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Kimi Antonelli (🔥)

BAJO LAS ESTRELLAS DE MONZA:
"ARREPENTIMIENTO"

El rugido del motor resonaba como un latido en mi pecho mientras caminaba hacia el box de Mercedes en el Autodromo Nazionale di Monza. Aunque llevaba años trabajando en Fórmula 1 como ingeniera, cada carrera me hacía sentir el mismo vértigo que la primera vez. Pero esta vez era distinto. Esta vez, todo giraba alrededor de un chico que no dejaba de ocupar mis pensamientos.

Kimi Antonelli.

Era una sensación extraña. Él, con apenas 19 años, acababa de debutar en los entrenamientos libres. Yo, a mis 27, era la ingeniera encargada de analizar sus tiempos y ajustar su monoplaza para que diera lo mejor de sí. Sabía que una relación así, incluso una mera amistad, sería complicada y controvertida. Pero había algo en su mirada, en su timidez, que me desarmaba por completo.

Mientras revisaba los datos en mi tablet, sentí una sombra proyectarse sobre mi mesa. Levanté la vista y ahí estaba él, con su cabello castaño despeinado y una sonrisa nerviosa que siempre parecía pedir permiso para existir.

Ciao, Alessia —dijo, su voz temblando apenas perceptiblemente.

Ciao, Kimi. ¿Cómo te sientes? —respondí, intentando mantenerme profesional.

—Un poco nervioso, creo. Es Monza, ya sabes… —Su risa era más una disculpa que un gesto de alegría.

Asentí y dejé mi tablet a un lado.

—Es normal estar nervioso, Kimi. Pero también tienes algo que muchos aquí no tienen: talento natural. Confía en ti.

Él asintió, pero el rubor en sus mejillas lo delataba. Parecía un niño al que le habían dado las llaves de un juguete demasiado caro.

—¿Puedo preguntarte algo, Alessia?

—Claro.

—¿Tú también estabas nerviosa la primera vez que trabajaste aquí?

La pregunta me tomó por sorpresa. No era algo que se soliera hablar entre los ingenieros y los pilotos. La relación entre ambos mundos debía mantenerse estrictamente profesional, pero había algo en su voz que me hizo querer abrirme un poco más.

—Por supuesto —admití, con una sonrisa. Me crucé de brazos y me apoyé contra la mesa— Mi primer gran premio fue aquí en Monza, hace cuatro años. Tenía miedo de cometer un error y que el mundo entero lo notara. Pero al final, el miedo se va. Te concentras en lo que sabes hacer, y todo encaja.

Él me miró fijamente, como si mis palabras fueran algo que necesitaba escuchar desesperadamente.

—Gracias, Alessia. Creo que necesitaba oír eso.

Sus ojos eran sinceros, casi demasiado sinceros. Una corriente de electricidad recorrió mi cuerpo, y aparté la mirada, incómoda con la intensidad del momento.

—Vamos, Kimi. Tenemos trabajo que hacer —dije, rompiendo la tensión.

La noche cayó sobre Monza con una serenidad que parecía contradecir la adrenalina del día. Después de horas de análisis y ajustes, decidí tomar un respiro y caminar por el paddock. Me detuve cerca de una colina que daba al circuito. Desde allí, podía escuchar el eco de los motores en mi memoria, mezclado con el canto de los grillos.

—¿No te cansas de este lugar?

La voz me sobresaltó. Me giré y encontré a Kimi, vestido con una sudadera negra y jeans, con las manos en los bolsillos. Parecía más joven, más humano, lejos del casco y el monoplaza.

—A veces es bueno ver Monza desde otra perspectiva —respondí.

Él sonrió y se acercó, sentándose a mi lado en la hierba. Por un momento, ninguno dijo nada. Solo miramos las estrellas que brillaban tímidamente en el cielo.

—Siempre pensé que la Fórmula 1 era todo glamour y velocidad —dijo finalmente, rompiendo el silencio— Pero nunca imaginé lo solitario que podría sentirse.

Su confesión me sorprendió.

—Es un mundo exigente —admití— Te consume si no encuentras algo que te ancle.

—¿Y tú? ¿Qué te ancla, Alessia?

La pregunta era demasiado personal, pero no pude evitar responder.

—La pasión por lo que hago. Pero también… bueno, mi familia, mis amigos. Las cosas simples.

Él asintió lentamente, como si estuviera procesando cada palabra. Luego, me miró con una intensidad que me dejó sin aliento.

—Tal vez necesite encontrar algo así.

Su voz era apenas un susurro, pero el mensaje estaba claro. Mi corazón latía con fuerza mientras nuestras miradas se mantenían fijas. Todo en mi cabeza me decía que me alejara, que este era un camino peligroso, pero mi cuerpo no respondía.

—Kimi… —murmuré, sin saber qué decir.

Él se inclinó hacia mí, con movimientos inseguros, como si temiera romper algo frágil. Cuando sus labios rozaron los míos, fue como si el mundo se detuviera. Era un beso tímido, lleno de dudas y nerviosismo, pero también de una ternura que me desarmó por completo.

Cuando nos separamos, ambos estábamos sin aliento.

—Lo siento, Alessia. Yo…

—No te disculpes —lo interrumpí. Mi voz era firme, pero mi corazón latía como loco— Solo… esto es complicado, Kimi. Muy complicado.

Él asintió, pero no se apartó.

—Lo sé. Pero no puedo ignorar lo que siento.

Los días siguientes fueron un torbellino de emociones. Intentamos mantener la distancia, pero cada vez que nuestras miradas se cruzaban, el deseo y la confusión volvían con fuerza.

Finalmente, llegó la carrera. Kimi terminó en los puntos, un logro impresionante para su debut. Cuando regresó al box, su sonrisa iluminaba todo a su alrededor. No pude evitar abrazarlo, olvidando por un momento todas las complicaciones.

La celebración en el motorhome de Mercedes estaba en pleno apogeo. La primera carrera de Kimi Antonelli en Fórmula 1 había sido un éxito: no solo había terminado la carrera, sino que había conseguido puntos, algo inaudito para un debutante. Todos los mecánicos, ingenieros y personal del equipo lo celebraban con una mezcla de euforia y alivio.

Yo intentaba integrarme en la fiesta, pero no podía evitar sentirme distraída. Lo veía a él, rodeado de compañeros, riendo nervioso, con esa torpeza encantadora que lo hacía único. Su juventud era evidente, pero también lo era su determinación. Había algo en él que me atraía como un imán, algo que no podía ignorar, sin importar cuántas veces me repitiera que esto estaba mal.

Mientras el champán corría y la música llenaba el ambiente, nuestras miradas se cruzaron. Kimi me observó desde el otro lado del salón, sus ojos brillando con algo más que alegría. Mi corazón dio un vuelco cuando, de forma casi imperceptible, me hizo un gesto con la cabeza, indicándome que lo siguiera.

Intenté ignorarlo, pero mis pies parecían tener voluntad propia. Dejé mi copa sobre una mesa y salí tras él, con el corazón latiendo con fuerza.

Lo encontré fuera, en un pasillo poco iluminado que conectaba con las habitaciones del hotel donde el equipo se alojaba. La música de la fiesta se escuchaba a lo lejos, amortiguada por las paredes. Kimi estaba apoyado contra la pared, con las manos en los bolsillos y una expresión nerviosa en el rostro.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté, cruzándome de brazos, aunque mi tono era más suave de lo que debería.

—Necesitaba un poco de aire —respondió, pero la forma en que sus ojos me recorrían decía otra cosa.

—Esto es un mal chiste, Kimi. Sabes que no deberíamos… —intenté decir, pero las palabras se quedaron atoradas en mi garganta cuando él dio un paso hacia mí.

—No puedo evitarlo, Alessia. No puedo fingir que no siento esto.

Su voz era un susurro, pero cada palabra estaba cargada de intensidad. Antes de que pudiera reaccionar, tomó mi rostro entre sus manos y me besó. Fue un beso urgente, desesperado, como si todo lo que habíamos reprimido durante días explotara de golpe.

Intenté resistirme, recordar las razones por las que esto estaba mal, pero cuando sus labios encontraron los míos, todo pensamiento lógico se desvaneció. Mi cuerpo respondió por sí solo, envolviendo sus hombros con mis brazos mientras lo besaba de vuelta.

—Esto es una locura… —murmuré contra sus labios, pero él solo sonrió, con esa mezcla de inocencia y atrevimiento que me volvía loca.

—Entonces, déjame ser tu locura esta noche.

No sé ni cómo llegamos a su habitación. Todo era un torbellino de besos, caricias y susurros. Cuando la puerta se cerró detrás de nosotros, las últimas barreras que nos quedaban cayeron por completo.

Kimi me empujó suavemente contra la pared, sus manos explorando mi cintura con una torpeza encantadora. Su falta de experiencia era evidente, pero había una pasión en él que lo hacía irresistible. Cada caricia suya era un descubrimiento, un mapa que trazaba con cuidado sobre mi piel.

Yo tomé el control, guiándolo con paciencia y deseo. Lo conduje hacia la cama, deslizándome fuera de mi blusa mientras lo veía mirarme como si fuera lo más hermoso que había visto en su vida. Sus manos temblaban ligeramente cuando se acercó para tocarme, y eso solo aumentó mi deseo por él.

—Relájate —le susurré, tomando su rostro entre mis manos— Confía en mí.

—Siempre confío en ti —respondió, con una sinceridad que me hizo estremecer.

Kimi comenzó a explorarme con más confianza. Sus manos, antes inseguras, comenzaron a moverse con una determinación suave, como si comenzara a entender mis reacciones, mis suspiros, mis pequeños gestos. Sus dedos recorrían mi cuello, mis hombros, mi cintura, todo con una delicadeza casi reverencial, como si quisiera asegurarse de que cada caricia que me daba fuera la correcta.

Mis manos, a su vez, no podían dejar de tocarlo. Lo sentía tan cercano, tan real, pero a la vez tan inalcanzable en su juventud, en su miedo a equivocarse, en su ansía de demostrar su valía. Cada vez que nuestras pieles se tocaban, había una chispa, un destello de electricidad que recorría todo mi cuerpo. Los nervios y la incertidumbre se desvanecían por completo, y todo lo que importaba en ese instante era el suave roce de nuestras pieles.

Kimi se detuvo un momento, sus ojos buscando los míos con una mezcla de curiosidad y deseo. Su respiración era irregular, casi tanto como la mía. Era evidente que ambos queríamos más, pero había algo entre nosotros que nos hacía ir despacio, algo que nos pedía disfrutar del momento sin apresurarnos.

—¿Estás bien? —me preguntó, con una sinceridad que me desarmó.

Asentí, tocando su rostro con una mano, acariciando su mandíbula con la yema de los dedos.

—Sí, Kimi... solo... sigamos así.

No necesitaba más palabras. Su respuesta fue un leve movimiento de cabeza y, con una calma tensa, se inclinó hacia mí, besándome con una pasión renovada. Esta vez, no había timidez en su gesto. Sus labios se movían con firmeza, explorando mi boca, probando un territorio que, aunque desconocido para ambos, se sentía completamente natural.

Poco a poco, Kimi comenzó a deshacerme de la ropa con una necesidad que rozaba la desesperación, pero con una precisión que me sorprendió. Cada prenda que caía al suelo parecía añadir peso a la atmósfera cargada de electricidad entre nosotros. Mi piel se erizaba a cada toque, a cada contacto, como si mi cuerpo estuviera reclamando esa cercanía.

—Eres tan... hermosa, Alessia —dijo, su voz quebrándose apenas mientras sus manos encontraban su camino hacia mi espalda. Sentí cómo sus dedos recorrieron mi columna, cómo el contacto de su piel sobre la mía parecía encenderme más de lo que ya estaba.

—Kimi... —susurré, mis labios encontrándose de nuevo con los suyos. Su nombre, como una súplica, un deseo.

Él respondió en un murmullo, casi inaudible, y sus manos ya no eran las de un chico tímido. Ahora era un hombre que, aunque inexperto, sabía lo que quería. Mi cuerpo respondió al instante, alzándome hacia él, buscando más de esa sensación que me estaba envolviendo.

Su rostro estaba tan cerca del mío que podía sentir su respiración cálida, su pulso acelerado. Cuando nuestras lenguas se encontraron nuevamente, fue como si todo el peso del mundo desapareciera. No había presión, solo un juego de exploración y de pasión. Su boca recorría mi cuello, bajando lentamente, como si estuviera descubriendo cada rincón, cada secreto que mi cuerpo guardaba.

Las manos de Kimi se movían con más confianza ahora, tocando mis caderas, deslizándose hasta mis muslos, pero siempre con un toque suave, como si tuviera miedo de que cualquier movimiento brusco nos sacudiera de esa burbuja de calma tensa que habíamos creado entre los dos.

Cuando sentí sus dedos rozando mi piel de una forma más intensa, dirigiéndose a mi intimidad, un suspiro escapó de mis labios. Kimi se detuvo, mirándome directamente a los ojos, buscando mi aprobación. Era una mirada tan pura, tan sincera, que me hizo perderme en él aún más.

—¿Me dejas? —preguntó, su voz grave, tensa.

—Sí, por favor.

Sus manos fueron más audaces, y con cada toque, cada movimiento, parecía aprender lo que me gustaba, lo que me hacía temblar. El roce de su piel sobre la mía me hacía perder el control, como si fuera imposible mantener mi respiración en calma.

Kimi no esperaba respuesta verbal, ya que sus labios encontraron los míos con una urgencia desesperada. Ya no había lugar para las dudas. Nos estábamos entregando el uno al otro, sin remordimientos, sin mirar atrás. Lo sentí dentro de mí, y fue como si un fuego se encendiera entre nosotros, algo primitivo, que no entendíamos del todo, pero que se sentía demasiado real como para negarlo.

La habitación ya no era un lugar seguro, ni un refugio. Había desaparecido el concepto de tiempo, y las caricias se volvían más intensas, más desesperadas, como si quisiéramos que este momento no terminara nunca. Kimi se movía con una mezcla de incertidumbre y determinación, cada movimiento suyo una mezcla de miedo y deseo.

—Dime lo que quieres... —murmuré, jadeante.

Él me miró con una expresión que era tan vulnerable como poderosa. Kimi no tenía palabras, solo acciones. Cada vez que sus manos recorrían mi piel, cada vez que nuestros cuerpos se alineaban, todo lo que había en él era la pura necesidad de estar conmigo, de perderse en mí.

No pude evitarlo. El ritmo entre nosotros se volvió más frenético, más urgente, hasta que, finalmente, llegamos al clímax. Fue un estallido de sensaciones, una explosión que nos envolvió a ambos, un grito mudo que compartimos entre susurros y respiraciones entrecortadas.

Quedamos tendidos sobre las sábanas, agotados pero satisfechos, nuestras respiraciones entrelazadas mientras el silencio de la habitación se apoderaba de nosotros. Ninguno de los dos habló al principio, como si no pudiéramos romper la magia que acabábamos de crear.

Kimi me miró, su rostro iluminado por la luz suave de la lámpara de la mesilla de noche. Sus ojos mostraban una mezcla de asombro y gratitud, como si no creyera que lo que acababa de pasar fuera real.

—¿Te arrepientes? —preguntó en un susurro, su voz aún cargada de emoción.

Yo le sonreí suavemente, acariciando su rostro, sin dejar de mirarlo.

—No, Kimi. No me arrepiento de esto.

No sabía qué futuro nos esperaba. Sabía que lo nuestro sería complicado, que no podía ser algo público, que el mundo de la Fórmula 1 nos exigiría mantener una distancia. Pero en ese momento, bajo las sábanas, con la fragancia de su piel aún flotando en el aire, no me importaba. Habíamos sido dos almas perdidas, dos mundos distintos que se habían encontrado, aunque solo fuera por una noche.

Y en esa noche, todo lo demás había dejado de importar.

Hellooooo. Oí que alguien dijo que apenas había OS de Kimi y decidí escribir sobre esta nueva incorporación a la parrilla (y con Age gap, que os suele gustar bastante, jeje)

Anyway, me he quedado sin ideas de que más pilotos hacer así que podéis ir dejando vuestra ideas en cada OS, cuando queráis, y yo trataré de recogerlas y hacerlas lo mejor posible.

Si os ha gustado esta historia corta ya sabéis que una estrellita, un comentario y un follow siempre ayudan mucho a mejorar. No olvidéis que aquí, vuestra servidora, aka: yo, tiene otros libros en su perfil y sigo actualizándolos así que pasaros a echarles un vistazo y ya me contareis que tal.

Atte: Alma <3

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