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51 || pardonne-moi

Helena Silva

Charles tomó aire y bajó la cabeza, azorado.

—Siento lo de esta mañana. Lo siento muchísimo, Helena —dijo a una velocidad de infarto—. No quería gritarte. No debí gritarte. Perdóname —se disculpó nuevamente—. No sé ... No sé por qué dije algo tan cruel. Iba a pedirte perdón allí mismo, pero estaba tan avergonzado que no fui capaz ... —La pena que exudaba Charles consiguió que mis manos temblaran de puro anhelo—. Igual que anoche, tenías ... Tenías esos ojos y ... —me miró, compungido, y vi cómo se ensombrecía al rememorar lo que ocurrió en mi habitación—. No quiero que sufras. No puedo soportarlo ... No soporto que seas infeliz a mi lado —musitó.

Tener su disculpa solo era cuestión de tiempo. Incluso me planteé un futuro en que pasáramos días alejados de verdad. Por tanto, escuchar su sinceridad, su perdón, era todo cuanto necesitaba para perder esos miedos que se habían alimentado durante el día.

Por primera vez en esa semana, respiré relajada.

Mis manos, que no podían permanecer estáticas, subieron a sus pómulos, deshaciendo el ceño fruncido de Charles y cambiándolo por una expresión mucho más suave. El tacto de su barba me arrancó una sonrisa que él interpretó como una bendición.

—¿Has bebido? —le pregunté al cabo de unos segundos.

Charles hizo una mueca y el sonrojo de sus mejillas se intensificó bajo las yemas de mis dedos.

—¿Qué más da? Estoy muy cuerdo y te amo. Te amo más que a nadie en el mundo —declaró abiertamente—. Quiero estar contigo. Me muero por demostrarte todo el amor que siento por ti, Helena. Pero esto ... —Su semblante volvió a torcerse—. Estar peleados ... No lo aguanto —Parecía estar debilitándose frente a mí, como si se marchitara de solo pensar que esa situación podía prolongarse—. Me consume pensar que no quieres sonreírme, que no quieres mirarme. Es ... Es la peor tortura de todas —Le dolía tanto como a mí, aunque ya lo sabía, pero comprobarlo tan directamente fracturó un hueso del que no tenía constancia—. Te quiero más de lo que he querido a nadie jamás y por eso aceptaré lo que decidas, aunque signifique que te vayas lejos o que te pierda para siempre —Para recomponerme fueron necesarios unos instantes que a Charles se le hicieron eternos—. ¿Por qué no dices nada? —inquirió.

Se le veía preocupado y algo borracho, pero podía hilar las frases sin mucha dificultad. No quise avivar esa inquietud que obtenía más y más protagonismo y me pronuncié.

—Gracias por disculparte —le dije.

Agradecerle aquel gesto fue lo primero que se me pasó por la cabeza.

—Es lo mínimo que debía hacer —Añadió él. Tomó mi mano izquierda en la suya, dando un mayor peso a su voz—. Si no me llego a disculpar, creo que yo mismo me habría sentido el mayor capullo del mundo. Lo he sido —admitió, muy arrepentido—. Además, Xavi me contó que habías intercedido por él, para que no me molestara tanto. ¿Me perdonas?

Junto a esa pregunta final, acarició el dorso de mi mano.

Había añorado que me tocara de aquella forma. Lo único que me perturbaba era que estábamos escondidos de ojos ajenos, tal y como yo le había pedido continuamente en las últimas semanas. Seguía respetándolo. Seguía creyendo que el tenue temblor que sentía en mis extremidades se debía a la creencia de estar haciendo algo de lo que no me enorgullecía. Aún así, acepté sus disculpas y decidí que esa conversación no podía producirse mientras nos ocultábamos en el pasillo de un club.

—Sí. Estabas enfadado por la carrera —Afirmé, consciente de que los acontecimientos no habían colaborado. La tristeza entintó mis palabras—. Yo también lo siento.

—Lo sé. Lo de ayer ...

—Lo siento mucho, Charles ... —Observé su cuello. Las gotas saladas que tanto odiaba enturbiaron mi mirada pronto—. No supe explicarme. Estaba asustada y ... Metí la pata. Mi intención no era hacerte más daño ...

Imitando mi pose, se apresuró a abarcar con ambas manos mis mejillas. Las suyas eran más grandes, por lo que algunos de sus dedos se escabulleron entre mis mechones negros. Desde el beneficio de la altura, nadó en mis anegados orbes. Me había visto llorar ya demasiadas veces. Ni siquiera la neblina del alcohol le privó de contemplar esos encharcamientos en mis lagrimales.

—No llores, chérie ... —me suplicó—. Ma jolie fille ...

Dejé caer los brazos. Se desplomaron con lentitud por el peso de la gravedad. En un último momento de fuerza, anclé varios dedos a las costuras de su camisa. Un brillante botón blanco me cautivó. La serenidad llamó a mi puerta en cuanto perfilé el óvalo en sumo silencio.

Sorbí mi nariz, hallando cierta paz en esa escapada.

—Son ... Son las malditas lentillas ... —mentí a conciencia.

Y, como era lógico, Charles leyó el embuste al vuelo.

Con una bonita sonrisa, me siguió la corriente.

Bien sûr —susurró.

Tras una corta pausa, me atreví a compartir el primer pensamiento que había anidado en mi mente.

—Había echado de menos que me llamaras así —comenté.

A continuación, Charles trató de comprimir el aire que quedaba entre nosotros, obligándome a doblar los brazos y apoyar los codos en su amplio torso.

—Quiero llamarte así hasta el último día de mi vida, Helena. Si me dejas —Incluyó a su deseo, ya que no era cosa de uno. Ese detalle se me antojó adorable, como muchos de los restos que Charles tenía conmigo. Una torpe carcajada resonó desde lo profundo de mi pecho—. ¿Por qué te ríes? ¿Es que has bebido también? —me acusó algo más risueño.

—No tanto como tú —Sentí las curvas de sus pectorales—. ¿Estás seguro de que no has tomado mucho? Nunca te había visto así —cuestioné, levantando la vista hacia su rostro.

Tenía toda su atención y, después de días de lo más deprimentes, tuve la sensación de que podíamos recuperarnos.

—Estoy lo suficientemente sobrio como para darme cuenta de que estás evitando responder a mi sincera declaración de amor —Asestó, con la verdad de su parte.

—No te respondo porque existe la posibilidad de que no lo recuerdes —Rocé la fibra de su camisa con cada uno de mis dedos—. No conozco al Charles que bebe y puede que mañana tengas la cabeza en blanco.

Entendió mi explicación y me lo concedió.

—Es ... Es probable, sí ... —Sonrió más—. Pero me haría muy, muy, muy, muy feliz que lo dijeras —Reveló.

—¿Y qué quieres oír?

Mi pregunta se vertió, calmante y sanadora para él y para mí.

—Quiero saber si podemos intentarlo de verdad —manifestó sin pelos en la lengua.

No había gritos. No había malentendidos. No había miedo ni celeridad por contarle los vestigios de un maltrato psicológico al que mi padre me seguía sometiendo en la distancia. No había nada que pudiera arruinar nuestra relación ni su corazón. Por encima de todo, debía protegerlo a él y ser yo misma, sin cuentos ni teatros que camuflaran mis peores traumas.

—Charles —vocalicé.

Lo nombré y fijé mis cinco sentidos en la ilusión que se concentraba en sus dilatadas pupilas.

—Joder —Ensanchó la sonrisa, seguro de que oiría una respuesta que haría de ungüento a todas las heridas que continuaban entreabiertas—, esto me pone más nervioso de lo que creía.

Di un suave golpe a su pecho. Si me contagiaba sus nervios, me sería más complicado y ninguno quería que me desviara de lo verdaderamente importante.

—No me interrumpas ... —me quejé, a lo que él se inclinó, creando algo de sombra sobre mí—. Yo ... Me encantaría que ...

De un plumazo, mi oportunidad de ser valiente se desvaneció. Una voz masculina que no reconocía perturbó la confesión y Charles, alertado del intruso, se agazapó más contra mi complexión.

Charles?! —exclamó el hombre.

No había llegado al pasillo que nosotros ocupábamos. Todavía conservabamos unos segundos para zanjar esa charla que estaba lejos de concluir. Lo noté tan incómodo, revisando que el desconocido no apareciera por la esquina, que le hablé en un tono más bajo y dulce del que solía emplear.

—¿Vas a dejarme con la palabra en la boca? —me interesé por sus planes.

La insensatez me pedía a gritos que, al menos, lo besara antes de que desapareciera. Sin embargo, Charles manejó la crisis magistralmente al besar con dulzura mi frente. No hubo más que eso, aunque su caricia me sació la hambruna que acuciaba mi estómago.

—Sí —reconoció, al tiempo que regalaba una carantoña en mi mentón—. Estaré en Maranello el martes por la tarde. ¿Hablamos allí?

Tenía que dejarle ir. No podía pedirle que se quedara conmigo porque era una de las estrellas que la gente de aquel local buscaba. Mónaco había sido muy cruel con nosotros, pero era su casa y Charles quería dar lo mejor de sí mismo esa noche. Aquella pequeña conversación funcionó como el broche perfecto, pues ya no había mal sabor de boca. Habíamos entendido algo de la tesitura del otro y nos habíamos disculpado después de errar constantemente, así que me dije a mí misma que una charla a escondidas bastaba para marcharme a Maranello y esperarle.

El consuelo de que haríamos equipo en Bakú me empujaba a creer que, de verdad, podríamos arreglar aquello que se había roto en el Principado de Mónaco.

—Está bien —me conformé.

Mi suspiro le animó a dudar. Vi ese titubeo en su rostro y, enseguida, me acerqué a él, temerosa de que se fuera a disgusto. Rápidamente, torció una nueva sonrisa y frenó mis intenciones de decir aquello que requería de una privacidad de la que no disponíamos.

—Felicidades por ese P2, chérie —dijo mientras me soltaba y retrocedía hacia el centro del reducido pasillo—. Estuviste fantástica.

Charles! Où t'étais? —El monegasco miró al individuo que lo reclamaba—. Nous vous attendons dans le salon privé!

Yo me encerré en el recoveco, protegiendo mi identidad del hombre que llamaba tan animado a Leclerc. Lo hice sin pensar. El hecho de que el propio Charles me hubiera metido en aquel escondrijo ayudó a que siguiera su iniciativa.

Pardon —Charles desapareció de mi campo visual. Me entristecí inevitablemente—. J'étais en route.

C'est qui? —Tragué saliva al comprender el francés de aquel tipo—. Je la connais?

La ferme ... —Oí a Charles.

Sus pisadas se mezclaron con la música que salía de las salas más cercanas y pronto las perdí entre los martilleos musicales. No obstante, la agitación que todavía sentía dentro de mí me recordaba que estábamos bien, que ya no nos trataríamos como dos desconocidos que no tienen nada de lo que hablar. Esa palpitación retumbaba en cada esquina de mi cuerpo y la impaciencia hizo que me negara a dejarlo ir así como así.

¿Qué habíamos arreglado? Nada. Solo era una solución temporal. Una más que podría acabar igual de mal que sus predecesoras.

En pleno arrebato, me incorporé y salí de aquel hueco en la pared. No había nadie más allí y, al acercarme al pasillo principal, tampoco vi ni una sombra. No sabía qué camino habían tomado Charles y su conocido. El miedo me impidió pensar con sensatez y, a la desesperada, elegí la izquierda, echando a correr sin matarme en el intento.

Debía decirle más cosas. No aguantaría hasta el miércoles. Necesitaba ... Necesitaba sincerarme con él de una vez, sin retrasos ni charlas que quedaban pospuestas a un momento que podía no llegar nunca.

Entré a una sala diferente, pero no encontré ningún reservado semejante al que había aludido aquel chico. La multitud parecía triplicarse, así que salí del lugar y tomé la dirección contraria. Simplemente estaba probando suerte al perseguir a su fantasma en un local lleno de gente que me haría más complicada la búsqueda.

Tendrías que haberlo detenido, Helena. Tendrías que haberle pedido unos minutos más, incluso si eso implicaba que su amigo os descubriera.

De repente, después de haber revisado varias salas más, me hallé en la salida del club. El guardarropas, junto al empleado que lo custodiaba, me forzaron a reconocer que no tenía ni una pista del paradero de Charles. Con la desolación expandiéndose por mi interior, me pregunté si debía pedir mi bolso y recuperar mi teléfono móvil. No valoraba muchas más opciones para contactar con Charles.

Entonces, le di al empleado el número que me habían asignado al llegar un par de horas antes y aguardé a que me devolviera mi bolso negro. Una vez lo tuve en mi poder, no dudé ni un segundo en llamarle. Los tonos se sucedían. Charles tenía cobertura, pero no respondió a ninguna de mis llamadas.

Puede que no lo lleve encima. A lo mejor no lo escucha con tanto ruido.

Apenada, apagué el aparato y volví la mirada al interior del club. Había tres largos pasillos frente a mí que me llevarían a distintas salas y reservados. Ni siquiera tenía una ligera noción de su posición en aquel laberinto de luces y fuertes sonidos. Iría a ciegas, barajando la posibilidad de no verle más en toda la noche.

Mientras me arrepentía de haber soltado su camisa, decidí que el camino de la izquierda podría ser algo más benévolo conmigo.

Cargando el bolso en una mano y mi móvil en la otra, obvié que debía dejarlos de nuevo en el guardarropas y di unos cuantos pasos en la dirección escogida, pero, para mi sorpresa, una mano se interpuso en ese objetivo al detenerme en el mismo recibidor.

—¿¡Helena!?

Me giré hacia el hombre que había reclamado mi atención. Un escalofrío me recorrió la espalda, además de sentir un tirón muscular en el brazo que ya había sufrido su garrote vil.

Los ojos azulados de Max Verstappen se clavaron en los míos como agujas.

—¡Suéltame! —le grité, al mismo tiempo que tiraba de mi brazo lejos de él.

—¿¡A dónde vas!? —preguntó, reteniéndome en contra de mi voluntad.

Las escenas de nuestra pelea en Miami, sumadas al enfrentamiento que tuvo con Charles en Barcelona, me abofetearon duramente. Unos sudores fríos empezaron a descender por mi nuca, pero no dejé que aquello me bloqueara porque Max quería dejarme indefensa y no le daría mis debilidad en una bandeja de plata.

—¡Y a ti qué te importa eso! —chillé, malhumorada.

Frunció el ceño.

Evidentemente, no comprendía mi reacción. Una pequeña parte de mí se resintió al ver ese gesto en su rostro. No sabía cuáles eran sus propósitos. ¿Y si lo estaba malinterpretando? Por la mirada de abandono que me ofreció, estuve convencida de que sus intenciones no eran retorcidas. Igual que él metió la pata en muchas ocasiones, me di cuenta de que yo la había cagado al responderle de aquella forma.

—Solo quería saber si estabas bien, supongo —dijo, rebajando el tono de voz.

—¡No! ¡No estoy bien, así que aléjate de mí y deja de actuar como si te importara lo que me pasa! —Estallé, furiosa también conmigo misma por no saber medirme si se trataba del piloto estrella de Red Bull.

Mi respuesta fue demasiado agresiva, lo que activó su instinto de defensa y fortaleció esas ganas de pelear que solían acompañarle. Su semblante se ensombreció en cuestión de un segundo, augurando una discusión mucho peor que la de Miami.

Cohibida, intenté retroceder para que el torrente de ira no me alcanzara, aunque eso era imposible.

La poca bondad, el interés sano que pudiera haber nacido en él, se destruyó y, hecho añicos, perturbó todo a su paso, transformando a un Max desconocido en el chico intratable y fastidioso que me resultaba más familiar.

—¡Eres una ...!

El globo estaba a punto de estallar. No sabía qué insulto soltaría, pero la presión de unos recuerdos muy amargos se apoderaron de mi movilidad. Antes de que Max terminara de hablar, yo ya había girado la cabeza al lado contrario, aterrada. No había manera de esconderme de él ni de su enfado y solo la intrusión de un nuevo individuo evitó que Max declarara a los cuatro vientos lo desagradecida que estaba siento con él.








🏎🏎🏎

Capítulo nuevo marchando después de la quali de hoy 🤡
Subiría el cap mañana, pero tengo el presentimiento de que el GP de Hungría me dejará de mala uva y prefiero dejarlo por aquí antes de que eso pase xD

Volviendo a Fortuna, CHARLES Y HELENA SE ARREGLARON (más o menos 🥹)!!!
Ya no somos hijas/os de padres divorciados 🧎🏻‍♀️🧎🏻‍♀️

Obviamente, ni él ni ella iban a aguantar más de 48 horas sin dirigirse la palabra o hablarse de mala manera. Me habría gustado prolongar sus desavenencias un poco más de tiempo, pero era imposible porque se quieren demasiado y porque yo no habría soportado escribir otro capítulo donde estuvieran separados 🙃
Soy débil, querid@s lectores 🤓✌🏻

Así pues, todo parece estar mejorando, aunque por ahí asoma la cabeza un tal Max Verstappen que viene con ganas de pelea 🫠
Veremos quién es el tercero en discordia y cuáles son sus intenciones la semana próxima 💫😌

Apuestas sobre quién interrumpe el encontronazo de Max y Helena por aquí ➡️➡️➡️

Ojalá los chicos tengan un buena carrera mañana y haya un motivo de celebración en Ferrari

Os quiere, GotMe ❤️💜

22/7/2023

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