77 || Cassandra Mendoza de la Vega
Helena Rivas Silva
Llegamos al Gran Premio de Silverstone.
Yo me encargaba, junto con Ricciardo, de la radio y las estrategias de Carlos. Por el estado físico y la magnífica actitud del piloto, todos sabíamos que debíamos esforzarnos al máximo para estar a la altura. Tendríamos una buena oportunidad con Carlos ese fin de semana y no queríamos desaprovecharla por nada del mundo.
De tal forma, el jueves pasó en un suspiro y llegó el viernes con los primeros entrenamientos libres. Las cosas marchaban muy bien para Carlos. Las tandas largas nos dieron información importante de los diferentes tipos de neumáticos que podríamos usar en esa clase de pista. Estábamos contentos con los resultados y se notaba en el ambiente del box.
Yo me sentía tan confiada y feliz por ver que las cosas iban por el buen camino que me olvidé de las desavenencias con Mattia, de los rumores sobre mi posición en Ferrari y me enfoqué en el trabajo. Sin embargo, mi atención se desvió a mitad de la tarde, a poco más de una hora de que llevaran a cabo el segundo y último entrenamiento del día, pues las voces de alguien reclamaron mi presencia lejos del muro.
—¡Lena!
Cuando me giré, bajando el escalón, encontré a una chica que agitaba su brazo en alto para que la reconociera entre los mecánicos, a pesar de que no reconocer a Cassie habría sido todo un crimen.
Antes de llegar hasta ella, ya me estaba abrazando con esa efusividad que tanto la caracterizaba. Me eché a reír y masajeé su espalda mientras nos achuchábamos mutuamente.
—¿Cómo estás, Cassie? —le pregunté.
Estaba muy contenta de verla después de todos esos meses distanciadas y Cassandra lo sintió en el tono de mi voz porque era una de las pocas personas que me conocía de verdad.
—Mejor ahora que te veo después de ... ¿Cuánto? ¿Cinco meses? —exclamó, escandalizada.
—Más o menos —reí y, poco a poco, nos separamos y dejamos que el aire corriera entre nosotras—. Estás guapísima —dije tras comprobar su bonito y femenino atuendo.
Era una fanática de la moda y le encantaba arreglarse en cualquier ocasión. Obviamente, un evento como una carrera de Fórmula 1 la invitaba a elegir una combinación que la favoreciera todavía más y no se había equivocado. Aquel color crema del atuendo de dos piezas que había elegido le sentaba de maravilla y su cabello, atado en una coleta alta, brillaba en una cascada ondulada fantástica.
—Tú sí que estás preciosa —aseguró al tiempo que me examinaba de pies a cabeza y agarraba mi mano—. Te brilla la cara de una forma ... Se nota que disfrutas de lo que haces.
Su sonrisa era contagiosa y no tardó en afectar a mis labios.
—Sí. Además, todo el equipo hace que me guste todavía más —Añadí, orgullosa.
Cassandra me dio otro abrazo de oso que duró más que el anterior.
Estábamos en mitad del pitlane, pero eso no impidió que nos acomodáramos a la zona y hablásemos de todooo que nos vino a la cabeza durante los siguientes minutos. Me gustaba muchísimo hablar con ella porque no importaba cuánto tiempo pasara desde la última vez que lo hicimos; la comodidad era la misma, nada había cambiado en nuestra relación, y eso era una bendición.
Al rato, me dio un suave codazo y preguntó por la persona que, probablemente, más ganas tenía de conocer de una vez por todas.
—Oye, y hablando del equipo —Bajó la voz y yo supe al vuelo lo que iba a decir—; ¿dónde está el chico del año? —inquirió, risueña.
Hacía un buen rato que no sabía de él. Así pues, le hice saber que su paradero no formaba parte de la información que tenía en mi poder. Al encargarme de la radio y de las estrategias de Carlos en Silverstone, hablar con Charles era mucho más complicado.
—Ah, creo que andaba fuera del box, pero ... —Y, de repente, mis ojos hallaron su número dieciséis antes de que los dígitos se perdieran entre los mecánicos y técnicos que trabajaban en su box—. ¡Charles! —Mi grito le alcanzó. Él se giró, buscándome primero en el muro y después en los alrededores hasta situarme en el pitlane. Yo le hice una seña—. ¡¿Tienes un minuto?! —Levantó su pulgar en mi dirección—. Puede que tengas suerte y lo conozcas ya —le susurré a Cassandra.
—¡Para ti siempre! —Se le oyó decir en la distancia—. ¡Ora parliamo, Pietro! —espetó, alejándose de sus compañeros con la promesa de regresar pronto.
Estaba muy ocupado. Todos querían hablar con él sobre cientos de cosas diferentes y, a pesar de ello, no dudó en ir conmigo.
—Es más atractivo que en las fotos de Google ...
Le di un corto empujón, rompiendo esa ilusión que veía siempre que Charles venía a mi encuentro.
—Cuidado con lo que dices, guapa —le advertí en castellano.
Ella echó un par de carcajadas, divirtiéndose a lo grande, pero las dos sabíamos que estaba bromeando. Saber que yo tenía un punto débil se convertiría en su entretenimiento favorito cuando estuviésemos juntas y lo traté como tal. Y, aunque lo dijera en serio, no me importaba porque Charles pasó casi todo el trayecto mirándome solamente a mí y eso era lo único que valoraba.
No fue hasta que estuvo prácticamente frente a nosotros que se percató de la presencia de una chica a mi izquierda. En cuanto vio a Cassandra, supo identificar a mi amiga y sonrió con amplitud.
—¿Cassandra? —Ella asintió y recibió sendos besos en sus mejillas al tiempo que dejaba otro par en los pómulos de Charles—. Me alegro de que estés por aquí. Si quieres la experiencia completa, venir desde el viernes es la mejor opción —Expresó el monegasco.
—Yo también me alegro. Es un placer conocerte en persona, Charles —respondió, igual de simpática.
—Lo mismo digo. ¿Cómo lo estás pasando? ¿Has visto ya el paddock?
—Todo no. Esto es gigante —afirmó ella.
—Te acostumbrarás, aunque ya sabes que el hospitality de Ferrari siempre está abierto para los VIPs, ¿verdad? —Quiso averiguar.
—Le he echado un vistazo y lo tenéis muy bien montado, desde luego —aseguró, emocionada.
No creí que vería ese brillo en sus ojos en un lugar como aquel. Julia y yo nos sentíamos como en casa en los circuitos porque habíamos elegido ese estilo de vida, pero nunca imaginé que asistir a un Gran Premio le gustaría tanto a Cassie. Ni siquiera habíamos hablado tranquilamente. No me había podido contar lo que le estaba pareciendo, aunque ya sabía que le encantaba el ambiente por la avidez de sus pupilas, que intentaban capturarlo todo en tiempo récord.
Su mundo era completamente distinto al nuestro. Cassie vivía entre cuadros, en museos y en talleres, no sobre el asfalto ni entre motores. Por eso mismo verla tan ilusionada con su visita a algo que era cómodo para nosotros y extraño para ella. Era casi como si cogiera un pedacito de mi alma, lo arropara y lo cuidara con todo el cariño que tenía dentro.
Esos pensamientos lograron que me desconectara momentáneamente de la realidad, dejando a Charles y a Cassandra charlar. Habría continuado en aquel estado de estatismo, pero otra persona gritó en una dirección que pude discernir al principio. Lo primero que pensé fue en lo demandada que estaba ese día. Parecía que todos necesitaban hablar conmigo.
—¡Oye, Lena! ¿Sabes dónde está ...? —Solo identifiqué a Carlos en el momento en que su voz estuvo a mi espalda y su mano en mi hombro. Me volví, preguntándome qué quería de mí, aunque él guardó silencio al fijarse en la chica que conversaba con Charles—. Lo siento. No quería interrumpir.
Cassie se giró, alertada por ese hombre desconocido a sus sentidos, y los comentarios que compartía con Charles cesaron tajantemente.
Se miraron. Me di cuenta de que sus ojos, los de Carlos y los de mi amiga, chocaron y se entrelazaron de un modo enigmático y ambicioso que no fui capaz de comprender en aquel instante.
—No interrumpes, Carlos —le aseguré—. ¿A quién bus ...?
—¿Nos presentas?
Lanzó la pregunta sin posar su mirada en mi rostro. Apenas pestañeó. Toda su atención estaba en Cassandra, que también había olvidado su entrañable conversación con el chico al que recientemente había titulado como cuñado.
Charles debió sentir algo, pues se deslizó un poco hacia atrás, dando espacio en el corrillo para que Carlos pudiera incluirse en la reunión.
—Claro —dije yo, confundida por la conexión que se había establecido entre ambos tan rápido—. Ella es una de mis mejores amigas. También es española, pero vive aquí, en Inglaterra —le informé en nuestro idioma natal.
Yo me aparté ligeramente, imitando a Charles.
—¿En serio? —inquirió él, también es español.
—Sí —contestó la susodicha.
Esa fue su primera interacción real, y vaya primera interacción porque ninguno de los dos podía quitarse los ojos de encima.
—Es un placer —Se acercó a ella como si un imán le obligara y besó sus mejillas lenta y cortésmente—. Soy Carlos, piloto de Ferrari —Cassie controló una sonrisa tonta y yo solté un jadeo, contemplando una escena que jamás habría adivinado—. Charles y yo somos compañeros y, bueno, también soy el compañero de Lena —argumentó Carlos, sonriendo de oreja a oreja—. No sabía que tendría visita durante este GP.
—Encantada, Carlos. Soy Cassandra Mendoza de la Vega —Se presentó ella misma—. En realidad, solo sabían que vendría Lena y Julia. Charles también —Ejecutó una efímera pausa, como si necesitara recuperar el aliento—. Fue un poco improvisado.
—Ya veo ... —Se relamió los labios y dio medio paso en su dirección—. ¿Has dicho Mendoza de la Vega? ¿Por algún casual tu madre es Eva? —preguntó con el ceño fruncido y una gran curiosidad por mi invitada sorpresa.
—Sí —Saltó ella, claramente encantada con que el piloto supiera aquello—. ¿La conoces?
La mano de Charles reptó por la mitad baja de mi espalda. Era una técnica infalible con la que me invitaba a apoyarme en su cuerpo y, como era habitual, no falló. Me replegué y descansé el costado derecho contra él, encontrando cierto confort a pesar de lo excéntrico de la situación.
—Creo que no, pero mi madre sí —alegó Carlos—. Es más, tengo entendido que son buenas amigas. ¿Sabes quién es Reyes?
—¡Claro que lo sé! —replicó con cierta emoción—. ¿Reyes Vázquez de Castro?
Carlos asintió. Se le notaba feliz de que Cassandra supiera de su madre y no porque fuera una coincidencia agradable, sino porque así había una relación entre ellos, aunque esta pendiera de un fino hilo.
—La misma.
—Wow ... —Suspiró—. Entonces tu apellido es Sainz, ¿no? —Él volvió a asentir, cada vez más imbuido en la reveladora charla—. Sabía que Reyes tenía hijos, pero no sabía que uno de ellos era piloto de Fórmula 1 ... —Se expuso como la inexperta que era en el deporte.
En nuestro país era bien sabido que había dos pilotos españoles en Fórmula 1, pero Cassandra coexistía en un mundo en el que los deportes apenas tenían relevancia. No se interesaba en absoluto por las noticias relacionadas con Alonso o Sainz, incluso cuando alcanzaban un logro de renombre o ganaban algún premio. Sin embargo, lo más impactante era que, a pesar de conocer a la madre del último, del chico con el que había congeniado desde que sus miradas se cruzaron, no se hubieran visto ni una sola vez en persona.
—El mundo es un pañuelo —comentó Carlos, colapsado ante el sonrojo de Cassandra.
—Y que lo digas —Se sonrió y, al segundo, comenzó a jugar con su pulsera dorada—. Es extraño que nunca hayamos coincidido. Tu madre y la mía son íntimas —Insistió en el inesperado hallazgo—. Debería conocerte desde hace años —Añadió a su intervención.
Entonces acepté que estaba nerviosa y ella, junto con Julia, era una de esas mujeres que son difíciles de impresionar, en especial si hablábamos de hombres. Y, contra todo pronóstico, allí estaba ella; sonriendo como una boba y perdida en los ojos negros de nuestro compañero.
—Es una lástima que no se haya dado la ocasión antes —comentó Carlos, fascinado—. Me habría encantado saber de tu existencia.
El vívido recuerdo de otra escena, similar a aquella, empañó mi visión.
De pronto, Charles irrumpió esa memoria al susurrar lo que cualquiera podría discernir si miraba a Carlos y a Cassandra.
—¿Están tirándose los tejos o estoy alucinando?
Agité mis párpados y continué analizando los sutiles y no tan sutiles gestos que intercambiaban, igual a dos adolescentes que se atraen automáticamente.
—Creo que sí, y descaradamente —Señalé, muy sorprendida.
Si bien yo conocía a Cassandra, no había pasado tanto tiempo con Carlos, por lo que fue tranquilizador que Charles, quien lo trataba desde hacía años y era su amigo, también percibiera ese tono tan simpático y seductor en su compañero.
—Pero Carlos está con Isa —Subrayó una realidad de peso—. Esto es ...
Es un error.
—Lo sé y ... No puede ser —musité.
—¿Ella tiene pareja? —dudó.
—No —Eché mi mano izquierda contra su estómago, palpándolo en un intento por hacerle comprender algo que nunca le había contado—, pero es imposible que le guste Carlos.
Charles exhaló.
No parecían darse cuenta de que estábamos narrando su encuentro y sus reacciones.
Era incómodo. Claro que era incómodo. Examinarlos equivalía a examinar un cuadro animado. Uno en el que los protagonistas daban con su otra mitad aunque las circunstancias no lo permitieran.
Por un segundo, sentí que una parte de mi ser ya había estado allí, pero con otras personas, en otro lugar, en otras circunstancias.
Entendí que nos veía en ellos.
En la forma en que Cassie se agarraba las manos, sujetándolas para no tocarlo. En la sonrisa dulce de Carlos, en el cariño con en el que se dirigía a ella.
Volví a aquella noche en Baréin.
Fue como si se activase el modo espectador y todas las luces hubieran estado encendidas.
Mi corazón se prendó de Charles en esa fiesta, a oscuras, pero supe que, si hubiera podido mirarle a la cara en aquel entonces, le habría contemplado como Cassandra contemplaba a Carlos.
Agitada, retiré la mirada y me centré en el ruido de piezas metálicas chocando, mezclado con gritos de ilusión de los fanáticos que esperaban el comienzo de los entrenamientos de la tarde desde las gradas.
—Pues le sonríe de una forma bastante sugerente —dijo Charles.
—No lo entiendes ... —Agarré la tela de su mono entreabierto—. Es imposible.
—¿Y eso por qué?
—Porque ya le gusta alguien.
Lo dije de sopetón, sin dejarle tiempo para procesar la información.
—Permíteme que lo dude, cariño ... —Sonó escéptico, y no era para menos. Cualquiera se habría escudado en la incredulidad frente a dos personas que parecían estar destinadas—. Los ojos que está poniendo son ...
—No, Charles ... —Me negué a girar la cabeza, así que observé de cerca el color rojo de sus prendas y le hice partícipe de mis conocimientos—. Cassandra está enamorada de Rafa desde los trece años.
Y no pude evitar preguntarme si alguna vez había visto a Cassandra mirar a Rafael como miraba entonces a Carlos.
No lo recordaba. Al menos, no de esa forma tan ... Tan ... Lúcida e intensa.
Sentí un sudor frío descender por mi espalda.
Eran imaginaciones mías, ¿verdad? Lo estaba exagerando todo porque Cassie nunca había actuado así al conocer a un chico. Ella eclipsaba a los demás, no sucedía al revés. Aunque, bueno, en el caso de Rafa, siempre sucedía.
Las tardes en casa de mi amigo resurgían de mis recuerdos de la adolescencia, cuando ella hacía lo imposible por ser la chica perfecta con el objetivo de que nuestro amigo la viera con otros ojos por fin.
Esos ojos que tenía Carlos Sainz; brillantes y flechados.
—¿Qué? —Charles lo digirió, escandalizado—. Pero él está ...
—No se lo he dicho —Corrí a callar su réplica para no sentirme más culpable—. Ni a ella ni a Julia —reconocí.
—¿Por qué no? —No lo comprendía.
¿Por qué no les diría a mis mejores amigas que ese amigo de la infancia del que una de ellas estaba enamorada desde hacía diez años parecía haber desarrollado sentimientos románticos por mí de la noche a la mañana?
—Porque, hasta ahora, sólo miraba así a Rafa —Sabía que era mentira, pero quería creer la mentira en lugar de afrontar una verdad que no sabía cómo explicarle a Cassandra—, y no podía romperle el corazón sin estar segura de lo que él siente —Y ahí no mentí ni un ápice.
¿Cómo iba a decirle a Cassie lo que ocurría sin romper el sueño de su vida?
"Algún día Rafa se fijará en mí y comprenderá que siempre fui yo. He estado con él en lo bueno y en lo malo. Lo quiero y sé que también me quiere, pero no es lo mismo que yo siento. Puedo esperar a que él se enamore de mí. No hay ninguna prisa. El amor hace que quieras esperar años y años por esa persona.
Entenderás lo que quiero decir cuando te enamores de alguien, Lena".
Sí. Ahora te entiendo, Cassie. Y no puedo hacerte esto. No puedo.
Esas palabras que me confesó años atrás pesaron más que nunca. Todo se me vino encima. No había sido consciente del problema hasta que la imagen de Rafa, sonriendo y coqueteando conmigo en aquel yate se ligó al amor que Cassandra le profesaba.
Había sido una amiga horrible porque no le di importancia y la tenía. Me había centrado tanto en mí esos meses, en mí y en Charles y en nuestra relación, que el resto de cosas, de recuerdos y de sentimientos habían quedado en un segundo plano, a la espera, y acababan de recobrar la vida.
¿Qué es esto? ¿Un triángulo amoroso en el que yo soy la extraña?
No.
Carlos entra en la ecuación y eso deshace todos los esquemas.
La mira como si fuera un ángel caído del cielo y Rafael nunca la ha mirado con tanto amor.
Entonces, ¿qué demonios está pasando?
—Joder ... —maldijo Charles, acariciando mis lumbares al leer entre líneas y llegar a los callejones sin salida en los que yo ya me había extraviado—. Cada vez es peor.
—Sí ... —Tragué saliva—. Mucho peor ...
🏎️🏎️🏎️
Capítulo nuevo y bombazo informativo check 🤓
Hasta dentro de unos díassss 💜💜🫶🏻🫶🏻🫶🏻
Os quiere, GotMe 💜❤️
21/1/2024
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