56 || presagio
Helena Rivas Silva
Esa semana fue horrible en términos de trabajo. Apenas pisé mi piso, salía muy temprano y regresaba muy tarde, tanto que no tenía fuerzas para hacer nada. Mi tiempo libre era invertido en dormir, luchando por alcanzar, al menos, las siete horas de descanso diarias. No me quejaba porque todos estaban arrimando el hombro, pero esos días fueron agotadores. Y, por lo tanto, Charles y yo ni siquiera sacabamos las noches para estar juntos. Nos veíamos cuando él estaba en Maranello, ajustando parámetros y hablando de las diferentes estrategias que debíamos valorar de cara al Gran Premio de Azerbaiyán. Nada más que eso.
Una tarde, conseguimos escaparnos media hora y pasar ese rato a solas, en la sala donde continuaba el monoplaza de Jules. Aquel fue el único momento, en nueve días, en que pudimos hablar de algo que no fuera trabajo. Tampoco sirvió de mucho, pero bastó para desestresarme y confirmar que todo iba de maravilla entre nosotros. Si bien nuestra charla sobre todos los problemas que habíamos tenido se pospuso hasta el domingo siguiente, después de que se acabara el fin de semana en Bakú, nos sentíamos bien el uno con el otro.
Los secretos estaban sobre la mesa, incluyendo el tema de Charlotte. Hablando de ella, Charles aprovechó el final de una reunión con el resto de ingenieros para pedirme que lo acompañara a comprobar algo, utilizando esos pocos minutos para llamar a la susodicha.
Tal y como acordamos, él no había dado ningún tipo de declaración sobre aquellas fotos que les tomaron en Mónaco. Las aguas se habían calmado bastante, pero era un tema que no podía retrasar durante mucho más tiempo, así que eligió llamarla, conmigo a su lado, aunque yo preferí no escuchar su conversación con detalle. Sin embargo, Charlotte apenas pudo atenderle. Se alegró de que Charles la hubiera llamado, por supuesto. El problema residía en que estaba a punto de subir a un avión y su viaje al extranjero se prolongaría hasta mitad de la semana siguiente. Comentó que el miércoles por la tarde volvería a Mónaco. Por su parte, Charles no encontraba ningún hueco para verla en persona (eso era lo que quería ella, cabe señalar).
Así pues, Charles le pidió que tuvieran una llamada después de la carrera en Bakú porque se negaba a charlar con Charlotte sin que yo estuviera presente. Obviamente, no le habló de mí entonces, pero él me explicó más tarde que no iba a hacer nada sin tenerme cerca. La transparencia parecía ser su prioridad y, a pesar de que le repetí decenas de veces que no me importaba que fuera a Mónaco para encontrarse con ella, se obcecó en que no haría nada similar. De algún modo, me aliviaba y él lo sabía. Ese pequeño descanso terminó tras darle un beso y agradecerle por tomarse tantas molestias.
Volvimos al trabajo e hicimos como si no hubiera sucedido nada.
Esos días de preparaciones y regulaciones de set-up nos llevaron, irremediablemente, hasta Azerbaiyán. El tiempo que pasábamos juntos frente a las pantallas se compensaba con noches de galas a las que solo los pilotos estaban invitados y demás eventos en los que no había lugar para mí. A decir verdad, llegué a Bakú tan cansada que las horas de sueño que recuperé allí no fueron suficientes. Mi lugar favorito era la cama del hotel, así que no me molestaba especialmente eso de tener lejos a Charles. Me había convertido en una marmota y se lo hice saber, pero él solo se echó a reír por mi comparación con el animal y me prometió un par de días, lunes y martes después del Gran Premio, para nosotros y nadie más. Habló también de una escapada sorpresa a otro país, aunque yo no tenía ni un segundo para pensar en esos planes y, simplemente, dejé que los días pasaran.
Conseguimos la pole position el sábado y los medios de comunicación quisieron acaparar tanto a Charles que me conformé con otra noche sin él. Julia y yo cenamos juntas y la puse al corriente de todo lo que había pasado entre nosotros. Mientras hablábamos, señaló que ninguno de los dos había hablado de noviazgo serio. Es decir, sí, estábamos saliendo, pero ni Charles me lo había pedido ni yo a él. Aquella idea estuvo persiguiéndome el resto de la noche. Ni siquiera me dejó en paz en sueños.
El domingo se presentaba muy ajetreado. El principal consuelo al que me aferrada era que se trataba del último día y que, después de una jornada eterna, tendría esos días libres concedidos a la mitad de la plantilla de ingenieros por el mismísimo Mattia Binotto. Nuestra conversación con él también estaba aplazada, ya que Charles tenía que hablar primero con Charlotte con el fin de aclarar su relación y redactar una declaración escrita que los desvinculara por completo.
La reunión con Binotto vendría más adelante.
Mi mañana comenzó sin poder desayunar. A poco más de las nueve, ya estaba en el circuito porque Laurent Mekies y Mattia convocaron a los ingenieros de pista por una emergencia con los datos que había dado el coche en la última inspección la noche previa. No fue tan grave como pensábamos y el cónclave tampoco duró demasiado. Xavi y Ricky decidieron que nos merecíamos un café después de aquel susto y yo no me negué. Tenía la barriga vacía y no aguantaría hasta la hora de la comida sin tomar nada.
Unos minutos más tarde, los tres estábamos esperando nuestras bebidas frías frente a la barra de la cafetería principal cuando me llegó un mensaje.
Charles 🏎️
Te eché de menos en el desayuno 😞
¿Dónde está mi preciosa ingeniera?
10:03 a.m.
Al recibir su mensaje, solo sonreí y les dije a Xavi y a Ricky que iría a buscar una mesa libre para descansar un rato. Ellos me miraron con algo de suspicacia porque una sonrisa como esa no podía salir de la nada. Ninguno se refirió a ella. En su lugar, me dejaron inspeccionar el interior de la cafetería mientras esperaban nuestros pedidos.
Huyendo de ti
10:04 a.m.
HELENA 😫😫😫😫
10:04 a.m.
Su berrinche me estrujó el alma y provocó que mi sonrisa se ensanchara considerablemente.
Eres peor que mi hermano, Charles 🫥
¿Desde cuándo tienes estas rabietas?
10:04 a.m.
Desde que dijiste que me querías y me lo consientes todo 🤭
10:05 a.m.
Me apropié de una silla y la puse junto a una de las pocas mesas libres. Ya había otras dos sillas rodeando la mesa, por lo que tomé asiento enseguida.
No te lo consiento todo.
10:05 a.m.
Entonces, ¿no vas a decirme dónde estás? 🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹
10:06 a.m.
Me mordí el labio inferior con tal de no empezar a reír.
En la cafetería del paddock con Ricky y Xavi
Hemos tenido una reunión a primera hora y todavía no he desayunado
10:06 a.m.
¿Tengo que hablar con Mattia sobre esas reuniones "urgentes"? 😃🔪
10:06 a.m.
Era urgente
10:06 a.m.
No puede ser más urgente que tus tres comidas diarias, cariño
10:07 a.m.
Ricky traía dos platos para mí. Había decidido acompañar mi mocca con un croissant que tenía muy buena pinta. Abandoné mi móvil sobre la mesa y le ayudé a colocarlo todo, sin olvidarme de darle las gracias por el detalle. Eso de tenerme sin desayunar no le había gustado y, conociendo mi pasión por los dulces, pidió uno que me hiciera la boca agua al segundo.
También le eché una mano a Xavi, que cargaba con todos los cafés él solo.
Los tres nos sentamos y yo recuperé mi móvil.
¿Contento?
10:09 a.m.
Buena chica ❤️
10:09 a.m.
Deja de hablarme como si fuera un perro
Primer aviso 😁
10:10 a.m.
Tomé un primer sorbo del café y esperé a leer la contestación de Charles, aunque casi escupí el líquido cuando la leí.
No eres ningún perro
10: 10 a.m.
Pero serías un chihuahua monísimo 🐩
10:11 a.m.
Fingí haberme atragantado y agarré el teléfono rápidamente.
CHARLES 😇😇
10:11 a.m.
Oui? 🫣
10:11 a.m.
¿Qué estás haciendo ahora?
Es raro que me escribas tanto un domingo por la mañana
10:12 a.m.
Era extraño que tuviera un descanso el día más ajetreado de la semana.
Estoy esperando a que Mia termine de hablar con los de la rueda de prensa
Cosas de ser el poleman, supongo 😏
10:13 a.m.
¿Todavía no empieza?
10:13 a.m.
Se ha atrasado
Otra vez
10:13 a.m.
Mmmm
10:14 a.m.
Le di un bocado al croissant, dejándoles la otra mitad a mis compañeros.
Ven a verme
10:14 a.m.
Todavía masticando, me limpié las comisuras y le respondí. Reprimir mi sonrisa fue incluso más complicado que regular los parámetros de su coche por vigésima vez.
¿Eso que leo es una orden, Perceval?
10:15 a.m.
¿Qué?
Noooooo
Es una súplica (☞ ͡° ͜ʖ ͡°)☞
10:15 a.m.
No me lo parece 😒
10:15 a.m.
Por favor, chérie 🥹🥹🥹🥹🥹
Ven a verme, sì? 🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹
Necesito ver tu carita antes de subir al escenario 🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹🥹
10:16 a.m.
Volví a limpiarme unos labios ya impolutos para esconder la felicidad a ojos de Ricky y Xavi. Por suerte, ellos estaban hablando sobre algo diferente y no me prestaban mucha atención.
Debería bloquear los emoticonos de tu teclado
10:16 a.m.
JAMÁS
👺
10:16 a.m.
Puse los ojos en blanco y partí un pedazo más del croissant.
Por Dios ...
¿Frapuccino descafeinado caliente o frío?
10:17 a.m.
TE AMO TANTO
Caliente, por favor 🥰
Y dices que no me lo consientes todo (~ ̄▽ ̄)~
10:17 a.m.
Me terminé la pieza de bollería y le escribí lo siguiente:
Debería parar, sí
Es una pena que no sea capaz ♡
10:19 a.m.
Con el café a mitad de la taza, ojeé la pantalla.
Joder, cuando quieres eres adorable
10:20 a.m.
Mis mejillas se encendieron como faroles en plena noche y traté de defenderme con algo de humor.
Ups, otra reunión urgente 🥷🏻
10:20 a.m.
¡¿¡¿MÁS URGENTE QUE VENIR A VERME DESPUÉS DE DIEZ HORAS ALEJADOS?!?!
TESORO (ಥ﹏ಥ)
10:21 a.m.
Me sonreí y acabé con mi café. Al levantarme, les expliqué a ambos que Charles me había pedido un café y que iría a llevárselo antes de sus entrevistas de la mañana se lo tragaran. Ellos no pusieron ningún problema y yo fui a la barra a pedir la bebida para llevar.
Diez minutos después, entré en la sala reservada dentro del edificio de prensa con cuidado de no hacer ruido y molestar a la periodista que le formulaba una pregunta a Charles. Le acompañaban el segundo y el tercero más rápido de la parrilla en la clasificación: Checo y Lando. El piloto de McLaren no estaba tan acostumbrado a esas entrevistas por obvias razones, pero se desenvolvía igual de bien y disfrutaba de las atenciones de los medios, que le lanzaron más preguntas que a Checo y a Charles juntos.
La rueda de prensa no duró más de cinco minutos. Todos tenían un horario muy apretado esa mañana y liberaron a los pilotos para que continuaran con sus compromisos.
El primero en salir fue Checo. Yo estaba al fondo de la sala y él me vio enseguida. Plantó dos besos en mis mejillas y me preguntó por el día y por mi cara de cansada. No nos cruzamos más que algunas palabras porque la encargada de su imagen y de su compacto horario lo miraba con algo de apremio. El siguiente en venir a saludarme fue Lando y, mientras hablaba con él de la fiesta que organizarían en un club del centro de la ciudad para esa noche, pensé en lo tranquilo que era aquello sin Max Verstappen. No era muy usual que Max tuviera una mala clasificación. Según explicaron desde Red Bull, hubo un fallo con el motor de su monoplaza al inicio de la Q3. Esa fue la razón que dieran al décimo puesto de Verstappen.
Lando tampoco alargó nuestra conversación. El chico que venía con él debía ser su encargado de imagen y de medios y no quise robarle mucho tiempo al piloto inglés. Todos estaban bastante apurados aquel día porque muchas de las entrevistas y conferencias se habían aplazado al domingo por unos problemas técnicos que no pudieron solucionar el sábado. Lando se despidió con una animada sonrisa.
Varios periodistas se fueron en ese lapso de tiempo. Solo quedaban en la sala un par de ellos, revisando las grabaciones que habían conseguido. Ninguno prestaba atención a la chica de la camiseta de Ferrari con un café en su mano derecha. Nadie excepto el otro chico de Ferrari, que, tan pronto como vio que Lando se marchaba, le dijo algo al hombre con el que charlaba y este se quedó aclarando algún asunto con Mia.
Charles atravesó la sala a paso ligero, sonriendo de oreja a oreja. Antes de llegar a mí, echó una mirada fugaz a sus espaldas para comprobar que Mia se había quedado con aquel tipo trajeado de la FIA.
—¿Ahora soy tu asistente personal? —bromeé, apartándome de la pared en la que me había apoyado desde que llegué—. Deberías hablar con Andrea sobre esto —le aconsejé, refiriéndome al café.
—Me lo pensaré —dijo Charles, preparado para coger el envase, aunque no se olvidó agradecérmelo con un escueto beso que dejó mis labios ardiendo—. Hola, cariño —susurró, contemplando mi sonrisa.
—Hola —le saludé, ruborizada por su cariñoso recibimiento—. Aquí tiene su frapuccino caliente, señorito Leclerc —Le tendí el vaso.
—¿Te he dicho ya cuánto te quiero? —preguntó, muy feliz.
Atrapó el recipiente tras seguir mis indicaciones con el objetivo de no quemarse los dedos.
—Tómatelo antes de que se enfríe —Lo empujé a beberse el café y a parar de buscar nuevos métodos con los que sacarme los colores.
Se tomó un trago del líquido, todavía muy caliente, y suspiró con satisfacción. Nunca entendería cómo podía preferir esa clase de bebidas al inicio de un verano que estaba siendo especialmente caluroso en Europa.
—Hola, Lena.
La súbita intervención de Mia me sorprendió.
—Hola, Mia —Recibí sus besos y se los pagué con la misma moneda—. ¿Se ha portado bien? —Las dos miramos a Charles, que luchaba por no quemarse la lengua— Parece que hoy está un poco más vanidoso de la cuenta.
—Se ha comportado, sí —me respondió ella— Aunque han vuelto a preguntar por Charlotte, para variar ... —Resopló, evidentemente disgustada—. Deberías aclararlo todo ya, Charles. No pararán hasta tener una respuesta clara —aseguró.
La reunión con Mattia sobre nuestra relación todavía no se había dado, pero la charla con Mia tampoco se había producido. Ella supervisaba todo lo que hacía Charles de cara a las cámaras, grababa sus entrevistas y declaraciones, le sugería sobre sus próximos movimientos con la prensa en función de las circunstancias y velaba por la seguridad de su imagen pública. Ese era su trabajo en el equipo.
Charles y yo debíamos explicarle lo que pasábamos entre nosotros y la falta de tiempo nos había impedido hacerlo.
Él se chupó los labios y, sin mirarme, contestó a su compañera.
—Todavía no, Mia. Lo siento —pidió disculpas.
—Más lo sentirás si haces una bola de esto —declaró Mia, saliendo ya de la sala. Nosotros la seguimos de cerca—. La prensa es muy pesada con vuestra vida privada y estáis expuestos a toda clase de rumores, así que ...
—Ya lo sé, y te prometo que hablaré —juró Charles. Nos detuvimos frente a los ascensores de la planta. Yo guardé silencio en todo momento—. No es el momento. Solo eso.
Mia pulsó el botón para que el ascensor llegara a nuestro piso cuanto antes.
—¿Y cuándo lo será, eh? —increpó al piloto.
Charles volvió a suspirar y a beber su café. Sin embargo, un par de gotas marcharon el cuello de su camiseta de Ferrari.
—Ah, joder —dijo en inglés. Con el ceño fruncido, localizó las manchas—. ¿Me lo aguantas un momento?
Por la inclinación de su cuerpo, comprendí que se dirigía a mí.
—Claro —Y agarré el vaso.
Al tener las manos libres, aprovechó para intentar quitar las pequeñas gotas que enturbiaban su aspecto pulcro y formal.
—¿Puedes tenerme un poco de paciencia, Mia? —habló Charles. Me fijé en lo difícil que le estaba resultando limpiarse sin agua ni pañuelo y recordé que llevaba un paquete de estos últimos en el bolsillo trasero de mis pantalones—. Tampoco me hace gracia que tengan más interés en mi vida sentimental que en mi trabajo, pero el mundo no se va a caer a pedazos por aplazar unas declaraciones tan ...
Andaba tan ofuscada en alcanzar el paquete con la mano izquierda que, cuando un individuo tropezó conmigo y me empujó hacia delante, todo en lo que pensé fue en no echarle el café caliente a Charles. La única pega fue que, para contravenir ese desastre, me lo eché encima. En la mano derecha, siendo más específica.
Me desequilibré tanto que no pude evitar que la bebida cayera entre la muñeca y el dorso de mi mano. Así que, tan rápido como sentí la quemazón en mi piel, solté el vaso y maldije en mi idioma natal.
—¡Mierda! —Levanté la voz y me agarré el antebrazo.
—¡Lo siento! —Escuché a lo lejos.
Aquella persona ni siquiera se paró a disculparse correctamente por la torpeza que había tenido conmigo.
El café quedó desparramado por el suelo y yo, sufriendo de verdad, me cuestioné cómo era posible que siguiera estando tan caliente. El líquido hervía y, aunque no posé la mirada en mi mano malherida, habría apostado lo que fuera a que mi dermis se estaba achicharrando allí mismo.
Por supuesto, Mia y Charles se preocuparon por mí. Él evaluó la situación en un abrir y cerrar de ojos y eliminó toda distancia que hubiera entre ambos para sostener mi brazo.
—Helena, ¿estás bien? —Se apresuró a preguntarme—. ¿Te has quemado?
—No lo sé —dije con los ojos cerrados a cal y canto.
Me negaba a ver cómo tenía la mano.
—Tienes que echarte agua fría ya —demandó Mia.
—¿Y los baños? —inquirió Charles.
Solo entonces entreabrí los ojos. Me concentré en respirar hondo.
—Ahí atrás —Señaló.
Los dedos de Charles cayeron sobre mi hombro izquierdo.
—Vamos —me animó a caminar en dirección a la puerta abierta del baño de mujeres, a pocos metros de los ascensores— . ¿Te duele? —me preguntó, tenso.
—Arde —Expuse la sensación dominante.
Entramos a los baños, guiados por Mia, que me miraba con mala cara.
—Vale ... —Nos acercamos a los lavabos y levantó la llave del agua al segundo. Poner la mano bajo el agua fría fue lo mejor que pude haber sentido entonces. Mi suspiro se oyó más que el chorro de agua que salía a presión—. ¿Así mejor? —Charles me tomó de la espalda.
—Sí, gracias ... —balbuceé.
El ruido del agua salpicando aquel lavabo resonaba en el largo pasillo del baño.
—No parece que sea muy grave, pero, definitivamente, es una quemadura —Analizó Charles, a mi derecha.
Mia seguía a mi izquierda mientras él sostenía con toda la delicadeza del mundo mi brazo, temeroso de hacer daño, y yo, asustada, mantenía la vista fija en una de las fisuras del espejo que teníamos frente a nosotros.
—Necesitas unas vendas limpias para no rozarte con nada —Añadió nuestra compañera—. No es tan profunda como para infectarse, pero ...
—Voy a buscar algunas —manifestó el monegasco.
—Tienes una entrevista dentro cinco minutos en el escenario principal, Charles —le replicó ella.
—Me da igual, Mia —Fue tan rotundo en su respuesta que Mia no supo rebatírselo—. ¿Hay un puesto de primeros auxilios en la planta baja?
Ya no me quemaba tanto como cuando se me cayó el vaso. Notaba una pequeña mejoría, pero no creía que fuera suficiente para hacer que desapareciera por completo.
—Sí —Afirmó. Yo no estaba muy atenta a lo que hacían ni a sus semblantes, pero sí noté que Mia se movía de mi lado—. Espera, Charles. Ya voy yo.
—Yo soy más rápido y ...
—Quédate con ella. Se le ha ido el color de la cara —Charles cedió pronto, consciente de que no estaba exagerando y de que había empalidecido realmente—. Ahora vengo. Sigue con la mano bajo agua, Lena —me rogó.
Transcurrieron un par de minutos y Charles hablaba y hablaba. Quería distraerme. Era bastante evidente que me sentía indispuesta, y todo por ese accidente que me había hervido la mano.
—¿Hay sangre? —le pregunté, más relajada.
—No. Solo lo tienes irritado —Me sacó de dudas—. ¿No miras?
Meneé la cabeza de izquierda a derecha.
—No me gustan las heridas —expresé.
—La tuya no se ve muy mal —Suavizó el tono.
Charles estaba siendo muy cuidadoso al tocarme el antebrazo. No pasaba de la mitad del mismo, procurando no entrar en contacto directo con la herida. Estaba experimentando un confuso hormigueo cerca del pulgar, aunque sabía que la quemadura iba en otra dirección.
—Siempre he sido muy aprensiva con los cortes y las heridas. No me gustan —le repetí.
—¿Sobre todo la sangre? —Acarició mi espalda, apesadumbrado.
—Sobre todo la sangre —Asentí.
—Tranquila —Lo sentí más cerca—. Tienes la mano igual de bonita que siempre —Hice una mueca y tragué saliva—. Solo un poco enrojecida. Nada más.
—Menos mal ... Creo que puedo moverla —Probé a hacerlo y obtuve un resultado decente. La piel seguía tirante y resentida, pero eso no parecía impedir que utilizara los dedos a mi gusto—. Espero poder porque es la derecha y no puedo quedarme sin mano hoy ...
Si quedaba impedida por pura mala suerte en un día tan importante, habría un revuelo inmenso en el box. Xavi había estado conmigo, presente en todas las decisiones tomadas y en todos los estudios realizados al rendimiento del coche de Charles. Él podía sustituirme sin problema y sabía que era un camino factible, pero quería terminar el fin de semana en el muro, en su radio.
—A partir de ahora pediré frappuccino frío, señorita asistente personal —dijo, despertándome.
Alejé aquellas cavilaciones y parpadeé. Un segundo después, miraba a Charles. Tenía un gesto de culpabilidad terriblemente injusto, así que hice un esfuerzo y me olvidé de la picazón que me recorría media mano.
—A ti te encanta que esté caliente —Subrayé.
Mi hombro derecho chocaba con su pecho. Él se echaba sobre mí para poder tener mi brazo bajo el grifo.
—Ya no —Renegó de sus preferencias y sonrió. La tristeza que empañó su rostro me llevó a coger su mano con mi izquierda—. ¿De verdad estás bien?
—Se curará —Reforcé mi voz. No quería que temblara ni que me sintiera nerviosa—. No tienes la culpa, Charles —No había muchos centímetros entre nosotros y él los redujo ávidamente, ya que sus labios protegieron los míos en cuestión de un segundo. Me dio algo de espacio y decidí repetir las mismas palabras—. No la tienes.
El beso fue prolongándose hasta que se convirtió en una disculpa en toda regla. Yo no la habría aceptado porque no había nada por lo que debiera pedirme perdón. Si no hubiese visto la zozobra impresa a fuego en sus orbes verdes, le habría regañado por creerse responsable.
Se agarró mejor de mi cintura y, sin sacar mi mano del agua que caía a borbotones, decidió que dejarme sin aire era el método idóneo de mostrarse arrepentido por un percance que no habría sucedido si su café hubiese tenido otra temperatura.
Respiré sobre su boca y me anclé a esos labios que algún día me volverían loca de atar.
—¿Debo recordaros que estamos en un baño de mujeres público?
Charles se apartó de mí, girando el rostro hacia los espejos. Con el bochorno como dueño de mis acciones, hice los mismos gestos que él y me escondí de la mirada de Mia.
Ansiosa, bajé la barbilla y contemplé por primera y última vez la piel quemada de mi mano derecha.
—Ah ... Lo siento, Mia —se disculpó Charles.
Yo no pude articular palabra.
—Las vendas —dijo ella a nuestras espaldas.
Las cogió Charles, pero fui yo quien se lo agradeció a Mia.
—Gracias.
Durante la circunstancial cura que llevó a cabo Charles, me apoyé en el filo de los lavabos y Mia aguardó al final del pasillo, aunque sin quitarnos el ojo de encima. La pobre trataba de no fijarse en nosotros, como si estuviera tan avergonzada como yo. A pesar de ojear las paredes o los suelos, era imposible para ella no mirarnos. En realidad, observar cómo el piloto envolvía mi mano con aquellas vendas debía ser todo un espectáculo. Mis quejas se repetían una y otra vez y Charles pedía perdón por cada uno de sus movimientos imperfectos.
—No sabía que eras una llorica con estas cosas —comentó él mientras daba una vuelta a las vendas.
—No lo soy —rechisté, ganándome sus hoyuelos como recompensa—. Solo me pongo un poco nerviosa. Nada más.
Si el material del que estaban hechas las gasas hacía una mínima fricción con mi piel, solo podía quejarme y pedirle que parara hasta que el escozor se rebajara.
—¿Helena Silva tiene debilidades? —se burló de mí.
—Tengo muchas —Acepté y media sonrisa se escurrió de sus rosadas comisuras—. Ya lo sabes —Modulé la fuerza con la que hablaba.
—Ya está —Anudó el apósito como buenamente pudo—. ¿Te aprieta mucho?
—No —Doblé los dedos y confirmé que se había esmerado con el vendaje—. Así está bien.
—Muy bien, tesoro —Se inclinó un poco para besar mis nudillos—. Has aguantado la peor parte —me felicitó.
Me incorporé, analizando el cruce de las vendas. Podría haber sido mucho peor, así que intenté olvidarme del latente picor.
—Tienes que cambiarlas cada vez que las mojes, Lena —Los dos miramos a Mia, que seguía a unos metros de distancia—. Y deberías ir al paramédico esta tarde. Es mejor que te lo revise un profesional.
—Iré después de la carrera —le contesté—. Muchas gracias.
Ese agradecimiento también incluía el hecho de que su reacción a nuestro beso hubiese sido lo contrario a bulliciosa. Había manejado muy bien la engorrosa situación y nos había dado unos minutos más. No estaba obligada a ser benévola con nosotros. Podría haberle reprochado a Charles por su silencio, pero fue tan comprensiva que me daban ganas de echarme a llorar del desahogo que sentía.
—No hay de qué —Le restó importancia y buscó las palabras más condescendientes en su vocabulario—. ¿Cuánto lleváis ...?
—Un par de meses —Resolví su cuestión antes de que Charles abriera la boca.
—Quería decírtelo, pero era difícil y ahora ... Ahora lo es todavía más —Agregó él.
Todos pensamos en esas malditas fotografías que habían dado la vuelta al mundo desde que aparecieron de la nada y hundieron las escasas posibilidades de hacer pública nuestra relación en poco tiempo. Tendríamos que esperar.
—Las fotos con Charlotte, sí —denotó ella.
—Era yo quien no quería decir nada, Mia —Di un paso al frente, cargando con una responsabilidad de la que Charles estaba exento—. Soy ingeniera en prácticas. Tengo una posición comprometida y no debería estar pensando en nada que no fuera mi trabajo, pero ...
—Charles es un hueso duro de roer —Sonrió nuestra compañera.
Saber que tenía ánimos para bromear con el comportamiento de Charles me tranquilizó muchísimo.
—O yo soy demasiado débil —Insinué, sonriendo también.
—Si os digo la verdad, sabía que pasaba algo entre vosotros —reveló que había visto algo diferente en nuestra forma de interactuar con el otro—. Me ha pillado desprevenida porque no creí que hubieseis avanzando tanto. Supongo que era cuestión de tiempo —Elucubró antes de volver a mirarme con cierta intensidad —. Trato con personas de todo tipo y las mujeres que se han acercado a Charles estando yo delante ... Te sorprenderías de lo hipócritas y superfluas que eran muchas de ellas.
—Helena no se acercó a mí —La interrumpió Charles, ofendido por esa suposición.
—Ya sé que fue al revés —Atacó Mia. Mi sonrisa creció tanto que morderme el labio fue la única solución que encontré a corto plazo—. Siempre has ido detrás de ella con una sonrisa tonta y los ojos como chiribitas. ¿Te crees que no lo había notado? Cualquiera que te conozca mínimamente se daría cuenta de que estás enamorado de ella.
La explicación de Mia hizo que Charles se sintiera incómodo. No era consciente de lo transparente que podían ser sus sentimientos y esa lectura exponía muy bien lo que pasaba cuando estábamos juntos. El sonrojo lo delataba.
—Tendré que aprender a fingir mejor ... —dijo entre dientes.
Con él lamentándose, Mia caminó hacia mí y puso su mano en mi brazo izquierdo, evitando que su roce me provocara cualquier molestia en la extremidad malherida.
—Me alegro de que seas tú, Lena —admitió, emocionándome hasta el punto de sentir que la garganta se me cerraba—. No eres como esas chicas que venían por su fama. Son muchos años en esto y sé identificar a una buena persona. Además, os hacéis muy felices —Le lanzó una enternecedora mirada a Charles y regresó a mis ojos—. Lo veía antes y lo puedo ver ahora.
Uno de mis temores principales residía en comunicarlo a nuestro entorno de trabajo. La tonta idea de que no les pareciera correcto o de que comenzaran a relacionarse conmigo de otro modo por ser la nueva pareja de Charles me aterrorizaba. Mia fue el claro ejemplo de que, si esa persona nos estimaba de verdad, se alegraría de todo lo que estábamos construyendo.
En un impulso de felicidad que no sabía cómo expresar, me acerqué a Mia y la abracé. Solo fui escrupulosa al mover mi brazo derecho, pero dicha precaución no interfirió en aquel abrazo.
Ella no podía saber cuánto me ayudaba al tomárselo con esa diplomacia. A lo mejor lo percibió durante nuestro abrazo. Mia siempre había sido perspicaz y agradable conmigo, aunque nadie le pidió que lo fuera. A pesar de que yo era tímida con muchos, nunca perdió la oportunidad de entablar una conversación o de preguntarme por la jornada.
—Gracias, Mia —musité.
Acarició mi espalda, amable.
—Gracias a ti por quererle tan bien —me susurró de vuelta.
No nos habíamos alejado demasiado cuando Charles exigió su parte.
—¿Y mi abrazo? —preguntó.
Su sonrisa combinaba a la perfección con el color rojizo que se extendía desde sus mofletes hasta su cuello.
—¿Abrazo? Solo te vas a llevar un tirón de orejas como no salgas por esa puerta y vayas corriendo al escenario principal —le apremió a seguir con su horario. Los eventos programados se solaparían si no se marchaban—. Carlos está dando la entrevista solo.
—Vale, vale —Agitó ambas manos y me observó con atención—. ¿Tú estás bien?
—Una quemadura no me va a matar, Charles —Reí ligeramente.
Que odiara las heridas con toda mi alma no me dejaba inválida ni nada por el estilo. Seguiría con mis quehaceres. Solo quedaban unas horas. Él lo sabía igual que yo. Unas horas más y desapareceríamos del paddock para embarcarnos en un viaje del que no tenía muchas más pistas.
Dejó su mano en mi hombro.
—Deja que me preocupe por ti, ¿quieres? —Su seriedad era divertida a la par que adorable.
—Iré a la enfermería si empieza a dolerme —declaré mis intenciones de cuidar de mi mano herida con un profesional.
Charles asintió, convencido de que no me estaba haciendo la fuerte. El nerviosismo que vino junto a esa quemadura había cedido por su propio peso. Ya no sentía que me costara respirar.
—Ci vediamo tra poco —Aseguró—. Se le cose dovessero peggiorare, chiamami, okay?
—No hagas esperar más a la gente, vamos —Lo eché de allí.
La paciencia de Mia se agotaría si no dejaba los sentimentalismos para después de la carrera.
Ah, pero antes de irse no se privó de darme un suave beso en los labios, ignorando momentáneamente que Mia estaba presenciándolo todo. Pude escuchar el suspiro de nuestra compañera.
Al alejarse de mí, le habló a Mia más jocoso de lo que debería.
—Ya puedo hacerlo cuando estés por aquí, ¿no? —le preguntó a su supervisora y acompañante del día.
—Sal antes de que me arrepienta, Charles —arremetió ella tras despedirse de mí agitando su mano.
Y se esfumaron.
Viéndolo en retrospectiva ... Aquel incidente fue un claro presagio.
🏎️🏎️🏎️
¿Que qué hago aquí?
Presión de grupo, al parecer xD
Todos vuestros comentarios en el cap anterior eran de sufrimiento y no podía dejaros así hasta el domingo, así que aquí tenéis el siguiente a modo de mini maratón (no celebré los 150k de Fortuna, por lo tanto, este es mi regalo) 😎😎😎
Espero que este os deje más tranquilas 😌
Ahora sí, nos vemos el domingoooo 💫
Os quiere, GotMe 💜❤️
10/8/2023
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