Navidad #3 (CS55)🔥
NAVIDAD A TODA VELOCIDAD #3:
CARLOS SAINZ
"Patinando hacia ti"
Las luces parpadeaban en tonos cálidos, llenando las calles de Varsovia con un espíritu navideño único. Era mi primera Navidad junto a Carlos, y aunque llevaba poco más de dos meses con él, sentía como si lo conociera de toda la vida. Nuestra historia había comenzado en uno de esos lugares donde las pasiones convergen: una pista de carreras.
Soy Kasia Nowak, una periodista deportiva polaca, extrovertida hasta la médula y amante de las emociones fuertes. Mi trabajo me había llevado a entrevistar a los grandes de la Fórmula 1, y así conocí a Carlos. Nunca olvidaré cómo sus ojos marrones se iluminaron mientras respondía a mis preguntas sobre el circuito de Monza. Me enamoré de su seriedad, su inteligencia y esa sonrisa que solo mostraba cuando pensaba que nadie estaba mirando.
Ahora, aquí estábamos, en mi tierra natal, listos para pasar las fiestas juntos. Lo mejor de todo era que Carlos había insistido en experimentar una tradición navideña polaca: patinar sobre hielo en la plaza principal. Y aunque él no era precisamente un experto en el tema, prometía ser una experiencia inolvidable.
—¿Estás segura de que no te vas a cansar de mí después de arrastrarme por todo este mercado? — preguntó Carlos, mientras me envolvía más en su bufanda roja.
—No digas tonterías— respondí, tomando su mano enguantada— Te encanta explorar, aunque no lo admitas.
El mercado estaba lleno de vida. Puestos de madera decorados con guirnaldas ofrecían desde pierniki (galletas de jengibre) hasta artesanías locales. Carlos no podía evitar fruncir el ceño cada vez que alguien intentaba venderle algo diciendo que "era único".
—Esto es lo mismo que vimos hace diez minutos, Kasia— bromeó, señalando un adorno de madera.
—Pero este tiene un reno. Claramente es diferente.
Él soltó una risa suave, una que me hacía querer abrazarlo aún más. Y, por supuesto, lo hice.
—¿Siempre eres tan cariñosa?— me susurró al oído.
—Solo contigo— respondí, poniéndome de puntillas para besarlo en la mejilla.
Sus ojos brillaron con ese toque pícaro que me encantaba.
—Sabes que no puedes ir por ahí tentándome así, ¿verdad?
Me sonrojé, pero antes de que pudiera responder, lo arrastré hacia la pista de hielo, donde el verdadero desafío del día nos esperaba.
El aire frío de la noche hacía que mi aliento formara pequeñas nubes mientras Carlos y yo nos acercábamos a la pista de hielo en la plaza principal de Varsovia. Las luces navideñas colgaban sobre nosotros, parpadeando en tonos dorados y blancos, y una melodía suave de villancicos resonaba desde los altavoces cercanos. A mi lado, Carlos parecía emocionado y algo nervioso.
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto?— le pregunté, mirándolo con una sonrisa traviesa.
—Por supuesto— respondió, ajustándose la bufanda alrededor del cuello— No puede ser tan complicado.
—¿Ah, no?— respondí, levantando una ceja.
Él me devolvió una sonrisa desafiante, y entramos al área de alquiler de patines. Mientras yo seleccionaba mi talla sin problemas, Carlos inspeccionaba los suyos como si fueran piezas de un coche de Fórmula 1.
—¿Por qué tienen ese aspecto tan frágil?—preguntó, sosteniendo un patín y mirándolo con escepticismo.
—Porque no necesitas velocidad, solo equilibrio.
—Velocidad podría ser más fácil— refunfuñó, intentando ponérselos.
Una vez listos, nos dirigimos hacia la pista. El hielo brillaba bajo las luces, reflejando las estrellas artificiales que colgaban sobre la plaza. Había parejas patinando de la mano, niños riendo mientras sus padres los ayudaban a mantenerse en pie, y algún que otro principiante que se tambaleaba con la misma inseguridad que Carlos parecía anticipar.
—Vale, Kasia, ¿qué hago ahora?— preguntó, mirando el hielo como si estuviera a punto de enfrentar su mayor desafío.
—Primero, respira. Segundo, no tengas miedo de caerte. Es parte del proceso.
—Eso es fácil para ti decirlo. Eres una experta. Yo soy un novato con una reputación que mantener.
Me acerqué a él, tomando sus manos entre las mías.
—Tranquilo, Carlos. Si puedes manejar un coche a 300 kilómetros por hora, esto será pan comido.
Él soltó una risa baja, pero pude ver que estaba más relajado. Entramos juntos al hielo, y en cuanto dio el primer paso, tropezó y se tambaleó hacia mí.
—¡Cuidado!— exclamó, aferrándose a mis hombros para no caer.
—Eso estuvo cerca— dije, riendo mientras lo estabilizaba.
—Esto es más complicado de lo que pensaba.
Poco a poco, comenzamos a movernos. Yo patinaba hacia atrás, guiándolo con cuidado mientras él intentaba imitar mis movimientos. Cada vez que parecía ganar confianza, un ligero desequilibrio lo hacía detenerse en seco.
—No te rías— dijo, notando mi expresión divertida.
—No estoy riéndome… mucho.
—Eres cruel, Kasia.
Me acerqué a él, sonriendo.
—Anda, déjame ayudarte.
Tomé sus manos y lo jalé con suavidad. Al principio, sus movimientos eran torpes, pero después de unos minutos empezó a relajarse. Incluso intentó un par de pasos por sí mismo, aunque siempre volvía a buscar apoyo en mí.
—¿Ves? Lo estás logrando— dije con entusiasmo.
—Eso es porque me tienes de niñera.
—Mejor que terminar de cara al hielo, ¿no?
Carlos soltó una carcajada y, por un momento, todo el nerviosismo desapareció. Pero, como si el universo quisiera recordarnos que aún era un principiante, su pie derecho resbaló, y antes de que pudiera reaccionar, estábamos ambos en el suelo.
—¡Ay!— exclamé, aunque no podía dejar de reír.
Carlos estaba de espaldas, mirándome con una mezcla de frustración y diversión.
—¿Te divierte esto?— preguntó mientras yo trataba de recuperar el aliento.
—Un poco— admití, apoyándome en él para levantarme.
—No sé si llamarte mi novia o mi torturadora personal.
—Ambas cosas.
Antes de que pudiera protestar, me incliné y le di un beso rápido en los labios.
—Eres imposible— dijo, pero había una sonrisa en sus ojos.
Lo ayudé a levantarse, y esta vez, decidimos intentarlo juntos. Nos movíamos despacio, riendo cada vez que uno de nosotros tropezaba. A pesar de su falta de experiencia, Carlos tenía una determinación que me impresionaba.
Después de un rato, incluso se atrevió a soltarse de mis manos y avanzar unos metros por su cuenta.
—¡Mira eso!— dijo, levantando los brazos como si hubiera ganado una carrera.
—¡Bravo, campeón!— respondí, aplaudiendo.
Pero, en su entusiasmo, perdió el equilibrio y volvió a caer, esta vez de lado. Corrí hacia él, tratando de no reírme demasiado.
—¿Estás bien?— pregunté, agachándome a su lado.
—Sí, solo mi orgullo está un poco magullado.
Lo ayudé a sentarse, y mientras lo hacía, nuestras miradas se encontraron. Había algo en su expresión, una mezcla de vulnerabilidad y humor, que hizo que mi corazón se acelerara.
—Gracias por no rendirte conmigo, incluso cuando soy un desastre en cosas como esta.
—Eres un desastre adorable— dije, acariciando su mejilla.
—Y tú eres increíble, ¿te lo he dicho?
Asentí con una sonrisa, y antes de que pudiera responder, me besó. Fue un beso dulce, lento, que me hizo olvidar el frío del hielo. Todo lo demás desapareció, y por un momento, solo existíamos nosotros.
Cuando finalmente nos separamos, él me miró con una expresión divertida.
—Creo que patinar no es lo mío.
—No importa. Lo importante es que lo intentaste.
—¿Eso significa que podemos volver a la zona de chocolate caliente?— preguntó con una sonrisa de niño travieso.
—Solo si admites que yo soy la campeona del patinaje.
—Siempre lo has sido, Kasia.
Tomados de la mano, salimos de la pista, listos para calentarnos junto a una taza de chocolate caliente. Aunque la noche no había sido perfecta, había sido mágica, como todo lo que compartíamos juntos.
De vuelta en casa, la chimenea crepitaba suavemente mientras Carlos y yo nos acomodábamos en el sofá. Él estaba envuelto en una manta, con una taza de chocolate caliente en las manos.
—¿Sabes?— dije mientras me acurrucaba a su lado— Esta es una de mis Navidades favoritas.
—¿Por qué? ¿Por el desastre en la pista de hielo?
—No, por ti.
Él me miró con esos ojos cálidos que me hacían sentir segura.
—Eres increíble, Kasia. Nunca pensé que terminaría saliendo con alguien que no solo entiende mi mundo, sino que también lo vive conmigo.
Sonreí, sintiendo cómo mis mejillas se sonrojaban.
—Y yo nunca pensé que me enamoraría de alguien tan testarudo.
—¿Testarudo?
—Sí, pero en el mejor de los sentidos.
Carlos dejó su taza a un lado y me atrajo hacia él, sus labios rozando los míos con una suavidad que me hacía olvidar todo lo demás.
La chimenea crepitaba suavemente, llenando la habitación con un calor reconfortante. Carlos y yo nos mirábamos con una mezcla de deseo y complicidad, el aire cargado de una tensión palpable después de nuestra aventura en la pista de hielo. Nuestros cuerpos aún vibraban con la emoción del patinaje y la conexión especial que compartíamos en cada mirada y roce.
Sin decir una palabra, lentamente me acerqué a él, sintiendo cómo su respiración se aceleraba al notar mi proximidad. Nuestros labios se encontraron en un beso cargado de pasión, un encuentro que parecía explorar todos los rincones de nuestros deseos mutuos. La sensación de su boca contra la mía era embriagadora, demandante, como si ambos necesitáramos ese contacto para confirmar lo que ya sabíamos: estábamos profundamente enamorados.
Mis manos se deslizaron por su espalda, sintiendo la tensión de sus músculos bajo la tela de su camisa. Carlos respondió con la misma intensidad, sus dedos acariciando mi cuello y mi cabello con deseo. Nos besamos con un fuego creciente, perdiéndonos en el calor del momento y la conexión física que nos unía.
Con movimientos llenos de urgencia, nos quitamos lentamente la ropa, cada prenda que caía al suelo revelaba más de nuestra pasión contenida. Carlos me miraba con ojos oscurecidos por el deseo, su mirada ardiente confirmando lo que sus labios ya habían revelado. Sin decir una palabra, me guió hacia el sofá, donde nos tumbamos juntos en un torbellino de sensaciones.
Nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo apasionado, explorándonos mutuamente con ansias desenfrenadas. Cada caricia, cada beso, cada susurro de deseo encendía nuestra pasión hasta límites inimaginables. Mis manos recorrían su piel con avidez, sintiendo cada músculo tenso y cada latido acelerado de su corazón que latía al unísono con el mío.
Carlos me tomó con firmeza, guiando nuestros movimientos en una danza de deseo y placer. Cada roce, cada caricia, cada beso encendía el fuego entre nosotros, consumiéndonos en una explosión de pasión y amor. Nos entregamos el uno al otro con una entrega total, explorando cada rincón de nuestro ser en un vaivén de emociones y sensaciones que nos envolvían por completo.
El sonido de nuestros gemidos y susurros llenaba la habitación, mezclándose con el crepitar de la chimenea y el suave tintineo de las luces navideñas que parpadeaban en la sala. Éramos dos almas ardientes unidas en un momento de éxtasis, donde el mundo exterior desaparecía y solo existía el calor de nuestros cuerpos entrelazados en un abrazo apasionado.
—Te quiero, Kasia— susurró.
Mi corazón dio un vuelco. Era la primera vez que lo decía, y no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas.
—Te quiero, Carlos.
Nos besamos de nuevo, y mientras las luces del árbol de Navidad parpadeaban a nuestro alrededor, supe que este era solo el comienzo de algo mucho más grande.
Y así, en medio de la magia navideña y el amor que nos unía, Carlos y yo nos perdimos el uno en el otro en una noche inolvidable de deseo y pasión desenfrenada, patinando hacia un mundo de placer y éxtasis que solo nosotros podíamos conocer.
Esa Navidad, bajo las luces de Varsovia y el frío del invierno, aprendimos que el amor no siempre llega de manera planeada. A veces, simplemente te encuentra, incluso en el lugar más inesperado, como una pista de hielo o una entrevista en un circuito de carreras.
Hellooooo. Aquí os dejo el especial Navidad #3 con nuestro querido Smooth Operator.
Sé que no estoy en posición de exigir nada porque he desaparecido un tiempo pero ver que los OS anteriores están teniendo muchas lecturas y pocas estrellitas me está doliendo en el cocoro, así que si podríais darle a la estrellita os lo agradecería mucho, pues me anima a seguir adelante y mejorar en cuanto a contenido y calidad de este.
En general, los pilotos más pedidos que he visto en comentarios han sido Lando y Charles. Estos dos serán los próximos. Si tenéis alguna sugerencia más...
Propuestas aquí ➡️
En fin, si os ha gustado esta pequeña historia ya sabéis que una estrellita, un comentario y un follow siempre ayudan mucho a seguir y mejorar.
Atte: Alma<3
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