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Navidad #1 (OP81)🔥

NAVIDAD A TODA VELOCIDAD #1:
OSCAR PIASTRI
"Navidad entre nosotros"

La nieve no caía en Gold Coast, Australia, pero la brisa del verano austral acariciaba mi rostro mientras ajustaba mi cabello rebelde bajo un sombrero de ala ancha. Era la víspera de Navidad, y estaba al lado de alguien que conocía mejor que a mí misma: Oscar Piastri. No era el chico más expresivo, incluso se podría decir que era como un señor mayor atrapado en el cuerpo de un veinteañero, pero había algo en su presencia que hacía que mi corazón siempre se sintiera en calma.

A pesar de haber crecido bajo el sol ardiente y las costas doradas de este lugar, todavía me emocionaba cuando la Navidad se acercaba. Las luces en las casas, los árboles decorados que parecían importados de algún cuento nórdico, y el bullicio de la gente buscando regalos de último minuto en el centro comercial. Pero este año sería diferente. Este año, decidimos hacer algo especial, algo solo para nosotros dos.

-¿Lista para salir?- preguntó Oscar, apoyándose en su coche, un McLaren impecable que parecía más un cohete que un vehículo terrestre.

Siempre me hacía gracia cómo el chico que solía construir castillos de arena conmigo ahora conducía máquinas diseñadas para romper barreras de sonido.

-Por supuesto- respondí, dejando caer mi mochila en el asiento trasero.- ¿Pero me vas a decir a dónde vamos o es parte del misterio?

Oscar me lanzó una mirada casi traviesa, una rareza en él.

-Es una sorpresa, Inesh. Y ya sabes cómo soy con los secretos.

-Malísimo- me burlé mientras subía al coche.

Él rió bajo, esa risa que siempre lograba que se me erizara la piel. Algo en su manera de ser tan pausada, tan contenida, siempre me había intrigado. Yo, en cambio, era un torbellino de energía, y quizás por eso siempre nos habíamos complementado tan bien. Desde el primer día que nos conocimos, cuando yo era una niña italiana recién llegada al país, él había sido mi refugio.

El coche rugió bajo sus manos expertas, y pronto dejamos atrás la ciudad, adentrándonos en carreteras más tranquilas. El paisaje cambiaba, y aunque todavía no sabía exactamente a dónde íbamos, confiaba en él. Siempre lo hacía.

-¿Cómo van las cosas en el equipo?- pregunté para romper el silencio.

-Bien- respondió, sus ojos fijos en la carretera.- Creo que estoy encontrando mi ritmo.

-Tu ritmo es ganar, Piastri. Lo sabes.

Su sonrisa fue pequeña pero genuina.

-¿Siempre tan optimista?

-Siempre contigo- respondí sin pensar demasiado.

La forma en que sus dedos apretaron levemente el volante me hizo preguntarme si había dicho algo indebido.

Después de un rato, llegamos a una cabaña escondida entre árboles altos y frondosos. Parecía sacada de una postal navideña, con luces cálidas colgando en la entrada y un pequeño árbol decorado al frente. Mis ojos se abrieron de par en par.

-¿Qué es esto, Oscar?

-Un lugar para escapar- dijo mientras apagaba el motor.- Pensé que podríamos usar un poco de tranquilidad. Además, tu complejo de Pocahontas me dice que esto te gustará.

Él bajó y abrió mi puerta, un gesto que siempre encontraba encantadoramente anticuado. Su seriedad usual no coincidía con la suavidad de sus acciones.

Dentro, la cabaña era aún más acogedora. Una chimenea crepitaba suavemente, y el aire olía a pino y especias navideñas. Había una mesa preparada con lo que parecían ingredientes para hacer galletas.

-¿Vamos a hornear?- pregunté, sorprendida.

Oscar se encogió de hombros, con una expresión que casi parecía tímida.

-Sé que siempre hablas de lo mucho que te gusta la Navidad, así que pensé que podríamos hacer algo típico. Y bueno, no soy un chef, pero puedo seguir una receta.

La risa salió de mí antes de que pudiera contenerla.

-¡Esto es increíble! Nunca te imaginé como alguien que hornea, pero me encanta la idea.

Pasamos la tarde entre harina, risas y mucha azúcar. Oscar, que normalmente era tan meticuloso en todo lo que hacía, estaba cubierto de masa en cuestión de minutos.

-¿Quién diría que el gran piloto no puede manejar una batidora?- me burlé mientras intentaba ayudarle a limpiar un desastre que él mismo había creado.

-¿Quién diría que alguien puede hablar tanto mientras cocina?- replicó, aunque su sonrisa traicionaba la seriedad de sus palabras.

Hubo un momento, mientras ambos estábamos tan cerca que podía oler el leve aroma a pino en su ropa, en el que sentí algo extraño en el aire. Era como si el mundo se hubiera ralentizado, como si todo en la cabaña nos empujara hacia un instante suspendido.

-Inesh...- dijo, su voz más suave de lo habitual.

-¿Sí?

Oscar abrió la boca para decir algo más, pero en ese preciso momento, las galletas en el horno emitieron un pitido estridente. El momento se rompió, y él rápidamente se apartó para apagar el temporizador.

-Están listas- dijo, sin mirarme directamente.

Suspiré, algo confundida pero sin querer presionar. Era típico de Oscar guardarse las cosas, y yo había aprendido a esperar.

La noche avanzó, y después de comer nuestras galletas (un poco quemadas pero deliciosas de todos modos), decidimos salir al pequeño balcón de la cabaña. Las estrellas brillaban intensamente, y la tranquilidad del lugar era casi mágica.

-Oye, gracias por esto- dije, dándole un pequeño golpe en el brazo.- Es... perfecto.

-No tienes que agradecerme nada- respondió, su mirada perdida en el cielo.

Nos quedamos en silencio, disfrutando de la noche, hasta que no pude evitar romperlo con una pregunta que llevaba tiempo rondando mi cabeza.

-¿Por qué siempre eres tan reservado conmigo, Oscar?

Él se tensó, como si la pregunta le hubiera golpeado físicamente. Pero después de unos segundos, suspiró y se giró hacia mí.

-No es que sea reservado contigo. Es que...

-¿Qué? Vamos, no me digas que es "vergüenza", nos conocemos desde que nos comíamos los mocos.

-Es complicado- dijo, pero esta vez no apartó la mirada. Sus ojos marrones se fijaron en los míos, y sentí un escalofrío recorrerme.

-No tienes que hacerlo complicado. Es solo conmigo- murmuré, intentando aliviar la tensión.

Él se rió suavemente.

-Eso es lo que lo hace complicado, Inesh.

Antes de que pudiera procesar lo que significaban sus palabras, Oscar dio un paso hacia mí. Era un movimiento tan pequeño pero lleno de intenciones, como si estuviera cruzando un umbral que había evitado toda su vida.

-Inesh, he estado enamorado de ti desde que éramos niños- confesó, su voz temblando ligeramente.

Sentí que mi corazón se detenía. De todas las cosas que había esperado escuchar, esto no estaba ni remotamente en mi lista.

-¿Qué?

-Siempre he estado ahí para ti, porque no puedo imaginar estar en ningún otro lugar pero nunca supe cómo decirlo, porque no quería arriesgar lo que tenemos. Y sí, sé que probablemente debería haberlo mantenido para mí, pero...

-Pero no pudiste más- terminé por él, mi voz apenas un susurro.

Él asintió, sus ojos reflejando una mezcla de miedo y esperanza.

Por un momento, todo lo demás desapareció. El ruido del mundo exterior, el crujir de la madera bajo nuestros pies, incluso el latido frenético de mi propio corazón. Solo estábamos nosotros dos, enfrentando una verdad que siempre había estado ahí, oculta en las sombras de nuestra amistad.

-Yo...- comencé, pero no sabía qué decir. La intensidad de sus sentimientos me abrumaba, pero también despertaba algo dentro de mí que no había querido reconocer antes.

Sin pensarlo demasiado, cerré la distancia entre nosotros y lo abracé con fuerza.


-Siempre serás mi mejor amigo, Oscar- dije en voz baja.- Pero creo que esto... esto podría ser algo más.

Él se apartó lo suficiente para mirarme, sus ojos llenos de una emoción que casi me hizo llorar.

-¿De verdad?

-Sí- respondí, sonriendo.- Pero vas a tener que atreverte y dar el primer paso.

Oscar rió, y antes de que pudiera decir algo más, se inclinó y presionó sus labios contra los míos. Fue un beso dulce, tímido, lleno de todo lo que nunca habíamos dicho.

Cuando nos separamos, no pude evitar reír.

-¿Qué es tan gracioso?- preguntó, con una mezcla de diversión y preocupación.

-Que la Navidad nunca volverá a ser igual- respondí.

Oscar se limitó a responderme con una sonrisa ladeada y una sutil caricia que pronto se convirtió en un empujón que pegó su cuerpo al mío a la par que sus labios chocaron contra los míos en un cálido beso. Con rapidez, correspondí esa intensa unión, moviendo mi boca junto a la suya en una sincronía de sabrosos y delicados movimientos que pronto se transformaron en algo más pasional, carnal.

Mis finos dedos se enredaron en su suave cabellera, tirando ligeramente de las castañas hebras mientras mi lengua buscaba abrirse paso por su labio inferior. Un jadeo inesperado se escapó de su garganta y fue ahogado contra mis comisuras. Sus firmes y rudas manos clavaron las uñas en mi carne, arrebatándome un grueso gemido que fue acompañado por un astuto movimiento en el que el australiano logró empujarme contra la pared más cercana, casi en un acto desesperado e involuntario.

Al instante, el rubor se adueñó de sus mejillas y Oscar rompió el beso, dejando mi cuerpo ardiente y deseoso de más.

-Lo siento... Yo...- murmuró, ciertamente nervioso, rascando su nuca.

-Oscar- tomé su mentón entre mis dedos, obligándole a mirarme a los ojos- está bien, quiero más. Yo te quiero a ti, te deseo.

Su oscura mirada se iluminó después de que mis palabras resonasen contra sus oídos y, sin previo aviso, procedió a besarme de nuevo.

-¿Sabes cuánto he deseado esto?- murmuró, su voz ronca y baja, mientras sus dedos trazaban líneas suaves desde mi clavícula hasta el borde de mi hombro desnudo. Sus ojos buscaron los míos, buscando una respuesta que no necesitaba palabras.

En lugar de responder, acerqué mis labios a los suyos de nuevo, esta vez siendo yo quien tomó la iniciativa. Mis manos subieron hasta sus hombros, deslizándose lentamente hasta la línea de su mandíbula. Sentí cómo su cuerpo se tensaba bajo mi toque, pero no era incomodidad; era deseo, puro y genuino.

Sus labios comenzaron a recorrer mi mandíbula, luego mi cuello, cada beso lento y deliberado, como si estuviera aprendiendo cada centímetro de mi piel. Su mano descendió por mi cintura, trazando círculos suaves, provocadores, que encendieron un fuego en mi interior. Cuando sus dedos se detuvieron en la curva de mi cadera, una mezcla de expectativa y deseo me invadió.

-Si no quieres esto...- comenzó a decir, con una ternura que solo hacía que lo deseara más.

-Lo quiero- susurré, apenas audible, pero suficiente para que él lo entendiera. Una sonrisa pequeña y satisfecha apareció en sus labios antes de que me besara de nuevo, un beso que dejó claro que esto no era más que el principio.

Asentí una última vez, en un acto de darle permiso y permitir que mi cuerpo cediese ante la tentación que se me había presentado hacía años pero que no había mordido hasta ahora.

Oscar tomó esta última acción como lo único que necesitaba para dejarse llevar por completo y sucumbir al deseo que avivaba una cálida sensación en su corazón y, a la vez, en su vientre.

Tomándome por la parte trasera de mis muslos, en apenas un abrir y cerrar de ojos, el australiano reposó mi cuerpo sobre la fría encimera que hacía contraste con mi ardiente piel. Gemí ante la sabrosa sensación de ese contraste de temperatura y su esculpido cuerpo presionando contra el mío, haciéndome sentir cada ápice, átomo, músculo...

Sus maestras manos comenzaron a colarse bajo mi falda y en ese momento agradecí a mi pereza mañanera por haber escogido lo primero que se había encontrado en el armario. Me estremecí ante la fervente sensación de sus dedos viajando por debajo de la tela de mi ropa, haciendo contacto directo con mi centro, el cual estaba meramente cubierto por la fina capa de mis bragas ya húmedas.

Por inercia, mi boca buscó de nuevo la suya, intentando por todos los medios ahogar los sonidos de placer que subían por mi garganta y eran expulsados por mi boca. Ansiosa y sin poder retener mi deseo ni un solo segundo más, me apresuré a hacer lo que ambos necesitábamos. Mis manos buscaron la cremallera de sus pantalones, la cual bajé con una rapidez que ni yo misma sabía que tenía.

Oscar rompió el beso pero no por mucho tiempo, sino el justo y necesario para bajar sus boxers y, seguidamente, mi propia ropa interior. Temblando ligeramente, cogió de uno de los bolsillos de su pantalón un preservativo, a lo que yo me limité a alzar una ceja y mirarlo con una expresión de diversión.

-Vaya, vaya, alguien estaba muy confiado de sí mismo, ¿huh?

-Cállate, ¿quieres?- su voz tendía de un hilo y era lo más semejante a un susurro.

Una risilla fue substituída por un jadeo cuando su miembro se alineó con mi entrada y una pícara sonrisa se instaló en los labios de Oscar.

-¿Se te ha quitado toda la burla de repente?- ese tono, ese maldito tono de voz había logrado que mis piernas temblasen solo de escucharlo.

-Te importaría centrarte, ¿por favor?

-Oh, créeme, estoy muy centrado pero resulta gracioso ver a la chica que siempre tiene respuesta para todo sin palabras- arqueó una ceja, mirándome con sus grandes orbes marrones, traspasándome con ellos.

Siendo honestos, jamás imaginé a Oscar del tipo de decir tales cosas. Por dios, ni siquiera me había imaginado nunca como sería esta situación con él.

O, bueno... Quizás un par de veces pero... Creo que debería callarme.

Me limité a hacer el último movimiento que quedaba para sentirlo en todos los aspectos: cuerpo, alma y mente. El último as bajo mi manga y el que estaba dispuesto a jugar hasta haberlo perdido todo.

Mis caderas hicieron contacto con las suyas y ninguno de los dos pudo evitar que un suspiro saliese de nuestros labios cuando su miembro se acomodó en mi interior y todo lo que podía importar a nuestro alrededor se desvaneció como el humor.

Su cabeza se inclinó hacia atrás mientras que un conjunto de gemidos y caricias creaban una irreemplazable sensación de satisfacción que complacía nuestros sentidos primitivos.

Jamás había estado sumergida en algo tan dulce y a la vez tan intenso como lo que viví con Oscar. Sabía que después de esa noche todo cambiaría...

Y tenía razón. Esa noche, bajo las estrellas, comenzó una nueva etapa de nuestra historia. Una que prometía ser tan emocionante como una carrera a máxima velocidad, pero mucho más cálida, como un abrazo navideño.

Helloooo, ¿cómo estáis? Bueno, este OS es el primero de algunos capítulos de Especial Navidad que iré subiendo desde ahora hasta el día de Nochebuena. Me gustaría, por tanto, saber de que otros pilotos querríais historias de este tipo.

Propuestas aquí ➡️

En fin, he visto que algunos queríais uno de Oscar así que lo he aprovechado para empezar esta mágica época con él. Decidme que os parece esta manera de OS, si os ha gustado y si preferís este modelo a diferencia del que he publicado ayer.

Si os gusta esto ya sabéis que una estrellita, un comentario y un follow siempre dan muchos ánimos para seguir adelante.

¡Felices fiestas mis querid@s! 🎄❤️

Atte: Alma <3

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