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6. Señorita Martín, Necesito Que Venga Conmigo

Después del sofocón que me había tenido que aguantar Ryan, a la mañana siguiente del "incidente" con Raikkonen me encontraba mejor.
-Ya sé que te dije que tenía muy buen culo, cariñito, pero tampoco tienes que dejar que te hable así...
-Es mi superior, Ryan.
-De hecho, quería comentarte algo, he ido a hablar con Frederic.
-¿Cómo? ¿Has ido a hablar con la bola de billar?
-Sí, cielito sí, y mira que es rancio eh... Seguro que lleva mucho sin echar un buen polvo...
-¡Ryan!
-Perdoncito, sí, que me voy del tema. La cosa es que le pedí una copia de tu contratito y otra del mío, porque no sé tú, pero yo la verdad es que ni me lo leí.
Aquello me hizo sentir un poco niña, porque de tan ilusionada que había estado, yo me también me había limitado a echar un ojo al sueldo y estampar mi firma sin prestar atención a nada más.
-¿Viste algo importante?
-Pues mira, cariño, buscaba una cosa en concretito; ni Kimi es más que tú ni tú eres más que él.
-¿Qué?
-Aunque él gana unos cuantos milloncitos más que nuestro pobre sueldito, en la jerarquía estáis a la misma alturita.
-¿De verdad?- sentí que se me iluminaban los ojos.
-Es una política especialita de Alfa Romeo, cielito, para que ingenieros de pista y pilotos tratemos de cooperar y ser amiguitos.
-¿Amiguita yo? ¿De ese sieso? Pues vamos buenos...
-A ver, está un poquito amargadito, sí que es verdad, pero piénsalo, tal vez si le das una pequeñita alegría...
-¿Qué insinúas Ryan?
-Que a lo mejor sí que podéis ser amiguitos, o quién sabe...
-¿Estás loco? yo a ese tiparraco no lo quiero ni ver más que lo justo y necesario.
-Pero cariñito, si está como un tren...
-No, no Ryan, no me mires así, yo no quiero saber nada- me reí.
-Mai la monjita...
-¡No soy una monja!- dije haciéndole la burla, y golpeando su brazo con cariño.
-Pero a ver, cielín, si aquí no está tu amiguito de Madrid para darte las alegrías, tendrás que buscarte a alguien, este trabajito provoca mucho estrés, que lo sepas...
-Ya lo buscaré, Ryan, dame tiempo...
-Uy... ¡La monjita se ha puesto en modo caza!
-¡Eres estúpido!- me reí.
-Sabes que sí, pero no puedes hacer nada...
Mientras hablábamos, bajábamos a la recepción de la sede de Alfa Romeo, un taxi nos esperaba para llevarnos al aeropuerto; nos íbamos a Australia, Dios mío, aquello era una auténtica locura...
Cuando cruzamos la puerta de embarque, los pilotos se separaron de nosotros; el equipo técnico a clase turista, y los pilotos a la preferente, seguro que allí había hasta caviar... El asiento de Ryan ni siquiera estaba cerca del mío, el viaje iba a ser realmente largo, y por supuesto, pintaba realmente aburrido.
A mi izquierda, una mujer ocupaba todo su asiento y parte del mío, me sentía muy incómoda; últimamente el contacto físico con según qué gente me ponía realmente nerviosa... A mi derecha, un padre trataba de calmar a su pequeña hijita, que lloraba desconsolada. Solo me faltaba tener el típico niño dando patadas desde el asiento de atrás para que aquella experiencia resultara "perfecta".
Estaba intentando quejarme de mi situación a Ryan por señas, cuando me di cuenta de que ya había empezado a ligar con el pasajero que iba a su lado, aquel chico era de lo que no había...
-¿Señorita Martín?- una de las azafatas se acercó a mí.
-Ehm... Sí, soy yo.
-Por favor, acompáñeme.
-¿Cómo?
-Necesito que venga conmigo.
No entendía muy bien de qué iba todo aquello, pero me levanté dispuesta a seguirla.
-Coja sus cosas, por favor.
-Pero, disculpe, este es mi asiento.
-Señorita, por favor, coja sus cosas y acompáñeme...
Aquello me resultaba tremendamente extraño ¿qué mierda pasaba?
Cogí mis cosas, y un poco contrariada, seguí a la chica, que con sus prominentes tacones había comenzado a atravesar el pasillo del avión.
Llegamos a primera clase; allí en vez de azafatas había camareros engalanados, los asientos ocupaban el doble que los de clase turista, y los cócteles corrían como si fueran agua.
La mujer me llevó a donde se encontraba quien menos esperaba encontrar; Kimi Raikkonen...
-¿Querías algo?- le pregunté al finlandés, con un nudo en el estómago, y temblando como un flan debido a los nervios que me provocaba aquella situación.
Él ni me miró, dio un sorbo a su cóctel, y tragando despacio, clavó entonces sus cristalinos ojos azules sobre mí.
-Siéntate- dijo, con su habitual tono frío como el hielo.
Sin decir nada, le hice caso, sentándome en el asiento que había a su lado.
-Mi ingeniera no va a ir en clase turista, volarás siempre conmigo, y utilizaremos los vuelos para trabajar ¿te queda claro?
-Sí, Kimi.
Él levantó una ceja, como si le hubiera extrañado oír su nombre de mis labios, pero pese a que yo ya me había preparado para recibir otro corte por su parte, no dijo nada.
Saqué todos mis papeles, apuntes, y datos de telemetría sobre la mesa, respirando hondo y tratando de mentalizarme, y convencerme de que Kimi y yo éramos allí dos iguales.
Llevábamos un par de horas, y el chico 5 cócteles, cuando terminamos la primera revisión de los detalles y especificaciones del coche, solo quedaba mirar el circuito, terminar de elegir el mapa, la estrategia, los neumáticos... Dios, nos quedaba todavía una barbaridad.
Fui a coger uno de los planos del circuito, y Kimi tuvo la misma intención, nuestras manos se rozaron sobre el mapa del Albert Park. Su pálida piel estaba completamente helada, retiré mi mano con velocidad, casi asustada ante aquel contraste.
-Voy a pedirte algo de alcohol, anda, que estás muy sosa.
Wait, wait, wait.
¿Sosa yo? ¡Soso él! ¿De qué iba? Seguro que ya estaba borracho...
Un camarero llegó con un cóctel para mí, estaba cargadísimo, y por la pinta, no iba a ser el único en las 20 horas que nos quedaban.
20 horas de vuelo, en un avión encerrada, a miles de pies del suelo, con aquel tipo, rancio y borracho (pero que al fin y al cabo me había conseguido llevar a primera clase...).
Cuando miré a Kimi, ya se había dormido. Era irónico, con los ojos y (sobre todo) la bocaza cerrada, parecía hasta bueno...

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