00 || blind
Helena Silva
Baréin.
Una ciudad podrida de dinero y repleta de hombres que te miran de forma muy indiscreta. Ah, sí, y la primera parada del campeonato Mundial de Fórmula 1 de este año. Si no fuera por ese pequeño detalle, yo no habría accedido a ir al gran recibimiento que la Federación organizaba un día antes del viernes de entrenamientos.
Un día antes.
Mi nerviosismo se disparaba solo de pensar en cuánto le gustaba a toda esa gente la fiesta y la apariencia. ¿No era más importante descansar y comenzar bien la temporada a la mañana siguiente? Joder, ya me había dado la sensación de que Daniel Ricciardo y Lando Norris habían pasado por mi lado en varias ocasiones y no podía echarle la culpa de esas supuestas alucinaciones a la copa que sujetaba porque ni siquiera le había dado un trago desde que llegamos al hotel.
Estaba a punto de irme cuando sentí la mano de mi amiga en el brazo. Julia me retuvo allí a pesar de los sudores fríos que bajaban por mi espalda descubierta. Las temperaturas no eran lo suficientemente bajas como para llevar un vestido tan fino como ese y me arrepentía de no haber tomado algo de abrigo.
—Ese chico no deja de mirarte, Lena —declaró ella, examinando al desconocido.
—Pues que mire a otra —dije, borde.
—¡Vamos! —me dio un empujón—. Ya hemos hablado de esto, amiga. Nuestro trabajo no empieza hasta mañana —recuperó el tema, desesperada por hacerme olvidar todos las responsabilidades que acumulaba tras de mí—. Aún somos dos chicas recién graduadas que quieren pasárselo bien.
—Yo no quiero pasármelo bien —le sonreí al joven, ansiosa por largarme.
—Claro que quieres.
—No —me repetí—. Además, si pasarlo bien implica acostarse con un tío cualquiera ... Déjame decirte que no lo comparto.
No entraba en mis objetivos de los próximos meses tener un lío en cada ciudad que pisáramos porque lo único que quería era centrarme en la oportunidad que nos habían dado. Nada más. Eso y demostrar al pez gordo que lo permitía que no se había equivocado al elegirnos para su programa.
—A veces olvido lo aburrida que puedes ser ... —se lamentó mi amiga.
—Voy a fingir que eso no me ha dolido —bromeé, aunque había algo de verdad en mis palabras—. Iré al baño.
—¿Qué? —saltó—. ¡No! Vamos juntas. Nada de dejar sola a la otra, ¿recuerdas? —dijo mientras se cogía de mi brazo.
—Claro que lo recuerdo, pero solo serán cinco minutos y creo que él te dará mejor conversación durante mi ausencia, Julia —agarré su mano y la guié un poco para que sus ojos se encontraran con los del chico de traje negro que no había perdido detalle de nuestra amistosa pelea—. Tiendes a centrarte demasiado en mí cuando hay cosas más interesantes a tu alrededor —avergonzada, Julia saludó al espectador—. Vuelvo enseguida. ¡Pásalo bien!
Y me escabullí entre esa marea humana antes de que se lo pensara otra vez y decidiera perseguirme.
—¡Helena, espera!
Pero yo ya había huido a un pasillo desértico por el que apenas transitaban un par de parejas.
Mi suspiro de alivio debió llegar a todos ellos, aunque me ignoraron y se olvidaron de mi presencia a los pocos segundos.
Por fin descansé tranquila a pesar de que esos malditos tacones no me dejaban respirar y se me clavaban como púas. Desde luego, mi lugar estaba detrás de los monitores y no en fiestas como aquella. Era una pena que ambas cosas, me gustase o no, fueran de la mano en el mundo de la Fórmula 1.
Y, cómo no, en lugar de ir al baño, acabé al otro lado del edificio. O eso pensé cuando le pedí indicaciones a unas chicas que no hablaban muy inglés. No me entendieron. Estoy segura de que no me entendieron, pero ellas apuntaron a las puertas del final de aquel pasillo fervientemente, por lo que avancé hacia allí tras darles las gracias.
Debí haber imaginado que no se trataba del cuarto de baño ni del tocador femenino, pero, después de entrar a la sala, fue imposible regresar, pues las personas que aguardaban dentro me acorralaron sin ser conscientes. No había luz alguna, así que un único tropiezo con alguno de los invitados hizo que perdiera la orientación. Intenté disculparme, pero la timidez me ahogó y, a continuación, un sórdido sonido dio el pistoletazo de salida a algo que no comprendía en absoluto.
¿Qué hacía allí toda esa gente? ¿A oscuras? ¿De verdad?
Un apagón quedó descartado rápidamente. No andarían riendo si el lugar se hubiera quedado en la penumbra total.
—Perdona —dijeron a mi espalda—, ¿me permites?
Un inglés con poco acento británico y unas manos grandes y cálidas me interceptaron antes de que pudiera darle ese permiso que me solicitaba. De repente, me encontraba en los brazos de un hombre al que no podía ponerle cara y, por si no fuera poco, la posición de su cuerpo y los estratégicos puntos en los que colocó sus manos hablaron por sí solos.
¿Por qué me agarraba de esa manera?
Me habría escabullido del desconocido si su fresco aroma no me hubiera noqueado durante unos segundos en los que me sentí como la inexperta que era en cuanto al género masculino.
Con sus dedos presionando en mi espalda, me quedé inmóvil.
—Un señor bastante mayor iba directo hacia ti —me comentó.
Era más alto que yo. Sin duda.
—Pero no se ve nada —acerté a decir mientras rozaba con los nudillos la suave tela de su camisa.
—Algunos sí podemos ver. Cosas de ser VIP —dijo, juguetón—. Lo justo sería que estas actividades se realizaran en igualdad de condiciones, pero es divertido saltarse las normas a veces. O eso me ha estado repitiendo toda la noche el amigo con el que he venido —Aquel consejo me recordó tanto a Julia que me vi forzada a sonreír de oreja a oreja—. Ese hombre te miraba como si fueras un tentempié magnífico. Perdona el atrevimiento —volvió a recalcarlo.
Por su forma de hablar, sonaba europeo, aunque no español, así que me ahorré la pregunta y mantuve una distancia mínima entre los dos.
—Ah. Entonces ... Gracias por eso —le agradecí, algo sonrojada—. ¿Significa que tú no eres otro señor mayor a la caza de su siguiente jovencita de la noche?
No saber cuál era su rostro ni cómo me estaba observando ayudó a que recogiera el coraje necesario para decir eso.
Su risa, grave y tierna al mismo tiempo, me llevó a tragar saliva como una verdadera estúpida.
—¿Tengo voz de cincuentón, chérie?
Oh, Dios.
—En realidad ... No. No la tienes —reconocí lo atractivo que se escuchaba para mis adentros.
¿Era francés? No conseguía descifrarlo, sin embargo, al utilizar ese vocablo, no me dejó más opciones.
Mientras tanto, a nuestro alrededor, el resto de parejas se alejaban las unas de las otras, huyendo de un contador que no localizaba por ninguna parte.
—Acaban de abrirse dos caminos para ti —me comunicó el tipo de la voz sexy y ronca.
Agh, Helena. No pienses así de un tío al que ni siquiera has mirado a la cara, por favor.
Julia estaría orgullosa de mí. Eso seguro.
—Qué generoso —Sonreí, nerviosa—. Esperaba solo uno.
—Puedo acompañarte a la salida y buscar otra pareja —me explicó la primera opción— o no hacerlo —estableció la contraparte.
La huida era perfecta, pero ese chico parecía simpático y legal. Todo lo legal que se puede ser en una fiesta multitudinaria de Baréin, por supuesto.
¿Qué más podía hacer? ¿Volver con mi amiga y soportar el resto de la velada como una luchadora? Teniendo delante de mí al único hombre del hotel con el que me apetecía pasar más de diez segundos, no pude decantarme por la escapada.
—Soy horrible en cualquier tipo de juego —le hice saber y me aferré con cuidado al borde de su chaqueta de vestir.
—Tienes suerte de que yo sea bastante bueno. Mi lado más caballeroso hará todo el trabajo, tranquila —Ejerció presión en mi espalda baja con suavidad—. Aunque contaré los pisotones que me des —bromeó.
—Ah, por favor, no lo hagas —le pedí, abochornada—. ¿Y de qué va esto? —Cambié el foco—. ¿Se están escondiendo?
No veía nada de nada. La cortina negra apenas se rompía en algún punto. Dije aquello por el simple hecho de que el rumor y las pisadas de los allí presentes me llevaron a hacerlo.
—Sí. Me sorprende lo infantiles que pueden llegar a ser en esta ciudad —Me tomó de la mano—. Ven.
La sorpresa me acompañó mientras el chico caminaba hacia el interior del gran salón, cada vez más lejos de la salida. Por un momento, temí haber cometido el error de mi vida al quedarme con él, pero raramente sentía esa complicidad con una persona a la que acababa de conocer. Ni siquiera nos habíamos presentado correctamente y solo podía pensar en la dulce manera que tenía de recoger mi mano contra la suya.
Apabullante y cariñoso incluso con una desconocida como yo. Que se comportara así de bien decía mucho de su personalidad.
Me gustaba porque parecía ser opuesto a mí y soy de esas a las que les atrae lo diferente. Los tíos brutos y bordes no van conmigo. Ya tengo mucho trabajo al luchar con la pequeña rebelde cascarrabias encerrada en mi interior. Por lo tanto, algo de educación y cordialidad bastaron para eclipsarme.
Y, sin previo aviso, entramos en un cuarto que mi acompañante cerró, aislándonos del bullicio exterior. Las voces de todos esos extraños que participaban en el mismo juego se alejaron hasta desaparecer.
El espacio era escaso. Su cuerpo y el mío, pegados, ocupaban mucho de aquel cuarto, reducido y pequeño.
—¿Acabas de meternos en el cuarto de la limpieza? —Mi interrogación le sacó un adorable suspiro.
—¿Alguna otra propuesta? —me devolvió la pregunta—. Si nos pillan nada más empezar, debemos invitar a todos los demás a una ronda.
—Está bien, está bien —Era fácil convencerme en esos casos.
Volvió a reír, regalándome los oídos. Lamentablemente, se guardó esas carcajadas y aclaró su voz.
—Serán unos minutos muy aburridos si no hablamos de algo interesante —Él estaba frente a mí, examinando mi rostro. No podía decir que estuviera siendo un descarado, pero lo pensaba—. ¿Por qué estás en Baréin?
—¿Esa es tu idea de conversación interesante? —Mi humor solía meterme en problemas. Corrí a disculparme con el chico—. Perdón. Soy respondona por naturaleza —Traté de contener la mueca de mis labios y le contesté—. Estoy aquí por la Fórmula 1, igual que el noventa y cinco por ciento de las personas que hay esta semana en Baréin. No creo que sea ningún misterio —simplifiqué—. ¿Y tú?
—También. ¿Vienes a ver la carrera del domingo?
—Es por trabajo, más bien —le corregí.
Ver la carrera estaba en mis planes, claro, pero aquel no era un viaje lúdico.
—¿Eres periodista? —Se interesó más.
—No voy a darle tanta información gratuita a un desconocido —le rebatí, deseando que no se lo tomara como algo personal.
—Eso tiene sentido, sí —carraspeó, un tanto incómodo—. Entonces ... Equipo favorito. Debes tener uno —reorientó la charla con una habilidad increíble.
Estaba aliviada porque no sabía muy bien cómo salvar situaciones extrañas y repentinas como aquella.
—Puedo adivinar el tuyo primero —Me calmé de nuevo y apoyé la espalda en la fría superficie del cuarto—. Ferrari.
Fingí meditarlo unos largos segundos, aunque tuve el presentimiento de que su confianza andaba en el equipo italiano desde el principio.
—¿Cómo lo has sabido? —exclamó él.
Habría dado cualquier cosa por ver su cara entonces. Debía tener unas facciones marcadas y agradables a la vista.
—Tienes ese aire clásico pululando por aquí y por allá —me burlé.
—¿Y por qué a ti parece no gustarte eso? —inquirió. No sonaba ofendido aunque pusiera todo su empeño en lograrlo—. Ferrari tiene pilotos muy prometedores.
No iba a quitarle la razón, pero mis gustos no marchaban en la misma dirección.
—Red Bull tiene a Verstappen y un gran coche —declaré mi posicionamiento a los cuatro vientos.
Resopló y su aliento abanicó mis pestañas. Aquella reacción me hizo sonreír más. Era gracioso estar charlando sobre una de mis pasiones con un desconocido que me atraía tanto físicamente. Y resultaba ser todavía más cómico que ni siquiera supiera cuál era su aspecto.
No me sentía como siempre que un hombre hacía el primer movimiento, aunque él lo había hecho.
—No puedo creer lo que estoy oyendo —dijo, escandalizado—. Ferrari tiene a Leclerc y a Sainz. Son los favoritos este año —justificó su devoción por la escudería roja.
—Y no tengo nada en su contra. Son grandes corredores —le concedí aquello—, pero Red Bull es un equipo agresivo y sólido.
—¿Acaso Ferrari no lo es? —contraatacó.
—Tiene más carencias de las que te gustaría —Levanté mi brazo para dar un par de golpecitos a su pecho.
Dicho atrevimiento no amedrentó a ninguno de los dos. Por el contrario, nos acercó más a la complexión del otro. Fue inercia o puede que química pura y dura. No podía asegurarlo y tampoco me interesaba realizar un estudio completo de todo lo que saldría mal si continuaba acercándome al delicioso aroma de su colonia.
—Tsk, no puedo negar eso ... —Lo estaba pasando en grande.
—Es una pena —comenté—. Una chica de Red Bull y un chico de Ferrari —nos describí, mirando hacia arriba, como si pudiera localizar sus ojos en la densa oscuridad de la habitación—, es algo destinado a fracasar.
Él iba a responderme cuando alguien habló al otro lado de la puerta y, advertido de la zona en la que se encontraba mi boca, se adelantó para cubrirla con su mano derecha. Al avanzar, las puntas de sus zapatos chocaron con mis tacones de aguja y percibí esa diferencia de altura que me había cautivado secretamente.
Cómo odiaba que supiera moverse.
Y lo odié más después de que se inclinara, susurrándome tan cerca que sus comisuras dibujaron formas inconexas en mi pómulo.
—Una expresión tan fea como esa no está en mi voculario, chérie.
Imaginé todo lo que podía ocurrir si no dejaban de saltar chispas entre él y yo. Formaríamos un maldito incendio a ese ritmo.
Por suerte, me recompuse antes de perder el pulso y rendirme a ese hombre. Me descubrió el lugar exacto de su boca a propósito y, a lo mejor, si hubiera cargado algo de alcohol conmigo, mis instintos me habrían llevado a perder el control por primera vez en años.
Me arrepentí de no haberlo hecho. Solo un poco, pero me arrepentí.
Después de algunos susurros, los gritos se sucedieron fuera. Habían atrapado a la pareja que pagaría, así que ya no tenía sentido que nos ocultásemos.
—Ahora que lo pienso, antes dijiste que tenías visibilidad —le ataqué mientras salíamos.
—Mierda. Dije mi secreto demasiado pronto —Su maldición se me antojó adorable.
—Pues es injusto —arremetí contra sus sucios métodos.
—¿Injusto?
—Sí. Estoy segura de que no me has quitado los ojos de encima —Me enorgullecí del vestido que había sido objeto de mi odio desde que Julia y yo salimos del hotel en el que nos hospedábamos—. Quién sabe. Puede que se me haya movido el escote —lo exageré adrede.
Él contuvo la risa, muy a mi pesar.
—No soy un tipo deshonesto. Mis padres no me criaron para que mirara bajo la falda de las chicas por muy hermosas que sean, ¿sabes? —No pasé por alto el cumplido.
Mordí mi lengua. No estaba acostumbrada a escuchar buenas palabras sobre mi aspecto.
—Vale, don Honesto —No le permití ver a través de mi creciente sonrojo—, pero sigo en desventaja.
—Ciertamente, lo estás —afirmó.
—¿Y no vas a hacer nada para remediarlo? —Entrecerré los ojos—. Decirme tu nombre, por ejemplo.
Ligar no encajaba conmigo en absoluto y ese intento fue nefasto. No obstante, el chico eligió ser el caballero del que alardeaba y guardarse la bromita fácil.
—Tú tampoco me has dicho el tuyo —Se respaldó en mi silencio.
Muy bien. Esto se queda en nada. Como siempre.
—¡Amigo, ¿dónde estás?! —gritaron entre la multitud.
Retrocedí un metro, incapaz de degustar ya la loción dulzona que usaba aquel chico.
—¡Estoy aquí, Pierre! —respondió él.
—Genial. Tú ganas —Eché a caminar, decepcionada con su poca iniciativa y con el fracaso de la mía—. Hasta nunca —Agité mi mano derecha.
Pero oí su voz limpia y clara.
—Chérie, te encontraré mañana. Si lo consigo, tenemos una cita pendiente, ¿trato? —Un acento italiano, terriblemente seductor, embadurnó aquella última palabra.
—Buena suerte con eso —le deseé, escapando de sus pupilas a prueba de balas para que no descubriera la emoción pintando mi rostro—. Aunque sí que me debes una cerveza después de oler a lejía durante cinco minutos. ¡Adiós!
¿Qué intentaba demostrar con eso? ¿Que el destino existía o algo así? ¿Era un romántico empedernido también?
Poco importaba, pero, desde luego, fue toda una sorpresa para mí que un fanático de Ferrari pudiera gustarme tanto. Muchísimo, en realidad.
🏎🏎🏎
Y así se conocieron Helena y Charles 7u7
La cosa irá escalando en los próximos capítulos, así que espero que os guste este comienzo ✌🏻😗✌🏻
Sí quería aclarar que los personajes de esta novela, excepto Julia y Helena, son todos reales, pero que cualquier acontecimiento narrado aquí es completamente ficticio (igual que los roles que tomarán algunos pilotos y/o personas relacionadas con el mundo de la Fórmula 1) ♡✨
Os quiere, GotMe 💜
14/10/2022
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