57 || skyfall
Charles Leclerc
Subí a todos prisa las escaleras del lateral del escenario principal y una gran ovación me recibió al segundo. Carlos respiró aliviado y al hombre que presentaba aquel evento se unió al coro de vítores y aplausos que la afición me regaló.
Sonreí todo lo que pude y saludé al público antes de sentarme en el taburete vacío, junto a mi compañero de equipo.
—¡Charles Leclerc, amigos! —La ronda de aplausos y gritos se prolongó más de lo normal. Identifiqué a un par de camarógrafos al pie del escenario, apuntando hacia mí. La gente fue guardando silencio y, entonces, el maestro de ceremonias se interesó por mi tardía aparición—. Si no es mucha indiscreción, ¿a qué se debe tu retraso, Charles? Te esperábamos desde hacía un rato.
No había ningún micrófono para mí. Alguien debería haberme dado uno al subir, así que Carlos le ofreció el suyo. Agradecido, lo tomé y me disculpé con todos.
—Perdón por llegar tarde. Hubo un percance y me retrasé —expliqué.
—¿Un percance? ¿Qué tipo de percance? —inquirió el presentador.
—Helena, mi ingeniera —Comencé a decir—, ha tenido un pequeño accidente y se ha quemado la mano.
La multitud expresó sus preocupaciones con una nueva ovación, mucho más triste que la primera, por supuesto.
—¿Qué? —habló Carlos. Se giró, preguntándome directamente sobre el estado de Helena—. ¿Lena está bien?
—Sí —Destrocé sus miedos de un plumazo—. Me entretuve un poco porque tuvimos que vendarla, pero no parece una quemadura grave. Podrá trabajar perfectamente —Miré a todas las personas que oían mis palabras y les sonreí, tranquilo—. No os preocupéis.
—Es un alivio oír eso, ¿no creéis? —Lanzó la pregunta y todos respondieron con potentes afirmaciones—. ¿Estaba haciendo algo en tu coche o ...? —Se dirigió a mí otra vez.
—No, no —negué—. Las cosas de mecánica se las dejamos a nuestros mecánicos —especifiqué, arrancando algunas sonrisas—. Se le cayó encima un vaso de café hirviendo. Un golpe de mala suerte.
No quería pasar el resto de la mañana preocupado por ella y debía empezar proyectando la imagen pacífica y relajada que los espectadores buscaban. Aunque por dentro quisiera volver con Helena y visitar las instalaciones médicas del paddock para cerciorarme de que su piel no sufriría más de lo necesario, mi lugar estaba en ese escenario.
—Seguro que se recupera en unos días —Confió el entrevistador.
—Seguro —repetí con el corazón demasiado alterado todavía.
Un chico del staff subió y me tendió un micrófono. Yo le devolví el suyo a Carlos, que también parecía haberse calmado después de mis declaraciones, y me acomodé en la silla.
—Bueno, le estábamos preguntando a Carlos sobre ... —recondujo la entrevista a su objetivo inicial.
Helena Rivas Silva
Regresé al box con la mano vendada y, como era de esperar, Xavi y Ricky pusieron el grito en el cielo. Sólo había estado fuera media hora y volvía tullida. Intenté calmarlos y juré que me encontraba bien, que ese baño de agua fría había funcionado de maravilla, pero ellos no la tenían todas consigo y me mandaron a la enfermería del paddock. Apenas pude rechazar la idea porque me echaron del box de Ferrari y me obligaron a prometer que no pondría un pie dentro hasta que algún médico me hubiera explorado la herida correctamente. Ninguna se fiaba mucho de las dotes médicas de Charles y no me quedó más remedio que hacer lo que me decían.
Cuanto más tardara, menos ayudaría con los preparativos de la carrera.
El edificio central albergaba varios departamentos. Sin embargo, la enfermería principal estaba a un lado del recinto, cerca del box de Mercedes y del de Red Bull. Me pregunté si Julia estaría por allí. Me habría gustado enseñarle la prueba de mi mala suerte, pero no tenía tiempo que perder. Por lo tanto, entré al edificio en cuestión y pregunté por un médico disponible.
El servicio paramédico solía estar destinado a los pilotos y al público. No era habitual que una ingeniera visitara el lugar y el semblante de sorpresa de la doctora que estaba de guardia me lo confirmó.
Después de contarle sobre el accidente, me pidió que le mostrara la herida. Entonces, le comenté mi que aprensión hacia ese tipo de lesiones me superaba y ella misma se encargó de sacarme las vendas. Se portó muy bien conmigo y tuvo tanta paciencia que deberían haberle dado una medalla del tamaño de uno de los trofeos. Podía llegar a ser muy quejica cuando me tocaba visitar la consulta y esa mujer me atendió como la profesional que era.
Le di las gracias varias veces por ser tan simpática.
Cabe señalar que no vi la quemadura. Ella me explicó que no tenía nada incurable y que, al cabo de unos días, tendría que comprar una pomada específica para quemaduras en alguna farmacia, pero que no estaba impedida y que podría llevar una vida completamente normal hasta que mi piel se regenerase por sí sola.
—¿Se puede?
Estaba tan concentrada en que el dolor no me hiciera colapsar que no reparé en el dueño de aquella voz.
—Adelante —La doctora miró hacia la entrada de la consulta y sonrió con dulzura al visitante—. Hola, Max. ¿Qué necesitas?
Su nombre me resultó ajeno al principio, pero la claridad no tardó en volver a mí. Una vez la médica terminó de ajustar las nuevas gasas, me preparé mentalmente para lidiar con Max a pesar de que no tenía tiempo ni ánimo.
—Nada. Solo quería ver a la enferma —dijo a los cuatro vientos.
—No estoy enferma —recalqué yo.
—Es una forma de hablar ... —Su soplido me hizo sentir victoriosa por momentos—. ¿Te has quemado?
—¿Quién te lo ha dicho?
La doctora me pidió que moviera los dedos. Tras asegurarse de que podía utilizar la mano, se levantó del sillín y fue hacia su escritorio.
—Charles lo dijo hace diez minutos en el escenario principal —declaró él desde la puerta. No había puesto un por dentro del pequeño consultorio—. Todo el mundo lo sabe ya.
Debieron preguntarle por su retraso y él contó la verdad de lo sucedido. Era comprensible.
—Que todo el mundo lo sepa no justifica que estés aquí —sentencié, reacia a su visita.
—¿Te falla el oído? —preguntó en un tono de exasperación total—. Mi box está aquí al lado y me parecía que no estaba de más pasar a preguntar.
Esa aclaración no bastaba porque Verstappen no eres el tipo de chico que se preocupara por los demás. Aún así, al haber ido hasta allí con esa excusa por bandera, no tuve más remedio que ser mínimamente benévola con él.
—Gracias por el detalle —le agradecí a regañadientes.
Pese a lo que dije, Max no respondió a ese agradecimiento.
—Entonces, ¿es grave, Anna? —interrogó a la doctora.
—Nada que no se cure en un par de semanas. Lo peor serán las curas —La mujer regresó con la receta de la pomada que me había aconsejado. Yo cogí el trozo de papel y ojeé el nombre del medicamento—. ¿Puede ayudarte alguien con eso? Si no es posible, tendrías que ir a la farmacia o ...
—Descuide —Le regalé una sonrisa—. Tengo a alguien en mente.
Seguía sin saber cuáles eran los planes de Charles para los próximos días, pero no dudaba de que estaría pegado a mí las veinticuatro horas del día. Podría ayudarme con las curas y, sinceramente, solo podía pensar en él. No confiaba tanto en nadie más que andara por Italia. Además, lo haría incluso si no se lo propusiera. Conociéndole, antes de iniciar nuestro viaje, pasaría por una farmacia y compraría todo lo necesario.
—Genial —Se alegró—. Pues no lo roces con nada y pásate por aquí esta tarde para que te cambie las vendas antes de que te marches. Mucha suerte en la carrera, Lena —Palpó mi hombro y esperó a que me levantara.
—Gracias por todo —le contesté.
—Y suerte a ti también, Max —comentó, ya que el piloto de Red Bull no se iba.
—Gracias —dijo, parco en palabras.
Saliendo de la enfermería, recordé nuestro encontronazo en el club de Mónaco. No lo había visto desde aquella noche y llegué a averiguar la razón de que me interceptara, pero la sensación de sus manos perforando mi piel me empujó a salir del habitáculo manteniendo las distancias. No quería acercarme a él.
—Adiós —me despedí de la doctora y bajé los primeros peldaños de las escaleras metálicas.
El crujido de sus pasos a un metro y medio de mí consiguió que aumentara la velocidad de mi descenso.
—Lena.
Al llamarme, no pude fingir que ya no estaba cerca.
Primero aterricé en el suelo del paddock y, después, me aseguré de estar lo suficientemente alejada de él como para que no me pusiera la mano encima.
—¿Qué pasa? —Estaba serio. Si hubiera sido otro, habría creído que las preocupaciones teñían sus afiladas facciones—. Ya has visto que sigo de una pieza.
—¿Puedo acompañarte al ...? —Su pregunta quedó en el aire.
—No estoy inválida —Me impuse a su buena voluntad.
Él no avanzó mucho. Parecía que su objetivo no era pelear ni intimidarme, como si lo había sido en otras ocasiones.
Max rodó la mirada.
—Estoy intentando ser amable —Señaló, molesto.
—No tienes que ser amable conmigo —Lo rechacé.
—Eres muy desagradecida. ¿Te lo habían dicho alguna vez? —espetó.
Aquel era el adjetivo favorito de mi padre. Claro que lo había oído anteriormente.
—Sí. No eres el primero —Le arrebaté ese lujo y me dispuse a objetar el calificativo—. Aunque no sé por qué sería una desagradecida. Ya te he dado las gracias antes. Fin —Zanjé.
—¿No podemos hablar como personas civilizadas? —Arqueó las cejas, desesperándose.
—¿Tú? ¿Una persona civilizada? —Una carcajada estuvo a punto de escapar de mi garganta—. Mira, Max ... —Inhalé, controlando mi agresividad—. No sé qué te pasa conmigo y me lo he preguntado más de lo que crees, pero estoy cansada de pensar en la razón que puedes tener para odiarme, así que ...
—¿Quién ha dicho que te odie? —inquirió él.
Me callé.
¿De verdad estaba haciéndose el inocente después de todo?
Las escenas se sucedían en mi memoria. No hubo ni una sola conversación cordial entre nosotros y todavía tenía la desfachatez de tacharme de lunática. ¿Que no me odiaba? ¿Entonces que habían sido los insultos o las discusiones? ¿Declaraciones de amor?
—Tú mismo —Lo ataqué y él pareció recuperar la cordura—. ¿O has olvidado todo lo que has hecho para joderme?
—Yo no ... —Intentó defenderse.
—No me vengas con que no era tu intención porque sí lo era —El enfado hacía que me doliera la cabeza—. Te has enfrentado a mí, me has insultado, has metido a Charles en asuntos que no le incumbían solo por fastidiarme más y me has hecho daño. También físicamente —Apunté, a lo que él apretó la mandíbula y miró hacia otra parte—. Si fueras amable de verdad, habrías venido a pedirme disculpas por toda esa mierda.
Guardó silencio cual delincuente pillado con las manos en la masa. No había arrepentimiento en su gesto. No había en su semblante nada de lo que habría gustado encontrar. ¿Nuestra relación siempre sería una lucha continua? ¿No podíamos hacer las paces de ninguna manera? Desde luego, si él me miraba con ese desdén, altivo y orgulloso, yo no respondería con menos. Perder contra alguien tan ruin como Max era algo que no haría.
Su indiferencia me ayudó a no tomar en serio lo poco que había hecho al interesarse por mi salud. Sin nada más que añadir, me di la vuelta y eché a caminar hacia el flujo de gente que se movía por el paddock.
—¿Y tu disculpa?
Ante tal exigencia, no pude más y me detuve.
—¿Mi disculpa? —exclamé.
Midiendo la furia que escapaba de mí, giré la cabeza y clavé los ojos en su rostro. El color azulado de sus orbes era más sincero de lo que recordaba.
—Te fuiste de Red Bull y nos dejaste por esos italianos de pacotilla. Eso sí merece una disculpa —demandó, enfurecido con mis acciones.
Me mordí la lengua y lo encaré. Los metros que nos separaban no supieron ningún problema para que Max escuchara mi ultimátum.
—Puedo irme a dónde me dé la real gana y tú no tendrás nada que decir. No soy propiedad de nadie. Olvídate de reclamarme cosas porque no te lo voy a consentir —Marqué los límites, consciente de que no le importaría violarlos si le apetecía—. Y te animo a volver a insultar a los míos: verás lo desagradecida que puedo llegar a ser —Escupí, enrabietada con sus demandas y abusos de poder.
¿Que yo le debía una disculpa a él? Ni en sus mejores sueños.
Me largué antes de que el odio se apoderara de mí y acabará abofeteándole. Me habría encantado estampar la forma de mi mano en su mejilla, pero no podía mover el brazo con la libertad de siempre y me contuve.
El mal humor desapareció con las horas. Sesenta minutos antes del comienzo de la carrera, casi había olvidado y enterrado esa desavenencia con Max.
Mientras revisaba que la radio funcionaba, sentí compañía a mi izquierda. No fue necesario mirar. Me moví los cascos hacia atrás, dejando el oído izquierdo libre.
—¿Cómo estás? —me preguntó al tiempo que se apoyaba en mi monitor.
Estábamos muy cerca y había decenas de cámaras recorriendo el pit lane, pero su cuerpo era un imán para mí y no pude crear distancia alguna.
—Bien. La doctora dice que tendré la mano como nueva en un par de semanas —le relaté.
—Esa es una gran noticia —celebró.
—No iba a perder la mano por algo así, Charles —bromeé y apagué un contador.
Su hombro chocó con el mío. Invadir mi espacio personal era su pasatiempo favorito. Odiaba que las personas se tomaran esas licencias y, a pesar de mi rechazo al tacto del resto, Charles podría tocarme todo lo que quisiera y solo querría más.
—Lo sé, pero no soportes más de lo que puedes, ¿vale? —imploró, dulce.
Ladeé el rostro, dejándolo a menos de diez centímetros del suyo. Charles me sostuvo la mirada, aunque no lo hizo mucho, pues sus ojos verdes se desplomaron en mi boca.
—Olvídate de mí y gana esa carrera —le ordené con una voz débil que a punto estuvo de no salir de mí.
Resistiéndose a besarme, se empujó contra mi oreja descubierta y respiró sobre ella. El escalofrío que sentí podría haberme hecho papilla si no hubiera estado avisada de que él estaba desesperado por un acercamiento como aquel.
—Eso es imposible, chérie —El picor de sus labios en mi lóbulo atentó contra mi endeble fuerza de voluntad—. Voy a tenerte al oído durante una hora y media —susurró, erizándome todo el vello del cuerpo.
—¡Charles!
El grito de un tercero hizo que diera un pequeño saltito. Me había sumergido demasiado en su miasma de seducción y comprobarlo le arrancó una gran sonrisa al perpetrador de dicha tentativa.
—¡Voy! —gritó, ignorando quién lo llamaba—. Me están ...
Yo agarré su brazo con mi mano izquierda y frené su marcha satisfactoriamente.
—Max fue a la enfermería a verme —dije. Él retrasó su huida y prestó atención—. Decía que solo quería saber si me encontraba bien, pero después me exigió una disculpa por haberme ido de Red Bull y me llamó desagradecida. Igual que mi padre ... —Sonreí con amargura y contemplé las vendas que engullían mi muñeca—. Creo que por eso me trata así. Está convencido de que los traicioné y su orgullo no lo soporta.
La lectura que había hecho del vigente campeón del mundo podía estar equivocada, pero todo apuntaba a que su aversión por mí procedía de lo que él entendía como una traición de manual.
—¿Quieres que hable con él? —propuso.
—No. Ignóralo —Zarandeé suavemente la cabeza y me resigné a esperar—. Es otra de sus estupideces. Solo necesitaba contártelo —le confesé.
Y me robó un beso de la mejilla.
—Te quiero —masculló antes de apartarse y saltar a la calzada.
—Y yo —Afirmé, viéndolo perderse entre mecánicos e ingenieros de varios equipos.
En la salida de la carrera no hubo ningún problema para Charles ni para Carlos. Charles se mantuvo como cabeza de carrera, aunque fue difícil alejarse de Checo y de Lando, que le pisaron los talones durante más de veinte vueltas. Nuestra estrategia fue la vencedora y ellos comenzaron a sufrir a mitad de carrera. Rondaba la trigésima vuelta cuando el motor de Carlos dio varios fallos y tuvieron que retirar su coche para evitarle más sufrimiento al conjunto del monoplaza. Al parecer, Ricky no localizaba muy bien la fuente del problema y los mecánicos necesitaban revisar los componentes cuanto antes.
Después de aquello, la presión aumentó porque la posición de Charles era todo lo que el equipo tenía, así que no perdí detalle de los gráficos de su rendimiento y le informé de cualquier cosa que pudiera ser relevante para él.
—Max se está acercando —le dije sin apartar la mirada del monitor—. Pronto tendrá DRS. 1, 76 de distancia contigo.
—Tengo que gestionar las ruedas. No puedo apretar más —declaró él.
—Lo sé —Me mordí el labio inferior, nerviosa—. Estamos revisando.
Esa revisión no sirvió de mucho, puesto que solo podíamos permitirnos una parada más y era evidente que los neumáticos de Verstappen estaban aguantando mejor las altas temperaturas y la lógica degradación de las gomas. Si no hacíamos algo, Max alcanzaría a Charles en menos de dos vueltas, pero la realidad era que no había nada más que pudiéramos hacer excepto confiar en Charles y suplicar para que sus llantas sobrevivieran a esa pelea hasta que la parada en bóxers fuera factible.
—¿No se está acercando mucho? —inquirió Charles al cabo de un par de minutos.
Mi pronóstico había sido bastante acertado. Una vuelta y media más tarde, Max respiraba en la nuca de Charles. No les separaban más que algunas décimas. Lo destacable de su aproximación a nuestro piloto era que no dejaba apenas margen en las frenadas. Se pegaba al culo del monoplaza rojo tanto que, si se descuidaba mínimamente, terminaría estampándose contra Charles.
—Sí —Se lo afirmé, pendiente de las cámaras y de la cercanía de Max—. Apártate si te ves acorralado.
—No se lo voy a poner en bandeja —Expuso Charles.
—No tienes que hacerlo. Solo sé precavido, Charles —le pedí, apurada. Las manos me sudaban y no recordaba una carrera con tanta tensión. Ni siquiera en Barcelona—. Te necesitamos en el podio.
—Okay —Aceptó, siendo responsable y salvaguardando esos puntos que nos mantendrían a flote tras el DNF de Carlos.
El español estaba a mi derecha con un par de cascos de Ferrari mientras observaba la carrera desde las pantallas de nuestro muro.
Poco después, a Max se le unió Lando, que, por extraño que pudiera ser, estaba gestionando de maravilla sus neumáticos y tomó la posición de Checo. El piloto de McLaren no se despegaba de Verstappen, creando un tren de DRS que nos beneficiaba una barbaridad. Si Max tenía que mirar por el retrovisor, su lucha con Charles se vería afectada y tendríamos otra oportunidad de abrir una brecha con él. Yo informé de todo a Charles, que también sintió la llegada de Norris como un soplo de aire fresco. No obstante, esa alegría fue pasajera.
De repente, los movimientos de Max se tornaron apáticos, incluso violentos. Estaba llevando su coche de una forma que no se comenzaba en absoluto en circuitos urbanos como Bakú. Las calles allí eran estrechas y difíciles. Charles y él contaban con una mochila de experiencia que les favorecía, pero ese supuesto control sobre el recorrido no impidió que Max atacara desde fuera a Charles. El monegasco estuvo a punto de perder el coche y yo maldije a Max en todos los idiomas que conocía.
¿A qué mierda estaba jugando?
—¡Me está echando de la pista! —chilló Charles, sudando por seguir el primero—. ¡Es peligroso, joder!
La siguiente curva se acercaba y el DRS aventajaba a Max.
—Los comisarios lo han anotado. Pasará a investigación —le comuniqué la decisión de la FIA y analicé la cámara on board de Max—. Tú concéntrate en ...
Una conducción tan temeraria tendría consecuencias. Por supuesto, deseé que esas consecuencias no llegaran nunca, pero se presentaron frente a mí, en los monitores, cuando Max no frenó a tiempo y golpeó la rueda izquierda trasera del SF-22. Charles podría haber soportado aquel fuerte vaivén si no hubiera ocurrido en la curva más cerrada del circuito.
El alerón del monoplaza golpeó contra un muro de contención y lo demás fue demasiado rápido como para narrarlo sin marearme.
Un cúmulo de imágenes retornaron del más allá. Los flashbacks, las pesadillas, los gritos me secaron los ojos hasta que el ardor fue insoportable y me vi en la necesidad de parpadear para no enloquecer. Me sujeté a la mesa y reviví el peor accidente de mi vida. Había muchas diferencias, pero la principal residía en que no era mi madre quien llevaba aquel coche, sino el amor de mi vida.
La vista y el oído eran los únicos sentidos útiles que me quedaban.
Vi el coche de Charles volar.
Su radio estaba en silencio.
Pensé que el micrófono y sus auriculares se habían desenganchado del sistema de audio.
Solo se oían las estridencias del hierro y el metal chocando contra el suelo, machacándose en el asfalto mientras la carrera continuaba.
Todo el paddock contuvo la respiración.
El público ya no miraba la carrera con emoción. Había miedo en todas y cada una de las personas que se levantaron de las gradas y se llevaron las manos a la cabeza, al rostro, aterrados.
Una.
Dos.
Tres vueltas de campana.
—¿Han sido tres vueltas? —cuestionó alguien cerca de mí.
Mis ojos persiguieron el trayecto de su monoplaza, que, por la inercia del choque lateral, saltó la primera barrera de protección colocada en aquella curva.
—Ha pasado la primera barrera protectora ... —Otra persona habló.
Yo contemplé la escena sin poder recopilar ni una partícula de oxígeno.
¿Son mis pulmones los que no funcionan?
¿Hay algo mal en mí?
¿Por qué no puedo hacer nada?
Solo quería gritar su nombre, pero tampoco tenía voz que me lo permitiera.
El aviso de bandera roja saltó en todos nuestros monitores antes de que el SF-22 se detuviera, hecho trizas y boca abajo.
Una columna de humo grisáceo emanó de algún punto del coche y una falla del motor iluminó en rojo mi pantalla.
—Helena, la radio —Carlos apoyó su mano en el centro de mi espalda.
Lo definí como un acto reflejo.
Nada funcionaba dentro de mí. Solo me incliné porque parecía estar programada para ello.
—¿Charles? —Me di cuenta de que apenas podía hablar y saqué fuerzas de la boca de mi estómago para hacerme oír por encima del siniestro silencio que inundaba el canal de radio—. Charles, ¿me copias? —Nada—. ¿Charles? —repetí, muriendo lentamente.
La voz se me rompió y Carlos me agarró. Debió creer que me desmayaría.
Esa voz deshecha y agónica que no reconocía como mía sonó por todo el circuito, de principio a fin.
El cielo cayó sobre mí. Su peso me aplastó. Oprimió mi pecho. Masacró a la Helena que creía ser feliz. La tierra se abrió bajo mis pies. El mundo se desmoronó y me hundió en un abismo incomparable.
Y así volví a ser la chica desamparada que lo había perdido todo.
🏎️🏎️🏎️
Yo sé que dije que ahora todo estaría bien entre ellos, pero un accidente no es tan grave, ¿no? 😃
Mejor salgo huyendo antes de que me mateis
三三ᕕ( ᐛ )ᕗ
Os quiere, GotMe 💜❤️
13/8/2023
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