Cómo suena?
No supe a qué se refería y la extrañeza debió de reflejarse en mi cara, puesto que ella se rio.
Sus mejillas estaban sonrojadas ligeramente, dándole un aspecto más aniñado y juvenil.
—¿El qué? —pregunté.
—Pues qué va a ser —Me miró, firme—. Lo que sientes —concluyó—. ¿A qué suena?
Desde que nos conocimos Cassandra y yo con once y doce años, respectivamente, habíamos elaborado un juego con el que darle vida a nuestras emociones a través de canciones. En función del sentimiento que nos llenara en esos momentos, elegíamos una canción que pudiera describirlo y lo compartíamos con la otra. Siempre, en todas las etapas, ya fueran felices o tristes, habíamos recurrido a la música.
Aquella noche, Cassie me estaba preguntando por la canción que mejor describía lo que sentía. Lo que sentía al estar enamorada de Charles.
Sonreí irremediablemente y, pensativa, eché la mirada al cielo que, a pesar de las miles de luces artificiales, mostraba con orgullo una luna llena brillante e imponente.
Llena. Rebosante. Plena. Igual que yo.
—A una canción de Ariana Grande —le respondí.
—Tiene muchas —argumentó—. Necesito algo más específico.
Pero el título de la canción era nítido para mí y así se lo comuniqué a Cassandra.
—Moonlight —esclarecí—. Suena a Moonlight.
Hubo un breve silencio. Evidentemente, Cassi no imaginaba una canción tan romántica y directa como esa, aunque yo solo podía pensar en ella, en cuanto me identificaba con la letra y en el sentimiento tan hermoso que transmitía.
—Wow —Terminó diciendo—. Esas son palabras mayores.
Abandoné el paisaje estrellado y comprobé que Julia hablaba con un taxista. Le estaba preguntando si podría llevarnos a las afueras, a Silverstone, donde Julia y yo teníamos nuestro hotel. Cassandra se hospedaba en la propia Northampton. Solo tardaríamos unos minutos en dejarla frente a su hotel.
—Sí, lo son —Asentí.
Se acercó a mí, y enredó su brazo izquierdo en mi derecho. Le encantaba la proximidad. Era la más cariñosa de las tres con diferencia y nunca rechazaba su cálida compañía.
—Te mereces que suene así de bien —dijo, contenta.
Yo palpé su mano, agradecida de tener su amistad.
—Gracias, Cassie.
🌜🌜🌜
Julia y yo nos hospedábamos en hoteles distintos, aunque los dos estaban cerca del circuito. Por lo tanto, yo me quedé la última en el taxi, pues mi parada era la más lejana.
El recibidor estaba prácticamente en silencio a excepción del recepcionista que me saludó cordialmente cuando entré. Yo le devolví el saludo y fui a los ascensores. Estaba agotada y no se me ocurría nada mejor que llegar a mi habitación, quitarme la ropa y echarme en la cama.
Ese era mi plan, pero se vio truncado al encender la lamparita del escritorio que presidía el cuarto y encontrar un bulto bajo las sábanas. Podría decirse que me dio un susto de muerte, sin embargo, reconocí tan rápido su pelo despeinado que el terror lógico no tuvo tiempo de colarse en mis venas.
Charles se revolvió ante la fuente de luz y entreabrió su ojo derecho, viéndome parada a los pies de la cama.
—¿Qué haces en mi cuarto? —interrogué y dejé mi bolso en la silla.
—Esperarte ... —masculló, adormilado.
—¿Y cómo entraste si yo tengo la tarjeta? —pregunté, interesada en su contestación.
Cogí una camiseta ancha de mi maleta abierta y comencé a quitarme la de Ferrari.
—Mentí en recepción ... —dijo mientras se echaba sobre la espalda, observando mis movimientos desde una perspectiva más cómoda—. Dije que la había perdido.
Sonreí, sorprendida de que la seguridad del hotel fuera tan fácil de violar.
—¿Y se lo creyeron?
—Todos se fían de mí ... —me explicó con confianza—. Soy Charles Leclerc ...
Guardé la camiseta usada con el resto de ropa sucia y me desabroché los pantalones negros. Ya estaba en ropa interior cuando continué la conversación.
—No tienes remedio ... —Meneé la cabeza y, entonces, captó mi atención el cielo despejado que se podía contemplar desde las cristaleras—. ¿Por qué no has bajado las persianas?
Caminé a través de la estancia y me detuve a admirar el fuerte brillo de la luna. Este iluminaba todo el patio interior, uno al que miraban muchas de las habitaciones del hotel al estar colocadas de forma rectangular. La idea de que la luz también permitiera ver dentro de los cuartos hizo que me pusiera la camiseta negra automáticamente.
—Me quedé dormido ... ¿Qué hora es? —dudó.
—Las dos menos cuarto —recité la hora de memoria, ya que había ojeado mi móvil justo antes de entrar a la habitación.
—Es tarde ... —murmuró. El sonido de su bostezo viajó por las paredes, reverberando—. ¿Helena?
Creí que no había respondido a algo y me giré hacia él. Se había acomodado el brazo izquierdo de forma que su muñeca descansaba en su nuca.
—¿Qué?
Entrecerró más los ojos.
—¿Qué haces ahí?
Miré de nuevo al cielo.
—Es que hoy hay luna llena —le di la razón.
—¿De verdad?
Escuché algunos muelles de la cama crujir bajo su peso. Debía estar buscando el modo de asomarse para ver por sí mismo el paisaje que me había robado el aliento, aunque sin mucho éxito.
—Sí. Es preciosa —Parpadeé, absorta—. ¿Te molesta que las deje arriba?
—No ... Me molesta que no vengas a la cama —Su lamento me arrancó una sonrisa—. ¿Por qué no vienes?
Al instante, retomé el sendero hacia el baño para cumplir con sus deseos.
—Ya voy, impaciente ... —Suspiré.
Después de lavarme la cara y los dientes, me peiné el cabello y regresé al cuarto. Charles estaba jugueteando con su móvil y no dijo nada mientras yo agarraba mi cargador y lo enchufaba al lado de la mesilla de noche. Ya en mi lado de la cama, me senté y las irrefrenables ganas de echar otro vistazo a los amplios ventanales pudo conmigo.
Debieron pasar un minuto o dos porque Charles me reclamó como si hubiera estado ausente durante una eternidad.
—Tesoro?
Sentí su mano colándose por mi camiseta y calentando mi espalda baja.
—¿Qué? —Volví en mí.
—Estás distraída ... —Me exhibió.
—Lo siento —me disculpé y metí el cuerpo bajo las finas sábanas—. Es el cansancio ... —Y me acerqué a su pecho—. ¿Qué estabas diciendo?
Él se estiró, haciéndome hueco a su lado, igual que un pájaro echando el ala sobre sus crías.
—¿La cena fue bien? —me preguntó.
—Sí. Muy bien ...
Tenía las manos algo frías, por lo que no toqué su piel hasta que hubieron entrado en calor.
—¿Y se lo has contado? —dijo, curioso.
Bajé la barbilla.
—No. Aún no —murmuré.
Charles sabía que mi silencio y mi distraído comportamiento venían del tema que había sobrevolado mi cabeza desde la tarde. Si me relajaba, mi mente comenzaba a trabajar a marchas forzadas y siempre llegaba al asunto de Rafa, de sus sentimientos por mí, y del lugar al que quedaba relegada Cassandra si mis instintos no fallaban.
—Pues no te estreses, ¿de acuerdo? —me pidió—. Todo tiene solución. Haz lo que creas conveniente ...
—Creo que ... —Callé, aferrándome a su estómago. La tela de la camisa de su pijama era suave. Se escurría entre mis dedos—. Lo más sensato es esperar. Quiero preguntárselo a Rafa antes de precipitarme —Elegí, preocupada por lo que pudiera suceder si todo se torcía—. Ojalá no tenga que romperle el corazón a ninguno de los dos, Charles.
Porque ese era mi mayor miedo.
—Hay cosas que son inevitables, ma belle —aseguró y besó mi cabello un par de veces—, y no por ello tú eres la culpable. No lo eres, d' accord? —repitió, más contundente—. Tu veux juste que les deux soient bien ... Et tu es honorée d'être une si bonne amie.
—Siempre sabes qué decir —bromeé.
—Te conozco —dijo él—. Sé cuánto te duele todo esto.
Y me dolía. No tenía ni idea de que dolería tanto, pero era un sentimiento asesino del que, por suerte, conseguí librarme el resto de la noche. De no haber sido así, habría llegado al circuito sin descansar y me esperaba un día demasiado ajetreado como para darme tal capricho.
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Capítulo de domingo marchandoooo 🫶🏻🫶🏻🫶🏻🫶🏻🫶🏻
Este ha sido un cap más tranquilito porque me apetecía indagar un poco en la relación que tienen Julia y Helena con Cassandra. Ella no tendrá mucho protagonismo en Fortuna y no estará ahí en muchas ocasiones, así que quería dedicarle esto para empezar a explorar un poquito lo que significa para Helena su amistad, su personalidad, sentimientos y aspiraciones 💖
Espero que os haya gustado ✨
Nos leemos, con suerte, la semana que viene ♡♡♡
Os quiere, GotMe 💜❤️
28/1/2024
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