18 || social media
Helena Silva
Unos minutos más tarde, los tres íbamos caminando hacia la parte trasera del recinto. Según nos dijo Carlos, cuando llegó, apenas quedaban unas personas en la entrada, así que debían haberse marchado. La noche italiana no ayudaba a estar durante mucho tiempo a las puertas del lugar. Saberlo me tranquilizó, aunque Charles, que no quería arriesgarse innecesariamente, le agradeció la información a Carlos y explicó que nos iríamos por la puerta contraria para evitar posibles flashes.
Carlos dio su visto bueno y pareció recordar un asunto importante.
—Oye —me observó, intrigado—, ¿has visto lo que andan diciendo por las redes sociales?
Confundida, le di una respuesta negativa.
—¿Qué están diciendo? —inquirió Charles.
—¿Tú tampoco lo has visto? —dijo, incapaz de creerlo. Sacó su móvil de un bolsillo de su chaqueta y buscó aquello que tan intrigados nos tenía—. Pensaba que el viejo que no entraba a Twitter ni Instagram era yo —bromeó. Después de mi queja, Carlos nos mostró la pantalla—. Mirad, es un clip del momento en que decidiste exigir el cambio de neumáticos para Charles y le confirmaste por radio que podía parar en box.
Pulsó en el vídeo para que escucháramos mi voz demandando aquella parada en box para el piloto más joven de Ferrari. Los subtítulos revelaban mis palabras con mayor claridad y, por alguna razón, pensé que los fanáticos del deporte no habían tomado mi decisión como algo favorable para la carrera de Charles.
—¿Y qué hay de raro en ese clip? —contemplé a Carlos, que detuvo el clip—. ¿Creen que no hice bien al ...?
—No, no, todo lo contrario —zarandeó su mano izquierda, sacándome esa idea equivocada—. Dicen que fuiste la salvación de Ferrari en Australia. También ha contribuido el hecho de que no sea común en absoluto escuchar a una ingeniera en carrera —reconoció—. Creo que eres la única mujer que ocupa el puesto este año —sonaba orgulloso de mi posición y de todo lo que estaba logrando a pesar de ser quien menos experiencia tenía.
Si bien había podido evitar algunos errores de mis compañeros, ni de lejos merecía que se me calificara como la ingeniera que salvó el culo del equipo por la negligencia de otros. Yo también podría haber metido la pata en el tema de los neumáticos. Simplemente me percaté a tiempo del desgaste y lo confirmé con Charles por radio para dar el aviso a los jefes. Bueno, a lo mejor tuve que insistir más de lo normal para que me hicieran caso, pero no era nada de lo que sentirme tremendamente satisfecha.
—Ningún equipo tiene a una portavoz ni la mitad de diligente y trabajadora que tú —aseguró Charles, a mi lado. Su cándida sonrisa ocasionó ciertos estragos en mis adentros—. Eso está claro.
—Puede que sea la única mujer, sí —se lo concedí porque debía ser cierto—, pero no soy más importante que el resto por eso ... —hice una mueca y le pedí a Carlos que me lo prestara para ver los comentarios con mis propios ojos—. ¿Me lo dejas un momento?
Asintió, tendiéndome el aparato.
—Todo tuyo —lo agarré, con ganas de leer lo que habían puesto en redes acerca de mi actuación.
Charles leyó algunos de esos posts y tweets al mismo tiempo que yo y acabó suspirando, tratando de asimilar la buena acogida que había tenido ese pequeño vídeo por parte del público. Incluso lo habían comentado algunos profesionales de la Fórmula 1 de otros países, que alababan mi excelente reacción a la mínima pérdida de tracción que sufrían las ruedas en aquel punto de la carrera y que debería haber sido imperceptible cuando yo lo noté.
—Es increíble —declaró el español—. Seguramente, Mattia no pensó que tendrías que salvarle de cara a los medios. Debe de estar agradecido contigo.
Dio en el clavo.
—El domingo me dio las gracias —recordé sus palabras de agradecimiento al finalizar la carrera—, pero no creí que la gente reaccionaría así —otra mueca cruzó mi boca, nerviosa por lo que había desencadenado sin pretenderlo—. No es algo tan relevante ... —intenté quitarme algo del mérito.
—Sí que lo es, chérie —rozó mi espalda baja con sus nudillos a modo de apoyo. Él no quería que menospreciera mi propio esfuerzo injustamente—. Tu desempeño fue fantástico; es natural que hablen de ti como nuestra heroína porque lo fuiste —repitió lo que varias personas habían escrito en Twitter.
No me gustaba ser el centro de atención. Pasar desapercibida se me daba mucho mejor. Así había intentado que sucediera durante toda mi adolescencia y adultez más temprana, pero, con Charles y Carlos confirmando que nadie estaba exagerando acerca de mi desempeño laboral, entendí que lo había odiado durante años porque siempre significaba algo malo. Nunca fueron aplausos, sino quejas por mi forma de ser, por no cumplir con las expectativas. En casa, no hubo ni una sola vez después de la muerte de mamá en que alguien reconociera mi media en la escuela o mis excelentes notas en la carrera. Claro, mi padre se opuso en un principio a que estudiara algo ajeno a empresariales, pero eso no me convertía en un fracaso del que no podía estar orgulloso.
Todas esas buenas palabras de miles de desconocidos no estaban tan mal, al fin y al cabo.
Poco después, cambiamos de tema y Carlos volvió a decir algo que acababa de recordar.
—Ah, Lena —me interpeló—. Isa ha llegado esta mañana. ¿Queréis que cenemos todos juntos? —también ojeó el semblante de Charles—. Está deseando conocerte.
—¿De verdad? —no pude ocultar esa emoción a ojos de ninguno—. Me ...
Sin embargo, Charles tenía otros planes para nosotros aquella noche.
—Lo siento mucho, Carlos, pero tenemos reserva en un restaurante dentro de media hora —se excusó frente a su compañero.
No esperaba esa información, así que, desorientada, le pregunté:
—¿La tenemos?
Charles batió sus pestañas, alimentando ese hálito irresistible al que recurría siempre que su lado más egoísta salía a la luz y buscaba conseguir un nuevo propósito. En aquel instante, ese propósito se basaba en acapararme el resto de la jornada a toda costa.
—Me prometiste una cita y no me gusta posponer las cosas —un pequeño puchero surcó sus hermosos labios—. Podrías huir de mí si lo dejamos para otro momento —apuntó, aunque todos allí sabíamos que no lo haría.
—Pero hemos pasado todo el día juntos. Eso debería contar como una cita —intenté disuadirle.
No daría su brazo a torcer.
—No funciona así, tesoro —dijo, burlón—. Hoy jugamos con mis normas, ¿recuerdas? —puso esos ojitos de víctima que era incapaz de mirar sin sentir todo un seísmo en mi pecho.
—A veces soy muy bocazas, desde luego ... —me lamenté, aunque, en realidad, estaba deseando cumplir con esa cita.
Charles soltó una escueta risa, con esos tiernos hoyuelos arrasándolo todo a su paso.
—Entonces será la próxima —comentó Carlos, quitándole importancia—. Estará aquí hasta la carrera, así que te la presentaré en el box la semana que viene, ¿vale?
Se acercó a mí para darme un corto abrazo.
—Discúlpame con ella, por favor —le pedí, acariciando su espalda.
—No hay nada que disculpar —negó, sonriente, y se separó para abrazar también a Charles—. Es más, probablemente se convierta en vuestra fan número uno cuando se entere de que estáis ... Ya sabéis —concluyó al tiempo que quebraba la afectuosa despedida con su compañero y amigo.
—No me cabe duda, pero, si no es un problema, guarda el secreto por ahora —Charles ya debía haber hablado con él del tema, puesto que Carlos asintió, ciñéndose a nuestras intenciones de avanzar en silencio, sin armar ningún revuelo—. No queremos que la gente empiece a sospechar tan pronto —le expuso la situación brevemente.
—Tranquilo. No será necesario —palmeó el hombro de Charles, que le sonreía agradecido—. Mi chica se dará cuenta solita después de ver las miradas que os lanzáis por el paddock —bromeó.
Por lo que me había contado de Isa, debía ser muy perspicaz. Además, gracias a las descripciones que el propio Carlos me había dado y de las exhaustivas investigaciones de Julia, quien disfrutaba una barbaridad de los castillos y las parejas oficiales que se extendían a lo largo y ancho de la Fórmula 1, imaginaba que la novia de mi compatriota y yo nos llegaríamos bastante bien. Nuestras personalidad eran similares y, según decía él, algunos de nuestros gustos también. Sin ir más lejos, el jazz era uno de los géneros musicales favoritos de Isa y eso hablaba mucho de ella como persona.
Tener a alguien con quien hablar en el box, alguien de mi mismo sexo y con mis mismos intereses, se me hacía extremadamente necesario. La falta de presencia femenina entre los trabajadores de Ferrari me empujaba a querer conocerla todavía más y saber que lo haría en pocos días me emocionaba sobremanera.
—Nos vemos en el circuito, Carlos —le dije, despidiéndome.
Él se fue alejando hacia la salida.
—Pasadlo bien, parejita —levantó su brazo, diciendo adiós.
—Conduce con cuidado, mate —profirió Charles.
—¿Con quién crees que estás hablando? —reclamó, indignado. Sonreí abiertamente—. Buenas noches, chicos —espetó antes de salir por la puerta trasera.
Unos segundos después, el silencio de las instalaciones nos envolvió de un modo tan acogedor que ni siquiera sentía que fuera mi primera visita a Maranello. El aire hogareño del lugar lo hacía todo demasiado fácil y cómodo.
Charles no tardó en aprovechar esa soledad y se pegó a mí, resoplando.
—Y ... ¿Tardaremos mucho en llegar a ese restaurante? —le pregunté, midiendo la distancia entre su cuerpo y el mío—. Se nos hará tarde si ... —traté de revisar mi reloj de muñeca, aunque fallé en el intento.
—En realidad —frenó mi voz y me mostró un gesto de culpabilidad que apenas había tenido la oportunidad de contemplar en un par de ocasiones—, falta una hora —se sinceró conmigo.
Exhalé, divertida por verle poner esa carita de lástima.
—¿Por qué mientes tanto últimamente? —le recriminé ese comportamiento tan feo a pesar de que sus mentiras nunca eran preocupantes—. Odio con toda mi alma las mentiras, Leclerc —le recordé y puse mi mano en sus pectorales.
Vio el momento y, sin pensarlo siquiera, se adelantó. Al dejar aquel beso en mis labios, temí que alguien nos hubiera visto y eché la vista a mi izquierda, asegurándome de que la amplia recepción continuaba vacía.
—Perdóname, chérie —arqueó sus cejas, contribuyendo así a ese aspecto abatido y doblegado que no podía observar sin que mis latidos alteraran su rumbo.
—Eso será en función de lo que tengas planeado —le avisé, conteniendo la urgencia de tocar más a fondo la mullida tela de su jersey negro.
Otro beso, más profundo y reparador que el primero. Me relamí las comisuras, limitando la emergente sonrisa que pretendía apoderarse de mi rictus.
—Quiero enseñarte mi sala favorita —me miró con la ilusión más pura brillando en sus pupilas verdes.
—¿Una sala secreta que Carlos no podía ver? —curioseé, retándole.
—Carlos la ha visto cientos de veces —dijo en su defensa—. Solo estoy siendo un poquito egoísta —algo bastante inusual en él y, por lo tanto, una petición que quería satisfacer—. ¿Por favor? —me rogó, sin soltar ni un segundo mi cintura.
Rendida ante sus encantos, cedí a sus infantiles pucheros y asentí.
—Tú eres el guía —murmuré.
🏎🏎🏎
FELIZ AÑO 2023, MI GENTEEE 🎊🎊🎊🎊🎊🎉🎉🎉🎉🎉🎉✨✨✨✨✨✨♡♡♡♡♡♡
Cada vez más cerca de la nueva temporada de F1, YASSSSS ヽ(≧∀≦)ノ
¿A dónde llevará Charles a Helena? 👀👀👀
Lo descubriremos en el próximo capítulo 😜
Os quiere, GotMe 💜
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro