5. Heartbeat.
Hi, hoy nos vamos a enfocar un poquito más en otro personaje y en otra relación que tendrá mucha importancia, por lo mismo el capítulo es muy dulce, no sé, me gusto bastante cómo quedó y hay que aprovechar que Ash todavía anda suavecito y sin memoria para aceptar algunas cosas, así que vamos con todo, muchas gracias por leer.
¡Espero que les guste!
—¡No deberías estar aquí!
—¡¿Por qué no?!
—Sabes perfectamente por qué no.
—Eso no es justo. —Los ojos de Sing se cristalizan, impresiona herido, tan herido que de pronto la culpa es una daga recién afilada incrustándose en su corazón—. Buscaste a la pandilla, pero a mí no, ¿por qué?, ¿acaso no te importo tanto? Me he vuelto más fuerte, ¡también soy grande!
—No es eso.
—¿Entonces qué es?
—No podía buscarte, la situación de Ash es delicada.
—Es por culpa de Lao ¿cierto? No querías verme porque fue mi hermano quien intentó matarlo.
—Sing.
Eiji baja la mirada, se han encontrado en las estruendosas calles de Chinatown por insistencia del más joven sin embargo el lugar lo remonta a fragmentos que no pretende visitar, a disfraces con bigotes ridículos y nombres como "Chang", a palmas firmes, sonrisas brillantes, estilo de punk con palabras suaves, lentes de sol, cabello del morado más morado que observó en toda su vida. Shorter Wong. El chico que le enseñó cómo debía sentirse un amigo, uno real. Eiji toma su corazón en un puño intentando calmarse, no puede llorar, no frente a Sing quien es bastante más joven y ha sufrido más pérdidas, ¿cómo podría mostrarle algo tan patético a quien no tiene nada? En comparación, Eiji lo tiene todo todavía.
—No es por Lao. —Le asegura—. Y si vamos a culpar a alguien por la condición de Ash es a mí.
—¿A ti? —Sing no entiende y ladea la cabeza igual que un cachorrito travieso, tiene apenas 15.
—A mí. —A los 15 Eiji estaba teniendo una vida muy diferente ¿verdad?—. A mi carta. —Aunque no puede descifrar qué ocurre dentro de la cabeza del menor el malestar se transparenta en la mirada que conectan, tienen una relación especial y lo sabe—. Por eso, me culpo.
—Eiji.
—Pero no vinimos a esto. —Intenta alegrarse a la fuerza—. Querías charlar conmigo sobre todo lo que está sucediendo.
—Sí, pero...
—Al menos déjame invitarte a almorzar para aminorar la amargura. —Es una súplica taciturna.
—Bien. —Sing se encoge de hombros, restándole relevancia—. Pero yo quiero escoger el local.
—Trato hecho.
Sing elige un restaurante escondido y acogedor, se sientan, les llevan los menús y hacen charla casual mientras piden, Eiji no puede evitar quedarse prendado por lo mucho que ha cambiado, es más alto, casi tan alto como él, seguramente será más alto que Shorter, piensa y su corazón quema por el contraste, más, le resulta imposible no pensar en el aludido si se asemejan tanto en la personalidad payasa, el liderazgo bondadoso y esa mirada que transmite una ternura casi paralizante, asume que por eso usaba lentes de sol, un líder debe ser despiadado pero los ojos de Shorter resultaban tan acogedores como sentarse al lado de una fogata en invierno, Sing es similar en un sentido diferente. Ríe.
Es mucho más terco que Shorter sin duda, es impulsivo, llevadero a su idea, explosivo, no sabe guardarse nada y aún así, tiene una madurez que no debería tener a esta edad, es una capa de resignación que solo la pérdida confiere y no obstante, le gusta creer que es el mismo chiquillo que conoció, ese que no tomó bando entre él y Yut-Lung, el pobre fue mediador y más que eso.
Fue un amigo.
Su amigo.
—¿Cómo fue tu año en Japón? —Le sorprende que parta la conversación con tal trivialidad, las verduras escurren de los palillos mientras intenta tomarse los fideos de un sorbo—. Cuéntame lo que hiciste.
—Estuvo bien. —Supone—. Fue extraño volver.
—¿Extraño?
—Ya sabes, por la diferencia cultural.
—¡Ah! —Los ojos de Sing brillan—. Es cierto, debes haber visto flores de cerezos, escuché que son realmente hermosas en primavera, además Japón está lleno de templos ¿no? Al menos te deberías haber traído un amuleto o algo, también oí que su línea de tren es la más grande y que no tienen basureros, imagínate que eso pasara acá, las calles estarían más repulsivas, asumo que a eso te refieres cuando hablas de diferencia cultural, la gente debe ser distinta.
—Pareces tener mucho interés en esto. —Infiere tan descolocado como entretenido, Sing solo asiente.
—Es una cultura llena de Eijis.
—Ya veo. —¿Y por qué eso sería bueno?
—¿Es cierto que en Japón los baños te cantan? —Eiji ríe, la gyoza cae antes de que la coja entre los palillos de madera—. ¡No te burles! —Gimotea—. He visto muchos reels sobre Japón, Tokio parece impresionante, tienen muchas cosas de anime, Kioto también se ve muy bonito de una forma más rural y ¡Osaka! Deberíamos ir al castillo de Osaka juntos.
—¿Y por qué has visto tantas cosas de Japón? —Se mofa con vanidad—. ¿Acaso planeabas ir?
—Bueno. —El rostro de Sing adquiere un rubor tan potente que las lámparas de papel se miran pálidas en comparación—. Si tú no me venías a ver ¿qué otra opción tenía?
—¿E-Eh...? —De repente, es Eiji quien tiene las mejillas hirviendo y la boca tiritando, el corazón le arremete igual que un tambor contra el pecho, las manos le sudan, debe contraer los talones hacia el soporte de la butaca para no caerse por la sorpresa—. ¿Lo estabas pensando en serio?
—Claro. —Aunque Sing frunce el ceño ofendido, su nariz es la punta de una tetera aullando ya que está avergonzado, ambos lo están—. Te extrañé ¿sabes? Ash era un grandioso líder, sentía mucha presión por estar a su altura y a la de Cain, pero siempre lo culpé porque él se esmeraba tanto en sacarte de Nueva York cuando este también era tu territorio.
—No soy un jefe pandillero para tener un territorio.
—Pero era tu hogar.
—No lo era.
—Sí lo era. —Más, Sing es jodidamente tozudo—. Eres la persona más genial que conozco y yo no quería que te fueras.
—Tenía que irme.
—Te habrías quedado si Ash te lo hubiera pedido.
—Sí. —Ni siquiera lo duda—. Pero él no me lo pidió. —Y Sing luce sumamente dolido tras dicha respuesta. No sabe si es por la realidad del asunto o porque él se lo pidió, pero Eiji no se quedó.
—Ojalá te hubieras quedado por mí.
Un silencio sofocante los aplasta porque es verdad, Sing le pidió que se quedara a su lado pero Eiji veía lo complicado que eso dejaría a Ash, no lo quería ahí y comprendía el motivo, Ash tenía muchos enemigos y Eiji indudablemente era su talón de Aquiles, su Patroclo y por eso le regaló un boleto de avión con la esperanza de que fuera a un lugar seguro. Pero no llegó al aeropuerto.
Nunca lo hizo.
—Heredé Chinatown ¿sabes?
—Lo asumí. —Musita con tristeza, no quería esa vida para alguien tan joven pero lo comprende por la crudeza del contexto—. Shorter no dejaba de hablar sobre tu genialidad como líder.
—Estoy más grande. —Eiji alza una ceja intentando descifrar a dónde va la conversación—. Sé que Ash está sin memoria y en teoría muerto.
—Lo está.
—Eso significa que él no puede protegerte más.
—No hay nada de lo que deba protegerme. —O eso espera.
—Lo sé. —Sing sopla la sopa creando una espesa capa de vapor que le impide ver su expresión con claridad—. Pero si llega a aparecer algo yo puedo protegerte, eso era lo que te quería decir.
—Oh. —¿Desde cuándo se volvió tan varonil?—. Gracias.
—Puedes apoyarte en mí. —Finalmente le confiesa—. Ya no soy un niño, puedo serte de ayuda.
¿Cuándo creció tanto? Eiji se lo debate mientras terminan el almuerzo con una atmósfera que si bien, es distinta a la usual, no le desagrada, al contrario, lo enternece. Está seguro de que el chino es la clase de persona que se ofrecería a ser un bastón hasta que se pueda parar en sus propios pies de nuevo, ja, casi se lo imagina viviendo a su lado en una casa de piedra rojiza con Ash todavía desmemoriado, es linda esa confianza, no lo malentiendan, desde que se conocen gracias a la intervención divina de Yut-Lung, Sing se ha ganado un lugar especial en su corazón puesto que nunca lo ha subestimado, lo trató como igual y si actuaba sobreprotector era a raíz de su amistad, no porque lo considerara débil, pero ahora que ha crecido...
Shorter estaría orgulloso, es lo único que puede pensar.
Shorter estaría tan malditamente orgulloso de que su "enano" creció bien a pesar de su muerte y la de Lao.
☆゜・。。・゜゜・。。・゜★
—Entonces este es el adiós.
Sing clava sus profundos ojos de cachorro en el suelo, luce decepcionado, Eiji no lo culpa dado que el día se les acabó demasiado rápido, pese a las conversaciones incómodas fue amena la salida que tuvieron, pudieron probar comida deliciosa , estar en Chinatown y apreciar la dulce belleza que esconde entre sus murales artísticos, sus locales pintorescos y la música callejera que envuelve a los habitantes, incluso pasaron a un árcade en donde Sing ganó un leoncito de felpa y se lo regaló, ¿quién diría que sería tan entretenido estar a su lado? Es la primera vez que se pueden conocer en este plan, no porque antes no hayan hablado de trivialidades, más tener que mantenerse en constante vigilia para defenderse no era el mejor escenario.
—¿Realmente quieres que me quede con él? —Eiji abraza el peluche contra su pecho, sus ojos son grandes y vidriosos, tiene un sonrojo espolvoreado en sus mejillas, la melena picuda y una expresión tan juvenil que es imposible no pensar en Sing—. Tu nombre significa león, ¿verdad?
—Entre otras cosas. —Su cara cambia—. Pero sí, león es uno de sus significados.
—Entonces tú deberías quedártelo.
—No. —Sing lo vino a dejar a la puerta de su casa—. Por eso espero que te lo quedes, de ahora en adelante este pequeño león va a cuidarte cuando yo no esté cerca.
—Oh. —Eiji se rasca la mejilla, rojo—. Vas a ser muy bueno coqueteando de adulto, hiciste que mi corazón saltara.
—¡Ah! —El comentario le ilumina la cara—. ¿Lo hice?
—Lo hiciste. —Ríe y ansía revolverle el cabello como se imagina que Shorter habría hecho pero ya está demasiado alto para eso, sin duda está creciendo bien—. A ti se te da, no como quienes te criaron.
—¿Shorter era malo coqueteando? —Eiji bufa, recordando divertido su paso por Los Ángeles.
—Era el peor. —Confiesa—. No sé cómo no le llegó una rociada de gas pimienta, tenía maneras muy atrevidas de acercársele a las chicas.
—¿Solo a las chicas? —Sing dice aturdido—. Qué extraño, Shorter era abierto con el romance.
—No quiero saberlo. —En parte por respeto, en parte porque no quiere darle rienda suelta a su imaginación—. Por favor, no me cuentes más.
—Estoy seguro de que te debió haber coqueteado, le gustaban las personas bonitas, creo que también le gustó Ash en su tiempo.
—Para.
—Si te cocinó patas de pollo te estaba coqueteando y si les cocinó a los dos esperaba un trío.
—¡Sing! —Chilla—. Qué no quería saber. —Y está riendo de verdad mientras hablan de Shorter.
Es extraño.
Desde que Shorter murió ha evitado pensar en él porque cada vez que lo hace se ve remontado a ese último latido de corazón sobre su torso, justo sobre la camiseta rasgada y ensangrentada que Dino lo forzó a ponerse para darle un espectáculo a Ash, no volvieron a pronunciarlo como si se hubiera convertido en un tabú y de cierta manera se transformó en uno, le duele, lo anhela recordar como el idiota despreocupado que conoció y no cómo el zombi con los ojos llenos de terror. Es lindo poder hablar de él así. Eiji sonríe con tristeza. Es lindo volver a pensar en Shorter porque Shorter sigue habitando en su alma aunque lo esconda.
—¿Qué pasó? —La preocupación resulta evidente en su carita—. ¿Dije algo malo? No te quería hacer llorar, Eiji.
—Yo no estoy... —Plic. Plic. Plac. Una última lágrima cae—. Perdón. —Se ríe apretando al león contra su vientre, sintiéndose extrañamente pequeño gracias a la nueva brecha corporal.
—Está bien. —Sing lo atrae hacia su pecho, primero vacilante tanteando que el abrazo sea bien recibido, luego con fuerza—. Ya estás bien. Estoy aquí. Estás a salvo.
Y Eiji simplemente se deja contener.
Vaya, asume que Sing realmente cambió durante su ausencia, que todos lo hicieron para bien.
—¡Ejem!
Eiji entra en pánico al escuchar ese carraspeo, ni siquiera observó cuando abrió la puerta y se asomó hacia el pasillo, mierda, es una horrible situación para ser encontrado, Ash se ve de tan malhumor que cualquiera con sentido común ya estaría sobre sus rodillas suplicando, pero el más joven solo esboza una sonrisa altanera sin soltar al nipón y lo encierra aún más contra sus brazos. Digno sucesor de Shorter Wong. Dios. Par de niños.
—¿Acaso interrumpo?
—Sí. —Sing está disfrutando esto—. La verdad sí. —Ya que siempre quiso la atención del nipón pero Ash siempre se la quitaba—. Lee la atmósfera.
—Sing. —Eiji le da un codazo para que lo suelte—. Te llamaré pronto, vete a casa antes de que oscurezca.
—Bien, nos veremos pronto. —Y lo acepta demasiado fácil—. Nuestra cita de hoy estuvo linda.
—¿C-Cita? —Balbucea entre la espada y la pared, desea explicarse, no obstante, en teoría Ash no es nada y no existe razón para hacerlo ¿verdad? Supone que le dará la satisfacción al chino.
—¡Nos vemos para la próxima, Eiji! —Tararea feliz—. ¡Cuida bien a nuestro pequeño cachorro!
—¡¿Cachorro?! —Ash escupe—. ¿De qué habla?
—De nuestro leoncito.
Ash cierra la puerta de golpe.
Tan infantil.
Eiji quiere reclamar, no obstante, apenas entran al departamento Ash se desmorona apoyando su frente sobre su hombro, haciéndose tan pequeño que cabe en el bolsillo de su corazón, las manos del japonés tiemblan y levitan alrededor de la espalda más fornida, no sabe si desea un abrazo puesto que Ash no es una persona de contacto físico y al mismo tiempo, se siente como si estuviera enfrente de un gatito ronroneando, suplicando que le acaricien el lomo y le tiren la cola para jugar. Es rara esta faceta suya. Es tan adorable que se olvida de cómo respirar.
—No me gustó eso. —Le dice encogiéndose aún más contra Eiji, no es brusco ni tampoco está pesado, de hecho apenas se está apoyando en el japonés, es como si aquella caricia fuera una excusa para estar más cerca y ya—. Desperté y no estabas ahí, me asusté.
—Te dejé una nota explicándote que iba a salir.
—Sí... pero dijiste que irías a almorzar con un amigo y ya es de noche. —No es uno de sus retos.
—Se me pasó la hora. —Es una muestra de vulnerabilidad—. Perdón, debí llamarte.
—No tengo tu número, te quise escribir.
—Oh. —Y de repente, entiende de dónde viene esto—. Es cierto, no te lo he dado.
—Y ese sujeto sí lo tenía, dijo que te llamaría y fue a una cita contigo. —Ash esconde la cara en el cuello del moreno, su aliento le eriza la piel poniéndola de gallina, Eiji siente cómo el corazón le salta desesperado por tan repentina cercanía, nunca se imaginó este escenario—. Él parece saber muchas cosas sobre ti, impresionan tener una historia juntos.
—Nosotros también tenemos una historia juntos.
—Sí, por eso tú lo sabes todo sobre mí. —Musita—. Pero yo no sé nada sobre ti y eso me frustra.
—Ash.
—No comprendo qué son estas emociones dolorosas en mi interior, pero cuando te miré entre sus brazos me punzó el pecho como si lo estuvieran apuñalando y al mismo tiempo me dieran un puñetazo en el estómago, me desagradó, me desagradó mucho, ¿qué diablos es eso? Creo que son celos, no estoy seguro.
Ash no espera una respuesta, alza sus manos hacia la espalda del japonés y apenas lo roza en un intento de atraerlo, es el primer abrazo que inicia porque Eiji siempre fue quien se los ofrecía y es extraño estar del lado contrario, el vuelco en su estómago es una marejada, una rosa que florece, una mariposa que rompe el capullo, un girasol que se va con el viento, ni siquiera logra reaccionar, tiene demasiado miedo de que la finitud del momento se rompa, que el más joven de repente recupere la memoria y lo repudie. No quiere eso. Por favor.
No quiere que la inocencia de Ash se acabe.
—Sonará tonto pero quiero ser la persona más cercana a ti, quiero ir a lugares lindos juntos, te quiero escuchar hablar de las cosas que te gustan mientras estamos rodeados de ellas, quiero sostener largas conversaciones contigo y quedarnos dormidos mientras charlamos, quiero ver cuales son tus suéteres para salir y los para andar en la casa, quiero pasarte a buscar y a dejar a la universidad, quiero estar contigo, ansío conocerte más que nada, no me importa si todavía no me conozco pero ¿a ti? A ti sin duda te quiero conocer como la palma de mi mano.
—¿Por qué? —Eiji lo aparta tomándolo de los hombros y lo mira a los ojos—. Te deberías querer conocer a ti primero.
—Pero mi mente está llena de ti todo el tiempo. —Mierda—. ¿Cómo podría concentrarme si tú eres todo lo que deseo? Perdón, ni siquiera sé lo que estoy diciendo, es raro, esos sentimientos llevan ahí bastante, lo presiento, pero decirlo en voz alta es raro, ¿yo no era un novio cariñoso?
—Ash.
—Pero tienes un nuevo novio ¿verdad?
—¿Quién? —Ash mira con desprecio al peluche—. Sing tiene 15 años.
—Bueno, es obvio que te gustan menores.
—Tonto. —Eiji le da un codazo en broma—. Eres un tonto, Ash.
—¿Un tonto que tiene razón?
—Quizás.
—¿Un tonto que es malditamente guapo?
—Vamos a acostarnos antes de que me arrepienta de volver a casa.
Ash lo agarra de la mano y lo mete a su cuarto, ambos se recuestan en la cama, frente a frente, tapados apenas por una manta mientras hablan de trivialidades de su pequeña vida juntos, no pasa mucho para que el lince caiga rendido puesto que la angustia debió ser agotadora, Eiji se queda recostado en su pecho un tiempo, el muy terco lo atrapó entre sus brazos y si se levanta lo despertará, piensa en todas las cosas que pasó hoy, en lo que Ash le confesó y nunca tendría que haberle confesado. Amor. Traición. Pérdida. Shorter. Lao. Mi alma siempre estará contigo.
Suspira sintiéndose un caos.
¿Acaso Ash alguna vez lo habrá amado? Lo último que sabe es que se queda dormido por culpa del latido de corazón tan errático que el rubio le entrega.
No se preocupen que Ash de a poco va a ir ganando los pedacitos de su vida pero será un debate real el hecho de qué lo define a él y qué tanto lo construyen las cosas que pasó, nos quedaremos con EIji un ratito más eso sí porque es un personaje que merece los focos de atención. Espero que les haya parecido tan lindo como a mí.
See ya!
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