6. First sight.
Hi~ Luego de capítulos tan ligeritos para ir asentando el tipo de mundo donde estamos ya pronto vamos a pasar a los más intensos, este es de los últimos en donde solo nos enfocamos en Eiji porque poco a poco vamos a ir metiendo la perspectiva de Ash, pero dentro de todo, este capítulo es muy bonito, así que espero que les guste.
¡Mil gracias por leer!
Los cabellos dorados de Ash se balancean al son de la brisa, se revuelven sobre su cara al igual que lo hacen las hojas otoñales mientras se columpian hacia el pasto o los copos de nieve ante su último alarido, la imagen le evoca a un campo de trigo, ríe, se cuestiona si Salinger se refería ese tipo de lindeza tan salvaje (aunque pueril) cuando escribió el guardián entre el centeno, no puede creer que efectivamente lo leyera para satisfacer al lince, si eso no es amor entonces no tiene idea de qué diablos pueda serlo.
Vaya trama de mierda.
Pero no permite que sus pensamientos sobre lo mucho que le desagradó la obra arruinen aquel momento juntos en la facultad, así que se inclina sobre sus piernas vislumbrando cada facción de Ash, apreciando cómo su piel respira a través de su vello fino y blanquecino, la forma en que su mandíbula adquiere un perfil aún más varonil cuando traga y su manzana de Adán salta, sus labios de pétalos de rosa, sus mejillas espolvoreadas con constelaciones, su piel tan cristalina que podría sumergirse ahí si lo quisiera, su nariz refinada, su perfil perfecto, su cuerpo hercúleo sin ser exagerado, su aura etérea, sublime y extraordinaria, pero lo más hermoso de Ash deben ser sus ojos. Esos relumbrantes jades bajo el alba que son la puerta más franca hacia su alma.
—Toma una fotografía. —Ash se burla, estaba disfrutando de la atención aunque lo reniegue a causa del orgullo—. Va a durarte más.
—La tomaría si pudiera. —Eiji le sigue el juego, están bajo la sombra de un árbol enfrente de la facultad deportiva y el clima es refrescante—. Pero no ando con mi cámara.
—Podrías tomarla a escondidas.
—¿Qué?
—Por favor, todos lo hacen.
—Nunca tomaría una foto tuya a escondidas, requiero de tu consentimiento para sacarla. —El rubio impresiona tan descolocado con el comentario que de pronto teme haber despertado un flashback de algo que no debía, sus pupilas lucen enturbiadas por el barullo—. ¿Dije algo raro?
—No. —Frunce el ceño y se pellizca la frente, es en vano—. No dijiste nada raro, solo me gatilló una sensación... difícil de explicar.
—Lo siento.
—No desagradable. —Lo exterioriza—. Pero intensa, muy intensa.
—Ah.
—¿Alguna vez me sacaste fotos? —La pregunta lo agarra desprevenido, podría mentirle puesto que así se ahorraría un sinfín de problemas. Alex lo tentó cuando propuso omitir sus dolencias pasadas y las imágenes tienen una connotación desgarradora, Eiji no lo sabía en ese entonces, no había estado presente en la entrevista con Evanstine—. Tengo esa sensación.
—Sí. —Pero ahora lo sabe—. Fuiste un grandioso modelo para mí. —Y no será cómplice, no va a alimentar ni minimizar a través del silencio aunque el propio Ash carezca de consciencia, Eiji yace en una posición complicada, no es su historia aun si la conoce mejor que el protagonista.
—¿Eh? —Su reacción es adorable, Ash se ladea como un gato curioso olisqueando por primera vez a quién será su nuevo dueño, mirando con desconfianza su mano, meneando sus bigotes en busca de la trampa—. ¿Fueron fotografías bonitas por lo menos?
—Las más bonitas. —Ríe—. Te gustaban mucho.
—¿Me gustaba que me fotografiaran?
—No. —La culpa lo mata—. Lo odiabas. —Y yo lo hacía—. Odiabas que te cosificaran así.
—Pero me gustaba que tú me fotografiaras. —Ash tararea como si lo supiera todo cuando esta apenas es la punta del iceberg—. Eso es sospechoso, debiste tener una bonita visión artística.
—Quizás yo sabía captar tu belleza mejor que nadie. —Se mofa, navega entre rocas diciéndole cosas que tienen más significancia de la que atisba mientras aprieta la hierba húmeda, precisa mantenerse calmo y presente, al menos debe disimular—. No sé.
—Mi belleza. —Lo dice con amargura—. Siento que las personas hablaban mucho de eso.
—¿A qué te refieres?
—No sé, me ha pasado este año sin memoria, hay desconocidos que se me han acercado dada mi supuesta belleza y lo hacen siempre llenos de halagos y caras...desagradables, me colocan los pelos de punta, siempre que alguien me da un cumplido o me pone esos sobrenombres de mascota como "cariño" quiero vomitar.
—O-Oh. —Mierda.
—Pero contigo no sucede. —Mierda. Mierda. Mierda—. De hecho amo que seas cursi conmigo.
¿Cursi?
Ja.
Supone que sí, piensa mientras recuerda esos momentos robados que inmortalizó gracias a la cámara, esos instantes en dónde no estaban corriendo de mafiosos o asesinos, sino que vivían como una vieja pareja casada en Uptown, donde Ash despertaba con el cabello hecho un nido de pájaros con una manta en la cabeza o dónde se acurrucaba sin siquiera taparse suplicando para que le diera "cinco minutos más" (nunca lo eran), donde tomaban cerveza con shorts con tal de matar el calor y Ash esbozaba una de esas sonrisas, una de esas que vería una y otra vez, pero de todas caería enamorado, una que plasmaba a la perfección su candor, esa era la cosa con las fotografías, personas como Dino o Marvin las anhelaban para satisfacer su codicia. Eiji no. Eiji quería ver su lado más humano. Vulnerable. Mañoso. Pequeño.
Asume que por eso siguió posando, fue por amor, considerando lo traumático del estímulo en serio debió haberse esforzado para satisfacer su capricho y pronto, resignificar las fotografías.
—Nunca he sido cursi contigo. —Entonces dice algo porque tiene la impresión de que Ash está analizándolo—. Así que quítate esa idea.
—Deberías. —Es descarado y no tiene filtro—. No me molestaría recibir un apodo cariñoso, no de ti.
—Ash ya es un apodo cariñoso, confórmate con lo que tienes. —En teoría, podría ponerle algún sobrenombre tiránico como lo hizo la pandilla en su tiempo o el propio Shorter.
—Por favor.
—¡Lo es! —Chilla—. No seas tan exigente.
—Solo si consideras los estornudos como muestras de afecto.
—¡Otra vez con eso! —Eiji rueda los ojos—. Tu pronunciación tampoco es perfecta ¿sabes? Mi nombre tiene una sílaba y tú lo dices en dos, dices "Ei-ji" cuando es "Eiji".
—Me gusta decirlo en dos. —Tararea acomodándose sobre las piernas del japonés, cortándole la respiración puesto que no acostumbra a esta clase de gestos—. Le da más impacto.
—Solo te estás justificando. —Gimotea conteniéndose para no acariciarle la cabeza y peinarle los mechones que caen sobre sus pestañas blanquecinas, para su sorpresa Ash lo toma de la mano para guiarlo hacia su frente, dándole el permiso taciturno de mimarlo, lo mata de miedo esta cercanía, no anhela acostumbrarse para que le sea arrebatada—. Tú siempre te justificas.
—Me haces sonar como un villano. —Ríe—. ¿Por qué eres tan recio a tocarme?
—¿Eh?
—No creas que no lo he notado. —Ash entrecierra la vista, clavándole su atención, sería inútil tratarlo de evadir u ocultarse considerando que (literalmente) lo tiene acostado en sus muslos.
—No teníamos tanta confianza, supongo.
—Mientes. —Lo confronta—. Puede que sea un desmemoriado pero sé cómo se siente cuando tú me tocas a cuando lo hace otra persona, no éramos ajenos a eso.
—¿No lo éramos? —Lo confunde—. Realmente nunca fuimos físicos. —Porque siempre deseó respetar el espacio y los límites de Ash, los toques eran una daga envenenada para su corazón.
—¿Entonces por qué se siente así? —Ash se queda mirándolo en silencio, más cerca de lo que desearía, la tierra deja de moverse alrededor y el tiempo se congela, lo único que importa es la manera en que la brisa juguetea con los hilos dorados que tiene por melena o cómo la sombra moteada del árbol arma un rompecabezas en su cara. Es etéreo como solo las cosas olvidadas saben serlo—. Quizás era algo que sí quería, pero de lo que no te conté.
—No creo. —Sonríe con tristeza—. No pudo ser así.
—Lo fue.
—Ash.
—¿Acaso éramos un cliché de amor no correspondido? —Tal vez de mi parte, Eiji piensa—. ¿Yo no te gustaba?
—Estoy seguro de que fue al revés. —¿No es hilarante que ni siquiera considere la posibilidad?
—¿Cómo? —Se ofende—. Es imposible que sea así, sé cómo me siento, mi corazón no miente.
—Puede que estés confundido porque ahora soy la persona más cercana a ti, soy con quien te has familiarizado estos días en Nueva York y quien te ha guiado sobre cómo eras, pero tú nunca me viste con esos ojos, Ash.
—Eiji.
—Te lo prometo.
Se quedan mirando en silencio, Eiji contiene la respiración cuando Ash levanta una mano para acariciarle el mentón, el corazón le duele mucho, intenta sonreírle, más, lo único que consigue es una mueca de sufrimiento, pronto la mera presencia de Ash lo asfixia, son innumerables los recuerdos que su toque despierta con una ternura rota, aunque fue una actuación lo tocó igual que ahora cuando lo besó en prisión, Eiji no sabía lo cruel que podría ser tenerlo tan cerca pero tan lejos al mismo tiempo, porque Ash está acá, vivo, a su lado, sin embargo, no es el mismo y si fuera consciente de todas las cosas que está ocultándole lo odiaría.
Para empezar esto es culpa de su carta, ¿no es así?
«Mi alma siempre estará contigo».
—¿Cómo me enamoré de ti? —Pero Ash es terco, es malditamente terco y cada vez que le dice cosas como esas juega con su corazón.
—¡Qué no te enamoraste de mí! —Gimotea—. Ni siquiera me estás escuchando.
—No, no lo hago. —Se burla—. Nunca lo hago.
—¡Ash!
—Está bien, está bien. —Lo calma—. ¿Cuándo me embelesé de ti en ese caso?
—¿Embelesarte?
—Ya sabes, todas las personas tienen ese momento donde quedan prendadas de la otra luego de haber visto algo extraordinario que los dejara boquiabiertos, nosotros debimos tener eso al menos. —¿Lo tuvieron?—. De seguro tú quedaste prendado desde que tomaste mi pistola, ¿no es así?
—Idiota. —Ríe, aunque tiene doble sentido la oración no se equivoca—. Tienes un buen punto.
—¿Entonces, cuándo fue?
—Creo que cuando me viste saltar. —O eso al menos le confesó a Shorter.
—¿Saltar? —Ash se sienta de golpe—. ¿Cómo un conejito con sus patitas?
—No. —Pronto, su expresión se suaviza con una ternura infinita—. Con un poste.
—Entonces nos conocimos en un bar donde tú estabas saltando con un poste. —Aunque ansía sonar descarado ambos terminan rojos por el posible escenario—. No me esperaba que fueras de esa clase de chicos, wow, eres una caja de sorpresas.
—¡¿Por qué lo haces sonar tan raro?! —Gimotea—. No fue nada de lo que te estás imaginando.
—¡Tú lo haces sonar raro! —Y de repente Ash se está cubriendo la cara con el antebrazo puesto que ha sonrosado hasta la punta de sus orejas, nunca lo había visto tan apenado, la imagen es tan linda que en serio tiene ganas de seguirlo molestando—. ¿Sino nos conocimos mientras tú estabas bailando en un club cómo fue?
—Era saltador de pértiga. —Pero no lo hace—. Luego de conocernos en el bar nos metimos en problemas, teníamos que escapar y usé un tubo oxidado para saltar una reja, eso fue todo.
—¿Eh? —Ash queda boquiabierto, en un abrir y cerrar de ojos la vergüenza es reemplazada por una brillante capa de asombro—. "¿Eso es todo?" No lo digas como si fuera normal, tú saltaste para salvarme de los malos, vaya, el corazón de cualquiera latiría por eso.
—Yo diría que tú me salvaste de los malos. —Alto, ¿por qué de pronto suena como una historia de romance?—. Siempre me protegías.
—Entonces yo hice que tu corazón latiera con mi heroísmo.
—Ya no hablaremos de esto. —Declara.
—¿Por qué?, ¿acaso temes darme la razón? —Lo contradice—. Anda, no seas gallina, sigamos con la conversación.
Ash no da el brazo a torcer encerrándolo en una competencia de miradas, es inútil, Eiji no tiene ni la más mínima intención de volverle a soltar algo, Max le dijo que no lo presionara, que dejara a los recuerdos entrar en el timing correcto, a pesar de las pesadillas y la hiperalerta ha estado estable, ha hecho sus tareas, ido a terapia y juntando los atisbos del cuerpo que habita con un pulido extraordinario, no obstante, es difícil mantenerse consciente de esa brecha de memoria entre ellos. A veces simplemente se le sale.
—Deberías saltar para mí.
—¿Qué? —Eiji se atraganta con su propia saliva—. ¿Qué disparate dijiste? Creo que te escuché mal. —O al menos, eso suplica mientras entierra sus uñas en el pasto.
—Deberías saltar para mí. —Repite como si no fuera nada—. Solo así creeré lo que dices sobre nuestra relación y me rendiré con el tema.
—¿Qué lógica es esa? —El pánico estruja su voz—. Además no puedo saltar. —Está lesionado.
—Tiene mucha lógica para mí. —Tararea—. Si saltas y no siento nada es porque tienes razón y nunca te vi de esa manera, pero si me pasa otra cosa tendrás que darme la razón.
—No.
—Tienes miedo de aceptar que fuimos correspondidos.
—¿Cómo estás tan seguro de que me gustabas?
—¿Acaso no fue así? —Eiji se para de golpe tan molesto como exaltado—. ¿Entonces lo harás?
A veces lo odia.
Realmente lo odia.
☆゜・。。・゜゜・。。・゜★
Eiji toma una inmensa bocanada de aire, siente cómo el dulzor de la facultad hormiguea dentro de sus pulmones como si se tratara de un caramelo efervescente antes de alzar la barbilla para mirar hacia las gradas del costado.
Por supuesto, Ash Lynx se encuentra ahí con una sonrisita satisfecha.
—¡Es solo un salto! —Lo anima y grita como si no estuviera al lado.
—Puedo meterme en problemas si me atrapan. —Intenta hacerlo entrar en razón—. La cancha no está abierta para todo público ¿sabes? Además, ni siquiera llevo ropa deportiva.
—Puff. —Pero Ash se limita a apoyar el mentón en su palma, entretenido—. El chico que utilizó un tubo oxidado para saltar una reja mientras nos perseguían habla de meterse en problemas.
—Me haces sonar como si fuera un criminal.
—Entonces no cometas ningún crimen. —Es altanero. Orgulloso. Irritante—. Vamos, terminará antes de que te des cuenta, solo corre hacia la varilla y cae en la colchoneta.
—¿Dejarás de molestarme así?
—Es una promesa. —El bastardo lo dice con una mano en el corazón—. Tienes mi palabra, Eiji.
El aludido rechista, cierra los ojos intentando concentrarse convenciéndose a sí mismo de que este salto no significará nada, no obstante, la simple esperanza de ser correspondido... el tubo pesa un infierno en su mano, se siente caliente y resbaladizo, su corazón bombea igual que un globo a punto de estallar, los ojos le lloran, porque por más que intente mentirse sobre que las cosas están bien y que puede sobrellevar esta dinámica es mentira. Es una puta mentira. Ansía que Ash lo recuerde y le diga con ese tonito fastidioso "onii-chan", que se queje del natto y que lo lleve a esa aburrida biblioteca, quiere sus chistes internos, su protección, su sonrisa infantil y también quiere esa sonrisa adulta repleta de resignación.
Quiere a Ash.
A su Ash.
Pero, es malditamente egoísta quererlo sabiendo que su pasado yace atestado de monstruos.
¿Entonces qué debe hacer?, ¿por qué mierda nadie lo orienta y asumen que él sabrá qué hacer cuando no sabe ni qué hacer consigo mismo? Si ansiara podría engañarlo e iniciar una relación romántica con Ash como tantas veces soñó, más, eso lo convertiría en alguien igual a Dino, no habría diferencia y entonces solo puede dar este salto para que él le rompa el corazón y le diga que efectivamente no siente nada por él ni nunca lo hizo.
No fue amor, ni siquiera a primera vista.
—¿Eiji?
De pronto está corriendo con la pértiga, siempre la usó de salida y ahora más que nunca anhela evadir los fantasmas que lo persiguen y alberga en su corazón. Corre. Corre. Corre. Respira, la adrenalina escalda en su sangre y burbujea, aprieta los dientes, concentra su mirada para que todo lo que importe sea pasar la varilla, retrocede en el tiempo antes de la lesión, antes de Ash y antes de estar tan mentalmente quebrado. Fly boy. Clava la pértiga en el suelo, la siente tiritar y la oye crujir. La suelta en el aire.
Vuela.
Eiji vuela sobre la varilla por ¿cuánto?, ¿dos?, ¿tres segundos? Aunque no alcanza a ver la cara de Ash desde arriba siente el mismo deslumbre que la primera vez, queda embelesado por ese brillo cegador que desprenden sus pupilas, Eiji abre la boca tratando de decir algo, más, acaba riendo de manera genuina porque al menos, todavía puede hacer esto.
Hay muchas cosas que Eiji no puede pero esta es una de las que sí, de las que aún son un trozo de él. De su alma. Su corazón. Su historia.
—¡Ay!
Aterriza en la colchoneta de un salto, espera a que Ash venga por él, que bromee como se hizo costumbre entre ellos, sin embargo, no pasa y Eiji sabe que algo anda terriblemente mal.
—¿Ash? —Se le acerca y lo encuentra cabizbajo en las gradas—. ¿Ash?
—Lo siento, necesitaba un tiempo.
—¿Q-Qué...? —Su voz escapa en un nudo asfixiado, teme preguntar si abrió una puerta que no tendría que haber tumbado—. ¿Qué pasó? ¿Tan mal lo hice? —Bromea.
—No, lo hiciste fantástico.
—¿Y? —Eiji se sienta a su lado—. ¿Quién tenía razón de los dos? —Intenta aligerar el ambiente puesto que odia verlo tan decaído.
—Tú la tenías.
—¿Qué?
—Tú tenías razón. —Ash se aprieta el pecho en un puño—. No sentí nada al verte saltar, no me gustabas de esa manera.
Eiji esboza una sonrisa débil, mierda, quiere llorar.
Lo sabía.
—Te dije. —Ríe y se fuerza a mantener la compostura—. Te dije que solo era imaginación tuya.
—Sí, lo siento. —Ash se para—. Ya no te molestaré con el tema.
—Ya veo. —Eiji se abraza a sí mismo—. Supongo que podemos volver a la normalidad, lo tienes todo resuelto.
—Sí. —Ash ni siquiera lo mira—. Podemos volver a lo de siempre.
Pero a Eiji eso le vuelve a partir el corazón.
Es obvio que pasó algo con nuestro lince para que cambiara tan bruscamente así que poco a poco tendremos que ir desglosando qué es, pero primero realmente quiero aprovechar la chance para enfocarnos en Eiji porque el 90% de mis historias son Ash-centricas, así que no perderé la oportunidad de ver como este cambio de actitud repercute más a fondo.
Nos vemos mañanita~
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