46. ¿Dónde Tienes La Cabeza?
-Kimi lo hará bien- dijo Ray haciendo que saliera de mi burbuja.
-¿Qué?
-Que no te preocupes por él, se te ve en la carita cielín.
-Ah, sí, sí, sin problema.
En realidad no pensaba en la carrera del finlandés, daba por hecho que lo haría bien. Lo que no salía de mi mente era el día anterior, lo feliz que había sido, y lo realizada que me había sentido. Todo parecía estar hecho, la vida me sonreía tanto como yo le sonreía a ella.
-Oye Maicita.
-¿Sí?
-Estoy muy enfadadito contigo.
Tosí al oírlo, sin saber bien a qué se refería.
-¿Es porque aún no te he devuelto el pintalabios ese tan caro que me dejaste? Está en la habitación, luego te pasas y lo coges.
-No es por eso nenita, pero sí que pasaré a por mi bebé antes de que lo combines con una sombrita que no le vaya perfectísima.
-¿Entonces?
-¿Cómo que entonces? ¿Tener novio nuevo te ha lavado el cerebrín? Con lo inteligentita que eras cielín...
Me eché a reír sin poder evitarlo cuando caí en la situación.
-No, no listilla, no te rías, ¿te parece bonito que me haya tenido que enterar por el amiguito de tu novio?
-¿Por Seb?
-¿Quién si no?
-¿Y tú qué hacías con Vettel, eh pájaro?
-¡No me cambies de temita Amaia!
-Perdón, perdón- dije, levantando una ceja junto con las manos, en señal de rendición -¿Qué quieres saber?-.
-¿Cómo que qué quiero saber? ¿No es demasiado evidente? ¡Pues todito!
-Me trajo los papeles del divorcio- sonreí.
-¡Eso es lo de menos cielito! ¿Estaría bien romanticón no? Seb le dijo que si no no lo ibas a querer- se rio.
Lo miré riendo también -Fue muy bonito... -.
-¡Ay mírate cariñín! ¡Si te tiene enchochadita!
Me mordí el labio sonriendo, mientras bajaba la vista al suelo.
-¿No tienes nadita más que decir? Chica hay que hablar contigo con sacacorchitos para conseguir que digas algún detallín...
-Fuimos al parque, estaba raro, pero raro en plan bien- aclaré -hablaba como si no tuviera miedo a nada, como si nadie pudiera pararlo- sonreí -me dio los papeles y dejó que yo los leyera, y ya, supongo-.
-¡Me pones de los nervios Maicita, es que no entiendes nada! ¿Hubo besito o no hubo besito?
-Hubo beso, sí- dije sonrojada.
-¡Haber empezado por ahí tontina! ¿Y cómo fue? ¿Besito? ¿O besazo? ¿Y fue en plan peliculón súper romantiquito?
-En plan muy bonito Ray, no sé explicarlo...
-Me alegro por vosotros, cariñín, aunque seas tan escasita en detalles- rio, cogiéndome la mano y apretándola con fuerza.
-¿Tú qué tal, Ray? Me dejaste preocupada.
-¿Cuándo?
-Que vas detrás de alguien Ryan, a mí no me engañas.
-Ah bueno, pero eso no es nuevito, no tienes que preocuparte.
-Lo que me tiene dándole vueltas al asunto es que no me has dicho quién es.
El chico abrió mucho los ojos y me miró sonriendo -Eso no es importante nenita, para nada importante, no te preocupes- dijo con un tono de evidente disimulo -Mira, mira, por ahí viene tu cielín-.
-Ryan no me cambies de tema.
-¡Tarde! ¡Hola Kimi! ¡Suerte para la carrerita! Os dejo solitos- hizo ademán de levantarse según el finlandés llegaba a mi altura, pero se quedo quieto cuando tanto Kimi como yo nos quedamos mirándolo.
-¡Oh vamos! ¿No os vais a dar ni siquiera un besito?- nos miraba con los ojos brillantes -Vale... ya me voy... - suspiró.
Ryan había comenzado a caminar hacia el box, dispuesto a buscar las cosas que necesitaba para la carrera, cuando con velocidad, Kimi juntó sus labios con los míos, haciéndome soltar una sonrisa.
-¡Pero que monísimos mis cielines!- Ray nos miraba desde mitad del pitlane.
-¡Ryan te va a faltar Francia para correr!
El chico huyó hacia el interior del pitlane, pero no tardó en volver a mi lado, al muro; la carrera estaba a punto de comenzar.
Las luces se apagaron y aquellos veinte hombres que se jugaban la vida todos los fines de semana salieron disparados a lo largo de la recta principal. Ryan sonreía viendo los coches pasar, suspirando de vez en cuando y repitiendo lo mucho que le gustaba su trabajo. El problema que vino después fue probablemente culpa de Frederic, que llevaba mirando mal al chico desde que lo había visto aquella mañana, y al no estar ninguno de los dos pendientes del aviso que había salido en pantalla, el coche con el 99 de Giovinazzi se detuvo en la novena curva.
Todo el peso del equipo recayó entonces sobre nuestra mitad del garaje.
-¿Todo bien Kimi?
-Creo que hay mucho graining.
Pagaría por ver la cara de estúpida que se me quedó en aquel momento; nuestra estrategia entera acababa de desplomarse.
-¿Cuánto te van a durar?
-Hasta la vuelta doce como mucho.
Podríamos meter duros en la doce y rogar para llegar al final con esa única parada, pero el compuesto blanco nos haría perder mucho tiempo.
Hubiera jurado que me salía humo de la cabeza en aquel momento, los estrategas no sabían que hacer; ¿arriesgar y ganar o arriesgar y perderlo todo?
-Quiero los medios- pidió el piloto por radio como si hubiera podido oírnos.
-Pero Kimi, el graining...
-¿Me vais a poner los medios o no?
Miré al equipo, hice un gesto a los mecánicos para que se dispusieran para la parada, y viendo que a la bola de billar le importaba más una peridodista que se contorneaba por el pitlane, abrí la comunicación por radio.
-Tendrás los medios, Kimi.
Respiré hondo, y como solía hacer, me giré hacia los garajes para ver la parada. Los mecánicos de Ferrari estaban también preparados para el pitstop de uno de sus dos pilotos; Leclerc entraba veinte metros por detrás de nuestro coche con el número siete.
Kimi entró en el pitlane reduciendo la velocidad, y con un suave y limpio giro de volante, se introdujo entre los mecánicos vestidos de rojo Ferrari que esperaban el coche dieciséis de Charles Leclerc. El tiempo se paró en el pitlane mientras todos los flashes apuntaban a Raikkonen.
-¡¿Se puede saber dónde cojones tienes la cabeza?!- la voz de Frederic tuvo que retumbar con extremada violencia en el casco de piloto finlandés, porque tal y como había entrado en el pitstop de la Scuderia, salió hacia el nuestro.
-Estaba pensando en...- Kimi abrió la radio.
-En nada bueno Raikkonen, no estabas pensando en nada bueno- alguien cortó al piloto riendo.
-¿Ryan?- preguntó el finlandés.
-¡Ray sal de mi radio!- pedí, riendo por no llorar.
-¡HACED EL FAVOR DE CENTRAROS! ¡PANDILLA DE INÚTILES! ¡CUALQUIER DÍA OS DESPIDO A TODOS!- eso, por supuesto, lo dijo la Bola de Billar.
Ryan se reía mirándome, y a todo esto Kimi ya había dado un par de vueltas al circuito. Ninguna rueda se había salido, no habíamos atropellado a nadie en el pitlane y Kimi no se había llevado puesto a Grosjean al reincorporarse a pista, todo parecía ir sobre ruedas, literalmente -vale, no me tengáis ese chiste en cuenta...- hasta que un enorme nubarrón negro que había pasado desapercibido para los radares se colocó milimétricamente sobre el circuito.
Refunfuñé, pensando en el dolor de cabeza que me daría la lluvia en aquel momento, aunque al menos, si caía una buena nos libraríamos de la agonía que era pensar en si las gomas medias iban a llegar o no.
El pitlane parecía una cabalgata del día del orgullo gay con tanto tránsito, y Ray estaba tan ilusionado como lo estaría en el otro supuesto. Aquella vez Kimi sí que paró directamente donde debía, los mecánicos le calzaron los intermedios y el finlandés salió a pista con la velocidad del rayo, sabiendo que siempre se le había dado bien pescar en río revuelto, y que aquella podía ser su oportunidad para ganar algunas posiciones.
Habían dado prácticamente diez giros más, y el "DNF" ya acompañaba a los nombres de algunos pilotos en la tabla de clasificación.
-No tengo grip- dijo Kimi por radio.
-Está lloviendo, ¿qué grip piensas tener?- me reí.
-No sé, ¿algo?- nada más decir eso el coche con el número siete resbaló en una de las curvas como un disco en una mesa de air-hockey, pasó por encima de un piano especialmente elevado y con un par de contravolantes volvió al trazado seco.
-Vale Kimi, te lo vamos a mirar- resoplé, comenzando a teclear en el ordenador y viendo que él llevaba razón.
-Un placer- se rio, y Frederic tosió de forma exagerada al oírlo.
Los parámetros parecían correctos, acordes a la configuración de la centralita del coche. No entendía qué podía estar fallando para que el coche patinara de aquella manera.
Una mosca pasó volando frente a mí con una velocidad pasmosa, y casi sonando como un avión militar por encima de los motores. Al verla, algo en mi mente reaccionó.
-¿Has puesto la configuración de agua, Kimi?
-Anda.
-¿Qué pasa?
-Que no la había puesto.
-¿¡Pero se puede saber dónde tienes la cabeza?!- me reí.
-No preguntes si no queréis oír la respuesta en el muro- rio de forma sutil, mientras yo cerraba la comunicación.
Paró de llover, la carrera acabó, y gracias a las condiciones cambiantes, nos metimos en un octavo puesto que nos supo a gloria, aunque probablemente, Seb estaría todavía más contento con su primer puesto, habiendo adelantado al Mercedes de Lewis Hamilton en la última vuelta.
Apagué las pantallas del muro justo después de guardar los datos para examinarlos más tarde, mirando al horizonte pensé en que me hubiera venido bien acordarme de coger las gafas de sol de la mesita de noche del hotel. Suspiré entrelazando los dedos de las manos y estirándolos sobre mi cabeza para soltar la tensión retenida en la carrera.
-Hola princesita- el tono meloso de Kimi revelaba su satisfacción con la carrera de hoy.
-Enhorabuena, piloto.
Sonrió como agradecimiento y atrapó mi mano con la suya, jugando con mis dedos.
-Frederic cualquier día te corta los frenos del coche- me reí.
-¿Por las radios?- me miró de lado.
Asentí buscando a la Bola de Billar con la mirada, hablaba con el jefe de ingenieros, riéndose de forma escandalosa.
-Mientras no te tire al circuito por encima de la valla del pitlane en plena carrera me conformo.
Un rojo sutil tiñó mis mejillas, y Ryan llegó justo en ese momento.
-Cariñitos míos, me voy, ¡no me esperéis despiertitos!
-¿No vas a venir al briefing?- le pregunté.
-Era una formita de hablar, cielín, claro que tendré que venir a ver al calvito del jefe... Por cierto, ¿cómo es posible que le brille tanto el cabezoncio?
Kimi no pudo contenerse aquella vez y dejó escapar una carcajada que atrajo un par de miradas indiscretas en el pitlane.
-La pregunta, Ray, es cómo te has cambiado de ropa tan deprisa- le dije, mirando sus pantalones de pinzas y la formalísima camisa blanca que se introducía en ellos a la altura de la cintura.
-Parece mentira que no lo conozcas...- suspiró Kimi.
-Tu noviecito lleva razón, parece mentira que no sepas que soy una divaza- hizo un gesto con la mano como despedida, y al par de minutos ya se había desvanecido en el horizonte.
Kimi me miró a los ojos, y yo le sonreí -¿No tienes que pasar por el corralito de prensa? ¡Si además hoy tenías concertada una entrevista con la FIA, Kimi! Seguro que ya llegas tarde- dije mientras miraba mi reloj de muñeca.
-No voy a ir.
-¿Cómo?
-Verás, ya se lo he dicho a ellos, la carrera no me ha sentado demasiado bien.
-¿De qué mierda hablas?- me reí.
-Me mareo- miró al cielo -además tengo una tos muy fea- dijo carraspeando la garganta -creo que tengo fiebre- se tocó la frente con un gesto exagerado, mientras reía.
-Eres un mentiroso- sonreí mirándolo a los ojos, brillantes.
-Quiero quedarme contigo- pidió arrugando la nariz mientras hacía un puchero -Los periodistas pueden esperar- sonrió -además, ellos no me gustan, tú sí- rio, posando sus manos con fuerza en mi cintura, para atraerme hacia él en un abrazo.
-Solo por esta vez- reí hundiendo mi cara en su hombro, impregnándome de su esencia, y aprovechando tenerlo tan cerca después de tanto tiempo necesitándolo.
Los himnos de Alemania e Italia se mezclaban con el aire fresco de la tarde, prácticamente con la misma naturalidad que los ojos azules de Kimi usaban para fundirse con los míos mientras salíamos del circuito. Después de la tormenta llega la calma, y gracias al cielo, después de la tensión de un intenso fin de semana de carreras, también.
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