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Franco Colapinto (🔥)

ENTRE CURVAS Y DESTINOS:
"ARGENTINA"

Las luces de Buenos Aires brillaban con una intensidad especial aquella noche, o al menos eso me parecía mientras miraba desde el balcón de mi departamento en Almagro. Me llamo Luciana Pereyra, tengo 22 años, y mi vida transcurría entre las clases de diseño gráfico en la universidad y algún que otro mate improvisado con mis amigos. Esa noche, sin embargo, algo parecía distinto. Una sensación de inquietud se apoderaba de mí, como si el universo tuviera algo planeado.

Mi mejor amiga, Sofía, me había convencido de ir al evento de automovilismo en el Autódromo de Buenos Aires. "Es la presentación de la temporada, Luli, ¡no te la podés perder!", había insistido. Yo no sabía nada de coches ni carreras, pero el plan sonaba lo suficientemente entretenido como para escapar un rato de la rutina.

—Bueno, pero solo porque prometiste invitar los choripanes —le respondí al teléfono, riéndome.

Cuando llegamos al autódromo, el ambiente era electrizante. El rugido de los motores retumbaba en el aire, y el olor a combustible y césped recién cortado le daba al lugar un toque único. Sofía estaba emocionadísima, señalando cada auto que pasaba y repasando nombres de pilotos que para mí eran completos desconocidos.

—¡Ahí está! —exclamó de repente, dándome un codazo mientras señalaba una pantalla gigante.

El rostro de Franco Colapinto apareció en la transmisión. Pelo oscuro, sonrisa ladeada y unos ojos que parecían burlarse de todo.

—¿Y ese quién es? —pregunté, fingiendo desinterés.

—¿Cómo que quién es? ¡Franco Colapinto! Es argentino, corre en la Fórmula 3, y además está buenísimo —Sofía me guiñó un ojo— Tiene 21 años y, según Instagram, está soltero.

Rodé los ojos, aunque no podía negar que tenía algo. Ese aire despreocupado, casi desafiante, era intrigante. Aun así, no quería darle demasiada importancia. Seguro era como todos los chicos que tenían fama: arrogante y acostumbrado a conseguir todo lo que quería.

—Bah, típico de un pibe creído —dije, intentando quitarle peso al asunto.

Pero la imagen de su sonrisa quedó grabada en mi mente más de lo que me gustaría admitir.

La tarde avanzó y el evento se volvió más animado. Sofía, que siempre tenía contactos en todos lados, consiguió entradas para la zona VIP. A regañadientes, acepté acompañarla. "Solo por el cóctel gratis", me repetí a mí misma mientras cruzábamos el cordón de seguridad.

El área VIP era un mundo completamente distinto. Luces tenues, música electrónica y una atmósfera elegante que contrastaba con el bullicio del autódromo. Entre los invitados había periodistas, mecánicos, y por supuesto, pilotos. Y ahí estaba él. Franco Colapinto.

Estaba apoyado contra una mesa alta, con una copa en la mano, charlando con un grupo de personas que parecían colgar de cada palabra que decía. Su sonrisa seguía siendo tan provocadora como en la pantalla, y cuando nuestras miradas se cruzaron, arqueó una ceja, como si estuviera retándome.

—Voy a por una copa —le dije a Sofía, intentando disimular.

Caminé hacia la barra, pero antes de que pudiera pedir algo, una voz masculina sonó a mi lado.

—¿No te gustan las carreras o solo fingís que no te interesan para parecer más misteriosa?

Giré la cabeza, encontrándome con esos ojos oscuros que ahora me miraban directamente. Franco Colapinto estaba justo ahí, a menos de un metro de distancia, con una sonrisa que parecía divertirse a mi costa.

—No finjo nada —respondí, manteniéndole la mirada— Pero gracias por preocuparte por mi nivel de interés.

Él soltó una risa suave, como si mi respuesta le hubiera hecho gracia.

—Me llamo Franco, pero supongo que ya lo sabías.

—Luciana. Pero podés llamarme Luli. Aunque igual, no creo que duremos lo suficiente como para que necesites recordarlo.

Franco apoyó el codo en la barra y se inclinó un poco hacia mí, acortando la distancia entre nosotros.

—¿Siempre sos así de borde o solo conmigo?

—¿Siempre sos así de insoportable o hoy estás especialmente inspirado?

Franco rió otra vez. Tenía una manera de mirarme que me desafiaba y me desconcertaba al mismo tiempo. Antes de que pudiera responder, alguien lo llamó desde el otro lado de la sala.

—Te veo después, Luli —Dijo mi nombre como si fuera un secreto que compartíamos, y luego desapareció entre la multitud.

Esa noche no pude dormir. La imagen de Franco, su sonrisa y esa manera tan descarada de hablar, me daban vueltas en la cabeza. No quería admitirlo, pero había algo en él que me atraía, algo que me hacía querer saber más.

Al día siguiente, Sofía y yo volvimos al autódromo para la carrera principal. El ruido de los motores y la emoción de la multitud llenaban el ambiente. Intenté concentrarme en el espectáculo, pero mi mente estaba en otra parte.

De repente, mi teléfono vibró. Era un mensaje de un número desconocido:
"¿Disfrutando del show, Luli?"

Mi corazón dio un vuelco. ¿Cómo había conseguido mi número? Miré alrededor, buscando algún indicio de él, pero no lo vi. Respondí intentando sonar indiferente:
"No está mal. Aunque esperaba algo más emocionante".

Unos minutos después llegó la respuesta:
"Entonces vení al paddock después. Te prometo que no te vas a aburrir".

Sofía casi gritó cuando le mostré el mensaje. "¡Tenés que ir!", me insistió. Así que, con algo de nervios, acepté la invitación.

El paddock era un mundo caótico y fascinante, lleno de mecánicos que corrían de un lado a otro, periodistas buscando entrevistas y pilotos revisando sus coches. Franco estaba esperándome junto a su monoplaza, aún con el traje de carreras puesto y el cabello despeinado.

—¿Viniste? Pensé que te ibas a echar atrás.

—No soy de las que se asustan fácilmente —le respondí, cruzándome de brazos.

—Eso me gusta —Su sonrisa volvió a aparecer, esa que parecía prometer problemas.

—¿Y ahora qué? ¿Me vas a dar un tour por tu reino?

—Algo así. —Franco hizo un gesto hacia el auto— ¿Querés subirte?

—¿Qué? ¿Estás loco? Ni en un millón de años.

—Confía en mí, soy mejor al volante que ligando chicas. Aunque, por cómo me mirás, creo que no me está yendo tan mal.

Lo miré, entre divertida e irritada. Franco era un desafío, y parte de mí disfrutaba del juego.

Después de un rato de charlas y bromas en el paddock, Franco me llevó hacia una zona apartada, donde el ruido de los motores era más tenue y las luces no eran tan intensas. El ambiente era íntimo, casi clandestino. Estábamos junto a una pared llena de herramientas y piezas mecánicas, lejos del bullicio y de las miradas curiosas. Mi corazón latía con fuerza, aunque intentaba mantener la compostura.

—Así que, ¿siempre sos tan irónica o solo conmigo? —preguntó Franco, apoyándose contra la pared con una sonrisa que mezclaba descaro y algo más, algo que no terminaba de descifrar.

—¿Y vos? ¿Siempre sos tan insoportable o estás haciendo un esfuerzo especial? —respondí, cruzándome de brazos. Mi tono era desafiante, pero la cercanía entre nosotros estaba haciendo que me costara mantenerme seria.

Franco se inclinó un poco hacia mí, apoyando un brazo en la pared junto a mi cabeza. Su perfume, una mezcla de algo amaderado y el olor de la pista, me envolvió. Mi respiración se aceleró involuntariamente.

—Insoportable, ¿eh? —dijo en voz baja, con un tono que parecía deslizarse por mi piel como un susurro. Sus ojos oscuros se clavaron en los míos, como si estuviera leyendo cada pensamiento que intentaba ocultar.

—Exacto —Mi voz salió más suave de lo que esperaba.

—¿Sabés qué creo? —continuó, bajando la mirada hacia mis labios por un segundo antes de volver a mis ojos— Creo que te gusta que sea insoportable.

No tuve tiempo de responder porque en ese momento acortó la distancia entre nosotros. Su mano se posó suavemente en mi cintura, y antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, sus labios tocaron los míos. Fue un beso lento al principio, casi como si me estuviera pidiendo permiso, pero en cuanto respondí, todo se volvió más intenso.

Franco deslizó su mano hacia mi cadera, atrayéndome más hacia él. El frío del metal detrás de mí contrastaba con el calor que sentía en todo mi cuerpo. Mi mente estaba en blanco; solo podía concentrarme en la manera en que sus labios se movían contra los míos, en la presión justa de su mano, en la forma en que todo su cuerpo parecía sincronizarse con el mío.

—Tenés un problema serio con tu ego, ¿sabías? —logré decir entre besos, aunque mi voz sonó más como un suspiro.

Franco rió contra mis labios, una risa grave que hizo que me temblaran las piernas.

—Y vos tenés un problema con resistirte a lo que querés —respondió, en ese tono entre burlón y provocador que parecía ser su marca personal.

Sus palabras me desafiaron, así que decidí tomar el control. Lo empujé suavemente contra la pared, invirtiendo los roles. Ahora era yo quien estaba cerca, quien acortaba la distancia. Lo miré directamente a los ojos mientras llevaba mis manos a los bordes de su traje de piloto, tironeando juguetonamente.

—¿Y quién te dijo que me estás ganando, Colapinto? —susurré, arqueando una ceja.

Su sonrisa se amplió, pero había un brillo diferente en sus ojos ahora, uno que mezclaba deseo y asombro.

Me encantás, Luli —admitió, esta vez con una sinceridad que me desarmó.

Antes de que pudiera responder, sus manos volvieron a mi cintura, recorriendo la curva de mi espalda con una lentitud calculada. Esta vez el beso fue más profundo, más desesperado, como si quisiéramos detener el tiempo en ese instante. Mi piel ardía donde sus dedos rozaban, y cada movimiento suyo me hacía perderme más en él.

La pared a nuestras espaldas era testigo muda de nuestro pequeño universo, uno donde no existían las carreras, el público ni el ruido de los motores. Solo estábamos él y yo, atrapados en una tormenta que ninguno parecía querer detener.

Mis ansiosas manos se apresuraron a buscar le hebilla de su traje y bajar la cremallera, seguido de liberar su deseado miembro de sus boxers. Sus ojos se oscurecieron en una profunda lujuria que rozaban un extremo en el que ambos estábamos apunto de perder el control. En un movimiento de arriba abajo, tomé su masculinidad con la palma de mi mano y comencé a masajearlo, arrebatándole guturales gemidos de lo más profundo de su ser.

—Definitivamente sos peligrosa —murmuró.

—Y vos definitivamente necesitás que alguien te baje de tu nube —le respondí, aunque mi tono ya no tenía la misma firmeza, me sentía desfallecer entre sus fuertes brazos.

Franco se echó a reír, y el sonido hizo que mi pecho se apretara. Porque por primera vez, sentí que estaba perdiendo una carrera que no sabía que había comenzado.

Apresurado, separó mi mano, rompiendo todo tipo de contacto y, sin darme mucho tiempo a pensar, me dió la vuelta, mi pecho contra la pared. Una de sus piernas se coló entre las mías, haciendo que mi falda se subiese lo suficiente como para que un jadeo escapase de sus labios.

Sus dedos agarraron el elástico de mis bragas y las dejaron en el suelo, despojándome de ellas. En apenas un abrir y cerrar de ojos sentí mis paredes envolver todo lo que él me acababa de dar. Mi cuerpo adaptándose a él con una naturalidad abrumadora y sus manos entrelazándose con las mías sobre la dura superficie de la pared.

Sus movimientos eran firmes y precisos, aunque algo erráticos debido a la lujuria que nos consumía a ambos. Paulatinamente, las estocadas fueron subiendo de nivel, fundiendonos ennuna profunda pasión carnal que amenazaba con terminar con nosotros si seguíamos a ese ritmo.

Después de un rato, cuando el beso finalmente se rompió y ambos estábamos sin aliento tras llegar a nuestro clímax, mis manos seguían apoyadas en su pecho, sintiendo los latidos de su corazón acelerado que seguramente coincidían con los míos. Franco apoyó su frente contra la mía, sonriendo como si hubiera ganado su trofeo más preciado.

Esa noche, mientras me llevaba de regreso a casa, Franco me miró de reojo y sonrió.

—No sé cómo va a terminar esto, Luli, pero te aviso: nunca corro una carrera que no piense ganar.

Y bajo las luces de la ciudad, supe que estaba en una carrera que valía la pena correr.

Hellooooo. No me dió tiempo a subirlo por el especial Navidad pero aquí tenéis vuestro One Shot de nuestro piloto argentino favorito. No sois conscientes de lo difícil que ha sido escribir esto con un lenguaje más argentino, me ha costado muchísimo pero lo he intentando (sorry si algún argentino se siente ofendido, soy española y realmente me cuesta usar determinadas palabras😭)

Anyway, ahora que han terminado los especiales, podéis pedir los OS de quien queráis siempre y cuando estén en la lista de la introducción.

Si os ha gustado esta breve historia ya sabéis que una estrellita, un comentario y un follow siempre ayudan a seguir y mejorar.

Atte: Alma <3

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