72 || she's a newbie
Max Verstappen
Después de la simpática amenaza de Charles, tuve que poner buena cara y responder a todas las preguntas de los comisarios, que no fueron pocas. El interrogatorio sobre nuestro problema en clasificación acabó y comenzó, con otros jueces diferentes, la citación acerca del accidente en el que ambos estuvimos involucrados el domingo anterior.
Fue casi una hora de explicaciones e interrogantes que finalizó con la promesa de que darían su veredicto en unos días de forma pública.
Yo ya tenía asumido que tendría algún tipo de sanción porque, por mucho que intentara blanquearlo, el que echó a Charles fuera de la trazada y de la pista fui yo. Él no tuvo apenas tiempo de reacción y había suficientes datos de las telemetrías que lo constataban. Tampoco buscaba librarme de la penalización. Asumiría el castigo porque pude detenerme y no lo hice.
No me importaba. Incluso me planteaba volver a hacerlo.
Podía ganarle con otra sanción.
Me marché de la sala junto a mi supervisor de prensa y fuimos directamente al corralito donde los periodistas esperaban para entrevistarme. El resto de pilotos ya había pasado por allí y solo quedaban por la zona Lando y George, que debieron llegar más tarde que el grupo inicial. Charles también había aparecido en el corralito de prensa. Él se fue antes que yo y llegó primero.
Ignorando las indicaciones de mi compañero de equipo, me instalé frente a la cámara más alejada del monegasco y empecé a responder las preguntas del reportero de Sky Sports sin más dilación.
Primero trataron de sonsacarme información sobre lo que se había hablado en la reunión con los comisarios, pero yo no dije nada al respecto. Podía meterme en un buen lío si comentaba. Ellos desistieron pronto y mepreguntaron sobre la clasificación y sobre el incidente con Charles. En ese momento, vi mi oportunidad y la agarré antes de que se me escapara.
El periodista se interesó por mi opinión y por la sanción que debería caerle a Charles tras haber impedido una de mis vueltas.
—Bueno, es lo que ocurre cuando dejas al mando a una persona que no tiene suficiente experiencia en este mundo. Ese fallo habría llegado más pronto que tarde —aseguré, dejando sin palabras al hombre—. Era inevitable.
—¿A qué te refieres?
—A la nueva ingeniera de pista de Ferrari —Señalé directamente a Lena—. Creo que se ha estado hablando mucho de ella estas últimas semanas, alabando su trabajo y demás, pero es nueva en esto. Mattia Binotto debió verlo venir y no dejarse llevar por lo que se dice en redes sociales. Helena Silva hizo las prácticas de invierno con Red Bull y, por lo que dicen en el equipo, cometía más fallos que aciertos. Es algo natural, ¿no crees? —Al reportero le brillaban los ojos por las declaraciones que estaba ofreciéndole en exclusiva—. Apenas está empezando en la Fórmula 1 y está muy lejos de ser una buena profesional. Además, es extraño que nos dejara para irse a Ferrari.
—¿Estás insinuando que ...? —Sugirió.
Y sí lo estaba haciendo, pero fingiría no hacerlo para protegerme las espaldas.
—No, no. Yo no insinúo nada —Agité un poco la cabeza—. Solo digo la verdad. La realidad es que no puedes colocar a una ingeniera en un puesto tan importante por motivos externos a su verdadero desempeño —expliqué, dejándolo boquiabierto—. Si lo haces, ocurren desastres. A Ferrari le va a costar mucho salir de esta —Me recoloqué la gorra—. Eso es lo que pienso.
Había mezclado la verdad con unas suposiciones propias de las que no tenía ninguna certeza. Me extrañaba que Helena fallara en sus prácticas de invierno. Aunque no quisiera reconocerlo, era brillante para alguien de su edad y, a pesar de tener poca experiencia, lo hacía incluso mejor que ingenieros curtidos en Fórmula 1. Sin embargo, admitirlo frente a una cámara era algo que no sucedería, sobre todo después de la curiosa charla que tuve con Charles en aquel pasillo.
Este es mi regalo para ellos. Tendrán que cargar con nuevas acusaciones y con la presión pública. Y, quién sabe, es probable que la lluvia de críticas que le caiga a Lena ahora sea suficiente para acabar con lo que sea que tienen.
—¿Motivos externos? —El reportero quiso sacar más cosas a la luz de mi mano—. ¿Qué quieres con eso, Max?
Y, aunque el orgullo de Lena me decía que no había llegado a nuestro deporte por sus contactos, era uno de los pocos recursos que podían usar en su contra. Nadie sabía mucho de ella, así que hablarían y la juzgarían porque sería mucho más sencillo creer a un piloto de élite que a una simple ingeniera en prácticas.
—No me corresponde a mí sacar los trapos sucios de los italianos —alegué, escapando de unos detalles que tendría que inventar y que no me atrevía a contar—. Si quieren ser sinceros, con sus fanáticos y con el deporte, deberán ser ellos mismos quienes hablen —El tipo asintió, agradecido con mis explicaciones—. Muchas gracias —dije yo.
—Gracias a ti, Max —Me devolvió el gesto.
Continúe hacia el siguiente equipo de televisión, no sin antes sentir en mi brazo la mano de mi compañero y supervisor, que lo había oído y grabado todo.
—Max, ¿por qué has dicho eso? —me preguntó, preocupado.
—Porque yo también sé jugar —le respondí, serio—. Charles puede amenazarme, pero no se saldrá con la suya. Quiera o no quiera pelea, se la daré igualmente.
—¿Sabes los problemas que tendremos?
Me sujetó mejor del brazo, impidiendo que llegara al siguiente reportero. Estaba juzgando mi comportamiento porque sabía que habría repercusiones para Red Bull, pero era egoísta y él lo sabía bien. Les daría una lección a esos dos a cualquier maldito precio.
—Los mismos que ellos —Le indiqué—. Solo por eso merece la pena.
Charles Leclerc
Salimos de la sala un minuto más tarde que Max y su compañero. En cuanto puse un pie fuera del alcance de los oídos de aquellos Comisarios, Mia me sujetó del brazo izquierdo para que aminorara la velocidad y me increpó con dureza.
—¿Qué mierda ha sido lo de antes, Charles?
Sabía que a ella no le gustaría conocer lo de mi reciente enemistad con Max, pero él se lo había ganado al tratar a Helena como una muñeca de trapo a la que poder machacar si le venía en gana. Eso no iba a ocurrir mientras yo estuviera vivo y quería darle una advertencia.
—Mi paciencia saltando por los aires —le contesté.
Se dio cuenta de que sostenía mi brazo malherido y, a pesar de que la quemadura no me dolía especialmente, no tardó ni dos segundos en apartarse, temerosa de lastimarme.
—¿Desde cuándo os lleváis mal? ¿Desde cuándo ...? —Se tropezó con sus propias palabras—. ¿Qué es eso de que agredió a Lena? ¿Iba en serio?
Mia sabía que yo nunca bromearía con algo tan importante como la seguridad de Helena, pero era comprensible que dudara.
—Carlos y Lando estaban allí y lo vieron todo —declaré.
—Dios mío ... —balbuceó.
Al salir del edificio, me detuve a firmar varias camisetas y gorras y tomar algunas fotos, así que la conversación se vio interrumpida hasta que todos los fans se dieron por satisfechos y retomamos la senda hacia el corralito de prensa.
Consciente de su silencio, acaricié la espalda de Mia e intenté tranquilizarla.
—No tienes que preocuparte —hablé—. Helena ya ha hablado con él y, si Max sabe lo que le conviene, la dejará en paz de una vez. Es solo que yo no voy a dejarlo pasar —le confesé mi postura—. Entiendo que ella no quiere tener ese frente abierto, pero le puso la mano encima y estoy haciendo un esfuerzo muy grande para no volver ahí y golpearlo —Añadí, demostrándole que la inquina me invadía más que nunca—. Quería que supiera que yo no voy a hacer como si no hubiera pasado nada, pero toda esa historia no va a perjudicarnos públicamente. Te lo aseguro.
—Más te vale, porque si algo como esto llega a conocerse ... No sé cómo lo solucionaríamos —dijo, zarandeando la cabeza de lado a lado con delicadeza.
Podría ser un gran problema, desde luego. No obstante, esa guerra silenciosa entre Max y yo acabaría disolviéndose. Así lo sentía yo. Él no perdería el tiempo conmigo y yo haría lo propio. Solo quise comunicarle que mi perdón no llegaría, ni siquiera por compromiso. Ni aunque Helena me lo suplicara. Ella no me pediría que lo hiciera, pero si eso llegara a ocurrir en un hipotético caso, no haría las paces con Max. Podríamos vivir en una tregua perpetua. No me incomodaba que fuera de tal modo. Dejar de hablarnos y de relacionarnos por obligación sería un verdadero beneficio para ambos. Los dos salíamos ganando, al fin y al cabo.
De cara al público, todo sería respeto, como siempre. De puertas para adentro no habría ni un saludo de mi parte.
—Tranquila —Le sonreí y llegamos al corralito, donde Max ya había comenzado su primera entrevista. Aparté la mirada de él y le pregunté a mi compañera por el orden que seguiríamos—. ¿Quién es el primero? —Mia me señaló a un medio francés—. Bien —Caminé hacia la reportera y, junto a una amplia sonrisa, saludé—. Buenas tardes.
Las entrevistas marcharon bastante bien. Nadie, exceptuando a un medio italiano que no pudo conseguir mis declaraciones el viernes, sacó a flote el asunto de Charlotte. Daba la sensación de que todos habían entendido mi postura y de que estaban respetando mi última palabra.
La ronda por el corralito continuó durante la siguiente media hora y no hubo ningún problema con los periodistas a los que atendí, aunque eso fue hasta que llegamos al cámara restante y a su reportero de prensa. El logo de Sky Sports llamó mi atención y rápidamente adopté el inglés como idioma para la entrevista.
—Buenas tardes, Charles —me saludó el periodista.
—Buenas tardes.
Respondí a su saludo con educación y me acomodé el reloj en la muñeca en una posición más benevolente con mi piel. Había ajustado la Correa demasiado y algunas marcas se dibujaban en mi dermis.
Mia se puso a mi derecha, comenzando a grabar la interacción con aquel medio de televisión.
—¿Tienes algo que decir sobre tu nueva ingeniera de pista?
En un primer momento, creí haber oído mal. Había ruido alrededor y quise pensar que la audición me había fallado antes de digerir dicha pregunta.
—¿Perdón? —Fruncí el ceño.
El hombre, un treintañero al que recordaba del resto de la temporada, me miró con una pasividad digna de admirar. Apenas se inmutó con mi reacción, como si tuviera los nervios de hierro.
—¿Has escuchado las declaraciones de Max? —inquirió.
—No. No he escuchado nada —negué.
—Ha dicho que colocar a una novata en el muro es peligroso y que ahora el equipo está pagando por ello, por no haberlo pensado mejor —me explicó.
Atónito, apoyé ambas manos en la barrera de metal que me separaba de aquel tipo.
—¿Que ha dicho qué?
Alcé las cejas, incapaz de creérmelo.
Observó su libreta para recordar algunas de las perlas que había soltado Max.
—También ha dicho que existen ciertos motivos por lo que Helena Silva está en una posición tan importante dentro del equipo —Agarré con fuerza la barra, canalizando la impotencia—. ¿Sabes algo sobre esto? ¿Podrían ser motivos ilícitos? —me preguntó, muy descarado.
—Esto es ridículo. Me parece ... —Me forcé a sonreír, pero fue una sonrisa impuesta y nada natural—. Me parece una falta de respeto que hable así de alguien que ni siquiera conoce —denuncié.
¿Había sido por mi culpa? ¿Hablarle de aquel modo le había empujado a dar información falsa sobre Helena? ¿Esa era su venganza por haber pisoteado su ego podrido?
Quise echar un vistazo al corralito de prensa para comprobar que ya no estaba por la zona porque, si hubiera estado a mi alcance, no me habría sido posible reprimir las ganas de encararlo y pedirle explicaciones por toda esa mierda que se había dedicado a verter a los medios sobre ella.
¿Qué tenía contra Helena?
—Ha dado a entender que sí la conoce, que hizo en Red Bull sus prácticas de invierno —Expresó el periodista—. Incluso ha añadido que es extraño que les dejara para irse con vosotros, con Ferrari.
Esa última acusación fue la gota que colmó el vaso.
Emití una carcajada hueca e irónica y le contesté punto por punto.
—Max no trató en ningún momento con Helena durante ese período de tiempo y es una desfachatez que se esté insinuando algo tan grave —repliqué—. Ella, como ingeniera, no tenía ningún contrato firmado ni hablado con Red Bull al inicio de temporada. Decidió entrar en Ferrari y se ha adaptado a nuestro modo de trabajo más rápido que ningún otro ingeniero o mecánico —La defendí.
Mia notó que estaba endureciendo demasiado mi voz y debió darme un aviso para que me detuviera antes de abandonara los buenos modales y pusiera en su maldito sitio al estúpido periodista que buscaba sangrarme frente a su cámara y después difundirlo por todo el mundo.
Tener la grabación de un Charles Leclerc encolerizado por unas cuantas mentiras era muy suculento, claramente.
Sin embargo, Mia guardó silencio y sostuvo en alto la grabadora que lo registraba todo.
—¿Eres consciente de que no trabajaron juntos durante las vacaciones de invierno? —Curioseó él, poniendo en duda mis afirmaciones.
—Sí, soy muy consciente —Tras mi sólida respuesta, lo vi tragar saliva—. Lo que me resulta increíble es que la prensa crea información que no es verídica simplemente solo porque está en boca de Max Verstappen, sin verificarla antes —Me metí con su trabajo y con su falta de decoro con una persona que no estaba presente para defenderse por sí misma—. Yo no tengo nada en su contra. Somos compañeros desde que éramos niños y hay respeto entre nosotros —Mentí a conciencia—, pero no voy a tolerar que se cuestione el rendimiento o la labor que tiene mi compañera de equipo.
Tanto el cámara como el periodista me escrutaron perplejos. A lo mejor no esperaban un rechazo tan tajante por mi parte. Si pensaron que callaría mientras echaban por tierra el esfuerzo y la dedicación de Helena, se habían equivocado de cabo a rabo. Incluso si hubiera sido otro ingeniero de Ferrari, lo habría defendido, aunque no podía negar que ella era mucho más importante que el resto.
Mia lo sabía y por eso no me pidió que detuviera aquel contraataque.
—De acuerdo —Asintió, viéndose desarmado—. Entendemos tu posición, pero es un hecho que el fallo de la señorita Silva ha llevado a que hoy no te distancia todavía más del campeonato —Arremetió de nuevo.
—También ha sido mi error —Me impuse a su opinión con mi verdad y la de todos los que tenían todavía algo de sensatez—. Esta clase de errores se producen constantemente. Es curioso porque el ingeniero de pista de Red Bull tuvo un fallo similar en la última clasificación y Checo se quedó fuera de la Q1 —Señalé, provocándole una mueca de disgusto—, pero parece que es más fácil cuestionar el trabajo de una mujer.
Decidí atacar ese flanco porque, si bien no me daba la impresión de que estuviera menospreciándola por ser mujer, devolverle las acusaciones era la mejor estrategia y la mejor manera de obligarlo a retractarse de sus simpáticas suposiciones. Ningún medio de comunicación podía permitirse que cuestionaran unos ideales que, en pleno 2022, eran compartidos por el mundo entero. Tacharlo de machistas era uno de los movimientos más agresivos que podría haber ejecutado y así lo llevé a término.
Se irguió, cabeceando en la superficie de un pantano que él había llenado en primer lugar.
—No estamos diciendo eso, Charles.
—Disculpa, pero es lo que parece porque jamás se ha hablado de los ingenieros que cometen distintos fallos en clasificación o en carrera, por muy graves que sean —recalqué, plantándole cara.
—Nada más lejos de la realidad —aseguró.
—Entonces, ¿por qué estáis poniendo en duda su esfuerzo dentro de Ferrari? —Volví al ataque, cada vez más destemplado—. ¿Hemos vuelto a la época en que se negaba el paso a las mujeres en Fórmula 1?
—No es nada parecido —Reafirmó—. Solo nos estamos ciñendo a lo que ha dicho Max Verstappen hace unos minutos.
—Pues os pediría que analizáseis esas críticas con detenimiento. No tiene ningún sentido que ella sea la cabeza de turco en esta historia —Me opuse a sus sucios métodos.
Por el gesto del periodista de Sky Sports, creí que cesaría el alto al fuego contra Helena, pero aún no había acabado conmigo y con mi exposición pública.
—Entonces, ¿Max ha mentido públicamente? —me preguntó.
Quería que llamara a Max mentiroso. Algo así ocasionaría un revuelo inaudito en redes sociales y en prensa y ellos tendrían la primicia de mi declaración contra el piloto de Red Bull.
Sabía que estaba entrando en la boca del lobo y que lo inteligente sería negarlo, pero Max había empezado. Él se metió con Helena y estaba claro que no iba a parar, por lo que solo me quedaba levantar la cabeza y mantenerme firme por ella y por Ferrari.
—¿De verdad tengo que responderte a esa pregunta? —formulé, enfadado.
—Charles, no queremos que te molestes por algo que ... —Intentó excusarse.
—¿Pensábais que no me iba a molestar? —espeté—. Estáis juzgando a una ingeniera de pista diplomada por un error común, un error que se repite en todas las malditas clasificaciones, y, además, se le está atacando injustificadamente con unos supuestos motivos por los que obtuvo el puesto. Unos motivos que no existen más allá de sus méritos propios —Dejé bien claro eso último.
—Bien —Se rindió—. Lamentamos haberte incomodado. Gracias por responder.
Le sostuve la mirada como si fuera un duelo a vida o muerte. El muy desagradecido no fingió ni un poco; veía la satisfacción bañando su rostro. Ya tenía lo que quería para caldear el ambiente entre Max y yo todavía más.
—Claro. Ni siquiera habéis preguntado por mi clasificación, pero, no, gracias a vosotros —comenté con cierto desprecio antes de retirarme del corralito.
Mia me seguía de cerca y toleró mi apresurado caminar hasta que yo mismo me percaté de que no estaba dirigiéndome a ningún lugar en concreto. Me paré en plena calle principal del paddock algo desorientado. Llevé la mano derecha a mi frente y me palpé la piel mientras intentaba asimilar lo que pasaría a partir de entonces. Ella esperó pacientemente a que me recompusiera después de una pelea verbal tan tensa y desagradable.
—¿Por qué no me has parado? —me pronuncié.
—Porque callarte no era justo —Aclaró.
Alcé la barbilla y le lancé una mirada cómplice.
—Gracias.
Mia asintió ligeramente, aunque su semblante era oscuro y solemne.
—Pero eso no significa que lo hayas hecho bien, Charles —replicó.
La repercusión sería inmensa y ella tendría que devanarse los sesos para reparar mi imagen y proteger la de la Scuderia. Helena también entraba en la ecuación, pero nunca sería la prioridad, a pesar del aprecio que Mia le tuviera a mi pareja y de todo lo que yo daría por procurarle un futuro justo y tranquilo en nuestro deporte.
—¿Lo correcto era dejar que la vapulearan públicamente? —inquirí.
—No —Zarandeó la cabeza.
—Entonces no tenía otra salida, Mia —le dije, resignándome a la elección tomada—. Siento mucho ponerte en esta tesitura, pero ...
—Está bien —Suspiró—. Si no llegas a hablar tú, lo habría hecho yo. Es muy fácil atacar a la novata porque presuponen que no puede defenderse y es cierto —Concedió, compartiendo mi opinión de forma extraoficial—. Los ingenieros no pueden expresarse como vosotros lo hacéis porque no es su trabajo, pero era un ataque muy ruin, incluso para la prensa.
—Son unos carroñeros —mascullé, irritado.
Hubo unos segundos de silencio entre nosotros que se rompieron con su voz, cargada de una verdad fulminante.
—Y nosotros les hemos dado carne fresca con esto.
🏎️🏎️🏎️
Veinte minutos después, logré dar una última entrevista un poco más extensa a un medio español y acabar con aquel interminable paseo que me llevaba de una cámara a otra.
A sabiendas de que mis declaraciones para Sky Sports correrían como la pólvora entre el resto de periodistas y que el vídeo ya debía estar circulando por redes sociales, Mia y yo marchamos de regreso al box para contárselo a los demás de primera mano. No quería que se enteraran de mis palabras por terceros, así que fuimos hacia el edificio rojo del paddock y sorteamos a algunos reporteros que aguardaban en la puerta. Varios de ellos intentaron detenerme, pero yo me disculpé y seguí caminando a paso ligero. Oí el nombre de Helena en boca de alguien y deduje que no sólo me buscaban a mí.
Ella tendría que pelear en una guerra que ni siquiera había iniciado y solo entonces sentí culpa por haberla defendido.
Subimos a la segunda planta, saludando rápidamente a algunos compañeros mientras avanzábamos por los pasillos con un destino fijo: la sala de reuniones.
Al girar la última esquina, vimos las luces de la sala encendidas. Ya empezaba a atardecer, por lo que no era de extrañar que recurrieran a las lámparas de techo.
Aunque mi andar podía confundirse con un trote nervioso, nada se comparaba con la molestia que me hurgó el estómago cuando escuché el castellano de Helena.
—¡Es un hijo de ...! —gritó desde la sala.
No sabía el suficiente español, pero la conocía bien y no estaba diciendo ningún piropo.
Aceleré el ritmo. Mia también aumentó la velocidad.
—Lena, no merece la pena —Oí la voz de Carlos—. Espera a que ...
—¿A qué? —clamó ella al borde de la cólera—. ¿A que consiga que me destituyan o que rescindan mi contrato? No voy a aguantar sus gilipolleces —Justo en ese instante, Mia y yo entramos en la sala y ubicamos a los presentes a unos metros. Helena nos daba la espalda. Tenía el cabello suelto y los ojos puestos en una pantalla que mostraba un frame de la grabación protagonizada por Max Verstappen. Carlos y Xavi nos miraron con gestos de preocupación—. No tengo porqué soportar esos desprecios públicos ni ... —Siguió diciendo ella.
Aliviado de poder estar a su lado, agarré sus hombros. Helena se sobrecogió de repente y se giró antes incluso de que pudiera abrir la boca y advertirle de los periodistas que la buscaban.
—Aspetta un attimo —Me observó nerviosa—. Hay cámaras fuera y creo que están esperando a que salgas.
—¿Qué?
Su cabeza debía estar hecha un desastre y me habría encantado desenredar algo de aquel caos que tanto la angustiaba, pero Carlos habló primero.
—¿Ya te has enterado de lo que ha dicho Max? —interrogó.
Solté a Helena y todos me prestaron atención.
—Sí, aunque veo que no habéis escuchado lo que he dicho yo —comenté.
Ella no perdió el tiempo y se aferró a mi brazo derecho como si hubiera visto al mismísimo diablo y no quisiera que este escapara. Con los ojos abiertos y la tensión apoderándose de sus facciones, me exigió una explicación.
—¿Qué has dicho? —La sentí tan asustada que no pude verbalizarlo—. ¿Charles? —me demandó.
Y alguien más se unió a la crispado conversación.
—Te ha defendido de las acusaciones de Max en Sky Sports —Anunció Mattia desde la entrada. Todos, excepto yo, corrieron a divisar su figura—. Ha participado en su circo y se ha enfrentado a los periodistas. Ahora tenemos una buena montada.
Por su postura, comprendí que Helena se disponía a hablar. Di media vuelta y se lo impedí al tomar yo el turno y enfrentarme otra vez a mi jefe de equipo.
—Mattia, no iba a permitir que difundieran esas estupideces sobre ...
—Te tomaba por alguien más inteligente, Charles —Me calló de un plumazo.
Todos enmudecieron, incluyéndola a ella. Helena, a mi lado, dio un apretón a mi brazo. Era su manera de obtener mi complicidad, mi apoyo, pasara lo que pasara. Su naturaleza respondona no fue suficiente al ver el ensombrecido gesto de Mattia Binotto.
Binotto miró primero a Helena y después a mí.
Sus pupilas se confunden con los puntiagudos filos de un par de dagas.
Su boca se convirtió en una delgada línea, casi imposible a la vista.
Estaba enfadado.
Mucho, además.
—Voi due, nel mio ufficio —nos ordenó—. Subito.
Y se marchó hacia su despacho, donde nos esperaba una confrontación en absoluto apetecible.
🏎️🏎️🏎️
Después de la tremenda carrera de Las Vegas y del esfuerzo de Charles por aferrarse a ese segundo puesto, no podía no actualizar hoy 😎💪🏻
Por aquí vemos que Max la sigue liando y que Charles va a defender a Lena a punta de pistola si es necesario 🥹❤️🩹
Y después tenemos a Mattia con un tonito bastante desagradable y llamándolos a su despacho 😬, así que solo puedo decir que os prepareis para el siguiente cap porque será bien intenso 😀
Probablemente lo suba el fin de semana que viene para cerrar la temporada de F1 de 2023 como es debido ♡🥳
Os quiere, GotMe 💜❤️
19/11/2023
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro