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8. Ups

-Hola- sonrió el chico, justo después de darme un repaso de arriba a abajo.
Tuve que pararme un momento antes de intentar hablar.
-Ehm... Hola- dudé.
Se hizo el silencio entre ambos; él esperaba que yo le diera una explicación a mi presencia allí, y yo no tenía ni la más remota idea de la respuesta.
-Sabes, no sé qué hago aquí... - sonreí nerviosa, rascándome la nuca -Creo que voy a irme- dije, dándome la vuelta en el pasillo, dispuesta a buscar la habitación de Ryan para cometer un asesinato.
Él no dijo nada, pero se interpuso en mi camino sin dejarme pasar.
-Te he visto ántes- se detuvo mirándome a los ojos-rondando por mi garaje- dijo, pasándose la mano por el pelo.
Yo me estaba poniendo muy nerviosa.
Pero a ver, entendedme, nerviosa en plan bien, ¿vale?
Respiré hondo.
-Sí, bueno... Andábamos por ahí- dije, haciéndome la despistada.
-Y... ¿Se puede preguntar por qué?
-Bueno... Puedes preguntar, pero tal vez no te conteste- me mordía el labio de forma inconsciente.
El chico me apoyó en la pared del pasillo con sutileza, colocando sus manos en la pared, conmigo en medio.
No iba a poder moverme, pero no me importaba.
-¿No me lo vas a decir?- él sonreía de lado.
Aproveché lo cerca que estábamos para seguir un poco con aquel juego.
-Queríamos verte.
-¿A mí?- rió, mirándome los labios -¿Y eso?-
Reí de forma irónica.
-Bueno... - dije acercándome a él -digamos que... Estás muy bien, Magnussen- susurré sobre sus labios.
Nuestros alientos se mezclaban, incluso pude notar una sonrisa por su parte.
-¿De qué equipo eres?- preguntó él, clavándome sus ojos azules.
-Alfa Romeo- dije, rozando su rubísimo pelo con mis dedos.
-Joder...- susurró el chico sonriendo y mordiéndose el labio -Steiner me va a matar, preciosa- se separó de mí con cuidado -Te espero dentro- dijo mientras me guiñaba un ojo y se metía a la habitación.
Me quedé sola en el pasillo por un momento, y no pude evitar pensar en Ryan; él estaría orgulloso de mí...
Me reí de mi propia ocurrencia, y pensé en mí misma, en la Mai que tenía que salir adelante, aunque echara mucho de menos lo que había dejado en Madrid.
Respiré hondo y pensé en Magnussen; decían que era un rancio, bueno... Eso pretendía descubrirlo por mí misma.
Me merecía una alegría, lo tenía claro, así que tomando aire entré en la habitación del danés con (fingida) seguridad.
-Tengo dos requisitos- dije, mientras dándole la espalda al chico cerraba la puerta -Con calcetines, y, me quedo a dormir-
-¿Así que eres de esas?-
-¿De las que follan con calcetines? Por supuesto- reí.
-De las que les gusta el ratito de después del polvo- sus brazos me habían rodeado con fuerza por detrás.
-Bueno... Sí, algo así.
El chico se había quitado la camiseta, era impresionante.
-Oye preciosa.
-¿Sí?
-¿Sabes que no me has dicho tu nombre?— rió.
-Soy Mai- reí.
-Pues encantado de conocerte, Mai- dijo, mientras sus manos se deshacían de mi sudadera, para colarse bajo el polo de Alfa Romeo.
Kevin besaba mi cuello despacio, desde atrás, acariciando con sus dedos todo lo que encontraba a su paso.
Estaba a pocos milímetros de besarlo cuando él atrapó mis labios con los suyos; con ansia, con velocidad, con hambre...
Las respiraciones entrecortadas y el aumento de la temperatura pronto consiguieron que nos quitáramos la poca ropa que nos quedaba.
El mar azul de sus ojos sofocaba el fuego de los míos; me estaba volviendo completamente loca.
Él reía con cuidado.
-¿Qué pasa, preciosa?- sonreía, sabiendo perfectamente la respuesta.
Me costó concentrarme lo suficiente como para poder contestarle -Eres bueno Magnussen- me detuve -muy bueno-
Kevin sonreía satisfecho, mordiéndose el labio.
-Tú ni caso a lo que te digan de mí, nena, no me conocen- me susurró al oído, para justo después besarme el cuello.
Es curioso, que justo allí, con aquel (casi) desconocido entre mis piernas, me diera por pensar; hace un tiempo no estaría haciendo aquello, no hubiera tenido la seguridad suficiente; a ver, Kurt era Kurt, era mi amigo, con Kevin apenas había tenido una conversación... Pero ¿Y qué? Ya valía de tener que seguir todos los cánones y estereotipos ¿Y qué si me apetecía disfrutar? Era momento de darme cuenta de que yo, y solo yo, decidía qué quería hacer, y qué no. Me sentía realmente segura de mí misma, casi como esas charlas de empoderamiento femenino que veía Ryan, y que tanto me había recomendado.
El de Haas y yo acabamos con lo que estábamos, y como habíamos hablado, me quedé a dormir con él.
Con mi cabeza en su pecho, dibujaba con el dedo un enorme tatuaje que tenía el chico, era un ángel guardián o algo así.
No era la misma Mai que se había mudado a Madrid con sus padres, no era la misma que se había subido a aquel avión destino a Suiza, ni siquiera la misma que había aterrizado en Australia, y es que estaba en continuo cambio; tenía que aprender a vivir por mí, debía crecer como persona, y desarrollarme en lo profesional.
-Oye Kevin.
-¿Sí, preciosa?
-Gracias.
Él me miró extrañado -¿Por qué?
-Por darme la oportunidad de demostrarme muchas cosas a mí misma.

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