48. Nadie Va A Dejarme Dormir Hoy
Ya había firmado el estúpido cese de contrato con la escudería suiza, y sería un gran día para mí si no fuera porque pese a que le había dado mil vueltas a la decisión para elegir a Mercedes, no me había servido para nada.
Aquel sería mi último fin de semana con Alfa Romeo, y aunque estaba encantada de despedirme de personajes como Frederic, en el fondo me daba pena decir adiós al primer equipo que me había acogido en la Categoría Reina.
Kimi y Ray revoloteaban constantemente a mi alrededor, asegurándose de que la sensiblería no me pasara especial factura, aunque en realidad no tenía mucho tiempo para pensar con lo ajetreado que estaba resultando el gran premio.
Habíamos quedado décimos con Kimi en una clasificatoria brillante por parte del equipo y del finlandés en el Red Bull Ring, y eso al menos nos colocaba en una posición holgada para la carrera del domingo.
Raikkonen andaba de aquí para allá para tener entretenidos a Robin y Rianna, que jugaban con un neumático blando la última vez que los había visto.
Llevaba tantas horas dentro del motorhome de Alfa Romeo gestionando el papeleo de mi salida del equipo, que cuando salí para entregar unas carpetas de telemetría en el edificio de la FIA ya había anochecido, aunque esto no sería un drama si no supiera que me iban a entretener en la Federación; un papel por aquí, una firmita por allá, revisar este historial del gran premio pasado...
El reloj de mi móvil marcaba las doce de la noche cuando salí del circuito, arrastrando los pies y bostezando con pesadez; estaba muerta en vida.
Llegué al hotel y pensé que tenía que hablar con Toto Wolff para contarle el culebrón que era mi vida laboral, pero no eran horas, por lo que abriendo la puerta de mi habitación y sintiéndome orgullosa de no haberme quedado dormida en el ascensor, me dejé caer sobre la cama, que me recibió con los brazos abiertos.
Bostecé y miré al reloj, era prácticamente la una de la madrugada, la tensión había desaparecido de mi cuerpo y comenzaba a desvanecerme entre las sábanas.
Ping.
Me removí, no iba a coger el teléfono.
Ping.
He dicho que no.
Ping.
Ping.
"Si seguro que lo estoy soñando" me dije a mí misma.
Y estaba convencida de ello, hasta que los mensajes dejaron de sonar para dejar paso a mi estridente tono de llamada.
Tanteé la mesilla con la mano y agarré el móvil como pude.
-Buenas noches- dije -¿Quién es?- ni yo me creía la entereza que estaba demostrando.
-No me vengas con mierditas Mai, estoy nerviosisísimo.
-¿Qué pasa Ryan? Es tarde.
-Que necesito, necesito, necesito.
-¿Qué necesitas Ray? ¡Arráncate!
-Necesito hablar contigo Maicita ¿con quién voy a hablar si no? ¡Ay Mai! ¡Me estoy volviendo loquito! ¡Loquito perdido!
-Cálmate, ¿vale? ¿Qué ha pasado?
-Es que estaba, estaba, estaba yo.
-¿Con quién estabas Ray?
-Con... ¡Joder Maicita esto es difícil!
-Vente a mi habitación anda...
Suspiré cansada, pero consciente de que no podía dejarlo solo, le pasara lo que le pasara, porque él estaría conmigo bajo cualquier circunstancia.
No me había dado tiempo a colgar el teléfono y Ray ya estaba llamando a la puerta de mi habitación.
Cuando abrí, el chico entró con los ojos rojos de llorar y la mirada perdida.
-¡Ryan! ¿Qué te pasa?- pregunté preocupada, lanzándome a abrazarlo.
-Es que, es que, ¡Ay Maicita qué desgraciadito soy!
-Cuéntame qué ha pasado y tal vez pueda ayudarte.
-Estábamos cenando, después hemos estado en el jardín del hotel y...
-¿Y qué ha pasado Ray?- pregunté asumiendo que la identidad de su acompañante permanecería en secreto.
-¡Que me ha besado Maicita! ¡Otra vez! Y yo ya no sé que hacer.
-¿Ya te había besado?
-¡Ay inocentona! ¡Si solo me hubiera besado...!
-¿Cómo? Ay Ryan yo esto no lo había visto venir.
-¿Sabes lo que no había visto yo venir cariñín?
-Dime.
-Que me he enamorado como un niñito.
En ese momento y sin que pudiéramos hablar más, la puerta de la habitación sonó con fuerza, en golpes secos y desesperados.
Cuando abrí la puerta los azules ojos de Kimi se cruzaron con los míos.
-¡Mai! ¡Mai! Necesito tu ayuda, dios mío soy un desastre.
-¿Qué ha pasado?
-Hombre pilotito- saludó Ray -¿qué te tiene tan estresadito?-.
-Son los niños, no sé qué les pasa.
-Ah no, pues esos hijillos de satanás que se pongan a la colita detrás de mí.
-¡Ryan haz el favor!- le pedí.
-Ay chica, perdoncito...
-¿Puedes traer a los niños aquí?
Ni siquiera lo vi asentir, salió disparado a buscarlos.
-¿Los vas a tener aquí, conmigo? Ay diosmiíto tenía que haberme traído una ristra de ajitos para el mal fario.
-No seas exagerado Ray, y ahora haz el favor de seguir con tu historia, has dicho que te habías enamorado.
-¿Yo? ¿La diva más mejorcita que hayas visto nunca? ¿Enamorado? No nenita has debido de oír mal.
-No te vayas por las ramas Ryan, venga, desembucha.
-Vale, vale, tampoco me vayas a sacar un cuchillito cielín, es...
-Rianna no llores, por favor te lo pido, mi vida- Kimi entró en la habitación con los niños en el momento justo en el que Ryan iba a hablar.
-Siéntalos en la cama.
-Mirad chicos, Mai nos va a ayudar, ¿véis? ¡Súper Mai!- Kimi intentaba que los niños se rieran, pero no había manera.
-No dejes que se me acerquen Maicita.
-¡Rianna! ¡Robin! ¡Hola! ¿Qué os pasa chicos?- como respuesta obtuve dos llantos agudos, fuertes y constantes.
-Estos niños tienen fiebre, cielo- le dije a Kimi.
-¿Fiebre? ¿Y qué tengo que hacer?
-Lo mismo que si te pasara a ti, iluminadito- las aportaciones de Ryan eran sumamente precisas...
-La última vez que tuve fiebre no hice nada- se quejó el finlandés -bueno, mentira, la última vez que tuve fiebre besé a tu amiga por primera vez-.
Ryan se rio, viendo lo surreal de la situación.
-¿Papá hizo qué?- la voz de Robin sonaba débil.
-Nada, mi vida, papá no hizo nada- sonrió incómodo.
-A ver, voy a llamar a recepción a ver si tienen algo para darles, necesito silencio por favor.
Marqué el número del hotel mientras veía cómo el despertador marcaba las dos y media de la madrugada.
-Van a subirles ahora un jarabe- dije mientras colgaba el teléfono -Vamos, te ayudo a lavarles la carita con un poco de agua fría-.
-¡Tened cuidado! A los diablillos no les debe gustar nada el agüita fría si están acostumbrados a las llamaraditas del infierno.
-¡No seas exagerado Ray!
-¿Exageradito? ¡Eso díselo a mi último bolsito de Prada!
Robin empezó a temblar cuando el agua rozó su pálida piel.
-No pasa nada, precioso- lo abracé para calmar su temblor -No pasa nada, está todo bien- el niño se calmó, y mientras me abrazaba conseguí llevarlo de nuevo a la cama, bajo la atenta mirada de Kimi que hacía lo mismo con Rianna.
Un camarero no tardó en subir el jarabe, hay que ver la prisa que se dan cuando metes a un campeón del mundo de Fórmula 1 de por medio.
Pasó otra hora hasta que conseguimos dormir a los niños, y, por lo tanto, que Ray respirara tranquilo.
-Muchísimas gracias, mi amor, no sé qué hubiera hecho sin ti- decía Kimi bajito mientras me abrazaba con fuerza.
-Llamar a Vettel- le sugerí.
-Lo he intentado para no molestarte- sonrió -Pero no sé dónde se ha metido-.
Los niños estaban dormidos, y Kimi los estaba aupando para llevarlos a su habitación cuando la puerta volvió a sonar.
Ryan que se había quedado también dormido en una esquina de la habitación entreabrió los ojos cuando de nuevo me dirigí a abrir.
Eran las cinco de la mañana, al día siguiente había carrera, ¿Quién seguía deambulando por el hotel a aquellas horas?
-¿Seb?
-¿Está Kimi contigo?
-Pasa hombre, si estamos aquí todos...
-¿Has bebido Vettel?- preguntó Raikkonen -Vaya sorpresa, nunca te había visto pedir nada más fuerte que una cerveza-.
-Necesito tu ayuda, Kimi, urgentemente.
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